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¡Primero es lo primero!

Lo que Dios quiere para su iglesia


Apocalipsis 2:1-7
Pastor Mario Enrique López L
Comunidad Cristiana de El Limón
9 de Enero de 2011.
Muy buenos días. Estamos agradecidos a Dios por permitirnos reunirnos acá por primera vez en el año.
Estamos agradecidos a Él por lo que nos ha permitido vivir durante el 2010 y por todas sus bendiciones.
Cuando comenzamos un nuevo año es común pensar en lo que Dios quiere para nuestra vida. ¿No es así?
Bien, la buena noticia es que Dios nos ha dejado en su Palabra su mensaje de una manera clara, sin que
tengamos ningún tipo de dudas al respecto. Durante los meses de noviembre y diciembre nos tocó leer en
Tiempo con Dios el libro de Apocalipsis, y cuando leíamos los primeros capítulos encontramos el mensaje de
Jesús a las siete iglesias del Asia. Me pareció muy pertinente y oportuno este mensaje para que iniciemos un
nuevo año recordando lo que Dios quiere para su iglesia. Por eso vamos a tomar las primeras siete semanas del
año para ver este tema.
El libro de Apocalipsis es una carta como las de Pablo, Pedro o Juan que fue enviada a siete iglesias
cristianas de la provincia romana de Asia, localizadas en las ciudades que se nombran en 1:11. Los capítulos 2 y
3 contienen un mensaje breve para cada una de esas congregaciones de parte de Jesucristo. Como las otras
cartas del Nuevo Testamento, el mensaje va dirigido a las necesidades de las congregaciones contemporáneas
con el autor, pero también son aplicables a las iglesias y cristianos de todos los tiempos, siempre y cuando sus
necesidades sean similares.
Cada ciudad era centro de un distrito postal, lo cual facilitaría que se diseminara la enseñanza del libro. El
orden de los nombres es el orden natural que seguirían los mensajeros para entregar el libro, comenzando en
Éfeso y terminando en Laodicea.
En cada una de las cartas encontramos los siguientes elementos: Descripción de Jesucristo, Palabras de
elogio, Crítica, Exhortación y Desafío. Además vemos tres frases que se repiten en todas: “Yo conozco tus
obras”, “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” y “Al vencedor”. Es interesante resaltar que
Dios le escribe al ángel (algunos piensan que es el pastor) de la iglesia. Los líderes tienen la responsabilidad de
enseñar este mensaje a toda la iglesia.
Teniendo esto en cuenta pasemos a revisar el mensaje a la iglesia de Éfeso. ¿Qué es lo que Dios quiere
para su iglesia?
1. Reconocer que Jesús tiene autoridad para evaluar a su iglesia.
“El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que camina en medio de los siete candelabros de oro” (:1)
Esta descripción presenta a Jesucristo como el Señor de la iglesia, por cuanto ella está en su mano y él
camina en medio de la iglesia. Recordemos que Cristo dio su vida por nosotros y nos compró con su sangre.
Ahora tiene toda la autoridad para dirigirnos. Nosotros debemos recordarlo y reconocerlo siempre.
Cristo tiene el derecho y la responsabilidad de decir lo que piensa de su iglesia porque ésta le pertenece. Él
dijo: “…edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18). Él la compró con su sangre (Hechos 20:28). Él es su Cabeza (Efesios
1:22–23). Por estar en Cristo, la iglesia glorifica a Dios (Efesios 3:21). En estos dos capítulos él dice siete veces
yo conozco. Él la conoce íntimamente, porque anda en medio de ella (1:13). Él es el Príncipe de los pastores y el
obispo de ella, el que vigila de noche y de día su santidad, obediencia y frutos (1 Pedro 5:4; 2:25). Quiere lo
mejor para la iglesia, que es su cuerpo.
¿Acepto que la autoridad suprema en la iglesia es Jesús? ¿Permito que él evalúe mi vida? ¿Reconozco su
presencia en mi vida y en medio nuestro?
