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CONCLUSION
Los retos del Sistema Educativo Nacional se extienden cada ves mas,
hacia el logro de una verdadera calidad educativa ofreciendo a la población una
educación que valga la pena. Por otro lado debemos interesarnos no solo en la
entrada de los alumnos a las secundaria si no mas bien en su permanencia de
ahí la frase “Entrar, estar y salir”.
Parte # 2
Valentín Gómez Farias, Melchor Ocampo y Benito Juárez tienen un factor común que los une, y no sólo el
hecho de ser verdaderos Beneméritos de la Nación ni el hecho que hayan cambiado el rumbo de la
historia con sus ideas revolucionarias, reformistas o cómo quiera verse desde cualquier ángulo: Fueron
hombres Visionarios, eso los mantiene en el pedestal de la gloria de nuestro país. Pero al fin y al cabo,
fueron humanos, cometieron errores. Y uno, que no pudieron prever, fue el artículo número tres expuesto
en la constitución de 1857.
¿Pueden ustedes notar el error, el enorme equivoco que cometieron aquéllos hombres de extraordinarias
virtudes legales?
La educación, quizá, para el año en que se proponía la Constitución de 1857, teniendo como lucha los
años subsecuentes 1858, 1859 hasta su victorioso final en 1860, fue en lo más acertado hacerla gratuita.
Es ahí donde no pudieron lograr la visión de un México encaminado al futuro. ¡Horror! En nuestros días,
en nuestro presente siglo, la educación no debe ser gratuita, no al menos la educación superior, la
universitaria.
Nunca se pusieron a pensar aquéllos hombres que la educación se deformaría a grados tan extremos
debido a la constante transformación de nuestra pirámide poblacional.
Ciertamente nuestro sistema educativo padece de serios problemas cuantitativos (A lo que me refería en
el ensayo anterior, pero sin poder exponer por completo éstos mismos): Los recursos destinados por el
sector público no han sido suficientes –menos aún en épocas de crisis, de las que parece jamás
podremos salir si seguimos como hasta ahora-, los maestros están mal pagados (De ahí que ahora se les
haya otorgado el cariñoso mote de “Pobresores”), muchas son las escuelas que carecen de material
didáctico suficiente, adecuado y ya ni se diga, moderno. Aún persisten las irregularidades y atrasos en el
pago de sueldos y salarios. De ahí que la sociedad se haya mal acostumbrado a hacer para todo una
huelga, manifestación y cuanta tontería más se le ocurra.
Mas sería un grave error pensar que con presupuestos más elevados automáticamente se resuelven los
problemas y carencias educativas del país; más aún, podemos decir que en estos momentos nuestros
obstáculos más serios para lograr un nivel educativo no son de tipo cuantitativo, sino cualitativo, y es aquí
donde enfrentamos la crisis más profunda, que de no resolverse, por muchos millones que se le inyecten
al sistema no saldremos adelante.
« Shht, shhtt comadre, ¿y qué ha hecho la Secretaria de Educación Pública, la UNAM y otras instituciones
públicas, junto con los gobernantes en turno para erradicar el problema educativo que usté viene
exponiendo?
¿Acaso mienten al decir que tales logros cuantitativos, esos que aparecen en las estadísticas y que
impresionan a propios y extraños: incremento en el número de alumnos, reducción del analfabetismo,
aumento en el número de escuelas y profesores, en el número de egresados, son cifras reales? »
« No, comadre, no, no han mentido… del todo. Sin embargo, a la vez se fue dando, y en cierto sentido
fomentando con ello, por esa inquietud política, una reducción constante de los niveles de calidad. ¿Qué
ha pasado?: Maestros hechos al vapor, alumnos acreditados aunque no hubieran pasado los exámenes,
a través de ese absurdo conocido como “pase automático”, burocracia creciente (Y quien diga que no se
ha valido de estás artimañas y otras más variadas aquí en México, ¡Miente! Por supuesto que miente),
fueron menguando la calidad, además de otros problemas aún más profundos, los que a continuación
tendré a bien explicarle, para que no le quede la menor duda.
