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Sobre moralidad y eticidad jqué hace racional una forma de vida?* JURGEN HABERMAS Enel punto de interseecién de la hermenéutica filosbfica y el neoaristotelismo se ha estable- cido una discusién que reabre de nuevo el intenso proceso entre Hegel y Kant en materic de eticidad versus moralidad. Hoy los frentes se han modificado, pues los defensores de una ética formalisia. como Rawls, Lorenzen o Apel se basan en el concepto de una ractonalidad proce dimental, que ya no sustentc la hipoteca teclogica de la doctrina de los dos reinos; por lo que los detensores de la moralidad ya no necesitan contraponer absiractamente le razén como () «Uber Moralitat und Sitlichkeit Was macht eine Lebensform ‘rational’? «Extraide del celective «Re: licnalitét Philosophische Beitrage, editado por H. Schnadelbach, Subrkamp Franklurt/M 1984. Derechos luceisn concedidas. Version easlel.anc: Roman Garcia Pastor los defensores de la moralidad yar no nevesitan contraponer abstractamente la razén como Jo nouménico c] mundo de los fenémencs y de Ia historia, Por olra parte los defensores de Ia eticidad concreta:renuncian al respaldo de un espiritu absoluto, que comprende Ja historic: universal como tribunal universal. En cuando elles no regresan cl historicisma y rebajan de forma relativista el niicleo fuertemente universalisic de la raz6n, se encuentran, al igual que sus antagenisias, ante el problema desconcertante que Bubner formula en palabras de He- gel: zoémo desctrar las huellas de a razén en la historia? Estos trentes moderades tienen siempre Ja ventaja de que ambas partes discuten sobre el mismo tema: Mi intencién es comentar en orden los cuatro parrafos de la ponencia de Bubner. Para ello quiero prescindir de las inten: ciones de la filosoffa de la historiayy, junto con KO, Apel, presuponer que lo posicion kantiana puede ser concebide de nuevo en el marco de una ética discursive (a), y delendida frente a Jas posiciones del escepticismo valorativo, Permitanme cl menos aclarar ambas tesis, sobre las que no pedemos entrar en nuestro context. (a). Toda ética formalista debe poder especiticar un principio que permita producir un acuerdo motivado racionalmente en cuestiones préctico-morales en conflicto. He propuesto para un prin- cipio de untversalizacién, que debe ser entendido como regla de la argumentocién, la siguiente formulacién: (U); Toda norma vélida debe satistacer la condicion de que las consecuencias y efectos secundarios que sesulten previsiblemente de su cumplimiento general, para la satisfaccién de los intereses de cada individuo, puedan ser aceptades, sin coaccién, por todos los afectades, Sies posible, en general, derivar U. del contenido normative de las presuposiciones prag: maticas generales de la argumentacién, la ética del discurso se puede reducir a la formule moderada: (D) Toda norma vélida deberic poder encontrar Ia eprobacién de todos los afectes dos, siempre que éstos omaran parte en un discurso priictico, En lo siguiente, quiero presuponer que una éiica formalisia, en esta u otra variante equiva: lente, puede ser prometedoramente defendida incluso frente al intento critico-ideolégico de mostrar, para ésta y cualquier otra fooria moral, una shistoricidad no reconocidas!, (6), Bubner cuenta con que Hegel ha mosirudo que la teoria kantiona manifesta, camo é] dice, «una complicidad con la vide enajenada de su época». La discusién de la que tenemos Roticia ¢ través de Marx y que se prosiguié durante otro siglo y medio ha padido de hecho encontrar el rasiro de contenidos ideolégicos que se introdujeron furtivamente en la filosofie kantigne del derecho, precisamente en la trama de libertad, iqualdad y propiedad privade construida por el derecho natural. Pero este punto oscuro se explica més bien por un cumphi- lento inconsecuente del formalism ético que por una inevitable historicidad de todo pensat miento en general. A. Wellmer ha procisado dichas inconsecuencias, con las que nosottos por Jo demés hemos tropeaado a la luz de las experiencias histéricas, en la siguiente férmula: en Kant el modelo discursive de libertad e iqualdad es reducido mediante e] modelo de libertad @ igualdad det mercado asumido por Ic tredicién. del derecho natural No voy a entrar en ambos puntos controvertides, ya que Bubner no se ocupa de la refutacion de cualquier éticc formatisia, sino de la cuestion: gqué habriames ganado con esta posicion en el caso de que pudiera findamentarse? 3No debe unc teoria moral que vincula el juicio 1 Me Beso pare ello en los -abojes teoréticor-morales de KO. Apel, que ha sintetizado por iltima vor su posiciéa on el cutso de radio «éticay. Cir, también rospecto ). HABERMAS, +Diskurselhuk-ein Beare Gungsprograinms, in Moral Bewusstovin und kommundnikatives Handel, Frankur/M. 108%, (2) “A. WELLMER, Prattische Philosophie und Thocrie der Gesellschaft, Kansiati, 1978, 8 22 88 imparcial a principics abstracios o incluso al procedimiento de a resolucién diseursiva de las pretensiones de validez normativas, quedar sin esperanza fuera de la vida ética? 