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Otros grupos:
• ACP: grupo de 77 países de África, el Caribe y el pacífico que mantienen una relación comercial
preferencial con la unión europea en virtud del antiguo convenio de Lomé.
• G-13: ampliación del G-8 con la participación de México, Brasil, China, India y Sudáfrica.
• G-15: fue creado en la novena reunión cumbre de los países no alineados (1989, Belgrado). Está
integrado por países de América latina, África y Asia, y tiene la meta común de estimular el crecimiento
y la prosperidad. El G-15 se concentra en la cooperación entre países en desarrollo en materia de
inversión, comercio y tecnología. Sus miembros han pasado a ser 17, aunque no se ha modificado la
denominación del grupo: Argelia, Argentina, Brasil, Chile, Egipto, India, Indonesia, Jamaica, Kenya,
Malasia, México, Nigeria, Perú, Senegal, Sri Lanka, Venezuela y Zimbabwe.
• G-24: creado en 1970 y uno para coordinar la posición de los países en desarrollo sobre aspectos
monetarios y de financiamiento del desarrollo internacional y asegurar que sus intereses estén
adecuadamente representados en las negociaciones sobre temas monetarios internacionales. No es un
órgano del FMI, pero el FMI le brinda servicios de secretaría. Sus reuniones se celebran dos veces al
año. Si bien los miembros del 24 se limitan estrictamente a 24 países, cualquier país miembro del G. 77
puede participar en las discusiones. China asiste en calidad de invitado especial desde 1981. El G.-24
está compuesto por Argelia, Egipto, india, Perú, Argentina, Etiopía, Irán, República árabe Siria, Brasil,
Filipinas, Líbano, Sudáfrica, Colombia, Gabón, México, Sri Lanka, República democrática del Congo,
gana, Nigeria, Trinidad y Tobago, Costa de Marfil, Guatemala, Pakistán y Venezuela.
• G-30: creado en 1978, es un órgano internacional privado, sin fines de lucro, integrado por
personalidades de alto nivel de los sectores público y privado y de los medios académicos. Tiene por
objeto profundizar la comprensión de los aspectos económicos y financieros internacionales, explorar
las repercusiones internacionales de las decisiones de política, y examinar las opciones de política sobre
temas clave. Los miembros se reúnen en sesiones plenarias que tienen lugar dos veces al año para
analizar los acontecimientos económicos, financieros y de política. Es financiado por fundaciones,
bancos, empresas, bancos centrales y particulares.
• Club de Londres: grupo informal de bancos comerciales que se reúnen para negociar sus créditos frente
a un deudor soberano. El deudor inicia un proceso en virtud del cual se forma un comité asesor del club
de Londres, presidido por una destacada empresa financiera e integrado por representantes de otros
acreedores. El comité se disuelve tras la firma de un acuerdo de reestructuración.
• Club de París: grupo informal de acreedores oficiales, integrado en su mayor parte por países
industriales, que busca soluciones para las naciones deudoras que enfrentan dificultades de pago. Los
acreedores del Club de París acuerda la reprogramación de las deudas correspondientes a créditos
otorgados por esos de seguido este agrupamiento data de 1956 cuando Argentina acordó reunirse con
sus acreedores públicos en París. El Club de París el FMI mantienen extensos contactos, ya que el Club
de París normalmente requiere que los países cuente con un programa activo respaldado por el FMI para
poder llegar a un acuerdo de reprogramación.
• Movimiento de los países no alineados (MPNA): se formalizó en 1961 en Belgrado. Su creación se basó
en no alinearse políticamente ni con el oeste dominado por Estados Unidos ni con el Este de la Unión
Soviética. Los países miembros, liderados por india, procuraron entonces minimizar el poder de los
bloques y participar juntos activamente en la ONU y otras organizaciones internacionales existentes.
Desde su creación cocer una alianza tan coherente y fuerte como la organización del tratado del
Atlántico Norte con pacto de Varsovia. Pero a medida que su no alineamiento político se fue volviendo
cada vez más cuestionable, la lógica oficial, el papel y la propia supervivencia del movimiento
perdieron en parte su sentido fundamental, especialmente después del derrumbe de la Unión Soviética.
En 2006, la cumbre de La Habana debatieron nuevamente las posibilidades de revitalizar el movimiento
conseguido actualmente procura ejercer un contrapeso frente a las grandes potencias, principalmente
frente a Estados Unidos. Del mismo modo, en una lista tan amplia, también hay países fuertemente
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aliados con Washington. A pesar de que la alianza cuenta con más de 118 países que representan a casi
2/3 de los estados miembros de las Naciones Unidas, su imposibilidad de fijar una posición común en
torno a las cuestiones clave o en contra de otras, hace que no logre tener un impacto importante a nivel
global.
UNIDAD 1 – B
Luciano Tomassini: “enfoques teóricos para el estudio de la política internacional”
Algunos antecedentes históricos:
Lo que prevaleció en el mundo moderno fue la anarquía y el conflicto en las relaciones interestatales, dando
lugar a una práctica que, constituida en doctrina, fue a nuestro juicio el primer antecedente de la teoría
convencional de las relaciones internacionales: la del balance de poder. Esta doctrina, que inspiró las relaciones
entre los estados europeos durante los cuatro siglos que median entre la guerra de los 30 años y la Segunda
Guerra Mundial, tuvo distintos significados. En un sentido se refiere a una situación de equilibrio en que el
poder es distribuido entre distintos estados. El segundo sentido surge cuando ese equilibrio es perturbado: si un
estado toma la primacía, y otros forman una coalición contra el cómo esa coalición es considerada como un
"balance", aunque en realidad es el contrapeso mediante el cual dicho balance puede ser restaurado. En un
tercer sentido se puede hablar del que controla el balance del poder: aquel balance se refiere al decisivo
incremento de peso o de poder que un estado puede aportar al equilibrio entre las naciones, convirtiéndolo en
un elemento esencial para una determinada coalición.
La expansión europea y la era del imperialismo atrajeron la atención hacia los factores geopolíticos en las
relaciones internacionales y estos, a su vez, contribuyeron a fortalecer la concepción clásica de la política
mundial. Éste enfoque, difundido desde mediados del siglo pasado, subrayo la importancia de geografía, la
población, los recursos naturales, la situación estratégica de los estados, los transportes y las comunicaciones.
La búsqueda permanente del balance del poder durante la edad moderna y condiciones creadas por la expansión
imperialista durante el siglo pasado prepararon el camino para la política del poder que inspiró a las relaciones
entre estados a partir de la Primera Guerra Mundial y, muy particularmente, en el período comprendido entre
los años 30 y los años 60. Su expresión fue la escuela clásica o realista de las relaciones internacionales, que
continúa ejerciendo una influencia preponderante hasta ahora. Esta escuela parte de la base de que él sistema
internacional es una sociedad de estados que carecen de una autoridad central que resuelva sus disputas y
distribuya los recursos entre ellos, por lo cual cada miembro debe asegurar la consecución de sus propios
intereses. En dicho estado de anarquía es evidente que lo que un estado puede lograr en la política internacional
depende del poder que tenga. Por eso cada estado procura acumular tanto poder como pueda. Un estado tiene
diversos intereses, pero poder es el medio universal para alcanzarlos.
La escuela clásica o realista es considerada como la perspectiva dominante en la política internacional, aún
cuando las tendencias desarrolladas a partir de los años 70 han determinado que perdiera una parte no
despreciable de su valor explicativo.
Los principales debates teóricos:
Idealismo vs. realismo en política internacional:
el enfoque idealista dominó el estudio de la política internacional entre las dos guerras. Su primera presunción
consistía en que el fortalecimiento de la autodeterminación nacional conduciría a eliminar una de las principales
causas de la guerra, y que esto se lograría organizando bajo la forma de un estado independiente a los distintos
grupos nacionales europeos hasta entonces oprimidos dentro del marco de organizaciones políticas mayores, lo
que efectivamente constituyó uno de los objetivos fundamentales del tratado de Versalles. La segunda, en que
otra de las causas de la guerra son los tratados secretos entre los estados, por lo cual los idealistas reclamaban el
fin de la diplomacia secreta y una mayor participación pública en la conducción de los asuntos internacionales.
Por último, rechazaban la política del balance de poder y propiciaban la adopción de un sistema de seguridad
colectiva internacional, basado en la reducción del poderío militar de los estados al más bajo nivel posible y el
establecimiento de una capacidad militar conjunta por parte de la comunidad internacional, la cual garantizaría
su seguridad contra la agresión armada de cualquiera de sus miembros.
Los idealistas rechazaban la descripción clásica del sistema internacional porque consideraban que sus
consecuencias eran inaceptables aunque seguido los realistas se mofaban de la visión los primeros por presumir
que los estados podrían estar dispuestos a dejar de lado sus propios intereses para ayudar a una nación
amenazada a un cuando ellos mismos no corriesen peligro inmediato. Según ellos, eran los idealistas los que
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están poniendo en peligro la paz mundial al proponer una fórmula utópica basada en el establecimiento de un
sistema de seguridad colectiva, y al abogar por el desarme de los estados nacionales. El fracaso de la Sociedad
de las naciones, la incapacidad de los aliados para detener la expansión alemana y el estallido de la Segunda
Guerra Mundial fueron atribuidos a la ingenuidad de los idealistas y contribuyeron poderosamente a la
restauración del pensamiento clásico.
La querella entre científicos y tradicionalistas:
durante los años 50 y 60 en debate entre realistas e idealistas perdió vigencia frente a la disyuntiva entre un
enfoque tradicionalista y una escuela científica. Varias diferencias la distinguen del anterior debate. El primero
se había originado específicamente dentro del campo de las relaciones internacionales y se mantuvo confinado
a él, en tanto que el segundo fue una consecuencia de la revolución behaviourista en las ciencias sociales e
incluso penetro tardíamente en el dominio de la política internacional. Mientras el primero se refería a
cuestiones de sustancia, la nueva querella se centraba en problemas metodológicos. Por último, las posiciones
involucradas en el anterior debate demostraron ser irreconciliables por apuntar a la naturaleza misma del
sistema internacional, al mismo tiempo que tradicionalistas y científicos terminaron entendiéndose y
produciendo un virtual sincretismo entre sus respectivos enfoques.
Después de la Segunda Guerra Mundial, un creciente número de investigadores comenzó a emplear métodos
científicos, a evitar la aplicación de nociones generales y utilizar conceptos operacionales, y a proponer teorías
explicativas, sustentadas en una base empírica, en lugar de las teorías normativas que habían dominado la
disciplina en el pasado. Su método se basaba en la formulación de hipótesis de trabajo cuidadosamente
definidas acerca de determinados hechos o comportamientos sociales y en su verificación empírica basada en el
análisis de una abundante información. Cuando la escuela behaviourista penetró en el estudio de la política
internacional, sus cultivadores tradicionales cerraron filas contra los invasores, quienes, considerándose los
primeros portadores del enfoque verdaderamente científico, respondieron menospreciando a los primeros.
Los tradicionalistas nunca pudieron demostrar por qué la defensa de su fuente de información y sus métodos de
análisis los debían llevar necesariamente a rechazar los procedimientos basados en la verificación empírica. Los
científicos nunca pudieron ponerse de acuerdo acerca de si sus procedimientos consistían en disponer de una
amplia colección de datos, en formular hipótesis rigurosamente verificables o en proponer grandes teorías. Los
científicos denunciaban la insuficiencia del enfoque intuitivo de los tradicionalistas, pero usaban generosamente
los resultados de sus investigaciones, y los tradicionalistas no sabían si criticar a sus contendientes por su
tendencia a emplear métodos de verificación empírica que limitaban extraordinariamente la escala de los
fenómenos analizados o por su inclinación a construir teorías demasiado abstractas y grandiosas. El contraste
entre ambas posiciones estriba, por una parte, en la confianza en el juicio bien informado por parte de los
tradicionalistas y, por el otro, en la desconfianza de ese procedimiento por parte de los científicos, así como en
su necesidad de comprobar empíricamente todos los hechos susceptibles de conducir a una generalización.
Detrás de las encarnizadas discrepancias epistemológicas que aparentemente explican esta controversia se
encuentra con frecuencia factores vinculados a la formación intelectual y a las características psicológicas de
los distintos investigadores.
Los behaviouristas reclamaron el monopolio de la observación científica de la política internacional y
sostuvieron que la única manera de formular predicciones plausibles consistía en utilizar toda la evidencia
empírica posible y en proyectar hacia el futuro las tendencias y los comportamientos dominantes a la luz de la
información estadística disponible. La réplica de los tradicionalistas sostenía que la complejidad de la vida
internacional contemporánea no permite centrar el análisis en hechos o variables aislados; que el método
científico no es adecuado para captar los aspectos cualitativos que presentan las situaciones claves; que el
necesario secreto en que se desenvuelven las relaciones entre los tradicionalistas impide durante largos períodos
el acceso a la información; que la urgencia con que se plantean los problemas internacionales hace imposible
esperar hasta disponer de toda la información necesaria acerca de las series estadísticas o de los estudios de
casos de los que dependen los behaviouristas para entregar sus conclusiones, y que en todo caso siempre se
necesita realizar un salto intuitivo entre la evidencia empírica disponible y las conclusiones relevantes para el
que formula la política.
El behaviourismo constituyó un intento para aplicar el método científico al campo del comportamiento humano.
De hecho, no sólo cambió el método de análisis, sino el material mismo utilizado por los investigadores. El
énfasis se desplazó desde el estudio de las instituciones hacia la observación de la conducta humana. Esto
enfrentaba a los internacionalistas con un grave problema: los protagonistas de la política internacional,
particularmente dentro de la teoría clásica, eran los estados y no los individuos. Y aunque el estado era una
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abstracción, la participación de los ciudadanos en la política exterior está filtrada por una serie de instancias
ideológicas e institucionales y mediatizada por los círculos dirigentes en una medida mucho mayor que en otras
esferas de la vida política.
Los enfoques sistémicos y sus detractores:
la idea de aplicar conceptos tomados del análisis de sistemas al estudio de las relaciones internacionales
comenzó a abrirse paso en los años 50. Su principal diferencia con el enfoque convencional consistía en que
éste concebía las relaciones internacionales como un conjunto de interacciones entre unidades independientes y
soberanas, no sujetas a pautas ni a previsibilidad alguna, mientras que los enfoques sistémicos entendían que la
forma que adopten dichas relaciones es influida o determinada por la estructura y las tendencias de unidad más
amplia, que sería el sistema internacional en su conjunto.
Las nuevas corrientes sistémicas tendían a interpretar el comportamiento de las unidades nacionales como una
consecuencia del funcionamiento de un sistema internacional, dotado en estructura y una dinámica propia, y a
buscar la explicación de todo fenómeno particular en un nivel de generalización más alto.
Un sistema general puede definirse como algo que es percibido como consistente en un conjunto de elementos
o partes interconectadas unas con otras mediante un principio claramente identificable o, más simplemente a
un, como una pauta de interacción hipotética entre distintos componentes. Un sistema es un conjunto de
unidades que interactúan entre sí de acuerdo con pautas relativamente regulares y perceptibles, algunas de las
cuales pueden configurar subsistemas que se relacionan con el conjunto siguiendo los mismos patrones, y cuyos
límites o parámetros también son reconocibles, pero pueden permanecer abiertos a las influencias provenientes
de un medio ambiente externo.
Kaplan sostiene que los estados desarrollan diferentes tipos de conducta, que dependen de la estructura del
sistema internacional a que pertenecen. Además, a diferencia de Morgenthau y los clásicos, Kaplan considera
posible que el sistema internacional pueda adquirir una variedad de formas a través del tiempo, y que la tarea
del analista consiste en mostrar de qué manera estas distintas estructuras influyen en la conducta de los estados.
Kaplan define seis tipos de sistemas internacionales, cuatro de ellos hipotéticos, y un conjunto de cinco
variables en relación con las cuales se estructuran esos sistemas. Éstas variables consisten en los principios
básicos del sistema, sus reglas de transformación, las variables que sirven para clasificar a los distintos actores,
las que sirven para medir sus capacidades y las que determinan las características de los procesos de
información.
La actitud de los distintos actores frente este conjunto de variables determina, según Kaplan, la posibilidad de
que emerjan seis tipos de sistemas internacionales:
1. un sistema caracterizado por el balance del poder que, según distintas versiones, rigió el concierto
internacional desde la paz de Westfalia hasta la Segunda Guerra Mundial.
2. Un sistema bipolar de características flexibles que en muchos aspectos se parece al que imperó en el
sistema internacional durante la segunda posguerra.
3. Un sistema rígidamente bipolar, que se diferencia del anterior en que el alineamiento de los distintos
actores con cada uno de los grandes bloques debe ser absoluto y no da lugar para la existencia de países
neutrales.
4. Un sistema internacional generado por el fortalecimiento de algunos de los actores del sistema
moderadamente bipolar que es capaz de imponer sanciones y otorgar premios y prestigio al resto de la
comunidad internacional.
5. Un sistema internacional jerarquizado, en donde una instancia predominante rige el comportamiento de
los distintos actores, sea en forma directa o indirecta, y el cual, no teniendo como competidor a ningún
otro sistema, goza de un alto grado de estabilidad.
6. Un sistema de vetos basado en una sociedad internacional de carácter hobbesiano, caracterizado por la
contraposición de los intereses de todos los actores y por la deseable observancia de la regla de no
infligir a otros años que un estado no querría para sí, y en donde los conflictos se resuelven por la
medición de fuerzas o el veto.
Su ambicioso pero abstracto y complicado análisis ha inspirado muy pocos trabajos empíricos y en cambio ha
generado virulentos ataques basados, precisamente, en la rigidez de sus tipologías.
Los enfoques sistémicos de las relaciones internacionales han servido para percibir mejor las regularidades a
que se sujeta la integración entre las distintas unidades nacionales; las pautas que enmarcan las relaciones entre
éstas y el sistema internacional o sus diversos subsistemas; las funciones que desempeñan estas estructuras y su
influencia sobre el comportamiento de las distintas unidades; la necesidad de trabajar con distintos niveles de
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análisis; los límites entre un sistema internacional y sus elementos contextuales, y la naturaleza cerrada o
abierta del sistema en lo referente a ese contexto. En particular, estos enfoques permitieron comprender mejor
las relaciones existentes entre las distintas unidades nacionales, el sistema internacional en su conjunto y los
diversos subsistemas que operan en el interior del mismo, abriendo el camino para una visión más desagregada
de la realidad internacional, en que el estado dejaría de ser el único protagonista y comenzaría a actuar dentro
de una estructura transnacional integrada por una multiplicidad de subsistemas.
