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Cizalla del cuerpo y del alma.

La neurosis de Freud a Lacan


Roberto Mazzuca, Fabian Schejtman y Claudio Godoy
Bregasse 19 Ediciones, Buenos Aires, 2002

Las identificaciones

Roberto Mazzuca

La identificación es un proceso o, como también se lo llama, un mecanismo, clave en


la teoría y, sobre todo, en la clínica de Freud. En la metapsicología ocupa un lugar
algo marginal, de allí que un texto como Lo inconsciente, por ejemplo, ni siquiera lo
mencione. Su papel en ese campo resulta deslucido si se lo compara con la represión.
Ninguna de las Lecciones introductorias al psicoanálisis está dedicada a su examen y,
si no fuera por dos brevísimas menciones de la "Lección 26: La teoría de la libido y el
narcisismo", tampoco este texto, donde Freud quiso reunir el conjunto del saber
construido por el psicoanálisis hasta ese momento, le daría lugar alguno. Nunca fue
objeto de una discusión sistemática o de una exposición organizada, con excepción
del capítulo VII de Psicología de las masas y análisis del yo que, en realidad, tampoco
constituye una verdadera exposición sistemática, ya que allí Freud acumula y reúne
retazos dispersos de lo producido en el tema con anterioridad a ese texto, antes de, y
para, abordar la difícil cuestión de la composición libidinal de las masas. Sin embargo,
nadie se animaría a afirmar, creo, que su lugar e importancia en la teoría sea menor.

Si todos los conceptos freudianos surgen y tienen su justificación en el uso que se


hace de ellos en la clínica psicoanalítica, esto es válido de una manera muy especial
para la identificación. No me refiero a la llamada teoría de la técnica psicoanalítica sino
al uso del concepto de identificación en esa experiencia. Es como si ese concepto se
fuera imponiendo por sí mismo y cada vez más a pesar de que no se lo cultive en lo
teórico. Sus menciones son raras en los comienzos del psicoanálisis pero hacia el final
de la obra de Freud ha adquirido una envergadura considerable.

En cuanto a la teoría de la técnica, nunca fue usado por Freud mismo para definir las
metas de la cura: "hacer consciente lo inconsciente", "levantar las represiones",
propone durante la vigencia de la primera teoría del aparato psíquico, "donde eso
estaba deberé advenir", reformula con términos de la segunda de esas teorías. Pero
adquiere una extensión descomunal después de su muerte hasta el punto de que
algunas orientaciones psicoanalíticas definen por la identificación la meta y la
terminación del análisis.
El concepto de identificación nace como una herramienta para interpretar los síntomas
histéricos y melancólicos. Freud lo usa tempranamente en su diálogo con Fliess para
desplegar el sentido de un síntoma agorafóbico. La paciente se identifica con una
prostituta y por eso se defiende de la fantasía de deseo inconsciente (para decirlo
brevemente, ya que ninguno de esos términos: ni fantasía, ni deseo, ni inconsciente,
existían en ese momento como conceptos psicoanalíticos) negándose a salir a la calle.
Angustia de prostitución, la llama. También, identificación con personas de moral
inferior, en relación con recuerdos de relaciones sexuales del padre o del hermano con
mujeres de esa condición. '"Hay una justicia trágica, dice, en que el descenso del amo
de la casa hasta la muchacha de servicio tenga que ser expiado por la autodenigración
de la hija".

Es curioso darse cuenta que se podría prescindir totalmente del concepto de


identificación en esa interpretación, Freud podría haber dicho que sus pacientes
fantaseaban ser una prostituta, o aun que inconscientemente deseaban serlo, sin
llegar a la afirmación de que se identificaban con una de esas mujeres. El término es
usado casi como si formara parte del lenguaje cotidiano y es perceptible que le da una
contundencia y claridad a la interpretación que no se obtendría prescindiendo de él.
Tiene, además, una economía particular porque permite reunir en un solo término el
significado de los otros tres conceptos mencionados al que se le suma también el de
autocastigo. Porque, en esta primera aparición en escena de la identificación, el
sufrimiento es un componente sustancioso de las experiencias en las que interviene.
Además del significado de autodenigración, que ya mencionamos, forman parte de él,
por ejemplo, los reproches por la muerte de un ser querido. Tanto en la melancolía, o
también "castigarse histéricamente mediante los mismos estados de enfermedad que
ellos han tenido".