Si realmente queremos elevar nuestro sistema educativo –aunque dudo que muchos de los que lean esto
quieran salir de la mediocridad educacional en la que han venido viviendo a los largo de estos años-
debemos transformar nuestro actual sistema, viendo al fondo de los problemas y ofreciendo mejores
alternativas… »
« ¡ay no, comadre! Eso es más que imposible… ¿Quiere cambiar de tajo todo por lo que se lucho en el
pasado? Me quiere usté decir que de nada valió el esfuerzo de Don Melchor Ocampo, de un Benito
Juárez y que de buenas a primeras, nomás porque se le hinchan los ovarios quiere borrar lo
conseguido… Preguntome yo. »
« Ejem, ejem, como iba diciendo, entre los aspectos que necesitamos cambiar destacan:
1.- La educación gratuita. Aunque se le ha enarbolado como uno de los logros más importantes de la
Revolución Mexicana –y como he dicho y repetiré siempre, para esos años si que fue un logro enorme,
dadas las condiciones de pueblo azuzado por los privilegiados que tenían acceso a la verdadera
educación-, en realidad nos ha hecho más daño que bien, en esta época, ya que en primer lugar la
educación es todo, menos gratuita, no bajan ángeles a construir escuelas ni los querubines a dar clases;
cuesta mucho, sólo que somos los contribuyentes los que la pagamos.
Pero como muchos mexicanos creen que si es gratuita, por esa razón se sienten sin derecho a exigir… »
« Comadre, ¿pos’ tienen razón, qué no? ¿Cómo si les están haciendo el grandísimo favor de regalársela?
»
Abogo a su condición de conocedora de los dichos populares, acuérdese de ése que dice: “Lo que se
regala es lo que menos se valora”. Y es tiempo, aquí y ahora, de reconocer que en nuestro país la mayor
parte de la población no valora en su debida dimensión este enorme bien. He ahí el error de los hombres
que descansan en eterna gloria.
Mientras que en otros países como Estados Unidos, Japón o Alemania el gasto promedio más elevado de
una familia normal es el que destinan a la educación de sus hijos. Mientras, en México, resulta común que
un padre de familia de clase media o baja destine un presupuesto mayor a las cervezas, los cigarros y el
tequila que a la educación de su paridera. Y ahora le pregunto, comadrita: ¿Cómo es que en esos países
considerados los más poderosos del mundo, cada año, millones de jóvenes dediquen sus vacaciones a
trabajar para pagar sus estudios. Mientras que nosotros tenemos un país pobre, mísero y cada año
millones de nuestros jóvenes salen a asolearse en vacaciones sin tener nada que hacer? ¡Horror!
¡Vergüenza!
Resulta muy difícil esperar que aquellos a los que nada o muy poco les cuesta asistir a una escuela, la
valoren y le tomen verdadero cariño, y exijan buenos profesores y salones limpios. Y quizá lo más grave
de todo es que este sistema genera muchas injusticias, ya que el joven que no pudo seguir estudiando
por problemas económicos, y por lo tanto se tuvo que poner a trabajar, con sus impuestos paga la
educación de otro joven de clase media, zángano, ignorante, alcohólico y quizá hasta drogadicto
(comúnmente se les puede encontrar en los pasillos de la UNAM en el Distrito Federal), que él y su familia
bien podían haberla pagado.
Lo correcto, lo justo, es que aquellos jóvenes que se van a beneficiar directamente de los estudios que
están obteniendo paguen por ello, y no obreros, campesinos y personas de bajos recursos que, quieran o
no, pagan impuestos y con éstos financian la educación.
¡Propongo, entonces, que la educación universitaria no se gratuita! ¡Jamás de los jamases!, que los
alumnos paguen lo que realmente cuesta, si tan importante les resulta su educación y futuro, que
trabajen, que generen con el producto de su esfuerzo la garantía de una excelente educación. Y para
aquellos que no tengan los recursos suficientes puedan ser becados para que empiecen a pagar cuando
trabajen, o bien que laboren dentro de su misma escuela, pagando con ello su colegiatura. ¡Ah, pero no!
