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CANTAR

DE LOS CANTARES

T
ema del Cantar. Un único tema recorre todo el poema del
Cantar de los Cantares (o el «supremo cantar»): el amor de ma-
rido y mujer, el misterioso descubrimiento del otro, a quien dar-
se sin perderse, realizando la plenitud de la unión en la fuerza creadora,
en el poder fecundo del momento eterno. De esto nos habla este bre-
vísimo libro de canciones para una boda, diálogo de novios recordando
y esperando, de amantes que se buscan, cantan su amor, se unen, se
vuelven a separar, superan las dificultades para unirse definitivamente.
Durante la semana que sigue a la boda los novios son rey y reina; si él
es Salomón, ella es Sulamita, si él es «pastor de azucenas», ella es «prin-
cesa de los jardines». Son canciones con dos protagonistas por igual. Él y
ella, sin nombre declarado, son todas las parejas del mundo que repiten
el milagro del amor.
El amor del Cantar Bíblico cree en el cuerpo, contempla extasiado el
cuerpo del amado y de la amada, y lo canta y lo desea. Lo contempla
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como cifra y suma de bellezas naturales: montañas, árboles, animales. La
belleza total y multiforme de la creación reside en el cuerpo cantado: ga-
celas, gamos, cervatillos, palomas y cuervos, granadas y azucenas, pal-
meras y cedros, los montes del Líbano; también la belleza que fabrica el
ser humano: joyas y copas, columnas y torres. Es un amor que rubrica y
proclama que todas las criaturas que salieron de la mano del Creador son
buenas, sobre todo el hombre y la mujer.
El amor de este libro todavía tiene resquicios de temor y dolor: rapo-
sas que destrozan, sorpresas nocturnas, llamadas en vano, búsquedas sin
encuentro, las dos obscuridades del Abismo y de la Muerte…Todavía no
es perfecto. Pero precisamente en su límite nos descubre un amor sin
límites, sin sombra ni recuerdo de temor, la plenitud de amar a Dios y a
todo en él.
Autor y estilo literario. Nada cierto sabemos sobre el autor o autores
de las canciones o sobre el recopilador de la colección. La leyenda dice
que su autor es Salomón y que lo compuso para su boda con una prin-
cesa egipcia, pero no pasa de ser una leyenda. Una ingeniosa y fantásti-
ca teoría dice que Salomón compuso el Cantar en su juventud, ya ma-
duro los Proverbios, de viejo el Eclesiastés.
El estilo del Cantar se adapta al tema: es rico en imágenes y compa-
raciones, se complace en expresiones de doble sentido como correspon-
de al lenguaje erótico. Cuida mucho la sonoridad, pues los poemas se
cantaban o recitaban.
¿Tiene una unidad y una progresión el libro? ¿Dónde comienza una
escena y acaba otra? Imposible saberlo. Quien lea detenidamente el tex-
to observará repeticiones de palabras y estribillos, pasará de un escenario
a otro: del interior del palacio al campo abierto, por ejemplo. La luz y los
colores, los sonidos y los olores, las metáforas y las comparaciones, la na-
turaleza y la historia, lo cotidiano y lo exótico, todo este arco iris de géne-
ros literarios está al servicio de una intención: cantar al amor.
¿Qué amor canta el Cantar? ¿Cómo este libro, franco y atrevido, so-
bre el amor humano entró a formar parte de la Biblia como palabra inspi-
rada de Dios? Porque de eso trata, del amor humano pura y simplemen-
te. Esto hizo que el Cantar encontrara dificultades en la tradición judía
para ser admitido como libro santo y que tuviera que ser defendido como
tal en la famosa «Asamblea de Yamnia» (entre los años noventa y cien de
nuestra era). El rabino Aquibá dijo en aquella ocasión: «el mundo entero
no es digno del día en que fue dado a Israel el Cantar de los Cantares, ya
que los hagiógrafos son santos, pero el Cantar de los Cantares es santísi-
mo» (Yad III,5).
Puesto que el Cantar se prestaba a usos profanos, tuvo que «ser inter-
pretado» para ser recibido en la Biblia. Así es cómo comenzó la interpre-
tación «alegórica», que de la tradición judía pasó a la tradición cristiana:
el Cantar habla del amor, sí, pero de Dios (el esposo) a Israel (su esposa).
En el cristianismo los interlocutores serían Cristo y la Iglesia, Cristo y el
alma, el Espíritu Santo y María. Se llegó incluso a decir que el libro pro-
pone un auténtico itinerario místico que finaliza en el matrimonio espiri-
tual del alma con Dios a la manera del eros platónico.
Aunque sin negarla, hoy día no tenemos que recurrir a la alegoría para
justificar la inspiración divina de estas canciones de amor. Antes que la
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lectura alegórica del libro está el sentido literal, y este sentido es ya teo-
lógico, y es el que nos llevará a una lectura superior de carácter alegóri-
co ¿No es el amor humano digno de ser Palabra de Dios? El amor que
procede de Dios nos lleva a Dios que es Amor. Si el amor del Cantar, sin
perder nada de su intensidad, pudiera abarcar y abrazar a todos, ese
amor sería la más alta encarnación del amor de Dios.
1 Canción sin rival, de Salomón
1
1. La expresión «Cantar de los cantares» es un superlativo relativo. Puede ser traducida de otros mo-
dos: «El Cantar más bello, más sublime, sin rival...». Se le atribuye a Salomón, sin que Salomón sea el
autor del libro. El Cantar es un conjunto de poemas, que pudieron circular de forma independiente,
pero que, recopilados en un libro, recibieron cierta unidad y adquirieron un dinamismo, o trama, im-
puestos por el redactor. En la traducción y comentario prescindo de las voces (él – ella – coro, que es
la forma habitual de presentar el libro) y me atengo a las posibles estrofas aisladas tras un análisis es-
tructural del libro.