Algunas teorías de alcance medio:
Teoría de las decisiones:
Snyder fue uno de los primeros en desagregar el análisis de los procesos decisorios. En medio de crecientes
dudas acerca de la utilidad del esquema realista para comprender la política internacional como el esquema de
Snyder sirvió para cristalizar ese fermento y proporcionar una guía a aquellos que se sentían desencantados con
un mundo compuesto por estados abstractos y con una búsqueda mística de explicaciones acerca de la realidad
basadas en una causa singular. Este paso forma parte integral del movimiento behaviourista, y representa uno de
los primeros intentos de aplicar el método científico al análisis de un fenómeno importante dentro de la política
internacional. El objeto de estudio deja de ser una abstracción “reificada” (el Estado) y pasa a estar constituido
por los grupos o los seres humanos que toman las decisiones en representación de él.
Es importante cambio conlleva las siguientes implicaciones: 1) la presunción de que la política internacional
consiste en decisiones adoptadas por grupos o personas y representa una conducta que debe ser aplicada como
tal, 2) la definición de la situación como una función central de los que toman las decisiones y como un
concepto clave en el análisis de la política exterior, que le imprime un elemento subjetivo muy diferente de la
supuesta objetividad de los interactivos contextuales, y 3), el descubrimiento de que existen fuentes internas de
la política exterior, es decir, que ésta es el resultado de un juego en que intervienen diversos organismos del
estado y varios grupos de interés. Puede decirse que el reemplazo de la visión estado-céntrica de la política
internacional por esta otra, en que la política exterior es concebida como el resultado de una serie de decisiones
particulares adoptadas por una gran multiplicidad de actores, abre el camino para una concepción enteramente
diversa acerca del funcionamiento del sistema internacional.
Teorías de la integración:
las teorías de la integración deben mucho al pensamiento funcionalista que adquirió gran fuerza en el campo de
las ciencias sociales gracias a la obra de Robert Merton. Los funcionalistas se preguntan por el papel que
cumple cada uno de los actores de un sistema, lo cual no sólo implica describir la actividad que desempeñan,
sino también el propósito a que aspira y su aporte al funcionamiento del sistema en su conjunto, e incluye la
suposición de que estos últimos, en lugar de estar aglomerado por la fuerza, son el resultado de la interacción
entre sus diversas partes, cada una de las cuales desempeña un rol necesario para el todo, y su capacidad para
desarrollar pautas de cooperación y establecer una adecuada división del trabajo entre ellas.
Bruno Bologna: “teorías y propuestas de las relaciones internacionales para los países del sur”
Situación Internacional:
De un mundo centrado en el liderazgo de Europa donde los demás países carecen de poder de decisión, se
diagrama una nueva forma de poder mundial cuya característica principal es que sólo dos naciones centralizan
todo el poder y los demás estados giran en derredor de sus órbitas.
Se hace necesario distinguir, por un lado las relaciones horizontales entre las superpotencias y por el otro las
relaciones verticales de Estados Unidos y de la Unión Soviética con los países de cada bloque.
Las relaciones horizontales sufren distintas modificaciones: aliados en la Segunda Guerra Mundial,
confrontación durante la guerra fría, acercamiento en el período de coexistencia pacífica y "detente", y nueva
confrontación en la segunda guerra fría.
La coexistencia pacífica y la detente favorecían la realización de distintas reuniones de los países
subdesarrollados en busca de un lugar en el escenario internacional que culminaría con la creación del
movimiento de países no alineados. A partir de la década del 60 comienza un nuevo orden internacional donde
se plantea con más claridad la separación entre los países desarrollados y los subdesarrollados. En el antiguo
orden que se extiende hasta la década del 60, habían primado en las relaciones entre los países las cuestiones
ideológicas en una separación del mundo entre el este y el oeste. Con este nuevo orden se hace más evidente la
escisión del mundo entre el norte desarrollado y el sur subdesarrollado.
A partir de la década del 70, el proceso de la transnacionalización es el rasgo fundamental de la sociedad
internacional. Una característica de la transnacionalización es la construcción y funcionamiento de numerosos
circuitos que operan en torno a la agenda, los actores y los recursos de poder que vinculan de múltiples maneras
a las distintas sociedades nacionales en función de intereses específicos. La actual situación internacional
permite un mayor campo de maniobra por parte de los países subdesarrollados ya que la estructura bipolar
surgida después de la Segunda Guerra Mundial se transformó en multipolar con la aparición de nuevos actores
que tratan de superar la confrontación ideológica y militar de las décadas pasadas y donde priman factores de
orden económico y político por encima de los demás.
Teorías Latinoamericanas de Relaciones Internacionales:
Teoría del Desarrollo:
a partir de la década del 50, comienza a gestarse en el ámbito de la Cepal un conjunto de propuestas respecto al
desarrollo de los países que dio lugar a una teoría latinoamericana del desarrollo.
Las tres consideraciones primordiales que orientaron a la Secretaría de la Cepal en su esfuerzo para servir al
desarrollo latinoamericano fueron:
1. Sustraerse a la fácil seducción de teorías concebidas en los grandes centros, que no obstante su aparente
sentido de universalidad, no podían responder a la realidad latinoamericana, a una estructura social muy
diferente de aquellos.
2. Dedicarse al análisis sistemático de esa realidad a fin de actuar sobre ella, utilizando una concepción
auténtica y no desde el prisma de los centros.
3. Reconocer las continuas mutaciones de los fenómenos reales y la necesidad de renovar incesantemente
nuestro pensamiento.
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Para la Cepal la industrialización era una exigencia ineludible del desarrollo. La misma debía lograrse a través
de estos medios:
Sustitución de importaciones.
Integración regional se propone y se impulsa la integración latinoamericana que sería el germen de
distintos organismos creados en la década del 60 como la ALAL y el Mercado Común centroamericano
entre otros. Se alentaba el proceso de integración entre los países de la periferia para romper la barrera de la
estrechez del mercado y reducir los costos de producción.
Cooperación internacional de productos primarios: se basaba en la cooperación de los países en defensa
de los precios de productos primarios. Se pueden observar dos variables: 1.- Defensa de los precios de las
materias primas y 2.- Cooperación internacional en materia de productos primarios.
Las críticas a la teoría del desarrollo destacan dos aspectos, por un lado, la teoría del desarrollo tiene solamente
en cuenta aspectos económicos y comerciales, dejando de lado las cuestiones políticas y sociales, además, no
tiene en cuenta las variables internas que influyen en las teorías políticas exteriores latinoamericanas, y por
último, la teoría del desarrollo interpreta al subdesarrollo como una etapa previa de aquel. Por otro lado, se
critica el actor de cambio, ya que el mismo sería el estado ilustrado orientado al bienestar de las clases
oprimidas, eludiendo la cuestión de la revolución.
Partiendo de la crítica latería clásica del comercio internacional que afirmaba que el intercambio comercial
ayudaba igualarlas disparidad entre los países, el planteo latería desarrollo parte de que el comercio
internacional, acrecienta las desigualdades entre los países a través del deterioro de los términos del
intercambio. Tal reflexión ayudo a profundizar los temas referidos al desarrollo y en la práctica varios países de
América Latina implementaron programas de industrialización y modernización en el marco de esta teoría.
Teoría de la dependencia:
como una continuación de latería desarrollo en algunos textos y modificatorio la misma en otros, surge en la
Cepal y en ámbitos académicos de América Latina, la teoría de la dependencia. Su postulado principal radica en
que subdesarrollo y desarrollo no son etapas sucesivas de un proceso único y lineal por el cual pasan todos los
países, sino aspectos parciales y estrechamente vinculados entre sí de un mismo proceso simultáneo, o si se
quiere, dos caras de un mismo fenómeno. El subdesarrollo contemporáneo es el producto histórico de la
expansión capitalista y el establecimiento de la división internacional del trabajo que moldeo a las economías
periféricas de acuerdo a las necesidades del capitalismo mundial. La dependencia no es más que la expresión
política de la periferia del modo de producción capitalista cuando ese modo pasa a expandirse a nivel
internacional.
Lo específico del enfoque de la dependencia no fue el énfasis de la "dependencia externa" sino el análisis de los
patrones estructurales que vinculan, asimétrica regularmente, la economía central en las periféricas. Se
introducía la noción de dominación vislumbrándose no el desarrollo autónomo, sino el socialismo.
El capitalismo, al ser de naturaleza transnacional, penetra actualmente cada uno de los países subdesarrollados,
de manera tal que la estructura mundial centro periferia se reproduce nivel nacional resultando en flujos de
plusvalía de los campos hacia las zonas urbanas. Contrariamente a latería desarrollo, la teoría de la dependencia
especifica en explotación y coerción no proceden sólo del exterior sino que están enraizados en coincidencia de
intereses entre las clases locales dominante y la internacionales y son desarrolladas por grupos o clases locales
dominadas.
En América latina no existe una burguesía nacional progresista. Los industriales nunca han sido totalmente
independiente de intereses agrarios y, más aún, comparten intereses estructurales comunes con la burguesía de
los países centrales avanzados.
Teoría de la autonomía:
El aporte de Puig se centra en el estilo o práctica autonomista que deben adoptar los países de América Latina.
Puig se fundamenta en dos aspectos centrales: la práctica autonomista y viabilidad, autonomía e integración.
Por autonomía de un estado Puig entiende la máxima capacidad de decisión propia que se puede lograr,
teniendo cuenta de los condicionamientos objetivos del mundo real. La autonomía en las decisiones del estado
esta en relación con la situación internacional imperante, que jugaría como variable independiente. Así se
pueden detectar distintos grados de dependencia-autonomía en los países de la periferia.
a) dependencia para-colonial: el estado posee formalmente un gobierno soberano y no es una colonia, pero en
realidad los grupos que detentan el poder efectivo en la sociedad nacional no constituyen otra cosa que un
apéndice del aparato gubernativo o de la estructura de poder real de otro estado. Esta dependencia se dio en los
inicios de independencia de los países latinoamericanos en los comienzos del siglo XIX y los países africanos
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durante el proceso de descolonización en la década del 60.
b) dependencia nacional: los grupos que detentan el poder real, racionalicen la dependencia y se fijan fines
propios que puede llegar a conformar un proyecto nacional compartido globalmente en sus rasgos esenciales.
Es una dependencia consentida, como se dio en Argentina con el proyecto de la generación del 80 que permitió
la inserción del país como socio privilegiado del Reino Unido.
c) autonomía heterodoxa: quienes detentan el poder del estado que forma parte de un bloque, siguen aceptando
la conducción estratégica de la potencia dominante pero discrepan con ella en tres cuestiones: el modelo de
desarrollo interno que puede no coincidir con las expectativas de la metrópoli, en las vinculaciones
internacionales que no sean globalmente estratégicas, y en el deslinde entre el interés nacional de la potencia
dominante y el interés estratégico del bloque. El autonomista heterodoxo no acepta que se impongan
dogmáticamente apreciaciones políticas y estratégicas que sólo consulten el interés propio de la potencia
hegemónica. Un ejemplo de este tipo es el caso argentino durante las tres presidencias de Perón.
d) autonomía secesionista: ésta significa el desafío global. El país periférico corte del cordón umbilical que lo
unía a la metrópoli. Quienes detentan el poder deciden sin tener en cuenta los intereses estratégicos globales de
la potencia dominante como conductora del bloque del cual se retira. Ejemplo de esto serían los casos de
Yugoslavia y China dentro del bloque socialista, y el de Cuba en el bloque occidental.
En cuanto a la viabilidad, autonomía e integración, considera que el paso de la dependencia a la autonomía sólo
se puede lograr en la medida que los países avancen en materia de su propia viabilidad, lo cual supone, no sólo
recursos suficientes mínimos, sino también, y sobre todo, élites funcionales, decididas a emprender el camino
de la autonomía. La integración en sí misma no es autonomizante, en el fondo es instrumental y su sentido
dependerá del objetivo que se fije.
Teoría de la viabilidad:
Esta teoría expuesta por Jaguaribe combina dos aspectos principales: viabilidad nacional y permisibilidad
internacional.
Viabilidad nacional es una categoría relativa, que varía con circunstancias históricas y dentro de ciertos límites,
con las circunstancias socioculturales de cada país. En lo fundamental depende de la medida en que disponga de
un mínimo crítico de recursos humanos y naturales, incluida la capacidad de intercambio internacional. Cuando
más exigentes las condiciones naturales de una época en lo que refiere a tecnologías y a las escalas mínimas de
operabilidad que se deriva de tal tecnología, mayores serán las masas mínimas de recursos necesarios, así como
las características cualitativas. Las alternativas para los países con escasos recursos naturales y población
reducida son: el statu quo bajo el régimen de explotación de masas a través de los grandes consorcios
internacionales, la renuncia a la propia nacionalidad (el caso de Puerto Rico), y la que eligió Cuba a la cual
considera estéril puesto que no se conquista una base más amplia de viabilidad para la nación.
Permisibilidad internacional, refiere la medida en que, dada la situación geopolítica de un país y sus relaciones
internacionales, este país disponga de condiciones para neutralizar el riego proveniente de terceros países
dotados es suficiente capacidad para ejercer sobre formas eficaces de coacción. Estas condiciones podrían ser
internas, como desarrolló una adecuada capacidad económica y militar, o también externas, como el
establecimiento de convenientes alianzas defensivas.
Mag. Sabrina Benedetto: Notas sobre la integración económica regional (Procesos de Integración):
Proceso de coordinación política. Cesión de soberanía en aras de un objetivo común. Se entiende por
integración la regularidad de relaciones, dependencia mutua y algún grado de coordinación entre las unidades.
Desde el aspecto meramente económico la integración entendida como proceso de eliminación de restricciones
al comercio internacional entre dos o más naciones del cual surge la unión de economías nacionales a través del
acuerdo comercial de orden regional. Incorporando la variable política se entiende por integración económica
todo aquel proceso a través del cual dos o más estados conforman "espacios de soberanía compartida" y/o
"mercados ampliados". La diferencia entre ambos enfoques reside en que desde el aspecto económico el mayor
grado de interdependencia económica no significará la aparición de espacios de soberanía compartida, tal como
se concibe desde el aspecto político.
La unión de las economías en el marco de un proceso de integración es la resultante de la superación de
diversas etapas, según el siguiente orden:
1. área preferencial: tiene como objetivo la reducción de las barreras al comercio entre los países miembros,
mientras su nivel de institucionalización es bajo.
2. Área de Libre Comercio: se persigue la eliminación de las barreras comerciales para el intercambio de
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productos originarios de los países miembros, con un bajo nivel de institucionalización.
3. Unión aduanera: incorpora al área de Libre Comercio la implementación de un arancel externo común y una
aduana comunitaria. El nivel de institucionalización es medio-bajo y a partir de aquí debe aparecer al menos
una institución de carácter comunitario.
4. Mercado Común: se agrega el libre tránsito de bienes, servicios y personas a las características de la unión
aduanera. El nivel de institucionalización es medio.
5. Unión económica: además del Mercado Común, se agrega una instancia de coordinación de políticas
macroeconómicas entre los países miembros. Esto supone un nivel alto de institucionalización, aparece
instituciones cuyas decisiones son obligatorios para todos los miembros, otorgando un cierto grado de
supranacionalidad, a pesar de que los miembros siguen siendo unidades políticas diferenciadas.
6. Unión económica total: se da a partir de que la unión económica establece la dirección supranacional de las
políticas económicas, consecuentemente aparecen instituciones supranacionales, caracterizando un nivel de
institucionalización alto.
El Mercosur a pesar de pretender ser un mercado común, en la actualidad funciona como un área de Libre
Comercio incompleta y una unión aduanera imperfecta, en tanto no todos los productos del universo arancelario
tienen arancel cero y el arancel externo común no está implementado para todos los productos, y aún no se ha
implementado una aduana comunitaria.
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UNIDAD 2 – A
Manfred Wilhelmy: “Política Internacional”
La configuración del concierto europeo:
Junto al nacimiento del Estado moderno, para la vida internacional fue de capital importancia el surgimiento de
la diplomacia permanente. Un segundo factor es la expansión de Europa a partir del siglo XV, con los grandes
descubrimientos de portugueses y españoles, que culmina con la inclusión del continente americano, vasta
empresa de enorme repercusión en la vida europea. En el siglo XVII se incorporarían Inglaterra, Francia y
Holanda a esta política, y la competencia económica por el ingreso de las riquezas americanas al escenario
europeo fue un factor de importancia en el origen de las guerras.
Este sistema internacional se enmarcaría dentro de un radio cultural bastante homogéneo: el de la Europa
cristiana. Antes del advenimiento de los estados nacionales las lealtades eran de carácter fundamentalmente
territorial y personal, también religioso. Pero ello aumentaba la volatilidad de las alianzas y los cambios de
escenario, que operaban en el marco de un sistema internacional homogéneo que tenía un efecto de
compensación frente al anterior factor.
Entre mediados del siglo XVI y mediados del XVII se desarrolló la era de las guerras de religión, como secuela
de la reforma y la contrarreforma, que alteraron profundamente la sensibilidad religiosa y dividieron la
civilización cristiana. Este factor le dio un cariz heterogéneo al sistema internacional europeo.
Paralelamente se desarrolló el principio de la “razón de estado”, que destacaba una ética de engrandecimiento y
de interés propio, enmarcado en el naciente absolutismo, que identificaba al portador de la dinastía con el
interés del estado como guía de racionalidad para la conducta del estadista. En la práctica ello significó que las
guerras de religión se entrelazaron con conflictos dinásticos, económicos y sociopolíticos, que trastrocaban
"alianzas naturales", y se vio a católicos aliados con protestantes en conflicto con otros católicos y protestantes.
Los actores del concierto europeo:
en general se pueden identificar tres grandes áreas geográficas. El Mediterráneo central y oriental, donde las
repúblicas italianas constituyeron estados fuertes e influyentes en la baja edad media, en su radio no pasaba
mucho más allá de la ciudad estado. Su influencia económica y cultural fue enorme en la Europa de los siglos
XIV y XV, pero sus divisiones y conflictos concitarían la atención de estados periféricos y más poderosos.
Hacia el oriente, la larga sombra de Turquía proyectaría hasta fines del siglo XVII una amenaza sobre Europa, y
sus movimientos eran seguidos con atención por todos los gobiernos europeos.
Un segundo escenario internacional, y hasta 1917 el más importante, estaba constituido por Europa occidental.
En primer lugar la península ibérica (España, y en menor medida Portugal) era la gran potencia del siglo XVI.
Rica, extendida a todo el globo, estratégicamente situada, respetada por todos, dueña de la inmensa mayoría del
continente americano. Aunque no pudo realizar su ambición de conservar el extenso territorio que Carlos IV
había heredado, y que incluía al Imperio, y perdió la lucha por mantener la unidad católica, se mantuvo como la
primera potencia europea en el curso del siglo XVI, y conservaría un rango internacional destacado hasta el
final de la Guerra de Sucesión de España, que finaliza con el Tratado de Utrecht.
