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1.-¿QUÉ SE ENTIENDE POR DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA?

ESQUEMA GENERAL
1.1. Legitimidad de la Doctrina Social
1.2. Carácter propio de la Doctrina Social de la Iglesia
1.3. Los principios permanentes de reflexión
1.4. El rol del Magisterio
1.5. Continuidad y renovación de la Doctrina Social
1.6. Obligatoriedad de la Doctrina Social
1.7. La Doctrina Social no es una tercera vía
1.8. La Doctrina Social no es una ideología
1.9. Las raíces de la Doctrina Social
1.10. Una multiforme acción social
1.11. Significación de la Doctrina Social para la vida de la Iglesia
1.12. Lo que hay que esperar de la Doctrina Social

1.-¿QUÉ SE ENTIENDE POR DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA?

1.1. Legitimidad de la Doctrina Social

En nuestro medio chileno y Latinoamericano nadie pone en duda La legitimidad


y conveniencia de que La Iglesia se preocupe de los problemas sociales y que
exprese esa preocupación mediante la práctica de la asistencialidad y de la
educación. Así, por ejemplo, no se critica la existencia ni la acción de CARITAS, del
Hogar de Cristo, de las escuelas, colegios y universidades católicas y de otras obras
como las clínicas, hospitales y misiones entre nativos. La crítica surge cuando esa
preocupación social cuestiona seriamente los sistemas políticos y económicos
vigentes y las estructuras mediante las cuales operan en la medida en que ellas
atentan contra los derechos fundamentales de la persona humana. En este caso, la
reacción de muchos, aún católicos, es acusar a la Iglesia de intromisión ilegitima en
cuestiones temporales que no son de su competencia y exigir que su acción se
reoriente al culto privado y público mediante La oración, las celebraciones
litúrgicas y La administración de los sacramentos. La Iglesia ha respondido a estas
objeciones, no sólo del laicismo, sino de sus propios feligreses, mediante la
proposición de una doctrina o enseñanza social que comienza a ser formulada más
sistemáticamente con La Encíclica Rerurn Novarurn de León XIII (1891) y cuya
expresión más reciente es la Encíclica Centesimus Annus (1991) escrita en el año
centenario de la Rerum Novarum.

Esta doctrina social, elaborada progresivamente a lo largo de más de cien años


(en 1991 celebramos el centenario de Rerurn Novarum), parte de la convicción
eclesial de que la economía y la política en todas sus múltiples concreciones, son
actividades humanas, es decir, producto de decisiones libres y responsables; por
tanto, susceptibles de calificación moral y nunca pueden ser consideradas neutras
desde el punto de vista ético. Se trata de actos plenamente personales (y no de
reacciones instintivas o de fenómenos naturales como un terremoto o un tifón), lo
que legitima y hace obligatoria la intervención de la Iglesia, especialmente cuando
los hombres y/o equipos responsables son miembros practicantes del pueblo de
Dios.

1.2. Carácter propio de la Doctrina Social de la Iglesia

La intervención de la Iglesia no es de carácter científico o técnico. Con la


autoridad moral que Cristo mismo le confirió ella pronuncia un juicio ético, que tiene
como objetivo explicitar la bondad o maldad moral de una ideología, de un sistema,
de un modelo determinado o de acciones concretas de los poderes económicos y/o
políticos.

Dicho juicio supone un discernimiento previo que comienza por un atento


examen o diagnóstico de los hechos o situaciones para lo cual la Iglesia recurre cada
vez más a las ciencias sociales y a hombres y mujeres expertos en distintas áreas.
Comprendida la gravedad y urgencia de un acontecimiento macro-social, la Iglesia
juzga a la luz de principios de justicia y equidad que ha ido explicitando
progresivamente a la luz del Evangelio de Jesucristo y mediante el conocimiento
progresivo de tos derechos y obligaciones fundamentales de las personas, de las
comunidades y de los pueblos.

1.3. Los principios permanentes de reflexión

La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, en la Instrucción sobre la


Libertad Cristiana y Liberación, “Libertatis Conscientia” (22 de marzo de 1986), Cap.
V, enumera por lo menos tres de estos principios.

a) La dignidad de la persona humana, dotada de derechos y obligaciones y


sujeto activo y responsable de la vida social;
b) La solidaridad universal que excluye todas las formas de individualismo
social y político, y;
c) El principio de subsidiaridad, en virtud del cual “ni el Estado ni sociedad
alguna deberán jamás sustituir la iniciativa y la responsabilidad de las
personas y de los grupos sociales intermedios en los niveles que éstos
pueden actuar, ni destruir el espacio necesario para su libertad” (73).