I. La primera canción es un epigrama, I. La esposa


que exalta apasionadamente el amor físi- 2 ¡Béseme con besos de su boca!
co: desde los besos de la boca hasta el
sabor de los «amores embriagadores»: el ¡Son tus amores mejores que el vino!,
abrazo amoroso. El interlocutor es el rey. 3 ¡Qué exquisito el olor de tus perfumes;
La mujer se supone que es la reina. El lu-
gar para saborear la bebida del amor, el aroma que se expande es tu nombre,
interior del palacio, la alcoba real. El len- por eso se enamoran de ti las doncellas!
guaje es delicado y alusivo, carente del 4 Llévame contigo, ¡corramos!,
realismo y de la tosquedad que leemos
en otras páginas bíblicas (cfr. Ez 16; 26; ¡introdúceme, oh rey, en la alcoba;
20; 23, por ejemplo). Este epigrama, por disfrutemos y gocemos juntos,
lo demás, es un buen proemio del libro: saboreemos tus amores embriagadores!
presentación de la mujer (en este caso la ¡Con razón de ti se enamoran!
esposa) y del varón (que es el «rey»; la
mujer sería la reina), plantas y aromas,
sabores y el sentido del gusto, movimien- II. Una muchacha ingenua
to y presura, doncellas y enamoramien-
to... Toda esta temática se desarrollará a 5 Soy morena, pero fascinante,
lo largo del Cantar. muchachas de Jerusalén,
como las tiendas de Cadar,
II. En este segundo epigrama se pre-
senta una muchacha que no es un de-
como las lonas de Salmá.
chado de belleza. Conoce sus propios 6 No se fijen en mi tez morena,
encantos: es «fascinante». Nos dice su el sol me ha bronceado:
oficio: es guardaviñas. Nos confiesa su
debilidad: su propia viña no la guardó. mis hermanos se enojaron conmigo:
Sabemos que sus hermanos se enfadaron me pusieron a guardar las viñas;
con ella (o si nos atenemos a cierta tradi- ¡y mi propia viña no la guardé!
ción textual, «la prometieron como espo-
sa»), porque la muchacha no supo guar-
dar su propia viña. El autor juega con la III. El pastor inaccesible
doble acepción de viña: el sentido obvio 7 Dime, amado mío, dónde pastoreas,
y el figurado: la viña es imagen de Israel
(cfr. Jr 12,10; Sal 80,13s, etc.), y alude dónde recuestas tu rebaño al mediodía,
también al sexo femenino. Es decir, la para que no vaya como una prostituta
muchacha ya ha tenido relaciones sexua- tras los rebaños de tus compañeros.
les, sin que sepamos con quién. El hom-
8 Si no lo sabes por ti misma,
bre del Cantar es un interlocutor necesa-
rio, pero la protagonista es la mujer. La la más bella de las mujeres,
mujer que ahora se presenta ya no es la sigue las huellas del rebaño,
reina del primer epigrama, sino que pue- y lleva a pastar tus cabritillas
de pasar por ser la amante.
junto a las chozas de los pastores.
III. El tercer epigrama está estructura-
do sobre una pregunta y una respuesta.
Los personajes son ahora una pastora y
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IV. Encantos femeninos un pastor. La mujer que habla en este
9 Te epigrama no quiere continuar siendo una
comparo, amada mía, prostituta, no una mujer «errante», como
a la yegua de la carroza del Faraón. se traduce habitualmente. No sabemos
10 ¡Qué bellos tus flanco oscilantes,
quién responde, puede ser la misma que
y tu cuello entre collares! pregunta: ¿por qué encapricharse sólo de
11 Te haremos collarines de oro, uno si la belleza de la muchacha cautiva
con engastes de plata. a tantos otros pastores? Sea quien sea el
que responde, la mujer (ahora pastora)
ha de renunciar al pastor inaccesible y ha
V. Una noche de amor de seguir las huellas de los pastores. Se la
condena a continuar ejerciendo su ofi-
12 Mientras el rey estaba en su diván, cio.
mi nardo exhalaba su perfume.
13 Bolsitade mirra es mi amado para mí: IV. Por primera vez escuchamos la voz
entre mis pechos descansa. del varón. Este cuarto epigrama, en efec-
14 Manojito de alheña es mi amado para mí, to, puede ser asignado a la primera mu-
jer que aparece en el Cantar: a la esposa
en las viñas de Engadí. (reina), aunque no se la nombre, ni se
mencione al rey.
VI. Diálogo en el bosque V. La esposa (reina) evoca una noche
15 ¡Qué hermosa eres, amada mía, de amor con el rey. Los perfumes se me-
ten por los sentidos: nardo, mirra, alhe-
qué hermosa eres! ña. El nardo aparece sólo en el Cantar
¡Palomas son tus ojos! (Prov 7 enumera siete perfumes, pero ol-
16 ¡Qué hermoso eres, amado mío,
vida el nardo). Este perfume entrará en el
qué delicioso! Nuevo Testamento a través de una esce-
¡Y nuestro lecho es frondoso! na importantísima: la mujer anónima
Las vigas de nuestra casa son de cedro, que unge a Jesús con nardo (Mc 14,3-5).
Se hará memoria de esta mujer donde-
nuestro artesonado, de ciprés. quiera que se anuncie la Buena Noticia
(Mc 14,9). Los perfumes, en esta escena
del Cantar, significan el placer que expe-
VII. Rosas y manzanos rimentan el rey y la reina en su encuen-
1 Soy
tro.
un narciso de la llanura,
2 una rosa de los valles. VI. Del interior del palacio nos vamos
2 Como rosa entre espinas al campo: el joven se encuentra con su
es mi amada entre las mozas. amada en campo abierto. La naturaleza
3 Como manzano entre arbustos es el templo del amor para la joven ena-
morada, de la que sabemos, por confe-
es mi amado entre los mozos: sión propia, que su vida transcurre en el
quisiera yacer a su sombra, campo. Una vez más la mujer toma la
que su fruto es sabroso. iniciativa y se insinúa.