Que la identificación haya hecho su entrada en el psicoanálisis como herramienta de la


interpretación, justifica que el primer texto en que Freud la mencione y la utilice sea
justamente La interpretación de los sueños, en relación con el sueño de la bella
carnicera del que Lacan hizo el paradigma de la estructura histérica. Aquí Freud
procede con una doble vuelta interpretativa, de acuerdo con la posibilidad que ya
enunciamos. En la primera vuelta analiza el sueño y propone su interpretación, la que
parece acabada, sin mencionar la identificación. Es como si dijera "vean como se
puede prescindir de la identificación". En la segunda, despliega la interpretación que
se alcanza haciendo intervenir la identificación, postulando que la soñante, la bella en
cuestión, "se ha puesto" en su sueño "en el lugar de" su amiga. Esta vez es como si
dijera "adviertan la ganancia que se ha obtenido". Tal es el poder interpretativo de la
identificación.

De una manera abreviada, el texto del sueño reza: "quiero dar una comida, pero no
tengo en mi despensa sino un poco de salmón ahumado. [...]. Así debo renunciar al
deseo de dar una comida". Las primeras asociaciones resultan insatisfactorias para
esclarecer el sueño. Freud la insta a que diga más. Después de una breve pausa,
como ocurre cuando se vence una resistencia, la paciente proporciona el resto diurno
del sueño: relata que el día anterior visitó a una amiga de la que está celosa porque le
gusta a su marido. Esta amiga, que es flaca, le habló de su deseo de engordar un
poco y al despedirse le preguntó: cuándo vuelve a invitarnos, "¡se come tan bien en su
casa!".

De este modo Freud puede ofrecer la primera interpretación que muestra cuál es el
deseo que el sueño realiza. Es como si la paciente dijera: "¡ya te voy a invitar a comer
a casa, para que engordes y le gustes más todavía a mi marido!, es mejor que no dé
comidas". Habiendo accedido al deseo que cumple, el sueño está acabadamente
interpretado. Sin embargo, un poco más adelante Freud agrega "El mismo sueño
admite todavía otra interpretación, más fina, López Ballesteros traduce "más sutil". Si
se postula que en el sueño la paciente no alude a sí misma sino a su amiga, "si se ha
puesto en el lugar de ésta o, como podemos decir, se ha identificado con ella",
entonces la interpretación ilumina aspectos y procesos que quedaron ocultos en la
primera vuelta interpretativa.

Interviene aquí la distinción entre el deseo del sujeto y el deseo del otro. El deseo de la
paciente es que el deseo de engordar de su amiga quede insatisfecho. Pero en lugar
de eso sueña que es a ella misma a quien no se le cumple un deseo. Lo que el sueño
pone en escena es que ella debe renunciar a su propósito de dar una comida.

Por medio de esta interpretación Freud puede mostrar la característica tan peculiar de
los síntomas histéricos:

"La identificación es un aspecto extremadamente importante para el mecanismo de los


síntomas histéricos; Advirtamos que no se está refiriendo a la importancia de la
identificación para interpretar esos síntomas, sino a su intervención en el síntoma
mismo. Prosigue "... por ese camino los enfermos llegan a expresar en sus síntomas
las vivencias de toda una serie de personas y no solo las propias; es como si
padecieran por todo un grupo de hombres y figuraran todos los papeles de un drama
con sus solos recursos personales".

La perspectiva que Freud presenta aquí es diferente de la que tradicionalmente vio la


psiquiatría que siempre se empeñó en destacar el costado cuasimitómano de la
histeria, la simulación, el engaño al médico copiando las enfermedades, su
histrionismo, etc.
"Se me objetará que ésta es la conocida imitación histérica, la capacidad de los
histéricos para imitar todos los síntomas que les han impresionado en otros, por así
decir una compasión que se extrema hasta la reproducción".

La imitación es un fenómeno que también fue muy estudiado por los psicólogos
sociales y puesto en serie con la empatía y el llamado contagio psíquico. Sin embargo,
la imitación, o el contagio, es lo observable, el fenómeno, el resultado. A Freud le
interesa determinar, porque se trata de síntomas, cual es el camino de su formación,
no solamente su efecto. Apunta al "acto psíquico", así lo llama, del cual aquellos
fenómenos son las consecuencias. Este acto psíquico es la identificación que, como
proceso, es más complejo que lo que habitualmente se entiende por imitación, y
supone un razonamiento inconsciente.

