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LA PARÁBOLA DE LA CASA
Hoy hemos escuchado una de las páginas más bellas del Nuevo Testamento.
La que llamamos parábola del hijo pródigo, que también podríamos llamar
parábola del padre misericordioso. Podríamos decir que esta parábola es el
retrato más perfecto del padre del cielo. Si alguna vez nos vienen dudas sobre
Dios, vale la pena leer poco a poco esta parábola y seguro que nuestra fe se
volverá más sólida. Nos costará menos creer en Dios.
Pero este año me gustaría fijarme en un detalle que llama la atención: la casa.
No se la cita mucho en el transcurso de la parábola, pero siempre está como
trasfondo. En la casa habitan los tres personajes, además de los criados.
Parece que el Padre se encuentra a gusto en la casa, por lo menos mientras
están todos juntos. Da la impresión de que es un hombre de casa. Pero si
conviene también sale de ella. Con la partida del pequeño, cada día sale de
casa, y se adentra por los caminos de la vida por si vuelve el pequeño. Porque
el hijo pequeño no se encontraba a gusto en casa. La casa se le venía encima.
Lo debía encontrar todo aburrido y monótono, siempre igual, y por esto se va,
seguramente con el corazón de su padre dolido. Pero cuando las cosas van
mal, el pequeño vuelve a casa, y se le abren sus puertas. Es entonces que el
hijo mayor se niega a entrar en casa, cuando oye el ruido de la música y de la
fiesta para celebrar la vuelta a casa de su hermano tarambana. Entonces el
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Foro: Acogida en la Comunidad Parroquial
4ª línea de acción del Plan Pastoral Diocesano
Curso 2007-2008
La casa de aquella familia era un continuo entrar y salir. El padre entra y sale,
el pequeño sale y vuelve, el mayor no quiere entrar aunque parece que al fin
entra. Da la impresión de que la puerta de la casa estaba siempre abierta o de
que todos tenían llave. ¡Hay tantas familias que han vivido en su propia carne
esta historia del padre misericordioso!
Dios está siempre y nos espera a nosotros y a todos los hijos, tanto a los que
se han ido, haciendo de las suyas, como a los que se han quedado
refunfuñando y reprochando a los demás sus maldades.