1, Delimitacién del tema, En el primer punto trata Bubner los costes de las obstracciones que toda ética formalista de. bbe aceptar en tanto se limita (276-277) a indicar unicamente un procedimiento para el enjui ciamiento de normas y acciones. Las cuestiones prdcticas, concemientes a Ia orientacion de la accién, aparecen en situcciones concretas de accién, y éstas siempre introducidas en el contexto histéricamente conformado de un mundo de Ja vida particular, A la lve de eriterios estrictamente morales deben tronsiormarse tales cuestiones del mundo de la vida, pues bajo el punto de vista moral ya: no son enjuiciadas las acciones y normas problaméticas seqiin la ccontribucién que ofrecen para el mantenimiento de una determinada forma de vide o pars Ie:continuacién de una biografia individual. A’in cuando examinemesmodes de accién 0 nor- ‘mas bajo el punto de vista de si podrian encontrar, en caso de difusi6n y general curnplimien- to, la undmime aprobacién de todos los aiectados potenciales, no hacemos ahstraccién ciertamente por ello de su contexto; pero las ceriezas de fondo de las formas de vide: acostum- tbradas y modelos de vida, en los cucles las normas estén y se vuelven probleméticas, no pue- den ser ya presupuesias como un conlexto evidentemente vélido, Le transfermacién de los cuestiones de la vida buena y correcta en cuestiones de la justicia, suspende la validee tradi- clonal de les contextos tespectivos del mundo de la vida. Esto es, no obstante, algo muy dife- renle a Jos resultados de la abstracci6n que Bubner deplora, Bubner opina que el sujelo que enjuicia moralmente se «traslada sin mediacién oun situacién de ceexistencia libre de con- flictos de seres racionales», y debe hacer abstraccién por complete de las circunstancias de Ia situacién concreta de la accién, La formulacién de Bubner de que bajo el punto de vista moral «cada uno deberia compor- tarse en cada momento como todos tendrian que poder comportarser, induce a error en este sentido, El juicio moral, también segiin Kant, no puede cerrar los ojos ante la contingencia y la variedad de las circunstancias concretas de la vida, bajo las cuales la orientacién de la accion es siempre problematiaada De forma vic, le sujetos tienen que poder darse cque las méximas que quieran enjuciat a la luz del imperative categérico". De la misma forma, entiendo el discurso prétctico como un procedimiento que no sirve parc la produccién de nor ‘mes justificadas, sine para el examen de la validez de normas dads, pero vueltas probleméti- cas e hipotéticamente considercdas, La concteta situaci6n de partida de un entendimiento normative perturbado, «la que siempre se relieren los discursos préclico respectivos como an. tecedente, determina los objetos y problemas que se «prestans cr negociacién. Tales proble- mes llegan « los sujetos alectados como algo objetivo, no pueden ser producidos a voluntad segtin el modelo de la duda cariesiana. ()_De la naturalezs contingente de este méxima, dffellmente se puede conetur une objecién contra Rant. La literatura de méimas moderna a lo que Bubner hace felezencia, no proporciona Gnicamonte jomploe para las normas de irato edicado, sino sobre todo para las narmeis de condita de lq socied at pre-burguesa, estrctficeda profesionaimente, Clertamento, ales normas sociales ne pretenden, como {as morales, validez estrictamerte universcl. No obstante, podrian someterse lombien aun test de copa ‘idad de generalization, Por ojamplo, es taglca ético profesionales con raferencic al circle de les ite- tesados, esio es, « todos los médicos cosiGneos, 0 profesoies, 0 furisias, ote. ¥ a aus posibles clientes, 9 Naturalmente, los temas y contenidos impuestos en el discurso son elaborados de tal forma ‘que al final descparece todo lo que en el citculo de los atectados potenciales se muestra como expresion de intereses particulcres y no como una particularidad dal tipo de las que admit sign cualquiera de los participantes. 2Bs quizé esta selectividad la que hace inadecuado el procedimiento para la resolucién de cuesticnes pructicas? Cuando definimos los cuestiones pidcticas como cuestiones de la wvida buenas (o de la autorrealizacién), que se refieren siem- re alle totalidad de una forma de vida particular o a le totalidad de una biogratfa indiviua, 1 formalismo ético es, en efecto, decisivo: el principio de universalizacién funciona como un cuchillo, que establece un corte entre lo «buenos y lo scorrecton, entre las expresiones evaluc- tivas y estrictamente normativas, Los valores culturales, incorpotades en la priictica de Jo cot diamo; © Jes ideales, acufiados en la autocomprensién de una persona, llevan consigo una pretension de validez intersubjetiva, pero estén tan implicades con la totalidad de tuna forma de vida particular seq individual o colectiva, que no pueden sin mds ni mas pretender, en sen tido estricto, validez normativa. A lo sumo, son candidatos para une materializacién en. no: mas, que deben poner de manifiosto un interés general. Pero de ello solamente se infiere una Puntualizacién del Gmbito de aplicacién de la moral universalista: ella no tiene nada que ver con Ie preterencia de valores, sino con la validez de deber de normas, y con acciones indica: das a la luz de éstas. Los resultados de la abetraccién que requiere una ética formalista no se relieren, por tanto, @ las condiciones marco histéricas y a los contenides concretos de los conilictos necesitados de regulacién, sino « algo completamente diferente, Le vision hipotética del sujeto que enjui- cic moralmente somete normas y aciones problematizadas y, dado el caso, también tuna co- munidad de relaciones interpersonales legitimamente reguladas, al criteric deontoléaico de levalider, Nolas separa del contexto del mundo de la vida correspondiente, sina de la validez evidente, estoes, de la evidencia de este transiondo cotidiano. De este modo, las normnas pro- blematizadas se tronsforman en estados de cosas que pueden ser 6 no ser vilidos. Asi, surge tuna diferencia entre el émbito de las normas de accién abstractas e hipotéticamente trata- bles, por un lado y, por otra parte, Ic totalidad del mundo de Ia vide presente como trasfondo en forma evidente, Intuitivamente los dmbitos de moralidad y eticidad pueden diferenciarse fécilmente: no podemos someter un mundo de la vide en su totalidad a una consideracién moral, pues sujetos socializadas no pueden adoptar una orientacién puramente hipotética res- ecto de las formas de vida y biogratfas en las que su identidad se ha formade. Nadie puede legit reflexivamente una forma de vida en la que ha sido socializado del mismo modo que elige una norma de cuya validez se ha convencido'® En la medida en que Bubner tiene en cuenta esta diferencia entre un dmbito de normas de aceién capaces de moralizacién y la totalidad de una forma de vida presente pre-reflexivamente, ‘expresa con razén que: «un reino del mas allé de los fines, nunca podria conformar una forma de vida en el més aod». Pero, yeémo puede la moralidad hacerse priictica en general, si el sujeto que enjuicia moralmente, con su inteligencia abstracta, se sale fuera del contexto de ler certeza del mundo de Ic vida? 2. La mediacién histérica de moralidad y sticidad Hegel ha concebido la historia como la esfera en que madian moralidad y eticidad. Bubner G@)T-HABERMAS, Theorie dos kommunikativen Handelns, Pranktur/M,, 1961, Ba. 2, s. 165, 90 rechazs la noturaleaa léaice de esta mediacién y con ello la propuesta de resolucién hegelia- 2; la lucha hist6rico-mundial de los espiritus del pueblo, como medio en el que se descrrolla el estado como el concepto existente. Que la moralida en el estado atico do la Hlosofta del derecho reciba de una vez para slempre forma objetiva es algo que Marx y sus contemporé- eos no tenan por evidente; y mucho menos nosotros. Tampoco quiere Bubner ojustar la vi. sion segiin el modelo de estado; en vez dello, quiere rastrear les huellas de la tazén en el samplio campo de las formas de vide efectivamente cumplidass, Pero, ei esta seguridad on las huellas ne debe conciuir en el joven Manx o en Dilthey, es decit en la erliea ideologica eenelhistoricismo, debe entonces dejarse gular por un concepto notmativo, leno de conten! do, de forma de vida ética. Con este hilo conductor tiene Bubner dificultades Por una parte salva el motivo central de la critioa hegeliana a Kent. Los sujetos, que enju yen las relaciones que hacen consciente al individuo de sus obligaciones cenctetas, ol mismo tiempo que le motivan para actuar consecuentemente. Por otra parte, no entiende Bubner las {formas de eticidad como acunaciones histéricas de una misina moral. Més aun, renuncia al concepto universalist de moral en aver de un concepic culturaita de eticidad, puesto que mantione errénecmente la opinién de que wna ética formalista debe hacer dbsiraccién de to dos los contenides, no pudiendo de antemane hacer frente ala difereneiacion social ¢ histo, £¢ de formas de cccién, sobre iodo al phuralismo ds loa mundos de la vida. Sin al punto de referencia de una moral quo, a pesar de sus variadas materiaizaciones histéricas, es elge mds que und idiosincrasia de Ic cultura occidental, o mis excctamente de Ia burguesia europea do finales del siglo XVII, se pierde tambien la unidad de la razén practioa en el «amplio com po de las formas de vida féeticamente cumplidass. Bubner no puede tener ambas coseie: no Puede anularla diferencia entre moralidad y eticidad™ y, sin embargo, descubrir una raz6n on Ic historia, a cuyc luz pueden ser distinguldas tncs formas de oticidad de tras"), Para cap tay en forma més agude el visjo problema de la relacién entre moralidd y etieidad, quiero volver una vez mas a los resultados de absiraecién de una moral que aisla las cuestiones de la justicia de las cuestiones de la vida buena, Fara el participante en el discurso que examine: hipétesis desaparece Io actualidad de su Contexto de experiencia del mundo de la vida, y aparece la normatividad de las instiluciones ‘Estentes tan rota come la ebjetividad de las cosas los acantecimientos, En el