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¿DEBE UNA MUJER ENSEÑAR EN LA IGLESIA?

Ray C. Stedman

Los movimientos sociales de todos los tiempos parecen ser usados por Dios a forzar a los
Cristianos a re-examinar (y clarificar) su entendimiento respecto a lo que las Escrituras
enseñan. Doloroso como debe ser, cada re-examinación resulta finalmente en declaraciones
más fuertes y claras respecto a los temas en cuestión que lo que la iglesia nunca ha tenido.
Esto es ciertamente el caso en relación con el rol de la mujer en la iglesia. El movimiento
de Liberación Femenina está forzando a los líderes de la iglesia en todas partes a distinguir
cuidadosamente entre las posturas hacia las mujeres derivadas de costumbres y tradiciones
del pasado (usualmente dominadas por los hombres fuertemente) y lo que la Biblia
realmente enseña y lo que la iglesia en sus inicios hizo.

En el alcance de este breve artículo no es posible responder a todas las preguntas que se
están generando hoy. Pero nos gustaría examinar la pregunta específica hecha por mucho
Cristianos hoy: ¿Debe una mujer enseñar sobre las Escrituras y específicamente, debe
enseñar a hombres o cuando ellos se encuentren presentes?

Podemos decir inicialmente, que el Nuevo Testamento claramente indica que tanto hombres
como mujeres reciben el don del Espíritu Santo sin distinción respecto al sexo. Se incluye
en esto el don de la enseñanza y otros dones relacionados, tales como la profecía
(básicamente la predicación), exhortación y la palabra de sabiduría y de conocimiento.
Mujeres profetas son mencionadas tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento y
mujeres mayores son instruidas por el Apóstol Pablo a enseñar a las mujeres más jóvenes.

Una referencia un tanto indirecta en 1ª a los Corintios 11:4–5 sugiere que tanto hombres y
mujeres eran libres para predicar o profetizar en la reunión de apertura de la iglesia, aunque
la mujer debía hacerlo de esa manera de forma de indicar que ella reconocía el rol de
cabeza de su esposo. Si ella hace eso, no debería haber objeción sobre el hecho que el
hombre esté presente en la congregación, o ninguna limitación para la mujer por ese
motivo. Desde el punto de vista del don espiritual parece claro que “en Cristo no hay
hombre ni mujer” (Gálatas 3:28c) y Dios espera que cada mujer tenga un ministerio así
como lo espera de un hombre.

Aunque el ministerio de la mujer en las iglesias del Nuevo Testamento no es prominente,


sin embargo, hay ciertas referencias que indican que ellas fueron frecuentemente y
ampliamente utilizadas en varias capacidades. Casi todos los comentaristas acuerdan que
Priscila y su esposo Aquila fueron muy cercanos acompañantes del Apóstol Pablo en su
trabajo en Corinto y Efeso y que de ambos, Priscila era la profesora más capacitada, dado
que su nombre se menciona primero con mayor frecuencia. Ellos, en conjunto, eran los
instructores del poderoso Apolo en sus tempranos esfuerzos por predicar. Esto es un claro
ejemplo de una mujer con conocimientos que fue usada para la enseñanza de un hombre sin
un mínimo de objeción por parte de Pablo.

Adicionalmente, en la carta de Pablo a la iglesia de Filipo, él urge a una anónima fiel


trabajadora (probablemente, Epafrodita) a “que ayudes a éstas que combatieron juntamente
conmigo en el evangelio” (Filipenses 4:3).

En la carta a los Romanos él menciona a otra mujer que trabajó con él “en el Señor”
(Romanos 16:1-2).

Probablemente ninguna pregunta nunca habría surgido acerca de lo apropiado sobre el


ministerio de una mujer si no fuera por dos pasajes de la mano de Pablo que parecen dejar
una estricta restricción sobre ellas. En 1ª a los Corintios 14 él dice:

Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones;
porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si
quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una
mujer hable en la congregación. (1ª a los Corintios 14: 33b – 35)

Asimismo, en 1a a Timoteo 2 dice:

La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni
ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. (1a a Timoteo 2:11-12)

Tomados individualmente, fuera de contexto, estos dos pasajes parecieran prohibir


cualquier tipo de ministerio de enseñanza a las mujeres, especialmente en forma pública,
dentro del templo. Pero veamos algunas guías de interpretación que nos ayudarán a
entender exactamente lo que el apóstol quiere decir:

Nada de los citados pasajes puede ser tomado de tal forma como para contradecir lo que el
apóstol por si mismo permitió, o se refirió en forma de aprobación, en la práctica del
templo. El con seguridad no enseñó una cosa y practicó otra. Si, en 1ª a los Corintios 11, el
habla con aprobación sobre una mujer predicando o profetizando en público, como lo hace,
entonces seguramente en 1ª a los Corintios 14 el no se contradice a si mismo no
permitiendo a las mujeres a siquiera abrir sus bocas en cualquier circunstancia en las
reuniones en público de la iglesia. Debemos entonces leer la prohibición del capítulo 14 en
aplicación a algo distinto al ministerio permitido a la mujer en el capítulo 11.