A ellos habría que agregar otros principios no menos importantes: La opción


preferencial por los pobres, la primacía del Bien Común, la prioridad del trabajo
sobre el capital y la opción por un estilo de lucha no violento.

Estos principios constituyen criterios para emitir juicios morales y en ellos se


fundamentan las directrices para la acción que la Iglesia propone a la conciencia de
los católicos y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para que asuman
responsablemente y, según vocaciones y talentos específicos, la responsabilidad que
les corresponde en la construcción de una convivencia humana más justa y fraternal.
La doctrina social aparece, en consecuencia, como una mediación necesaria para la
acción.

1.4. El rol del Magisterio

La doctrina social es una enseñanza propuesta en definitiva por el magisterio de


La Iglesia; no es obra de expertos particulares, aunque éstos tengan una destacada
participación en la preparación de los documentos. EL magisterio no se reduce sólo al
pontificado romano -aunque éste es el más importante- sino que incluye al Concilio
1
Vaticano II, los sínodos episcopales, las conferencias regionales , las conferencias
episcopales nacionales 2 y al obispo ordinario del lugar. Bajo el pontificado de Juan
Pablo II por lo menos tres congregaciones romanas, la ya citada Congregación para al
Doctrina de La Fe, la Comisión Justicia y Paz y La Congregación para la Educación
Católica, han publicado, con la aprobación del Papa, valiosos documentos sociales 3.

En consecuencia, una correcta apreciación de la doctrina social supone una


hermenéutica que toma en consideración el conjunto de sus expresiones, situando
cada texto en su contexto histórico y cultural, distinguiendo los elementos de validez
permanente que deben ser asumidos por toda conciencia cristiana (los principios
orientadores de la acción que hemos enumerado antes> de aquellos cambiantes o
circunstanciales elaborados como respuesta a una determinada coyuntura histórica o
producto de un determinado condicionamiento cultural.

1.5. Continuidad y renovación de la Doctrina Social

De este modo, se podrá apreciar debidamente La continuidad a la vez que La


constante renovación de la doctrina social. Esta última proviene por lo menos de una
doble vertiente:
a) Una mejor comprensión de los temas tratados, como por ejemplo la
propiedad privada, la democracia, los derechos humanos;
b) De Los nuevos desafíos que los signos de los tiempos plantean a La
Iglesia: el surgimiento del proletariado industrial, la emergencia de los totalitarismos
entre las dos grandes guerras, el tercer mundo, el problema ecológico, etc.

1.6. Obligatoriedad de la Doctrina Social

Es sabido que existió y persiste aún una corriente eclesial que prefiere utilizar la

1
Conferencia Episcopal Latinoamericana, Documento de Medellín (1968), Documento de Puebla
(1979) y Documento de Santo Domingo 1992).
2
Conferencia Episcopal de Estados Unidos, Economic justice for all. Catholic Social Teaching and
the U.S. Economy, (1986).
3
Congregación para la Doctrina de La Fe, Instrucción Libertatis Conscientia (1986); Comisión
Justicia y Paz, al servicio de la comunidad humana, una consideración ética de deuda internacional
(1986); Congregación para la educación católica, Orientaciones para el estudio y enseñanza de la
doctrina social de La iglesia en la formación de los sacerdotes (1988).
expresión pensamiento social o enseñanza social en vez de doctrina social, debido a la
connotación dogmática de la palabra doctrina. Así por ejemplo, el Concilio Vaticano II
evitó la expresión doctrina social y Pablo VI prefirió hablar de enseñanza social. Juan
Pablo II ha vuelto a utilizar con absoluta libertad la ya clásica expresión doctrina
social.
¿Podría decirse que el Papa ha vuelto a utilizar la expresión doctrina social para
insinuar su carácter de obligatoriedad para toda conciencia cristiana? Sin pretender
ofrecer una respuesta definitiva, nos parece que los principios orientadores más
fundamentales, tales como el respeto a la dignidad de la persona, la solidaridad
universal y la opción preferencial por los pobres, tienen un grado de fundamentación
teológica tan fuerte que si un cristiano conscientemente los ignora o los niega con su
conducta pública, se ubica al margen del Pueblo de Dios. Estos principios y otros,
como prioridad del trabajo sobre el capital y la opción por una vía no violenta,
trazan, a nuestra juicio, las fronteras del legítimo pluralismo cultural y político para
los miembros del Pueblo de Dios.

