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Cubierta de Gustave Mest Cavern barnde en figuras &s Miguel Angel RBacnaralt: ven digackén de Addn? ¥ “EL pecado srigina™ Ia edi . 1895 inpreno en te Argentian - Printed in Argeatins Tena hecho el Gepestio qae provient Ia Tey 21.723 © Copyright de todas Tas ediciones dttocin! Paidfa SALCE Detewan 681, Bunce Alces BAiciones Pais {béviea SA Mariage Cubt 92, Barcelona Baitoial Paidés Mesieana SA Thubin Declo 16, México ‘in veproduacién total 9 parcial de exte bre, en cuslauier fornn, ue 36 sree sihanda, cecvita n maquing, por ¢) slateme “muligrn?)". anrara por foecopin, fteduplicncién, ete, ne nutarizads Fo 105 Pe eeervades. Cuaiquicr ullizacién debe ser proviamente soicitade ISDN 950-12-4185-9 2. LA ANGUSTIA: ENTRE EL DESEO ¥ BL GOCE" Una reflexién actualizada sobre el inquietante tema de la angustia requiere poner a trabajar la articulacién —tensa y nunca del taco estabilizada— entre dos opera- dores conceptuales cruciales del psicoandlisis: el deseo y el gece. ‘Veamos lo que cada uno de estos dos nombres tedricos noe avaca en relacién cor. la problematica de la angustia. A. Ell deseo Reflexionemos sobre este concepto —intentando reo- catax, sin conéesiones, toda su densidad y consistencis— tal como lo plantea Freud alo largo de su obra. Para Freud, toda la arquitectura subjetiva no es sino elefecto del constante ¢ infructueso anhelo del deseo en pos de su imposible satisfaccién. La condicién humana jlevala marca del fracaso ds toda realizacién desiderativa, de forma tal quo'al cumplimiento del deseo no habré de producirse jam4s, lo que garantiza de modo absoluta- mente eficaz la permanente actividad subjetiva y 1a in- L Trabajo publicnds on Revicta de Peicoanélisis, oma GD," 6, L998. ut roulacién de inteneiones y proyectos existen- : deseo deviene asf, paraddjicamente, motor de toda busqueda del miomo objete que lo causa, tal come lo describe acertadamente Slavoj Zizek (1992):"La parado- Ja entonees es que el propio proceso de bisqueda produ- ce el objeto que es cauisa de ella: un paralelo exacto al deseo lacaniane que produce su propio objeto-causa” (pig. 210). El deseo tiende entonces a aproximarse a los objetos —que en tanto semblante aluden ala Cosa— a condicion de que siempze se preserve la mfnima distancia simbéli- ca. Esta serd ocupada por los soportes fantasmaticos, aue devienen asf en defensa frente al misme deseo del cusl son expresiGn. E} deseo funciona de este modo para- ddjicamente come le mejor defensa contra el deseo mis- mo. Este garantiza la evitacién del goce —y se constitu- ye asf un infinito cireuito espiralado— en tanto su buis- queda moviliza a su vez al deseo, que aspira entonces a su vana consecucién... De consumarse e] deseo, entra- vamos en esa zona siniestra de goce, con el riesgo ya inevitable de la maxima disolucién subjetiva. Le eterna ilusién del neurétieo consiate ca logrer el auilice guce, aunque con la secreta e imposible acpiracién de pre- servarse en tanto sujeta del deseo. Se trata en suma de ganar el goce, sin pagar el alto costo de toda apuesta perverse. Y si se trata de no ceder fronte al deseo —tal como dice Lacan—, esta afirmacién debe entenderse como una spelacién a una irrenunciable consecuencia deseante, como modo privilegiado de esquivar el goce. Recordemos que los distintos modos como se “organi Za” el deseo para efectivizar eu necesaria no realizecién son los que dan cuenta do las distintas neurosis: deseo insatisfecho en la histeria, prevenida en la fobia e impo- sible enla obsesién. El sujeto se distancia inexoreblemente del objeto en 18 el marco del fantasma, que siempre afirma una imposi- billdad. El deseo salva al sujeto que desea, dado que Siempre propone “otra cosa” en un incesante movimiento Ubidinal que no se agota jamds, En el mismo eto en quis se efectiviza una aproximacién objetal, ya se sosticne qaue no exa eso de lo que se trataba", 7 se relanca la ilusoria busquede hacia otros horizontes. Lo qua s0 po. see ya no se desea, y quizé sdlo se pueda poseer cuando el deseo se aplaque definitivamente. El deseo del neurétieo lo conduce a todos os extra- vios, paradojas ¥ contradicciones, sobre el traefondo de roiteradas ilusiones y desilusiones. Ast, se apetece un objeta erdtico —siempro claro subrogado edipico en tanto evoce alguna condicién erégena ligada a las figu- ras significativas de la infancia. Si la proximidad simba. liea con el cbjeto primordial es mareada, despunta el riesgo del goce con la angustia concomitante. Esta situs: cidn conduce a una inmediata eesién o resignacion del objeto, y se instala la afiaranza nostalgiosa por lo que no pudo ser, a la vez que se rainstala en el mismo acto la biisqueda infinita, Pero, por otro lado, la eleccién de objetos eréticos demasiado alejades del nitcleo descante lleva al inevi. table desinterés y fracaso en la continuidad del vineul, Se sucle clegir entonces precisamente lo que no sat co ni colma, y se desdeiia el objeto posible, para seguir Geseando lo que no se puede obtener, en una biisqueda libidinal que reerea una y otra vez el anhelo de lo impo- sible. Se entiende, entonces, el desgarramiento subjetivo del neurético: por un lado, construye una realidad ins. tisfactoria, y por el otre, sostiene un imaginario apasio. nado. Su realidad lo defierde del goce, que queda localizado en Ja fantasfa, ala vez que Ssta debilita sus posibilida des de crear realidades que se aproximen ala verdad do 19 au dose0, La irrealidad que construye le permite deople- Tay *fceionalizar” ol goce en 1a pura escona do To imme inario, le que lo precave de la instauraciéa de una reali- Wad on la que se efectivice lo real del deseo. ‘efla figura del Don Juan puede patentizar al exxtre smo un aspecto ée lo que sostenamos: seduce mujeres que je inconssientemente que no satisfaxén ou fuerte anhe-* jo de madre falica. Las elige para. despreciarias con ho- oon en el instante mismo en que su desnudez Je revela Tadvencia félica. Exuye hacia renavados encuentras, cop 1; cgtxeta esperanza de deseubrir ol flo: Pusdo aconts- tay que en esa deriva se tropiece —como al azar— con Un ca aesti, momenta de