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DE LA COMPOSICION MUSICAL
Vivimos en un tempo en el que I condiign humans
sufrehondes conmoctones El homie moderna 4
to de perder el omocimienn dees valores yl rent
dls relacionen Exe desonociminto dea elcades
tencisles es sumamente rave porque nes conduce de
tod inflble la teanseresin de ls leyes darn
tales dl eulibro humane. Ene erden mune, lx
consecencis son la siguientes de wn lado te endet
peer el esi eo que yo Tamara lat atom
tea musical pare cbs le mie picacone cr
lerywolgarizrn acomodndoles las exgenis de on
usilcarsmo elemental como veretmos Ineo let
rl msien sorties por otro lado, como el eptrna
en sf mismo estéenferme, la misice de nuestro tempo,
Yruy prtedlarmente aquella que ve ree pers leva en
{its eens dr ors lcr petcloginy propel ge
tenes de un nuevo pecad orginal: el ij peeado or.
{el fos oeoculmens un poco de cliente
Irv rsdn puedo
de luey Jot encima de todo, un pecado de descono-
Cinferte deaconocimionto del erdedy dea lees
ue da gat, leyes que hemos Tlamado fandamentales.
Coil es est verdad en el orden muical?o¥ uses son
fos repercorioncr en lo que «Ia atvidad cexdors se
rere
Novlvisemos qe est eesito «El Expr drge no
soplo sdonde quiere» Lo que debemos retenet de eta
prepostign es sebre todo, a plabra quiere El Esprits
suesta, pues, dotado de la eapacidad de querer; este prin-
cipio de voluntad especulativa es un hecho.
Y ésta esa cuestion que se discute demasiado ame
nnudo. Se preocupan de Ia direccién que toma el soplo
del Espiritu, no de la correccisn del trabajo del artesa
no, A este respecto,cuslesquiers que sean vuestras opi
niones en ontologia, vucstra filosofia y wuestras creen
cias, debéis reconocer que of ertdis enfrentando a la
libertad de espititu, esribéis o no esta palabra con ma
vriscula
Filésofos cristianos, nos imped aceptar la nocién
del Espiritu Santo. Amndsticos 0 ateos, vatotros nos pro
hibis nada menos que ser lbrepensadores
Hay que advertir que tal cuestén no se discutecuan-
do el autor gusta de la obra que escucha, E] menos ente
rado entre os melémanos se agarra encantado a los Re:
cos de une obra; Ie gusta esa obra por razones que a
‘menudo nada tienen que ver con In exencia de la misica
Este placer le basa, y no requere ninguna justifeacién
Pero si ocurre que la mésicale desagrada, nuestro mel6-
mano pediré cuentas por semejante conteatiempo, Exi-
sid que se le explique lo que en esencia et inefable.
Por los frutos se juzge al érbol.Juzpuemos, pues, al
bol por sus frutos y no nos enzedemos en sus races.
Lafuncién da raz6n de ser al 6rgano, por sorprendente
due pueda parecer exe Grgano a los ojos de quienes no
estén acostumbrados a verlo funcionas. El mundo de
Jos esnobs esti infestado de gente que, como el perso-
naje de Montesquieu, se pregunta céimo es posible ha-
ber nacido en Persia, Me obligan irremediablemente a
recordar aquel cuento del aldeano que, a ver por pr
mera ver un dromedatio en el jardin zoolépico, lo exa-
‘mina largamente, menea Ia cabeza y se va diciendo en-
tre las risas de Los que alli se encuentran: «Noes de ver:
dad»
Es, pues, merced al libre juego de sus funciones ¢&.
‘mo se revela la obra ysejustifica, Tenemos la libertad de
adheriraos o no a ese libre juego: pero nadie puede dis-
catir el hecho de su existencia. Juzgar,discuti, criticar el
Principio de voluntad especulativa que se encuentra en
los orfgenes de toda creacién es, pues, de una manifesta
inutilidad. En su estado puro la msica es una especula
ci6n libre: los creadores de todos los tiempos han sido
siempre portadores del testimonia de este concept, Por
‘mi parte, no veo razén alguna para no tratar de hacet co
mo ellos, Criatura yo mismo, no puedo dejar de tener el
deseo de creat. 2A qué responde tal deseo y cémo haré
yo para exteriorizarlo?
Elestudio del proceso ereador es de los nigs delica
dos. Es imposible, en efecto, observar desde fuera el de
sarrollo fntimo de tal proceso. Es intl tratar de seguir
las fases del trabajo ajeno. Es igualmente dificil obser-
vatse a si mismo. Aun asf, creo que apelando a mi intros:
peccién tendré algunas probsbilidades de guiarles en es
‘ta materia esencialmente ondulante.
