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Reacción antígeno-anticuerpo

La reacción Antigeno-Anticuerpo (Ag-Ac) es una de las piedras angulares en la respuesta


inmunológica del cuerpo humano. El concepto se refiere al momento cuando un anticuerpo
se une a un antígeno para inhibir o ralentizar su toxicidad dentro del cuerpo.

El acoplamiento estructural entre las macromoléculas está dado por varias fuerzas débiles
que disminuyen con la distancia, como los puentes de hidrógeno, las fuerzas de Van Der
Waals, las interacciones electrostáticas y las hidrofóbicas. El reconocimiento Ag-Ac es una
reacción de complementariedad, por lo que se efectúa a través de múltiples enlaces no
covalentes entre una parte del antígeno y los aminoácidos del sitio de unión del anticuerpo.
La reacción se caracteriza por su específicidad, rapidez, espontaneidad y reversibilidad.

Características
Específicidad

Capacidad de los anticuerpos para distinguir entre dos ligandos de estructura similar. La
unión dada por la especificidad es muy precisa y permite distinguir entre grupos químicos
con diferencias mínimas.

Rapidez

La velocidad con que ocurre la primera etapa de la reacción Ag-Ac es del orden de
milésimas de segundo, y está limitada únicamente por la difusión. La segunda etapa, que es
más larga, incluye todas las manifestaciones que se presentan como consecuencia de la
interacción, tales como precipitación, aglutinación, neutralización, etc...

Espontaneidad

La reacción Ag-Ac no requiere energía adicional para efectuarse .

Reversibilidad

Dado que la reacción se debe a fuerzas no covalentes, es reversible y, en consecuencia, se


ve afectada por factores como la temperatura, la proporción de Ag-Ac, el pH y la fuerza
iónica.
Antígeno

Es una sustancia que induce la formación de anticuerpos, debido a que el sistema


inmune la reconoce como una amenaza. Esta sustancia puede ser extraña (no
nativa) proveniente del ambiente (como químicos) o formada dentro del cuerpo
(como toxinas virales o bacterianas).

Anticuerpo

Los anticuerpos (también conocidos como inmunoglobulinas[1] ) son glucoproteínas del


tipo gamma globulina. Pueden encontrarse de forma soluble en la sangre u otros fluidos
corporales de los vertebrados, disponiendo de una forma idéntica que actúa como receptor
de los linfocitos B y son empleados por el sistema inmunitario para identificar y neutralizar
elementos extraños tales como bacterias, virus o parásitos.

La inmunidad adaptativa o específica a menudo se subdivide en dos grandes tipos


dependiendo de cómo se introdujo la inmunidad. Pueden subdividirse aún más,
dependiendo de la cantidad de tiempo que dura la protección. La inmunidad pasiva es a
corto plazo, y normalmente dura sólo unos pocos meses, mientras la protección vía
inmunidad activa dura más tiempo, y es a veces de por vida. El diagrama de debajo
resume estas divisiones de inmunidad.
b) Inmunidad adaptativa: entra en acción cuando falla la inmunidad innata. Elabora una
respuesta específica para cada agente infeccioso y guarda memoria de él (puede impedir
la reinfección)

. La habilidad de montar estas respuestas específicas se mantiene en el organismo gracias


a las células de memoria. Si un patógeno infecta a un organismo más de una vez, estas
células de memoria desencadenan una respuesta específica para ese patógeno que han
reconocido, con el fin de eliminarlo rápidamente.

La inmunidad adaptativa se caracteriza por las células involucradas; la inmunidad humoral


es el aspecto de la inmunidad que es medidado por anticuerpos secretados, mientras que la
protección proporcionada por inmunidad celular involucra sólo linfocitos T. La inmunidad
humoral es activa cuando el organismo genera sus propios anticuerpos, y pasiva cuando los
anticuerpos son transferidos entre individuos. Asimismo, la inmunidad celular es activa
cuando las células T propias del organismo son estimuladas y pasiva cuando las células T
vienen de otro organismo

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