dido inetalarse all{ de! todo, como otros intelectuales que
aborreeien Ja guerra, Romain Rolland, por ejemplo. Pero
Je interesaba seguir publicando Die Fackel en. Viena y
continear alli su lucha contra Ia cenaura, alli donde podta
hacerle frente y arrancarle con obstinacién frase. tras
frase, Mas le intoresaba auin sentir la guerra alli donde
todos sus eabos se unian: on Ja capital austriaca. Tha,
ues, a ver a Sidi en Suiza y de ahi volvia a Viena. Caca
nueva controntacis
‘80 odio. Tempoco tenia asi que reprocharse una evasi
‘muy frecuente del espacio bélico, pues justamente en las
zonas de paz, en Janowitz y sobre todo en Suiza, seguia
escribiendo Los titimas das con una pasién y una ene
gia cada vez mayores,
Las eartas a Sidi comprenden 23 afios de eu vida, Sélo
‘he intentado presentarles dos de ellos, los mas insportar
tos. Me parece un signo supremo de autenticidad por
parte de Karl Kraus e! que deseara la publicacidn de sus
cartas a Sidi, Es deber nuestro enterarnos seriamente de
Mt contenido y satisfacer de esta manera el que fue eo
verdad su iiltimo deseo,
1974
348
LA PROFESION DE ESCRITOR
Discurso pronunciada en Munich,
en enero de 1976
Exre Las palabras que durante un tiempo han Ianguide-
ido bajo Ia extenuacién y ef desamparo, que In gente
evitaba y encubria, quedando en ridfeulo al utilizarlas,
que fue vaciando y vaciando hasta que, deformes y stro:
ficdas, se convirtieron en una amonestacién, figura la
palabra "escritor”. Quien pese a esto se entregaba a dicha
actividad, que seguia existiendo como siempre, se deno-
minaba “alguien que escrize”,
Podria pensarse que ol objetivo era renunciar a un
also privilegio, obtener nuovas esealas comparatives,
volverse mas riguroso consigo misma y, sabre todo, evitar
cuanto pudiera conducir « éxites despreciables, En reali-
dad sucedié lo eontrario: los métadas para [amar la aten-
cin fueron conscientemente elaborados y promovides por
los mismos que habfan vapsleado sin piedad la palabra
“escritor”. La pedante afirmacién de que la literatura
haba muerto fue redactads como proclama en palabras
atéticas, impresa en papel fine y diseutida eon una e¢-
Tiedad y solemnidiad tan grandes como si se tratara de un
producto intelectual complejo y aificl, Cierto es que este
50 particular se asfixié pronto en su propin absurdid
pero otras personas, qute no oran lo suficientemente esté-
Files como para agotarse en una simple proclama y eseri
bian libros amargos y muy inteligentes, adquirieron
pronto cierta reputacién como "gente que escribe” y em-
pezaron = hacer algo que los escritores ya solian hacer
349antes: en vez de enmudecer, eseribian siempre de nuevo
el mismo Libro, Por més que la humanidad les pareciera
incapaz de mejorarse y si digna de perecer, asin le que-
daba una funcidn: aplaudirlas. Quien no sintiera ganas
de hacerlo, quien se hartara de Ins mismas y sempiternas
efusiones, sueumbia a una doble condena: por un lado
como ser humano ~quedaba Jiquidade-, y por otro como
alguien que se negaba a reconocer en la infinita tanate-
mania de quienes eseriben Ia Gnion cosa que conserva
ain cierto valor.
Comprenderén que, @ la vista de fendmenos semejan-
tes, no sienta yo menos recelo ante qislenes s6lo escriben
que ante quienes, autocomplacientes, siguen denomindn-
cose escritores. No veo diferencia alguna entre ellos, se
asemejan entre si cotno dos gotas de agua: e] prestigio
que pudieron adguirir en un momento dado acaba pare
‘ciéndoles un privitegio
Pues lo cierto es que, hoy en dia, nadie puede Hamarse
escritar si no pone seriamente en duda su derecho a serlo,
Quien no tome conciencia de ie situacion del mundo en
que vivimos, difleiimente tendré algo que decir sobre él
Ej peligro en que se encuentza, antiguamente un tema de
interés central para las religiones, ha sido transferido al
mas acé, Su destruecién, intentada mas de une vez, es
friamente observada por quienes no son escritores, y no
faltan algunos que calculan sus posibilidades de supervi-
vencia y hacen de todo ello una profesién que los va
engordando mas y mas eada vez. Desde que confiamos
nuestras profectas a las miquinas, aquéllas han perdido
todo su valor. Cuanto mas nos disgreyaros, cuanto més
znos encomendames a instaneias sin vida, menos control
tenemos sobre lo que ecurze. De muestra ereciente poder
sobre todo, lo inatimade como lo animado, y en particu
Jar sobre nuestros semejantes, ha surgide un antipoder
que silo en apariencia controlamos. Habria miles de
950
2
‘cosas que decir al respecto, pero todas con del dominio
ublico; esto es lo realmente curioso: todo, hasta en sus
detalles mis nimios, a¢ ha eonvertido en la noticia diaria
«el periddico, en lo atrormente trivial. No esperen que les
opita agut estas cosas; hoy dia me he propuesto algo
distinto, mucko rds modesto.
Tal ver valga la pena proguntarse si, dada la situacién
actual de este planeta, existe algo en virtud de lo cut los
sscritores -o los que hasta ahora han sido considerados
como tales~ puedan ser de utilidad. De cualquier farma, y
ese & todos los reveses que la palabra ha tenido que
soportar por ellos, algo le ha quedado de sus fueros. La
literatura podré ser lo que quiera, pero muerta no esta,
como tamporo lo estan quienes se aferran todavia a ella,
Bn qué debiera consistir la vida de sus actuales repre:
sentantes? 2Qué deberian poder ofrecernos?
