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El estudio del ritmo como disciplina autónoma.

Prof. Aníbal Zorrilla.

Según Benveniste (BENVENISTE, 1966)1, en griego jónico la palabra


“rhutmos” es un término técnico que tiene el sentido de “forma asumida por
aquello que está en movimiento, fluida, modificable; forma distintiva, figura
proporcionada, disposición”. En la tradicional etimología latina, en cambio,
“rhythmus, i” esta asociada a la idea de movimiento regular, cadencia, a la imagen
del ir y venir de las olas.
El ritmo es una materia que se estudia en distintas disciplinas, artísticas,
científicas, filosóficas, etc. Es un fenómeno del mundo que se hace presente en el
arte tanto como en cualquier otro ámbito de la experiencia humana. En el campo
del arte, no sólo se habla de ritmo en aquellas obras que se desarrollan en el
tiempo, sino también en las llamadas estáticas, como las de las artes plásticas y la
arquitectura. Entonces se puede suponer que debe haber algunas características
del ritmo que se manifiesten en todas ellas, y otras más específicas de cada una.
¿Cuáles serían esas características? Lo más inmediato que se aparece ni
bien se habla de ritmo es que es algo relacionado con el tiempo. En las dos
etimologías lo sustancial de la definición, como generador del fenómeno del ritmo
en sí, es algo que está en movimiento. Algo que está en movimiento es un
acontecimiento en el tiempo, lo que permite diferenciar varios campos de estudio
para empezar: el tiempo en sí mismo, las características de los acontecimientos y
la forma en que se relacionan
Con respecto al tiempo, al que se podría llamar metafóricamente el aspecto
formal del ritmo, se puede suponer la existencia de dos tipos distintos. El primero
es un tiempo liso, amorfo, en el cual cada instante es igual a otro sin ninguna
característica distintiva más que la ordenación lineal desde el pasado hacia el
futuro. El segundo es un tiempo estriado, pautado, acanalado, en el cual los

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Problèmes de linguistique générale. N.R.F. 1966. La notion de rythme dans son expression linguistique, p.
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momentos son claramente discretos. Ésta es una distinción con la cual los
músicos están familiarizados; el tiempo liso es un tiempo que dura, el tiempo
estriado es un tiempo que se cuenta. Pero un examen apenas un poco más atento
revela que estos tipos de tiempo no se presentan a la experiencia humana de
manera pura. Se puede imaginar un tiempo absolutamente liso, pero en el tiempo
vivido por el hombre nunca es un instante igual a otro, una simple duración neutra
que se desarrolla sin matices. En el tiempo estriado, si bien hay momentos
discretos que se pueden contar, la capacidad humana de subdivisión temporal se
enfrenta al hecho de que hay una duración continua entre los instantes que es
irreductible.
En cuanto a los acontecimientos que suceden en el tiempo, lo que se
podría llamar el aspecto material del ritmo, pueden ser de cualquier naturaleza. La
relación entre su naturaleza y el tiempo en el que acontecen es de influencia
recíproca: el tipo de acontecimiento condiciona la estructura temporal y
simultáneamente ésta modifica la manera en que los sucesos transcurren en el
tiempo. Ocurre de esta manera porque la corriente de acontecimientos no es una
sucesión lineal de hechos sin relación entre sí, si no que hay una diferenciación
jerárquica, un agrupamiento alrededor de los sucesos de mayor importancia.
El fenómeno del agrupamiento es generador de nuevas formas, ya que
organiza los acontecimientos primeramente en sentido horizontal, creando una
nueva serie de sucesos constituída por las agrupaciones de los primeros
acontecimientos. O sea que se vuelve a la situación descripta anteriormente: los
nuevos sucesos se agrupan a su vez en torno a los de mayor jerarquía, generando
un nuevo nivel de agrupamientos, esta vez compuestos de los agrupamientos del
nivel inferior.
Este proceso de génesis origina otra característica del ritmo, su
configuración formal en sentido vertical en niveles de organización paralelos, que
están en una relación de "materia y forma", o sea las formas de un nivel son la
materia de las formas de un nivel superior, hasta llegar a un nivel que abarque
toda la cadena de sucesos.
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Entonces, retomando la frase citada al comienzo, “forma asumida por