discurso perch. Bimes el mundo vivide de la praxis comunicativa cotidiana en una rettospectiva artiliccl, por {si decirlo, Puss, a ‘a luz de les pretensiones de valides hipotéticamente consideradas, se mao. ‘aliza ¢] mundo de las relaciones ordenacas institucionalmente de igual forma que se leorise el mundo de los estados de cosas existentes: lo que hasta alt habia valido como estedoe du Cosas o hormas sin cuestionar, puede ser 6 no ser el caso ahora, ser valido o invélido. Ademcs el arte moderne ha iniroducido un impulso comparable de problematizacién en el émbito ce {a subjetividad: ol mundo de las vivencias es exético, esto es, libre de la rutina de la percep €i6n cotidienay de las convicciones de la accién cotidiana, Por eso es conveniente considertr Jatelacién entre moralidad y eticidad como parte de un contexto mes complejo. Max Weber (©) je ale ayprimido el terreno si sncnlcara la varicbilidad de as formas insttutonales a un prin io de subjelividad puriteado de releroncice precicas-» 1) gg deben satislacor las protensiones que cada uno puede repreventar ante los demas, en le medida ‘#n que prescinda de Ja privacidad de aus inclinaciones y 1a parieuleridad de sos lense oor a ha caracterizado el racionalismo eccidental, entre otras cosas, por el hecho de que en Europa: 8 ha formado una cultura de experlos que transiorman reflexivamente le tradicién cultural, islando ast unas de otras sus partes componentes en un sentido cognitivo estticto, estético- ‘expresivo y préctico-moral. Especializéindose q su vez en cuestiones de verdad, cuestiones de gusto y cuestiones de la justicia. Con esta diferenciacién interna de las llamadias westeras de valot» de la produccion cientifica, del arte y la critica, del derecho y la moral, se separan en alestera cultural /os elementos que, dentro del mundo de la vida, conforman un sindrome eifi- cilmente soluble. Con estos esteras de valor surgen las perspectivas reflexivas, en las cuales el mundo de la vida aparece come la epraxis» con la que debe mediar la teorie, como la «vie dor con la que el arte debe reconciliarse conforme a las demandas surrealistas, 0 precisa mente como la seticidads, con la cual debe la moralided ponerse en relacicn, En la perspective de un participante en las argumentaciones morales se presenta él mundo de la vida, siempre « distancia, como la esiera de Ia eticidad donde estén eniretejidas evider: las culturales de origen moral, cognitive y expresivo. Alli estén los deberes relacionados de tal forma con modos de vida concretos que pueden derivar su evidencic: de Jas certezas de fondo, Las cuestiones de Ic justicia se plantecn tinicamente dentro del herizonte de las cues. tiones siempre ya respondidas de la vida buena. Desde el eriterio severamente moralizador del participants en el discurso, esta totalidad ha perdido su validez natural, se rebaja la fuerza normativa de ic faictico y las instituciones dignas de confianza pueden convertirse en otros tem: tos casos problemsticos de justicia. Desde este criterio se divide la existencia normativamente transmitida en aquello que puede ser justificade mediante principios y en lo que esté unica mente en vigor de modo féctico. Se deshace la fusién entre la valides y la vigencia social. Al mismo tiempo, la praxis colidiana se disuelve en normas y valores, esto es, en Ja parte de lo préctico que puede someterse a las exigencias de unc estticta justficaei6n moral, y en la ‘otra parte, no capaz de moralizacién, que abarea las orlentaciones de valor integradas en for: mas de vida individuales o colectivas. Ciertamente, también los valores culturales trascienden los curses ffetices de accién, con: lensdndose en sindromes biogrdtices e histéricos de las orientaciones de valor, a cuya luz los sujetos pueden diferenciar la «vida buena» de la reproduccién de le vida sin més, Pero las ideas de Ia vider buena no son representaciones que se presenten como un deber absiracio. Ellas conformen de tal forma la identidad de grupos e indivicuos, que constituyen una parie integrante de la comespondiente cultura o personalidad. Asi, la formacion del punto de vista moral va c Iq pat con una diferenciacién dentro de lo practice, Las cuestiones morales, que pueden ser decididas de forma racional bajo el aspecto de la capacidad de genoralizacién de los intereses o de la justicia, son ahora diferenciadas de las cuestiones evaluativas, que ‘5 presentan en su aspecto més general como cuestiones de Ic «vida buena» (0 de la auto realizacién), y que son susceptibles de una deliberacién racional, tinicamente dentro del hori zonte no problematizado de una forma de vide histéricamente concreta, o de un estilo de vider particular. Cuando se hacen patentes estos resultados de Ia abstracci6on de la morel, quedan claros ‘ambos cspecios: la ganancia de racionalidad que produce el aislamiento de los cuestiones de lajusticia, y los problemas consiguientes de una mediacién entre moralidad y eticidad que de ello resultan. Dentro de] horizonte de un mundo de la vida, recthen los juicies practices tanto Je concrecién como la fuerza motivadora de la accién de su relacién internet con las ideas indiscutiblemente vélidas de la vida buena, con la eticidad institucionalizada en general. En este Gmbito, ninguna problematizacién puede llegar tan lejos que pueda perder las ventajas de la eticidad existente. Esto sucade exactamente con los resultados de abstraccién que exige el punto de vista moral. Por eso habla Kohlberg de la transicién hacia el nivel posconvencio. 