VII. Continuamos en el escenario


VIII. La mujer herida campestre. La muchacha se experimenta
4 Me llevaron a un banquete encantadora, como un narciso o como
una rosa, y libre en la sombra del valle. El
y el Amor me declaró la guerra. muchacho ratifica lo que acaba de decir
5 Tiéndanme sobre tortas de pasas, la joven: para él es la mujer más bella
recuéstenme sobre manzanas, que existe. Intervienen en esta escena
porque he sido herida por el Amor. dos jóvenes: la amante que se presentó
6 Su izquierda bajo mi cabeza en el comienzo del libro y su interlocutor.
y su derecha me abraza. Quien tiene la iniciativa, una vez más, es
7 ¡Les conjuro, muchachas de Jerusalén, ella.
por las gacelas y ciervas del campo VIII. Un cambio de escenario en este
que no despierten ni desvelen al amor nuevo epigrama. Estamos ahora en la sala
hasta que a él le plazca! de «un banquete». En esta sala irrumpe
CANTAR DE LOS CANTARES 2 1240
un guerrero inesperado: el Amor (en he- IX. Primavera
breo está sin artículo, y debemos enten- 8 ¡Un rumor...! ¡Mi amado!
der que se trata de una personificación).
La mujer es herida súbitamente y pide Véanlo, aquí llega saltando por los montes,
socorro. La herida es tan profunda, que brincando por las colinas!
sólo podrá sanar con la presencia y la fi- 9 Es mi amado un gamo,
gura del amado. Éste ha desparecido tan parece un cervatillo.
rápidamente como apareció, y ha dejado Véanlo parado tras la cerca,
herida a la mujer. Si las compañeras de
esta mujer no quieren pasar por seme- mirando por las ventanas,
jante trance, que no despierten ni desve- atisbando por la reja.
10 Habla mi amado y me dice:
len al amor (ahora con artículo, debien-
do traducirse por «el amor»), hasta que a ¡Levántate, amada mía,
él le plazca. El campo de batalla nos per- preciosa mía, vente!
mite pensar en el tercer personaje feme- 11 Mira, el invierno ya ha pasado,
nino presentado en el prólogo del libro:
en la prostituta. las lluvias han cesado, se han ido.
12 Brotan flores en el campo,
IX. Es el primer idilio del Cantar. Los llega el tiempo de los cánticos,
verbos de movimiento y la voz dan uni- el arrullo de la tórtola
dad a la composición. Protagonista del se oye en nuestra tierra;
idilio es la muchacha «fascinante» (14), 13 en la higuera despuntan las yemas,
que se presentó en el prólogo del libro
(1,5). Ha soportado un invierno de au-
las vides abultadas perfumean.
sencia. Ha llegado la primavera. Las flo- ¡Levántate, amada mía,
res del campo, las higueras que despun- hermosa mía, vente!
tan, las viñas abultadas, la estación de los 14 Paloma mía, en las grietas de la rocas,
cánticos, el arrullo de la tórtola, todo in- en el escondrijo escarpado,
vita a celebrar el amor y a gozar de él. El déjame ver tu figura,
oído despierto percibe la proximidad del
amado, aunque no sea más que «un ru-
déjame escuchar tu voz:
mor...». A partir de ese momento se ima- ¡Es tan dulce tu voz,
gina cómo se acerca presuroso, cual es tan fascinante tu figura!
gamo o cervatillo, cómo mira y atisba por 15 Atrápennos las raposas,
la ventana y por la reja. Oye su voz, o las raposas pequeñitas,
ella misma pone palabras en boca del que destrozan nuestras viñas,
amado: «Levántate... Vente». Pero la mu- nuestras abultadas viñas.
chacha se resiste. Convierte su casa en 16 Mi amado es mío y yo suya,
palomar, a pesar de que anhelaba como
nadie la presencia del amado. El juego ¡se deleita entre las rosas!
del amor es, a veces, demasiado cruel 17 Hasta que surja el día,
(Cant 8,6). El muchacho se contentaría y huyan las tinieblas,
tan sólo con ver la figura «fascinante» de ronda, amado mío,
la muchacha y con escuchar su «dulce sé como un gamo
voz». Tras el conjuro contra las raposas
que son un peligro para la viña no guar- aseméjate a un cervatillo
dada en otro tiempo, la muchacha decla- por las colinas hendidas.
ra solemnemente: «Mi amado es mío y
yo suya, ¡se deleita entre las rosas!». X. Primer nocturno
Mientras dure la noche, es tiempo de 1 En mi cama, por la noche,
que el gamo o cervatillo ronde por las co-
linas hendidas. El lenguaje es alusivo y
3 buscaba al amor de mi alma:
delicado. Aunque tanto la muchacha lo buscaba y no lo encontraba.
como el muchacho tienen voz en este 2 Me levantaré y rondaré por la ciudad
bellísimo idilio, acaso sea tan sólo una por las calles y las plazas,
fantasía de la muchacha, que sueña con buscaré al amor de mi alma.
la donación y posesión total.
Lo busqué y no lo encontré.
3 Me encontraron los centinelas
X. Con relación al idilio anterior, éste
nos transporta de la luz y de los colores que hacen ronda por la ciudad:
de la primavera a la oscuridad de la no- –¿Han visto al amor de mi alma?
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4 En cuanto los hube pasado, che; pasamos del campo abierto a la al-
encontré al amor de mi alma. coba cerrada, donde una mujer sueña
Lo abracé y no lo solté, noche tras noche. Se pasa la noche bus-
cando en sueños: «Buscaba..., buscaba
hasta meterlo en la casa de mi madre, y no encontraba...buscaré..., lo busqué
en la alcoba de la que concibió. y no lo encontré...». Esta secuencia
5 Les conjuro, muchachas de Jerusalén, verbal crea un efecto de violenta emo-
por las gacelas y las ciervas del campo, ción psicológica. El buscado es «el amor
que no despierten ni desvelen al amor de mi alma»: aquél que me ama y a
hasta que a él le plazca. quien amo. Afanosa búsqueda de una
mujer enamorada e intrépida, que no se
arredra ante los peligros nocturnos, y cu-
XI. Encuentro de los esposos rioso encuentro. De ronda por la ciudad,
como los centinelas, ella busca, éstos la
6 ¿Qué es ésa que sube por el desierto encuentran, pero no saben nada de
como columna de humo, aquél por quien les pregunta: del «amor
perfumada con mirra e incienso, de mi alma». Una vez que le halla, se le
con tantos aromas exóticos? despoja de la voz y del rostro. Es sencilla-
7 ¡Mira, la litera de la Sulamita! mente «el amor de mi alma». Éste de-
saparece al ser introducido en la alcoba
Sesenta soldados la escoltan, materna. No está. Ha sido un sueño. Y la
de los más valientes de Israel. mujer continúa herida de amor, según sa-
8 Todos ellos empuñan la espada, bemos por el estribillo, que encontramos
son adiestrados guerreros, cuando esta mujer fue herida en el ban-
cada uno con la espada al flanco quete. Una pregunta semejante a la que
por temor a emboscadas nocturnas. formula la mujer de este sueño y un ges-
9 El rey Salomón
to similar al suyo aparecen en la escena
evangélica de María Magdalena junto al
se ha hecho un palanquín sepulcro de Jesús (Jn 20,11-18).
