Professional Documents
Culture Documents
Las diferentes formas de explicación de la sociedad en Durkheim, Weber y Marx remiten –según nuestro
análisis- a las diferencias profundas que mantienen estos autores en cuanto al camino o método de
conocimiento. En otras palabras, la forma en que se concibe la relación entre la realidad (o el objeto real) y
el objeto del conocimiento en cada uno de ellos, o también, qué se considera como punto de partida del
proceso de conocimiento, constituyen la problemática más general en que se inserta la forma de causalidad o
determinación de los fenómenos sociales.
Como afirma Franco[14], Durkheim, Weber y Marx representan en la sociología tres posiciones
“epistemológicas” diferentes: respectivamente, la posición empirista, la construcción empírica de la
sociología y la no empirista (conocimiento como producción).
El objeto distintivo de la sociología son para Durkheim los hechos sociales, que, para el tratamiento
científico, tienen el carácter de “cosas” (externas, coactivas, etc.); y la explicación sociológica consiste en
relacionar hechos, según el modelo tradicional de causa/ efecto (causalidad mecánica transitiva). La
sociedad parece ser una evidencia a la cual sólo hay que pulirla de algunas nociones falsas o precientíficas.
Lo único que puede hacer el sociólogo es aceptar los hechos ya dados, luego ordenarlos, clasificarlos y
compararlos.
La limitación de esta posición que supone al observador enfrentado a lo “real”, está en que siempre
emergen las propias relaciones ideológicas como objeto de la ciencia. Esta impregnación provoca la
ideologización consecuente del discurso al tomar como relaciones reales a las relaciones ideológicas.
Weber se distingue claramente de Durkheim en la medida en que el objeto esencial no son los hechos
observables y dados sino los fenómenos típicos. Las construcciones de la ciencia no son procesos que
realmente se dan, no son idénticos a la realidad sino que son conceptos típico-ideales. A esto se le podría
denominar como construcción empírica del objeto, ya que una identidad típica o tipo ideal se construye en
base a la observación de ciertos hechos y a la reducción de muchos de sus caracteres a los más regulares y
frecuentes. A través del mecanismo de comparación de fenómenos entre sí y de reducción a las
características salientes, se construye lo que Weber ha denominado “tipo ideal”.
Este tipo va a ser luego contrastado con la realidad empírica a fin de determinar su mayor o menor
acercamiento.
Esta mediación del tipo ideal es lo que lo distingue a Weber del empirismo radical. Sin embargo, su
propia forma de construcción lo acerca a las posiciones empiristas en la medida que se parte de la idea que
la realidad empírica, los datos empíricos, son directamente observables a fin de compararlos y reducirlos.
Más allá de la mediación del tipo ideal, el objeto último del análisis weberiano es, sin lugar a dudas, el
objeto real del cual se podría decir que el tipo ideal es su modelo o copia teórica. Se vuelve a encontrar aquí
la identificación del objeto real y del objeto de conocimiento, puesto que este último es el reflejo especular
del primero.
Por último, la teoría de Marx, es una teoría no empirista, en tanto tiene como materia prima (punto de
partida) una realidad no empírica sino teórica. “El Capital” no es el resultado de una observación cuidadosa
de las fábricas de la Inglaterra del siglo XIX, sino que es básicamente el producto de la crítica y de la lectura
sintomática de una ideología teórica precisa: la economía política clásica. Su objeto es el concepto de modo
de producción capitalista, un concepto abstracto, un objeto teórico “inexistente”. No tiene una construcción
empírica sino una construcción teórica a través de Hegel y de Ricardo y del socialismo utópico francés. Según
las palabras del propio Marx en la Introducción del 57, su punto de partida es una materia prima ya
elaborada: “intuiciones” y “representaciones”. Esto significa que el trabajo teórico no se aplica sin más a la
“realidad”, a la “materia”, sino a una “figura” de ésta, o mejor, a una representación.
Ahora bien, tales figuras o representaciones surgen en un espacio atravesado por relaciones de
producción y de clase y por la división entre campo manual e intelectual. En definitiva, la materia prima del
conocimiento científico es una representación articulada a determinadas relaciones de producción y a
determinada configuración del campo intelectual. Es, por tanto, representación ideológica.
Como la ideología refleja lo que la estructura permite ver, la abstracción teórica como método
construye el sistema a través del cual se pueden ver los hechos que la ideología impide ver. Así, por ejemplo,
Ricardo “ve” la renta, el beneficio y el salario. Esa es la realidad “empírica”. Está a la vista y Ricardo
sistematiza, generaliza. Marx lee este texto buscando el soporte más simple, más abstracto que dé cuenta de
esta realidad “empírica”, y lo encuentra en el concepto de “plusvalía”.
La renta, la ganancia, el salario, el interés son las formas concretas de realización de la plusvalía. El
concepto “teórico” de plusvalía (que no se “ve”) es la “generalización” que explica la renta, el interés, la
ganancia, el salario.
En este sentido es que puede decirse que las ideas generales sostienen a las ideas fenoménicas o
particulares, las explican: lo abstracto explica lo concreto (que sólo es concreto porque es “síntesis de
múltiples determinaciones”).
