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Si orar es, ante todo, un camino de amistad entre Dios, que se nos hace
compañero en la persona de Jesús, y nosotros, sus hermanos y discípulos,
todos los valores propios de una verdadera amistad, caracterizan a su vez a
la auténtica oración, a esa relación, personal e intransferible, que el Señor
quiere tener con nosotros. Uno de esos valores es, sin duda, la gratitud. A
veces se ha dicho de los jóvenes de ahora que no somos muy agradecidos,
acostumbrados como estamos a recibir y recibir, a veces sin mayor
esfuerzo de nuestra parte, por encima incluso de nuestras necesidades,
corremos el riesgo de no saber agradecer lo que se nos da como regalo, de
no valorar las cosas más importantes, las que no tienen precio, aquellas que
dan sentido y colman nuestra vida.
La oración es un “momento” privilegiado para dar las gracias, así como damos
las “gracias” a nuestros amigos y amigas cuando nos hacen algún favor
especial, comparten con nosotros en tiempos difíciles, ríen con nosotros, nos
explican y ayudan a estudiar, etc.,… Esta oración de acción de gracias tiene
varios pilares que conviene destacar: