You are on page 1of 24

La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

La Persona Humana
en la Doctrina Social de la Iglesia1

José Andrés Bravo Henríquez2

Mensaje inicial

Estimados universitarios. Me siento honrado de poder comunicarles estas


reflexiones desde mi seguimiento a Jesús y mi ser de Iglesia. Lo que pretendo ofrecerles
está basado en la experiencia del pueblo de Dios. Es decir, en la acción liberadora de Dios
en la historia, que encontramos escrita en la Escritura Sagrada. Además, apelo al Magisterio
de la Iglesia, específicamente a su doctrina social. No esperen, pues, mucha originalidad de
mi parte.

Hablo de la persona humana porque, como lo ha afirmado Juan Pablo II, “el hombre
en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la vez de su ser comunitario y
social –en el ámbito de la propia familia, en el ámbito de la sociedad y de contextos tan
diversos, en el ámbito de la propia nación, o pueblo (y posiblemente sólo aún del clan o de
la tribu), en el ámbito de toda la humanidad- este hombre es el primer camino que la Iglesia
debe recorrer en el cumplimiento de su misión, él es el camino primero y fundamental de la
Iglesia, camino trazado por Cristo mismo”3.

1
Ponencia presentada por el Pbro. José Andrés Bravo Henríquez en la Universidad
Católica Andrés Bello (Caracas) el 16 de septiembre 2010, en un curso de Doctrina
Social de la Iglesia para jóvenes estudiantes de diferentes universidades de Venezuela.
2
Capellán y Profesor de la Universidad Católica Cecilio Acosta (Maracaibo), Párroco de
la Parroquia Santa Teresita del Niño Jesús (Amparo-Maracaibo), Asesor de la Acción
Católica y del Foro Eclesial de Laicos (Maracaibo).
3
Juan Pablo II, Redemptor hominis 14 (4-marzo-1979). (Tomado de Juan Pablo II,
Encíclicas de Juan Pablo II, Edibesa, Madrid 1995, tercera edición, páginas 1-102).

1
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

Agradezco la generosa invitación que me hicieron los organizadores de este evento.


Mi respeto a las autoridades, profesores, profesoras y estudiantes. En general, a todos los
que hacen vida vocacional en esta tan prestigiosa Universidad Católica Andrés Bello.

Permítanme un mensaje inicial para todos ustedes. El plan de salvación que Dios se
empeña realizar en la historia, ha querido hacerlo con personas humanas con un perfil muy
peculiar. Pues, Dios gusta elegir a personas jóvenes y pobres. Precisamente, esas siempre
son las excusas de los elegidos para no responder al grave compromiso que se les presenta a
ustedes en la sociedad venezolana de hoy. Para ser breve, les presento un ejemplo. El mejor
ejemplo podría ser Moisés, David, Jeremías o algún otro profeta. Pero de ellos les hablaré
más adelante. Cuenta la Escritura Sagrada, en el libro de Jueces capítulo 6, que el espíritu
del joven rebelde Gedeón está inquieto porque su pueblo sufre la tiranía de Madián. Una
vez vino a él el Ángel del Señor saludándole: “El Señor está contigo, valiente”. Pero
Gedeón le reprocha al mismísimo Ángel que si el Señor estuviera con su pueblo no
sucedería lo que está sufriendo. Sorpresa, el Señor le exige: “Vete, y con tus propias fuerzas
salva a Israel de los madianitas. Yo te envío”. Es aquí donde su espíritu rebelde y valiente
no entiende y se excusa diciendo: “¿Cómo puedo yo librar a Israel? Mi familia es la menor
(insignificante y pobre) y yo el más pequeño de mi casa (joven)”. Pero, el Señor jamás
retira su llamada. Y, por otro lado, siempre triunfa con los jóvenes y con los pobres. Así,
queridos jóvenes esta lucha es de ustedes. Estas reflexiones quieren contribuir a encender
sus corazones e inquietar sus espíritus. En estas reflexiones, quisiera motivarlos a valorar su
ser como personas dignas de respeto, yo diría también de veneración y amor. Como jóvenes
comprometidos, desde la fe cristiana, para construir una nueva humanidad, con la vida y las
enseñanzas de Jesús y su Iglesia.

Al reflexionar sobre la persona humana quiero honrar la memoria de Franklin Brito


quien con el único instrumento pacifico del cual disponía, defendió su dignidad y su
derecho y los de su familia. Prefirió morir que vivir resignado a perder sus derechos. En él,
tengo presente a muchos luchadores por la libertad, la justicia y la paz. Afortunadamente, la
mayoría son jóvenes y pobres, como los prefiere Dios. A Brito y a todos los mártires de la
dignidad humana, mi respeto y admiración.

2
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

El ser humano es importante para Dios

Tal como se formula en un documento de la Congregación para la Educación


Católica, “la enseñanza social de la Iglesia se origina del encuentro del mensaje evangélico
y de sus exigencias éticas con los problemas que surgen en la vida de la sociedad” 4. De
hecho, la revelación divina comienza precisamente en el momento cuando Dios se deja
conmover por la difícil situación social que vive el pueblo de Israel5. Este pueblo que se
refugia en Egipto a causa del hambre, sufre una inhumana situación de esclavitud por parte

4
Pontificia Congregación para la Educación Católica, Orientaciones para el
estudio y enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia en la formación de los
sacerdotes 3.
5
Para esta historia la acción liberadora de Dios: Cf. Pontificio Consejo “Justicia y
Paz”, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Consejo Episcopal
Latinoamericano (CELAM), Bogotá 2005, 20-59 (En adelante citamos Compendio
seguido del numeral correspondiente). Cf. Croatto, José Severino, Historia de
Salvación. La experiencia religiosa del pueblo de Dios, Verbo Divino, Navarra 2000. Cf.
Ortega Orcajo, Rafael, ¿qué es la Biblia?, Paulinas, Caracas 1981. Cf. Bigo, Pierre,
Doctrina Social de la Iglesia. Iglesia y mundo en diálogo, Instituto Católico Estudios
Sociales de Barcelona, Barcelona 1967, págs. 17-37.

3
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

del régimen absoluto del Faraón. Ante esta realidad humana, Dios baja y se presenta a
Moisés para expresarle su profundo sentimiento de descontento ante una humanidad sufrida
y su firme decisión de liberarla, porque ha escuchado sus gemidos6. Estamos, pues, ante el
Dios de los Padres de Israel que irrumpe en la historia y, así como el Samaritano de la
parábola evangélica de Jesús, se acerca al que es maltratado por los bandidos 7. Es que esta
situación de opresión no es querida ni aceptada por Dios porque es contraria a su designio.
Este mismo Dios que se revela para liberar al pueblo, es el Dios que crea al ser humano en
y para la libertad. Dios lo creó a su imagen y semejanza. Es decir, haciéndole partícipe de
su naturaleza divina. Por eso, “la verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina
en el hombre. Pues quiso dejar al hombre en manos de su propia decisión, de modo que
busque sin coacción a su Creador y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz
perfección”8. Este es el designio de Dios. Es este también el sentido más profundo de la
acción de Dios en la historia.

Además, para que el ser humano viva su plena realización como imagen suya, Dios
lo creó en comunión, como es él. Porque el Dios revelado no es individualismo ni masa
anónima, sino es comunidad divina de relación amorosa de tres personas totalmente
diferentes, Padre-Hijo-Espíritu Santo, perfecto pluralismo y perfecta comunión de amor 9.
No podría ser sino ontológicamente un ser en comunión quien es creado a imagen de Dios
Trinidad. Esta será otra de las luchas libradas por Dios con su pueblo. Es así como, en la
alianza del Sinaí, al convertirse en el Dios del Pueblo y convertir a Israel en su pueblo, le
entrega unas leyes que escribe en el corazón de cada ser humano para que le sirvan de
ayuda de modo que viva la libertad en la comunión10. De esta manera podrá vivir en
relación de hijo a Padre amando a su Dios y obedeciendo sus deseos amorosos. Y entre sí,
en una relación fraterna. Y como señor de todo lo creado: “La Sagrada Escritura enseña que
el hombre ha sido creado a imagen de Dios, capaz de conocer y amar a su Creador y que ha

6
Cf. Éxodo 3,1-6.
7
Cf. Lucas 10,29-37.
8
Vaticano II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et
spes 17. (Tomado del Concilio Ecuménico Vaticano II, edición bilingüe promovida por la
Conferencia Episcopal Española, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2004, páginas
286-499. En adelante citaremos con la sigla GS seguida del numeral correspondiente).
9
Cf. Forte, Bruno y Silanes, Nereo, La SS. Trinidad, programa social del
cristianismo, Secretariado Trinitario, Salamanca 1999.
10
Cf. Éxodo 19,16-21.

4
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

sido constituido por Él señor de todas las criaturas terrenas para regirlas y servirse de ellas
glorificando a Dios”11.

La nota más significativa de un pueblo querido por Dios es su sistema social donde
no existan desigualdades, marginados, oprimidos ni esclavos. Donde se viva la comunión,
en libertad y fundamentada en el amor. Es así como se distingue de los demás pueblos. Es
constituido una nación de tribus con un servicio y una misión específica para cada una de
las tribus para que todos puedan disfrutar de todos los bienes que Dios nos ha puesto a
nuestra disposición. Se podría interpretar que Dios ha querido que su pueblo viva una
estructura social constituida en comunidades de personas libres y responsables.

Cuando el pueblo pide establecer la monarquía para ser gobernado por un rey al
igual que otras naciones, las relaciones comienzan a estropearse12. Naturalmente, no
podemos negar que Israel crece y las relaciones internacionales traen consigo compromisos
aun más conflictivos y las tentaciones monárquicas son mayores. En este mundo el sistema
de vida social deseado por Dios se hace difícil vivir. Aun así, la elección de David como
rey, crea un sentido profundamente importante para el plan salvador de Dios13. David tiene
el perfil apropiado para ser rey según el corazón de Dios14. Porque, en definitiva, es Dios
quien gobierna a su pueblo. David es joven y pobre, pero, sobre todo, tiene el oficio más
apropiado para un gobernante, es pastor. Un verdadero pastor tiene habilidades y
sensibilidades importantes para gobernar al pueblo. Lo primero que debe reconocerse en un
pastor es su responsabilidad con su rebaño. No es un asalariado, el rebaño le pertenece.
Debe saber entender a sus ovejas a pesar de sus torpezas. Mantenerlas sanas y unidas.
Hacer que le conozcan y le sigan. Incluso, debe ser valiente y tener un gran sentido de su
responsabilidad, que lo lleva a enfrentarse al rabioso lobo para defender su rebaño15. Así
quiere Dios que gobierne el rey a su pueblo, como un pastor. En realidad, la mayor fuerza
de David es su fe. Saber que Dios es el Rey. Como lo reza el salmista, él es el brazo y su
bravura, justicia y derecho es la base de su trono, ante sí tiene el amor y la lealtad 16. El
11
GS 12.
12
Cf. 1Samuel 8.
13
Cf. 1Samuel 16ss.
14
Un estudio importante sobre el rey David: Cf. Costacurta, Bruna, Con la cítara y
con la honda. La subida de David hacia el trono, Desclée de Bruuwer, Bilbao 1998.
15
Cf. Juan 10,1-21.
16
Cf. Salmo 89.

5
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

salmista suplica: “Oh Dios, da al rey tu juicio, al hijo de rey tu justicia. Para que con
justicia gobierne a tu pueblo, con equidad a tus humildes”17.

Ya sabemos la historia transmitida en la Sagrada Escritura, muchos reyes desviaron


su misión y, olvidándose de la Alianza con Dios, se convirtieron en explotadores del
pueblo. Las consecuencias son el caos y la pérdida de la convivencia en paz y libertad. La
deportación a Babilonia trae consigo nuevos y más crueles sufrimientos para el pueblo.
Dios sigue escuchando sus gemidos y sigue respondiendo acercándose al ser humano y
hablándole por medio de los profetas. Habla, impone su palabra fuerte, como una espada de
doble filo que penetra hasta lo más intimo, hasta lograr que se convierta y vuelva a ser leal
a la Alianza. Pues, Dios rescata nuevamente a su pueblo. El ser humano vuelve a tener un
espacio para vivir en comunión, en libertad y amor. Esta es la historia humana donde Dios
realiza su plan liberador, respondiendo siempre cada vez que el ser humano sufre.

Una extraordinaria síntesis de lo que hasta ahora hemos expuesto lo encontramos en


el documento de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en
el año 1979 en Puebla de los Ángeles (México), este documento es identificado como
Puebla. Enseña Puebla: “Dios Padre, …, no abandonó al hombre en poder de su pecado.
Reinicia una y otra vez el diálogo con él; invita a hombres concretos a una alianza para que
construyan el mundo a partir de la fe y de la comunión con Él, aceptando ser sus
colaboradores en su designio salvador. La historia de Abraham y la elección del pueblo de
Israel; la historia de Moisés, de la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto y de la
Alianza del Sinaí; la historia de David y de su reino; el destierro de Babilonia y el retorno a
la tierra prometida, nos muestran la mano poderosa de Dios Padre que anuncia, promete y
empieza a realizar la liberación de todos los hombres, del pecado y de sus consecuencias”18.