2. Continuar trabajando para Él con fervor y perseverancia.
"Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, has
probado a los que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos. 3 Has sufrido, has sido
perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado…”
La iglesia en Éfeso había trabajado arduamente por amor al nombre de Dios. Había sido perseverante en
este trabajo y además había sufrido por hacer este trabajo para Dios.
De igual manera, nosotros, tanto de manera individual como colectiva, debemos trabajar con fervor y
perseverancia par Dios. No es concebible que la iglesia de Cristo esté ociosa y que los creyentes no trabajen
para Cristo. Dios nos ha dado dones, talentos, oportunidades y ministerios para que trabajemos para él. Por
eso, no podemos pasar el año sin servirle. Hay muchas áreas y cosas que podemos hacer para el Señor. ¿Qué
estás haciendo por y para Cristo? ¿En qué área vas a trabajar en este año para el Señor? ¿Vamos a ser una
iglesia pasiva o activa para el Señor?
3. Ser intolerante con la falsa doctrina.
“6 Pero tienes esto: que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco.”
Otro aspecto resaltante de la iglesia en Éfeso era que no toleraba a los falsos maestros y apóstoles y
tampoco a las falsas doctrinas. Se señala claramente que la iglesia había probado a los que decían ser apóstoles
y los había encontrado mentirosos. Habían llegado personas que se auto denominaban “apóstoles” pero en
realidad eran unos aprovechadores. La iglesia no debe dejarse deslumbrar ante cualquier persona que tenga
una palabra elevada o pretenda realizar obras milagrosas para el Señor.
Tenemos una enseñanza clara en cuanto al apostolado: Los verdaderos fueron nombrados por Jesús para
que estuvieran con él y para enviarlos a predicar. Por lo tanto, en el día de hoy no tenemos apóstoles y mucho
menos que ellos mismos o una iglesia determinada los nombre apóstoles. ¡No nos dejemos engañar!
La iglesia en Éfeso había sido intolerante con la doctrina de los nicolaítas. Nicolás de Antioquía (Hechos.
6.5) le dio, se supone, su nombre a un grupo en la iglesia primitiva que procuró llegar a un acuerdo con el
paganismo, a fin de que los cristianos pudiesen tomar parte sin problemas en algunas de las actividades
sociales y religiosas de esa sociedad tan compacta en que se encontraban. Es posible que el término nicolaíta
sea una forma grecizada del hebreo Balaam, y por consiguiente alegórica, asemejándose la orientación de esta
secta a la del corruptor veterotestamentario de Israel (Nm. 22). En ese caso los nicolaítas se han de identificar
con grupos atacados por Pedro (2 P. 2.15), Judas (11), y Juan (Ap. 2.6, 15 y posiblemente 2.20–23), por abogar
en favor del relajamiento sexual pagano dentro de la iglesia. Hay referencias en Ireneo, Clemente, y Tertuliano
que sugieren que el grupo se convirtió en secta gnóstica. Tenemos claro entonces que no debemos tolerar las
falsas enseñanzas en nuestra iglesia, tanto las que promueven el libertinaje sexual como las que desvían de la
creencia bíblica. Estamos hablando de doctrinas que aparentan ser bíblicas, no de esas que abiertamente
sabemos que no vienen de la Palabra de Dios, como la brujería, hechicería, santería, y otras religiones. Aunque
en el día de hoy no tengamos una doctrina de los nicolaítas, si tenemos falsas doctrinas como la teología de la
prosperidad, el neo pentecostalismo, la nueva era, etc.
¿Somos tolerantes o permisivos en cuanto a nuestra doctrina?
4. Colocar a Dios en primer lugar de nuestra vida.
“4 Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor.”
Jesús hace una crítica a esta iglesia de Éfeso. Ella había dejado su primer amor.
¿Qué significa esto? Recordemos que el primer y más grande mandamiento para nosotros es este:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mateo 22:37). Dejar el
primer amor significa entonces, colocar a Dios en un segundo plano y darle más amor, más devoción a
cualquier otra persona o cosa. Jesús había dicho que esto caracterizaría a los años inmediatamente anteriores a
su segunda venida (Mateo 24:12). Dios es celoso y se entristece cuando otros intereses y prioridades toman su
lugar (Santiago 4:4–5).
