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RETIRO DEL CORO – 24 MAYO 2009

10:45 Presentación y oración

11:00 Charla formativa

12:00 Oración

12:45 Coloquio sobre el futuro del coro

ORACIÓN

Ven ahora, Santo Espíritu

ven y habita ya en todo mi ser

llévame al silencio, enséñame a orar

muéstrame la gloria de Dios

Ven ahora, Santo Espíritu

deseamos tu presencia

ven y ora en nosotros

muéstranos la gloria de Dios

“Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o

címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque

tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy. Aunque repartiera todos mis

bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. La caridad es paciente, es

servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita;

no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree.

Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba nunca.” (1 Cor 13, 1-8a)
CHARLA FORMATIVA

El principio: Cristo

Antes de plantear un tema, conviene plantearlo desde el principio. Para plantear el tema del coro, no se

puede comenzar por el coro, sino por la misa. Y para plantearnos la misa, tenemos que plantearnos nuestra

relación con el Señor.

– ¿A qué venimos a la misa?

– A celebrar un sacrificio

Las dos palabras son importantes: venimos a celebrar la victoria de Cristo. Pero venimos también a unirnos

en su sacrificio pascual. Participamos de su cruz para participar de su resurrección. Si no vivimos esto, no

estamos viviendo una misa, será otra cosa. Sólo viviremos la misa como lo que es si vivimos nuestra vida

cristiana como lo que es. La misa no se improvisa. En la misa participas con todo lo que llevas durante la

semana, con todas las alegrías, gozos, cargas, dolores... Si no lo vives desde Cristo en el día a día, tu

participación se reducirá a un mero “calentar el asiento”.

“Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles” (Sal 149). Se nos ha

exhortado a cantar al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo conoce el cántico nuevo. Cantar es expresión

de alegría y, si nos fijamos más detenidamente, cantar es expresión de amor. De modo que quien ha aprendido

a amar la vida nueva sabe cantar el cántico nuevo. El hombre nuevo, el cántico nuevo, el Testamento nuevo:

todo pertenece al mismo y único reino. Por esto, el hombre cantará el cántico nuevo, porque pertenece al

Testamento Nuevo. La alabanza del canto reside en el mismo cantor.

San Agustín, sermón 34.

Aunque parezca mentira, en el coro también se puede calentar el asiento. Queda más vistoso, pero sigue

siendo calentar el asiento. ¿Por qué es tan importante comenzar por aquí? Porque muchos de los

problemas que hay en cualquier coro se resuelven afianzando este punto. Espero que después de esta

breve charla lo veamos nosotros mismos.

Lo segundo: la Iglesia

¿Qué pinta aquí la Iglesia? Pues bastante. Una vez claro cuál es el principio, conviene tener claro cuál es el

camino. Tenemos claro que el Señor ha dado su vida por nosotros y que queremos celebrar su victoria

uniéndonos en su sacrificio. La pregunta es clara: ¿Y cómo lo hacemos?

Dándole la vuelta a la pregunta: ¿Por qué vienes a misa? ¿Por qué no das culto al Señor en tu casa? ¿Qué

diferencia hay entre celebrar una oración en tu casa y venir a misa? (La misma diferencia entre confesarte

con un sacerdote y pedirle perdón al Señor en oración...)

Si venimos a misa es porque sabemos que hay algo en la celebración que nos supera, que no podemos

darnos nosotros mismos, que queda por encima de cualquiera de nosotros. Ese “algo” es el hecho de que

Cristo ya nos ha dicho el “cómo” celebrar su victoria pascual.