Bien. La teoría marxista se diferencia de las construcciones de Weber y Durkheim porque marca una
diferencia entre realidad y conocimiento de la realidad. Y es una diferencia no empirista en la medida en que
ambos órdenes (el orden de lo real y el orden del conocimiento), guardan entre sí una relativa independencia
y si bien el orden del conocimiento está determinado por el orden de lo real, entre ambos se establece un
paralelismo pero jamás una interposición.
Los hechos sociales concretos, las instituciones efectivas, etc., son el resultado de la doble articulación
del concepto de modos de producción y el de formaciones sociales concretas y en el materialismo histórico
ocupan su lugar en el análisis concreto de una situación concreta, o análisis de coyuntura o del “momento
actual”.
En esta teoría el conocimiento de estos hechos (entre otros el comportamiento del individuo) está al
final del camino y es un producto teórico, no empírico.
Por último, hay que decir que, desde esta lectura de Marx, es imposible la utilización del concepto de
“verificación empírica” o “por la práctica” puesto que la práctica o empiria sólo verifica a la ideología que es
la sustancia común de los hechos sociales. La idea de que las generalidades puedan ser confrontadas con
particularidades (la realidad única y no generalizada) a fin de verificar su grado de verdad, es una ilusión. Y
esto es porque uno nunca se encuentra con particularidades sino siempre ya con productos lingüísticos,
culturales o sociales, o sea, con generalidades. El contraste de estas generalidades “reales” frente a las
teóricas se realiza, entonces, no para verificar estas últimas sino para garantizarlas, en la misma forma que
un contrato jurídico se garantiza con otra firma adicional.
Sin embargo, puede decirse que el mecanismo de verificación de los conceptos del discurso científico
existe. No es una verificación “por la práctica” sino una verificación interna al proceso de conocimiento y
que consiste (al igual que en las Matemáticas, por ejemplo) en desarrollar los conceptos más concretos o
particulares (los conocimientos concretos) en relaciones sistemáticas con los conceptos más abstractos de la
teoría. No es otra cosa la relación del concepto de “imperialismo” con el concepto de plusvalía, valor y
modo de producción en el cuerpo teórico del marxismo.
En síntesis, conocer -en esta perspectiva- consiste fundamentalmente en reubicar los datos empíricos
dentro del dispositivo teórico abstracto reordenándolos y por lo tanto resignificándolos para que su función
consista en conocer y no en reproducir, para que su efecto sea de conocimiento y no de garantía.
2 - Durkheim
Para Durkheim la determinación de las causas (y no, por ejemplo, la de las funciones)
es el modo típico de la explicación sociológica. “[...] La explicación sociológica consiste
exclusivamente en establecer relaciones de causalidad, trátese de vincular un fenómeno con
su causa, o por el contrario una causa con sus efectos útiles”[4].
De este modo, esa negación a explicar lo social por fenómenos psíquicos, relativos a la
naturaleza humana o por factores individuales pone en cuestión concepciones como la de
Comte, según la cual el progreso que domina la vida social depende de algo psíquico: la
tendencia que impulsa al hombre a desarrollar cada vez más su naturaleza. O también la de
los economistas que fundamentan la vida económica en el “deseo de riqueza”. O, por qué
no, los fundamentos de toda sociología de la acción (para la cual la acción individual es
fundadora del hecho social).
A la vez, el rechazo a toda explicación subjetivista basada en la intención del actor es
coherente con el principio de obligatoriedad y exterioridad de lo social según el cual los
hechos sociales presionan desde fuera a las conciencias, sobrepasan al individuo.
Otra de las características de la fórmula lineal simple que representa la relación causal
en este pensamiento es la unicausalidad, que se emparienta con el principio de
determinación (necesaria y suficiente) y con la formulación de leyes. Las causas son
siempre en Durkheim causas determinantes, oponiéndose a las consideraciones en favor de
la pluralidad de las causas. “A un mismo efecto corresponde siempre una misma causa”, es
una de sus reglas.
Muchas veces -dice- se afirma que un mismo fenómeno se explica en ciertos casos por
una causa y en otros por otra porque en realidad no se ha advertido que se está no ante un
mismo fenómeno sino ante fenómenos diferentes. Es decir, la aparente pluralidad de causas
es síntoma de una verdadera pluralidad de efectos. Por ejemplo, las distintas causas de
suicidio se deben a que hay distintos tipos de suicidio.
3 - Weber
Al definir la sociología como “[...] una ciencia que pretende entender, interpretándola, la
acción social para de esa manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos”[7],
Weber introduce los dos elementos: comprensión (interpretación) y explicación.
Ahora bien, como en Durkheim, la relación causal es una relación entre elementos o
componentes de la realidad (en Weber lo que se enlaza son en general “significados”,
sentidos de las acciones), pero a diferencia de aquel, los hechos que intervienen en el
advenimiento de un determinado proceso son infinitos, operando una selección por parte del
investigador. Un evento individual responde a una multiplicidad de causas, y nada hay en las
cosas mismas -dice Weber- que nos indique cuáles hay que considerar. La delimitación
entonces está ligada al punto de vista del investigador, a las ideas de valor culturales con
que éste aborda la realidad. Son estas ideas de valor que dominan al investigador y a su
época las que determinan qué pasa a ser objeto de la investigación y qué conexiones
causales revisten interés y significación. La explicación se restringe así a una serie finita de
elementos, concentrándose en ciertas relaciones abstractamente aisladas de otras
posibles.