Lamayor parte de los melémanos cree que lo que im-
pulsa a la imaginacién creadota de! compositor es una
certa inguietud emotiva que se designa generalmente
con el nombre de fnspirecin
No pienso negar a Ia inspiacién el papel eminente
due se le ororge en Ia génesis que estudiamos; simple-
mente afirmo que no es en modo alguno condicién pre-
via del arte mosieal, sino una manifestacién secundaria
cen el orden del tiempo.
Inspiracién, arte y artista son pelabras de sentido po-
co determina que nos impiden ver con claridad en un
2dominio en donde todo es equilibrio y ileulo, por don-
de pasa el soplo del espivitu especulativo, Mis tarde, pe
ro s6lo mis tarde, naceri esa turbacién emotivs, que se
tencuentea en la base de la inspitacién, de la que se habla
tan impidicamente dandole wn sentido indiscreto que
compromete a la obra misma, zNo esté clara que esta
‘emocién es una reaccién del creador, en lucha con ese
0 desconacido que no es aiin mis que el objeto de si
creacién y que debe convertirse en uns obra? Eslabén a
exlabén, malla a mall, le seré dado el irlo descubriendo.
Esta cadena de descubrimientos, y cada descubrimiento
en si, €s lo que da nacimiento ala emocién—reflejo casi
fisioldgico, como el apetito provocs la secrecién sali
ver, emocién que sigue siempre, y de cerca, las etapas
del proceso cresdor.
‘Toda creacién supone en su origen una especie de
apetito que hace pretentirel descubrimiento. A esta sen:
sacién anticipada del acto creador acompafia Ia inti
cin de una incégnita ya posefda, pero inintligible
vy que no sera definida més que gracias al esfuerzo de una
técnica vigilante
Este apetito que despierte en mf ante la sola idea de
poner en orden los elementos sefialados, no es un algo
fortuito como la inspiraciGn, sino habitual y periddico,
cusndo no constante, como una necesidad natural
Este presentimiento de una obligacién, este anticipo
del placer, este reflejo condicionedo, como dirfa un mo:
demo friélogo, muestes claramente que es la iden del
descubrimiento y del trabajo la que me strac.
El hecho mismo de escribir mi obra, de poner, como
‘se dice, manos en lt masa, es inseparable para mi del pla
‘cer dela creacién. En Jo que me concierne, no puedo se-
pparar el esfverzo espititual del esfuerz0 psicolSgicoy del
4
esfuerzo fisico; todos me presentan en un mismo pl
no ysin a menor diferencia de err 7
a denominacisn artiza-que en el sentido que se
entende ls mas de las veces hoy dia confere a quien la
Hea el mis alt prestiio intelectual, el rivilesio de ser
considerado como un esptitu puro, este termina or
tuiloso es de hecho incompatible, ami juci, con acon
dicién de boro fer.
‘Ahora es el momento de ecordar que enel dominio
que nos corresponde, si bien es cierto que somos ine
Tectuales, nuestra misin no es Ia de pense, sno la de
bear.
El flosofo Jacques Maritain nos recuerds que en la
ppoderosa estructutn de a civilizacién medieval el arista
tenia solamente la categoria de artsano,«y toda clase
de desarrollo anéequico estaba prohibido su individu
lism, porque semejantedisiplina social le imponia,
citamente, cicrtas condiciones restrietivass. Es el Re
nacimiento el que invent6 al artata, lo ditinguis del
artesano v lo comen26 ¢exaltar a expensas de este tlt
En los comienzo, el nombre de artista se da
mente alos maestros en ares filsofos,alquimistas, ma
fos. Los pintores, ecultores, misics poets no tenn
derecho més que ala condicion de etesans,
sol
Les artisans bien subsis
‘Animent de leurs outils
ies, lemnbre le cusee!
‘Los aretnon gue soni, eniman con ss herramientas el
broncey elite el ebre
ssdice el poeta Du Bellay: Montaigne enumera en sus Err
seyoslos apintores, poetas otros artesanos». En el siglo
xvi todavia La Fontaine saluda a un pintor con el nom-
bre de artesano y se hace reprender, con tal motive, por
tun critico malhumorado que podeia ser un antepasado
de la mayor parte de los nuestros.
La idea de la obra a realizar esté tan unida para mi a
Ia idea de la ordenada disposicién y al placer que de el
dimana, que si, cosa imposible, me vinieran a traer mi
obra terminada, me avergonzaria y desconfiaria como de
tuna mistficecién,
Tenemos un deber para con la misica,y es el de «in-
ventar». Recuerdo que en una ocasién, durante Ia pue-
ra’ al pasar la frontera francesa, un gendarme me pre-
gunté cudl era mi profesién. Yo le respondi con toda
naturalidad que era inventor de mise. El gendarme ve-
rife entonces mi pasaporte y me pregunts por qué f-
uraba alli como compositor. Le respondt que la expre-
sién «inventor de misica» me pereeia cuadrar mejor con
cloficio que ejerzo que aquella que se me atribuye en los
documentos que me autorizan a pasar las fronterss,
Le invencién supone I jn, pero no debe
con ella, porque el hecho de inventar
implies la necesidad de un descubrimiento y de una rea-
lizacién. Lo que imaginamos, en cambio, no debe to-
‘mar obligatoriamente una forma concreta y puede que-
darse en su estado virtual, mientras que la invencién es
inconeebible fuera del sjuste de su real
obra.