aquello que está en movimiento”, se pueden describir algunos aspectos de esa
forma. Los acontecimientos de una sucesión no se presentan todos iguales en una
cadena amorfa y lineal, sino que se agrupan de manera tal que se separan en
segmentos discretos que tienen un comienzo y un fin, organizados alrededor de
los acontecimientos de mayor jerarquía. A su vez estas agrupaciones se agrupan
de manera secundaria añadiendo a la totalidad del fenómeno del ritmo una
dimensión vertical de discursos simultáneos, aún cuando en la sucesión de
acontecimientos éstos se presenten uno a uno, linealmente. La jerarquía de los
acontecimientos depende de características surgidas de su propia naturaleza, de
manera que no se van a agrupar de la misma manera sonidos, palabras
imágenes, etc. Además los acontecimientos sobresalientes establecen una
relación de influencia recíproca con el tiempo, ya que al comienzo de la cadena de
sucesos determinan las características de las pautas temporales, pero más
adelante éstas adquieren una cierta independencia, por lo cual influyen sobre los
acontecimientos posteriores y la forma que toman sus agrupaciones.
Esta característica se aprecia muy bien cuando en música se estudia el
fenómeno de la métrica. Antes de que empiece a sonar la primera nota, o sea el
primer suceso de una cadena de acontecimientos, el oyente no sabe que compás
va a tener, ni si va a tener alguno. Luego la música suena y lo percibe
inmediatamente. Imaginemos que está escuchando una pieza de jazz; en seguida
aparecen sus cuatro tiempos habituales. Luego los músicos empiezan a acentuar
con énfasis dinámico los contratiempos, los que por supuesto están determinados
por la posición de los acentos métricos establecidos por las primeras notas. Más
adelante resulta que los acentos rítmicos que realizan los músicos comienzan a
tomar una nueva periodicidad, la primera división en cuatro tiempos se olvida y la
pieza cambia de compás. Ahora los acentos métricos aparecen cada tres tiempos,
por ejemplo, y si algún músico ejecuta acentos rítmicos cada dos tiempos sonarán
claramente en tensión con la métrica establecida.
Ahora cabe preguntarse, ¿cómo es que pasa todo esto? ¿Dónde está este
tiempo estriado, estas agrupaciones, estos niveles de organización? ¿Qué
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condiciones se necesitan para que este fenómeno se produzca? En primer lugar,


el ritmo es por entero un fenómeno que se produce en el ámbito de la experiencia
humana. Fuera de ésta no hay manera de relacionar instantes discretos en una
agrupación o estructura jerárquica. Pero tampoco es posible pensar en el ritmo
como una característica objetiva del mundo que es percibida pasivamente por el
sujeto, como una imagen proyectada sobre la psiquis en la que ésta es
impresionada por una forma externa. La característica que genera relaciones entre
distintos momentos, los articula; que agrupa los acontecimientos y los ordena en
distintos niveles de organización, es una acción humana, una participación, una
comunicación en el sentido de ser en común con el mundo, con el espacio y el
tiempo. De esta manera, en tiempo del ritmo no es un tiempo en el cual se vive
una experiencia, si no que es la experiencia de vivir el tiempo con carácter
transitivo, de “vivir al tiempo”, un tiempo que sucede porque hay un sujeto que lo
vive, que lo pasa, que lo dura.
Por eso es que en el arte plástico hay tanto ritmo como en la música, la
danza o la poesía. Porque la obra se realiza como una acción en el tiempo vivido
por el sujeto que la experimenta, la conforma, la proyecta en el presente con el
mismo tipo de articulación temporal que si se tratara de una sinfonía.
Es importante señalar que desde esta perspectiva la regularidad, la
cadencia, el compás y fenómenos similares, si bien son de naturaleza rítmica y
aún más, en ellos el ritmo adquiere un poder y un alcance que en otras
manifestaciones no tiene, no es una característica definitoria de la disciplina en sí
misma: grandes espacios de la experiencia del ritmo no presentan ninguna
regularidad.
Es posible establecer entonces algunos elementos mínimos que el estudio
del ritmo como disciplina autónoma debe tener, independientemente de la materia
a que se lo aplique luego. El primero es la existencia de un tiempo pautado, con
instantes discretos en relación jerárquica mutua, generando lo que llamamos
acento métrico. El segundo es la diferenciación de los acontecimientos que
suceden en el tiempo en acentuados y no acentuados. El tercero es la agrupación
de los acontecimientos en grupos alrededor de aquellos que por alguna
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particularidad de su naturaleza resultan sobresalientes, o sea acentuados. Luego


sucede la aparición de los niveles de organización cuyos constituyentes están en
relación ascendente de materia y forma. Y en quinto lugar el tiempo y las formas
que adoptan los acontecimientos se influyen mutuamente de una manera que
depende sus propiedades y las condiciones de su desenvolvimiento. Por último
debemos subrayar el factor creador de todo el conjunto, la participación del sujeto
como cuerpo, como conciencia y acción en comunicación con el presente, creador
de forma y sentido.

Bibliografía:

BENVENISTE, E. (1966). La notion de rythme dans son expression linguistique.


Problèmes de linguistique générale , 133.

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