Para explicar ese proceso Freud utiliza el ejemplo de la epidemia o contagio psíquico
en una sala de hospital, o en un pensionado, en que las internas reproducen un
ataque histérico de alguna de ellas, por ejemplo, un ataque convulsivo. Para el
médico, observador de conductas, es un acto simple de imitación. Para las internas,
que saben unas de otras más que el médico, es otra cosa: se enteran del
desencadenante, por ejemplo, la recepción de una carta, reconocen la causa, el
reavivamiento de una cuita de amor, encuentran en ellas esa misma causa (empatía o
compasión, sentir como siente el otro), y se cumple en ellas "un razonamiento que no
llega a la conciencia: "si por esa causa ella puede tener tales ataques, también yo
puedo tenerlos, pues tengo idénticos motivos'".

Esa secuencia de pasos constituye el proceso completo de la producción de síntomas


en la histeria por medio del acto psíquico de la identificación.
"Por tanto la identificación no es simple imitación, sino apropiación basada en la
misma reivindicación etiológica, expresa un ‘igual que’ y se refiere a algo común que
permanece en lo inconsciente".

La esencia de la identificación reside entonces, para Freud, en una comunidad


(Gemeinsamkeit), el reconocimiento de algo en común y una equivalencia. Si
desplegamos en una fórmula verbal el proceso inconsciente diríamos: a una misma
causa responde el mismo efecto. O bien, "si compartimos el mismo motivo padecemos
de la misma consecuencia". Solo la consecuencia, el síntoma, es observable, pero no
la motivación, por eso los teóricos de la imitación solo ven una punta del proceso. En
la histeria esta comunidad es habitualmente de orden sexual. Los histéricos se
identifican en sus síntomas, agrega Freud, con sus parejas sexuales o con quienes
han tenido (real o fantaseadamente) relaciones con ellas. Lacan dirá simplemente
“comunidad de deseo”, el sujeto reconoce en el otro el mismo deseo, o crea (en sí o
en el otro) el mismo deseo. La mujer del carnicero no hace sino seguir estas reglas de
los procesos histéricos de pensamiento cuando expresa sus celos hacia la amiga y
poniéndose en el lugar de ella en el sueño. De modo que la segunda interpretación del
sueño, ahora teniendo en cuenta la identificación, queda formulada por Freud de la
siguiente manera: "ella ocupa en su sueño el lugar de su amiga porque ésta ocupa en
el ánimo de su marido el lugar que a ella le corresponde y porque quisiera ocupar en la
estimación del mismo el lugar que aquella ocupa".

Si el objeto de este trabajo recayera en la histeria o en los síntomas histéricos,


deberíamos desplegar más detenida y extensamente la interpretación que hace Freud
de este sueño. Pero como nuestro tema es el de las identificaciones, conviene pasar
ahora a la otra identificación que Freud reconoció desde un comienzo, la de la
melancolía. En realidad, cuando Freud descubrió la identificación en su diálogo con
Fliess vio que le servía para entender los síntomas histéricos y los melancólicos.
Recién más tarde, como vimos, en La interpretación de los sueños, construye la
psicopatología de los síntomas histéricos basándolos en el proceso de identificación (y
no en la conversión, como lo había hecho en Las neuropsicosis de defensa). Cuando
después construye la psicopatología de los síntomas melancólicos en Duelo y
melancolía, se vuelve evidente que se trata de dos procesos muy diferentes. De allí
surge la oposición entre identificación histérica e identificación narcisista. Distinción
que expresa, por otra parte, una de las dificultades de este tema que reside en que,
aunque se conserve la comunidad del nombre "identificación", se ubican bajo este
rubro procesos muy diferentes entre sí.

En el caso de la melancolía Freud reconoce el proceso de identificación en los


síntomas de autorreproche. Es habitual que ante la pérdida de un ser querido el sujeto
se formule reproches de diferente índole. Pero los autorreproches en la melancolía
difieren sensiblemente de los del duelo normal. Una de esas diferencias radica en que
su contenido es incongruente con los rasgos de la propia persona. Freud deduce, o
más bien postula, que los que aparentan ser autorreproches constituyen en realidad
reproches dirigidos hacia otra persona, aquella cuyos lazos libidinales se ve obligado a
suspender por su pérdida, sea por su muerte o por un desengaño. Esta pérdida se
traduce -porque entre el texto de 1899 y el de 1914 Freud ha construido su teoría del
narcisismo y de la libido- en un retiro de las cargas libidinales del objeto perdido que
retornan al sujeto como libido del yo. Como consecuencia se produce una
identificación del yo con el objeto perdido.

