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Medio Ambiente
Conocer, amar, respetar y cuidar el medio en donde crecemos, debe ser parte integral de toda
enseñanza escolar para que, desde los primeros años de la infancia, vayamos formando seres
humanos conscientes y sanadores, capaces de revertir el gran daño que hemos creado con
nuestra ignorancia. Creando, reinventando, evolucionando, meditando, espiritualizándonos,
formando parte de la red divina, y comprendiendo que el daño que vemos afuera, es nuestra
limitada percepción de amar, de dar, de servir, de compartir.
Reconociendo que, el silencio es la melodía del alma, y la palabra nace con su sello sagrado,
meditativo, profundo como el canto del espíritu. La música, la danza, la pintura, la escritura y
todas las artes, son la expresión pura del alma. Vibraciones de color y sonido que se integran
con el canto cósmico. La música, es la sinfonía del mar, la pintura, el reflejo del corazón, la
palabra, la expresión del amor, y todo lo demás, son velos que se extienden en nuestro olvido
y razón. La tierra, es nuestra madre eterna, divina, y perfecta. Su sabiduría nos despierta la
mente y el corazón, nos regresa a la fuente, entrelazandonos con el amor supremo del aliento
infinito. Desde aquí, visualizamos la vida, como un espacio para el aprendizaje continuo, para
el conocimiento de nosotros mismos y para integrarnos armónicamente con nuestra naturaleza
divina. Tomaremos tres fuentes básicas para el desarrollo del aprendizaje:
Aquí dejo estas premisas, esperando que encuentren la voluntad y las manos que las hagan
realidad. Una verdad que surque los mares y la tierra, para que todos juntos logremos vivir en
paz y armonía. Para que la creatividad y la inteligencia humana unifiquen sus esfuerzos en
construir un mundo justo para todos.