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La fe y la ilustración en Karl Jaspers

Mauricio Pabón Alzate


Mayo de 2005

I. Sobre la fe filosófica:

En la octava conferencia, Japers ha expuesto sus cinco principios de la fe filosófica:


i) que Dios existe,
ii) que existe un requerimiento incondicional,
iii) que el hombre es finito e imperfectible,
iv) que la voluntad de Dios puede dirigir al hombre y,
v) que la realidad del mundo es evanescente. 1

Según el autor, ninguno de ellos se puede demostrar como se demuestran las tesis
científicas ni son verdades que se puedan aprender, sino que permanecen en lo no sabido, se
las cree por su relación con la “esencia” misma del hombre. Pero, ¿cómo nos hacemos
consientes de su existencia, si dichos principios no pertenecen al tipo de objetos sensibles y,
mucho menos, cognoscibles?
Para Jaspers, esa es precisamente la naturaleza de tales principios: son principios de fe y no
de saber. No obstante, mi pregunta, tal vez mi objeción, intenta ir más allá.

1 Jaspers, Karl. La filosofia. La fe y la ilustración, Pág. 71


Las ideas sobre fe y filosofía siempre han estado relacionadas. Sin embargo, la idea de una
fe filosófica parece inadmisible en la actualidad debido a las diferentes vías por las que se
conducen la creencia religiosa, por un lado; y el discurrir filosófico, por el otro. A la fe le es
propio el conformarse dentro del dogma, creer con los ojos cerrados en lo que no se ha
revelado, ni se revelará. Por el contrario, la filosofía es inconformidad, es cuestionarse, es ir
buscando sin hallar acomodo. En la filosofía hay algo más que la llana creencia.

En Jaspers encontramos, empero, que a la filosofía le es inherente una cierta fe en lo


incognoscible. Puesto que la escisión sujeto-objeto no es suficiente para alcanzar a
reconocer la relación del hombre con la divinidad, es necesario, para nuestro autor, que
dicha escisión sea superada por una conjunción circunvalante que le permita a la existencia
del hombre entrar en contacto con Dios como algo de su misma especie en una relación
existencial. Mas, la idea de lo circunvalante no aclara en realidad de dónde sale esa fe, sino
que, por el contrario, nos remite a una instancia humana ajena a la filosofía: el misticismo.
El hombre místico se aleja de las posibilidades lógicas de acceso al ser. La realidad de Dios
es incomprensible, por tanto innombrable e irreal. No queda más que creer y esto es
impropio del filosofar, pues, aunque la filosofía necesita de ciertas seguridades para no
especular en el sin-sentido, no se puede aferrar a ellas como verdades absolutas, debe,
entonces, arrojar la escalera toda vez que haya subido por ella, como diría Wittgenstein.

II. Dos versiones de la ilustración:

La ilustración es, en palabras de Kant, “la salida del hombre de la minoría de edad”, para
ello es necesario que el hombre sea capaz de pensar por sí mismo, que se libere de los
dogmatismos y totalitarismos religiosos, políticos, ideológicos. No obstante, la
emancipación que sería fruto de la ilustración ha sido malentendida y ha desembocado en
un nihilismo radical y la absoluta confianza en el intelecto.
“La ilustración pide un ilimitado esforzarse por alcanzar la evidencia y una conciencia
crítica de la índole y los límites de toda evidencia”2. sin embargo, hay una pretensión en el
hombre de creer ciegamente en todo lo que alcanza por el mero uso de su intelecto, se
vuelve religioso de sí mismo y de su racionalidad, aparentemente ilimitada. Esta es la
ilustración en sentido negativo o falsa ilustración, según Karl Jaspers. La verdadera
ilustración, en cambio, reconoce unos límites al intelecto y a la ilustración misma, “no sólo
aclara lo no puesto en cuestión hasta entonces, los prejuicios, las cosas presuntamente
comprensibles de suyo, sino que se aclara también a sí misma”. Aún así, la ilustración en un
sentido estricto, reconoce la preeminencia de la voluntad de Dios sobre el pobre intelecto
humano. Al parecer, lo divino le habla al hombre en su interior e indica los patrones de
conducta, algo así como los imperativos que van a ceñir su voluntad a la voluntad de Dios.
Resulta de esto una libertad relativa al imperativo categórico, anclada en un “lo que Dios
quiera” que coarta la voluntad del hombre y lo hace esclavo, ya no de su intelecto, sino de
una autoridad interna engendrada en una fe, supuestamente filosófica, pero con muy pocos
visos de racionalidad. Aceptar la voluntad de Dios es tan racional como admitir que Dios
existe o no admitirlo. ¿Por qué se toma una posición y no la otra?