Lo que debe ocuparnos aqui no es, pues,
nacién en si, sino més bien la imaginacién creadora: In
sex confun:
imagi-
* La Primera Guerta Mandi. (N. del)
“6
facultad que nos ayuda a parar del plano de la concep
cién al plano de I realizacién,
Durante el transcurso de mi trabajo tropiezo a menu:
do con algo inesperado. Este elemento inesperada me
choca. Lo noto. A veces le saco provecho. Peto no hay
que confundir este aporte de lo fortuito con ese capricho
dela imaginaci6n llemedo comdnmente fantasia. Le fan
tasia implica la voluntad preconcebida de abandonarse
al capricho, Bien diferente es aquella colaboracion de lo
inesperado que de una manera inmanente participa en la
inercia del proceso creador, y que, lena de posbilidades
ue no han sido sclictadas, viene a panto para dablenar
todo lo que, con un poco de rigor excesivo, existe en
nuestra voluntad desnuda. ¥ es bueno que asf sea.
«En todo lo que se inclina graciosamente—dice G. K.
Chesterton en alguna parte—es preciso que haya un es-
fuerzo de tigides. Los arcos son bellos cuando se curven
sélo porque tratan de mantenerterigidos. El rigor, al ce
der un poco, coma Ia Justicia incinada hacia la Miseri-
cordia, consituye toda Ia belleza del tierra. Todas ls co-
sas tratan de er rectas x, por fortuna, ninguna lo puede.
Tratad de crecer derechos yl vida os doblegarin
La facultad de crear nunca se nos da sola. Va acom-
paiiada del don dela observacién. El verdadero creador
fe reconoce en que encuentra siempre en derredor, en
las cosas mas comunes y humildes, elementos dignos de
ser notados. No necesita un paisaje bonito; no precisa
tampoco rodearse de abjetos ras o preciosoe. No tiene
necesidad de correr ala bisqueda del descubrimiento,
‘porque lo tiene siempre al aleance de la mano. Le basta-
ri echar una mirada alrededor. Lo conocido, lo que esté
‘en todas partes et lo que solicita su stenciéa. Fl menor
accidente lo retiene ydirige sw operacién. Siel dedo tes-
7bala, lo notard, y opartunamente sacaré provecho de es
te imprevisto que le ha sido revelado por un error.
Pero el accidente no se crea: uno repara en él para
inepitarse. Es, quizi, la Gnica cosa que nos inspira, Un
compositor preludia de igual modo que hurga un ani
mal. Uno y otro hurgan porque ambos ceden ala necesi
dad de buscar. 2A qué responde esta investigacin en el
‘compositor? 2A la reqla que lleva en st como un peniten:
te? No; él anda en busca del placer. Va tras una satisfac
cid que sabe que no ba de encontrar sin esfuerzo pre-
vio. No nos esforzamos para amar; pero amar supone
‘conocer, y para conocer hay que exforzerse
Ex el mismo problema que se planteaban en la Edad
Media los teSlogos del puro amor. Conocer para amar;
amar para conocer: no es dar vueltas en un efrculo sin
fin;eselevarse en una espiral, con tal que hayamos hecho
tun esfuerzo de principio, un ejercicio de rutin, incluso.
Pascal no tenfa ante s{ otra idea cuando escribfa que
la costumbre «inclina al sutémata tanto como al espfritu
sin quese dé cuenta de ello. Porque hay que conocerse—
sigue diciendo Pascal—, somos tanto autématas como
espfrita..»
Estudiamos y escudsifiamos en espera de nuestro
placer, guiados por nuestro olfat, y, de repente, un obs-
‘deule desconocido se interpone en nuestro camino. Ex:
perimentamos una sacudida, an choque, y este chogue
fecunda nuestra potencia creadora.
La facultad de observar y de sacar partido de sus ob-
servaciones no pertenece sino a aquel que posee, al me:
nog en el orden de su actividad, una cultura adguirida y
tun gusto innato, El marchente, el coleccionista que com=
pa, el primero, as telas de un pintor desconocido que
setd célebre veinte ios mis tarde con el nombre de Cé
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zanne, zn0 nes propotciona un ejemplo manifieto de
quel gusto innato?