1.7. La Doctrina Social no es una tercera vía

Quien haya entendido bien la verdadera naturaleza de la doctrina social de la


Iglesia, comprenderá que ella no es una tercera vía alternativa al capitalismo liberal y
4
al colectivismo marxista ni propone un sistema o un modelo alternativo. La objeción,
sin embargo, no carece de racionalidad dado que ha inspirado, de hecho, a una
corriente católica, el social cristianismo, el cual ha intentado orientar la praxis
política y económica conforme a los grandes principios de la doctrina social. Las
continuas y legitimas referencias de los demócratas cristianos a la enseñanza de los
Papas y a los pastores regionales y locales, han llevado a muchos -con distinto nivel
de transparencia- a identificar la doctrina social con los movimientos políticos que se
adjetivan de cristianos.

Reconociendo el mérito histórico de dichas corrientes, debemos aclarar que la


Iglesia y su doctrina social no se identifican con ningún partido o grupo de partidos,
aunque en algunos casos puedan haberse producido aproximaciones vitales recíprocas
muy fuertes. El Concilio Vaticano II fue enfático al aclarar que la Iglesia no se
5
confunde con la comunidad política, no está ligada a sistema político alguno , que los
cristianos deben reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales
discrepantes6 y que en caso de divergencia en cuestiones temporales “a nadie le está
7
permitido reivindicar a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia” .

En cuanto a sus opiniones políticas, los católicos están invitados a vivir un


legítimo pluralismo ya que los mismos fines pueden ser alcanzados por medios
múltiples y alternativos, con tal que los principios de que hemos hablado mantengan
en cada caso su plena vigencia.
4
Ver Sollicitudo Rei Socialis, 41.
5
Cf. Gaudiurn et Spes,76.
6
Ibid.,15.
7
Ibid.,43.
1.8. La Doctrina Social no es una ideología

La doctrina social no es una ideología en el sentido peyorativo marxiano del


término, ya que no oculta la realidad de la miseria en sus múltiples formas, sino que
denuncia sus manifestaciones y causas de todo orden ante la conciencia de la
humanidad entera. Al mismo tiempo tejos de legitimar esta situación como
consecuencia de la voluntad divina, la ve como un grave desorden moral producto de
las estructuras de pecado. Tampoco atribuye el subdesarrollo a unos supuestos
automatismos de mercado sino a mecanismos perversos, de poder económico y
político, producto de decisiones estratégicas o tácticas de hombres libres que se
mueven por intereses muy definidos, sin tomar en cuenta la solidaridad.

La doctrina social no es una ideología en el sentido que el Documento de Puebla


da a esta expresión 8 en el cual, reconociendo lo positivo de las ideologías como
mediaciones necesarias para la acción y supuesto que no se absolutizan, se añade que
“toda ideología es parcial, ya que ningún grupo particular puede pretender identificar
sus aspiraciones con las de la sociedad global”. La Iglesia, Madre y Maestra, experta
en humanidad, trasciende todos los grupos y habla para toda la familia humana, una
palabra que procede en último término de Dios, Padre de todos. Por eso, se refiere a
su doctrina social como una visión global del hombre y de la humanidad que, con el
auxilio del Espíritu Santo, ella posee como propia, porque el Padre, mediante su Hijo
Jesucristo, quiso gratuitamente revelársela. Así, podemos decir que la doctrina social
de la Iglesia es una palabra dicha por el Magisterio en nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo.

Siguiendo esta lógica, Juan Pablo II puede afirmar que la doctrina social
pertenece al ámbito de la teología y especialmente de la teología moral9, lo cual
significa que su base de sustentación no es primariamente filosófica sino teológica.
Esto no significa, sin embargo, desconocer los valiosos elementos filosóficos que
sirven como fundamento a importantes afirmaciones de la doctrina social si se La
considera en toda su amplitud.