Francia sería el gran actor internacional en los siglos XVII y XVIII, hasta el Congreso de Viena inclusive. Fue
la primera potencia europea y la que en este período más buscó la hegemonía continental. Desde mediados del
siglo 17 fuese de algunas de las diversas alianzas en torno a las que periódicamente se articulaba el sistema
internacional europeo. En la segunda mitad del siglo 17 Francia tuvo una serie de dirigentes políticos que
conscientemente tuvieron una suerte de “proyecto” de expansión.
Inglaterra constituye un actor singular en la historia del concierto europeo, actor destacado incluso hasta el final
de la segunda guerra mundial, aunque su período de oro se sitúe en la primera mitad del siglo XIX. El
desarrollo institucional más evolutivo y adelantado de Europa. No busco la hegemonía, pero fue consecuente en
impedir la de otras potencias. Y con ello alcanzó un status de potencia dirigente, y sobre todo logró la
proyección global en los mares, de modo de poder anclar fuertemente su base económica. Esta, a su vez,
consistió en el desarrollo del comercio, en la colonización de América del Norte y, a partir del siglo XVIII, pasó
de una política comercial a una de asentamientos territoriales en el Extremo Oriente. La energía económica
inglesa y el apoyo de su política exterior a la empresa económica harían que este país, pionero en la expansión
de las fuerzas productivas, culminarán con el nacimiento de la revolución industrial hacia fines del siglo XVIII.
Austria, como sede del imperio, o lo que en estos siglos quedaba de él, constituía la última de las grandes
potencias clásicas europeas. Su eclipse sería gradual, y mantuvo un apoyo político al catolicismo. No pudo
consolidar uno de sus grandes objetivos, una hegemonía consistente sobre los estados alemanes. Hasta el
Congreso de Viena mantendría un status de potencia europea mediana.
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Los países bajos, en dura lucha que combinó afán de independencia nacional con identificación religiosa,
lograría conquistar su independencia de España entre el siglo XVI y XVII. Su poder financiero y su extensión
marítima hicieron lo que sería Holanda una potencia de primer rango en la Europa del siglo XVII. La
importancia financiera de holanda tiene una profunda influencia en el desarrollo económico de la Europa de los
siglos XVII y XVIII.
Dentro de esta Europa occidental y central los territorios alemanes se presentan como un escenario de
fragmentación política. Sólo se divisa un poder emergente, de la antigua marca de Brandeburgo surge Prusia, un
actor de la escena internacional a partir de esos años. Pudo ejercer una proyección de poder sobre una Europa
algo sobredimensionada en relación a su tamaño.
Un último escenario político es la Europa del este y del norte. Aquí incluimos el báltico y los países
escandinavos, en donde de manera cambiante se desarrollarían una serie de pequeñas potencias. Polonia,
ayudada en su conciencia de defensa de la religión católica asediada en la región, tendría un papel protagónico
entre los siglos XVI y XVIII. Al final perdería su independencia y sería dividida entre sus vecinos en tres
oportunidades sobre fines del siglo XVIII. Dinamarca y Suecia serían las otras potencias bálticas que, con
variable fortuna en el siglo XVII y comienzos del XVIII, formarían parte de un rango de actores medianos.
Aunque pequeñas, podían disponer de un poder militar considerable y tampoco eran fronterizas con un gran
estado.
Ello hasta el comienzo del siglo XVIII. La Rusia de la dinastía Romanof emerge entonces como una potencia
europea, aunque no en primerísima fila. Reduciría el poder sueco, absorbería a Polonia y sería un elemento
configurado el sistema internacional europeo hasta bien avanzado el siglo XIX.
Finalmente, en América del Norte las colonias inglesas se sublevan en los años 70 del siglo XVIII. Se proclama
independiente en 1776, y en 1783, culmina una guerra que incluyó a Francia y España, con el tratado de París
que reconoce la independencia de las 13 colonias.
Rasgos generales del sistema internacional en el siglo XVIII.
El siglo de las luces tuvo sus sombras. Fue un periodo en el cual abundaron las guerras, pero también necesario
decir que fueron limitadas, y hasta la época de la Revolución Francesa no tuvieron un componente emocional
que permitiera una política de exterminio. Se basaban en ejércitos permanentes, pero su composición y
reclutamiento no reflejaban necesariamente una militarización de la sociedad. Los centros de decisión se
concentraban en las manos del círculo estrecho de la jefatura del estado, el "déspota ilustrado".
Esta misma comunidad cultural hizo de las guerras hechos más o menos limitados de los cuales la población
civil estaba relativamente ausente. La misma idea del "equilibrio" y del "concierto europeo", que impedía la
hegemonía de un estado, tendía a poner límites a la ferocidad propia de los encuentros bélicos. Las alianzas
cambiantes ponían freno a los odios insuperables. Con el siglo avanzó una conciencia acerca de la deseabilidad
de la paz y de la necesidad de desterrar a la guerra como instrumento de "intercambio" entre las naciones.
El impacto de la Revolución Francesa y del imperio:
en 1815 se intenta y se logra, hasta cierto punto, recrear el concierto europeo, aunque aquí también las huellas
revolucionarias impulsarían nuevas evoluciones. El impacto revolucionario para el sistema internacional
europeo significó en primer lugar el fin del carácter homogéneo del concierto europeo. Hacia 1792-1793, la
Francia revolucionaria, primera potencia del continente tomada individualmente, se identifica con una creencia,
y puede apelar a lealtades en las filas adversarias. Los revolucionarios llevaban claramente una política de
exportación de sus principios revolucionarios, lo que terminaría por convertirse en una poderosa ventaja
diplomática para la proyección internacional de Francia.
La expansión y cuasi dominio napoleónico sobre Europa se vieron facilitados por qué muchos europeos podían
identificarse genuinamente con el programa que Napoleón les ofrecía. Muy pronto en Europa, no sólo los
reaccionarios verían en las ideas revolucionarias un arma de la expansión del estado nacional francés. Muy
pronto la política francesa sería vista como la amenaza más seria en siglos al principio del equilibrio europeo.
Media docena de coaliciones de estados europeos se levantarían contra ese intento. En dos momentos pareció
que la Francia napoleónica alcanzaría su objetivo. En 1802 con la paz de Amiens, y con el tratado de Tilsit en
1807. En ambos casos no existe todavía una hegemonía, pero sí una clara preeminencia francesa.
Pero hubo una potencia irreductible en su tenacidad anti napoleónica: Inglaterra. Investida de su poder marítimo
y de su creciente superioridad económica, pudo imponer sucesivos bloqueos comerciales al continente, y animó
constantemente a los rivales potenciales de Napoleón. Rusia sería la otra potencia ante la cual naufragarían las
ambiciones napoleónicas. Pero habría otro escenario europeo que sería indigerible para Napoleón: España.
Francia tiene un atractivo como modelo para amplias capas y europeas, y ello sin duda constituyó un factor de
27
la expansión napoleónica. Pero pronto los ideales napoleónicos serían identificados con una mera voluntad de
dominio francesa en una dialéctica aparentemente irreductible. Al comienzo Napoleón encontró seguidores y
admiradores en casi toda Europa. Al final fue visto como la representación de un Leviatán que aspiraba al
despotismo universal.
Esta percepción no fue particular de las élites tradicionales. Se vinculó con una poderosa sensibilidad que
emergía irresistiblemente: el surgimiento del estado nacional y el nacionalismo. El ideal nacional no se refiere
únicamente a una soberanía del poder político, sino en general también a una relativa unidad lingüística,
cultural, étnica y a una conciencia de comunidad, de nacionalidad común. Esta conciencia unida a un
sentimiento colectivo de identificación, a veces muy agudo (nacionalismo), y que a la vez se vincula con una
creciente participación social en la vida política y en otras esferas de la nación. También es parte en sus
orígenes y en algunos estados europeos, del desarrollo de los procesos democráticos.
La Francia napoleónica y revolucionaria constituyó el primer ejemplo de esta conciencia nacional aguda. Pero
su expansión despertó los mismos sentimientos por doquier, que se volvieron contra ella y minaron las bases de
su hegemonía. El nacionalismo sería una de las piedras de toque de las relaciones internacionales europeas en el
siglo XIX, que llevaría en el curso del siglo, a la creación de nuevos estados. Italia y Alemania en los lugares
más destacados, y también a una efervescencia en Europa oriental y en los Balcanes, mirando a Turquía y
creando la "cuestión oriental", factores que contribuirían no poco a la primera guerra mundial (1914-1918), y
con ello al derrumbe de la preeminencia del sistema internacional europeo.
El ordenamiento de Viena y las relaciones internacionales en el siglo XIX.
El Congreso de Viena (1814-1815) ha tenido una importancia capital en la historia de las relaciones
internacionales.
En primer lugar, hay que destacar que tuvo un sesgo doctrinario, casi ideológico. Fue la paz de las potencias
victoriosas, pero además la paz de los "restauradores", que la querían más que por la paz misma, porque
pretendían estabilizar el antiguo régimen frente al espectro revolucionario.
Inglaterra, tanto por sus instituciones como por sus intereses, impidió el desarrollo más acabado de esta
posibilidad, como se vio en el caso de la América española. En realidad el concierto bien luego volvería a sus
tradiciones de "equilibrio", sosteniendo Inglaterra una política de "espléndido aislamiento" que le permitía, con
aparente desdén por los asuntos continentales, mantener una posición mediadora indispensable para un
equilibrio multipolar. Además, los vencedores de 1815 tuvieron la sabiduría de incluir a los vencidos, y bien
pronto Francia sería otra vez actor destacadísimo en los asuntos internacionales. Rusia mantendría su
importancia, pero aminorada por su atraso económico, que cada vez se hacía más manifiesto, y por su
vulnerabilidad institucional, como la última autocracia europea hasta 1905.
La secesión de las colonias españolas en América culminaría con la creación de una veintena de estados
nacionales de habla y cultura españolas. Un nuevo continente ingresa a la vida internacional, aunque sea al
comienzo como campo de penetración económica de las nuevas tendencias globales.
La revolución industrial que se desarrollaría en Inglaterra hacia 1775-1825, en primer lugar, pero luego se
expandiría por Europa occidental y América del Norte, cambia la relación material del hombre con su
naturaleza inmediata. Su consecuencia más directa para las relaciones internacionales fue otorgar a Europa una
superioridad material inalcanzable para el resto del mundo, lo que le permitiría incorporar a todo el globo al
sistema internacional europeo en el transcurso siglo XIX.
Al interior del equilibrio del concierto europeo, la consecuencia más importante que comenzaría una nueva
estratificación del poder. Aquí estaría la fuente de debilidad rusa, el origen del poder impactante de Alemania, la
consagración por más de un siglo de la debilidad española, y la paulatina pérdida de poder de Austria, imperio
austrohúngaro más tarde (1867-1918).
De la revolución industrial siguen algunas consecuencias de usos y técnicas de las relaciones internacionales.
La más importante en el siglo XIX es la transformación de la guerra por el industrialismo y el nacionalismo.
Los nuevos ejércitos serían nacionales, integrados sólo por ciudadanos del estado nacional. Hacia el final del
siglo se impondría la conscripción obligatoria, que los haría masivos, y además un elemento integrativo de la
nacionalidad. Su capacidad tecnológica los haría, para la política interna, un factor de estabilidad y de
contención de las tendencias revolucionarias. El factor demográfico seguiría siendo fuente de poder militar. Las
potencias marítimas, con Inglaterra a la cabeza, verían multiplicado su poder, con el dominio de los medios de
comunicación marítimos modernos y el nuevo carácter de la economía mundial.
La diplomacia permanecería como instancia primordial. Pero su estatus bajaría algún peldaño. El desarrollo de
los procesos democráticos institucionaliza y aumenta la influencia de la opinión pública sobre las políticas
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exteriores.
Uno de los méritos del ordenamiento de Viena es que supo incluir el desarrollo de estos elementos tan
desestabilizadores. Durante un siglo no se desarrolló otra guerra general en el escenario europeo, y se adoptó a
los cambios a veces dramáticos, permitiendo solamente guerras limitadas y civilizadas. El sentido de la
civilización europea permanece.
El siglo XIX correspondió a la cúspide de la vigencia del sistema internacional correspondiente al concierto
bloqueo.
Hacia el fin del concierto europeo.
Ninguno de los factores referido a continuación puede significar la erosión irrevocable del concierto europeo.
En su conjunto integrarían la atmósfera de su tiempo y sentaría las bases para un fin relativamente caótico
(1914-1941) de este sistema internacional.
El nacionalismo fue una de las grandes fuerzas nuevas del siglo XIX. Como llevaba a la fundación de nuevos
estados, a veces por la vía de deslegitimar a algunos ya existentes, o a costa parcial de algunos estados, su
expansión tendría consecuencias enormemente desestabilizadoras en el sistema internacional.
La fundación del imperio alemán constituyó una transformación decisiva del equilibrio europeo. El imperio se
basó en una Prusia renovada, en una industrialización que haría de Alemania la primera potencia de Europa.
Limitó el triunfo liberal pero a la vez modernizó el conservadorismo prusiano.
Por muchos siglos en Centroeuropa había existido un vacío de poder o una fragmentación, mientras ahora se
forma una nación demográficamente fuerte, la primera potencia industrial del continente hacia fines de siglo,
segura de sí misma.
Esto tendría profunda influencia en el sistema internacional. Mientras Bismarck estuvo en el poder, logró
reprimir las tentaciones desestabilizadoras propias del ímpetu de un estado joven. Pero partir de su destitución
Alemania jugaría un rol arriesgado, amenazador.
Otro escenario importante lo constituyó la Europa oriental y la región de los Balcanes. El nacionalismo cultural
y político echarían profundas raíces como elementos formadores de la nacionalidad. La agonía del imperio
turco crearía un eventual vacío de poder, por el que rivalizarían Rusia y Austria-Hungría principalmente. Esta
cuestión oriental constituiría una fuente de interminables conflictos y sería la chispa que llevaría a la
confrontación de 1914.
Entre 1871 y 1914 no existen guerras generales. Pero la atmósfera general aparecía como una preparación para
una gran ruptura. En el escenario Europa central el nacionalismo, a medida que se acercaba 1914, tenía otra
virtud desestabilizadora del sistema.
El imperio austrohúngaro constituye una rareza multinacional en la era de las nacionalidades. El derrumbe del
imperio turco acentuaba este peligro, ya que algunos de sus segmentos tendían a unirse con otros que estaban
bajo el dominio de Viena.
Al mismo tiempo, existían factores profundos que afectarían enormemente al sistema internacional: el
imperialismo. Hacia 1870-1900 algunas potencias europeas (Francia e Inglaterra) ocupan tanto las zonas no
estatales del globo (África) como algunas sociedades antiguas que no pueden resistir la intrusión de los estados
europeos (Asia). Alemania e Italia sólo recogieron despojos, y la primera no se enriqueció ni fue más poderosa
mediante esta política. Rusia practicó un cierto expansionismo. Estados Unidos aparece con un cuasi
imperialismo, en el cual las razones geopolíticas y de política interna explican con mayor credibilidad su
expansión. En todo caso, este empuje europeo termina por ocupar el globo e incorporarlo a un sistema
internacional global.
Pero más importante es otra cara del imperialismo. Las disputas coloniales dejaron un rasgo extremadamente
conflictivo en los actores del sistema internacional, y contribuyeron a cargar la atmósfera internacional con una
idea de enfrentamiento irreversible.
La época del imperialismo ejercería un atractivo irresistible sobre las masas incorporadas a la vida política, al
que no serían inmunes las tendencias revolucionarias rupturistas del socialismo marxista, la gran nueva
ideología del mundo moderno. De este modo la carrera por las colonias se revistió de un carácter emocional que
limitó la acción más racional de muchos aparatos diplomáticos.
El ambiente de crisis se articuló en la configuración de los grandes bloques de alianzas entre 1890 y 1914: por
una parte la triple alianza de Alemania Austria Hungría e Italia, y por la otra, la triple entente con Francia, Rusia
e Inglaterra, que al fin tuvo que salir de su aislamiento, que ya no era tan espléndido. De este modo, en época de
paz se presenció ya la desaparición del sistema multipolar y la tendencia a la consolidación de uno bipolar, lo
que anunciaría la guerra, intensa y pasional, que sepultaría la preeminencia europea en el mundo.
29
Finalmente, en este período se da el surgimiento de dos nuevos actores en el escenario internacional. Estados
Unidos es, ya desde el punto de vista de la cantidad de poder disponible, la primera potencia en el mundo
después de 1900. Pero su doctrina política exterior le demanda una actitud aislacionista. De ahí que pueda
barajar hasta comienzos de siglo una política enormemente moralista y enormemente pragmática lado a lado,
casi sin percibir la tensión entre ambas. El aislacionismo tiene límites, en el área de América Central y el Caribe
lleva a cabo una política cuasi imperial, y se conduce con un agudo sentido geopolítico en el pacífico, chocando
con otro actor emergente, el Japón.
Este país corresponde al único caso en Asia en donde la intrusión europea desde mediados del siglo XIX
provoca una reacción inmediata de modernización de parte de sus elites tradicionales, Japón desarrollaría una
política con la ambición de crear un imperio como el de algunas potencias europeas y ser aceptado como par de
aquellas. Su poder sería limitado, pero ya se destacaba por su singularidad.
Las tendencias belicistas y militaristas tienen su contrapartida en un tímido nacimiento del pacifismo. El avance
del derecho internacional en el siglo XIX llevó al alumbramiento de una serie de acuerdos internacionales no
políticos que hacían vislumbrar a las futuras organizaciones internacionales.
La primera guerra mundial y la despotencialización del concierto europeo.
La guerra fue resultado de tendencias y tensiones que se habían acumulado por largo tiempo. Pero también
constituyó para la clase política el quiebre en la confianza en el inapelable avance y triunfo del progreso y de
los valores humanistas de la cultura cosmopolita europea. Éste hecho no está en absoluto desvinculado del
quiebre del sistema internacional.
Si la tendencia a la bipolarización del sistema internacional ya había acentuado la inestabilidad, la carga
emocional que acompaña el estallido de las primeras etapas de la guerra se convirtió en un factor agregado de
ese quiebre. La guerra fue recibida con una explosión de júbilo de la población en todos los estados
involucrados. El fenómeno tuvo relación con los procesos de democratización, en cuanto la opinión pública
tenía más influencia en las decisiones de política internacional. El clima de carácter belicista abrió paso a odios
y a una tendencia a introducir el principio del exterminio en la relación entre los estados enemigos, aunque no
sea más que potencialmente por el momento. La dirección militar del conflicto parece imponer su lógica a la
dirección política, con lo que se desvaneció toda posibilidad de limitarlo. Para los aliados, Francia e Inglaterra,
las "potencias centrales" aparecían como despotismos militaristas, aunque los primeros tenían la incómoda
alianza de la Rusia zarista.