Algunos analistas interpretan esto como una sustitución de la relación causal típica
-relación de determinación necesaria- ppor una relación de condicionamiento, en la medida
en que diversos órdenes de explicación, asociados a la diversidad de puntos de vista, se
tornan posibles. En opinión de Rossi, “[...] Weber realiza el abandono del modelo clásico de
explicación causal y el pasaje a un esquema de explicación que ya no es causal sino, antes
bien, condicional. Cuando ponen de manifiesto una serie finita de fenómenos -diversa de
acuerdo con el punto de vissta de la investigación-, de la cual depende un cierto fenómeno
considerado en su individualidad, las ciencias histórico-sociales no establecen sus factores
determinantes sino que determinan un cierto grupo de condiciones que, junto con otras, lo
vuelven posible”[8].
Cuando en los “Estudios críticos” polemiza con Eduard Meyer, representante del
antideterminismo que destaca el papel que desempeña en la historia el “libre albedrío” (las
decisiones “libres” de personalidades concretas) y el “azar”, en realidad lo que hace al
corregirlo es delinear la metodología de explicación causal que le servirá luego para criticar
la posición contraria: la de Marx, que para él representa el determinismo.
En la lectura que hace Raymond Aron de Weber esta tensión entre el conocimiento de
lo particular y el conocimiento de lo general, referida a la relación causal, se traduce en una
distinción que habría en Weber entre “causalidad histórica” y “causalidad sociológica”.
Mientras que la primera se refiere a las circunstancias únicas que provocan un
acontecimiento singular, la segunda consiste en la búsqueda de relaciones regulares entre
fenómenos, de tipo probabilísticas. Ambas formas de causalidad son solidarias: la
rigurosidad del análisis de la causalidad histórica depende de su recurso a proposiciones
generales.
Resumiendo, la causalidad en Weber asume la forma de una relación entre hechos
históricos (acontecimientos singulares), que afirma la pluricausalidad de los fenómenos de la
cultura, y que si bien un determinado efecto es co-causado por una cantidad inagotable de
elementos, el investigador hace un “recorte” de ciertos factores en virtud de una
interpretación de valor. Ahora bien, esta selección de algunos componentes causales desde
determinado punto de vista ... ¿significa que el conocimiento de lo histórico (de las
conexiones causales) es subjetivo y entonces jamás puede ser “absoluto e
incondicionalmente válido”? La respuesta de Weber es no. Si bien en la delimitación del
objeto y de los elementos determinantes deciden relaciones de valor, que varían
históricamente, la relación causal debe ser comprobada y demostrada mediante un proceso
de pensamiento en el que participan ciertas operaciones lógicas. Es el procedimiento de la
imputación causal que Weber expone detalladamente.
Todo este argumento acerca de la abstracción está orientado a concluir que “todo
nuestro ‘conocimiento’ se relaciona con una realidad categorialmente construida, y que, por
lo tanto, la ‘causalidad’, por ejemplo, es una categoría de ‘nuestro’ pensamiento”[9].
Con sus análisis de la relación entre ética protestante y capitalismo Weber intenta
refutar la explicación materialista de la historia. Pretende superar la interpretación marxista
aduciendo que el modelo causal que él propone, por un lado, no procede en una única
dirección, sino que hace lugar a las interrelaciones entre economía, religión, política,
estratificación, etc.; y por otro lado, no lo explica todo por el condicionamiento económico.
Podemos ver ahora en qué consiste ese doble distanciamiento que persigue Weber:
tanto del monismo causal como de la unidireccionalidad de las relaciones.
“La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (1904/1905) concluye con la siguiente
idea. “Nuestra intención no es tampoco sustituir una concepción unilateralmente
‘materialista’ de la cultura y de la historia por una concepción contraria de unilateral
causalismo espiritualista. Materialismo y espiritualismo son concepciones igualmente
posibles, pero como trabajo preliminar; si, por el contrario, pretenden constituir el término de
la investigación, ambas son igualmente inadecuadas para servir la verdad histórica”[11].
Según Althusser, con esta tesis de “Materialismo y empiriocriticismo” Lenin “[...]tira por
la borda todos los matices, todas las distinciones, las finezas, todas las sutilezas teóricas por
las cuales la filosofía trata de pensar su ‘objeto’: no son más que sofismas, distingos,
argucias de profesores, acomodaciones, compromisos cuyo sólo objetivo es ocultar el
engranaje real del debate en el que está comprometida toda la filosofía: la lucha de
tendencia fundamental entre el materialismo y el idealismo. Como en política, no hay tercer
camino, medias tintas, posiciones bastardas. No hay en el fondo sino idealistas y
materialistas. Todos los que no se declaran abiertamente tales son materialistas o idealistas
‘vergonzantes’...”[12].