“La carga de objeto fue abandonada pero la libido libre no se desplazó a otro objeto
sino retraída al yo. Ahí encontró una aplicación determinada sirviendo para establecer
una identificación del yo con el objeto abandonado”.
De este modo el objeto perdido se reconstruye en el yo el cual pasa a ser criticado
como el objeto. O bien, describiendo este proceso desde su reverso, el yo resulta
profundamente modificado asumiendo los rasgos del objeto perdido. O como lo dice
Freud. "La sombra del objeto cayó sobre el yo". La relación del yo con el objeto resulta
sustituida por una relación intrayo.

"De este modo se transformó la pérdida del objeto en una pérdida del yo, y el conflicto
entre él y la persona amada, en una discordia entre el yo crítico y el yo modificado por
la identificación".

Pocos años después, en la "Lección 26", resume estos desarrollos de una manera
muy clara: "Hemos reconocido que los autorreproches con que estos melancólicos se
martirizan de la manera más inmisericorde están dirigidos, en verdad, a otra persona,
el objeto sexual que han perdido o se ha desvalorizado. Pudimos inferir que el
melancólico ha retirado su libido del objeto pero que, por un proceso que hay que
llamar "identificación narcisista", ha erigido el objeto en el interior de su propio yo [...].
El yo propio es tratado entonces como lo sería el objeto resignado y sufre todas las
agresiones y manifestaciones de venganza que estaban reservadas a aquel".

Como vemos, la identificación melancólica constituye un proceso muy diferente al de


la identificación histérica. Es poco lo que tienen en común. Una de las diferencias
mayores radica en la extensión del campo de aplicación de cada uno de esos
conceptos. En la histeria es aplicada como proceso de formación de los síntomas. En
la melancolía, en cambio, apreciamos que su efecto tiene un alcance que trasciende
en mucho al síntoma ya que trae como consecuencia una profunda modificación en el
yo. Es por esta razón, probablemente, que si bien esta modalidad de identificación es
introducida por Freud para dar cuenta de una patología en el campo de las psicosis
(ya que se trata de un afección narcisista) y mostrar cómo se distingue de un proceso
normal, el duelo, en el transcurso ulterior de su obra este modelo de identificación es
ampliado y extendido para explicar el desarrollo, otorgándole una función destacada
en el proceso normal de constitución del sujeto. A partir de la segunda teoría del
aparato psíquico, el desarrollo del yo será presentado como el efecto de una sucesión
de identificaciones con el objeto, y el origen del superyo encontrará su razón en la
sustitución de las cargas libidinales de los objetos incestuosos abandonadas en el
momento de terminación del Edipo, con la subsecuente reconstrucción en el yo de una
instancia diferenciada que representa aquellos objetos. Este es el superyo heredero
del complejo de Edipo.

En Las lecciones introductorias Freud no llega a realizar una comparación sistemática


entre ambas, identificación histérica y narcisista, lo cual no puede ser considerado, en
mi opinión, un descuido, sino más bien una cuestión de estructura. Toda comparación
u oposición se ejerce a partir de un registro en común. En este caso se trata de dos
procesos tan diferentes que resulta prácticamente imposible su oposición. De allí que
cuando se refiere a las identificaciones en Freud, Lacan frecuentemente afirma que se
trata de un conjunto heteróclito. Y que Freud, en el último texto mencionado, diga:

"Además de la identificación narcisista existe una identificación histérica, que nos es


conocida desde hace mucho más tiempo. Me gustaría que fuese posible aclarar las
diferencias entre ambas mediante algunas consideraciones".

Si el lector creyera que se trata de una frase introductoria de esas aclaraciones, se


vería defraudado. Representa más bien una expresión de deseos. Conviene leerla
cortando en la quinta palabra: me gustaría que fuese posible. Y no solo no las
compara sino que no menciona, calla, que entre el momento de construcción de la
psicopatología de la primera y el de la segunda, Freud ha descripto otro proceso de
identificación.