En segundo lugar, la prolongación de la guerra, la estrategia militar inepta, el desarrollo inaudito de las técnicas
de trituración militar y el naufragio biológico de una generación europea impusieron un tremendo sacrificio y
una tremenda impresión a los contemporáneos. La relación entre Guerra y paz parece ser que experimentó un
punto de inflexión: aunque la guerra en nombre de la paz sigue siendo una presencia nuestros días, por otro lado
la experiencia de la guerra como algo normal e inevitable ha sufrido una deslegitimación a partir de entonces.
En tercer lugar, la guerra fue mundial. No sólo porque Europa involucraba al mundo, sino también porque el
mundo se unificó en un sistema de emociones único. Existe un claro proceso de ideologización de la guerra, en
cuanto que su nueva legitimidad está representada por doctrinas supranacionales, que le darían gran fuerza a un
grupo de actores, los aliados. Este hecho está vinculado con el ingreso a Estados Unidos en la guerra en 1917 y
con su liberalismo aplicado a las relaciones internacionales, privilegiando retóricamente los aspectos de
democracia y autodeterminación nacional. La revolución rusa ayudó a ideologizar el conflicto, gracias a su
nueva interpretación de la guerra internacional, como guerra civil internacional.
En el choqué de voluntades y de resistencia, a la postre los sistemas democráticos demostraron ser más
vigorosos que los sistemas autoritarios o monarquías semi parlamentarias, semi autoritarios como Alemania. El
derrumbe del zarismo, y con ello de un camino "occidental" para Rusia, tendría hondas consecuencias. Pero el
fenómeno que en el curso de la guerra produjo mayores transformaciones fue el ingreso norteamericano al
conflicto. Bajo el liderazgo del presidente Wilson esta unión rompe su aislamiento y penetra en la política
mundial dispuesto a participar en la configuración del futuro sistema internacional global. Un vuelco de la
opinión pública y una suerte de sublevación moral la que se va al país a involucrarse en el conflicto y a una
resolución democrática del mismo. La intervención norteamericana decidió el resultado de la guerra. Por
primera vez en varios siglos,1 potencia extra europea fue decisiva para la resolución de un conflicto en el
interior del sistema internacional europeo, cuyos actores no se bastaban a sí mismos para configurar un sistema
internacional de alcance global. También presenciamos, aunque todavía limitadamente, la penetración de
creencias en el sistema internacional que terminarían con su homogeneidad y le darían un carácter heterogéneo.
El orden de Versalles y el vacío de poder en el sistema internacional.
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La paz de París constituyó la serie de tratados que los vencedores de la guerra firmaron con cada uno de los
vencidos. El orden de Versalles corresponde a la situación internacional europea, y se refiere al predominio de
los vencedores en Europa, Francia e Inglaterra en primerísimo lugar, y a sus visiones divergentes acerca del
sentido de ese orden, que más bien terminó siendo un desorden y un naufragio casi sin paralelo en la historia.
El tratado de Versalles no estuvo en la tradición del concierto europeo, en cuanto no consultaba la inclusión más
o menos fluida del vencido en el sistema de los vencedores, como lo fue el Congreso de Viena. Para Alemania
significó el casi total desarme, enormes reparaciones económicas a los vencedores, ocupación parcial de su
territorio y reconocimiento de su culpabilidad. Desde el punto de vista de la efectividad, humilló pero no
aplastó. Originalmente se pensó que la sociedad de las naciones haría de instancia conciliadora, en ausencia
Estados Unidos la convirtió en un instrumento de la política francesa, mucho menos dispuesta a las concesiones
que la inglesa y la norteamericana.
El sitio internacional desarticulando sectores. Por una parte, en los estados del statu quo, Francia e Inglaterra
sobre todo, y los estados revisionistas, Alemania y la ahora unión soviética, aunque sumamente
despotencializados. El conflicto franco-alemán se destacaría como el problema de las relaciones
internacionales, y así lo aparecería también para sus actores, mientras que Inglaterra intentaba un cierto rol
mediador.
El dato clave que permite entender el vacío de poder en el sistema internacional lo constituye la política
internacional de los Estados Unidos. El presidente Wilson fue el gran impulsor de la Sociedad de las naciones,
que estaba pensando su origen como una organización mediadora y conciliadora entre vencedores y vencidos,
pudiendo ser un efectivo agente de paz en el mundo de la posguerra. Pero Senado norteamericano rechaza la
adhesión de Estados Unidos a la organización, respondiendo así a las tendencias más profundas de la política
exterior de su país. Esta unión regresa a una actitud aislacionista y no intervendrá en la política europea, salvo
en aspectos relativamente marginales. No se trata de que Estados Unidos no intervengan el mundo. Sólo que lo
hará de acuerdo con una definición estrecha de sus intereses, como en la región de América Central y el Caribe,
como en el pacífico, al punto de enfrentar una creciente rivalidad, tensión y enfrentamiento con Japón. El
aislacionismo norteamericano no fue más que un espejismo que cubrió un intervencionismo estrecho de miras,
hasta que en Pearl Harbour el sistema internacional se presentó en su forma más brutal, como una guerra a la
que no podía sustraerse.
La aparición de la Unión Soviética en 1917 es el otro gran acontecimiento. Triunfó la revolución de de nuevo
cuño en la historia europea, que termina con el gobierno radical de un partido, y no como antes con una síntesis
entre lo antiguo y lo nuevo. También se funda un estado con "potencia de conversión" que puede apelar a
lealtades marcha de sus fronteras, y que ve su sentido de existencia en la propagación de la revolución mundial,
como creía su fundador, Lenin en 1917.
El nuevo estado tiene que sacar a luz una doctrina, ya que el marxismo no consideraba el problema de las
relaciones internacionales. Así cree que, a la espera de la revolución mundial, debe esperar su propia
consolidación, absteniéndose de ingresar en la política mundial y no cooperando en la configuración del sistema
internacional europeo.
La URSS a partir de 1921 regularizó sus relaciones diplomáticas y comerciales con los países europeos. Sólo
demorarían hasta 1933 las relaciones con los Estados Unidos. En la medida en que Moscú llevó a cabo una
política exterior, lo hizo en cuanto estado "revisionista", como perdedor de la guerra. En ese sentido, tanto por
motivos políticos como por razones doctrinarias define como enemigo número uno al imperialismo anglo-
francés, o sea, el orden de Versalles. En la medida en que se manifestó como integrante del orden internacional,
toda su política concurrió a debilitar a las potencias occidentales. Fruto de ello son los tratados de Rapallo y de
Berlín, con Alemania, que reanudaron las relaciones entre ambos estados, y que acompañaron el proceso de
activa interrelación económica entre los dos países.
La política exterior soviética era dirigida por él "Comisariado de asuntos exteriores", y representaba sólo una
cara de la misma. Pero como potencia revolucionaria el entonces muy real "comunismo internacional" también
tenía otra organización que representara esta faz. Esta sería el Comintern, que reunía a los partidos comunistas
de todo el mundo, y que debía promover la revolución. Bien pronto el magnetismo del sistema soviético
serviría a Moscú para subordinar el Comintern a las necesidades de la política exterior soviética, no siempre
coincidentes con las de los movimientos revolucionarios. El magnetismo también se extendía a sectores
liberales en occidente. Nunca fue tan popular la URSS en Europa como en los años 20 y 30, en la época del
gran genocidio y del gran terror.
31
Hasta 1934 la URSS no consideraría necesario constituirse en un actor legítimo del sistema internacional, y en
este sentido su política internacional tiene una cierta correspondencia con el aislacionismo norteamericano.
En Europa oriental y en la zona del báltico el ordenamiento de posguerra presenció el nacimiento de una serie
de estados nacionales nuevos, producto de la desintegración y/o derrotas de otros mayores.
En el mundo colonial, la intrusión europea había provocado en algunos de ellos reacciones viscerales, pero que
frente a las técnicas y a la organización europeas no tenían posibilidades. Muy diferente fue cuando las élites
locales adoptaron la mentalidad y la ideología europeas para interpretar su circunstancia histórica. De este
modo, desde los años 80 en la india se formó un movimiento nacionalista e independentista, y desde comienzos
de siglo se formó un movimiento en China que buscaba romper la hegemonía occidental.
La Primera Guerra Mundial acelera e intensifica este proceso por vía de dos influencias. Por una parte, la guerra
debilita la capacidad europea de emplear recursos en el dominio o influencia de las regiones colonizadas o
hegemonizadas. Por la otra, como la guerra se ideologizó desde un primer instante, y ello se intensifican
exponencialmente con el ingreso de Estados Unidos y la revolución rusa, las doctrinas con que se combate en
Europa no se dejan limitar al continente europeo. No se podía combatir por la autodeterminación nacional para
Polonia y Bélgica, y de negar la a China o a la India, al menos a los ojos de las élites coloniales.
La India se convierte en un dominio conflictivo para Inglaterra y China se vuelve inmanejable para las
potencias europeas, ya a partir de 1911. Pero la verdadera dimensión del problema chino se plantearía recién
después de la guerra.
Japón aumenta su ambición imperial en la región asiática, y aumenta también su confrontación diplomática con
Estados Unidos. La debilidad francobritánica en la región es aprovechada por Tokio para desarrollar una
política activa y expansionista que obedece a una tendencia iniciada con la renovación del Japón tradicional
hacia mediados del siglo XIX.
Japón al menos hasta los años 30 quería ser reconocido como par por las potencias europeas y por Estados
Unidos y adquirir un imperio como aquellas.
La oleada nacionalista en Asia llegaría hasta el Mediterráneo, después de cubrir prácticamente todo el
continente. La renovación turca secularizó el estado, lo occidentaliza, rompe con la paz que le habían impuesto
los aliados y logra un tratado más equitativo en 1923.
El espíritu de Locarno, es un intento de parte de los principales actores europeos por transformar el orden de
Versalles de herramienta de hegemonía y de congelamiento del estatus quo, el instrumento de revisión gradual y
consenso en ese orden, de modo de admitir e interesar a los derrotados en las ventajas del nuevo orden
internacional. Este tratado significó el ingreso alemán a la sociedad de las naciones. Más que los logros
mismos, lo importante es que los actores del sistema internacional en Europa lograron percibir a este como un
campo legítimo en el cual desempeñar su puesto en el mundo, y que un cambio drástico del mismo iría en
perjuicio directo de ellos mismos.
La emergencia de la Alemania Nazi y la marcha hacia Segunda Guerra Mundial.
La gran depresión tuvo profundas consecuencias económicas, sociales y culturales. Sin embargo, existe una
gran excepción en el caso alemán. La gran depresión originó la crisis política que se prolongó de 1930 a 1933, y
que finalmente culminó en el acceso al poder de un partido político comprometido con una alteración radical
del orden internacional existente. Aquí está el origen fundamental de la Segunda Guerra Mundial.
En la agitada atmósfera ideológico cultural de los años 20 no se podía impedir el surgimiento de revisionismos
radicales, que aunaran una demanda nacional, con una ordenación interna y externa basada en presupuestos
divergentes de la herencia política y moral de la cultura europea.
Esto es lo que sucede con el nacionalsocialismo alemán policía se trata de un sistema político salido del
ambiente revolucionario y contrarrevolucionario de la Europa de la primera posguerra. En parte corresponde a
los fascismos, dictaduras de partido único, con movimiento de masas, antimarxistas, pero que a la vez
combatían la amenaza revolucionaria, con métodos y con estilos extraños a la tradición. En parte corresponde a
los sistemas políticos totalitarios, y tiene asombrosas semejanzas con el marxismo en el poder. Se interpreta la
tradición nacional de manera restringida, tan selectiva que se condena a todos los componentes reales de los que
ha sido una nación.
Su propósito era la configuración de un espacio geopolítico en el centro y en el este de Europa, jerárquicamente
organizado, racialmente estratificado, con pueblos de señores, de servidores, de esclavos, mientras otros eran
destinados al exterminio radical. El fin último era la preparación para una guerra eterna por la conservación de
la autarquía económica y cultural de ese espacio. Si esta interpretación es correcta, aquí yace el origen de la
Segunda Guerra Mundial.
32
El nazismo tuvo además una especial genialidad en presentarse también en el lenguaje de las demandas
legítimas de su tiempo, especialmente la exigencia de autodeterminación nacional.
Mediante una serie de golpes espectaculares, Hitler pudo romper con las restricciones de Versalles y Locarno,
rearmar a Alemania, recuperar territorios perdidos o en discusión, anexarse a Austria y Checoslovaquia un
seguido hacia 1929, Alemania proyectaba una ya larga hegemonía sobre Europa oriental, y poseía un poder
militar no inferior al de los países occidentales, Francia e Inglaterra.
La política estos países ha recibido el hombre de apaciguamiento, usado peyorativamente. En los años 30 el
apaciguamiento estuvo unido a un espíritu del tiempo, cansancio y horror a la guerra, disposición a pagar casi
cualquier precio por evitarla. También relacionado con las tensiones ideológicas, ya que la opinión pública
conservadora en occidente consideraba que resistir ante los nazis podía significar abrir las puertas a una
revolución comunista o algo similar en la política interna.
Así el apaciguamiento se convirtió en una política de apaciguar a Hitler.
Cuando el liderato inglés de pronto percibe el carácter radical del programa nazi, gira totalmente en su política
y pasa a la tenaz resistencia. En septiembre de 1939 se interpone en el camino nazi y entra junto con Francia a
la guerra para defender la independencia polaca. Las circunstancias no podían ser peores, ya que la alianza nazi
soviética les había invertido un equilibrio estratégico hasta el momento relativamente favorable para aquellas.
La actitud soviética, por doctrina y por cálculo se había encaminado a minar el orden de Versalles. Incluso no
veía en los nazis a rivales peligrosos, tenía más hostilidad por los socialistas democráticos.
Entre 1933 y 1934 cambia su percepción, la destrucción del orden de Versalles había puesto efectivamente por
primera vez en peligro la existencia soviética. Consecuentemente Moscú cambia su política con una
espectacularidad a la que debía acostumbrarse el mundo en los años siguientes. Ingresa en la sociedad de las
naciones, donde se hace portavoz de su divisa de la seguridad colectiva, que implicaba una aceptación y
defensa del statu quo internacional. Pero el cambio fue demasiado brusco y careció de credibilidad.
Tampoco faltan indicios de que en esos años la política soviética no abandonó su sueño de una guerra intra
imperialista, entre la Alemania nazi y las democracias occidentales. El caso es que en agosto de 1939 se decide
por un pacto con la Alemania nazi. Este pacto de no agresión condenaba a Polonia, y repartía esferas de
influencia en Europa oriental.
En junio de 1941 la impaciencia hitleriana por realizar un programa radical en un plazo cortísimo, lleva a
emprender una guerra contra la Unión Soviética. Fue un conflicto extraño a la tradición europea. Excesos y
exterminios espontáneos jalonan toda su historia. Esa guerra comenzó a delinear a la coalición victoriosa de
1945.
En diciembre de 1941 Japón decide llevar adelante su proyecto en guerra contra Estados Unidos. Así el gigante
norteamericano es convocado irrevocablemente a ocupar su lugar en el orden internacional, formándose la
alianza de los necesitados, con la URSS y con Inglaterra, que con todos sus discordias y contradicciones
inherentes, sentarían sin embargo las bases del sistema internacional de segunda posguerra. Pero sería un
sistema internacional cualitativamente muy diferente del concierto europeo, que naufragó definitivamente en
esta especie de gran guerra civil europea entre 1914 y 1941.
La estructura y funcionamiento el sistema bipolar contrasta marcadamente con el sistema que hemos estudiado:
• Número de miembros: Los actores centrales son dos grandes potencias. Éstas constituyen los polos de
poder en el sistema, alrededor de los cuales se encuentran otras potencias, formando dos alianzas
compactas o bloques. Morton Kaplan propone distinguir dos variantes del sistema bipolar: la rígida, en
que no habría actores fuera de los bloques, y la flexible, en que existiría la opción de no alineamiento.
No obstante, los no alineados no constituyen un tercer polo. Puede considerarse que cada polo es una
alianza de varios estados centrada en un estado dirigente. El problema básico de un sistema bipolar
reside en la alta probabilidad de que cada polo trate de eliminar al otro. Pese a que puede existir una
voluntad mínima cooperación entre los bloques, un sistema bipolar se caracteriza por un grado tan alto
de concentración del poder, que las relaciones entre los bloques tienden intrínsecamente a ser tensas y
conflictivas.
• Poder nacional: las bases de poder se encuentran fuertemente concentradas en los polos del sistema.
Especialmente en los aspectos militares, las potencias rectoras controlan proporciones muy altas de los
recursos de poder de cada bloque, ejerciendo un control estrecho sobre las actuaciones de éste. Las
posiciones de poder de los estados subordinados son de clara inferioridad, situación que se considera
insuperable en el corto y mediano plazo. Sólo los polos del sistema tienen intereses políticos
estratégicos verdaderamente globales. Las potencias subordinadas tienen intereses locales y en algunos
casos regionales, los que pueden promover, en la medida en que sean compatibles con los de la
respectiva potencia rectora.
• Alineamientos: son rígidos, la hipótesis del realineamiento de un actor subordinado plantea una
amenaza a la seguridad del bloque. Las alianzas centrales organizan como combinaciones virtualmente
permanentes, involucrando la adhesión de cada miembro los principios y métodos de la potencia rectora
o, al menos, un reconocimiento a la primacía de sus intereses de seguridad. Al mismo tiempo, los polos
buscan recíprocamente socavar la disciplina política de los integrantes subordinados del bloque rival.
• Preponderancia: cada bloque busca, al menos como objetivo de largo plazo, superar la situación de
bipolaridad. En último término, la eliminación del bloque rival y la consiguiente transformación del
sistema constituyen la única garantía de seguridad integral desde la perspectiva de las grandes potencias
enfrentadas en conflicto bipolar. Tal objetivo, sin embargo, no se adoptó como meta práctica e inmediata
en la medida que prevalezca la disuasión mutua.
• Identidad de los actores: los polos del sistema no descartan la eliminación de los actores del bloque
rival. En ausencia de disuasión, un conflicto bélico entre bloques tiende a ser total. Bajo condiciones de
difusión mutua una serie de guerra limitada podría servir para cambiar sitio internacional. En la medida
en que una amenaza de recurrir a la guerra nuclear careciese de credibilidad, podría prevalecer la
superioridad local, y un estado en ascenso podría usar la fuerza limitada para cambiar el statu quo
territorial.
El realineamiento lleva a un cambio de identidad internacional de tal actor, y no sólo a un cambio de sus
políticas, que por cierto contrastarán radicalmente con las del pasado. Mas allá de estos cambios
parciales el gran objetivo sigue siendo la derrota y eventual disolución del bloque rival.
El sistema descrito deja poco espacio para la práctica de la moderación política. Las superpotencias han
demostrado cierta cautela en sus relaciones mutuas debido fundamentalmente a la presencia de un factor nuevo:
la disuasión nuclear o el equilibrio del terror. Un segundo factor que ha debilitado las tensiones bipolares ha
sido la reintroducción, especialmente a partir de la década de 1960, de elementos de multipolaridad en el
sistema, que de este modo ha adquirido un carácter mixto.