con maderas del Líbano,
10 de plata sus columnas, XI. Una voz anónima anuncia el movi-
de oro su respaldo, miento ascensional de un personaje fe-
de púrpura su asiento; menino: ésa o ésta. De lejos se ve tan
sólo una polvareda, pero los perfumes
El Amor ilumina su interior. anticipan la llegada de una mujer. Por
11 ¡Muchachas de Jerusalén, salgan,
exigencias de la pregunta y por coheren-
miren, muchachas de Sión, cia interna de la estrofa, entiendo que
al rey Salomón con la corona quien sube es la Sulamita. Es impresio-
que le ciñó su madre nante el cortejo: los guerreros más esco-
el día de su boda, gidos de Israel. Su misión es proteger no
tanto a la «reina» cuanto a la «mujer»
día de fiesta de su corazón! ante las «emboscadas nocturnas». Ya está
ahí la esposa. Sin que nadie le introduz-
XII. Belleza del cuerpo amado ca, aparece también el esposo: Salomón.
Al poeta no le interesa tanto el rostro del
1 ¡Quéhermosa eres, amada mía, rey cuanto el palanquín en el que es
4 qué hermosa eres! transportado: las maderas del Líbano, la
¡Palomas son tus ojos plata y el oro, la púrpura del asiento, y,
tras el velo! sobre todo, el Amor que «ilumina su in-
terior». La esposa y el esposo están ata-
Tus cabellos, como un rebaño viados para la boda. El Amor (en hebreo
de cabras, que desciende sin artículo) se hace fugazmente presen-
por la sierra de Galaad. te: es un ornato del palanquín de Salo-
2 Tus dientes, cual rebaño món; ilumina su interior, sin que los es-
de ovejas trasquiladas, posos se percaten de ello, sino sólo el
que suben del baño; poeta.
todas ellas gemelas, XII. El idilio de 2,8-17 se cerraba con
ninguna solitaria. un vehemente deseo. Este nuevo idilio
3 Tus labios, cinta escarlata,
(en el que se repite el estribillo de 2,17
y tu habla, fascinante. en 4,6, y también la expresión «pacer/de-
CANTAR DE LOS CANTARES 4 1242
leitarse entre las rosas»: 2,16b y 4,5) des- Dos cortes de granada,
cribe el cuerpo desnudo de la muchacha. tus mejillas tras el velo.
Comienza y termina exaltando la belleza 4 Tu cuello, cual la torre de David,
de la amada, aunque el final añade un
matiz: «no hay defecto en ti». Si traemos edificada con sillares:
aquí los versos aislados de 6,4-5a, a la be- mil escudos penden de ella,
lleza se añade la fascinación, que es co- todos escudos de valientes.
mo se presentaba la muchacha, el segun- 5 Tus pechos, dos crías
do rostro femenino del Cantar. Este mellizas de gacela
posible añadido aportaría un segundo que pacen entre rosas.
matiz: la muchacha es «imponente como
un batallón» (6,4). En 2,14, la muchacha 6 Hasta que surja el día
era «paloma». En el idilio que comento y huyan las tinieblas,
sus ojos son palomas, que los aparte de me voy al monte de la mirra,
mí, dice el muchacho, porque «me tur- a la colina del incienso.
ban» o «me excitan» (6,5). El idilio que 7 ¡Toda hermosa, amada mía,
comento es sobre todo descriptivo: la
melena al aire, saltarina como las cabras no hay defecto en ti!
que descienden por la sierra de Galaad;
los dientes blanquísimos, como ovejas re- XIII. La embriaguez del amor
cién esquiladas que suben del baño; los
labios; el modo de hablar (el habla) es 8 Ven desde el Líbano, novia mía,
dulce como el de la mujer de Eclo 36,22- ven del Líbano, acércate.
23; las mejillas; el cuello, como la torre Desciende de la cumbre del Amaná,
de David, del que penden los trofeos de las cumbres del Senir y del Hermón,
guerreros; los pechos, juguetones y salta-
rines, como las crías de gacela. El mucha- de las guaridas de leones,
cho manifestó su sentimiento de excita- de los montes de leopardos.
9 Me has robado el corazón,
ción, ahora nos notifica su deseo: ¿Por
qué no pasar la noche en el monte, en la hermana mía, novia mía,
colina del incienso? De momento tan me has robado el corazón
sólo es un deseo. Con relación al idilio de con una sola mirada tuya,
2,8-17 pasamos ahora a la realidad y a la
expresión de un deseo. con una vuelta de tu collar.
10 ¡Qué deliciosos son tus amores,
XIII. Esta canción lírica, un epitalamio, hermana y novia mía;
se relaciona con el primer epigrama. Al tus amores son mejores que el vino!,
finalizar el poema se invita a los amigos a
embriagarse de amores (cfr. 1,4b). Co-
¡más exquisitos que el bálsamo
mienza el epitalamio con una invocación el olor de tus perfumes!
11 Novia mía, néctar destilan tus labios,
un tanto extraña: ¿Por qué llamar a la es-
posa si está presente? ¿Cómo ha de venir miel y leche, bajo tu lengua;
de tantos y de tan fieros sitios a la vez? y la fragancia de tus vestidos
Da la impresión de que estamos ante una cual fragancia del Líbano.
oración dirigida a la diosa del amor.