Ahora bien, la encarnación de Jesucristo marca la plenitud de la revelación de Dios


y el cumplimiento de su promesa. Ciertamente, el colmo de Dios que no perdonó ni a su
propio Hijo, sino que lo entregó para que el humano pueda tener vida en abundancia,
17
Salmo 72.
18
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Puebla-1979 La
Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina, 187. (Tomado de
Episcopado Latinoamericano Conferencias Generales, Documentos Pastorales, San
Pablo, Chile 1993, páginas 225-464. En adelante citaremos Puebla seguido del numeral
correspondiente).

6
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

liberándolo de todo pecado y de todas sus consecuencias. Este evento misterioso es la más
grande exaltación de la dignidad humana. Pues, Dios se hace hombre, la Palabra se hizo
carne (historia, pueblo, cultura), para habitar entre nosotros19, para que los hombres
podamos participar de su vida divina: “Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece
en el misterio del Verbo encarnado. Pues, Adán, el primer hombre, era figura del que había
de venir, es decir, de Cristo, el Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del
misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le
descubre la grandeza de su vocación. Así pues, no es nada extraño que las verdades ya
indicadas encuentren en Él su fuente y alcancen su culminación. El que es imagen de Dios
invisible20 es el hombre perfecto que restituyó a los hijos de Adán la semejanza divina,
deformada desde el primer pecado. En Él la naturaleza humana ha sido asumida, no
absorbida, por eso mismo, también en nosotros ha sido elevada a una dignidad sublime.
Pues, Él mismo, el Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo
hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con
voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo
verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado”21.

Quisiera insistir en esta última verdad de la acción de Dios, profundamente


humanística, con palabras de Puebla sobre la grandeza del ser humano en la encarnación
del Hijo de Dios: “Dios Padre envió al mundo a su Hijo Jesucristo, nuestro Señor,
verdadero Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos y verdadero Hombre, nacido de
María la Virgen por obra del Espíritu Santo. En Cristo y por Cristo, Dios Padre se une a los
hombres. El Hijo de Dios asume lo humano y lo creado y restablece la comunión entre su
Padre y los hombres. El hombre adquiere una altísima dignidad y Dios irrumpe en la
historia humana, vale decir, en el peregrinar de los hombres hacia la libertad y la
fraternidad, que aparecen ahora como un camino hacia la plenitud del encuentro con Él”22.

Jesucristo ha venido al mundo, esta es la buena noticia para la humanidad


sumergida en la opresión. Su encarnación es el encuentro del Evangelio con el pueblo. Su

19
Cf. Juan 1,14.
20
Cf. Colosenses 1,15.
21
GS 22.
22
Puebla 188.

7
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

proyecto es un Reino, distinto a los de este mundo cuyo signo es la tiranía. Él es el rey
esperado, anhelado; que actúa como un Pastor bueno23. El centro de su vida y predicación
es el Reino de Dios, dándole un sentido nuevo a un gobierno fundamentado en el servicio:
“Saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las gobiernan como señores
absolutos y los grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre ustedes; sino
que el que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que quiera ser el
primero, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido,
sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”24. Este pasaje bien podría
denominarse la doctrina política de Jesús y su Evangelio.

Jesús, comienza su ministerio asumiendo el programa profetizado por Isaías25:


anunciar el Evangelio a los pobres, proclamar la liberación a los cautivos, hacer ver a los
ciegos, liberar al oprimido y declarar el “año de gracia del Señor” 26. Su vida se caracteriza
en un acercamiento al más necesitado: al enfermo, al pecador, al excluido de la sociedad.
Se acerca a las mujeres y a los niños para bendecirlos y dignificarlos. Rechaza una religión
que da más valor a las leyes y tradiciones que a los hombres.

Para vivir en la dignidad de hijos de Dios, nos llama a seguirlo. El seguimiento a


Jesús da sentido a nuestra fe cristiana. En su discurso evangélico conocido como el sermón
de la montaña27, podemos encontrar un maravilloso programa de vida, dando valor a la
entrega por el bien de los demás. La felicidad es la realización del más alto valor, el amor.
Desde él, la pobreza, la mansedumbre, el deseo de paz y justicia, la misericordia, incluso el
sacrificio de enfrentar el conflicto por el reino de Dios, hace al ser humano digno y su
historia adquiere sentido trascendente. El mundo sin el hombre y la mujer, es oscuro y
desabrido. Somos sal y luz. Por eso, dependiendo de cómo vivamos esta dignidad, el
mundo tendrá su sentido humano. Pues, un verdadero seguidor de Jesús no reduce su vida
religiosa en la sola piedad individual, es menester practicar las exigencias comunitarias del
Evangelio.

23
Cf. Juan 10.
24
Marcos 10,42-45.
25
Cf. Isaías 61.
26
Lucas 4,18-19.
27
Cf. Mateo 5-7.

8
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

Ciertamente, Jesucristo es el hombre. Es decir, que en Él está el verdadero misterio


de cómo debemos ser nosotros. Él vino para señalarnos el camino, la historia que debemos
realizar. Cuanto de Él hemos dicho, se expresa en la entrega, ese es su modo de ser y
existir. Es la cruz, donde el amor se vive en extremo, el camino. Y es la resurrección la
meta triunfante de la total liberación. Por eso, la cruz del sacrificio de Jesús y a la que
estamos nosotros llamados, no es el sufrimiento por el sufrimiento. Es la historia vivida en
una continua entrega amorosa que nos lleva a enfrentar todo sacrificio para construir la
comunión en libertad y amor. Es, si se quiere, la utopía del Reino de Dios, la que nos exige
vivir no cuidando nuestras vidas individuales, sino entregándolas para que se hagan
abundantes, sean eternas28. Es por eso que ninguna amenaza, ni el martirio ni la lisonja,
podrán frenar la lucha liberadora del cristiano. En este sentido, la Constitución Pastoral
Gaudium et spes del Vaticano II, señala claramente: “El hombre difícilmente puede llegar a
este sentido de la responsabilidad si las condiciones de vida no le permiten llegar a ser
consciente de su dignidad y responder a su vocación entregándose a Dios y a los demás. La
libertad humana con frecuencia se debilita cuando el hombre cae en extrema necesidad, de
la misma manera que se envilece cuando, abandonándose a una vida demasiado fácil, se
encierra en una especie de dorada soledad. Por el contrario, se fortalece la libertad cuando
el hombre acepta las inevitables obligaciones de la vida social, asume las multiformes
exigencias de la convivencia humana y se compromete al servicio de la comunidad
humana”29.