La práctica del balance en su variante moderada requiere la adhesión de todos los participantes a un código de
conducta diplomática congruente con las reglas del sistema. Los grandes procesos de cambio del siglo XX han
transformado profundamente la diplomacia tradicional, de un pasatiempo aristocrático, un deporte para
príncipes, todos los cuales reconocían las mismas reglas del juego y jugaban por los mismos objetivos
limitados, la diplomacia ha devenido en una forma interacción formalmente pacífica, pero que no rehuye la
35
confrontación radical entre los actores políticos.
LA DIPLOMACIA:
es el conjunto de interacción e internacionales de carácter pacífico, conducidas por agentes oficiales de los
estados y de organizaciones intergubernamentales. La diplomacia consiste en interacciones al menos
formalmente pacíficas, lo que distingue este método de interacción internacional de los métodos bélicos. La
figura del diplomático, cuya misión es promover los intereses externos del estado procurando convencer a otros
actores, se contrapone conceptualmente a la del militar, el agente estatal encargado de promover los intereses
del estado bajo la dirección de la autoridad política que procura vencer a los enemigos externos del estado en
situaciones de guerra. Los dos niveles y métodos de acción no son mutuamente excluyentes, y en la práctica se
relacionan en múltiples aspectos. Aunque se ha definido la diplomacia como un método de interacción pacífica,
está claro que ella desempeña diversos papeles en contextos bélicos.
Los sujetos de la diplomacia son agentes oficiales. Éste carácter de los sujetos asegura la representatividad de
sus actuaciones. No obstante, tal representatividad no asegura que habrá, en último término, consentimiento del
estado. Así, el derecho internacional mantiene la institución de la ratificación de los tratados internacionales.
Mediante la ratificación, los órganos internos de poder consienten en obligar a éste en términos de un acuerdo
bilateral como multilateral suscrito anteriormente en representación del estado. Aunque la firma del tratado ha
constituido una actuación oficial, la necesidad de ratificación pone de manifiesto que el centro de poder del
estado no se ha desplazado hacia los negociadores diplomáticos, sino que continúa residiendo en la
organización institucional central.
La actuación ocasional que agentes privados para determinadas gestiones internacionales no pasa de constituir
un método auxiliar de la diplomacia.
La diplomacia es un elemento central en la conducción de las Relaciones Exteriores. De la calidad de la
diplomacia depende en la armonización de los objetivos e instrumentos de la política exterior con los recursos
disponibles, así como la percepción adecuada de las oportunidades y restricciones para la acción prevaleciente
en cada coyuntura internacional.
La diplomacia, más que cualquier otra forma de interacción internacional, ha alcanzado un significativo nivel
de institucionalización. Las funciones de la diplomacia son: información y análisis, comunicación, negociación,
implementación de programas y representación.
La recolección de información acerca de hechos y tendencias observadas en el exterior y su análisis e
interpretación, son esenciales para la elaboración e implementación de las políticas exteriores.
Comunicación: una función esencial de la diplomacia es la transmisión de mensajes entre el gobierno. El
memorándum diplomático, la nota de protesta, la entrevista del embajador con un canciller u otro funcionario
de gobierno, son algunos de los instrumentos habituales de comunicación, tanto en contextos de cooperación
como de conflicto. En situaciones de crisis internacional, se ha observado que los flujos de comunicación entre
las partes tienden a interrumpirse, especialmente cuando las relaciones diplomáticas se deterioran por el retiro
de embajadores o se rompen formalmente. Tales bloqueos de comunicación contribuyen a exacerbar las
tensiones aumentando la inseguridad y desconfianza entre las partes agregándose a los factores sustantivos en
una crisis internacional. Por esto la mantención de vías de comunicación abierta y expeditas es una alta
prioridad de los participantes en la diplomacia. La comunicación en el plano bilateral suele ser útilmente
complementada por la oportunidad de comunicación en los foros multilaterales como las Naciones Unidas y la
OEA.
Tradicionalmente ha existido un idioma diplomático predominante: el latín, luego el francés y actualmente el
inglés, cuyo uso generalizado permite reducir los inconvenientes y dificultades de comunicación producido por
la multiplicidad de idiomas nacionales. El uso del idioma diplomático predominante no tiene carácter oficial.
En Naciones Unidas, los cinco idiomas mencionados en el artículo 111 de la carta (Chino, francés, ruso,
español e inglés) tienen igual valor oficial, pero las delegaciones usan ampliamente sus lenguas nativas.
Negociación: la conclusión de por lo internacionales en la función más importante de la diplomacia, en cuanto
concreta iniciativas de cooperación y disminuye o supera situaciones de conflicto. No obstante, estos no son los
únicos fines de la actividad negociadora. La negociación diplomática se funda en una política exterior, que se
traduce en una estrategia frente a los demás participantes en el proceso. El negociador debe comprender el
marco de condiciones políticas en que tiene lugar su actuación, de modo de conducirse en el rango de
alternativas compatibles con los intereses del gobierno que representa, los que debe traducir en proposiciones
negociables con las contrapartes.
En segundo lugar, la negociación no puede fructificar si no existe una base de sustentación del poder nacional.
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La calidad de la diplomacia puede amplificar o reducir la gravitación negociadora del estado; pero, en último
término, un diplomático que actúa por un estado carente de recursos para producir determinados resultados no
tiene credibilidad. Por esto es poco probable que un estado muy débil frente a otro u otros.
En tercer lugar la negociación requiere un conjunto de agentes, que pueden comprender desde jefes de estado o
de gobierno hasta delegaciones especiales. Las negociaciones al más alto nivel político tienen la ventaja de la
máxima representatividad: se logran acuerdos, los participantes empeñaran su peso político en defenderlos en
sus países y hacerlos cumplir. Pero eso tiene un riesgo muy alto, ya que si la negociación fracasa,
comprometerá seriamente la carrera de los dirigentes asociados con ella. La diplomacia en la cumbre constituye
una práctica excepcional, aunque entre algunos gobiernos ha adquirido recientemente cierta regularidad. La
regla general siguen siendo las negociaciones a través de los agentes diplomáticos acreditados ante los
gobiernos.
El cuarto elemento de la negociación esa disposición a un compromiso de intereses. Esa disposición al
compromiso exige parte el diplomático desarrollo de la actitud de persuasión, consistente en llevar a la otra
parte a aceptar determinada perspectiva acerca de un asunto.
Implementación: Parte de la rutina diplomática consiste en ejecutar programas y acuerdos internacionales de los
más variados contenidos.
Representación: gran parte de los esfuerzos de un diplomático acreditado ante un estado u organismo
internacional se dedican a proyectar una imagen favorable de su estado. Frente al gobierno, las de sus políticas
y la sucia donde actúa, el diplomático es uno de los símbolos visibles más destacados de un país.
LAS ALIANZAS:
las alianzas son acuerdos entre dos o más estados, destinados al logro de determinados objetivos mediante la
acción conjunta o coordinada de los mismos.
El primer fundamento de las alianzas es la percepción de insuficiencia de los recursos de los estados para
promover un determinado interés, que incentiva a los gobiernos a buscar combinaciones internacionales con
dicho fin.
La formación de alianzas y su eventual funcionamiento dependen de consideraciones sobre los intereses de los
estados en determinadas coyunturas internacionales. En un sistema bipolar tiende a ser intrínsecamente
conflictiva la coexistencia de dos potencias dominantes tienden a formarse alrededor de los polos de poder que
se encuentran enfrentados. Entre vecinos es prácticamente imposible mantener políticas distantes e indiferentes,
de modo que si no es aliado permanente, un estado vecino fácilmente se convierte en enemigo.
Las alianzas que se fundan en determinada característica del sistema internacional son de inspiración
fundamentalmente pragmática.
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Dado que la URSS continuaba la carrera armamentista, los Estados Unidos sofisticaron su estrategia a través de
la doctrina McNamara. Los objetivos básicos eran:
• disuadir de un ataque nuclear contra los Estados Unidos y sus aliados desarrollando la capacidad de
inflingir un daño inaceptable para el atacante. (Destrucción asegurada).
• En caso de guerra, limitar el daño de las poblaciones y capacidades industriales propias. (Limitación del
daño)
• En caso de guerra nuclear se deberían destruir las fuerzas militares del enemigo y no su población civil
(Contrafuerza).
Esta estrategia entrará en crisis con el fracaso en Vietnam.
Coexistencia pacífica:
En el XX Congreso del partido comunista de la Unión Soviética (1956), Kruschev denuncia los métodos
sangrientos de Stalin e inaugura un proceso de desestalinización.
Además, anuncia una política de "coexistencia pacífica", repudiando la doctrina de Lenin acerca de la
inevitabilidad de la guerra entre el comunismo y el capitalismo, declarando que el comunismo llegaría a la
victoria demostrando pacíficamente su superioridad. La coexistencia pacífica se entiende como relaciones entre
regímenes contrapuestos e implica sólo la renuncia a la guerra, pero no a la expansión mediante la lucha
económica, política e ideológica.
En 1955, se reúnen 29 países afroasiáticos en Bandung. El comunicado final termina con el enunciado de los 10
principios de la coexistencia :
1. respeto de derechos humanos fundamentales.
2. Respecto a la soberanía y la integridad territorial de todas las naciones.
3. Reconocimiento de la igualdad de todas las razas y de la igualdad de todas las naciones.
4. No intervención y no ingerencia en los asuntos internos de los otros países.
5. Respeto de los derechos de cada nación a defenderse individual y colectivamente de acuerdo a la carta de
las Naciones Unidas.
6. Rechazó todo arreglo de defensa colectiva destinado a servir los intereses particulares de las grandes
potencias. Rechazo de toda presión que una potencia intente ejercer sobre otra.
7. Abstención de actos o de amenazas de agresión o empleo de la fuerza contra la integridad territorial o la
independencia política de un país.
8. Arreglo de todos los conflictos por medios pacíficos.
9. Estímulo de los intereses mutuos y la cooperación.
10. Respeto de la justicia y de las obligaciones internacionales
en 1957, se realizó la conferencia de El Cairo donde asistieron 35 países afroasiáticos. En esta conferencia los
países subdesarrollados se manifestaron en contra del sistema implantado por las superpotencias que implicaba
colonialismo, neocolonialismo, discriminación racial y armamentismo.
En 1961 se creó en Belgrado el movimiento de países no alineados. Condenaron el colonialismo, el
armamentismo, la discriminación racial, la política de Israel en Medio Oriente y se apoyaba la lucha por la
independencia de los nuevos países.
Esto podría resumirse en el reclamo de un nuevo orden económico, en una postura cercana a la de la URSS, y
un movimiento político liberal republicano, cercano a los Estados Unidos.
La detente (1969-1980):
para 1969 el sistema internacional se presentaba síntomas que lo diferenciaban del estricto bipolarismo
característico de los 50, los que se irían acentuando en el transcurso de la década del 70 y que significaban un
claro cambio en la correlación de fuerzas en el ámbito internacional.
La Unión Soviética estaba más consolidada en su carácter de superpotencia. En el tercer mundo, el proceso de
descolonización aumentó el número de países viciosos de incrementar sus demandas en pos de un orden
mundial que les permitiera un mayor desarrollo económico y político. China, ya concretada su ruptura con la
Unión Soviética, se presentaba como un poder creciente en el este asiático. En el bloque occidental, Europa y
Japón habían resuelto la crisis económica de posguerra, alcanzando 1° de desarrollo que los convertiría en los
competidores (en el ámbito económico) más importantes de los Estados Unidos. Para 1969, la economía
capitalista mundial evidenciaba una agudización de sus problemas. La suma de estos cambios demostraba una
tendencia a la multipolaridad.
En cuanto a los Estados Unidos "el desarrollo de la estrategia de contención los había llevado a la necesidad de
estar preparados militarmente para enfrentar dos guerras y media. En la medida en que la media guerra
40
(Vietnam) se salía completamente de proporción, la necesidad de variar radicalmente los supuestos de la
política exterior, poniendo fin a la guerra fría, se hacía evidente.
La línea de distensión apuntaba a reemplazar una estrategia en crisis, y a consolidar la hegemonía de los
Estados Unidos ante las nuevas realidades internacionales. Así se introducían los cambios fundamentales con
respecto a la contención:
• el hecho de que la Unión Soviética sea una gran potencia mundial no debe ser necesariamente un factor
de inestabilidad, en la medida en que esa pueda ser llevada, por la fuerza y la negociación, a asumir
plenamente un papel estabilizador.
• El otro cambio en el reconocimiento de la tendencia hacia la multipolaridad.
Empíricamente la detente se evidencian en hechos de notable trascendencia, como ser: el viaje de Nixon a la
URSS y la firma de los acuerdos de Moscú, la firma del tratado sobre limitación de armas estratégicas (SALT
I), la apertura de China y el fin de la guerra de Vietnam. Esta política he apoyado desde Europa con la apertura
de Alemania hacia el este, conocida como “ost polítik”.
La administración Carter adhirió en sus inicios a la política de distensión, pero ante el desarrollo de la Unión
Soviética iba adquiriendo y frente a la realidad negativa por los Estados Unidos reaccionó retomando el viejo
concepto de la contención global.
El cambio de gobierno en Irán, el avance del socialismo en Angola y por último la invasión soviética en
Afganistán fueron interpretados como signos de debilidad norteamericana. En tal sentido, el Congreso de los
Estados Unidos se negó a ratificar el nuevo tratado para limitación de armas estratégicas (SALT II).
La interpretación soviética sobre la crisis de la detente atribuía la culpa al resurgimiento de fuerzas
reaccionarias en el interior de los Estados Unidos que se expandirán sobre diferentes grupos sociales del
Congreso y la opinión pública a través de los medios de comunicación.
La nueva guerra fría (1981-1985):
La llegada al poder de Ronald Reagan significó profundos cambios tanto en la política interna como externa de
los Estados Unidos. Los principales problemas que enfrentaba la administración, estaban enmarcados en el
relativo debilitamiento del poder en el ámbito económico, como la pérdida de la hegemonía ante el avance de la
Unión Soviética y la difusión del poder.
Reagan plantea un globalismo geopolítico-estratégico, basado en dos ideas fundamentales:
• el retorno a la guerra fría, resurgiendo la relación antagónica entre el este y el oeste en todos los
órdenes. No se pueden hacer más concesiones ante el avance agresivo y la Unión Soviética, por lo que
se implementa la contención del expansionismo soviético en el tercer mundo. De acuerdo a esta
perspectiva se propone un notable aumento del gasto militar y se enfatizan la necesidad de llevar
adelante el proyecto de defensa estratégica. Estas presiones tienen por objetivo forzar a la Unión
Soviética a elegir entre un retraimiento externo y un colapso interno. En el plano político ideológico se
reafirman las ideas de libertad y democracia, como también la necesidad de que los Estados Unidos
consoliden su condición de liderazgo dentro del mundo libre.
• El punto de partida para el análisis de la política económica internacional es la relación estrecha que
existe entre esta y la política de seguridad de los Estados Unidos. Una se complementa con la otra para
resolver los problemas de la economía interna y para defender los intereses de seguridad.
El desarrollo de algunos acontecimientos (conflicto centroamericano, deterioro de los gobiernos autoritarios
latinoamericanos, cambio de conducción en la Unión Soviética, Irangate, el creciente déficit fiscal
norteamericano, etc.) evidencian la imposibilidad de revivir la guerra fría en su plenitud y los límites que la
evolución del sistema internacional marca a un objetivo de tal magnitud.
41
Gobierno Presidente Partido Politica internacional
1946-49 Contención selectiva
1945-1953 Harry Truman Demócrata
1950-53 Contención global
1953-1961 Dwight Eisenhower Republicano 1953-60 Contención asimétrica
1961-1963 John Kennedy Demócrata
1961-1965 Contención simétrica
1963-1969 Lyndon Johnson Demócrata
1969-1974 Richard Nixon Republicano Distensión realista
1965-1979/81 Distensión o “DETENTE”
1974-1977 Gerald Ford Republicano
1977-1981 James Carter Demócrata Distensión interdependentista
1981-85 Nueva Guerra Fría
1981-1989 Ronald Reagan Republicano
1985-89/90 Neodistensión
1989-1993 George H. W. Bush Republicano
1993-2001 William Clinton Demócrata 1990-hoy Orden de posguerra fría
2001-2009 George W. Bush Republicano
1917-1924 Lenin Cohabitación pacífica + NEP + Internacionalismo proletario
1924-1953 Stalin Socialismo en un sólo país + Fin de la NEP + Bipolarismo rígido
1953-1964 Kruschev Coexistencia pacífica, referida a la relación con EEUU y Europa Occidental. Se traslada e
1964-1982 Brezhnev escenario de Guerra Fría al 3º mundo.
Conflicto con CHINA Liderazgo de la URSS sobre el comunismo
1982-1984 Andropov
1984-1985 Chernenko
1985-1991 Gorbachov Desideologizar las RRII. Distensión para consolidar reformas internas.
1991-1999 Boris Yeltzin
1999-2008 Vladimir Putin
2008-hoy Dimitri Medvedev
Enrique Rubio: “La era de la detente. La distensión internacional en la década del '70”
El control de las armas nucleares:
Las negociaciones SALT:
La década de 1950 había sido testigo de las primeras iniciativas tendientes a crear condiciones para la
convivencia pacífica entre los dos sistemas. En mayo de 1955 comenzaron las conversaciones formales sobre el
desarme, que habrían de extenderse durante ocho años sin que se registraran progresos visibles. La crisis de los
misiles de Cuba vino a alterar esta situación al producir una nueva comprensión del grave peligro de estallido
de una guerra atómica, lo que estimuló el surgimiento de posiciones más realistas en ambos lados. Una
consecuencia inmediata de dicha crisis fue la firma, en junio de 1963, de un memorándum de entendimiento
destinado a establecer un vínculo directo de comunicaciones entre Washington y Moscú para casos de
emergencia.
El problema de las armas nucleares paso a ser el leitmotiv de los contactos entre ambos gobiernos, y si bien el
diálogo no ha podido sustraerse a los efectos de ciertas circunstancias que han influido sobre el tono de esa
relación y dañado las posibilidades de entendimiento recíproco, ha podido percibirse sin embargo cierta
inclinación de las partes a reconocer la importancia prioritaria de dicha cuestión y procurar aislarla de los
vaivenes producidos en las condiciones políticas de la vinculación entre los dos bloques.
Kennedy fue asesinado en 1963. En Octubre de 1964 se produjo el relevo de Kruschev. Estos hechos causaron
un inevitable paréntesis en los contactos bilaterales, acentuado por la forma inusual y sorpresiva en que se
habían suscitado los cambios en ambos gobiernos.