En este caso no se trata de algo que surgiera como necesidad o instrumento en lo


concreto de la clínica, sino que proviene de un extremo remoto de la teoría freudiana:
su singular delirio para dar cuenta del origen de la humanidad, de su tránsito entre la
naturaleza y la cultura: la teoría de la horda primitiva. Lacan propone tratarla como un
mito, el único mito moderno, afirma. Conviene recordar que para Freud no era un mito,
había adquirido la convicción de que se refería a lo real. Este tercer modo de
identificación (numerado según el orden cronológico de mi exposición) en cieno
sentido surge también como herramienta de interpretación, ya que es utilizado para
entender los fenómenos de canibalismo o de otras conductas por las cuales, al ingerir
un animal, por ejemplo, el sujeto creía incorporar sus cualidades:

"Si mediante el acto de devoración uno recibe en sí partes del cuerpo de una persona,
al mismo tiempo se apropia de las cualidades que a ella pertenecieron. De aquí
resultan luego precauciones y restricciones de la dieta bajo ciertas circunstancias. Una
mujer en estado de gravidez evitará comer la carne de ciertos animales porque sus
indeseadas propiedades, la cobardía, por ejemplo, podrían trasmitirse al niño que ella
nutre".

Esta interpretación, una vez transportada al momento de la comida totémica con que
los hermanos celebran y rememoran el parricidio originario, proporciona un doble
significado. Esta celebración representa y repite la muerte y destrucción del padre,
consumada en el sacrificio del animal tótem, y a su vez expresa la identificación por la
cual los hijos se apropiaban de sus cualidades. Es una incorporación ambivalente,
como el mismo parricidio originario, "crimen fecundo", lo llama Lacan. Asistimos aquí a
nivel colectivo a un proceso semejante al de la constitución individual del sujeto: lo que
antes el padre prohibía como instancia exterior, ahora la alianza fraterna se lo
autoimpone como ley. Parafraseando al mismo Freud podemos decir "lo suprimido en
el exterior retorna desde el interior".

"El violento padre primordial era por cierto el arquetipo envidiado y temido de cada uno
de los miembros de la banda de hermanos. Y ahora en el acto de la decoración,
consumaban la identificación con él, cada uno se apropiaba de una parte de su fuerza.
[...]. Odiaban a ese padre que tan gran obstáculo significaba para su necesidad de
poder y sus exigencias sexuales, pero también lo amaban y admiraban. Tras
eliminarlo, tras satisfacer su odio e imponer su deseo de identificarse con él,
forzosamente se abrieron paso las mociones tiernas. [...]. El muerto se volvió aún más
fuerte de lo que fuera en vida. Lo que antes él había impedido con su existencia, ellos
mismos se lo prohibieron ahora en la situación psíquica de la 'obediencia retrospectiva'
que tan familiar nos resulta por los psicoanálisis".

Podemos ver que esta modalidad de identificación tiene similitudes con la segunda
forma, pero difiere de ella por el papel preponderante que asume la ambivalencia.
Tampoco recibe explícitamente la denominación de identificación ya que, como puede
apreciarse en los fragmentos citados, el término es usado más bien al pasar.
Encuentra su referencia más justa en el término "incorporación". Más tarde Freud
usará este modelo para aplicarlo al desarrollo individual y delimitar la más temprana
identificación con el padre.

Vamos verificando gradualmente basta qué punto es acertada la afirmación lacaniana


de que las identificaciones en Freud componen un conjunto sumamente heteróclito. Si
creyéramos que con el itinerario recorrido estaríamos ya en condiciones de abordar el
capítulo VIl de Psicología de las masas y análisis del yo, se nos recordaría que hemos
omitido otra identificación freudiana, frecuentemente olvidada, pero no por Freud que
la recuerda en ese texto. Corresponde a la teoría del Edipo y es utilizada en Un
recuerdo infantil de Leonardo da Vinci para explicar la relación del varón homosexual
con su madre, quien, por un particular defecto en la función paterna, no ha resultado
castrada: se trata de una madre fálica соn la que el sujeto conserva una relación
incestuosa en un Edipo indefinido por la ausencia de la amenaza de castración. El
secreto íntimo del desapego del homosexual por las mujeres, según Freud, por lo
menos para este tipo tan particular de homosexualidad como lo es la de Leonardo
-más asexual que homosexual-, es la fidelidad hacia su madre idealizada. De adulto,
en la elección de sus objetos de amor, entre la niñez y la adolescencia, cuando estos
todavía no adquieren rasgos masculinos, el sujeto se identifica con la madre idealizada
y, desde allí, desde la mirada de esa madre, elige sus objetos con el modelo de su
propia persona cuando niño. De este modo elegía Leonardo a sus discípulos, a
quienes cuidaba, alimentaba y amaba como una madre.
Es claro que podemos calificar este fenómeno como un cuarto modo de identificación.
Cuarto en nuestra exposición, ya que el texto de Leonardo fue escrito en 1910. Con el
agregado de que Lacan introduce en ella una diplopía. Como ese esquema de la
relación madre e hijo de Leonardo es aplicado por Freud, tardíamente, para analizar el
fetichismo, Lacan lo extiende a otros fenómenos y refracta esta identificación con la
madre fálica en dos modalidades, con la madre o con el falo. Que pueden alternarse,
como en el trasvestista que, a veces, se identifica con la madre que esconde el falo, y
otras, con el falo escondido. Ciertamente, conjunto heteróclito.