En México el peor insulto que puedes hacerle a una persona es darle trabajo. Así es la paridera en
nuestro país, les ofende el progreso, les da miedo trabajar “¿Cómo?, ¿Trabajar en lugar de procrear
hijos? Joven tan loca, se le zafó un tornillo, desquiciada”.
« Uste, comadre, luego luego a insultar. ¿Qué ventajas habría de darnos esa locura que propone?
Hágame usté favor… »
Pero me olvidaba, alguien no puede proponer semejantes cosas porque la tratan de ‘loca’ y quieren hacer
todo un análisis psicológico en base a lo escrito. ¡Menuda tontera! Eso sólo lo pueden opinar los
ignorantes, los flojos, los que para todo siempre tienen ‘peros’, para los eternos inconformes que los haga
sacar de ese conformismo azuzado. ¡Que no le propongan a una persona ‘cuerda’ sacarlo de su
ensimismamiento, porque es la peor de las ofensas! »
« ¡Ay comadre, me asusta! Ya no haga corajes, mejor dígame qué pasaría con los niveles escolares:
preescolar, primaria, secundaria y preparatoria y otro tipo de escuelas. »
La educación tampoco debe ser gratuita para todos; los padres deben pagarla, salvo en aquellos casos
en que se demuestre que no cuentan con los recursos, entonces la SEP puede becarlos.
Si le educación deja de ser gratuita, si no en todos los casos, sí en muchos de ellos, podemos esperar
que lógicamente se reduzcan los impuestos –hasta ahora labor titánica- y, más aún, aquellos que envían
a sus hijos a escuelas privadas, ya que le están ahorrando al gobierno ese gasto y de hecho están
pagando la educación por partida doble; por lo tanto, lo que pagan debe ser total o parcialmente deducible
de impuestos.
¡ah verdad!
« ¡ey, ey, comadre! ¿Y qué se obtuvo a fin de cuentas con todo este palabrerío? »
En términos generales, pues nada. Ja. No es verdad, en términos generales se puede decir que nadie
está más interesado en la educación de los niños que sus propios padres (O quiero pensarlo así); sin
embargo, a éstos se les ha negado la posibilidad real de que influyan en los planes de trabajo, textos
oficiales (tercer tema a tratar), materias, etcétera, que desde muy arriba la Secretaría de Educación
Pública implanta e impone.
Póngase a investigar nada más lo que pasó durante el gobierno de Luis Echeverría, ese es uno de los
ejemplos más patéticos. Donde se cambiaron planes de estudio, programas, materias, agravando el
divorcio drásticamente entre el Sistema y los padres. Ya que de buenas a primeras –así como le hizo
Benedicto XVI al borrar el purgatorio de un plumazo y decir que siempre sí existe el infierno- el padre y la
madre se encontraron con que ya eran otras matemáticas, otra “lengua nacional”, otra geometría la que
se les estaba dando a los niños, otras que no entendían y, por lo tanto, estaban imposibilitados para
ayudar a sus propios hijos. ¿Y eso a quién más le convenía y le conviene para seguir manteniendo en la
ignorancia a los hijos de México?
« ¿A papá Gobierno? »
¡Bingo!
El tema de este libro es la situación de la escuela secundaria y
del alumno adolescente en las condiciones de posmodernidad.
Si consideramos a la posmodernidad como una edad de la cultura
como lo plantea Lyotard,1 ésta se constituye en el marco que
moldea tanto a los sujetos como a las instituciones y las prácticas
sociales, las redefine y resignifica permitiendo comprender lo que
sucede con ellas.