En definitiva, según lo afirma Jesús, el Reino será para aquellos que respondan con
amor a las graves cuestiones con las cuales la historia nos reta en lo que respecta a las
relaciones interhumanas. Sin duda, la parábola del juicio final recogida por Mateo30 plantea
las cuestiones sociales que exigen una atención especial en la vida cristiana. En ella se
presenta la situación del hombre que sufre hambre y sed, la situación del servicio del agua
potable y el gravísimo problema de la sequía del planeta; la situación del hombre que
emigra, es perseguido o refugiado, o simplemente no tiene donde vivir por falta de una
política exitosa de vivienda; incluso la situación del hombre que no tiene ni cómo vestir

28
Cf. Lucas 9,23-26.
29
GS 31.
30
Cf. Mateo 25,31-46.

9
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

dignamente; la situación inhumana de la salud, de la justicia y la de las cárceles, donde


sufre el ser humano y con quienes Jesucristo se identifica.

10
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

El ser humano es importante para la Iglesia

La acción liberadora de Dios se convierte para la Iglesia en su identidad y


vocación31. El Espíritu Santo la vivifica para la misión evangelizadora en la historia. En
Ella Dios sigue cerca de los hombres, para servirlos y continuar realizando su plan de
salvación. “La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión
íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano”32. Es la Iglesia el espacio donde
debe vivirse la comunión querida por Dios, en libertad y fundada en el amor. Su sentido en
la humanidad queda definido por la evangelización. Paulo VI en su carta magna Evangelii
nuntiandi, nos enseña que esta “evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la
interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la
vida concreta, personal y social del hombre”33. Por eso, la evangelización es el encuentro de
Dios humanado con la humanidad. Porque para el autor de la Exhortación Apostólica
referida, “entre evangelización y promoción humana –desarrollo, liberación- existen
efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que
hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y
económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación
del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que
hay que combatir y de justicia que hay que restaurar. Vínculo de orden eminentemente
evangélico como es el de la caridad: en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin
promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del
hombre?”34. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (2005) lo expresa en el
31
Paulo VI, Exhortación Apostólica Postsinodal sobre la Evangelización del mundo
contemporáneo Evangellii nuntiandi 14 (8-diciembre-1975). (Tomado de Paulus VI,
Encíclicas de Pablo VI, Ebidesa, Madrid 1998, páginas 323-426. En adelante citaremos
EN seguido del numeral correspondiente).
32
Vaticano II, Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium 1. (Tomado del
Concilio Ecuménico Vaticano II, edición bilingüe promovida por la Conferencia Episcopal
Española, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2004, páginas 5--171. En adelante
citaremos con la sigla LG seguida del numeral correspondiente).
33
EN 29.
34
EN 31.

11
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

mismo capítulo donde presenta la acción liberadora de Dios en la historia de su pueblo que
fundamenta y da sentido a la misión de la Iglesia. Para ampliarlo luego en el siguiente
capítulo y manifestar así el sentido misionero de su doctrina social: “En la humanidad y en
el mundo, la Iglesia es el sacramento del amor de Dios y, por ello, de la esperanza más
grande, que activa y sostiene todo proyecto y empeño de auténtica liberación y promoción
humana. La Iglesia es entre los hombres la tienda del encuentro con Dios…, de modo que
el hombre no está solo, perdido o temeroso en su esfuerzo por humanizar el mundo, sino
que encuentra apoyo en el amor redentor de Cristo. La Iglesia es servidora de la salvación
no en abstracto o en sentido meramente espiritual, sino en el contexto de la historia y del
mundo en que el hombre vive”35.

Paulo VI, al clausurar el Concilio Vaticano II y expresar así su sentido de cara a la


humanidad, presenta a la Iglesia renovada como “la sirvienta de la humanidad”. Dice: “la
Iglesia, reunida en Concilio, ha dirigido realmente su atención, … , hacia el hombre, el
hombre tal como se presenta actualmente: el hombre que vive, el hombre que está
totalmente entregado a sí mismo; el hombre que no sólo se considera el único centro de
todo su interés, sino que se atreve a afirmar que él es el principio y razón de todas las
cosas”36. Por eso, la Iglesia “se siente verdadera e íntimamente solidaria del género humano
y de su historia”37. Cuando la humanidad sufre, la Iglesia escucha sus clamores, se acerca y
le sirve. También Ella, como el samaritano del Evangelio, se hace prójimo, comunión, se
encarna como lo ha hecho el Hijo de Dios. Se hace pueblo, cultura, lenguaje, historia, vida.

Podemos decir que con su Doctrina Social, desde las enseñanzas de León XIII en la
Rerum novarum (15-5-1891) respondiendo a cada cuestión humana, la Iglesia acompaña y
sirve al peregrino histórico en el camino hacia la realización de la nueva humanidad
identificada con el Reino de Dios. En cada documento ilumina el camino de los hombres
para que pueda enfrentar con valor e inteligencia, en solidaridad y dignidad, las cuestiones

35
Compendio 60
36
Paulo VI, Discurso de S.S. Pablo VI pronunciado el 7 de diciembre de 1965, en la
Basílica Vaticana, durante la sesión pública con que se clausuró el Concilio ecuménico
Vaticano II. (Tomado del Concilio Ecuménico Vaticano II, edición bilingüe promovida por
la Conferencia Episcopal Española, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2004,
páginas 1173-1181).
37
GS 1.

12
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

sociales que surgen de sus vidas en relación y del encuentro con el Evangelio de Jesús y sus
exigencias éticas.

Por eso, un criterio importante para la interpretación de esta doctrina social es su


carácter histórico. Cada uno de sus documentos, aun guardando principios perennes y
universales revelados por Dios y definidos por el Magisterio Eclesial, aborda cuestiones
históricas concretas. Pues, no se “puede dar prueba mayor de solidaridad, respeto y amor a
toda la familia humana que la de diálogo con ella acerca de todos estos problemas,
aclarárselos a la luz del Evangelio y poner a disposición del género humano el poder
salvador que la Iglesia, conducida por el Espíritu Santo, ha recibido de su Fundador. Es la
persona del hombre la que hay que salvar. Es la sociedad humana la que hay que renovar.
Es, por consiguiente, el hombre; pero el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y
conciencia, inteligencia y voluntad”38. De ahí que en la lectura de cada documento social,
debemos ubicarnos en el contexto histórico desde donde se emite y conocer el problema
específico que aborda. Además, para su comprensión, la interpretación y actualización del
mensaje, es necesario hacer relectura enfrentándola con nuestra actual realidad humana.
Pues, esta doctrina evoluciona en la medida que responde a situaciones propias de la
historia. Es Juan Pablo II quien nos enseña que “a partir de la aportación valiosísima de
León XIII, enriquecida por las sucesivas aportaciones del Magisterio, se ha formado ya un
corpus doctrinal renovado, que se va articulando a medida que la Iglesia, en la plenitud de
la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la asistencia del Espíritu Santo, lee los hechos
según se desenvuelven en el curso de la historia. Intenta guiar de este modo a los hombres
para que ellos mismos den respuestas, con la ayuda también de la razón y de las ciencias
humanas, a su vocación de constructores responsables de la sociedad terrena”39.