Ahora sí estamos en condiciones de abordar el capítulo "La identificación" del texto de


1921 ya mencionado y que constituye algo así como una referencia canónica cuando
se quiere exponer o examinar la cuestión de la identificación en Freud, en singular.
Lamentablemente esta referencia oscurece el tema, por el efecto ilusorio de constituir
una clase. De allí que el título de este trabajo recurra al plural. Lo dicho hasta aquí
constituye el fundamento que justifica su elección.

En segundo lugar, hay que mencionar la extensión que ha alcanzado la lectura que
Lacan hace de este capítulo. En ella se sistematizan las identificaciones freudianas
distinguiendo tres clases: la identificación primaria, la identificación regresiva y la
identificación histérica. A medida que la enseñanza de Lacan se difunde y esa lectura
es cada vez más conocida, se ha comenzado a escuchar, casi al modo de un
catecismo, que en Freud hay tres tipos de identificación. Al punto de que se las cree
encontrar leyendo el capítulo VII de Psicología de las masas y análisis del yo. Se ha
dejado de ver el bosque y las ramas.

Examinemos brevemente ese capítulo. Debemos señalar inicialmente que allí Freud
distingue y describe por lo menos seis tipos de identificación. En primer lugar, la
identificación primaria con el padre. En segundo lugar, dos formas de identificaciones
parciales que denomina regresivas porque surgen de la sustitución de una previa
relación de objeto. En ambas formas el yo copia un rasgo único, del objeto rival, en un
caso, o del objeto amado, en el otro. A continuación distingue una cuarta forma de
identificación que prescinde de cualquier relación de objeto previa y se determina
solamente por la percatación de una comunidad recientemente constituida entre
ambos sujetos. Finalmente, delimita dos identificaciones que se distinguen, en
oposición a las tres últimas, por la amplitud con que el yo resulta modificado. Se trata
de la identificación con la madre en la homosexualidad masculina y de la identificación
narcisista en la melancolía.
[1 ] Identificación primaria con el padre
[2] a un rasgo del objeto rival
Identificaciones Regresivas en el síntoma neurótico
[3] a un rasgo del objeto
[4] Con un objeto indiferente por una comunidad
[5] En la homosexualidad masculina
Identificaciones Globales
[6] En la melancolía

1. La identificación primaria con el padre. Es la manifestación más temprana de un


enlace con otro.
"El niño manifiesta un particular interés por su padre; quisiera ser como él y
reemplazarlo en todo. Podemos decir pues que hace de su padre su ideal. Esta
conducta no representa en absoluto una actitud pasiva o femenina con respecto al
padre, sino que es estrictamente masculina (Lacan traduce "exquisitamente viril") y se
concilia muy bien con el complejo de Edipo a cuya preparación contribuye". Sólo mas
tarde, con la constitución de este complejo, se torna hostil. Sin embargo, es
ambivalente desde un principio, pudiendo traducirse tanto en una manifestación
cariñosa como en el deseo de supresión. Asume los rasgos de la fase oral de
organización de la libido en la cual el sujeto incorpora al objeto amado y, al comerlo, lo
destruye.

2. A continuación Freud analiza las identificaciones que intervienen en la formación de


los síntomas neuróticos y distingue, en primer término, dos formas de identificaciones
parciales con los objetos del complejo de Edipo, tanto el objeto hostil como el objeto
amado. Menciona un ejemplo del primer tipo donde la hija contrae el síntoma de la
madre, una tos pertinaz. La identificación en este caso expresa el deseo hostil de
sustituir a la madre y el síntoma manifiesta la inclinación erótica hacia el padre
realizando la sustitución deseada. Simultáneamente cumple un castigo dictado por la
culpabilidad: "querías ser como tu madre, ya lo conseguiste, por lo menos sufres igual
que ella". Reconocemos claramente aquí la identificación que interviene en la
formación de los síntomas histéricos tempranamente delimitada por Freud.