Entretanto, comenzaba a adquirir serios contornos un conflicto que habría de tener profundas consecuencias
para el futuro de la política norteamericana, influyendo en el curso de las relaciones con la Unión Soviética. El
agravamiento de la situación en Vietnam llevó al gobierno de Johnson a tomar decisiones que ampliaron la
participación de los Estados Unidos en una guerra para la cual el país no se encontraba militar ni
psicológicamente preparado. Sin embargo, el conflicto no logró detener el diálogo entablado en torno a la
limitación de armamentos nucleares.
Por encima de las diferencias que separaban las potencias, a mediados de esa década parecía haber adquirido
reconocimiento por parte de los gobiernos la idea de que el problema planteado por la incesante expansión de
los arsenales nucleares era demasiado urgente como para que su tratamiento se postergara indefinidamente. La
exigencia de foros multilaterales para la discusión de cuestiones de desarme permitió a la Unión Soviética
42
seguir explorando las posibilidades de acuerdo sin necesidad de entrar en tratos bilaterales con los Estados
Unidos.
El tratado de no proliferación nuclear, firmado en esa época, respondía a un claro interés compartido de evitar
la diseminación horizontal de las armas atómicas, sin asumir por ello una verdadera obligación de limitar los
arsenales propios.
En los Estados Unidos, dos factores obraron como principales impulsores de las iniciativas oficiales
emprendidas en la dirección de limitar las armas estratégicas. El primero de ellos fue la aparente convicción del
gobierno Johnson de que debía estimularse el diálogo diplomático con Moscú, a pesar de la guerra de Vietnam.
Otro factor fue el giro introducido en la carrera armamentista nuclear por el desarrollo de los primeros sistemas
estratégicos defensivos. Toda innovación tecnológica en el terreno de las armas nucleares provoca un nuevo
impulso en el ciclo de acción y reacción que caracteriza a la competencia militar entre las superpotencias. La
adopción generalizada no reportaría mayor seguridad para ninguna de las partes y obligaría a incurrir en
incalculables gastos. Esto representaba una novedad preocupante para los estrategas norteamericanos: por
primera vez el aparato militar soviético lideraba el proceso de cambio al introducir un nuevo tipo de arma
estratégica que no se encontraba dentro de los proyectos norteamericanos más inmediatos.
Las posibles implicancias de este novedoso desarrollo no escaparon a la percepción del gobierno de
Washington. La administración Johnson decidió promover resueltamente la iniciación de conversaciones
bilaterales sobre la limitación de armas estratégicas en conjunto con las primeras medidas tomadas por el
Congreso norteamericano hacia la materialización de un sistema defensivo nuclear propio, las que eran un
reflejo de la creciente inquietud originada por el emplazamiento de proyectiles de ese carácter en las
proximidades de Leningrado y alrededor de Moscú.
UNIDAD 2 – B
Gladys Lechinni: “El orden económico de Bretton Woods y su resquebrajamiento”
Durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos contó con una hegemonía
absoluta en el orden político, económico y militar lo que le permitió diseñar y administrar ese orden
internacional.
Estonia necesita pasar de la economía de guerra a una de paz sin recesión: la fórmula era incrementar el
comercio creando liquidez internacional y generando una demanda externa a través de la reconstrucción de las
economías europea y japonesa, devastadas por la guerra. Fue gracias al inicio de la Guerra Fría que se logró Un
consenso favorable a la transferencia de recursos de Estados Unidos al resto el mundo capitalista desarrollado, a
través del plan Marshall primero y del rearme Después, estableciendo contradictoriamente las bases para su
pérdida relativa de hegemonía al cuestionar competitivamente Europa y Japón la supremacía industrial
norteamericana a partir de los 60.
Esta noción dominante para la expansión acelerada de los vínculos entre capitalistas. Por consiguiente también
pergeño las instituciones de Bretton Woods donde se aseguró un rol dominante.
El Fondo Monetario Internacional fue creado para promover la estabilidad en los tipos de cambio y apoyar
financieramente a los países con déficit de corto plazo en sus balanzas de pago conseguido se buscaba evitar lo
que pasó en la década del 30 dos países devaluaban para poder vender más y más barato.
El banco internacional de reconstrucción y fomento (Banco Mundial) fue pensado para otorgar créditos para
proyectos de infraestructura con el objetivo de ayudar a la reconstrucción de las economías devastadas por la
guerra y para ayudar a los países en desarrollo.
Estas instituciones fueron ideadas como sustitutos del mercado privado de capitales que había sido una de las
grandes víctimas de la depresión y la segunda guerra mundial pensando que su desaparición sería permanente.
Ambas instituciones los motores de la reconstrucción de posguerra, se carecían de fondos suficientes. Esta
función la cumplieron los capitales gubernamentales norteamericanos que aportaron la mayor parte de los
préstamos.
Bretton Woods, está estructurado para qué Estados Unidos sea la locomotora de la reconstrucción. Se creaba
liquidez mediante déficits sistemáticos en la balanza de pagos norteamericana. Hasta finales de los 50 esto
funciona bien, pero este mecanismo contenía las semillas de su propia destrucción en la medida en que con el
flujo de dólares al exterior caía la participación norteamericana en el total de reservas y mientras se mantuviera
la paridad dólar-oro, el déficit en la balanza de pagos norteamericana no podía ser fuente indefinida de liquidez
porque se planteaba la elección entre solvencia o liquidez.
En la década del 60 esta situación se hizo crítica, el resto el mundo había recompuesto sus reservas y
43
comenzaba a tener reticencias para acumular dólares en forma ininterrumpida. Con la inundación de dólares en
el exterior y Estados Unidos empieza a tener costos para financiar el déficit en su balanza de pagos.
Para paliar lo implementa regulaciones contradictorias con el diseño original de Bretton Woods sobre el libre
movilidad de flujos de capital y profundizaron la tendencia hacia el debilitamiento de la posición
norteamericana como rector de la política económica mundial.
Paralelamente a la relativa pérdida de hegemonía norteamericana disminuye la capacidad del control estatal
ante la emergencia de espacios por encima de las economías nacionales.
Hacia la década del 50 estándar de condiciones para el resurgimiento del sistema bancario internacional, sé que
existía una moneda sobre la cual había una certeza con respecto al tipo de cambio y que era aceptada
internacionalmente.
En este proceso de transnacionalización del mercado financiero de capitales podemos establecer cuatro etapas
con límites imprecisos:
1. Primera etapa (1950-1965): los bancos norteamericanos se inician acompañando a las multinacionales
en su expansión a los mercados de los países desarrollados. Es un grupo reducido de bancos
norteamericanos. El mercado del eurodólar adquiere fuerza y dinamismo a partir del éxodo que se inicia
en Estados Unidos en los 60 para evadir los controles norteamericanos que no podrían aplicarse a sus
sucursales en el exterior.
2. Segunda etapa (1965-1973): esta unión sigue siendo el banquero del mundo, norteamericanos
encontraron respuestas creativas a las limitaciones impuestas por la Reserva Federal. Así aparecen el
eurobono (bonos emitidos en dólares desde Londres) y el certificado de depósito en eurodólar. Así, libre
de cualquier restricción estatal, comienza expandirse con nuevas características: expansión masiva que
incluía pequeños bancos y aparición de dos nuevos tipos de operaciones bancarias en el exterior
(consorcios bancarios multinacionales entre bancos norteamericanos y europeos, y los paraísos
bancarios que evitan los controles de Estados Unidos y asestan un duro golpe al monopolio de Londres).
A finales de este período, son los bancos norteamericanos los que dominan el mercado global. Aparece
la industria de las finanzas y el euromercado se convierte en una fuente internacional alternativa de
fondos. Estados Unidos se enfrenta a una situación cada vez más complicada: déficits crónicos en su
balanza de pagos, reducción progresiva de sus superávits comerciales, existencia de dólares en el
exterior superando sus reservas en oro, y el problema de la guerra de Vietnam. Las políticas
norteamericanas de 1971 Van a ser decisivas para el destino del sistema, Nixon repudia los acuerdos que
se habían montado bajo la propia decisión norteamericana y declara la inconvertibilidad del dólar con el
oro. Como consecuencia se produce una masiva especulación contra el dólar, las empresas
transnacionales, los bancos e inversores comienzan a mover fuertes sumas de dinero fuera del mercado
del dólar en otro tipo de monedas perdiendo los estados el control de las políticas monetarias. Se pasa de
un sistema monetario gubernamental hacia el sistema orientado por el mercado.
3. Tercera etapa (1973-1982) en 1973 el primer shock petrolero y la posterior recesión que pudo ser
paliada por los bancos norteamericanos gracias a sus ganancias del exterior contribuirá a incrementar el
rol de los mercados financieros privados. De esta forma se transformaron en dependientes de su
ganancias externas. El primer petrolero provecho al banco internacional es que la cantidad de dólares
impensada, ya que con la crisis y posterior recesión de las economías desarrolladas las empresas
transnacionales vieron más redituable invertir en el mercado financiero que en la producción. Asimismo,
los países de la OPEP que tenían excedentes los volcaron al mercado financiero, por su limitada
capacidad para absorber exportaciones en la oferta de bienes de capital por parte de los países
desarrollados, la escasa capacidad de gestión para la inversión productiva y el alto rédito obtenido en el
mercado financiero. Esta liquidez internacional se vuelca a los países importadores de petróleo para
cubrir déficit en sus balanzas de pagos a través del mercado privado internacional de capitales. Hacia
1975 los bancos privados sustituyeron a las entidades financieras internacionales y al gobierno de los
países industrializados como fuente principal de financiamiento externo de los países en desarrollo,
utilizando parte de los préstamos a corto plazo con finalidades de largo plazo.
En esta etapa se pueden anotar algunas características: el incremento en la participación y competencia
de bancos europeos y japoneses junto a los norteamericanos, la aparición de los créditos sindicados, el
incremento desmesurado de los negocio financieros y del comercio interbancario, un crecimiento más
rápido del mercado financiero que el del comercio y la producción mundial, un movimiento de bancos
hacia Estados Unidos atraídos por las altas tasas de interés, la aparición de nuevos prestatarios (bloque
44
soviético y tercer mundo). El endeudamiento de los países del tercer mundo creció en los 70 entre un 25
y un 30% anual.
Con el segundo shock petrolero, la situación empieza a complicarse. Los países en desarrollo tratan de
financiarlo como su endeudamiento pero se encuentran con una actitud diferente por parte de los países
desarrollados y los bancos privados. Los primeros aplican políticas monetarias restrictivas y fiscales
expansivas junto a políticas proteccionistas en el comercio internacional, y se elevan las tasas de interés
y la recesión pasa a los países en desarrollo. Los bancos se mueven más cautelosamente y prestan a más
corto plazo y en condiciones más duras.
4. Cuarta etapa (1982-2008): la explosión de la crisis se produce en 1982 cuando Polonia y México se
declaran en default. Los bancos presentaban una gran exposición sacarían prestado mucho más que su
capital, y existía el temor del no pago generalizado: una moratoria concertada los llevaría a la quiebra.
Como consecuencia se cierra casi totalmente el flujo de capitales el tercer mundo y reprograman la
deuda para que los préstamos figuren en los libros como buenos en lugar de declarar a los prestatarios
en quiebra.
Con la aparición de estos problemas reaparecen el estado y los organismos multilaterales de crédito que
habían perdido fuerza por una década: el estado nación apoyando los estados con problemas de deuda
para evitar una crisis global del sistema y las instituciones financieras colaborando de alguna manera
con los bancos El FMI adquiere un nuevo lugar gracias a la crisis de la deuda global, adquiriendo un
nuevo rol como unidad de terapia intensiva disciplinando a los deudores. Así los bancos no vuelven a
prestar a los países con dificultades a menos que los gobiernos acuerden políticas de ajuste con el fondo.
El ajuste suplanta al financiamiento, y el FMI se vuelve prestamista interino de última instancia cuando
los países con problemas no pueden obtener fondos otra fuente. Este idilio entre FMI y los bancos ayudó
a los bancos al incitar fondos frescos a los deudores que facilitaban el pago de los créditos temerarios,
mientras el fondo tenía legitimidad para imponer políticas de ajuste con mayor efectividad que los
bancos y asegurar que se cumplieran.
GATT: Finalizada la Segunda Guerra Mundial y en orden de aumentar los flujos comerciales, se firma el
acuerdo General de comercio y aranceles (GATT) basado en cuatro principios:
1. No discriminación:
1. cláusula de nación más favorecida: cualquier beneficio arancelario que se otorga un país hay que
extenderlo al resto de los países, a excepción de aquellos acordados en un acuerdo de integración.
2. Trato nacional: una vez ingresado el producto importado no puede ser discriminado, debe tratarse
igual que cualquier producto nacional.
3. Reciprocidad: se negocian aranceles de dos productos al mismo tiempo. Debe ofrecerse reducción
de aranceles a cambio de los pedidos de reducción a los otros países.
2. Comercio más libre o más previsible: se busca reducir los obstáculos al comercio mediante
negociaciones.
3. Comercio más competitivo: se busca combatir las prácticas desleales como el dumping.
4. Más ventajoso para los países menos adelantados: se les otorga mayor flexibilidad y mayores plazos
para adaptarse.
Este acuerdo multilateral sobre comercio y aranceles regula el área comercial, sólo incluye a los productos
manufacturados, busca lograr progresivamente la disminución de los aranceles para permitir la liberalización
del comercio.
En 1994 se crea la Organización Mundial de Comercio, que incorpora agricultura, servicios y propiedad
intelectual a las manufacturas establecidas en el GATT, que pasa a ser uno de los acuerdos que la forman.
Asimismo incorpora la discusión de barreras para arancelarias como ser las cuotas de importación, las cuotas
arancelarias, las compras gubernamentales, el dumping, etcétera.
UNIDAD 3 – A
A. Busso - Estados Unidos y América Latina: "la distancia entre la unipolaridad y los estados fracasados"
en el ámbito de las relaciones hemisféricas la década de los 90 trajo consigo un conjunto de pseudo verdades
que comenzaron a mostrar su debilidad aproximadamente a partir de 1997. Una de esas verdades subrayaba la
llegada de una etapa de consenso para la elaboración de la agenda continental basada fundamentalmente en la
idea de defender la democracia, perfeccionar la economía de mercado, trabajar para la liberalización comercial,
aggiornar el área de la seguridad continental a través de la redefinición de los conceptos tradicionales de
45
seguridad y la preparación conjunta para enfrentar las nuevas amenazas a la seguridad en la etapa de postguerra
fría. El contexto que permitía elaborar dicho consenso estaba caracterizado por la globalización en sus
diferentes dimensiones que actuaba como un catalizador de los elementos homogeneizantes. Parecía que a pesar
de sus asimetrías estructurales de poder, los estados de la región marchaban hacia un proceso de modernización
política y económica bajo la guía del neoliberalismo. Excepto Cuba, fueron identificados como estados
democráticos y varios de ellos como mercados emergentes.
Los Estados Unidos lograron detener el debate sobre la declinación del poder norteamericano y comenzaron a
discutir las características de su poder en la post guerra fría.
Después de un período de optimismo (1990-1995) aparecen datos desalentadores tanto en torno a las
posibilidades de desarrollo de América Latina como a una optimización de los vínculos de la región con
Washington. Sucesivas crisis políticas, debilidad institucional, deterioro de los índices de crecimiento
económico, aumento del desempleo y los índices de pobreza, incremento de los niveles de violencia doméstica,
aumento de las actividades de narcotraficantes grupos guerrilleros son síntomas claros y dramáticos de la crisis
en la que ha caído la región. Todo esto ocurre en un marco de abandono creciente de los actores económicos
intergubernamentales y no gubernamentales y de actitudes ambivalentes de apoyo y desamparo por parte de la
potencia hegemónica.
Mientras Estados Unidos transitó de la crisis relativa de hegemonía a la unipolaridad, América Latina peregrinó
del intento de modernización y el surgimiento de mercados emergentes al estancamiento y la posibilidad de
convertirse en una proveedora de estados fracasados.
La política exterior norteamericana en la postguerra fría del debate sobre la declinación a los anuncios de
unipolaridad:
La política exterior de los Estados Unidos a lo largo de los años 70 y 80 estuvo impregnada por el debate sobre
la crisis relativa de hegemonía. El deterioro en términos comparativos del poder norteamericano trajo
aparejado:
• diferentes propuestas de política exterior que abarcaron desde las alternativas de distensión internacional
sostenidas por Nixon y Carter hasta la nueva Guerra Fría de Reagan;
• Distintas evaluaciones sobre la condición coyuntural o estructural de la crisis hegemónica y
• Ricos debates académicos entre los que se destacó la obra de Paul Kennedy "auge y caída de los
imperios" que, como símbolo de los declinacionistas, sostenía la hipótesis de que los imperios caen
cuando su sobreextensión de obligaciones estratégico militares sobrepasa su capacidad económica.
La obligaciones asumidas por Estados Unidos para garantizar la seguridad del bloque occidental habían servido
durante algunos años para consolidar su condición de superpotencia, pero con el paso del tiempo y la
persistente resistencia de los aliados para incrementar sus gastos militares en función de la defensa conjunta,
dichas obligaciones estaban generando un efecto bumerán simbolizado en la pérdida relativa del poder
norteamericano.
Las llegada de George Bush a la Casa Blanca en 1989 coincidió con un conjunto de cambios internacionales
que terminarían conduciendo a la finalización de la guerra fría y a la aparición de indicadores que serían
utilizados como una muestra empírica de la debilidad de las tesis declinacionistas y como sustento para quienes
esgrimía las llegada de una era unipolar.
La caída del muro de Berlín y la posterior unificación de Alemania, la consolidación de fuerzas centrífugas en
Europa central que indicaban el principio del fin del dominio soviético y el creciente deterioro del poder de
Gorbachov al interior de la Unión Soviética socavaron fuertemente los supuestos que la escuela realista había
establecido a partir de mediados de los 40 como bases de la política exterior norteamericana: la existencia de un
enemigo único identificado con el comunismo y la supremacía de las cuestiones de seguridad. A inicios de los
90 la política de contención aparece como un paradigma que enfrenta anomalías serias para explicar el contexto
internacional del momento a la vez que no aporta una guía clara para diseñar y ejecutar las acciones externas de
Washington.
Fue la guerra del golfo el acontecimiento que le aseguró al presidente Bush un lugar en la historia de la política
exterior americana. Dicha guerra fue presentada como una condición necesaria para dar un salto cualitativo en
la evolución internacional y llegar a lo que el propio Bush denominó nuevo orden internacional. Éste se
caracterizaría por demostrar el triunfo de los Estados Unidos como única superpotencia y por la revalorización
de la democracia y la economía de mercado como objetivos de la acción política externa de Washington.
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Se respeta la tradición realista recurriendo a la guerra y privilegiando la fuerza para garantizar los intereses
estratégicos de los estados Unidos tales como el triunfo de la democracia, la defensa de los derechos humanos y
el recurso a la multilateralidad para la defensa de la paz y seguridad internacionales.