38
GS 3.
39
Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo rei socialis al cumplirse el vigésimo
aniversario de la Populorum progressio 1. (30-diciembre-1987) (Tomado de Encíclica
de Juan Pablo II, Edibesa, Madrid 1995, páginas 605-709. En adelante citamos SRS
seguido del numeral correspondiente).

13
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

La Iglesia apuesta por un humanismo integral y solidario

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, arriba citado, elaborado por el


Pontificio Consejo Justicia y Paz, documento que ha enriquecido y revitalizado la doctrina
social, centra también su atención en “un humanismo integral y solidario”. Toda esta
síntesis de la doctrina reafirma con claridad lo que hasta ahora hemos reflexionado. Pues,
“la Iglesia camina junto a toda la humanidad por los senderos de la historia. Vive en el
mundo y, sin ser del mundo40, está llamada a servirlo siguiendo su propia e intima
vocación… El Concilio Vaticano II ha querido dar una elocuente demostración de la
solidaridad, del respeto y del amor por la familia humana… La Iglesia, signo en la historia
del amor de Dios por los hombres y de la vocación de todo el género humano a la unidad en
la filiación del único Padre, con este documento sobre su doctrina social busca también
proponer a todos los hombres un humanismo a la altura del designio del amor de Dios sobre
la historia, un humanismo integral y solidario, que pueda animar un nuevo orden social,
económico y político, fundado sobre la dignidad y la libertad de toda persona humana, que
se actúa en la paz, la justicia y la solidaridad. Este humanismo podrá ser realizado si cada
40
Cf. Juan 17,14-16.

14
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

hombre y mujer y sus comunidades saben cultivar en sí mismos las virtudes morales y
sociales y difundirlas en la sociedad”41.

A partir de estas reflexiones, podemos fijar la atención en las enseñanzas que sobre
el humanismo cristiano nos ofrece el ya mencionado Concilio Vaticano II en su
Constitución Gaudium et spes. Este magno documento responde a las preguntas: “¿Qué
piensa la Iglesia sobre el hombre? ¿Qué recomendaciones se ha de hacer para edificar la
sociedad actual? ¿Cuál es el significado último de la actividad humana en el universo?...
Así, la misión de la Iglesia se mostrará como misión religiosa y, por esto mismo,
sumamente humana”42.

Este interés del Concilio por la persona humana responde a un camino renovador de
la Iglesia marcado desde sus inicios por Juan XIII en su Constitución Apostólica Humanae
salutis (25-12-1961) con la que convoca solemnemente al Concilio. En ella, el Beato Papa
describe la situación humana a la que la Iglesia debe dar respuesta descubriendo en la
actual historia los signos de los tiempos43. Dice este documento: “La Iglesia ve en nuestros
días que la convivencia de los hombres, gravemente perturbada, tiende a un gran cambio. Y
cuando la comunidad de los hombres es llevada a un nuevo orden, la Iglesia tiene ante sí
una tarea inmensa, tal como hemos aprendido que sucedió en las épocas más trágicas de la
historia. Hoy se exige a la Iglesia que inyecte la virtud perenne, vital, divina del Evangelio
en las venas de esta comunidad humana actual”44. Ciertamente, hoy se vive un tiempo en el
que el ser humano anda en búsqueda de respuestas existenciales que den sentido a su
historia. Y la evangelización, por tanto, debe penetrar hasta las mismas raíces de la cultura
humana, “tomando siempre como punto de partida la persona y teniendo siempre presentes
las relaciones de las personas entre sí y con Dios”45.

41
Compendio 18-19.
42
GS 11.
43
Cf. Mateo 16,3.
44
Juan XIII, Constitución Apostólica Humanae salutis (25-12-1961) (Tomado del
Concilio Ecuménico Vaticano II, edición bilingüe promovida por la Conferencia Episcopal
Española, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2004, páginas 1068-1074. En
adelante citamos HS).
45
EN 20.

15
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

Antes de presentarles los rasgos característicos del ser humano, tal como lo enseña
la Constitución Gaudium et spes del Vaticano II y otros importantes documentos eclesiales
de dimensión social, permítanme indicarles lo que Puebla de manera clara denuncia como
visiones inadecuadas del hombre46. Se rechaza una visión determinista donde supuestas
fuerzas ocultas pretenden guiar la historia humana, donde la persona humana, en una
alienación total, se hace prisionera de los caprichos de la magia y hechicería. “Se agrega a
veces, la creencia en la reencarnación por parte de los adeptos de varias formas de
espiritismo y de religiones orientales… Una variante de esta visión determinista, pero más
de tipo fatalista y social, se apoya en la idea errónea de que los hombres no son
fundamentalmente iguales. Semejante diferencia articula en las relaciones humanas muchas
discriminaciones y marginaciones incompatibles con la dignidad del hombre”47.

Otra es la visión psicologísta, que reduce a la persona humana al puro psiquismo.


“Se presenta la persona como víctima del instinto fundamental erótico o como un simple
mecanismo de respuesta a estímulos, carente de libertad. Cerrada a Dios y a los hombres ya
que la religión como la cultura y la propia historia serían apenas sublimaciones del instinto
sensual, la negación de la propia responsabilidad conduce no pocas veces al pansexualismo
y justifica el machismo latinoamericano”48.

También las visiones economicistas de la persona humana que lo convierte en


instrumento y objeto de consumo: “todo se fabrica y se vende en nombre de los valores del
tener, del poder y del placer como si fueran sinónimos de la felicidad humana. Impidiendo
así el acceso a los valores espirituales, se promueve, en razón del lucro, una aparente y muy
onerosa participación en el bien común”49. Podemos decir que los nuevos ídolos que ha
construido el hombre actual son precisamente: el tener, el poder y el placer. Aquí debemos
denunciar que tanto el capitalismo50 como el comunismo51 es ateo porque coloca el capital
y/o la ideología como superior a la persona y contradice así al designio de Dios. Pues, “el
46
La el estudio del humanismo en Puebla: Cf. Ruiz Arenas, Octavio, La doctrina
antropológica de Puebla. Hacia un humanismo de comunión y participación, Consejo
episcopal Latinoamericano (CELAM), Bogotá 1992. Cf. Muñoz, Ronaldo, Evangelio y
liberación en América Latina. La teología pastoral de Puebla, Confederación
Latinoamericana de Religiosos (CLAR), Bogotá 1980 (El Capítulo I: Humanismo
Evangélico, págs. 15-46).
47
Puebla 308-309.
48
Puebla 310.
49
Puebla 311.