3. Pero puede ocurrir que el síntoma sea tomado del objeto amado, como en el
ejemplo de la tos de Dora en que el síntoma reproduce la tos del padre. En este caso
la identificación viene a sustituir a la elección de objeto. Por eso es calificada como
regresiva, porque la elección de objeto se transforma en una identificación. En este
caso no podemos reconocer ninguna de las formas de identificación que Freud
describiera con anterioridad. Sigue el modelo de la identificación en la melancolía
porque implica el pasaje del objeto de amor a la categoría de objeto de identificación.
Pero no es una identificación narcisista sino neurótica. Además, al igual que la
anterior, no transforma el yo en su conjunto, sino que toma solamente un único rasgo,
dice Freud, de la persona amada.

4. La cuarta forma de identificación se produce con un objeto indiferente, ni amado, ni


odiado. Surge cuando un sujeto descubre una importante rasgo común con el otro. El
síntoma expresa de manera manifiesta esa comunidad que permanece oculta. Aquí
reconocemos la identificación delimitada en el sueño de la bella carnicera aunque, sin
embargo, hay una diferencia porque, en este caso, se trataba de un objeto rival y no
indiferente.

5. La identificación con la madre en la homosexualidad masculina coincide


exactamente con la descripta para Leonardo.

6. Finalmente, la identificación narcisista en la melancolía, reproduce la ya delimitada


en el texto de 1914. Ambas identificaciones se oponen a las tres anteriores por la
amplitud con que el yo resulta modificado.

Es necesario señalar que la lectura que hace Lacan de este capítulo pivotea sobre el
párrafo en que Freud distribuye las identificaciones sobre el eje común de la relación
de objeto según tres fuentes. Una, como forma originaria de relación con el objeto;
otra, como su sustitución regresiva; y una tercera, independiente de toda relación
previa. De allí Lacan extrae las que él llama las tres formas freudianas de la
identificación (o modos o tres especies de identificación según las designa en
diferentes lugares) que, bien entendido, no están numeradas en el texto de Freud y
que, como vimos, ni siquiera son tres.
Lacan las llama freudianas para distinguirlas de las suyas, las que podemos llamarlas
diferentes modalidades lacanianas de la identificación ya que, a partir de ahí, y
especialmente con la introducción del concepto de rasgo unario en el Seminario 9: La
identificación, Lacan construye su propia teoría de las identificaciones cuyas formas se
distribuyen en los tres registros: real, simbólico e imaginario, y no coinciden con las
formas freudianas..
Identificaciones imaginarias entre las que se cuenta la identificación especular pero
también la identificación viril de la histérica; identificaciones simbólicas como la
identificación primaria con los significantes de la omnipotencia del otro, identificación
que no sólo suspende la satisfacción de las necesidades del aparato significante sino
que las fragmenta, las filtra y las modela y que, a su vez, debe distinguirse de la que él
denomina identificación histérica: la identificación con el otro por intermedio del deseo,
la vía regia para la transmisión del deseo. En fin, identificaciones en lo real, como la
identificación con el padre o, tal como lo dice en el Seminario 24, con lo real del Otro
real, identificación de donde surge el amor. O también, si se tiene en cuenta su último
concepto de síntoma, la identificación con éste en un análisis llevado hasta el final.

Resulta claro que la enumeración precedente es sólo ilustrativa ya que no se trata aquí
de abordar una teoría general de las identificaciones en la enseñanza de Lacan sino
de destacar que resultaría forzado hacer coincidir los conceptos lacanianos sobre la
identificación con las llamadas tres identificaciones freudianas.

Sin embargo, mucho mas importante que señalar cuál es el párrafo del capítulo VII
que Lacan elige para reducir a tres las distintas formas freudianas de la identificación,
es explicar el por qué de esa elección, es decir, descubrir cuál es la razón de esa
reducción y de ese ordenamiento.

Ante todo hay que subrayar, como ya lo hicimos, que para Lacan las distintas
identificaciones freudianas, y a pesar de que se designen con el mismo término,
refieren a procesos heterogéneos, es decir, que no son variedades de un mismo
concepto por lo que constituyen, tal como lo dice en el Seminario 12 un agrupamiento
heteróclito. Lacan sostiene que es su propia enseñanza la que ha transformado este
conjunto heteróclito en "una serie estructurada" (Cf. La clase del 24-2-65).