inquietente extrafeza en el gue le falta viene a faltar. ‘ile aqui doo caminos posibles que marcan les destinas diferenclales de la neurosis: podré huir fmelmente an- fquotiado en tanto el maximo desoo so indiea por Ja maxi- ae angustia trocada en febia, o bien podré lanzarse rae alg a la congumceién del neting perverao, dende él jugar posible de 1a angustia es ‘ocupado por el goce del acting. B, El goce Este operador teérico central adquiore toda, gu rele- vyangit a partir de la obra de Lacan, quien, apoyade om Wipreud del gran viraje tebrico que signified en 1020 ew Mis alld del principio del placer, constrayé un concep io queanuda o imbriea dos érdenes conceptuales: libido P puleién de muerte. Aqut se trata en definitiva de 1a posicién del masoquismo esencial, aquella en la que el Pagato ya abjetivadlo ofrece su eaerpo absceno al goce del Otro, jhabitvalmente en el marco de un contrato Higidemente saccalizado, Bl cuerpo Neidinal eae, ¥ se ek sive todo soporte fantasmético, para dejar lugar al 20 sgsoeppogerecient ectinen gn: Sennen ae pareeenrt sujeto abolido de 1a puleién acéfala que se abraza a st misma, Se afirma.asi —en el limite mismo de lo real— toda pasiGn siniestra, que puede emerger como crimen, ofrenda sacrificial, incesto, mutilacién, tortura, sadie- ‘mo asesino, etcétera. El goce —fascinante ymortifero— supone obviamsente la recusacién de la Ley del Padre y Jn Eitica que éste funda, que no es otra que la del deseo en el marco del principio del placer. Tal como afirmé anteriormente, la ilusién neuroti- ca consiste en gozar de modo perverse, sin pagar nin- guno de los precios que tal posicién conlleva inteinse- eamente. Se aspira una y otra vez a lo unién imposible de la pasién y el aujeto, porguie se supone que aquélla nos habré de xedimir de todas las carencias y limitaciones. Por eso la demanda transferencial del neurético oucle perseguir imaginariamente del analista que éste legiti- me su goce, ala vez que le exima de todas sus indeseadas consecuencias. ‘B} goo, noe rocuerda T.aean, estd interdicto al sujeto Ge Ja palabra, Sélo ce podré recupersr algo do él a lo Jargo del camino que marca la escala invertida de Ia ley del desco. {Toleraré e] hombre reeuperar sélo el goce atemperado que le procuran Jos exclusivos efectos sublimatorios? Lo que sin embargo se observa es que la yenuncia al goce ce torna empresa diffeil, por lo que se tonfiguran una y otra vez renovados intentos de reapropiarse el mitico goce perdido a través de los sinto- mas, las actuaciones y Ios delirios. : - - LA ANGUSTIA _ Veamos ahora e6mo ce inseribe el cornplejo problema dela engustia en in encrucijadadel deseo y 21 goce. ‘La angustia es la vivencia que emerge cuendo In ne- 21 buena” distancia simbélica enn zoce semienza a desaparecer, La angustia expresa la detenciéa, la conmoeién, la acilacién o la desestabilizacion subjetiva que se suele padecer cuando se ingresa en esa zona de Ifmite impreci- 50 —que como borde real— separa el deseo del goce. La angustia delata, sin engaiio, cue ha comenzado el viraje desée el campo atemperado del deseo hacia la zona ca6- tiea del goce Ilamamos angustia-sefla! a aquella que aparece dosificada v nos prenuncia que nos hallamos en los Ifmi- ies de lo ficcional, Bs la que cenuncia la insinuacién de un real on el interior de lo simbélico, y la que nos advier- te sobre la inminencia de an goce por venir. Es la que sitve para movilizar y alertar al sujeto, permitiéndole optar por subjetivar la angustia en el camino de la re- nuncia del goce al apostar al acto euye efecto sera una nueva posicién subjetiva. Cuando el sujeto ce aproxima demasiado a toda con- sumacién pulsional directa —instavrando un campo transgresivo de fuerte rafz incestuosa sobre un trasfon- dy laudlivo—, la anyustia comienza a adquirir ese mati2 siniestro, que tan magistralmente describié Freud en su artfeuls de 1919, Lo siniestro, en suma, es el nlicleo real de Ja angustia, Ultimo paso de una subjetividad que o bien se rescata y se estabilize en lo simbolica, o bien se precipita y se entrega al goce. La vivencia do lo ciniestro conforma esa frontera peligrosa frente a la cual o se vetrocede y se sostione la angustia en el camino de su elaboracién a través de la palabra, o por el contrariola angustia siniestra se trueca en gece pasional en lo real del mundo, sin reparo ni protescién representacional fantasmitica. En cota ulti- ma eventualidad el sujeto se'consume en las lemas que avivan toda apropiacién “positivizada” del objeto pulsional 22 Stata icp oe sierieeaatce Coavengemosen que un neurético se aproxima al gace hasta el limite mismo en que lo siniestro de la angustia lo fuerza a retroceder. Se espanta, claudica, pide ayuda, huye, pero no traspasa el borde que lo podria exponer al fuego de lo real. Bl clamor del suftimiento neurstico debe entenderse como una epelacién desesperada al Padre, 2 quien convoea pars salvarse del goce que despieria la fusién incestuosa con el objeto primordial. El neurétice lucha para no claudicar, y se resiste asf a la tentacién que supone la plena entrega pasiya al Otro. El perverso, por el contrario, no retrocede; se sumerge en el gove, sin temer ningiin costo ni amedrentarse frente @ ningtm riesgo. Al contrario, cusnto mas expuesta esté su vida, cuanto més amenazada su integridad fisica 0 pefquica, tanto mejor. No olvidemos que el goce sapone el sufrimiento erotizado, la mexea dolorosa en Ja carne, la laceracién impiadosa, la mella de toda integridad libidi- nal. E) goce —alejado del reparo ordenador y paeificador dela palabra y la ley— siempre desemboea en posiciones tanditicas, El sujeto—atrapado en el exceso yla desmesura de In pasién— no puedo resiasir ou propia iuuulucton, fascinado por la pregnancie cantivante de la muerte. En el universo neurdiico, la engustia indica la proxi tmidad del goca temido y la cercania del objeta que lo evoca, lo que moviliza a su vez los meeanismos de defen- sa confermados por el incremento de las fantasfas, las inhibiciones, los sintomas y les actuaciones evasivas. So constraye de este modo una pantalla protectora —que fija a la vez que defiende— do una realidad