Por lo tanto, para ser honrados, si hacemos caso a la Iglesia, se lo hacemos del todo. No por nada, sino

porque cuanto más ahondemos en el misterio, mayor fruto sacaremos de él. Un ejemplo. Si sabemos que al

cantar el Santo nos estamos uniendo al canto de los ángeles y los santos en el cielo, cantar un santo

litúrgico no será motivo de “pffff, buffff”, sino que saldrá de nuestro corazón unirnos con aquellos que ya

están contemplando al Señor cara a cara. El primer paso es el temor (bien entendido): asombrarse de poder

recibir un don tan grande, estremecerse ante la maravilla de aquello de lo que estás llamado a participar. La

Cuaresma no será un tiempo aburrido, sino una necesidad del corazón que sabe que no es digno de recibir

lo que se le ofrece, y quiere mostrarse decidido a dejarse en manos del Señor para que le moldee. No sólo

eso, sino que se fía de la Iglesia que nos dice cómo podemos aprovechar esa conciencia de pecado para

acercarnos cada vez más al corazón misericordioso del Señor.


Lo tercero: el ministerio

Una vez que has vivido la Eucaristía, que te has estremecido ante el don de Cristo que te cambia la vida,

entonces y sólo entonces (no antes) podrás ayudar a que otros puedan vivirla como tú.

La celebración de la Eucaristía, sobre todo el domingo, pide canto. La Iglesia lo ha repetido muchas veces.

Toda celebración solemne ha de ser cantada. ¿Y quién canta? Aquel a quien el Señor llama para ello. Todo

ministerio (servicio) consiste en poner al servicio de la Iglesia el don que Dios te ha dado. Lo que tiene que

hacer la Iglesia es reconocer ese don como regalo de Dios y colocarte allá donde mejor puedas servir, todo

para bien de la comunidad.

Por lo tanto, no tenemos derecho a tocar en el coro. No. Lo siento. El servicio no nos pertenece. El cantor se

ofrece gratuitamente a la comunidad, pero no exige ser elegido para servir. El servicio no se elige, se acoge.

Y el que sirve no se fija en sí mismo, sino que se fija en aquel a quien sirve.

“Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?»Desde entonces

muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él.” (Jn 6, 60.66)

Si lo habéis pensado, que sepáis que no habéis sido los primeros... El amor siempre fuerza a la elección. O

estamos con Cristo o estamos perdiendo el tiempo. O el amor de Cristo es el que guía todas nuestras

acciones, o nuestra fe es una fe más floja que la casa del primer cerdito...

No sólo eso; además el que cumple un servicio cumple lo que se le pide. Al coro se le pide que anime la

celebración, no que aporte nada nuevo a la celebración. La Eucaristía ya existe antes de que venga un coro

a animarla. Es importante distinguir las partes de la misa que canta el coro y las partes de la misa en las que

canta el coro.

Al igual que el sacerdote no puede inventarse las oraciones de la misa, ningún coro puede inventarse las

oraciones de la misa que se pueden cantar: los kyries, el gloria, el salmo responsorial, el aleluya, el credo, el

santo, el padrenuestro, el Cordero de Dios,... Eso son oraciones que pertenecen a la Iglesia, no son textos

arbitrarios. Esos son los textos de la misa que el coro puede cantar y son los más importantes.

Además, están los cantos que el coro canta en la misa: la entrada, el ofertorio y la comunión. Estos cantos

han de estar concordes con lo que se celebra (la entrada hace referencia al tiempo litúrgico o a la

solemnidad que se celebre, el ofertorio acompaña la entrega de nuestras vidas y la comunión hace siempre

referencia al don de Cristo en la Eucaristía).

Por encima de todo: el amor

Volviendo al texto con el que empezamos, el cristianismo es la gran aventura del amor. Dejar que el amor

de Dios entre hasta el fondo en todas las caras de tu vida. Sólo así el Señor será el que tome el mando en

toda tu vida, y será tu propia vida la que cante al Señor un canto nuevo.

COLOQUIO SOBRE EL FUTURO DEL CORO

 Particularmente, ¿qué te ha dicho el Señor en este rato?

 ¿Cuál es la visión que tienes para el coro?

 ¿Cómo crees que debemos afrontar esto para el curso que viene?

 Más cosas...

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