A diferencia de lo que usualmente llamamos teología moral, es decir aquélla que


está en los manuales y tratados clásicos y modernos como fruto del trabajo de
teólogos particulares, esta “teología moral” sui generis es propuesta directamente
por el Magisterio de la Iglesia en todas sus instancias. Este hecho le confiere un
carácter excepcional y una autoridad moral superior a la de cualquier teólogo-
moralista particular.

1.9. Las raíces de la Doctrina Social

La Doctrina Social de la Iglesia no es un apéndice a la fe. En efecto, el Pueblo de


Dios, desde sus orígenes, ha tenido una enseñanza social. El libro del Génesis nos

8
Cf., 535-537.
9
Cf. Sollicitudo Rei Socialis, 41.
presenta al hombre como criatura de Dios, imagen y semejanza de su Creador y
llamado a realizarse en comunicación con la mujer (prójimo), con la naturaleza, con
Dios. El hombre es, además, colaborador y mediante su trabajo llamado a dominar la
creación entera, no como depredador, sino como custodio inteligente y libre. Nos
ilustra, también, acerca de la rebelión primigenia, la ruptura de la comunicación y de
la comunión que introduce el desorden moral en el mundo: el pecado en su forma
personal y social.

En suma, el Génesis nos entrega los fundamentos de una antropología cristiana


que, completada con el significado del misterio de la Encarnación, Muerte y
Resurrección de Jesús, se constituye en la fuente y fundamento de los derechos y
deberes de toda persona humana que La iglesia, en su enseñanza social, irá
10
explicitando progresivamente a través de la historia .

La enseñanza social del Antiguo Testamento es especialmente rica en lo que se


refiere al uso de los bienes, la atención de los pobres y la subordinación del poder
político a la autoridad divina. El advenimiento de Jesucristo significa la superación
definitiva de la ética social de la justicia explicitada en la Ley, por la ética social del
AMOR. Haber llegado a la justicia como criterio ético fundamental constituyó un
mérito innegable de la humanidad pre-cristiana. El pueblo judío fundó el obrar la
justicia en el cumplimiento de la ley mosaica y Roma reglamentó su ejercicio en el
Derecho Romano.

Lo que la humanidad pre-cristiana nunca comprendió fue que todos los hombres
tienen fundamentalmente los mismos derechos y que, por consiguiente, al administrar
y practicar la justicia no está permitido ningún tipo de discriminación o de
segregación. Los contemporáneos de Jesús estaban convencidos de la desigualdad
natural entre los hombres y entre los pueblos. En este sentido obraban la justicia
dando a cada uno lo suyo, pero esta porción (lo “suyo”) era diferente según se tratase
de un romano, de un judío o de un gentil.

Jesús no pretendió romper la tradición judía sino llevar la Ley a su plenitud,


proponiendo el amor universal, extendido a los enemigos, de predilección por los
más pobres como criterio ético fundamental. Este principio es la piedra angular de la
enseñanza social de la iglesia. Si claudicamos, no tenemos nada original que ofrecer a
la humanidad.

Desde entonces los seguidores de Jesucristo, hemos estado empeñados en la


tarea de desentrañar las implicaciones que se derivan de estas convicciones para
nuestra conducta personal y social. Destacaron en este empeño aquellos hombres que
por su antigüedad, competencia intelectual y santidad, han sido considerados Padres
de la Iglesia (San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Agustín, San Ambrosio de Milán).
Su aporte es especialmente significativo en lo que se refiere a la predilección por los
pobres, al destino de los bienes, al recto uso de las riquezas, al sentido cristiano de la

10
Ver, Sollicitudo Rei Socialis, 29-31
propiedad, etc.

Avanzando en la historia, Santo Tomás de Aquino (1225-1274) propone una


síntesis de la sabiduría cristiana en la “Summa TheoIogica et Philosophica”, donde
encontramos valiosos elementos de antropología y de ética social. El pensamiento
tomista será objeto de especial atención por León XIII (1878-1903), quien le
propondrá a la consideración y estudio de la Iglesia Universal (‘Aeterni Patris” 1879).
La Doctrina Social de la Iglesia durante un largo periodo, que abarca desde León XIII
(1878) hasta Pío XII (+1958), se expresará en general en categorías más bien
filosóficas tomadas de Santo Tomás.