Al final de la conferencia, Jaspers admite que el filósofo debe permanecer cauto,


“repitiendo no sé; tampoco sé si creo; pero semejante fe, la expresada en semejantes
principios, me parece tener sentido, y quisiera atreverme a creer así” 3. Sin embargo, esto
obedece a una posición personal y no a un universal, puesto que “parecer” y “creer”
obedecen a motivos absolutamente individuales y no a la expresión de la filosofía como tal.

2 Pág. 73

3 Pág. 79
III. La relativa independencia del hombre que filosofa:

Un hombre verdaderamente ilustrado es independiente de los dogmas, de las religiones, de


toda estructura autoritaria que le niega la propia individualidad y la libertad interior.
Filosofar es, para Jaspers, “luchar por la propia independencia en todas las circunstancias” 4,
agrega, además, que se ha tenido al filósofo como un hombre independiente, puesto que no
tiene necesidades, ni impulsos, ni bienes. No siente temor ante las imágenes tétricas que
pintan las religiones; ni participa en la vida del estado que se opone tanto a la paz interior y
la imperturbabilidad del alma. Mediante esta posición estoica se cree haber alcanzado la
independencia absoluta. Sin embargo, el hombre que se repliega sobre sí mismo de esta
manera se hace dependiente del dogmatismo que lo hace ser hostil a los demás filósofos y a
los hombres en general, que no comparten su actitud ni su doctrina.

La independencia se presenta como una idea ambigua: se convierte en dependencia cuando


se tiene por absoluta, pues ningún hombre puede hallarse desvinculado absolutamente de lo
que hay a su alrededor y menos de los demás hombres; y se entiende, al tiempo, como
vinculación con la trascendencia que lo hace independiente, relativamente, en su pensar y
en su actuar. Esta ambigüedad conlleva a suponer que la independencia consiste en no
responder a ningún estímulo vital, menos existencial. Sino simplemente vivir en una
ataraxia liberadora de responsabilidad y comunicación con los demás. La independencia
absoluta no es posible, debido a la necesidad del otro, por eso he querido hablar, más que
de una independencia, de una independencia relativa a los demás hombres y a Dios, en el
caso de Jaspers, para quien es posible la independencia filosófica en los siguientes
principios:

4 Jaspers, Karl. La filosofía. La independencia del hombre que filosofa, Pág. 91


“No inscribirse en ninguna escuela filosófica, no tener ninguna verdad enunciable en
cuanto tal por la sola y única exclusivamente, hacerse señor de los propios pensamientos;
‘no amontonar riquezas filosóficas, sino ahondar el filosofar como movimiento;
‘pugnar por la verdad y la humanidad en una comunicación sin condiciones;
‘hacerse capaz de aprender a apropiarse todo lo pasado, de oír a los contemporáneos y de
llegar a estar en franquía para todas las posibilidades;
‘y en cada caso y en cuanto soy este individuo sumirme en la propia historicidad, en esta
procedencia, en esto que he hecho, tomando sobre mí lo que fui, llegué a ser y se me
deparará;
‘no cesar de progresar, a través de la propia historicidad, en el sentido de la humanidad
en su intensidad y con ello del cosmopolitismo”5.

5 Págs. 97 - 98

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