2 nal de la cenciencia moral. En este nivel se separa el juicio moral de los acuerdos locales y de las coloraciones histéricas de una forma de vida particular; no puede apoyarse por més tiempo en la validez de este contexto del mundo de la vida. Las respuestas morales conservan tan sélo la fuerza de motivacién racional de las razones ya que pierden, con Ia evidencia in ‘cuestionable del transiondo del mundo de la vida, el empuje de los motivos emplricamente eficaces. Toda moral universalista debe compensar estas pérdidas de eticidad concreta, que cacepla en virtud de las ventajas cognitivas, para sor eficaz pricticamente, Sus respuestas des- motivadas sobre cuestiones descontextuclizadas pueden iinicamente alcanzar eficacia pr ‘ca si se resuelven dos problemas derivades: la abstraccién de los contextos de accién debe ser anulada, al igual que debe serlo la separacién del conocimiento que motiva racionalmen- te y las orientaciones empiricas, Podemos recoger aqui ia critica de Hegel « Kant y plantear la cusstién de bajo qué condi- clones las formas de vida fomentan una prazis que hace posible a los pazticipantes ambas cosas: emit uicios morales basados en principies y actuar al mismo tiempo sequin su percep- ién moral. Con esia forma de plantecr el problema, sigo aferrando a un concepto de moral universalista como el nticleo que puede adauirir contenidos histéricamente diferentes en la superticia de formas de vida éticos. Quien cbandona ese punto de referencia, quien mantic: ne morales locales dentro del circule de la eticidad de formas de vide etica co priva del crite tio de enjuiciamiento de formas de vida aiica, Por lo dems el concepto de autonemia desarrollado por Rousseau y Kant ha ofrecido tambien fécticamente la medida seguin la cual fen les sociedades moderncs las representaciones morales y juridicas posconvencionales se han diferenciado de la conciencia morel de ls sociedad tradicional, 3. 4Un concepto pragmatico de lo ético? Lo que Bubner quiere es no hacer lo primero y, sin emhargo, no dejar lo segundo. Ni quiere dejar cfectar. La eticidad concreta por reflexiones morales que sobrepasen el horizonte de cual- quier mundo de la vida particular dado, ni desea sccrificar la pretensién de racionalidad a un tradicionalismo hermenéuticamente renovado, Este ambigiteded amencza su intento de in- dicar eriterios de racionalidad, mediante las cuales pueda enjuiciarse el ethos de formas de vide preexistentes: or determina la racionaiidad inmanente de la eticidad funcionalmente, ora normativamente. Bubner desarrolla un concept neo-arisictélice de lo ético. Es neo- Gtistotético en tanto que del ethas legitimado racionaimente tan sélo retiene la sugestién de que lo historicamente desarrollado sec también lo cuéntico, ,Qué significa, pues, una forma de vida racional? En primer lugar propone Bubner la formula vacia de que los formas de vida pueden ser cla- sifleadas como més o menos tacionales «sequin criterios del impedimento o posibilidad de cum: Blimientos de la praxise, Se trata de la promocién de una praxis que no caeric en el estoncamiento y también del éxito cooperative de un praxis cumplida en comin, Pero le pra: xis no es introducida como un concepto normative leno de contenido; queda sin aclarar en «qué pueda ser reconocida sla promocion o el impedimiente de la prazise, Naturalmente, Bub- ner enumere una serie de criterios: lc riqueza de alternativas y la diferenciacin, también a transparencia de los contextos de accién; los resultados de integracién de un todo complejo, lk estabilidad, la evitabilidad del caos y la destruccién, etc, Pero Bubner comprueba por si mismo Ic insuliciencia del criterio de unc racionalidad sistémica transteride a] mundo de la vida. Lo que es funcional para el mantenimiento de la estabilidad no caracteriza ya por ello una praxis vital como ética, Por eso recurre Bubner finaimente « puntos de vista normatives B ora completarlos funcionalistas, En formas de vide racionales deben entrar en accién impul: sosque sobrepasen la limitacion de los meros intereses privados, El interés de cada une digi do « la cutorrealizacién debe estar aqui en consonancia con los intereses de todos. Lc ambiguedad, que recorre la coracterizcién de les formas de vida racionales, se repite en eliniento de determinar la racionalidad de la accién ética, Alli se asimilan criterios norma: tivos a criterios funcionalistas, aqui orientaciones morales de la acion con orientaciones de Je accién segin ol modelo del proceder inteligente o aconsejable erientado por phronesis, a superacion de problemas tipices de accién detlugar « que los paxticulares encuentren y ensa- yer: maxims imitables. De ese inventario de seglas de prudencia bien pueden surgit orienta- Clones normativas de la aceién que reciben su racionalidad pragmdtica de una praxis eficcz que queda por debajo del umbral de 1a normativa vinculante. Pero de nuevo se muestra que la moralidad no procede sin ruptura de le racionalidad res- pecioa un fin, Pues una méximaque en principio le parece a un individuo «buenaty correcias, recibe su cualidad moral s6lo del hecho de que todos puedan estar de acuerdo en tenerla como una méxima vélida parc todos. El punto de vista moral, precisamente la capacidad de generalizacién de todos lcs intereses que estar afectados por una méxime a sequir de forma universal, no puede ser anulado por un concepio aplicado tedaviat pragméticamente de etici dad. Pero, entences; tiene pleno sentido diferenciar con precisién meralidad de elicidad y en jicior, segin esto, la racionalidad de unc forma de vida en la medida en que construya un Contexto que posite a les miembros la formacién de conacimientos morcles guiades por prin cipios y fomente su cplicacion a la praxis. [Los juicios morales, que ofrecen respuestas des motivadas a cuestiones des-contextualizadas, tienen un délicit practico que requiere una compensacién. El problema de la aplicacion ce principias genorales er situaciones dadas (a); vel problema molivacional del enraizamiento del procedimiento de la justiicacién mora! en el sistema de Ja personalidad (b), son de tal a:- mensin que ol suelo individual estaria pagcmdo un precio excesivo por su solucién. La racic r”aglidad de un mundo de la vidarse mide en lc forma en que los individus atienden a la solucion de estos problemas. Este es el mérito permanente de Hegel, haber hecho vilido este conoct rmiento realista {rente a Kent, Pero contrariomente al neoaristotelismo de nuestros dias, Hegel hha supuesto que ia comprensién moderna del mundo no puede regresar ya detras de un con- cepto kantiano de moralidad, que puede ser siempre reformulado, sino es al precio de reare- siones politicas, (q), La formulacién ético-discursiva del principio morel excluye unc rastriccién en el sentido de la éticade la conviecién del juicio moral, Exige tener en cuenta las consecuencias y efectos secundarios que resultarian probablemente del cumplimiente general de una notma contlictt- ya en contexios dados. Frente a esta versién, no necesita el escéptice hermenéulico anunciar ningiin criterio complementario referido a la ética de lc responsabilidad. La reflexién herme néutiea se ditige contra el principio ético-discursvo, come frente a tad principic de cualquier ira clase, por ora razén: no puede solucionar el problema de su propia aplicacién. La api cacién de las reglas exige una inteligencia préctica, que debe colocarse al lado de la razén préclica establecida ético-discursivamente, De ahi, concluye ahora el hermenéutico, que el Principio ético-discursivo pueda ser eficaz tinicamente con la ayuda de una capacidad que tune los juictos morales a los acuerdes locales de Ia situccién de partida, encerrémdolos en Ia impenetrable provinclalidad del respective horizonte histérico. Claro esté que esta consecuencic se produce solamente cuando nos atenemos « la pers pectiva de unattercera personal. De la pretensién de principiosuniversales, que como tal pro tension disuelve toda barrera local, no puede liberarse un pertieipante en el discurso mientas tome el sentido de validez de deber do los normas en le pasicién performativa de unc primera 4 Persona, no ebjetivandolos come algo meramente acaecido en el mundo. La fuerza trascen dente de une pretension de validez normativa, frontalmente entendida, no pierde su electivi dad por el conocimiento del hermenéutico. Un ejemplo en el que se pusde demostrat esto lo constituye el logre sucesivo de los derechos humanos en los estados constitucionales moder nos, Cuando nermas bisicas, como el derecho a Ia libre manifestacién de opiniones @ el dere- cho de patticipacién en elecciones genercies libres y secretas, han sido conocidas y reconocidas como principio, su aplicacién no oscila arbitrariamente de situacién en situacidn, sino que st guen, al menos a largo plazo, el curso dirigido del desarrollo consecuente de su contenido universal, Esto es, el contenido de los derechos baisicos, ala luz de las experiencias histéricas, trae retrospectivamente c la conciencic de los aleciados la eelectivided de aplicaciones par- clalles. Las variables situaciones de interés nos llaman la atencién sobre la incompatibilided de las aplicaciones limitadas parcialmente con el sentido de las nermes. Evidentemente tam: bién en la dimensién de la aplicacion acertada podemos operar mas © menos timidamente ¥ Tecotter procesos de aprendizcie”), Eslos pueden ser, por otra parte, tanto provocados como jacilitados por érdenes institucione: les de tipo posconvencicnal. Aprendemos una aplicacién imparcial de principios generales con tanta mayor tazén, en cuanto las representaciones morales y juridicas universalistas hen sido