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En torno a la segunda década del siglo XX surge un nuevo grupo de poetas jóvenes que
rechazan la poesía de moda, dominada por los malos imitadores de Rubén Darío y el
ultraísmo. Los rasgos comunes a todos ellos son la formación universitaria, el origen
familiar más bien acomodado, las actitudes progresistas en política y, en especial, el deseo
de modernizar la poesía española.
Nómina del 27
Entre los miembros indiscutibles del 27 se suele citar a Pedro Salinas, Jorge Guillén,
Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Gerardo Diego, Federico García Lorca y Rafael Alberti.
A esta lista suelen añadirse algunos nombres más: Dámaso Alonso, Juan José Domenchina,
Emilio Prados, Manuel Altolaguirre y Miguel Hernández.
Dámaso Alonso
Su contribución más importante es la revalorización de la figura de Góngora y su
descubrimiento a los jóvenes autores del 27 del contenido mitológico y estético de su obra.
Como autor, sólo las obras de su primera etapa, influidas por Juan Ramón Jiménez y
Antonio Machado, se inscriben en la estética del 27. En su segunda etapa destaca Hijos de
la ira (1944), perteneciente a la «poesía desarraigada» de los años cuarenta y cincuenta
Manuel Altolaguirre
Nació en Málaga en 1905. Se alió a la causa republicana y, al acabar la guerra, se exilió a
Cuba y a México. En uno de sus viajes a España murió en Burgos en 1959.
Es posiblemente el poeta más espiritual e intimista de la generación del 27. En sus
composiciones se observa la huella de San Juan de la Cruz, Garcilaso, Juan Ramón y
Salinas.
Etapas
Los factores históricos y las influencias europeas permiten distinguir dos etapas en el
desarrollo del grupo:
1922-1928: esta etapa está marcada por el dominio de la poesía pura y la admiración por
Juan Ramón Jiménez. Se caracteriza por:
La supresión del sentimentalismo y el encomio de la inteligencia.
La búsqueda absoluta de la belleza.
El rigor en la construcción poética y la depuración del lenguaje.
La tendencia a la creación de poemas breves.
1928-1936: la cohesión del grupo empieza a resquebrajarse. Algunos de sus miembros,
como Guillén y Salinas, permanecen fieles a la poesía pura de Juan Ramón, mientras que
Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Cernuda y García Lorca buscan
nuevas formas de expresión a través de las vanguardias.
En esta segunda etapa domina la influencia del surrealismo, con matices. Del surrealismo
aceptan la rebeldía, la antirreligiosidad, la libertad imaginativa, el mundo de los sueños, pero
rechazan la escritura automática.
La Guerra Civil (1936-1939) supone el final de la generación del 27. La mayoría de sus
componentes han de exiliarse: Salinas, Guillén, Cernuda, Alberti, etcétera; otros, como
Gerardo Diego, Aleixandre y Dámaso Alonso, se quedan en España, y otros son víctimas
del régimen franquista: García Lorca y Miguel Hernández.
Las revistas literarias desempeñaron un papel fundamental en la difusión de la producción
poética de la generación del 27.
Características
Modelos: Juan Ramón se erige como el único poeta español contemporáneo capaz de
superar el modernismo y promover una auténtica renovación con su «poesía pura».
Ortega y Gasset aparece como el maestro que marca el cambio ideológico respecto a la
generación anterior, con su modernidad y europeización.
Lenguaje común: los rasgos expresivos comunes a toda esta generación son:
Importancia del lenguaje y cultivo de la metáfora. De ahí la admiración por Góngora, al que
consideran uno de los autores más originales en el manejo de la lengua.
Preferencia por los factores estéticos: la poesía ha de ser fiel a sí misma y no ha de
convertirse en vehículo transmisor de problemas sociales, morales o ideológicos.
Pedro Salinas
Salinas siempre ha sido considerado el poeta del amor por excelencia. Su estilo es
formalmente sencillo (versos cortos, sin rima ni apenas adjetivos), pero junto al lenguaje
cotidiano destacan las metáforas sorprendentes. La obra poética de Salinas suele dividirse
en tres etapas:
Etapa inicial (1923-1931)
Está marcada por la influencia de la poesía pura de Juan Ramón Jiménez. Se aprecia
también alguna influencia futurista, con poemas dedicados a la máquina de escribir o a la
bombilla.
Etapa de plenitud (1933-1939)
Está formada por la trilogía amorosa La voz a ti debida (1933), Razón de amor (1936) y
Largo lamento (1939). En ella, Salinas se revela como poeta del amor, un amor real entre
dos seres anónimos «tú y yo», que dota de sentido a la existencia.
Etapa del exilio (1940-1951)
Tras la guerra, Salinas desarrolla una poesía existencial de mayor dramatismo, centrada en
temas que van de la reflexión moral a la preocupación por el destino de la humanidad.
Jorge Guillén
La obra de Guillén merece realmente el nombre de poesía pura, desnuda, esencial: el poeta
hace abstracción de todo lo anecdótico para llegar a la esencia, y para conseguirlo tiende a
eliminar los verbos y a escribir los nombres sin artículo.
A los treinta y cinco años publica su primer libro, Cántico (1923), que será ampliado en
diversas ediciones. A éste sucederán Clamor y Homenaje, pero toda su obra aparece
compilada en Aire nuestro (1968).