que soporta los nticleos reales del deseo. Se estabiliza de oste modo una estructura donde vacila el sujeto entre el desoo y el temor, sobre el trasfondo de una angustia quo no se termina de disolver. El neurético se resiste con su impotencia a efectivizar on acto sus goces mis profundos. Sélo le queda la coarta~ da engaficsa de gozar a través de sus sintomas, por lo que se niegn denodadaments a disolverlos. Ten el mundo perverse, Ia angustia se resuclve en el joce que procura teda cecona actuada. Fi desgarramien~ to subjetivo —cel cual la angustia es testimonio— cede, para dar Ingar al sujeto unificado de La cortoza del goes. ‘La organizacién narcisista del vacfo implica que Ja fal~ ta es Laponada con Ja materia densa y viscose del goce, pagéndose el precio dela desubj: etivacién. Obviamente, pueden acontecer retornos engustiosos ylo fobicos —que helatan puntos de andajes simbélioos residuales—, a vés de los cuales el sujete co resiste a su ansjena- Gd», y lucha por no resignar del todo Ia dignidad de su condicién. En el campo psicétice, el panico —correlato terminal de la Cosa— aterroriza y-anonada al sujeto. Kiste nau- feaga en los confines siniostros de lo real, v se aferra & gua coliries y alucinaciénes como modo détesperado de reenperar algo de sez, aunque més no sea a través del pfinico siniestro que despierta el goce de los objetos catrambétices, Frente a una crisis de angustia de un paciente siom- pre nos embargan, a los enalistes,,los mismos interro- gantes: gtolerard el sujeto 1a curacién, dado que ésta eupone resigmar el goce y trocarlo por Ja palabra? ;Podré subjetivar la angustia sélo con la oxelusiva producei6n de efectos sublimatorios? 20, por el contraria, claudicerd intentard inconscientemente resolver eu angustia a través del sfntoma o del acting, en el tiempo del juibilo nareisista del gace por fin recapturado? ‘Sobre el destino de esta decisiva eleccién influird se- puramente la posioién del enaliste: geompromaterti éste su deseo como tal —afirmando su ética—, 0 lo traiciona- vi la amenazante complacencia con el goce? 24 ii ROO ccs omens sacs seep aspen a ee APSE tpn! BIBLIOGRAPIA Braunstein, Néstor: Goce, México, Sigle XXI, 1990. Proud, Sigmund: Més ailé del principio del placer, Bue- nos Aires, Amorrorti:, 1979, tomo XVIII. — "Lo ominaso”, idem, tomo XVII. Lacan, Jacques: Lectura estructuraliste de Freud, Méxi- 09, Siglo XXI, 1971. ' — Eteritos 2, México, Sigio XX1, 1976- Le Poulichet, Sylvie: Toxicomanfas 9 psicoandlisis, Bue- nos Aires, Amorrortu, 1930, Milmanione, José B.: Le funcién paterna, Buenos Aires, Kargieman, 1989. — Artey psicoandlisis, Buenos Aires, Kargieman, 1931. — La castracién y sus vieisitudes, Buenos Aires, Kargieman, 1993. Ritvo, Juan B.: Bl tiempo légivo y el aserto de certidum. ___ bre anticipada, Buenos Aires, Letra Viva, 1983. Gisele, Slavoj: El sublime objeto de le ideotogia, Mexico, Siclo XXT, 1992, 25 Siemos visto c6mo cl hombre, a través de Jas distintas formaciones poicopatolégicas, busca estabilizar su subje- tividad. ‘Amonazado siempre por ¢l riesgo inevitable de les vivencias de castracién, que tienden a sumirlo en 1a per- fiejidad y cl anonaderiente, el sujet tiende a aferrarse Pigidaments a los afntomas, que siempre le procuren el, goce do.la cortoza y Ja ilusién de la permanencia. No Eiyidemos que la subjetividad anclada on el juego repre- Sentacional se halla expuesta a loinsoporteble dela tran- Sitoriedad y la finitad, por Jo cual no es inmune a la tentacién del sintoma. yPodré ol oujoto —psiccandlisis mediante— disolver sus sintomas sin sucumbir? ;Podré en el lugar del sintoma crear‘una obra do arte —cualquier exprosién sublimatoria de algén modo lo ee— quo Ieve Ia marea singular e indeleble de sunombre propio? BIBLIOGRAFLA, Frevd, Sigmund: “Sobre un cazo de parancia deseripta ‘autobiogy dficamente (Schreber)”, Buenos Aires, Amo- yrortu, 1980, tome XII. Lacan, Jacques: “De una cuestién preliminar a todo tra- tamiento posible de la psicosis", Hsorites 2, México, __ Sigio XX, 1970. Gikek Slavoj: El sublime objeto de la ideologta, México, Siglo XXI, 1992. — jGoza tu sixtomal, Buenos Aires, Nueva Vision, 1984. 46 pect ct Soh 5, LA LEY: ENTRE LA RESPONSABILIDAD ¥ BL CASTIGO" ‘Tal como nos ensefi6 Fred, el sujeto debe posicionarso, durante su trénsite edipico, frente alas distintas figuras Ge la Ley, encarnadas siempre imperfectamente por el Padre. Este, en tanto agente efectivo de la castracién, dche imponer el limite fundamental, que es aquel que eonstituye 1a prohibicién del incesto. Bs el padre quien opera como interdictor de la fusion jneestuosa del hijo con la madre, y propicia la necesaria apértare oxogfmica y a consecuente cuntixuracién del sujeta sexuado. Es entonces la palabra interdictora del padre la que funda el sistema normative que distancia Mel goce siniestro en aras del placar desiderativo. ‘sta emergencia de las prohibiciones esonciales jmangurales se evidencia en el mito biblico que zelata la ‘entrega al pueblo hebreo de Las Tablas de la Ley por parte de Moisés. Este media asf, como legislador, ante Jos hombres y el Dios monotetsta, que, en tanto figura de lo simbdlico depurado, es irrapresentable e innom- rable. x El origen del pueblo y de su sistema de creencias se ancla en las interdicciones y prohibiciones escritas en los 1. Publicado on Jurinprideneia Argentina, 2° 6871, abril do 2994, y on Inveripefones, 18 1,1984. at ‘andemientos, que crganizan un eampo descante, or la ética que instaura la Ley del Padre. Previamente al Decélogo, nc existia sino un grupo de wribus salvajes predispuestas a tode deaborde pulsional, tel come lo patentiza el episodio biblico del becarre de oro. El mito do la entrega de las Tablas de la Ley alegoriza esi el complejo trénsito que va cel primitivismo instintual e le espiritualidad, posibilitade por la gigantesca pre- sencia cel padre. Le terea que debe efectivizar el padre rebasa siempre as posibilidades efectivas de cade hombre que desempe. fa su rol con fallas; éstas, on definitiva, son las que generan todos los sintomas del hijo, en tanto inevitables intentos de restitucién. Es decir, el eujeto intentard reen~ contrar la palabra faltante del padre alli donde aquélla no funcions precisamente come limite, ni operé como acto de corte entre el infane y su madre. La convocatoria desesperada del hijo —enferme de Pasién incestuosa— no es sino al padre para que ésté lo reseate del abrazo, fascinante y terrorifico, que lo fusiona al euerpo libidinal de la madre. Claro est que es la macro le que posibilita la consti tueién de Ja metéfora peterna en tanto da entrada a la palabra del padre, la que deberd ser pronuneiada por un hombre que no claudique en el ejercicio efective de su funcién. En los precisos términos de Braunstein (1992): Bs lo esencial de la funcién del padre que no debe sonfundirse con 1a tan trafda y levada metdfora pater. na. Lametfora paterne es una funcién de le operacién Ge la auseacia dela madre, y es ella Ia encargada do hacerla actuar, La funcién del padre real es diferente y es conseeutiva, posterior, e la de la metéfora: es la de operar la castracién notificande al hijo la condiciéa le. 48 gal de Jo existencie, 1a imposibilidad de serla todo, 1s necesidad de entrar on la vida come éeudor en relacién, con los lingjes, a las generaciones y a la diferencia entre les sexo. Cada hablente osta pues obligado ¢ nacer del padre, ex padre natus, como dieen Jos juristas en un discurso que arriesga incluirse en el del amo (pég. 39). Se entienden entonces los fuertes efectos patégenos de la funtion fallida del padre, en tanto sus palabras esenciales —que tienen el peso de los mandates ordena- dores y pacificantes—no fueron diches. Entonces no so puede fundar el acto —limitante y contenedor—que con- forma la subjetividad, 1a que se define por le capacidad para simbolizar y alejarse del acling empobrecedor, Veamos ahora las distintas pesiciones fallidas en las que puede situarse un padre en relacién con la imposi- cién dela Ley. A. La ineptitud para desempesiar la funcién paterna puede estar baseda en Ia debilidad o impotoncia de un hombre para asumir los emblemas falices. 31 hombre sin reeursos rehtisa afirmar la contundencia de un poder, y entvega asi al hijo a las caricias y complacencias libidi- nales de la madre, ala que no puede satisfacer en tanto mujer, Esta se apropiard del hijo como objeto sexual, nareis{sticamente compensatorio de sus frustraciones eréticas. Un padre exeesivamente bondadeso resulta in- eficaz para separar al hijo de la madre, e impide a éste planterse singularizado frente a la Ley que crea todo seatido, ‘Tal come efirma Nicolas Rosa (1991, pag. 83), la inca- pacided del padre para imponer al nitio la cbligatorie- dad simbélica lo puede sumir on “la asemiosis esquizo- frénica o en la ultrasemiosis parancide”, El pacre no debe ampararse en la bondad o la com- plicidad del “amiguismo” con su hijo, para justificar la 49 ineficacia de su funcién. Se requiere un compromiso ético y fuerza viril para prevenir la consumacién inces~ tuoga del hijo con la madre —on cualquiera do sus va- siantes sintomdticas— y eviter que éstos torminen fu- sionados on torno al falo, al abrigo del universo de la falta y las pérdidas ‘La excesiva y bondadosa tolerancia hacia las realiza-~ ciones—simbdlicas 0 reales— de las tentaciones edipicas materno-filiales delata una inflexién sédica, dado que se deja ardex ol nifio en ln pasién del goce pulsional, funda- mento de toda patologia. Queremos insistir en la necesidad de que ol padre se juegue en la apuesta de un acto parental responsable, que no es sino aquel que funda el iimite entre el cuerpo bioldgicoy la palabra erégena, y contribuys ast a reducir y atemporar et gace. La permisividad y 1a tolerancia paternas exeesivas hacia una estructura endegémica, basada en las satis- focsiones de fantasmas incestuosos, origina consolida- ciones neurdéticas y/o perversas. Bl temor hacia el autoritarismo desp6tico del padre cruel conduce frecuentemente hecia su contrapertida cspecular, esto os, la pormisividad extrema que genera Ia anomia del “todo vale”, y justifica siempre la complici- dad transgresiva con un hedenismo a ultranza, al que se erige en valor supremo. La Ley del Padre se diluye, entonces, en aras del goce edfpico y las actuaciones porversas, que siempre delatan suraiz tandtica y masoquista. Un padre debilitado que no puede imponer la Ley denuncia, ademas de su endeble virilidad, el deseo de que su hijo consume sus xeprimidos descos incestuesos, por lo que se erige on inductor de conéuctas perversas. ‘El tomor a su propia impotencia y/o homosexualidad, reprimida y proyectada en el hijo, suele inducir react vamente en éste aciuaciones precoces y promiscuas, a 50 we se eter través de las cuales intenta manifiestamente defenderse del riesgo ce las identificaciones con la sexualidad vaci- lente de aquél, pero que de ningin modo afirmen el ejereicio genuino de Ia sexualidad, La clinica nos muestra muchas veces una siniestra constelacién conformada por la presencia de un padce castrado y débil, junto a una madre fiilica y castradora. Entonces se eres. una grave imposibilidad, dado que la ley la dicta lamadze, que smapone la cancién de un oupor- y6 sddico, siempre al servicio de castrar al hijo y nunca de propiciar una legalidad que permita el acceso al de- seo, en el campo del placer. Obedecer adquiere entonces el sentido de sucumbir al mandate endogdmico, dado que las normas sonjustas en apariencia, pero dovienen restrietivas y al servicio del sometimiento masoquista. Asf, un joven puede oscilar irresoluto entre actuaciones perversas —que tienden qanfacamente a liberarlo del riesgo del atrapamiento incestaoso— y una soudclegalidad basada en el supery6 materno, siempre al serviein de la coaccién deseante, que no deriva sino en posiciones masiurbatorias. Se ve entonces que la “inica salida posible xeside on encontrar la ley paterne, qas es aquella que impone It- mites al goce, para reencontrarlo en Ja eseala invertida de la ley del deseo, al decir de Lacan. B. Una posicisn polar opuesta a Ia deserita es Ia confi- gurada por la presencia on Ia estructura edfipica del pa dre cruel, autoritario, paranoico, que gobierna de forma omnimada sobre todos los hijos. Bste padre se acerca ala figura