12 Eres un jardín con cerrojo,
Quien así invoca u ora nos dice de sí mis-
mo que es un prisionero del amor, está hermana y novia mía;
enamorado. El poeta repite expresiones eres un manantial con cerrojo,
del primer epigrama: tus amores son dul- una fuente sellada.
ces y fragantes (cfr. 1,2s). Son dulces 13 Es tu seno paraíso de granados
como el néctar, como la miel; fragantes
como los aromas del Líbano. Para la be- con frutos exquisitos:
14 nardo y azafrán,
lleza no encuentra comparación, a no ser
que la leche y la miel aludan a la belleza canela y cinamomo,
y fecundidad de la Tierra prometida. La con árboles de incienso,
esposa, por lo demás, es virgen: huerto y mirra y áloe,
manantial con cerrojo, fuente sellada.
Frutos exquisitos y aromas exóticos se
con los mejores ungüentos.
15 ¡Fuente de los jardines,
acumulan en el seno de la mujer. Ella
misma es una fuente incontenible que manantial de aguas vivas
brota de los frescos veneros del Líbano. que fluyen del Líbano!
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16 Despierta, viento del norte; Las palabras del esposo, que tienen más
acércate, viento del sur; de antología que de inspiración poética,
soplen sobre mi jardín, comenzaban con una oración y finalizan
con una invocación a los vientos del nor-
que exhale sus perfumes. te y del sur: que ellos oreen el jardín y
Entre mi amado en su jardín, éste exhale sus aromas. Las breves pala-
y coma sus frutos exquisitos. bras de la esposa ponen un poco de ca-
lor y de inspiración poética: «Entre mi
1 He
amado en su jardín y coma sus frutos ex-
entrado en mi jardín,
5 hermana y novia mía,
quisitos». Se consuma la unión de los es-
posos. Cuatro verbos la describen: «en-
he recogido mi mirra y mi bálsamo, trar, recoger, comer, beber». El esposo,
he comido mi néctar con mi miel, extasiado tras su experiencia amorosa,
he bebido mi vino con mi leche. invita a sus compañeros a embriagarse de
Compañeros, coman y beban, amores.
embriáguense de amores. XIV. La mujer herida de amor durante
el banquete ya ha soñado una vez (3,1-
XIV. Segundo nocturno 5). Sueña nuevamente en este segundo
nocturno, que finaliza con el conjuro di-
2 Yo dormía, pero mi corazón velaba. rigido a las «muchachas de Jerusalén»
¡Un rumor...! Mi amado llama: (como en 3,5). Este segundo sueño es
Ábreme, hermana mía, amada mía, más intenso: llega a convertirse en pesa-
mi paloma sin tacha; dilla. El corazón vigilante percibe un ru-
que mi cabeza está cubierta de rocío, mor lejano. Los oídos atentos oyen pri-
mero una llamada a la puerta y después
mis rizos, del relente de la noche. las palabras nítidas del amado. Si es la
3 Ya me he quitado la túnica,
amada quien responde al requerimiento,
¿cómo vestirme otra vez? lo que dice suena a dilación, que puede
Ya me he lavado los pies, excitar más aún el deseo. Pero quizás
¿cómo mancharlos de nuevo? todo sea un sueño: tanto la voz del ama-
4 Cuando mi amado metió do cuanto la respuesta de la muchacha.
De hecho la mujer sueña con la entrega
la mano en la hendidura, total y nos informa de su experiencia in-
mis entrañas se estremecieron. efable con esta expresión: «Mis entrañas
5 Ya me he levantado para abrirle a mi amado: se estremecieron». Jeremías la aplica la
mis manos destilaban mirra, ternura de Dios (Jr 31,20) y el evangelio
mis dedos goteaban mirra, al amor de Jesús hacia su amigo Lázaro
en el pestillo de la cerradura. (Jn 11,33.38). Ya levantada, desaparecen
6 Abrí yo misma a mi amado, el rostro y la voz del amado. Quedan tan
sólo unos dedos de los que fluye mirra
pero mi amado ya se había marchado. (no es claro si son los dedos de la mujer
¡El alma se me fue tras él! o del varón). La búsqueda es infructuosa,
Lo busqué, y no lo encontré; y la llamada no tiene respuesta. Los cen-
lo llamé, y no respondió. tinelas de la ciudad no son preguntados,
7 Me encontraron los centinelas sino que abusan de la mujer, acaso por-
que la han identificado por su vestimen-
que rondan por la ciudad; ta: por el velo. La herida de amor se hace
me golpearon y me hirieron, insufrible, tanto que la mujer ya no pide
me quitaron el velo a las muchachas de Jerusalén que no des-
los centinelas de las murallas. pierten ni desvelen al amor, sino que in-
8 Les conjuro, muchachas de Jerusalén, formen al amado que la mujer enamora-
que si encuentran a mi amado, da ha sido herida por el Amor (una vez
más sin artículo en el texto hebreo). Esta
¿qué han de decirle? herida duele mucho más que los ultrajes,
Que he sido herida por el Amor. mucho más que las pesadillas. Duele el
alma, cuando quien ama enamorada-
XV. Así es mi amado mente no encuentra a su amado.
9 ¿Qué tiene de especial tu amado XV. Formalmente este idilio es una
tú, la más hermosa de las mujeres? continuación del anterior: es la respuesta
CANTAR DE LOS CANTARES 5 1244
al conjuro. Temáticamente es la réplica al ¿Qué tiene de especial tu amado
idilio que hemos escuchado en 4,1-7. La para que así nos conjures?
descripción del cuerpo desnudo del va- 10 Mi amado es radiante y rubicundo,
rón obedece a lo que tiene de particular
el amado. Un combinado de colores, egregio entre millares.