Las acciones de la administración Bush hacía América Latina fueron un claro ejemplo de la utilización de
instrumentos de fuerza y cooperación. La invasión a Panamá, la jerarquización de la lucha contra el narcotráfico
con un fuerte acento en la necesidad de concentrar los esfuerzos en lo países productores y las crecientes
presiones en los temas de la agenda económica fueron muestras claras de distintas dimensiones de la política de
fuerza. Por otra parte, el anuncio de la iniciativa para las Américas, la reactivación de la OEA y la aparición de
una agenda regional acordada dieron lugar a la generación de una instancia de mayor coincidencia entre
Estados Unidos y América Latina a partir de inicios de los 90.
La primera mitad de la década de los 90 se caracteriza por un creciente alineamiento de las políticas exteriores
regionales con los intereses de Washington.
A lo largo de la era Clinton la política exterior americana vivió un momento liberal en plenitud. Se plantea la
conformación de un orden internacional basado en la defensa de la democracia y los derechos humanos, la
expansión de la economía de mercado y las acciones multilaterales para la defensa de la paz y la seguridad
internacionales esta postura fue presentada como un cambio de paradigma que significaba el abandono del
modelo de la contención al comunismo vigente durante la guerra fría y la adopción de otro caracterizado por el
compromiso y la expansión de la democracia y economía de mercado. El diseño original de la política exterior
de la administración Clinton incluía la participación militar de Estados Unidos a los fines de llevar ayuda
humanitaria, involucrarse en la operaciones para lograr y mantener la paz en los conflictos internacionales que
caracterizaron el período de postguerra fría y, posteriormente, la continuidad de la presencia militar y civil
norteamericana para trabajar en la construcción del estado institucional y materialmente desvastado.
La puesta en práctica de esta política a nivel global sufrió dos reveses de magnitud: el fracaso de la intervención
en Somalia y el grado de dificultad para resolver el caso de Haití. Consecuentemente, la política de compromiso
y expansión de la democracia y la economía de mercado transitó de la globalidad hacia la selectividad diferida.
Estados Unidos restringía su compromiso en operaciones multilaterales a casos que afectaran su interés
nacional y a acciones donde el mando militar y político estuviese bajo su exclusivo control, y requería que la
misma contase con el apoyo del ejecutivo, el Congreso y la opinión pública y que la victoria estuviese
asegurada. Partiendo de una visión basada en el liberalismo Clinton se dirigió hacia un liberalismo pragmático.
A pesar de ello el ejercicio del poder unilateral durante la era Clinton tuvo algunas particularidades. La
administración Clinton realizó un correctamente la diferencia entre poder y autoridad y los Estados Unidos,
durante su mandato, han revitalizado sus alianzas, han empezado a integrar a sus antiguos adversarios al
sistema internacional, trajeron paz a las regiones críticas en su seguridad, adaptaron su estrategia global para
alcanzar nuevos desafíos, y han construido el más abierto y dinámico mundo económico en la historia, siendo el
logro fundamental del presidente Clinton el haber conducido a los Estados Unidos de la era de la Guerra Fría a
la era de la globalización en una forma en la que aumentó, no sólo su poder, sino también su autoridad.
Todos los cambios vinculados a este nuevo momento liberal en la política exterior americana fueron
implementados en un marco de claro predominio de la agenda doméstica sobre la externa a lo que se sumó la
decisión presidencial de borrar la línea entre los temas internos y los internacionales. Esta modalidad política
contribuyó a elevar la ya existente influencia de los medios de comunicación y los grupos de interés en las
decisiones de la política exterior al mismo nivel que podían hacerlo sobre cuestiones domésticas.
Esta característica ayudó a incrementar dos fenómenos de importancia creciente en la última década del siglo
XX: La condicionalidad y el perfil interméstico de la política exterior estadounidense. Esta estructura de poder
imperante se caracteriza por un proceso de difusión del poder estatal, un proceso que ha minado la autoridad del
estado. Ha habido un cambio de la autoridad tanto hacia arriba como hacia los lados en lo vinculado a temas
políticamente menos sensibles que son tratados por los organismos intergubernamentales y organizaciones
privadas y comerciales. Por otra parte, existe un fenómeno menos generalizado de difusión de poder hacia abajo
donde la autoridad central es reemplazada por las autoridades locales y regionales. Finalmente como
consecuencia de la integración de la economía mundial en finanzas, transportes, comunicaciones y producción
existen algunas responsabilidades importantes de la autoridad política que ningún estado territorialmente
definido está en posición de ejecutar completamente. Esto significa el ascenso de la autoridad no estatal en el
ámbito de la economía política internacional con la creciente capacidad decisoria de las corporaciones
internacionales, el sector financiero transnacionalizado, las entidades supranacionales, los grupos criminales
trasnacionales.
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Mientras el gobierno de los Estados Unidos puede haber sufrido cierta pérdida de autoridad, la misma ha sido
frente a los mercados y no frente a los otros estados, en tanto que para los otros estados, su vulnerabilidad ha
crecido notablemente no sólo de cara a las fuerzas de los mercados mundiales, sino también frente al mayor
alcance global de la autoridad de los Estados Unidos.
Durante la administración Clinton el rol desempeñado por el sector financiero, claramente identificado como un
actor no gubernamental con acciones típicas de grupo de presión, es un ejemplo de la desaparición de las
fronteras entre temas domésticos e internacionales y de pérdida relativa de la autoridad del estado americano
frente al mercado. Sin embargo, la consolidación del poder global de los Estados Unidos frente al resto de los
estados del planeta ha sido muy significativa también.
Otra de las consecuencias de la estrategia de borrar la línea entre lo interno y la internacional fue el incremento
del perfil interméstico de la política exterior americana, característica que se trasluce en la fuerte dependencia
de esta última de los múltiples actores e intereses domésticos afectando, en ocasiones, su grado de
previsibilidad.
Esta tendencia ha ejercido una notable influencia en las relaciones con los países de América latina porque: a)
hace que la política exterior americana sea cada vez más intrincada y más difícil de comprender por otros
actores internacionales; b) institucionaliza una tendencia preexistente como es el creciente peso de los actores
no gubernamentales domésticos americanos sobre la política exterior; c) complejiza el proceso de toma de
decisiones a la vez que dificulta la identificación de quienes son los actores que podrían tener intereses
comunes con distintos estados latinoamericanos sobre temas puntuales de sus agendas externas.
La agenda hemisférica involucra temas con énfasis en lo cooperativo, aunque no se pudieron desalentar las
cuestiones de agenda negativa reclamada por algunos actores domésticos estadounidenses. En el primer grupo
podemos incluir temas como la defensa de la democracia y los derechos humanos, las cumbres presidenciales y
de jefes de estado de las Américas, una posición más flexible frente a las políticas migratorias, predisposición
para abordar ciertos temas multilaterales como la firma y ratificación de la OMC y la firma del protocolo de
Kioto y la búsqueda de caminos para crear un área de libre comercio continental iniciada con posterioridad a la
ratificación del NAFTA. Entre los temas de agenda negativa encontramos las presiones viejas y nuevas por
cuestiones comerciales; el no veto del ejecutivo estadounidense frente a la aprobación de la ley de bloqueo
comercial a Cuba, que también contiene normas jurídicas con efectos extraterritoriales impulsadas por parte del
lobby cubano anticastrista en Miami y los sectores más conservadores del partido republicano y, finalmente, la
adopción de una retórica típica de un cruzado en la lucha contra las drogas canalizada en una serie de acciones
punitivas contra los estados productores a través de la política de certificación establecida en 1986. Por medio
de ésta los Estados Unidos se reservaban el derecho de evaluar quiénes tenían que integrar la lista de los estados
que deben luchar contra la droga, como lo hacían y de qué modo debían hacerlo.
La llegada a la Casa Blanca de George W. Bush involucra un desplazamiento de los ejes de política exterior
estadounidense establecidos por la administración Clinton. Esto se debe a varias razones: la visión teórica desde
la cual se interpreta el acontecer internacional, un estilo político más pragmático que ha caracterizado al partido
republicano y el perfil de algunos funcionarios con influencia en el proceso de toma de decisiones sobre
cuestiones internacionales.
La política exterior americana a partir de Bush intenta establecer un nuevo momento realista ajustado a las
características de posguerra fría. En este marco aparecen un conjunto de ideas rectoras que están estrechamente
vinculadas entre sí, que responde primariamente a una tradición realista, pero que no escapan a la visión propia
de un país hegemónico ni pueden evitar incluir entre sus valores la idea del excepcionalismo americano. Vemos
así una política exterior donde aparecen ideas tales como:
• Guiar los asuntos externos por el interés nacional más que por el ideal nacional.
• Trabajar en función de una agenda prioritaria.
• Disminuir las intervenciones por ayuda humanitarias.
• Revertir la causalidad en la relación intervención-defensa de la democracia. Los Estados Unidos deben
actuar internacionalmente buscando relaciones de libre comercio y mostrar una postura de fuerza por su
capacidad disuasiva. Estas acciones generarán más libertad y democracia. Esta última es un efecto,
nunca puede ser la causa de la intervención.
• Establecer una jerarquía entre los estados entendiendo que, las relaciones más relevantes, son las que se
dan con los actores más poderosos.
• No desconocer que la política exterior está influenciada por actores domésticos e internacionales pero
otorgar a los funcionarios encargados de la conducción de la política exterior un rol decisivo. Se
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pretende una mayor presencia del estado y los estadistas en la identificación del interés nacional y en la
conducción de las políticas para su defensa y una menor dependencia de los actores privados no
gubernamentales, principalmente parte del sector financiero transnacionalizado.
• Abandonar las políticas de salvatajes económicos tanto unilaterales como multilaterales vía los
organismos internacionales de crédito.
En cuanto a la política hacia América Latina, se hizo hincapié en en las relaciones con México. La creación de
un área de libre comercio continental con la consiguiente búsqueda de aprobación por parte del Congreso de la
“Trade Promotion Autority” y la continuidad del aislamiento cubano, fueron también componentes iniciales de
los anuncios hacia la región.
A estas ideas centrales se sumaban otras tales como: la necesidad de que las negociaciones del área de Libre
Comercio incluyeran tratativas para garantizar el autoabastecimiento energético para el hemisferio; un
seguimiento de la política de Chávez en Venezuela tomando como criterio si este gobierno se encuadraba dentro
de las pautas democráticas y mantenía relaciones tranquilas con sus vecinos; la reevaluación de la política hacia
Haití; la continuidad del plan Colombia y, de ser necesario, la ampliación de la asistencia económica sumada a
la búsqueda de apoyo de otros países de la región para que Colombia enfrentara a las fuerzas guerrilleras, las
narcomafias y los grupos paramilitares, y la reforma de los organismos de seguridad del sistema
interamericano.
Los cambios en la política exterior americana a partir de los atentados del 11 septiembre.
Los atentados del 11 septiembre conllevaron cambios tanto en la política doméstica de Estados Unidos como a
nivel de la política exterior. Para la interpretación oficial los ataques fueron clasificados como un acto de guerra
que, como consecuencia, produce un contraataque pensado también en términos de guerra.
Entre los cambios políticos domésticos se destaca la pérdida de libertad para la sociedad civil en tanto el nivel
de control e inteligencia exigido para prevenir nuevos ataques va más allá de las molestias y retrasos producto
de los controles, sino que a la larga deteriora los derechos humanos, las libertades fundamentales y las bases
democráticas de una sociedad. Otra repercusión doméstica se vincula con el resurgimiento del nacionalismo
basado en el excepcionalismo norteamericano. La idea de que los valores y el sistema político americano son
excepcionales y que por lo tanto deberían ser emulados por el resto de las naciones del mundo es un eje central
de la cultura norteamericana. Esto genera consenso doméstico en torno a las acciones de gobierno, pero puede
llegar a ser perjudicial como componente del discurso y las acciones internacionales en tanto irrita aún más a
los países y comunidades con cultura diferente que ven en los Estados Unidos a un país que avanza sobre sus
particularidades nacionales, culturales, religiosas, etcétera.
En el ámbito de la política exterior se da un vuelco con respecto a la forma en que Washington venía manejando
determinados asuntos desde hace tiempo y otras ponen de manifiesto un giro dentro de la administración de
Bush.
En el primer grupo podemos mencionar:
a) la recuperación del consenso bipartidista sobre política exterior, hecho que no se producía con esta magnitud
desde la ruptura del mismo en épocas de la guerra de Vietnam. El Congreso apoyó todas las acciones
emprendidas por la rama ejecutiva durante los primeros seis meses posteriores a los atentados.
b) el regreso del modelo de toma de decisiones centralizado en la Casa Blanca y sus asesores más cercanos
volviendo a esquemas similares a los de la guerra fría y dejando de lado, al menos en el corto plazo, los
procesos de toma de decisiones complejos y con participación de múltiples actores estatales y privados que
caracterizaron los primeros 10 años de posguerra fría.
c) nueva legislación sobre las posibles acciones de la comunidad de inteligencia y reemplazo de la existente
desde 1976. Las limitaciones establecidas por el Congreso a las acciones encubiertas de la CIA en los 70, como
consecuencia de la apertura de los documentos secretos del pentágono en lo que refiere a la guerra de Vietnam,
están siendo revisadas y se presume que este tipo de acciones serán legalizadas y expandirán su ámbito de
ejecución al extranjero con lo cual enfrentaremos una tendencia legal con efectos de extraterritorialidad.
En cuanto a los principales giros de la política exterior de la administración Bush con respecto a su diseño
original se ve una revalorización de la diplomacia y los esfuerzos multilaterales. Como consecuencia de los
atentados el gobierno ha equiparado su importancia estableciendo una campaña militar apoyada y precedida por
una estrategia diplomática muy activa.
Como consecuencia de los atentados Washington ha modificado su posición hacia la corte en Palestina
reconociendo la necesidad de crear un estado palestino y acotando su histórica política alianza unilateral con
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Israel. El presidente Bush ha denunciado el tratado de limitación de armas estratégicas defensivas para llevar
adelante su proyecto de defensa nacional con misiles, mientras continuó avanzando en las negociaciones con el
presidente Putin, con quien firmó un acuerdo para disminuir ojivas nucleares a la vez que logró el primer paso
para incorporar a la Federación rusa a la OTAN.
La discusión sobre la política hacia los países periféricos está cruzada por varias cuestiones. Una de ellas es que
hay estados que han sido identificados como santuarios terroristas y que serán sancionados por mecanismos
muy variados. Otra cuestión se vincula con la redefinición de las políticas de asistencia exterior y las
condicionalidades establecidas para los países receptores, sin dudas, la lucha contra el terrorismo es ahora una
condición básica para cualquier tipo de asistencia.
Se evidenció una profundización de la subdivisión de la región latinoamericana en tanto la zona andina es vista
desde Washington como una amenaza real, existente y muy peligrosa, mientras que el cono Sur es clasificado
como una zona de amenaza potencial, donde situaciones como la triple frontera, la debilidad estructural del
estado paraguayo y el deterioro de las capacidades de control de las fuerzas de seguridad de la región por
situaciones presupuestarias aparecen como preocupantes.
La trayectoria de América latina desde los 90 hasta la actualidad
la región atraviesa un profundo deterioro político económico que no sólo significa ausencia o desaceleración
del proceso de crecimiento, sino situaciones de crisis estructural como la que caracteriza la República
Argentina, o acontecimientos de gravedad institucional extrema como intento de golpe de estado en Venezuela,
situaciones cercanas a la guerra civil cual el caso colombiano y casos de advertencia externa a priori y caos
financiero ligado al futuro político institucional de los estados regionales como sucede frente a la campaña
electoral brasileña.
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Benedetto, Sabrina – Los cambios en la unión soviética (1985-1991)
Perestroika y Glasnot: Dos puntas de un iceberg
Hacia 1985 se inició en la URSS un proceso de cambio. Este país a nivel interno se encontraba inmerso en
constante y creciente estancamiento que provenía desde los años setenta. En el plano externo dicho
estancamiento cobró un rol trascendental dado que, los Estados Unidos, sobre todo a partir de la administración
Reagan, habían reaccionado con una gran energía a la voluntad hegemónica soviética de la era Brezneviana.
Reacción que se tradujo en una política de híper armamento, y que abarcó desde la no ratificación de los
acuerdos SALT II (1979) hasta el lanzamiento de la iniciativa de la defensa estratégica.
Gorbachov, fue la personalidad más destacada en la conformación de una nueva mentalidad que entendió la
necesidad de cambio.
Hacia 1987 la Perestroika y la Glasnot fueron presentadas por el gobierno de Gorbachov como políticas de
cambio para la Unión Soviética. La perestroika impuso la reforma económica y política, un plan sistemático y
una estrategia concreta para el desarrollo del país. Su principal objetivo era pasar de la gestión económica
centralizada a un sistema más descentralizado, basado en cierto grado de autonomía local y autogestión.
La reforma política fue concebida en tres etapas. En la primera de ellas se proyectó la reestructuración de los
órganos supremos, reformas en la estructura de los órganos de poder locales y la conformación de un nuevo
sistema electoral. En la segunda se pretendía profundizar las relaciones federales entre el poder central de la
Unión Soviética, las naciones y regiones que la integraban. Y en la tercera y última etapa, se proyectó
revitalizar las funciones de los soviets como órganos soberanos a través del autogobierno popular.
La glasnost fue la estrategia política para atenuar las políticas restrictivas que impedían la libertad de expresión
y la libre circulación de las ideas.
Como causas del fracaso soviético se puede señalar los efectos inherentes a un sistema que se fundó en la
centralización excesiva como sistema induce industrialización basado en luces en intensivo de la falta de
producción abundante y escasa aplicación o uso de tecnología y en existencia la burocracia cerrada e ineficiente
con falta de capacidad para adaptarse a los cambios. A lo cual hay que agregar el gran desgaste que la política
es sobre extensión imperial significó para la Unión Soviética. Si bien la misma trajo beneficios políticos-
ideológicos a su vez fue la causa de un gran despilfarro económico.
Gorbachov afirma que programa cambia su totalidad, estaba basado en el principio de "más socialismo y más
democracia". Esta fórmula implicaba aceptar que se podía lograr un mayor esfuerzo creativo, más organización,
ley y orden, más métodos científicos, una más profunda iniciativa económica y adquirir una mayor eficiencia
administrativa, todo lo cual redundaría en una mejor calidad de vida tanto material como social para todo el
pueblo soviético. El hecho de que la burocracia se hubiera adueñado del estado y sus mecanismos de control,
respondía a una fase interna programa socialista que era ineludible revertir.
Los cambios encarados por la Unión Soviética tienen como base fundamental una excesiva confianza en el
comunismo. Gorbachov sostenía que el sistema está en condiciones de tolerar una revolución interna. En este
contexto la política exterior ocupó un rol preeminente, secretario de la misma sería el primer paso para encarar
una disminución en la inversión armamentística.
