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¿Es ciencia la teoría de la evolución?

J. Enrique Cáceres-Arrieta

Si analizamos con seriedad y sin apasionamiento la teoría de la


evolución, nos damos cuenta que contradice leyes fundamentales de las
ciencias naturales como la ley de la biogénesis (la vida surge solo de vida
preexistente, y perpetuará solamente su propia especie); la primera y
segunda leyes termodinámicas, y otros principios establecidos por estas
ciencias, sin olvidar que también va en contravía de la lógica y el sentido
común.

Mientras una ciencia no pueda formular una ley no está libre de


especulaciones y contener poco o nada de ciencia. El darwinismo más que
ciencia es filosofía. Con todo, hay quienes lo enseñan como ley de la
República Científica.

¿Es la especulación darvinista un “hecho seguro” como creen muchos?


No pocos evolucionistas hoy saben que ello es solo fantasía. Un
vehemente deseo, puesto que los más recientes descubrimientos socavan
los cimientos del darwinismo.

Los evolucionistas ateos rechazan y ridiculizan lo milagroso o


sobrenatural en la narración bíblica de la creación. También llaman
“supersticiosos” y “fundamentalistas” a los que creemos en milagros y en
la interpretación literal de la Biblia. Pero aseguran dogmática y
paradigmáticamente que el proceso evolutivo, con tiempo suficiente,
produce los mismos resultados milagrosos. Esto es, si lo dices tú, es malo;
y es superstición. Mas si lo digo yo, es bueno. Es ciencia.

¿Qué te parecen estas palabras? “Somos criaturas muy insignificantes en


un planeta tan pequeño que se mueve en medio de un universo tan vasto
donde existen millones de galaxias. De manera que es increíble creer que
un Dios se interesara por nosotros o al menos notara nuestra existencia”.
Las dijo Stephen Hawking a la BBC.

El peligro de esta cosmovisión pesimista y atea es que moldea (y hasta


determina en no pocos) la posición existencial y filosofía de vida. Si el
universo no ha sido creado, la vida inteligente surgió por casualidad y Dios
no existe, entonces la vida no tiene sentido; nada tiene significado, pues
somos seres intrascendentes; el triste resultado del azar y la casualidad. La
moralidad y la religión pudieran ser eventualmente funcionales, pero no
son, en realidad, imprescindibles. Podríamos decir lacónicamente:
“Comamos y bebamos, porque mañana moriremos”. ¿Por qué crees que la
mayor parte de filósofos (incluidos científicos filósofos) del pasado y del
presente han sido y son extremadamente fatalistas y pesimistas? Es debido
a su modo de ver el universo y la vida, surgido casi siempre de una
infancia, niñez o adolescencia desgraciada.

Pero si el universo ha sido creado y somos criaturas de un Ser amoroso


que a pesar de nuestra incredulidad y condición de pecadores nos ama
sobre todas las cosas, entonces debe haber algo más allá de los confines del
universo y después de la muerte física.

Las publicaciones de grupos anticreacionistas como el National Center


for Science afirman reiteradamente que la ciencia natural está “basada en
lo empírico y es necesariamente materialista; los milagros no deben ser
permitidos”, y “cualquier teoría con un fundamento sobrenatural no es
científica”. ¿Te das cuenta del dogmatismo pérfido de estos señores? Ojo,
estos no son fanáticos religiosos de culto sectario, sino gentes de las
ciencias naturales. Como dice mi abuela, “en todas partes se cuecen habas”.

Feyerabend sostiene que “la ciencia moderna se ha convertido en una


¡religión! representada por una ‘iglesia’ dogmática institucionalizada que lo
rige todo inflexiblemente, de la cual debemos zafarnos a como dé lugar”.
Es hora de liberarnos de la tiranía de las ciencias naturales. Así como en el
pasado la religión controlaba el conocimiento, hoy es menester impedir que
las ciencias en cuestión nos impongan lo que debemos creer. Sería bueno
que quienes abogan por un estado libre de teología o de no institucionalizar
la fe también apoyaran la separación del estado de las ciencias
convencionales y de no institucionalizarlas con el fin de lucrar. El estado
debe ser neutral en creencias, pero también libre de ideologías, filosofías y
cientificismo.

Wiliam Lane Craig manifiesta que hace más de cien años, a pesar de las
apariencias en contra, los cristianos debían mantener su fe en la Biblia en
cuanto a que el universo no era eterno. Hoy, pueden estar más seguros de
su fe puesto que la astrofísica y cosmología les apoyan. Los nuevos
descubrimientos hablan de un Diseñador creando el universo de la nada en
un tiempo finito. El ateo es quien debe mantener su “fe” en la fábula de que
el universo no tuvo principio en un tiempo finito, sino que
inexplicablemente es eterno, debido a que las evidencias dicen lo contrario.
Y se siente incómodo y marginado porque muchos científicos aceptan hoy
la evidencia del Big Bang que confirma lo que los cristianos siempre han
sostenido: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. (Génesis 1: 1)
Como consecuencia, los “científicos” ateos han inventado ciencia-ficción
o números y operaciones matemáticas imaginarios sobre el origen del
universo y la vida. Los hechos son irrebatibles, lo que único que podemos
hacer es cuestionarlos o investigar. San Pablo lo dijo: “Nada se puede hacer
contra la verdad, sino a favor de la verdad”.

El autor es periodista

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