En una lectura retrospectiva, se lee como profecía lo que en realidad es sólo posible por la propia indeterminación del discurso estético. Lugones
Artistas Argentinos Asociados se había propuesta construir una
épica nacional. Pero no por una determinada ideología ni una reconstrucción historiográfica sino para construir una tradición afectiva fuerte, una visión suficientemente amplia como para que todos puedan identificarse. El poder del cine se visualiza como mucho más efectivo que el del saber histórico.
Aunque las tendencias partidarias de los que participaron en la
realización de estas películas forma un amasijo de ideologías, lo nacional podía dejar de lado las diferencias (algo que se vuelve imposible después del 45).
Actores en busca de un escritor
Las relaciones entre el cine y los escritores de literatura no
fueron del todo fecundas en nuestro país porque las narraciones de cine ya parecían hechas de antemano y no tenía mucho sentido corcovar a hombres que pusieran todo su oficio en buscar un nuevo lenguaje.
Tal vez eran necesarios escritores que tuvieran una relación
más fluida con el gran público, que estuvieran más adiestrados en el arte de componer historias entretenidas y que estuvieran dispuestos a escribir a cambio de dinero.
¿Quiénes fueron entonces los escritores que hicieron los
guiones de cine? Como Petit de Murat y Manzi, autores provenientes de diferentes sectores de la cultura masiva (libretos radiofónicos, letras de tango, comedias teatrales, periodismo cultural). Y para esto no necesitaban dialogar con la literatura que se estaba produciendo en ese momento sino recuperar una literatura que las vanguardias ya habían convertido en algo del pasado (de ahí Horacio Quiroga).
Tal vez por estar más acostumbrados al trabajo por encargo y
en las sombras, tal vez por ver en el cine un campo lleno de promesas, fueron Manzi y Murat quienes se arriesgaron y decidieron invertir su tiempo en la empresa ambiciosa de quienes, hasta ese entonces, sólo eran actores de éxitos y no empresarios.
La apuesta, de todos modos, tuvo sus resultados y en 1944,
Petit de Murat y Manzi se habían convertido en los guionistas mejor pagos del medio. A la vez que el cine se volvía un lugar posible de la escritura también se convertía en un trabajo: la dedicación al cine pasaba entonces por ser más similar a la de una fábrica glamorosa que a la creación literaria.
El cine conquista el desierto
Con Manzi y Murat, los actores del grupo inicial se habían
propuesto llevar a cabo un cine de mayor calidad pero no por eso menos popular. Después de sus intentos en el cine social (como la vida en los yerbatales en Prisioneros de la tierra), Manzi y Murat se propusieron una empresa mucho más ambiciosa: la creación de un género nacional basado en fuentes históricas. Eran los años en los que el cine norteamericano seguía ganando mercados y le daba forma a un género que atraía a multitudes: el western. El western lograba lo que pocas películas habían hecho hasta entonces: interés narrativo, pericia actoral, virtuosismo técnico y la confirmación de que se estaba frente a un género que había logrado sintetizar las líneas básicas del imaginario norteamericano. El cine podía ser un medio excelente para la definición de una identidad nacional a la vez que crecía el circuito de la “cultura internacional-popular” y que hallaba en el cine uno de los medios más fuertes de desterritorialización. Pese a la sucesión de éxitos las películas de AAA no lograron instituir un género con el vigor y la continuidad del norteamericano. Pampa bárbara puede considerarse el eslabón postrero de una serie sin descendencia.
El ámbito en el que transcurre Pampa bárbara remite
inmediatamente al western: la vida en los fortines, los grandes espacios de la pampa, la ausencia de la ley, la amenaza de los bárbaros y las figuras prototípicas. Sin embargo, Manzi introduce de manera inesperada otro género: la película de gángsters. Manzi sostiene que los indios se comportan como una banda de gángsters y así la historia adquiere una hibridez genérica bastante original: un western argentino con toques de melodrama y amenazado permanentemente por la invasión del género gansgteril. La épica parece prometedora si no fuera porque todos estos elementos debían estar subordinados a una épica patriótica que no admitía ambigüedades.