11 Su cabeza es oro finísimo,
que van del negro de los cabellos al blan-
co de los ojos –pasando por el color ro- sus rizos, colinas ondulantes,
sáceo y por el amarillo del oro–, un con- son negros como el cuervo.
junto de minerales nobles –como el 12 Sus ojos, cual palomas
marfil y el alabastro– y también de perlas, a la vera de las aguas,
como las gemas y los zafiros; el oro en la
cabeza, a medio cuerpo y en los pies; las se bañan en leche,
balsameras y las plantas aromáticas, así se posan en la orilla.
como la altura semejante a la de los ce- 13 Sus mejillas, plantel de balsameras,
dros, sirven para describir más una esta- semillero de plantas aromáticas.
tua hierática que una figura humana. sus labios rosáceos
Algo de vida y de movimiento se advier- destilan mirra líquida.
te cuando se describen los labios que 14 Sus brazos, torneados en oro,
destilan mirra líquida. Esta estatua, sin
embargo, emite una luz casi divina: todo engastados con piedras de Tarsis;
él es radiante. Para la mujer enamorada su vientre, de marfil labrado,
no hay nada frío en la descripción hecha, todo incrustado de zafiros;
sino que todo cuanto es el amado le tor- 15 sus piernas, columnas de alabastro
na delicioso y codiciable. Al finalizar el asentadas en basas de oro.
idilio se subraya con énfasis: «así es mi
amado, así es mi amigo, muchachas de Su porte como el Líbano,
Jerusalén». Nadie, en efecto, hay como esbelto como los cedros.
él. Nadie reúne tanta luz y tantos colores 16 Su talle es delicioso,
en tan breve espacio. Ningún cuerpo es todo él codiciable.
semejante al cuerpo del amado. Así es mi amado, así es mi amigo,
muchachas de Jerusalén.
XVI. 1-3. Aunque la mujer sea llamada
la «más hermosa de las mujeres», como XVI. Recuerdos
la mujer de 1,8 (la prostituta) no han de
1 ¿Adónde fue tu amado,
confundirse ambos personajes. La prosti-
tuta no sabe dónde está su amado, sue- 6
tú, la más hermosa de las mujeres?
ña, lo busca y no lo encuentra. La mujer ¿Adónde se encaminó tu amado,
de este breve epigrama sabe muy bien para buscarlo contigo?
dónde está su amado. Los dos jóvenes se 2 Mi amado ha bajado a su jardín,
encuentran una vez más. Con anteriori-
dad ambos habían fantaseado. El nuevo al plantel de balsameras,
encuentro, que es más bien un recuerdo a deleitarse en el jardín,
del pasado que una realidad presente, a recoger sus rosas.
lleva a la muchacha a revivir intensamen- 3 Mi amado es mío, y yo suya,
te el pasado. Los deseos comienzan a re- ¡se deleita entre las rosas!
alizarse.
* * *
4-7. Añade este idilio al de 4,1-7 la 4 Eres bella, amada mía, como Tirsá,
belleza de Tirsá (capital que fue del reino fascinante como Jerusalén;
del Norte) y la fascinación de Jerusalén
(la muchacha ya sabía que ella misma era
imponente como un batallón.
5 ¡Aparta de mí tus ojos,
«fascinante»). Es decir la belleza y el he-
chizo que las dos capitales tienen se en- que me turban!
carnan en miniatura en el cuerpo de la [Tus cabellos, como un rebaño
muchacha, cuya descripción es la misma de cabras que desciende
que en 4,1-7. Si es una repetición y se por la sierra de Galaad;
añadió después del destierro, se hizo con 6 Tus dientes, cual rebaño
una convicción: nada de lo antiguo ha
perdido su validez. Acaso fue añadido de ovejas que suben del baño:
por los rabinos del siglo I, cuando se in- todas ellas gemelas
terpretó el cántico. No lo sabemos. ninguna solitaria.
1245 CANTAR DE LOS CANTARES 7
7 Dos cortes de granada, XVII. Varias voces se suceden en esta
tus mejillas tras el velo]. canción. La voz de la madre tiene un cor-
te entre lastimero y resignado, e incluso
agradecido. Ha sido despojada de su
XVII. La esposa raptada predilecta, que, por añadidura, es bellísi-
8 Si sesenta son las reinas, ma: «paloma hermosísima». Para colmo
ochenta las concubinas, de desgracias, su hija ha sido conducida
e innumerables las doncellas, al harén del rey, tan nutrido. El dolor
9 una sola es mi paloma hermosísima; maternal se compensa, sin embargo, al
constatar que doncellas, reinas y concu-
única para su madre, binas elogian a la hija raptada. La inter-
predilecta de quien la engendró. vención de este grupo es coral: juntas fe-
Al verla, la felicitan las muchachas, licitan y elogian a la mujer raptada;
la elogian las reinas y concubinas. juntas se preguntan también por la iden-
10 ¿Quién es ésa que se asoma como el alba, tidad de una mujer tan sumamente bella.
Esta mujer tiene un algo divino. Es una
hermosa como la luna, epifanía luminosa, que, desde lo alto del
radiante como el sol, cielo, pone fin a la oscuridad de la tierra.
imponente como un batallón? Despunta como el alba, es decir, se aso-
11 Había bajado al nogueral ma desde el balcón oriental y contempla
a contemplar la floración del valle, a la tierra aún en penumbra. Es «cándi-
a ver si las vides habían brotado, da» o «hermosa» como la luna; cálida e
ígnea como el sol. Todas las estrellas del
a ver si despuntaban los granados; cielo tintinean en ella: es imponente
12 ¡Sin saberlo, me raptó
como un batallón. La voz del rey no se
el carro del Príncipe, mi pariente! escucha con claridad. Acaso forma dúo
con la voz de la madre, y juntos procla-
XVIII. Epitalamio man: es mi paloma hermosísima. La últi-
1 ¡Gira, ma voz que oímos es la de la mujer rap-
gira, Sulamita!
7 ¡Gira y gira, que te veamos!
tada. Responde a la pregunta coral,
recordando: había bajado a contemplar,
¿Qué contemplan en la Sulamita cuando, sin saber cómo, alguien la raptó.
que danza entre dos coros?