Debemos notar que el contexto inmediato de ambos pasajes citados anteriormente tiene
relación con el desorden, e incluso en algún grado de provocación, en las mujeres
envueltas. En ambos pasajes, aunque ampliamente separados en cuanto a receptor y
localidad, la palabra sumisión aparece:
En Corinto el problema era el que al conducir la reunión, que la edificación de todos los
presentes fuera central; por lo tanto las lenguas debían ser controladas y limitadas, así como
el ejercicio de profetizar. Adicionalmente, ellos debían recordar que “Dios no es un Dios de
desorden sino de paz”, y luego sigue la advertencia en contra de la mujer hablando en el
templo. Es claro que el apóstol no estaba preocupado que ejercía apropiadamente sus dones
de profecía o de predicación, pero estaba muy preocupado de las mujeres que interrumpían
las reuniones con preguntas y comentarios, y posiblemente incluso desafiaban la enseñanza
de la doctrina apostólica con puntos de vista contrarios. Esto es lo que el prohibía, como se
ve muy claramente en el versículo 37:

Si alguno á su parecer, es profeta, ó espiritual, reconozca lo que os escribo, porque son


mandamientos del Señor (1ª a los Corintios 14:37)

Luego él cierra toda la sección con la amonestación, “Empero hágase todo decentemente y
con orden” (1ª a los Corintios 14:40).

La palabra a Timoteo (que probablemente estaba viviendo en Efeso) es similar en carácter.


El contexto general en el que estas palabras acerca de las mujeres aparecen es en relación
con la regulación del comportamiento de los cristianos en las reuniones, como aclara 3:14:

Esto te escribo con esperanza que iré presto á ti: Y si no fuere tan presto, para que sepas
cómo te conviene conversar en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y
apoyo de la verdad. (1 a Timoteo 3:14-15)

En línea con este propósito, Pablo dice al hombre cómo orar (sin enojo o disputa), y a la
mujer como vestirse (sin vestimenta fina), y de esto él se mueve a las palabras de
prohibición a la mujer enseñando o teniendo autoridad sobre el hombre. Estas palabras no
se pueden tomar en forma absoluta (ninguna mujer nunca puede enseñar a un hombre), por
lo que si así hubiese sido Pablo tuvo que haber reprochado a Priscila por haber tomado
parte en la instrucción de Apolo. Las palabras “tener autoridad sobre” nos dan la clave para
entender este pasaje. Las mujeres no pueden ser autorizadas a tener un rol de de autoridad
definitoria de doctrina en la iglesia. No se les puede permitir esto, a pesar que pudieran
estar en lo correcto, dado que el rol de autoridad en la interpretación es dado por el Espíritu
Santo a los apóstoles y ancianos, quienes, en el Nuevo Testamento, invariablemente eran
hombres. Esto es apoyado por la referencias de Pablo a Adan y Eva.

Todo lo anterior nos permite llegar a algunas conclusiones para guiar nuestra conducta en
nuestros días: Las mujeres ciertamente pueden enseñar. Se les ha dado el don de enseñanza
tan libremente como a los hombres y deben ejercer esos dones. Las mujeres pueden
enseñar dentro del contexto de las reuniones de la iglesia. Ellas ciertamente tienen la
libertad de enseñar a niños y otras mujeres sin cuestionamientos, pero son libres también de
enseñar a hombres si lo que están enseñando no es un desafío al entendimiento de la
doctrina mantenida por los ancianos de la iglesia. Muchas mujeres instruidas saben mucho
más acerca de las Escrituras que muchos hombres y sería absurdo prohibir a aquellos
hombres aprender de esas mujeres.
Incluso los ancianos deben reconocer el entendimiento único y divino de las mujeres con el
don de enseñanza y deben buscar el beneficio de llegar a un entendimiento respecto a las
Escrituras. Es, sin embargo, la tarea de los Ancianos tomar la decisión final respecto a lo
que debe ser enseñado. Ninguna mujer puede participar en esto.

Es mi esperanza que esta breve investigación pueda ayudar en la comprensión de las


dificultades envueltas en responder la pregunta con la que comenzamos. Yo,
personalmente, agradezco a Dios por las mujeres con el don de enseñanza entre nosotros en
PBC y me regocijo que tenemos muy pequeños problemas con la pregunta en relación a la
apropiada autoridad en esta materia.

Title: Should a Woman Teach in Church?


Series: Single Message: Troublesome Issues
Scripture: 1 Corinthians 14:33-35, 1 Timothy 2:11-12
Message No: 1
Catalog No: 3260
Date: November 21, 1976

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