yer incorporadas en los insiituciones sociales, esto es, a la raison d'etre de lo exisiente, Gla cidea existonter (). Algo similar sucede con el anclaje motivacional del conocimiento moral. Las separa cién poseonvencional de moralidad y eticidad signifies Ia pérdida de lc seguridad y las evi dencias culturales, de las certezas del mundo de la vida, Con ello, se separa el conocitnonto moral de los motives empiricos culturalmente habitucles. Con el fin de equilibrar la diferencia eparecida entre juicios y acciones morciles, se necesita un sistema de contrales internos que surja de los juicios morales, basados en principios, esto es, de las convicciones motivadas ra cionalmente, y posibilite autogabiemo, Este dabe poder funcionat, dado el caso, cxtSnome: menie, esto 0s, con Independencia de la presién sucrve y exiensa de los ordenamientos legitimos Teconocidos fécticamente. Estas condiciones las cumple solamente una interiorizacién com pleta de algunos principios universales y altamente abstractos que se dan a conocer en la ét- a discursiva como implicaciones de un procedimiento de fundamentacién de normas. Es evidente que tales estricturas posconvencionales del «super-yos solamente pueden aparecer en determinados medics. Como en el caso de les problemas de aplicacién una moral universalista, que no debe de- ponder del enrarecido aire de las buenas opiniones, ha de reierise a la adecuacién de un eniorno socializante efective. Tiene que estar conferme con los modelos de socializacién y pro- esos de formacién que promueven el desarrollo moral y e] desarrollo del yo del adelescente Yy que impulse los procesos de individualiaacién més allé de las fronteras de una identidad, convencional anclada en determinados roles sociales. ‘Un mundo de 1a vida, que, tanto en las ordenaciones institucionales como en los modelos de sociatizacién, es\é conformado segiin esinichircs posconvencionales, exige ademas un modo teflexivo de tradicién que haga depender la renovacién de les tradiciones de la disposicion stitica y de la capacidad de innovacién de los individuos. Un magnifico ejemplo lo constituye Ie critica hegeliana ala comprensién del derecho natural prerevolucinario del estado de Wilt i Conellono vineulo ninguna suposicion de la filosotia de la historic acerca die la dinémice det desc: ‘ello —toco podria haber sucedido de otra forma — Peto de la histor de los derechoe umanos pode ‘moe tomar indios aecidentalmente de que ko capacidad del julio para le Tazén proctiea no ae presenta 9% temberg. Deseo ademés sefialar, que la liquidacién de las imégenes sustanciales del mundo ‘camind conjuntamente con Ja generalizacién de las normas juridicasy morales, y con una in- dividualizacion progresiva del aujeto socializada, Estas son, precisamente, las tendencias a través de las cuales E. Durkheim y G. H. Mead examincn la modernizacién de la: sociedad occiden: tal, y también M. Weber y'T. Parsons el racionalismo cccidental. Por eso necesitames conside rartales condiciones objetivas, cuyas formes de vida posibilitan abstracciones morales y facilitan Ja transiormacién en un conocimiente moral quiado de una moral universclista. Ellas caracte- rizan, més bien, las estructuras del mundo de la vide que estan faclicamente presentes on las sociedades modenas y en expansion, Estos proceses complejes pueden ser entendidos como una racionalizacién del mundo de la vide. En Ja medida en que se diferencicn unos de otros los tres componentes del mundo de la vida, asaber, cultura, sociedad y personalidad, se intensifican las tendencies mencio. nadas, de los que nadie puede saber a priori cudl va a ser su desarrollo, Les puntos de tug alos que tienden se pueden caracterizar, para la cultura, por una revision duradera de las fradiciones fluidas dadas reflexivamente; para la sociedad, por la dependencia de las orde naciones leaitimas de procedimientos {ormales de validez y {undamentacién de normas; para la personalidad, por una «identidad de Yo» culturalmente abstracta. Por cierto, puede que le referencia la exigencia de ura mediacién entre moralidad y eticidad no sea suliciente parc justificar el por qué la racionalidad de las formas de vida deberia dejarse comprobar en virtud de estas carucleristicas. Més bien, se deberia poder demostrar que en tales estructuras dife- renciadas de! mundo de la vida, alumbra un potencial de racionalidad intemo clas ecciones comunicativas de la praxis cotidiana. Esta seria el camino propuestc en una elaboracion di- recla de nuestro tema’. 4. Sobre Ia patologia de las formas de vida. Quien hoy en dia se atiene aun formalismo ético, y segiin el miedo la racionalidad de las formas de vide conforme alc realizacién de una moral universalisia, se expone menos a obje- clones que a reproches neoconservadores: acaso el de un sabelotodo filosblico que confunde Ja praxis con el habia; © al reproche del despotismo de la critica ulépica que impone a los sujetos desafortunades la nocién de sus verdaderos intereses. Deseo entrar en ambas cuestio hes con des argumentes concisos, y con un lercer crgumento anclizar la importante diferen- lacién entre racionalidadd y reconciliacién. 