2 ¡Qué bellos son tus pies XVIII. En este nuevo idilio –por su co-
con sandalias, hija del Príncipe! mienzo parece más bien un epitalamio–
también son diversas las voces que se al-
Las curvas de tus caderas es un collar ternan. La Sulamita, cuya litera aparecía
obra artesana de orfebre; en 3,7, es invitada a danzar entre dos co-
3 tu ombligo, una ánfora redonda,
ros. Es una danza rítmica, como puede
¡que nunca le falte el vino mezclado! apreciarse aun en la traducción. Mientras
tu vientre, un montoncito de trigo, gira la bailarina, llamada ahora «hija del
recinto de rosas; Príncipe», alguien (no sabemos si el es-
4 tus pechos, dos crías poso o el poeta) describe el cuerpo de la
mujer desde los pies hasta la cabeza.
mellizas de gacela; Quizás sea la escena más sensual de todo
5 tu cuello como torre de marfil;
el libro. Sexualidad y fecundidad se fun-
tus ojos, piscinas de Jesbón, den en las imágenes. Algunas ya nos son
junto a las puertas de Batrabín; conocidas: los pechos como mellizas de
tu nariz igual que la torre del Líbano, gacela (4,5). Otras son nuevas: el collar
en las caderas, la ánfora, la torre de mar-
que mira hacia Damasco; fil, las piscinas de Jesbón –ciudad de los
6 tu cabeza se yergue leonada;
trovadores–, la nariz bien perfilada y rec-
y tu melena, como púrpura regia, ta como la torre del Líbano, la cabeza le-
se recoge en el cintero. onada, la melena en el cintero. El vino
7 ¡Qué dulce y bello es mezclado y el trigo son un símbolo de la
el Amor en las delicias! fecundidad. También la arquitectura co-
8 Asemeja tu talle a una palmera labora en la descripción del cuerpo ama-
do: la ojiva que forma las curvas de las
y tus pechos a los racimos. caderas; el cuello, que es torre de
9 Yo pensé: treparé a la palmera
marfil; los ojos, que son piscinas; la ca-
a recoger sus dátiles; beza erguida y leonada... Tanta belleza
CANTAR DE LOS CANTARES 7 1246
cautiva irresistiblemente al rey enamora- tus pechos son racimos de uvas,
do, que queda prendado de la Sulamita tu aliento, aroma de manzanas,
como la melena está apresada en el cin- 10 tu paladar, un vino exquisito.
tero. Algo divino debe haber en tanta be-
lleza. El rey descubre el toque divino y lo Mi amado ha entrado fácilmente,
pregona: «¡Cuán bello y dulce es el Amor se ha deslizado suavemente
en las delicias». El Amor (una vez más sin entre mis labios.
artículo en el texto hebreo) transforma el 11 Yo soy de mi amado
cuerpo de la mujer y lo hace tan esbelto que me desea.
y fecundo como una palmera. Ha llega-
do el momento de subir a la palmera y
de recoger los dátiles. El esposo tomará XIX. Promesas en el campo
posesión de tanta belleza, que le resulta- 12 Ven, amado mío, salgamos al campo,
rá jugosa como las uvas, sabrosa como las pernoctemos entre los cipreses;
manzanas, embriagadora como el vino 13 amanezcamos entre las viñas.
más exquisito (son claras las relaciones
entre 1,2-4 y 5,1). La mujer confiesa que Veremos si las vides ya florecen,
la unión se ha consumado. Las últimas si echan flores los granados;
palabras del idilio remiten a Gn 3,16, y allí te daré mis amores.
con la salvedad de que ahora es el varón 14 Las mandrágoras exhalan su fragancia,
quien desea a la mujer. nuestra puerta rebosa de frutos:
XIX. Esta canción discurre en el los nuevos y los antiguos, amado mío
campo, una vez más (cfr. 2,8-17). La los he reservado para ti.
muchacha invita a salir al campo (en 2,10
invitaba el muchacho). Entre esta breve XX. Suspiros
canción y el idilio de 2,8-10 se interpo-
1 ¡Ah, si fueras mi hermano
nen la descripción del cuerpo desnudo
8
de la muchacha (4,1-7) –que despierta el amamantado a los pechos de mi madre!
deseo del muchacho (4,6)– y los recuer- Al encontrarte en la calle, te besaría,
dos (6,1-3); es decir, un encuentro, que sin que la gente me despreciara.
es más imaginario que real, y un segundo 2 Te llevaría, te metería
encuentro, que pertenece más al pasado
que al presente. Cuando los muchachos en la casa de mi madre,
están ya en el campo, cobijados bajo los que te iniciaría.
cipreses, todo será exclusivamente del Te daría a beber vino aromático,
amado. La muchacha tiene reservados el licor de mis granadas.
para su amado los frutos nuevos y tam- 3 Su izquierda bajo mi cabeza
bién los antiguos. Es una promesa que
abre esta estrofa a otras que vendrán des- y su derecha me abraza.
4 Les conjuro, muchachas de Jerusalén,
pués. Esta pareja sale al campo a amar,
no a que uno mate al otro (cfr. Gn 4,8). que no despierten ni desvelen al amor
hasta que a él le plazca.
XX. La mujer herida por el Amor ha
soñado hasta la pesadilla. Una y otra vez XXI. Teofanía de Amor
ha repetido el deseo de que sus compa-
ñeras no sufran la misma herida intolera- 5 ¿Quién es Ésta que sube del desierto
ble que ella lleva consigo desde que fue- apoyada en su amado?
ra herida. Ya que este pastor es tan –Te desperté bajo el manzano
inaccesible, ya que no se deja encontrar, allí donde te concibió tu madre
que permitan a la mujer herida al menos
suspirar. Si su amado fuera su hermano, donde tu progenitora te dio a luz.
6 Grábame como un sello en tu brazo,
amamantado por la misma madre, al me-
nos podría besarlo en público. Y nadie le grábame como un sello en tu corazón,
diría nada. Ya en la intimidad de la alco- que el amor es fuerte como la muerte,
ba materna, le daría a beber el vino de la pasión más poderosa que el abismo;
los granados, y ella experimentaría la ter- Sus dardos son dardos de fuego
nura del abrazo amoroso. Pero éstos son
suspiros, tan sólo suspiros, que no curan llamaradas divinas.
7 Las aguas torrenciales no podrán
la herida, aunque sirvan de desahogo. El
estribillo deja la herida al descubierto. apagar el amor
1247 CANTAR DE LOS CANTARES 8
ni extinguirlo los ríos. ¿Cuándo conocerá sosiego el dolor de
Si alguien quisiera comprar el amor amor? Esta canción queda abierta a la si-
con todas las riquezas de su casa, guiente.
sería sumamente despreciable.