del padre despético y gozador de la horda primiti- va, descrito por Freud en Tétem y tabu. ‘Lacan ha definido el segundo tiempo de la dialéctica edipica como signado por In presencia de un padre que cree cer la ley, y evita ast asumirse como su representan- te privilegiads. Al supcnerse como siendo I< ley, el padre 51 "amo despiadado, que impone su volun- «ute. Si bien es necesario atravesar por aste memento, debe ser sélo una etapa que se traseiende en clcamino hacia un tiempo en el que el padre deviene su propia metdéfora y se constituye como representante de una ley que lo supera y de Ja enal él mismo es tributa- vio. El sistema simbélico es transubjetivo, y el padra es un mero mediador que se vernite a un orden que lo determina, y a} cual él también obedece. Bl padre no puede imponer una voluntad arbitraria, sino que debe sostener una legalidad que se sutoriza en un everpo coherente y orgdnico de normas y mandatos. Pero esta posicién definitiva debe asentarse sobre la superacion de un momento en el cual el padre se funda como amo, que no vacila en imponer su pala&ra elevada ala cate. goria de Ley; el hijo debe tolerar y aceptar cierto {ndice de arbitrariedad. Si esto no sucede, se diffculta al ex- tremo la omergencia de la Ley simbélica, dado que el padre no se afirmé en su dominio para, desde allf y en un segundo momento, destituirse. Es a partir del ejercicio soberana del poder desde don- de el padre puede construir le trascendencia de su me- diacion. Ua padre que se presenta originalmente débil carece de los recursos para imponer Ja ley, la que sélo se inser’ be en su cimensién simbdlica si se autoriza en la poten- ia de un acto que no conoce vacilaciones ni claudicacio- nes, Bxiste una inflexién autorita:ia en la imposicién de Isley, un momento on el que no so debe explicar nada ni se pueden exigir razones. El padre decide en el ejercicio de su soberania, y s6lo @ partir de ah{ se podré imponer un orden mds coherente de articulaciones normativas, que proteja de cualquier arbitreriedad personal. Sdlo quien soporté el rigor del padre ex. ese momento inaugu- ral en el que 52 lo supuso omnipotente podré acceder a un sistema de legalidades, ya para siempre el abrigo del 32 autoritarismo arbitrario de cada cuel, Bl padre debe afir- mar inicialmente su autoridad, y este poder es el que paradéjicamente permitird le humildad y la grandeza do su propia destitucién, en aras de un orden que reconoce laneutralidad del tribunal, le instancia dela apelacion y elrecurso dela defensa. Cometen un grave errr aquelles que sostionen que se debe erradicar el autoritarismo, 2 través de la cons- traccién de un sistema basado en la debilidad estructu- ral de la figura real del padre. Sélo se podra acceder an orden més justo precisamente a través de le recupera- cién dela dignidad de la jerarquia paterna, en el camino de la afirmacién de una palabra que no debe ser proferi- da desde Ja impotencia 0 el sometiraiento al Otro. Los sistomas perversos buscan erradicar la jerarqufa del Pa- Gre para acceder a situacionos do seudoigualitarismo, en Jas cuales se diluye el valor que stesora la anterioridad de la experiencia y la antecedencia en el Saber. Se trate, en definitiva, de entender que la subjetividad se constituye en el momento mismo en que el infers com- parece ante la Ley, oncarnada por un padre que impone una presencia incontrovertible, y que se denuncia por la emergencia de la vergtenza y el temor reverencial, en tanto ya se sabe ante quién se estd. El padre autoritario —al igual que el padre bondadoso arriba descrito— confi- gura una variante del padre imaginario, ambos igual- mente distantes de Ja funcidn simbélica, por lo que resul- tan ineficaces para separar al hijo de la madre. Su violencia o furor histérico no hace sino remarcer sa ineptitud para operar el corte necesario y disolver la simbiosis aglutinada del narcisismo del hijo con la Sige. race la madre félica. E) eutoritarismo deviene entonces en una compensa- cién encubridora de le verdadera falla del padre en el ejercicio de su fanciéa, que no requiere de ninguna vio- leneia adicional, mds alld de la que imponen las pale 53 bras que hacen “acto”. Los castigos sédicos y destructi- vos vienen a encuadrar tardfamente a un sujeto, que no fue atravecado en su momento por Ja palabra legislante del padre. He esbozado dos posiciones polares extremas entre las caaies puede situarse un padre. Dado que todo padre de: Sampelia con fallas la funein a le que se ve convocado, no resulta oxtrafio pensar que'todo sujeto debe enfrentarse con algyin orden de déficit paterao al que intentar4, deun modo u otro, suplir. De all{f que la posicién del sujeto frente ala ley sca ciempze sintométies, tanto en el senti- Go superyoico como transgresivo. Los vinculos que anu- Gon al sujeto con 1a Ley sern excesives o doficitarias, Siempre distantes del jasto equilibrie que supone Ia inte- Horizacién lograda de la Ley. B] superyé —en tanto vou que oréena gozar— devione en un testimonio residual incontrovertible de este desajuste estructural. ‘Veamos algunos modos gjemplares de rolacién con la Ley, a partir de lo que venimos sosteniendo. ©. Todo aquel que delingue Jo hace buscando el casti- go provenionte de Ia realidad, quo lo Hbexe de una ton- fion superycica insoportable, Se prefiore la creel a le presién devastadora de una culpa ala que no se logra Apaeiguar. De allf el valor elfnico del castigo, que tone ffecto subjetivante en tanto la pena libera del remordi- tniento intolerable. ‘Todo aqael que transgrede convoca al padre para que instaure el limite liberador, que no es sino aquel que previene dela caida en la instintualidad Gesaforada y culpégena. Por e30 los delincuentes siem- pre evidencian une historia infantil en In que ae detecta hun padre ausonte, o bien la presencia de un padre inductor del acting y cémplice en el desefio a la ley de prohibiciin del incesto y a las normas que sostienen la diferencia de los sexes. 