En el siglo XV hay que señalar la obra del dominico San Antonio de Florencia
(1389-1459), autor de una Suma Teológica en la que, según Schumpeter, por primera
vez encontrarnos una visión global de la vida económica 11. En la misma época las
intervenciones papales en materia social se hacen más frecuentes en forma de Bulas y
abordan temas como la trata de negros (Eugenio IV; 1433) y la usura (Calixto III, 1455;
León X, 1515).

El siglo XVI nos brinda una riquísima producción en materia social


(insuficientemente estudiada), producto de la escuela de los dominicos de Salamanca,
en particular Francisco de Vitoria (1480-1546) y de los jesuitas, Roberto Bellarmino y
Francisco Suárez (1548-1617). En esa misma época es muy valioso el Comentario de la
Suma Teológica de Santo Tomás, hecho por Cayetano (1468-1534).

Durante el siglo XVII hacen su entrada en el escenario los grandes predicadores


que adoptan más bien el estilo de los Padres de la Iglesia que el de los estudiosos
escolásticos. El más grande de todos, Bossuet, discípulo de San Vicente de Paul, habla
entre otros temas de la “eminente dignidad de los pobres”, de las “disposiciones
frente a las necesidades de la vida”, del “rico malo”, de la desigualdad de
condiciones, de la justicia y aborda la cuestión de la propiedad12.

En el siglo XVIII es muy importante la contribución del Papa Benedicto XIV (1740-
1758), quien se pronunció sobre la cuestión racial (Inmensa Pastorum, 1741), el
“derecho natural de los pobres a los bienes necesarios para la existencia” (Acerbi
plane, 1742), la usura (Vix pervenit, 1745). Extrañamente, la obra teológica más
importante de esta época, correspondiente a San Alfonso Maria de Ligorio (1696-
1787), no trata directamente el pensamiento social que, en general, no tiene en este
siglo representantes de importancia.

Durante el siglo XIX encontramos a muchos pensadores y hombres de acción que


enriquecen notablemente la expresión de la enseñanza social de la Iglesia, como
Federico de la Mennais (1792-1854) y Taparelli d’Azeglio (1793-1862), y en relación
directa con León XIII, debemos recordar a Mons. Emmanuel von Ketteter (1811-1877),

11
Cf. History of economic analisis, 95
12
Cf. La politique tirée des proles paroles de l’Ecriture Sainte.
Obispo de Maguncia, autor de un importante estudio sobre la cuestión obrera “Die
Arbeiterfrage und das Chisten tum” (la cuestión obrera y la cristiandad), publicado el
mismo año de la creación de la primera Internacional socialista (1864). Ketteler es tal
vez el mejor exponente del movimiento conocido como Catolicismo Social, en el que
participa una elite de sacerdotes, obispos, cardenales y laicos europeos y de los
Estados Unidos.

A partir de León XIII y hasta Juan Pablo II, elegidos Papas en 1878 y 1978
respectivamente, los documentos sociales son la mejor expresión de la enseñanza
social de la Iglesia en su formulación más sistemática.

1. 10. Una multiforme acción social

La posesión por parte del Pueblo de Dios de una enseñanza social, desde el
umbral de su historia, estuvo siempre acompañada por la práctica de una Acción
Social que se expresó especialmente en obras asistenciales y educacionales. La
primera comunidad cristiana de Jerusalén instituyó la orden del diaconado para que
hombres consagrados, los diáconos, asumieran el trabajo asistencial (atención a las
viudas, huérfanos, desamparados en general), de suerte que los predicadores
pudieran dedicarse por completo al anuncio del Evangelio.

Si bien es verdad que, hasta muy entrado el siglo XIX, el énfasis eclesial ha
estado puesto en la acción social de corte asistencial, la Iglesia ha desempeñado un
importante rol en la defensa y promoción de los derechos humanos, en particular de
los indígenas y de los negros, en nuestra América morena. Basta recordar los nombres
de Fray Bartolomé de las Casas (1474-1566), quien llamó a nuestros nativos “señores
de estas tierras” y de San Pedro Claver (1580-1654), que esperaba con cariño a los
negros desembarcados después de horribles travesías. Tampoco faltaron acciones que
hoy llamamos de promoción humana o de desarrollo humano, entre las que
sobresalieron las reducciones jesuíticas del Paraguay. En Chile destaca la acción
asistencial y social de Alberto Hurtado.