Cántico
En esta obra exalta el goce de existir, la armonía del cosmos, la luminosidad, la plenitud del
ser y la integración del poeta en un universo perfecto donde muchas veces se confunden
amada y paisaje.
Clamor
Guillén toma conciencia de la temporalidad y da entrada a elementos negativos de la
historia. No obstante, no es un libro angustioso o pesimista. En él domina su deseo de vivir
y de superar las fuerzas del mal.
Homenaje
Como indica su título, Guillén exalta a personas destacadas del mundo de las artes y las
ciencias.
Gerardo Diego
Su obra poética sigue dos líneas, que son simultáneas a lo largo de toda su producción:
Poesía tradicional: comprende los poemas de corte tradicional y clasicista, donde recurre con
frecuencia al romance, a la décima y al soneto, con temas muy variados: el paisaje, la
religión, la música, etcétera. A esta línea pertenecen, entre otras obras: Iniciales (1918),
Soria (1923) y Alondra de verdad (1941).
Poesía vanguardista: su inclinación por el nuevo arte le lleva a iniciarse en el ultraísmo y en el
creacionismo. Diego desarrolla la poesía como juego intrascendente, lleno de imágenes
extraordinarias. Marcadamente creacionistas son sus obras: Limbo (1919- 1921), Imagen
(1922), Manual de espumas (1924) y Fábula de Equis y Zeda (1932
Vicente Aleixandre
Su obra está consagrada desde el principio a la indagación trascendental del conocimiento.
La trayectoria poética de Aleixandre suele dividirse en tres etapas:
Poesía pura: se aprecia la influencia de Juan Ramón, Salinas y Guillén. El hermetismo, la
depuración léxica y estilística, el metro corto, la asonancia y la naturaleza como marco
poético caracterizan esta primera etapa. A ella pertenece su obra Ámbito (1924-1927).
Poesía surrealista: la adhesión al surrealismo supone una mayor libertad en la expresión y en
la selección de los materiales poéticos, si bien Aleixandre solamente adoptó del surrealismo
algunas técnicas. Todos sus poemas surrealistas están recopilados en Poesía superrealista
(1971).
Poesía antropocéntrica: en ella, el hombre se convierte en el centro de atención del universo
poético en lugar de la naturaleza y el cosmos. Este antropocentrismo se puede observar en
sus obras Historia del corazón (1954) y En un vasto dominio (1962).
Luis Cernuda
Toda su poesía se halla reunida en un volumen titulado La realidad y el deseo, (1936-1964)
donde el autor condensa el sentimiento de desencanto de la vida, la tristeza, el pesimismo y
la eterna oposición entre la realidad y el deseo, provocada, en parte, por su condición de
homosexual en una sociedad opresora.
Los dos temas centrales son la soledad y el amor, que se desvela como la unión de placer y
dolor.
Rafael Alberti
Obra poética
Poesía neopopularista: los primeros libros de Alberti intentan revalorizar la poesía popular
española. Marinero en tierra (1924) desarrolla el conflicto interior del poeta, que se debate
entre el mar y la tierra adentro.
Poesía neogongorista y vanguardista: el afán gongorino que irrumpió en torno a 1927 influyó
directamente en Alberti, como se puede comprobar en el clasicismo, el hermetismo y la
belleza formal de Cal y canto (1929).
Poesía surrealista: Sobre los ángeles (1929) aparece en el contexto de la adhesión al
surrealismo y una profunda crisis personal. En la búsqueda que el poeta emprende del
paraíso perdido, surge un pavoroso drama interior, la lucha con las fuerzas del
inconsciente, simbolizadas por ángeles bélicos, vengativos, crueles...
Otros libros surrealistas son Sermones y moradas (1929-1930) y Yo era un tonto y lo que
he visto me ha hecho dos tontos (1929), colección de poemas de carácter burlón y
humorístico dedicados a cómicos de cine.
Poesía civil y política: a partir de 1931, los temas sociales y políticos se incorporan
vigorosamente a sus poemas, que quedan recogidos en El poeta en la calle (1931- 1935) y
Madrid, capital de la gloria (1936-1938).
Poesía nostálgica: en el exilio, continúa la poesía cívica y política iniciada en España, al tiempo
que escribe nuevos poemas marcados por la evocación de la niñez, la juventud y el paisaje.
Miguel Hernández
Por su inclinación a la estética neogongorina y surrealista de su primera época se suele
considerar a Miguel Hernández como miembro de la generación del 27, aun cuando por su
evolución posterior se le incluye en la generación del 36.
Su trayectoria poética se divide en cuatro etapas:
Poesía pura: su primer libro de poemas, Perito en lunas, desarrolla escenas de la vida
cotidiana y temas como la muerte, los toros y el sexo, en una mezcla de elementos cultos y
populares.
Poesía neorromántica: El rayo que no cesa (1936), obra de madurez, conjuga el
neogongorismo con sentimientos amorosos. En ella se incluye su famosa «Elegía» a Ramón
Sijé.
Literatura de urgencia: la poesía vuelve a ser un arma de combate en Viento del pueblo (1937)
y El hombre acecha (1939).
Exploración interior: a raíz de la muerte de su primer hijo y su ingreso en la cárcel escribe
Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941). En él da testimonio de la ausencia de
aquello que da sentido a la vida: la libertad, la familia, etcétera.