UNIÓN EUROPEA:
La idea de integración europea no es nueva, viene del siglo XVIII: “Estados Unidos de Europa".
Segunda posguerra: Europa occidental considera dos enemigos: un interno dado por la situación alemana y un
externo, el comunismo en la URSS.
Historia:
1944- se conforma un área de libre comercio entre Bélgica, Holanda y Luxemburgo (Benelux).
1947- Benelux pasa a ser unión aduanera.
1951- se forma la CECA (Comunidad Económica del Carbón y del Acero). Esta está constituida por Francia y
Alemania, países que se habían enfrentado en tres guerras en menos de un siglo. Este tratado está motivado por
la idea de incorporar a Alemania y tenerla bajo control. El Carbón y el acero son materiales que activan la
industria armamentística, por lo cual la producción conjunta impide el rearme o la carrera armamentística. Al
designar una autoridad supranacional, ninguno de estos países podía disponer libremente la fabricación de
armas. Es decir, abdicaron, en estos productos, de soberanía nacional.
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1952- se incorporan Italia y los países del Benelux a la CECA.
1954- comunidad europea de defensa (idea de crear un euroejército). Es rechazada por la asamblea de Francia.
Se crea la Unión Europea Occidental (que carece de operatividad). La conforman Inglaterra, Francia, Alemania,
Italia y Benelux.
1957- se firman los tratados de Roma, creándose la comunidad económica europea (zona de libre comercio
entre los seis, que regula sólo las mercancías) y la EURATOM (comunidad económica europea para la
producción de la energía atómica). Estas tres comunidades se fusionan bajo el nombre de comunidad económica
europea.
A partir de aquí se dan dos procesos: uno de ampliación (incorporación de estados) y uno de profundización
(nuevos temas que abarca).
Década Ampliaciones Profundizaciones
‘60 No hay ampliaciones, Noruega solicita el 1962- Política Agraria Común (PAC)
ingreso pero en un referéndum el pueblo vota 1968- Arancel Externo Común (Unión
por no. aduanera)
En 1962 y 1967 Gran Bretaña solicita el ingreso 1969- Tríptico de La Haya:
y es rechazado por Francia. Existe una rivalidad • Posibilidad de ampliar el proceso de
histórica entre ambas. Además se consideraba integración en Europa.
que Inglaterra era el “Caballo de Troya” yanqui • PAC tiene un presupuesto propio
en Europa. Por último, el fracaso del otro independiente de la Comunidad.
proyecto de Integración propuesto por • Los Estados miembros deben concentrar
Inglaterra (EFTA, con Dinamarca, Noruega, esfuerzos en lograr la integración más
Finlandia, Austria y Portugal – Área de libre allá de lo económico que ya se había
comercio) hacía que pidiera el ingreso a la logrado. Idea de establecer el sistema
comunidad. monetario europeo.
‘70 1972- Ampliación hacia el norte. Se No hubo avances en el proceso de integración.
incorporan Inglaterra, Irlanda y Dinamarca. Marco: crisis del petróleo.
‘80 Ampliación hacia el Sur 1986- Todos los Estados reconocen el
1981- Grecia estancamiento del proceso de integración.
1986- Portugal y España Firman el Acta Única Europea. Objetivos:
1. Alcanzar la conformación de un
Mercado Común Europeo para fines de
1992
2. Modificar sistema de votación y toma de
decisiones en el consejo de ministros
3. Necesidad de cooperar en materia de
política de defensa.
4. Necesidad de cooperar en asuntos
políticos.
Incorpora 3 nuevas políticas comunes:
• Cohesión económica y Social
• Política de medio Ambiente
• Política de fondos estructurales
para el desarrollo e investigación
tecnológica.
‘90 1990- Unificación alemana. Ampliación sin 1992- Tratado de Maastricht. Se completa el
incrementar el número de Estados miembros. Mercado Común. Tratado político de la Unión
1995- Austria, Suecia y Finlandia. Paises con Europea. Dejan de denominarse CEE y nace la
un importante PBI. Alto grado de Desarrollo. Unión Europea (UE).
“Europa de los 15”. Es una Europa fuerte y Tres pilares fundamentales*:
unida. 1. unión económica y monetaria.
Italia, Alemania, Francia, Bélgica, 2. Política exterior y de seguridad común.
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Luxemburgo, Holanda, Gran Bretaña, Irlanda, 3. Cooperación en asuntos internos y de
Dinamarca, Grecia, España, Portugal, Austria, justicia
Suecia y Finlandia.
‘00 Ampliación hacia el Este
2004-
• República Checa
• Chipre
• Eslovaquia
• Eslovenia
• Estonia
• Letonia
• Lituania
• Hungría
• Malta
• Polonia
2007-
• Bulgaria
• Rumania
“Europa de los 27”
Estos países aún están en proceso de transición.
No tienen las libertades de los 15 originarios.
* 1- al estar consolidados como Mercado Común, se busca la unión económica, es decir, la coordinación de
políticas macroeconómicas. Establecimiento de un banco central común que respalde la emisión de la moneda
común. Tres etapas entre 1992 hasta 1999. Entre 1999 y 2002, otras tres etapas para la implementación
definitiva del euro. Desaparición de monedas nacionales. No ingresan los 15, sólo 11 (Grecia, Dinamarca,
Suecia e Inglaterra 90). Grecia no cumple los criterios en cuanto a inflación, PBI e Interés. Dinamarca e
Inglaterra no ingresan. Suecia vota negativo en el referéndum.
2- Pilar que durante la década del 90 y el nuevo milenio no se consolidan ni se concretan. Diseño de política
exterior no se da, hay distintas posturas. No hay cesión de soberanía. Se retoma la idea del euroejército. Se
busca que la OTAN sea el brazo armado de la UE. Surgen problemas: la presencia de Estados Unidos en la
OTAN, y que la misma se creó como mecanismo de seguridad colectiva de Europa occidental contra la
amenaza comunista. Es una alianza defensiva no propia. Se busca revitalizar la unión europea occidental de
1954. Esto no avanzó.
3- avanzó a una instancia media. Objetivo: lograr la cooperación de los estados en materia de inmigración y
narcotráfico. Lo único que se logró establecer fue la EUROPOL (Europolicía) que se convirtió en un órgano
burocrático.
Se creó la ciudadanía europea. Parlamento europeo, defensores del pueblo.
En 1995 entra en vigencia la libre circulación de las personas en el territorio de la UE (acordado en 1985), sólo
ingresan siete países, entre ellos Noruega e Islandia que no forman parte de la UE.
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UNIDAD 4 – A
Luis Maira: “La evolución de la política norteamericana hacia América Latina”
Podemos periodizar las relaciones entre Estados Unidos y América Latina en tres fases más o menos
determinables: una primera, que corresponde a la primera expansión imperial norteamericana, 1898-1933; una
segunda, que se corresponde con la época del poderío global o plena hegemonía internacional de Estados
Unidos y que va desde 1933, hasta el desarrollo ya avanzado de la crisis a fines de la administración Ford, en
1977; un tercer momento, caracterizado por la inserción de la política latinoamericana en los esfuerzos de
recomposición de la hegemonía internacional de Estados Unidos, desde el 77 hasta fines de los 90.
América latina es importante para Estados Unidos aún en el período previo a la existencia de una política
exterior activa en el gobierno y en la sociedad norteamericana. La doctrina Monroe en 1823 excluyó la
legitimación de la presencia europea en cualquier punto del hemisferio rechazando la existencia de espacios
coloniales en el suelo americano. Pero para nada rechazó la posibilidad de una creciente hegemonía
estadounidense frente a las naciones latinoamericanas en la forma en que los acontecimientos posteriores lo
confirmaron.
Hay una mirada geopolítica de los fundadores de la nación que desvaloriza el quehacer internacional activo,
que se concentra en la tarea de completar un país continente, a través de una expansión básicamente interna.
El inicio de una presencia internacional activa de los Estados Unidos es la guerra con España en 1898, de la
cual arrancarán las primeras actividades internacionales importantes y la primera vinculación específica con
determinados territorios y zonas que quedan colocados de modo directo bajo la hegemonía de Estados Unidos.
La primera expansión imperial de Estados Unidos va acompañar una participación muy activa en América
Latina.
La geopolítica clásica de fines del siglo XIX asocia la senso Estados Unidos como potencia a una doble
tendencia fundamental: evitar el conflicto directo con las potencias europeas concibiendo como zonas de
expansión privilegiadas aquellas donde están menos implantados los intereses europeos, y existen ventajas de
proximidad y control por parte de los Estados Unidos; segundo, la naciente geopolítica norteamericana
concluye que los Estados Unidos tienen un destino de potencia global fundada en el control de los espacios
marítimos. Estados Unidos irrumpe en los asuntos internacionales como una fuerza ascendente guiado por la
búsqueda de ser una potencia regional especializada que canalizará su expansión: hacia el pacífico, y hacia el
Caribe y, por extensión, hacia el resto de América Latina.
El pacífico es un viejo sueño de los primer presidente nortamericanos que se ocuparon de asuntos
internacionales De un modo más activo. Las incursiones en Japón abriendo el comercio a los intereses
norteamericanos y a la expansión fabril norteamericana, la participación activa en los conflictos la declinante
potencia china del imperio Manchú, etc. hacen del Lejano Oriente y del pacífico una primera área de expansión
norteamericana que se consolida con el control de Filipinas y de las Guam. La segunda dirección busca hacer
del mar Caribe “nuestro Mediterráneo”.
Esta primera fase de la primera expansión imperial norteamericana se da en un contexto en que Estados Unidos
es básicamente un poder regional con gran influencia en los asuntos mundiales, especializado en una expansión
hacia el pacífico y el Caribe y más tarde hacia el conjunto América latina y en donde una política dura,
primaria, muy prototípicas y características de las potencias imperiales nuevas es característica de este
momento en el quehacer internacional de Estados Unidos en relación a América Latina. Es un período rápido y
ascendente de las inversiones norteamericanas en los distintos países de América Latina y del sector financiero
de Estados Unidos en la región, desplazando aceleradamente a las potencias europeas.
El contenido fundamental del quehacer norteamericano en esta primera fase (1898-1933) está orientado hacia el
Caribe y está fundamentado En el corolario Roosevelt, que anima una política que implica una primacía
norteamericana, excluyente de los espacios autónomos de los países latinoamericanos, en la medida que viene a
decir que Estados Unidos se reserva el derecho de dirimir aquellos aspectos del desajuste doméstico que se
plantean en algún país del Caribe, Centroamérica o del resto de América Latina. Asume un rol de disciplina
viento y ordenamiento político del quehacer de las naciones situadas al sur de sus fronteras y hacia el mar
Caribe y toma un rol de activa intervención y control en buena parte de los asuntos internos, especialmente de
los países situados en su esfera más próxima.
El corolario Roosevelt marca un complemento agresivo de la doctrina Monroe y da inicio a una política exterior
regional que tiene lineamientos muy precisos:
• Acoplamiento de la política exterior con los ascendentes intereses económicos privados de los Estados
Unidos. Conocido como diplomacia del dólar.
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• Una política de activo involucramiento de sus fuerzas militares y de seguridad En el ordenamiento
político de los países del Caribe y de Centroamérica.
La llamada “diplomacia de las cañoneras” es un perfecto complemento de la llamada “diplomacia del dólar” y
la presencia Estados Unidos en este rudo primer momento de su naciente expansión imperial determina un tipo
específico de relación política a través del régimen conocido como “protectorado” de Estados Unidos en
naciones están colocadas en un cuadro de crisis o de disturbios domésticos, con un control directo de buena
parte del quehacer estatal y de la actividad administrativa, especialmente económica.
Los dos partidos norteamericanos, republicanos y demócratas, comparten durante estas tres décadas De la
primera expansión imperial esta visión de política dura, no sujeta restricciones, con abierta intromisión en los
asuntos domésticos de los países de la región y con un especial énfasis en las zonas que circundan más
inmediatamente el territorio de los Estados Unidos.
A partir de 1933 cambia enteramente la lógica de la política exterior general de los Estados Unidos, con la
llegada de Roosevelt a la Casa Blanca. Hay una reestructuración de la política exterior global norteamericana
que coincide significativamente con un reacomodo de la actividad exterior hacia la región latinoamericana. Del
plantea una profunda reestructuración del gobierno de los Estados Unidos, que da inicio a un proceso de
fortalecimiento del poder ejecutivo, la Casa Blanca asuma directamente la capacidad de coordinación y control
de los aspectos más importantes del quehacer de la administración estadounidense y centraliza y aumenta la
capacidad de mando y los recursos colocados bajo la decisión directa del presidente de los Estados Unidos.Se
va a adoptar una clara determinación de ir incrementando el rol internacional de Estados Unidos, de una
potencia regional especializada que mira al pacífico y a América latina, hasta ser una potencia global capaz de
coordinar y dirigir al conjunto del mundo capitalista.
Roosevelt tiene una preocupación muy temprana por la América Latina. Frente a la inminencia del conflicto
con las naciones del eje nazifascista, Estados Unidos consideraba importante disponer de una colaboración
estrecha y completa de los países latinoamericanos y se busca para ello una remodelación de la política hacia
América Latina.
Así se inicia un momento nuevo en la política latinoamericana de Estados Unidos, que se extenderá por casi
cinco décadas. El hilo conductor es la idea de ver a la América Latina como un área homogénea en los asuntos
mundiales, susceptible, por tanto, de una política coherente, sistemática y válida para cada una de sus unidades
nacionales; Una política que reemplace los elementos de fuerza y de presión del momento anterior Por
elementos de asociación madura, de comunidad de intereses y por una visión política compartida. Es la
democracia liberal norteamericana, como paradigma, lo que ahora se define como el elemento de
complementación entre Estados Unidos y los países latinoamericanos; y en función de esta visión política
compartida, se proclama una participación común en los asuntos mundiales. La visión propuesta por Roosevelt,
supone la idea de Dos Américas: una formada por Estados Unidos y otra formada por la comunidad de naciones
de origen español y portugués. Las Américas vinculadas por un nexo jurídico con un conjunto de acuerdos de
carácter estable y permanente, que se cimenten en visiones políticas compartidas, de las cuales el ideal de la
iniciativa individual y la democracia política son los dos más sobresalientes.
Estados Unidos buscan forma clara, tenaz, gradual, ir construyendo la base de esta nueva relación, en un doble
terreno: el de la asociación militar y el de asociación política materializados en 1947 con la firma del TIAR y en
1948 con la creación de la OEA. De tal manera que el gobierno norteamericano redefine sus relaciones hacia la
América latina de una identidad fundamental de intereses, jurídicamente formulada en textos precisos que
establecen acuerdos y alianzas entre los países latinoamericanos y los estados unidos en el marco militar y
político.
En el marco militar se establece la disposición de enfrentar juntos una actividad planificada En común por la
fuerza armadas latinoamericanas y de los Estados Unidos ante la hipótesis de la agresión extracontinental. Por
lo mismo como un segundo elemento se establece el vínculo político, el acoplamiento de intereses políticos y
diplomáticos de cara al sistema internacional, las Naciones Unidas y a la correlación de poderes globales, en el
marco de la Guerra Fría.
Existe un consenso bipartidista en las decisiones de política internacional de estos años. Si bien los gobiernos
demócratas realizan formulaciones ambiciosas, estos anuncios son de difícil implementación, al encontrar
resistencia en el Congreso. Así sucedió con la alianza para el progreso, el presidente anuncia un nuevo
momento, transformador, de las relaciones con América latina, pero luego estas iniciativas van desfalleciendo
ante la falta de recursos y las hostilidades burocráticas. Los republicanos son más pragmáticos, les fastidian los
anuncios espectaculares y se manejan con diplomáticos con una larga trayectoria en América latina, y con los
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propios grupos donde están agrupados quienes invierten o quienes colocan tecnología o flujos financieros en
América Latina. Así sus políticas no tienen objetivos globales sino que privilegian las relaciones bilaterales y la
especificidad de cada uno de los países latinoamericanos.
Un conjunto de factores económicos y políticos, originaron una recomposición del quehacer norteamericano
hacia los países del mundo en desarrollo. Hay una redefinición acerca de los países en desarrollo, ahora son
vistos como una totalidad agresiva para el poderío norteamericano, donde posiciones e intereses
antinorteamericanos están tomando creciente primacía y, por lo tanto, es necesario cambiar el enfoque sobre
estos países. La política norteamericana pasa por la idea de establecer criterios globales para manejar a los
países en desarrollo, ya no según su entorno geográfico, sino según la franja de desarrollo relativo en que se
sitúan (países al borde de alcanzar el desarrollo, la clase media de los países del tercer mundo y países poco
influyentes entre los que se encuentran los desesperadamente pobres). Estos elementos pasan a ser
fundamentales en el diseño de la política exterior norteamericana desde fines de la administración Ford.
Así la tercera fase del desarrollo de la política está unido en la región se caracteriza por el abandono de las
pautas regionalistas hemisféricas, basadas en el sistema interamericano (de ahí que a los Estados Unidos le
importa tampoco la declinación de la OEA) y se comienza a racionalizar el quehacer hacia América Latina
como parte de una política más extensa y agregada hacia el conjunto del tercer mundo. Esto se denomina un
enfoque globalista, porque el conjunto de los países en desarrollo, mirados de acuerdo a su influencia en el
sistema internacional global determinan que hace Estados Unidos en cada región.
Con la llegada de Carter a la Casa Blanca (1977), el enfoque globalista sustituye al sistema de visión
hemisférica. Con Carter el globalismo es básicamente económico e ideológico, busca legitimar el sistema
político doméstico y, busca homologar los valores internos de la sociedad norteamericana con su quehacer
internacional. Ese criterio responden tanto la política de derechos humanos, como la nueva política de venta de
armamento y la política de no proliferación nuclear.
Con la llegada de Reagan en 1981 tenemos un segundo globalismo, que es el globalismo geopolítico o
estratégico. Mientras Carter tomaba el ordenamiento del quehacer norteamericano en base al eje norte-sur,
Reagan retorna a una visión de Guerra Fría, al eje Este-Oeste, a la contención del expansionismo soviético en el
tercer mundo. Es el tercer mundo el escenario principal y no Europa occidental como se sostenía en los años
inmediatos de la posguerra. Europa depende de los suministros de petróleo del Golfo Pérsico y de los
suministros de minerales escasos del África subsahárica y de la América Latina y, sobre estos lugares en los
cuales se juega la suerte del mundo. Esto determina una nueva priorización de las zonas estratégicas y claves
del mundo teniendo como eje tres zonas vitales: el Golfo Pérsico como emporio energético, el África
Subsahárica como emporio de minerales escasos, y en un carácter secundario pero complementario de los
anteriores buena parte de América Latina donde existen buena parte de recursos minerales escasos.
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