Por casualidad encontré hace poco la siguiente nota
suelta de un autor anénime, euyo nombre no puedo citar
por el simple hecho de que nadie lo conoce, Lleva la fecha
23 de agosto de 1939, es decir, ume semana antes del
estallida de la segunda Guerra Mundial, y su texto os,
como sigue: "Ya no hay nada que hacer, Pero side verdad
fuera escritor, deberia poder impedir ta guerra.’
1Qué absurdol, nos decitmos hoy en dia, sabiendo io que
desde entonces ha acurrido. ;Qué pretensiones! Qué hu-
biera podido impedir un individuo eole? c¥ por qué jus-
tamente un escritor? {Existe acoso reivindicaciin mAs
alejada do le realidad? En que se diferencia esta frase de
la retdrica hueca de quienes con sus frases provocaron
conseientemente a. guerra?
La tet irvitado y la copié eon ereciente indignacién, He
aut, pensé, wna muestra de Jo que més me desagreda en
Ja palabra “escritor”, uns pretension que se halla en fin-
‘zante contradiecién gon lo que un escritar podria hacer en
el mejor de los casas, un ejemplo de esa fanfarroneria que
361he desacreditado tanto esta pelabra y nos infunde reoely
en cuanto alguion del gremio se da golpes de pecho 7
empieza a pregonar sus monumentales intenciones
Pero luego, en los dies que siguieron, me di cuenta
asombrado de que la frase se negaba a abandanarme +
fcudia a mi mente todo ei tiempo, de que yo la cogias la
sesmembrabs, la arrojaba lejos y volvia a reeogerias come
si s6lo estuviera en mi poder hallarle algan sentido, Se
‘manera de empezar era bastante extrefa: "Ya na hay
nada que hacer”, expresiin de una derrota total y deses
perada en un momento en que debian de iniclarse
victorias. ¥ puesto que todo esta orientado en funcidn de
esa derrota, la frase prefigura el desconsuelo del final
como algo inevitable, No ebstante, la auténtiea frase:
“Pero si de verdad fuera escritor, deberta poder impedir
Je guerra” contiene, examinada més de cores, todo lo
contrario de una fanfarronada, vale decir que es la conte.
ssion de un fracaso absoluto. Pere es todavia mas la conte
sin de una responsabilided, precisamente alli -y esto es
lo sorprendente del caso- donde menos eabria hablar de
responsabilidad en el sentido usual del término
En esta frase, alguien que piensa sineeramente Jo que
dice ~pues lo dice en Ia intimidad-, se vuelve contra sf
mismo. No fundamenta su protensién: renuncia a ella,
En su desesperacion por lo que ha de llegar may proto
se acusa a $i mismo, no a los verdaderns eausantes, @
quienes sin duda conoce perfectamente, pues de Jo con.
trario pensarta de otro modo sobre et futuro, El origen de
‘mi irritacién inieial era, pues, uno solo: la idea de aquel
individuo sobre lo que debfa ser un eseritor, y el hecho de
que él tnismo se considerara coma tal hasta que el esta:
llido de la guerra eché por tierra todes sus sdeales
¥ ex justamente esta reivindicacién itracional de una
cesponsabiiidad lo que me hace pensar y me seduce del
caso, Cabria recordar aqui que tambien fueron ciertas
352,
palabras, una serie de palabras recurrentes empleadas en
forme consciente y abusiva, las gue causaron esa situa
ida de inovitabilided de 1a guerra. Si exo puoden provo-
car las palabras, gpor qué no pueden impedir otro tanto?
No ea extrafio que quien frecuenta las palabras mis que
otros también eapere mas de sus efectos que atra gente.
Un cseritor seria, pues ~tal vez hayamos encontrado la
‘formula con excesiva rapidez-, alguien que otorga partir
cular importancia a las palabras; que se mueve entre
ellas tan @ gusto, 0 aeaso mas, que entre los setes huma-
nos, que se entrege a ambos, aunque depositands mas
confianza en las palabras; que destrona a éstas de sus
sitiales para entronizaries nego can mayor aplomo, que
las palpa ¢ interroga; que las aearicia, li, pule y pinta, y
que desputs de todas estas libertades intimas os incluso
capaz de ecultarse por respets a ellas. Y si bien a veces
Buede parecer in malhechor para eon las palabras, lo
cierto es que comete sus fecharlas por amor.
Detras de todo este trafago hay algo de lo que no
siempre est consciente, algo por lo general débil, pero =
veces también de una fuerza que lo destroza: me refiero
ala voluntad ds responsabilfzarse por todo cuanta admits
ung formulacién verbal y de expiar incluso sus sosibies
fallos
Qué valor puede tener para los otras esta aceptacién
de na responsabliidad ficticia? {Su mismo cardcter
frzeal no te rest acaso toda cu eficacia? En mi opinién,
tedos -inclnso los mas limitados- toman mids en serio lo
gue an hombre se impone a sf mismo que lo que Ie viene
irpuesta por lo foerza. ¥ no hay proximidad mayor a los
hechos hi relacion mas profunea con ellos que sentirse
responsable de que ocurran. $i la palabra escviter ha sido
‘mal vista por muchos, ello se debia a que la vinewiaban a
Una idea de opariencia y falta de seriedad, a Jn idea de
algo que se marginaba para no comprometerse demas
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