Comparando con La diligencia, el héroe de Pampa bárbara, el
Coronel Hilario Castro en el fortín de la Guardia del Toro, es alguien no menos rudo que Wayne, cuyos enemigos son los indios y los traidores. Al principio es resistido por los soldados por su férrea disciplina, pero finalmente éstos comprenden que ésa es la única manera de enfrentar a los salvajes. Con su muerte Castro funda un nuevo orden: se hunde con la ley primitiva y deja paso a la civilización.
Ambas películas suceden en la frontera. La frontera de la
película de Ford no está definida de antemano sino que se va negociando a lo largo de toda la narración. En Pampa bárbara en cambio, la frontera se presenta como algo muy nítido. De allí que la figura básica para juzgar a los personajes sea la de la traición, como si los personajes no pudieran optar por un tercer espacio. Este tercer espacio sólo es posible en la ciudad, donde la amenaza del indio no existe.
A su vez, mientras en la película de Ford la caballería juega un
papel marginal, en Pampa bárbara no hay historia fuera del ejército. La figura del cowboy podría tener un equivalente en el gaucho, pero el gaucho es el personaje malvado que duda en pasarse a los indios y traicionar la soldadesca. Los personajes que llevan adelante la épica de la patria en Pampa bárbara son básicamente militares.
Es así que lo que las diferencia es la presencia de la
ambigüedad. Para Pampa bárbara la ambigüedad es el enemigo. En el único caso en que ésta se presenta, en Camila, encubre su hermano y se justifica. A tal punto la frontera está concebida como algo estático, que no hay ningún indio que se convierta en personaje en Pampa bárbara.
En la historia argentina, a diferencia de la norteamericana, la
noción de frontera está vaciada de la noción de pueblo: parece más un trabajo de cartógrafos, científicos y militares que una actividad de pioneros (la una es llevada a cabo por el ejército y la oligarquía mientras que la otra concede una amplia parte a los esfuerzos de los inmigrantes a los que tuvo que recompensar con propiedades).
Esta invocación al ejército como agente de esta épica debe ser
leída en confluencia con una serie de elementos históricos, tecnológicos y políticos. Esos años en los que se filmó Pampa bárbara, son los de la crisis de la película virgen en que la necesidad de acudir a las autoridades para conseguir ayuda y prebendas se había inevitable. Más aún teniendo en cuenta que estas películas se proponían como grandes producciones y trabajan con el tema de las milicias que exigían una participación o un asesoramiento del ejército.
En la Argentina de esos años, los militares comprendieron que
la aparición de una masa inmensa que iba a ser decisiva en los desarrollos de la política futura. Esto no significa, de todos modos, que el cine en su conjunto estuviese trabajando para el ascenso de Perón: no se trata de un cine propagandístico sino de una zona apolítica pero en la que se movían las pasiones de las masas que, paradójicamente, eran centrales para la política. Uso político de lo apolítico.
Las Venus de las tolderías
En contrapunto con la épica de la frontera, otro argumento
pone en paralelo el juego de las pasiones amorosas: en la vida de frontera uno de los grandes enemigos de los soldados era la “soledad sexual”. Es el amor el que lleva al hombre de los fortines a buscar en la toldería la compañía de las indias o de las cautivas. Los conflictos del amor ofrecen una materia mucho más adecuada para el trabajo de dramaturgos de los guionistas.
La trama presenta dos conflictos paralelos y complementarios,
la lealtad familiar se antepone a cualquier otra cosa. Pero si el melodrama en el caso de Camila la arroja a la hostilidad de la frontera, en el caso de Castro se integra perfectamente con los objetivos nacionales y militares. Sin embargo, cuanto más nos acercamos a la frontera, los conflictos se presentan más nítidos y comprometen menos la intimidad de los protagonistas y sucede al contrario con los personajes secundarios. Sin embargo, el reconocimiento del amor nunca se produce y la victoria de Castro consiste en la muerte de Huincul, con la que funda un nuevo orden: la muerte de castro es necesaria. Castro, aunque cruel y déspota, cumple con lo que promete: opuesto a la traición.
La resolución final del conflicto hace converger lealtad familiar