La falta de amor no es una cosa pequeña o sólo indiferencia. El amor a Dios es esencial, porque Cristo
dijo: “el que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama” (Juan 14:21). Pablo escribió que el
cumplimiento de la ley es el amor, y que el amor en la vida del creyente es mayor que la fe y la esperanza.
(Romanos 13:10; 1 Corintios 13:13). Amar a Dios es el motor de nuestra adoración, de nuestra entrega a Dios y
de nuestra obediencia a él.
¿Es Dios nuestro primer amor? ¿Hay algo o alguien que ocupa el primer lugar en nuestra vida?
5. Aplicar el remedio para la falta de amor a Dios
“5 Recuerda, por tanto, de dónde has caído, arrepiéntete y haz las primeras obras, pues si no te
arrepientes, pronto vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar.”
Este remedio consta de tres pasos. En primer lugar debemos recordar de dónde hemos caído, es decir,
recordar la gracia y la salvación que Jesucristo nos ha dado. Si contemplamos esto, no podemos contentarnos
con llevar una vida cristiana mecánica, legalista, rutinaria y fría. El segundo paso es arrepentirnos de la falta de
amor y cambiar nuestro pensar que, a la vez, cambiará nuestro rumbo. Es rechazar cualquier pecado que está
alejándonos de la intimidad con Dios, así como a los ídolos, que son las prioridades de la vida que no nos
permiten dar a Dios el primer lugar.
En tercer lugar, el cristiano debe volver a hacer las obras que caracterizaban su primer amor y buscar,
como un mendigo hambriento, el alimento de la palabra santa. Debe deleitarse en la comunión con Dios y con
los hermanos en Cristo, así como obedecer con gozo cada mandato de la palabra. Debe hablar con otros de la
maravilla de su fe. No debe esperar a sentir el amor antes de hacer las primeras obras. Entregarse a esas cosas
traerá como premio los sentimientos de cariño y dedicación que el cristiano tenía antes para su Salvador.
¿Nos arrepentiremos y volveremos a Dios?
6. Obedecer el mensaje de Dios.
“7 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la
vida, que está en medio del paraíso de Dios”
Las palabras de Jesús para la iglesia de Éfeso, así como para las otras seis iglesias, es que no se conviertan
en oidores olvidadizos, en oidores indiferentes, sino más bien que presten atención y obedezcan el mensaje
que se les está dando.
Sabemos que en la obediencia está la bendición. Es por esto que detrás del desafío a obedecer hay una
bendición que tendrá el que oye la voz del Señor y la obedece. También hay consecuencias para el que
desobedece. En este caso, Jesús dice que, Si la iglesia no vuelve a manifestar el amor a Dios, Jesús advierte que
quitará su candelero, o sea, su luz que brillaba en las tinieblas de Éfeso con el resplandor del evangelio. Esa
iglesia, que antes iluminaba toda la provincia, perdería su oportunidad de manifestar a Dios en el mundo. Pero,
a los que vencieren, o sea, a los verdaderos creyentes que respondan al reproche y la exhortación de su
Redentor, él dará a “comer del árbol de la vida” (Génesis 2:9; 3:22, 24). Disfrutarán de la vida eterna, del fruto
de ese árbol de Edén que les fue prohibido a Adán y Eva porque se rebelaron contra Dios (Apocalipsis 22:2, 14).
El mensaje para Éfeso también es pertinente para hoy. Hay iglesias que tienen miembros, cultos,
actividades, comités y sesiones pero no alumbran, no resplandecen. Los creyentes no se han entregado a Dios,
no crecen y no se aman entre ellos; tampoco comparten su fe y los no creyentes no son atraídos. Su candelero
ha sido retirado, porque no aman a Dios. Deben recordar su salvación, arrepentirse y hacer las primeras obras.

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