16
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

liberalismo económico, de praxis materialista, nos presenta una visión individualista del
hombre. Según ella, la dignidad de la persona consiste en la eficacia económica y en la
libertad individual. Encerrada en sí misma y aferrada frecuentemente a un concepto
religioso de la salvación individual, se ciega a las exigencias de la justicia social y se coloca
al servicio del imperialismo internacional del dinero”52. Pero, por su lado, “el marxismo
clásico substituye la visión individualista del hombre por una visión colectivista, casi
mesiánica, del mismo… Materialista y ateo, el humanismo marxista reduce el ser humano
en última instancia a las estructuras exteriores”53. Yo diría, lo reduce a las estructuras del
Estado, que no es sino a la del partido comunista. Este es uno de los “humanismos” que en
última instancia desemboca, como lo afirma Paulo VI en la Populorum progressio54, en
inhumano. Es el “drama del humanismo ateo”, como se titula la monumental obra del
Cardenal francés Henry De Lübac, citada por en el mismo documento de Paulo VI.

Esta visión coincide en mucho con la denominada visión estatista, basada en la


teoría de la Seguridad Nacional de las terribles dictaduras latinoamericanas de derecha,
donde “la voluntad del estado se confunde con la voluntad de la nación. El desarrollo
económico y el potencial bélico se superponen a las necesidades de las masas abandonadas.
Aunque necesaria a toda organización política, la Seguridad Nacional vista bajo este ángulo
se presenta como un absoluto sobre las personas; en nombre de ella se institucionaliza la
inseguridad de los individuos”55. Estarán pensando en nuestra actual situación política
venezolana y lo parecido a esta visión del hombre que Puebla nos presenta, aunque el
sistema que nos gobierna se dice llamar izquierdista. La visión estatista es igualmente
inaceptable para los que, desde el Evangelio de Jesús y la Doctrina Social de la Iglesia,
profesamos al ser humano con la dignidad de hijo de Dios y hermano nuestro. Además, esta
visión estatista es una clara idolatría al estado y muchas veces a la simple ideología.

50
Cf. Lortz, Joseph, Historia de la Iglesia, tomo II, Cristiandad, Madrid 2008, págs.
517-521.
51
Ibíd. Págs. 521-523.
52
Puebla 312.
53
Puebla 313.
54
Paulo VI, Cata Encíclica sobre el desarrollo de los pueblos Populorum progressio 42
(26-marzo-1967). (Tomado de Paulus VI, Encíclicas de Pablo VI, Ebidesa, Madrid 1998,
páginas 145-215. En adelante citaremos PP seguido del numeral correspondiente).
55
Puebla 314.

17
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

La visión cientificista es acusada por la Iglesia como contraria a un humanismo


cristiano, porque “sólo reconoce como verdad lo que la ciencia puede demostrar; el mismo
hombre se reduce a su definición científica”56. La humanidad queda sometida al poder de la
tecnocracia y, por tanto, a la idolatría de la ciencia y la tecnología.

Por otro lado, ante esta inquietud humana se presentan reflexiones humanísticas de
diferentes tendencias57. Estamos, ante un período peligroso, donde todo está cuestionado
por el ser humano. Los espíritus pensantes vuelcan su atención en lo humano y dan la
espalda a toda realidad metafísica y religiosa. El secularismo es el ambiente que se vive en
la humanidad. El humanismo existencialista calificado de negativo liderado por el francés
Jean-Paul Sartre (1905-1980), resalta una humanidad sumergida en la inquietud, la
angustia, la perversidad, lo absurdo, la muerte, el ocaso y el hastío de todo; y una existencia
intrascendente, encerrada en sí misma. Para él, la náusea es el sentimiento que nos invade
cuando se descubre la esencia contingente y lo absurdo de lo real. Un pensamiento así nace
de la terrible experiencia de los hechos más trágicos de la historia contemporánea, como lo
ha señalado Juan XXIII en la Constitución Humanae salutis. Se refiere ciertamente a las
dos guerras mundiales y sus consecuencias. En la pequeña obra “el existencialismo es un
humanismo”, Sartre cuya influencia fue enorme, identifica al hombre con la libertad
absoluta, haciendo de este valor su más terrible mal. No acepta nada que someta al hombre,
no es una esencia fija, es lo que proyecta ser. La existencia precede a la esencia, es la
característica central de su humanismo. Si es así, no se puede explicar una naturaleza
humana dada. De ahí afirma sin reparo: “Dios no existe, no encontramos ante nuestros
valores u órdenes que estén en condiciones de legitimar nuestra conducta. Así, no tenemos
ni ante nosotros ni detrás de nosotros en un ámbito luminoso de valores, justificaciones o
excusas. Estamos solos, sin excusa. Expresaré esto diciendo que el hombre está condenado
a ser libre. Condenado, porque no fue él mismo quien se creó, y sin embargo libre porque
una vez que fue arrojado al mundo, es responsable de todo lo que hace” 58. Ciertamente, este
pensamiento sartreano es una protesta de lo perverso de la situación que el ser humano es
capaz de hacer. Pero, su pensamiento es inaceptable porque ha significado una de las

56
Puebla 315.
57
Cf. Schillebeeckx, Edward, El mundo y la Iglesia, Sígueme, Salamanca 1970.
58
Sartre, Jean-Paul, El existencialismo es un humanismo, Ediciones del 80, Buenos
Aires 1985, pág. 21.

18
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

influencias más perniciosas de la humanidad. Pues, no estamos condenados a ser libres,


sino que la libertad es una vocación que realizamos cuando nos transcendemos a nosotros
mismo, hasta la realización plena negada por Sartre y ofrecida por el Evangelio de Jesús.

El existencialismo negativo y ateo tiene una contrapartida en el existencialismo


positivo representado por los filósofos alemanes Karl Jaspers59 (1883-1969) y Martín
Heidegger (1889-1976). El tema de la angustia existencial se hace presente en sus visiones
humanistas, pero, para ellos existe una orientación hacia lo absoluto que lo supera. Así, la
historia no se encamina hacia una vivencia destructiva brutal, sino que tiene un porvenir
trascendente. El realizarse en la historia como un proyecto existencial en el ejercicio de la
libertad, nos conduce a aceptar la presencia de Dios. Es decir, esta manera de
existencialismo tiene un carácter espiritual.

