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Filosofía Humanista

Universidad Kino
Lic. Juan Carlos Baena
8. Trascendencia del hombre

El preguntar por el ser humano, por saber qué es y cómo es, nos ha llevado a
estudiar su estructura como persona y su esencia. Esta misma pregunta nos lleva a lo
más profundo de su ser llegando a la cuestión del fin de su ser, esta cuestión, la muerte
del hombre nos conduce a la trascendencia.1 El preguntar mismo es trascender lo dado
inmediatamente dado en la experiencia, buscar lo que hay detrás de lo inmediato. Pr
tanto es necesario reflexionar sobre este concepto y su relación con la estructura
humana.

8.1. Concepto y estructura de la trascendencia

El concepto de trascendencia tiene su contrario en la inmanencia, trascendencia


remite a sobrepasar, en cambio inmanencia es permanecer en. Este concepto incluye
un límite que se sobrepasa y modo cómo se sobrepasa. Existen distintas tipos de
trascendencia, por ejemplo, trascender la conciencia que es sobrepasar los límites de
la conciencia y los datos de la misma; trascender el mundo es sobrepasar la
experiencia del mismo; trascender la experiencia es cuando el hombre va más allá de
sí mismo y se sobrepasa a sí mismo.

De ahí que la trascendencia es un movimiento de superación, es cuando el yo


se desarrolla a sí mismo y se sobrepasa a sí mismo, este desarrollo a su vez conlleva
un cierto movimiento de inmanencia, un volver sobre sí mismo. De tal manera que la
trascendencia como movimiento existencial conlleva una relación circular pues
trasciende la experiencia sobrepasandose y posteriormente volviendo sobre sí mismo,
para después salir otra vez.

La experiencia de la muerte muestra la necesidad de otro tipo de trascendencia,


pues el fin de la vida humana, exige una cierta superación de la misma para encontrar

1 Trascendencia: es sobrepasar lo ordinario, ir más allá de lo normal o la experiencia.


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sentido a la misma, es así que se manifiesta un anhelo, en esta experiencia última de la
muerte, de sobrepasar la vida humana y terrena, hacia la trascendencia última y
absoluta. Este anhelo se traduce mundanamente en dos experiencias humanas
íntimamente relacionadas, el símbolo y la religión.

El símbolo se refiere a cuando las cosas habituales de la experiencia, llegan a


tener importancia espiritual, van más allá de sí mismas y remiten a otro sentido, así el
agua es un símbolo de vida; el sol y la luz son símbolo de verdad; el fuego es símbolo
de destrucción y la calidez del fuego es símbolo del amor; el corazón es símbolo de la
vida personal. El hombre vive en un mundo de símbolos, le atribuye un sentido a su
entorno trascendiéndolo, es decir remitiendo su sentido en un más allá de su
significado inmediato.

La religión por su parte utiliza los símbolos en cuanto que algunos remiten a lo
divino, pues trascendiendo su inmediatez, se liberan y apuntan hacia la divinidad. En
todas las culturas ha existido el fenómeno de la religión, entendida como fe en un Dios
o dioses y veneración a la divinidad. De tal manera que la religión es un trascender lo
cotidiano y remitirlo hacia la divinidad. El hombre encuentra respuesta a su sentido
último y explicación a su existencia en la religión. De tal manera que el ser humano
busca superar su realidad y su entorno, ante la cuestión última que plantea la muerte
como término de la vida, el hombre trasciende, mediante la religión y el símbolo. Esta
trascendencia remite a la permanencia después de la muerte, aunque no es una
respuesta definitiva, da sentido coherente a la existencia.

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