XXI. Estamos en la escena cumbre. A
lo largo del libro ha venido sonando esta
XXII. La hermana pequeña pregunta implícita: ¿A quién se manifes-
8 Tenemos una hermanita, tará el Amor? El rey y la reina han vis-
sin pechos todavía. lumbrado su presencia en el baldaquín
de Salomón y en el encuentro amoroso.
¿Qué haremos con nuestra hermanita Los muchachos aún no han llegado a la
cuando sea pedida? meta de su itinerario. La mujer herida
9 Si es una muralla, por el Amor lo ha buscado hasta la pesa-
te coronaremos con almenas de plata; dilla y ha suspirado por él. Ahora se pre-
si es una puerta, senta la divinidad «el Amor» («Ésta» en la
la reforzaremos con tablas de cedro. traducción), viniendo del Líbano tal vez,
10 Yo soy una muralla, si atendemos cierta tradición textual. Se
presenta en el origen de la vida: allí don-
y mis pechos, como torres; de nuestra madre nos concibió para la
pero a sus ojos soy muerte (cf. Gn 3,16a.19). En contra de
mensajera de paz. Prov 8,22-31, el Amor, no la Sabiduría,
está presente y actuante desde el primer
instante de la creación. El Amor ocupa el
XXIII. La viña de Salomón lugar del «Shemá» (Dt 11,8), cuyas pala-
11 Salomón tenía una viña en Betleamón; bras han de grabarse en el corazón y ser
arrendó la viña a los guardas, atadas a la mano (Dt 6,5.8). El Amor,
y cada uno le traía por sus frutos como la nueva alianza, ha de estar ins-
crita en el corazón, según Jr 31.33 (cf.
mil monedas de plata. Hbr 10,16). Esta grabación es un memo-
12 Mi propia viña es para mí;
rial perenne. Si la mujer mira sus brazos,
las mil monedas para ti, Salomón, verá el tatuaje del Amor. La Amada y el
y doscientas a los guardas. Amor se fusionan en un abrazo íntimo y
total. El Amor trae consigo la vida y la in-
mortalidad: vence a la muerte, en contra
XXIV. Encuentro final de lo que piensa Ecl 9,6.10. Ahora sabe-
13 ¡Mujer que yaces en el jardín mos que el Amor recurrió a sus flechas
–los compañeros están al acecho–, para herir a la mujer: son dardos divinos,
llamaradas divinas. Ni las aguas profun-
permíteme escuchar tu voz. das de la muerte podrán apagar las lla-
14 Pasa, amado mío,
mas del amor (cf. Is 42,3). El Amor, final-
sé como un gamo o un cervatillo, mente, ni se compra ni se vende. Es pura
sobre las colinas de balsameras. gratuidad.

XXII. La hermanita pequeñita es protegida por sus (Betleamon, si me atengo a algunos manuscritos y tra-
hermanos. Quieren que llegue a la edad núbil en las ducciones antiguas). Es un nombre escandaloso. No
mejores condiciones. Las almenas refuerzan la defen- menos escandaloso resulta que en el interior del tem-
sa de los torreones. Las puertas bien cerradas y tran- plo se encuentre una viña, con la acepción eufemísti-
cadas impiden la entrada en la ciudad. Esta canción ca que tiene. ¿Es una denuncia de la prostitución sa-
bien puede referirse a Jerusalén, ciudad amurallada y grada? La cuantiosa suma exigida a los arrendatarios
con las puertas cerradas. es un tercer escándalo. Frente a este cúmulo de es-
cándalos se eleva desafiante la voz de quien procla-
XXIII. El tema de la viña, con su doble acepción, re- ma: «Mi propia viña es para mí...». Es la misma desig-
laciona este epigrama con el segundo del Cantar (1,5- nación de la viña que leíamos en 1,6, la que no supo
6). Existe una viña, que es el pueblo de Dios, que ha guardar la muchacha. La posesión de esta viña no tie-
sido arrendada a los guardias. Sabemos quiénes son ne precio. Si Salomón exige mil monedas por el arren-
los guardias: los sacerdotes del templo como se apre- damiento de la viña, mil sean para él, y que añada
cia aún en el Nuevo Testamento (cf. Mt 21,45; Mc otras doscientas para los guardas. Acaso esta acerba
12,12; Lc 10,19). Al frente de ellos está Salomón (el crítica del sacerdocio jerosolimitano fue una de las ra-
sumo sacerdote). La casa de Dios (el templo) ha de- zones que obligaron a «interpretar» el Cantar antes de
generado y se ha convertido en la «Casa de Amón» ser un libro bíblico.
CANTAR DE LOS CANTARES 8 1248
XXIV. El Cantar se abría con un abrazo y se cierra do a lo largo del itinerario de la joven amante. La pre-
con otro, una vez más en el exterior (en el jardín). La sencia de los jóvenes, sin embargo, ha sido el marco
joven hizo una promesa en 7,14. Es el momento de para criticar enérgicamente a la clase dirigente el país.
cumplirla. El joven, por su parte, anhelaba escuchar la
voz de la muchacha ya desde el primer idilio (2,8-17). * * *
En esta última canción del Cantar insiste en su deseo:
«permíteme escuchar tu voz». Antes advierte a la mu- El Cantar –más allá del erotismo, que lo tiene– es
jer yaciente cómo «los compañeros están al acecho». una celebración del amor concreto y encarnado entre
Así son los custodios de Israel, como los viejos cuya un hombre y una mujer. En el fondo, sin embargo, res-
conducta denuncia Dn 13,57: lascivos además de ve- ponde a una pregunta: ¿Dónde está el Amor? ¿Cómo
nales. La joven toma la palabra e invita al joven no a llegar al Amor? No por el camino de la Sabiduría
que huya, sino a que «pase»: que sea como un gamo (como proclaman Prov, Ecl y Eclo), sino por las sendas
o como un cervatillo sobre las colinas de balsameras del amor. No puede ser de otro modo, si Dios es
(cf. 1,17). Se consuma la unión y Amor no ha apareci- Amor. Quien ama, ése ha visto a Dios.

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