Ciertamente, las situaciones humanas creadas por las guerras rompen con el
optimismo garantizado por el racionalismo y el cientificismo. Lo que promete el idealismo,
el positivismo y el marxismo para el progreso humano y la solución de los problemas, caen
al suelo. Entonces es cuando el existencialismo admite la finitud de lo humano. “El
existencialismo se interesa justamente por el hombre, por el hombre en su singularidad. El
hombre del existencialismo no es el objeto que sirve de ejemplo a una teoría, el miembro de
una clase o un ejemplar de un género reemplazable por cualquier otro ejemplar del mismo
género. El hombre que toma en consideración la filosofía de la existencia tampoco es un
mero instante del proceso de una razón omnicomprensiva o una simple deducción del

59
Copleston, Frederick, Historia de la Filosofía, 9, Ariel Filosofía, Barcelona 2000,
pág. 369: “Cuando un filósofo se pone a discutir temas como la libertad humana, la
autenticidad, la auto-comprometerse y las relaciones personales, es inevitable que los
trate de un modo abstracto y los exprese valiéndose de conceptos generales o
universales. Karl Jaspers, por ejemplo, distinguió con agudeza entre la objetividad
científica del hombre y la empresa filosófica de hacer luz en las profundidades en que
íntimamente nos percatamos de nuestra libertad con miras a que se le aclaren al
hombre sus posibilidad básica de auto-trascendencia”. En esta afirmación, Copleston
dice en la nota de pie de página: “El punto de vista de Jaspers podría expresarse así:
Considerado como objeto de estudio científico, el hombre es algo hecho, y los
individuos son clasificables de diversos modos por los fisiólogos, los psicólogos, etc.
Para los filósofos de la ecistencia el hombre es el agente libre que se hace a sí mismo:
es siempre existencia posible. Y cada individuo es único, una única posibilidad de auto-
trascendencia”.

19
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

sistema. La existencia es algo imposible de deducir; la realidad no se identifica con la


racionalidad ni se reduce tampoco a ella”60.

Sin embargo, el humanismo marxista propuesto por los seguidores del alemán Karl
Marx (1818-1883)61 se vuelve poderoso con el sueño del paraíso terrenal de la sociedad
comunista, moviliza a las clases obreras para la toma del poder, guiado por el Partido
Comunista expresado en el famoso Manifiesto de 1848 escrito por el mismo Marx y
Engels. Sin duda, el marxismo se ha dado cuenta de la situación inhumana del sistema
capitalista y busca crear consciencia del valor del trabajo del hombre moderno. Pero, la
respuesta ha vaciado al ser humano de su individualidad y personalidad, entendiéndolo
como un producto del aparato social. En pocas palabras, como lo indica el mismo Marx en
la tesis VI sobre Feuerbach: “El ser humano no es una abstracción inherente al individuo
aislado. En su realidad, el ser humano es el conjunto de las relaciones sociales”62. Es así
como, los que hoy se profesan marxistas desde el poder en Venezuela, se empeñan en que
la persona humana no es lo importante, sino que lo verdaderamente importante es el
colectivo.

Sin embargo, no deja de ser significativa la presencia de pensadores que con un


humanismo cristiano, desde el seno de la Iglesia Católica, han celebrado, inspirado e
impulsado lo que ha sido el despertar de la masa obrera. El dominico Lebret (1897-1966)63,
el neo-tomista Maritain (1882-1973)64, el personalista Mounier (1905-1950)65, entre otros
de iguales meritos. No hay duda, ellos han contribuido en mucho al desarrollo humanístico
de la Doctrina Social de la Iglesia. El Vaticano II y, más concretamente, la Gaudium et
spes ha recibido de ellos un gran impulso.

60
Reale, Giovanni y Antiseri, Darío, Historia del pensamiento filosófico y científico,
III, Herder, Barcelona 2005, pág., 527.
61
Cf. Fromm, Erich, y otros, Humanismo socialista, Paidós, Buenos Aires 1974.
62
Citado por Verneaux, Roger, Historia de la Filosofía Contemporánea, Herder,
Barcelona 1997, pág. 22.
63
El Padre Louis Joseph Lebret, baluarte de una espiritualidad militante enraizada en la
categoría de solidaridad a la que ve como un acto político de la misericordia. Autor del
primer borrador de la Populorum Progressio, llevó hasta los confines del mundo la
urgencia del desarrollo como nuevo nombre de la paz, a la que entregó día a día su
vida. Fundador en 1941 del movimiento Economía y Humanismo:
http://www.dominicos.org
64
Cf. Copleston, Frederick, op. Cit., págs. 248-254.
65
Cf. Ibíd. págs. 298-305.

20
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

Pero el más influyente, por medio del nuevo movimiento teológico, es el Padre
Pierre Teilhard De Chardin (1881-1955)66, reconocido científico y humanista francés. Para
él, el ser humano avanza hacia una socialización mayor, haciéndose consciencia de que
evoluciona hasta hacerse cada vez más persona en la medida en que va marchando hacia la
constitución de una humanidad superior. Esta superioridad de la humanidad se realiza en el
“punto omega”, es decir, el hombre del amor y la gracia. Ahí reconoce al Creador a quien
se dirige con actos internos y externos de religión. Este punto omega no es sino la
incorporación de Cristo en la historia (encarnación). Es lo que él llama la cristosfera67. Sin
duda, una de las muchas y maravillosas enseñanzas de este Jesuita francés es la
humanización del esfuerzo cristiano. Escribe que “en nuestro tiempo, la gran objeción que
se hace al Cristianismo, la verdadera fuente de desconfianza que hace impermeables para la
Iglesia bloques enteros de Humanidad, no son precisamente dificultades de orden histórico
o teológico. Es la sospecha de que nuestra religión hace a sus fieles inhumanos”68. Su
respuesta no se hace esperar: “No, el Cristianismo no es como se hace ver, o como se
practica a veces, una carga suplementaria de prácticas y de obligaciones que vienen a hacer
más duro y más gravoso el peso, de por sí tan pesado, de la vida social, o a multiplicar las
trabas, de por sí ya tan paralizantes, de la misma. En verdad es un arma poderosa que
confiere una significación, una elegancia y una gracilidad nuevas a lo que ya veníamos
haciendo. Indudablemente nos encaminamos hacia cimas imprevistas”69.

Con estos y muchos otros pensamientos humanísticos cristianos, la Iglesia, en la


Constitución Pastoral Gaudium et spes del Vaticano II, da la cara al mundo, para servir a la
persona humana. Ella escucha sus interrogantes, comprende la complejidad de su situación,
respeta la autonomía de lo terrenal, valora su progreso y brinda a la humanidad el servicio
de la evangelización. Es un documento que enriquece la doctrina eclesial, especialmente la
social. Parte de la convicción de que nada de lo humano le es indiferente al cristiano y, por
supuesto, a la Iglesia. Ella misma está integrada por seres humanos reunidos en Cristo y
guiados por el Espíritu Santo hacia el Reino del Padre 70. De manera que, la Iglesia es la
66
Cf. Copleston, Frederick, Historia de la Filosofía, 9, Ariel Filosofía, Barcelona 2000,
págs. 306-314.
67
De Chardin, Theilhard, El fenómeno humano, Taurus, Madrid 1974.
68
Id., El medio divino, Taurus, Madrid 1966, pág. 57.
69
Ibíd. pág. 60.
70
Cf. GS 1.