1. No es verdad que sélo alli donde la eticidad triunfa sobre la moralidad sec el juicio moral restituido « los propies interesados. La férmulaético-discursiva del principio moral deja ine quivocamente claro que la tarec de lo fundamentacién del principio de universalizacién co- responde tinicamente a los flésofos; mas como regla argumentativa éste no prejizga ningin contenido normativo. Todos los contenides, incluso cuando afectan a normas fundamentales de accién, tienen que hacerse dependientes de los discursos reales (o formas equivalentes con- ducidas advocatoriamente). El te6rico moral puede participar como interesado, dado el caso como experto, pero no puede dirigir tales discurses. Une teoria moral, como por ejemplo la «teoria de Ia justicia» de Rawls, que se extiende a ambitos de contenido, dsbe considerarse come ung contribucién a un discurso conducido por ciudadanos. ERMAS, Theorie des tommunikaliven Handelns saa, Kap. V und VI 2, Tampoco es verdad que los resultados de abstraccién que sugiere el formalismino ético deben dar alas al pensomiento utépico de una cutodenominada vanguardia de eriticos. Una. ética conducida consecuentemente, como se ha mostrado, se cerciora también de las fronte- ras del punto de vista moral, y aclara las estructuras complementarias de las formas de vida, ‘en las que repreventaciones posconvencionales de la moral y ol derecho podrian adquirir con: figuraciones objetivas. Ademés, esta racionalizacién del mundo de la vida, que se harealiza- do y todavia se realiza en el curaso de lu modemizacién de las sociedades occidentales, incluso sin la colaboracién de los filésolos, puede servir como hilo conductor. En su intento de rebus car las huellas de la razén en la historia, la filosofia depende de la cooperacién con las cien- cias histéricas y sociales, lo que también Bubner considera necesario, Un historizacién de Ja razén no significa ni la apoteosis de lo existente en nombre de la razén, ni le liquidacion de la razén en nombre de la existente. De Kant y Marx podemos aprender que Hegel y el his- toricismo no constituyen, en abscluto, ninguna alternative: 3, Finalmente, advierte adecuadamente Bubner que la razén en la historia no es cuestion de decreto, De ello extrae la preocupacién de que una étiec: formalista descuida los valores propios de las formas de vida culturales y conductas individuals, en favor de la abstraccién moral, que no tiene en cuenta la autonomia de la praxis cotidiana. Este peligro aparece, par cierto, tinicamente cuando se desea someter totalidades, como formas de vida y bioaratias, que siempre se presentan en plural, en su conjunio ctcrterios morales. Estos se refieren tnica- ‘mente c una dimension dentro de un mundo de la vida, a saber, « las ordenaciones institucio- nales y a las inleracciones reguladas legitimamente, las cuales presentan una pretensién de validez normativa. Que la forma de vida de un colectivo © Is biogratia de un individuo sea inds.© menos «conforme», més 0 menos welize, que, en suma, una manera de vivir sea ‘alien da’, no es una cuestién moralmente resoluble. Estcrcuesti6n se asemeja mas al problema clini co de cémo hay que enjuiciar la disposicién corporal 0 psiquica de una persona, que a lat cuestién moral de si una norma o una accién es correcta ‘También pone en juego Bubner critetios conocides para la alienacién: represién y rigidez Cuando las tradiciones han perdido el contacto vital con la cctualidad, cuando las institucio nes tinicomente son momtenicias « revés del dominio ciego y cuando los individuos no se wuelven. encontrar en sus propias ccciones, estamos ante una totalidad ética escindider —as{ habier yerel joven Hegel diferenciado la vida alienada de la vida reconciliada—. No obstante, tales Tasgos caracterizan un modo de vide en conjunto, patologias de una forma de vida, y no el grado de racionclidad del mundo de la vide. El que unc vida esié lograda o alienada no de- pende de criterios de correccién normativa, mas los criterios intuitives, dificilmente explicita- bles, para una vida malograda —por decitlo negativamente— no varian de forma tetalmente independiente de las medidas morales. Desde Aristételes trata la filosofic la relacién entre la felicidad y Ic justicia bajo el titulo de lo bueno. Las formas de vida cristalizan como biogratias en identidades particulares, Estas no deben ser contrarias, sila vida no debe fracasar, « las exigencias morales, que se conforman segiin medidas del grado desarrollado de la racionali- dad en una determinada forma de vida. Ahora bien, la sustemcia de une forma de vida nunca puede ser justficada bajo criterios universalistas, Esto explica también por qué una racionali zacién del mundo de la vida no hace necesariamente —ni siquiera normalmente—felices a. los interesados, (@) Agradozco esta dforonciacién «le indicacién de A. WELLMER, Thesent ber Vormuntt, Emanzipa tion und Ulopie. Ms. Konstanz, 1973 a

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