Ya antes había señalado "(estas) identificaciones no forman probablemente una clase,


aunque ellas puedan llevar el mismo nombre que les aporta (apenas) una sombra de
concepto" (Seminario 10: La identificación, clase del 13-12-61). La opinión de Freud no
es muy diferente. Por lo menos, al terminar el capítulo, incluye una nota en la que
aclara: "Sabemos muy bien que con estos ejemplos tomados de la patología no hemos
agotado la esencia de la identificación".
El párrafo elegido del texto freudiano es el que más claramente expresa la razón de
esa serie estructurada que Lacan construye simultáneamente con su grafo y que ya
podemos apreciar claramente a la altura del Seminario 5: Las formaciones del
inconsciente (Cf. sobre todo las clases del 19-3, 9-4 y 4-6-58). Una identificación
primaria que, a esta altura, es más una identificación con la madre que con el padre y
que no es sólo primera temporalmente sino primaria, refiere al encuentro del viviente
con el lenguaje, es la identificación con los significantes omnipotentes del Otro, aquélla
en que las necesidades, para dirigirse al Otro, deben pasar por los desfiladeros de la
demanda.

Sin embargo, cuando Lacan se refiere a los conceptos de Freud, no a los suyos, la
identificación primaria es presentada en relación con el padre. Se destaca entonces el
rasgo freudiano que la describe como exquisitamente viril y su papel en el origen del
ideal del yo. Pero también las elaboraciones de Freud en Tótem y tabú por las que
esta identificación es asimilada a un proceso de incorporación.

Una identificación que es secundaria porque surge por transformación de la relación


de objeto previa, en especial es el amor que se transforma en identificación y por eso
se subraya que Freud la denomina regresiva. Esta forma de identificación es
examinada por Lacan en esta época especialmente en relación con la fase fálica y la
conformación del ideal del yo y, en esta medida, hace referencia no sólo al capítulo
sobre las identificaciones de Psicología de las masas... sino a la lección XXXI "La
división de la personalidad psíquica" de 1932 que presenta al ideal del yo como
heredero del complejo de Edipo, es decir, que da cuenta de su construcción y
consolidación a partir del abandono de los objetos incestuosos por el procedimiento, al
igual que en el duelo, de identificarse con ellos. Es también la identificación que
estabiliza una posición sexual y por la cual el sujeto, especialmente el varón, se
identifica con las insignias paternas. Esta identificación comporta tres aspectos, un
paso preparatorio (la sustitución del objeto por significantes o, más bien, por sus
insignias), la identificación con éstos o identificación propiamente dicha y la
consecuencia, que es una transformación radical del deseo o transferencia del deseo.
Tiene relación más con el Edipo negativo que con el positivo en la heterosexualidad y,
en la homosexualidad, con el positivo (recuérdese la identificación de Leonardo con su
madre o la de la joven homosexual con las insignias paternas).
Este concepto sufrirá algunas transformaciones a lo largo de la enseñanza de Lacan
pero esta identificación secundaria siempre aparecerá en relación con la conformación
del ideal del yo.

Finalmente una identificación que podemos llamar terciaria porque implica como
condición la normalización del deseo en la travesía edípica y que es una identificación
con un objeto indiferente en cuanto a una relación libidinal previa. Ya desde este
momento Lacan la llama identificación histérica tomando el término freudiano utilizado
en el análisis del sueño de la bella carnicera en la Interpretación de los sueños. Esto
ha generado algunas confusiones.

Por una parte porque la amiga, objeto de la identificación de la bella, no es


precisamente un objeto libidinalmente indiferente. Por el contrario, es la rival que
aparece como queriendo gustar al marido y, para colmo, a quien éste podría dirigir su
deseo. En el ordenamiento de Lacan la tercera identificación tiene como referencia
objetos posedípicos y es sólo en este sentido en el que se afirma que la identificación
se realiza con un objeto indiferente.

Por otra parte, porque se confunde esta identificación histérica, tercera, con las que,
en el capítulo 7 de las identificaciones, Freud caracteriza como regresivas (es decir,
segundas en el ordenamiento de Lacan) y a las que considera constitutivas de los
síntomas histéricos proporcionando además para ellas, por si no hubiera suficientes
elementos de confusión, el ejemplo de la tos de Dora.

La identificación histérica es presentada al principio como una identificación


imaginaria, como un sostén o punto de apoyo para focalizar mejor (en el sentido
óptico) el deseo. En otro momento se la presentará ya directamente como la
identificación de deseo a deseo o, un poco más tarde, como la identificación con el
Otro por intermedio del deseo.

Reitero que el propósito de este trabajo no es la exposición de las identificaciones en


la enseñanza de Lacan, sino solamente mostrar la perspectiva en que esta aborda las
identificaciones freudianas.

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