21
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

humanidad misma que es peregrina, es historia. Una historia donde Dios es la fuente, el
camino y la meta; es el que crea y salva. La Iglesia no es ajena al mundo, porque si es
verdad que Ella está constituida por cada una de las personas humanas que existen, unidas
entre sí y con Dios, también es verdad que el mundo no es aquello pernicioso identificado
con el demonio. Pues, la Iglesia es la familia humana y el mundo el “teatro de la historia
humana, con sus afanes, fracasos y victorias”71. Cristo sigue habitando entre nosotros por
medio de la Iglesia.

Los rasgos característicos del ser humano comienzan por el reconocimiento de su


ser creatura. No se trata de una cosa entre las cosas. No se trata de un ser vivo entre los
seres vivos. Ciertamente, el humano es materia contingente y corruptible. El primer libro de
la Sagrada Escritura afirma que es creado del polvo de la tierra (humus es la tierra húmeda
de la que proviene, en latín, la palabra humano). La Iglesia dice que “no es licito al hombre
despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno
y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día. Sin
embargo, herido por el pecado, experimenta las rebeliones del cuerpo. Así pues, la propia
dignidad del hombre pide que glorifique a Dios en su cuerpo y no permita que esté al
servicio de las inclinaciones depravadas de su corazón72. En la revelación podemos
aprender que el cuerpo no es un objeto que tenemos, es constitutivo del humano. Es el ser
humano en su dimensión cósmica. Somos cuerpo, no es que tenemos un cuerpo. El cuerpo
humano nos hace presentes en el mundo, no como arrojados sino como constitutivos del
mundo. Esta idea podemos ampliarla con las enseñanzas del documento de Puebla: “Dios
nos da la existencia en un cuerpo por el que podemos comunicarnos con los demás y
ennoblecer el mundo, por ser hombres necesitamos de la sociedad en que estamos inmersos
y que vamos transformando y enriqueciendo con nuestro aporte en todos los niveles, desde
la familia y los grupos intermedios, hasta el Estado cuya función indispensable ha de
ejercerse al servicio de las personas y la misma comunidad internacional”73.

Pero el ser humano no es sólo cuerpo, es también alma. Cierto, la persona humana
es un ser individual. Cada uno posee su propia identidad. Eso es, cada ser es sólo idéntico a
71
GS 2.
72
GS 14.
73
Puebla 336.

22
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

sí mismo y, por tanto, distinto a los demás. Aun formando parte de un género, es individuo.
Cuando me refiero a alguien debo identificarlo con su nombre propio. Esta individualidad
puede ser expresada en su misma corporeidad. Sin embargo, la distinción fundamental del
humano es que, entre todas las cosas que constituyen el cosmos, él tiene una superioridad.
La Iglesia enseña lo que aprende de la Revelación divina: “No se equivoca el hombre
cuando se reconoce superior a las cosas corporales y no se considera sólo una partícula de
la naturaleza o un elemento anónimo de la ciudad humana. Pues, en su interioridad, el
hombre es superior al universo entero; retorna a esta profunda interioridad cuando vuelve a
su corazón, donde Dios, que escruta los corazones, le aguarda donde él mismo, bajo los
ojos de Dios, decide sobre su propio destino. Por tanto, al reconocer en sí mismo un alma
espiritual e inmortal, no se engaña con espejismo falaz procedente sólo de las condiciones
físicas y sociales, sino que, por el contrario, alcanza la misma verdad profunda de la
realidad”74.

El ser humano no es sólo individualidad. Sólo lo simplemente material puede ser


individualizado. Pero, el ser humano es un misterio creado por Dios como una compleja
unidad de cuerpo material y alma espiritual75. No sólo materia, ni sólo espíritu. Podríamos
decir que es un cuerpo espiritualizado o un alma encarnada. No es un cuerpo que posee un
alma, ni un alma que posee un cuerpo. Es esa compleja unidad íntima que lo hace Persona
humana. No es cosa ni es Dios. Aunque participa del mundo corpóreo y de la naturaleza
divina. Es único, Persona humana. Ser en el mundo, pero como peregrino. Es trascendente,
su destino es la eternidad. Aun más, es válido decir que pertenece al género animal, pero
superior porque posee razón, es “un animal con razón”. Pero, la verdad es que su
superioridad y trascendencia es porque Dios crea a la Persona humana a su “imagen y
semejanza”76, capaz de conocer y amar a su Creador. Y, por eso, es señor de todo lo creado.
Ahí, según la Iglesia, radica la dignidad de Persona humana.

Este misterio de la Persona humana, para el cristiano, es revelado en Jesucristo. Éste


no sólo nos revela a Dios Padre, sino que también nos revela al hombre 77. Si queremos

74
GS 14.
75
Cf. GS 14
76
Génesis 1,27.
77
Cf. GS 22.

23
La Persona Humana en la Doctrina Social de la Iglesia

conocer a la Persona humana debemos acercarnos y seguir a la tercera Persona divina


encarnada en Jesús que es el Cristo. Él es la verdadera imagen del Dios invisible y la
verdadera y auténtica verdad perfecta de la Persona humana. Jesucristo es el hombre como
debe ser. Pero, aún más, al encarnarse, con el misterio pascual de su pasión, muerte y
resurrección, nos une íntimamente a Él. De manera que, tal como Él es Hijo de Dios, todos,
configurados a Él78, somos hijos79. La Persona humana es la imagen de Dios e hijo del
mismo Dios. Ahí su nobleza.

Podemos terminar estas reflexiones, con el rasgo que más destaca la Doctrina Social
de la Iglesia. Y podemos hacerlo con la afirmación directa de la Sagrada Escritura: “Dijo
Dios: no es bueno que el hombre viva sólo”80. La persona humana es un ser en comunión.
Ya nos hemos referido antes a este tema. Sólo nos limitamos a las enseñanzas de la
Gaudium et spes: “Dios, que cuida de todos con paterna solicitud, ha querido que los
hombres constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos. Todos
han sido creados a imagen y semejanza de Dios, quien hizo de uno todo el linaje humano
para toda la haz de la tierra, y todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es, Dios
mismo”81. Ahí mismo, concluye como también yo concluyo estas reflexiones: “Esta
semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí
mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a
los demás”82.

78
Cf. Romano 6,1ss.
79
Cf. Gálata 3,26.
80
Génesis 2,18.
81
GS 24.
82
GS 24.

24

You might also like