54 are pe eeelapnsececteaeniet Los padres que se abstienen de sancionar a los hij lesincrementan paradéjicamente le culpa y, por endo, la brisqueda del castigo a través de renovadas expresiones dolictivas, Se observa asi que cuando el sujeto encuentra la sancién simbélica, se estabiliza y se apacigua su furor tranagresivo, Se podria decir que cesa de delirar a través de sus actuaciones en lo real. gPore de qué castigo so trata? {Desde dénde se debe imponer la pena? En primer lugar, debemos insistir en que él valor clinico del castigo ce sostiene sélo si el que lo fmpone no goza con dicha accién, Castigar supone ac- tuar en nombre de la Loy, m&s allé del posible “plus de goes” que —bajo la forma del sadismo— puede embargex fal agente de Ia ley. Se debe producir un necesario y saludable vaciamiento de goce enla aceién punitiva. Jus- tamente el delincuente >11see sacar fuera de sia la auto- ridad, para que se traicione en el goce de la venganza 0 el resentimiento. Se pravoca para que el Otro caiga en Ja tentacién de hacer justicia con mano propia, conducta que siempre esl abicr ta al extravio gonoce dole axbitya. riedad, Si el padre actiia movido por sus propios conilic: tos inconaciontes no resueltos con 1a ley, fracasard, No on la ley Ja que enforma, sino su déficit 0 su instramen- tacin despética en manos de un hombre que no logré trascender sus caprichos y sus pasiones, en aras de la dignidad sublimatoria de su funcién. TBsta problematica de un padre autoxitario y cruel — deadordado por un goce castratorio hacia ol hije—sema- nifiesta al extremo en Ja vida de Kafka. Su obra configura €llogrado intento de elaborar sublimatoriamente el impo- sible lugar frente une ley culpégena y autocrtica, ejer- cida por un padre irascible, tal como lo evidencian sus magistrales relatos “Ante la Ley” y El proceso. 2, Véose al respecto mi teaajo "'Ante Ie Ley! Padre" en Arts y psicoandiisis. ka y el Problema de! 55 ike de castigo puede devenir en el peor de los 's —dado que, ademds do ineromentar la culpa, zrroja al sujeto al riesgo siniestro de la consumacién de 1a prohibido— su erotizacién excesiva deriva en el incre- mento inconducente de su inflexion sAdica. ¥ frente ala imposicién cruel de la ley, aélo queda el sometimiento mascquista o la rebeldfa insensate, con la consiguiente caida fuera del sistema legal. Las conductas delictivas —que siempre muestren un aspecto autopunitivo— buscan encontrar en el acto de “hacerse" daiiar o destruir el castigo que posibilite ex- picr la culpa por haber consumado actuaciones que con- llevan faertes nicleos de goces incestuoses o parricidas. El que infringe Ja ley convace con desesperacién al limite que en su oportunidad no le fue impuesto, y que habisualmente cae como sancién social fuertemente re- presiva Veamos ahora eémo expresa Lonis Althusser (1998), en su interesante autobiografia, el valor subjetivante de la pena. Althusser escribe que luego del crimen de su esposa fue declarado inimputable, objeto del ‘no ha lugar”. Al no otorgérsele la opcién de declarar piblicamente ante ‘un tribunal, se lo privé de la oportunidad de hablar y ser escuchado por los otros, y perdid asf 1a tiniea posibilidad de explicarse y comprender las razones de su drama. Althusser insiste en que al ser declarado ne responsa- ble de su acto criminal so lo condena a “Ia losa sepuleral del silencio”, en tanto se lo priva del derecho fundamen- tal de habler, unico modo de obtener el reconocimier:to subjetivo. Se entiende que la comparecencia ante el tribunal le permite encontrar al aujeto el espacio de la palabra, que constituye el tinico medio para reseatarse de la desub- Jetivacién que suponé la accién pra. Cuando es conside- rado responsable, el hombre puede subjetivarse en la 56 sancién simbélica de su deuda al atorgérsele la opcion de saldarla a través de la pena. Dicho en otros términes: al comparecer originalmente ante el “tribunal paternc” el nivio encuentra su espacio Giseursivo de zealizacién. La palabra paterna lo interpe- lay, al instaurar Ja prohibicién, se constituyen retro- activamente los deseos, que aspirarén —vanamente y para siempre—a vulnerar la misma interdiecién que les fund6. Es decir, la sancién paterna al subjetivar prohtbe el despliegue incestuoso y erea un espacio vacio de cose, que deberd ser llenade sélo por las palabras, devenidas en testimonio ficcionel de lo que no pudo ser consumado, Recordemos que ellenguaje emerge inicialmente como producto de un sistema normative de érdenes y preserip- ciones que —bajo le forma lingitistica del “no” inaugu- ral— desaloja al hijo de la plenitud gozosa objetal y lo fuerza, por lo tanto, a apropiarse de lo simbdlico, que a su ver lo determiné, Todo aque! que no logra normelizar su relacién con el lenguaje a favor de una deficitaria funci6n paterna, actiia. Bl delito viene asi a dar cuenta de una grosera falla en la funcién del padre, a la vez que la convoca restitutivamente a través del castigo cue procura en lo real. El juicio ante un tribunal otorga el reconocimiento absoluto que supone hablar y ser eseuchado, y la conde- na deviene en un camino para normalizar la deuda sim- bilica. Delo que so trata entonces es de reenccntrar, aunque sea tardfamente y a través del castigo, a ese padre que falvo a su lugar. La imposicién de la Ley recupora al sujeto en tanto le ctorga el corte y el limite, que son condicién de la existencia dado que definen y consolidan al yo, y evitan que éste se disuelva en el caos de los instintos y en la anarquia de las pulsiones. Por el contrario, les distintos modos del “no ha lugar’ talea como los confinamientos en campos de concentra- cién, las internaciones psiquidtricas represivas, las tor- tora, los exilios y las desapariciones forzadas de perso- nas, se inseriben bajo el comin denominador de todas aquellas t&cticas de poder destinadas ala abolicién sub- jetiva. élo la presencia de sictemas jurfdicos altamente or- ganizados otarga la opcién y el derecho del castigo, que permiten al delincuente recuperer eu digoidad humana. Tiste es cl sentido profimdo de la resocializacién a través de la pona. No se trata de desarrollar ningtin sadiemo que sumerja al hombre en ‘el anonimato objetivado del némero —tal como acontecié on los cam- ‘pos del nozismo— cino, por el contrario, se trata de crear im sistema