Asumiendo todo este rico patrimonio de acción y de enseñanza social que sólo
hemos bosquejado, el Papa León XIII, mediante su Encíclica Rerum Novarum, llamada
la carta magna del cristianismo social, comienza a proponer en forma más sistemática
un conjunto de enseñanza en materia social, política, económica, que
progresivamente van constituyendo lo que podemos llamar el corpus de la doctrina
social de la Iglesia.

1.11. Significación de la Doctrina Social para la vida de la Iglesia

La enseñanza social, considerada en su conjunto, ha tenido consecuencias


históricas de trascendental importancia para el Pueblo de Dios y la humanidad:

a) Significó el comienzo de un proceso de reconciliación de la Iglesia con el


mundo moderno, que culminó con el Vaticano II (1962-65), el cual reconoció la
autonomía relativa de las realidades temporales y explicitó el deseo sincero de la
Iglesia de servir al mundo “sin que nada de lo verdaderamente humano le sea ajeno”.
b) Hizo posible el reencuentro de la Iglesia con los pobres, especialmente
con los “proletarios”, los trabajadores asalariados de las fábricas nacidas de la
Revolución Industrial (1750 en adelante).
c) Contribuyó a la consolidación, surgimiento y desarrollo ulterior de
movimientos sociales y políticos conocidos con la denominación genérica de
cristianismo social, que influyeron significativamente en la elaboración progresiva de
la legislación social.
d) La enseñanza social se alzó como “signo de contradicción” ,generando
una división en la feligresía católica, dado que un número significativo de católicos no
ha comprendido ni aceptado aún el nuevo lenguaje y la nueva lógica para abordar los
problemas sociales. Unos argumentan que la doctrina social orienta a un socialismo
que por fuerza de los hechos desemboca en el marxismo. Otros, más recientemente,
desestiman la enseñanza social por considerarla un instrumento ineficaz para generar
los cambios que el continente necesita. Según estos cristianos la enseñanza social sólo
despierta una mentalidad reformista, gradualista que contribuye a la mantención del
status quo. Sirve, a lo más, para “mitigar” los excesos del sistema liberal capitalista,
cuando lo que se requiere es un cambio revolucionario, es decir, rápido, radical,
global e irreversible.

El nuevo lenguaje y la nueva lógica eclesiales, presentes en Rerum Novarum y en


los documentos posteriores que insisten en los derechos de los pobres (olvidando a
veces sus deberes) y en obligación de justicia por parte de los más favorecidos,
constituyó y sigue siendo un verdadero shock para quienes prefieren continuar
pidiendo a los pobres resignación y a los ricos “caridad”, con medio de alcanzar La
armonía y la paz social.

1.12. Lo que hay que esperar de la Doctrina Social

Es importante, desde el inicio, no esperar de la enseñanza social más de lo que


ella puede legítimamente ofrecer. Un estudio completo de los llamados documentos
sociales13 nos permite distinguir los siguientes temas:

a) Un análisis-diagnóstico de situaciones macro-sociales conflictivas


(“signos de los tiempos”) que significan un serio atropello a los derechos humanos y
dañan gravemente las relaciones entre los grupos sociales y/o entre pueblos.
b) Como consecuencia de lo anterior, una critica social y una denuncia
permanente de la injusticia en todas sus formas.
c) La explicación progresiva de una visión de la persona humana, de su
dignidad, de sus derechos y deberes fundamentales que deben ser respetados en
cualquier modelo de organización de la convivencia social.
d) A partir de esta antropología se proponen unos principios orientadores
de las conductas personales, familiar institucionales, societales, de la comunidad

13
Juan Pablo II, Discurso Inaugural de la Conferencia de Puebla, III 7.
internacional, para organizar la convivencia humana conforme a las exigencias la
justicia social y del amor cristiano.
e) Un juicio critico acerca de las ideologías que significan una amenaza
para la libertad, la igualdad y la plena participación de todos y de cada uno de los
miembros de una sociedad en todas las tareas que tienen como meta el Bien Común.
f) La enseñanza social constituye, finalmente, un llamado insistente a
construir un nuevo orden social, una Civilización Amor que, sin confundirse con el
Reino de Dios definitivo, sea, sin embargo, su anticipación histórica.

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