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Roland Barthes
1 Tomado del libro de R. Barthes: Ensayos críticos, Editorial Seix Barral, Barcelona, 1973
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Barthes: „La actividad estructuralista“
definido, no por sus ideas o sus lenguajes, sino por su imaginación, o mejor aún, su
imaginario, es decir, el modo con que vive mentalmente la estructura.
Puede decirse pues que, en relación con todos sus usuarios, el estructuralismo es
esencialmente una actividad, es decir la sucesión regulada de un cierto número de
operaciones mentales: podría hablarse de actividad estructuralista como se ha hablado de
actividad surrealista (por otra parte quizás el surrealismo haya producido la primera
experiencia de la literatura estructural, algún día habrá que volver a tratar este punto). Pero
antes de ver cuáles son estas operaciones, hay que decir algo acerca de su fin.
El objetivo de toda actividad estructuralista, tanto si es reflexiva como poética, es
reconstruir un "objeto", de modo que en esta reconstrucción se manifiesten las reglas de
funcionamiento (las "funciones") de este objeto. La estructura es pues en el fondo un
simulacro del objeto, pero un simulacro dirigido, interesado, puesto que el objeto imitado
hace aparecer algo que permanecía invisible, o, si se prefiere así, ininteligible en el objeto
natural. El hombre estructural toma lo real, lo descompone y luego vuelve a recomponerlo;
en apariencia es muy poca cosa (lo que mueve a decir a algunos que el trabajo
estructuralista es "insignificante, carente de interés, inútil, etc."). Sin embargo, desde otro
punto de vista, esta poca cosa es decisiva; pues entre los dos objetos o los dos tiempos de la
actividad estructuralista, se produce algo nuevo, y esto nuevo es nada menos que lo
inteligible general: el simulacro es el intelecto añadido al objeto, y esta adición tiene un
valor antropológico, porque es el hombre mismo, su historia, su situación, su libertad y la
resistencia misma que la naturaleza opone a su espíritu.
Vemos pues por qué hay que hablar de actividad estructuralista: la creación o la
reflexión no son aquí "impresión" original del mundo, sino fabricación verdadera de un
mundo que se asemeja al primero, no para copiarlo, sino para hacerlo inteligible. Este es el
motivo de que pueda decirse que el estructuralismo es esencialmente una actividad de
imitación, y en este aspecto, propiamente hablando, no hay ninguna diferencia técnica entre
el estructuralismo científico de una parte, y la literatura en concreto, el arte en general, de
otra: ambos proceden de una mímesis fundada no en la analogía de las sustancias (como en
el arte llamado realista) sino en la de las funciones (que Lévi Strauss llama homología).
Cuando Trubetzkoy reconstruye el objeto fonético bajo la forma de un sistema de
variaciones, cuando Georges Dumézil elabora una mitología funcional, cuando Propp
construye un cuento popular creado por estructuración de todos los cuentos eslavos que
previamente ha descompuesto, cuando Claude Lévi Strauss reencuentra el funcionamiento
homológico de lo imaginario totémico, G. G. Granger las reglas formales del pensamiento
económico o J. C. Gardin los rasgos pertinentes de los bronces prehistóricos, cuando J. P.
Richard descompone el poema mallarmeano en sus vibraciones distintivas, no hacen nada
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prenda de ropa? El estructuralismo no retira la historia del mundo: trata de ligar a la historia,
no sólo contenidos (lo cual se ha hecho mil veces), sino también formas, no sólo lo material,
sino también lo inteligible, no sólo lo ideológico, sino también lo estético. Y precisamente
porque todo pensamiento sobre lo inteligible histórico es también participación en este
inteligible, sin duda al hombre estructural le importa poco el durar: sabe que el
estructuralismo es también una determinada forma del mundo, que cambiará con el mundo;
y del mismo modo que prueba su validez (pero no su verdad) en su capacidad para hablar
los antiguos lenguajes del mundo de una manera nueva, sabe que bastará que surja de la
historia un nuevo lenguaje que le hable a su vez, para que su tarea haya terminado.