simbélico donde Ja sancién punitiva | devenga ‘on el limite justo que le permita el hombre redimirse, a través de pagar, con su ser y su tiempo, los costos de sus infracciones. Ta verdad do todo sistema civilizado so verifica en tanto sus métodos de castigo devienen ejemplares, es decir, contribuyen a forjax una subjetividad responsable, ‘que resigne sus goces en aras de una posieién quo rebpe-, te y reconozea ol Oto on cu diferencia radical, ¥ que lo repare si lo david, aun sin necesidad de ninguna coaccién punitiva, ‘Transmitir La esencia de la Ley es lograr que el hombre trascienda el goce de su narcisisme para acceder al campo del deseo, que siempre requiere del orden y de Ia ibertad del Otro para su realizacién, No olvidemos que tanto cl delinewente como el represor se apropian de] Otro, Jo objetivan y lo someten a todo tipo de eraeciones, siempre al servicio de sus propias satisfac- ciones nareisfsticas. D, Otra posieién paradigmitica es 1a encarnada por todos aquellos que se sittian en la estructura como amos 68 aS NA ae Heese de la Ley. Incapaces de tolerar cualquier fisura en el cuerpo normative —por temor a la emergencia de los propios deseos perturbadores— se consagran a custo- Giar y transmitir las leyos con rigidez y pasién parano’ ca, So identifican imaginariamente a ideales absolutos de imposible cumplimiento, desde los cuales pretenden gobernar inhumanamente a los otros. ‘Delatan de este modo la presencia de un yo que se solaza infatuado en el goce que supone Ja conviccién: de Jo.apropiacién del lugar civino del legislador. Ser la Ley, més que representerla, implica creerse el padre absolu- to, cediendo a Ja tentacién de ocupar cl lugar de Dios. Desde esa posicién condenan y juzgan arrogantemente a1 Otro, que siempre portaré 1a eastracién sobre si. Asu- men el ideal de perfeccién narcisistica, y proyectan y atacan los propios defectos en el Otro, que pasa entonces aencarnar el Mal. El delirio del yo co acionta sobro'la Intencia megal6- mana que implica no destituirsa del regisizo fiilico del Ser. ‘Las personalidades chsesivas y paranoices busean afe- rrarse casi literalmente al discurso de la Ley, pues supo- nen ser siempre sus mds fieles intérpretes. Seprecipitan ‘en un formalismo excesivo para evitar la intrusién de cualquier deseo, que siempre es vivido como.insoporta- Llemente perturbador. E] legalism extremo, que no re- conoce causas aéenuantes ni considera las situaciones condicionantes, corre el riesgo de deshumanizar la justi- cia en aras de un orden sddico y castrador. Se sbaohutizan ast las ficciones jurfdicas al tomarlas com» palabra reve~ Jada, siempre al servicio de dominar al’ Otro. Ast, 56 cbserva con frecuencia cémo se confunde la Ley, en tanto corpuo altaments simbolizado, con las palabras inter- pretativas de sus agentes. Esto quiere decir que muchos hombres del derecho pierden a veces 1a nocién de Ja dis- tancia infranqueable que debe separar a cada cual de} 59 nte Ge une ley que siempre los trasciende yalacual ssiss mismos se hallan sometidos, Creen que encarnan le Verded, cuando son mores instramentos falibles del Saber. De lo que se trata on definitiva es de tolerar el hiato que se cbisma entre la Ley y sus representantes, Es preferible correr el riesgo de wn espacio por donde so pueden filtrer los errores humanos, que obturarlo con al iscurse paranoies de un, amo que desconoce la humil- Gad y que funda sistornas autoritarios sin apelacién. Esta posicién se configura como la contrapartida ea pecular dela que conforman los delineuentes. Ast, unos erotizan el delito y gozan masoquisticamente a través del castigo, y otros erotizan la Ley y gozan sédicamente con la punicién. Ambos poles se determinan mutuamente, dado que los delincuentes sostienen 2 los represores on su sadis- mo, y éstos induten la infraccién. Unos y otros se alejan del equilibrio que supore recusar toda voluntad de goce ¥ aceptar los deseos quo nos hebitan, y posibilitarios dentro del espacio que funds la Ley del Padre, regido por el principio del placer. Mas alld de 61 se abre él territorio siniestro del goce, en el que se fascinan mutuamente los transgresores y los represores, atvaidos por una agresi- vidad erotizada que no reconoce otro Ifmite que la des. truccién recipraca. . Sibien ambas posiciones extremas se hallan encarna- das por les delincuentes y los represores viclentos, debo. mes consignar que todos albergamos estas figuras en nuestro imaginarie. Quiero decir, nuestro ecuilibrio de- pende de la estabilizacién de los aspectos superyoicos y las dimensiones transgresivas del ser. Claro esté que ot ambas posiciones coexisten atemperadas por la prima- cla sublimatoria, el resultado sera un sujato que se sitia més allé.de-la rigidez castratoria y mds act de Ins con. Guctas perversas. Bs decir, un hombre libre que sostione texte yte debe aplicar, al euponerse imaginaria: 60 Ja poética de todo encuentro deseante, lo que supene un trabajo responseble y constante para mermar y atemperer las pulsiones, que accchan indomefiadas en el inconsciente. Como expresé anteriormente, si la Ley lograra sex interiorizada, efecto de su transmision por un padre que cumpliera su funcién sin fallas, no se constituiria el su- peryé como testimonio residual. Este, con sus drdenes. insensates, arroja al sujeto a actuaciones que no hacen sino incrementar la culpa, la cual siempre anuda un goce en su constante repeticién. El que delinque reitera —real o simb¢licamente— los dos crimenes primordiales: el paxricidio y el incesto con la madre. Entonces, matar al padre es condicién para poder apropiarse incestuasamente del cuerpo de la ma- dre. Todo crimen representa el asesinato del padre, y toda transgrosién recupera algo del goce pleno que su- pondria la consumacién edfpica con ¢] Otro primordia), Freud ha demostrado que son les escuros sentimien- tos inconscientes de enlpa —producto de fantasias o ac: tuaciones parricidas y/o incestuosas—los que fuerzan a hombre a delinquiz, para ‘poder expiarlos con el castigo. Veames ahora cuél es ia constelacién estructural que determina la génesis del dolito: el nivio anhela el limite gue impone el padre, dado que constituye el maximo reco- nocimiento de su identidad subjetiva. Ser golpeado o eas- tigado en le infancia Supone ser considerado como sujeto de les ceseos —que se afirman como tales en tanto se los prohiben—a la vez que se es tomade come objeto de amor por el padre. La subjetivacién debe atravesar por el dolo- xos0 pero fecundo encuentra con el limite —bajo la forma Gel castigo, la amenaza, la advertencia 0 la palabra admonitoria— que irapone el padre en el ejereicio obliga- do de la dignidad de su funcién. Las frecuentes travesu- ras y caprichos infantiles dan cuonta de lo dicho, en tanto 61 el ni6o se “porta mal” para convocar el castige del padro. fisto lo ubica en su rel y lo previene del deseontrol y el caos pulsional, ala voz, que Io reasegura del amor. Cuan- deel padvo falta a su lugar se producen efectos patégenos y personalidades dolictivas. 