Ya no estamos en la época de los adolescentes existencialistas
sartreanos. Tampoco se trata de las generaciones masivamente
politizadas de los años setenta. Nuestra conjetura es que buena
parte de los adolescentes de fin de siglo se hallan influidos por un
“clima de ideas” de posmodernidad. Esto no significa que los
jóvenes hayan leído La condición postmoderna; como la adhesión
al existencialismo no implicaba que conocieran más que las tapas
de El ser y la nada. La analogía con el existencialismo, que por lo
demás no debe ir más allá de esta comparación, puede tener
algo de fructífero si se repara que, en dicha corriente, había por
un lado, una importante producción teórica y filosófica y, por
otro, una “moda” que incluía una vestimenta, un aspecto físico y
ciertas actitudes o hábitos. En el caso de la posmodernidad
también nos encontramos con estas dos vertientes: una
producción teórica sobre la cuestión y una moda que, debido a
los medios de comunicación, se difunde en todo el planeta.
Pero no sólo buena parte de los adolescentes son posmodernos,
sino que la sociedad misma se “adolescentiza” en las condiciones
de posmodernidad y la escuela secundaria, una institución hija de
las ideas de la modernidad, ingresa en una crisis mucho más
profunda que en cualquiera de sus etapas anteriores.
El deterioro de la escuela secundaria argentina en el tiempo se
mide por décadas; en el espacio, en mayor o menor medida,
abarca a la casi totalidad de los establecimientos, y en cuanto a
sus manifestaciones las hay de todo tipo y tenor.
En noviembre de 1984, los resultados de una encuesta entre
alumnos del Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos
Aires y del curso de ingreso de una universidad privada indicaban
que:
“Entre 500 alumnos que terminaron o están por terminar el
secundario, el 36% no sabe sumar fracciones, el 78% ignora si
6/8 es mayor o menor que 2/4, el 55% no acierta a responder
cuánto suman los ángulos interiores de un triángulo y un
pentágono, el 21% no puede precisar qué países nos rodean y el
31% no tiene una idea precisa de quién fue Julio Verne.” 2
Por otra parte, la escuela secundaria logró llegar a las páginas
policiales de los diarios en reiteradas oportunidades en los
últimos años con noticias de agresiones físicas que tuvieron por
consecuencia lesiones de diversa consideración para sus
protagonistas: algún alumno golpeó con un fierro a una profesora
que lo había amonestado, un padre trompeó a un profesor que
no le había dado permiso a su hija para ir al baño, varios
alumnos resultaron heridos por choques producidos entre barras
de distintos establecimientos.
También se amontonan en sanidad escolar los pedidos de licencia
de los docentes por razones psiquiátricas y un diario transcribía
no hace mucho declaraciones de una profesora que decía: No
quiero volver al aula, tengo miedo de tirar a un alumno por la
escalera, lo que en el marco en el que vivimos es altamente
probable que ocurra en cualquier momento. Se podría hacer la
crónica de esta muerte anunciada, sea la de un alumno o la de
algún profesor.
Las mencionadas constituyen algunas de las manifestaciones más
espectaculares y visibles de que algo no funciona del todo bien
en la escuela secundaria en la Argentina. Sin embargo, hay otras
expresiones, más habituales y cotidianas, como los rostros
hastiados de los alumnos, el cansancio de los profesores, las
quejas de los padres, que siendo menos dramáticas hablan de lo
mismo: una institución que se debate en una crisis profunda.
Aunque no sirva de consuelo y salvando las distancias, vale la
pena señalar que la insatisfacción con el estado de la escuela
secundaria no es exclusiva de la Argentina. En un boletín del
Servicio Informativo y Cultural de los EE.UU. se decía en 1984,
con cierto tono “reaganiano” al uso para la época:
Notas
1. Lyotard, Jean-François, La condición postmoderna, Buenos Aires, REI Argentina,
1989. p. 13
2. Kunis, Ricardo, “Retroceso en la enseñanza de la escuela secundaria”, Buenos Aires,
Clarín, 27-10-92.
3. Servicio Informativo y Cultural de los EE.UU. de América. “El sistema educativo de
los EE.UU.”, folleto, noviembre de 1984.
4. Peña-Ruiz, Henry. “Filosofía, educación y ética”. En Revista de Filosofía y de
Didáctica de la Filosofía. Año IV, número 4, Madrid, 1986.
5. Casanova, Jean-Claude. “La educación en Francia frente a graves problemas”. En La
Nación, Buenos Aires, 18-8-88.