1 delito se configura como Jina convocatoria tardfa y desmedida a ese padre que no concurrié a la-cita. Bl castigo aparece habitualmente con fucrtes componentes represivos, y fuerza on Io real un duro sometimiento masoquista ala autorided. ntonces, el delincuente busea salvarse de la indifo- rensia Ietal, y aspire a ser reconocido por ol Otro aunque mniis no sea’ través del sufrimiento erotizado de la puni- in, que marea y lacera la came. La transgresion es, por Jo tanto, una llamada al reconocimiento amoroso del pa~ dre, enya indiferencia arrejé al sujeto al campo riosgoso del goce sin freno. Por eso, los Iimitos bien puostos reivin- flican al hombre en su condicién deseanta, dado que 10 privan del goce que aniquila toda subjetividad. Para poder Jocaar en al enmpo del princinio del placer, se debs renun- ciar a los goces narcisisticos ¥ autoeréticos: este complejo proceso es efecto de la posicién interdictora del padre. ‘Gu sancién libera de la atraccién fatal del incesto, ¥ el castigo como expresién de su amor nos otorga la entidad que nes procuran los deseas, que emergen en tanto son ‘considexados inaceptables. El sujeto deseante es produc- to del efienz ojercieio paterna de la Ley, sin el cual el nifio naufragaria en cualquiera de.los modos de dosudjetivacion, abolide por pulsiones acéfalas que pug nan por su satisfaccién acnada, sin ninguna considera- cidn por el principio de realidad. ‘La palabra contandente del padve devione oportuna- mente on Iimite libidinal, y eu déficit deberd ser xestitui- do por los eastiges, que siempre delatan una inflexién tanitica. La ausencia del padre prohibidor-propiciador se trueca entonces paradéjicamente en el exceso del pa- Gre castrador. 62 La responsabilidad de! padre y todas las Sguras sus- titutas —jueces, abogados, educadores, etcétera— resi- de en ayudar al sujeto a mermer sus goces y a atemporar sus pulsiones. Los Kimites son pacificantes y ol hombre que carece de éstos los reclame aun a través del delito o do cualquier conducta provocadoramente transgresiva. Por aso los castiges deben contribuir, en primer tér- mino, al impedimento de la reiteracién de las actuacio- nes, dado que sin este freno el sujete se precipita en un ciclo infernal de incremento del goce, que deriva inavita- plomente en Ja aniquilacién de si y de terceros, Y, en segundo lugar, las saneiones punitivas deben ayudar 9 consolidar el reconocimiento subjetivo, dado que casti- gar en el ejercicio de un. mandato simbélico— supone afirmar al sujeto en tanto éste le importa al Otro, lo que le permite rescatarse as{ del anonimato y la indiferenci, mortffera. La funcién clinica de la pena sélo se verifica si contri- buye a frenar las actuaciones culpégenas y desub- jetivantes. Estas impiden la devastadora exultancia pul- sional, que no reconoce ctro limite que la destruccién. Solo la pena autorizada en lo simbélico depurado —més ‘alld del resentimionto, la arbitrariedad, la erueldad, la venganza y el sadismo— posibilitaré la emergencia de un sujeto renovado, que habiendo seldado su deuda, reencuentre la eapacidad para autolegislarse y el placer de vivir sin culpa. BIBLIOGRAFIA “Althusser, Louis: Etporvenir es largo, Buenos Airs, Des- tino, 1993. Braunstein, Néstor; "La elfnica del amor", México, Colo- quios de la Fundacién 8, 1992. Chorne, Diana: “Responsabilidad, castigo y goce”en Acer- 63 <8 Se ‘Le ética del psicoan ciones Manantial, 1990, Freud, Sigmund: “Los que delinquen. por sentimiento ce culpe”, Buenos Aires, Amorrorta, somo XIV, pég, 938, itn taba, der, tomo XII. scan, Jacques: La ética del psicoandlisic. inaric Libro 7Buoneo ives Felden, toon, nore Milmaniene, José B.: La funcién pa: Kergieman, 1989, = Artey psicoandlisis, Buenos Aires, Kargioman, 1991, — Le castracién y sus vicisitudes, Buenos Aires Kargieman, 1993, : Rosa, Nicolds: EI arte del elvido, Buenos Aires, Puntosur, 1g91, lists", Buenos Aires, Edi- terna, Buenos Aires, 64 6. CUERPO ¥ ESCRITURA *y £: Michel Tournier (1993) escribe en su libro El érbol y ino: “Autorretrato: En su lecho de muerte, Gérieault, agonizante, con su mano derecha dibujaba su mane izquierda”. Se puede leer entonces que se trata de nominar al agujero para que éste pueda de elgin mode inscribirse al fetichizarse, en este caso con el dibujo— en los bor- des de un cuerpo que se perder irremediablemente en el abiemo do la nada. El hombre en tant sex-pure-la- muerte s6lo puede atinara dejar testimonio residual de su experiencia a través del acontecimiento de la escritu. ra, Bsta se inscribe como efecia de un cuerpo que disenia sus contornos al recubrirse a ef mismo, fundando de esta medo un campo de “narcisisme de retorno” al dejar las huellas de su propia duplicacién. Se trata de una estéti- ca que se crea desdo un estilo despojado de la venidad de la omnipotencia, en tanto el sujeio ya transita por el doloroso camino de le esuncién de su fin, La contempla- cin del cuerpo no deriva, entonces, on la exultaneia del estéril goce narcisista, sino en la depresién de la croa- cién, en tanto escritura testimonial de lo que se comien- za.a resignar irreversiblemente, Se entiende pues que los hordes que limitan las for- mes imaginarias de} cuerpo dependen, para su produc- 65

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