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26 Aves Argentinas
Dos semblanzas del artista; en la página anterior, óleo
del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín que
devela algo acentuados los «aires indios» y la
templanza de su rostro. A la derecha, Atahualpa con
su guitarra. Abajo una calandria, una de las aves que
Yupanqui admiraba por su canto melodioso y de la que
conocía muy bien su biología y sus costumbres.
Claudia D´Acunto
Dos naturalistas y
conservacionistas, ambos
socios de nuestra entidad,
Aves Argentinas 27
mil empleos que pudo describir en sus sabe como se llama la calandria?, y con
poemas y canciones; porque él había cierta insolencia le respondimos que sí,
sido el hachero, el minero, el pelador de Mimus saturninus. Nos respondió: «No,
caña por sólo poner algunos ejemplos. paisano, Mimus saturninus moludator
Esto, sin olvidar sus estadías en para ser preciso», a lo que respondi-
Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe que le mos con una cara de asombro y con la
fueron dando una visión integral de boca abierta y que cerramos al escu-
los grandes paisajes argentinos y sus char: «Mimus» porque imita a otros
hombres. La observación de los usos pájaros, «saturninus» porque canta al
y costumbres de cada región, objeti- amanecer cuando se ve saturno y
vo del folklore como ciencia, consti- «modulator» porque canta lindo y mo-
tuyeron su máximo interés. Pero te- dula bien».
nía bien claro que no era un investi- Esta anécdota real pinta de cuerpo
gador y que su misión era aprender- entero a este hombre que abrevaba en
los y aprehenderlos para devolver- los libros y se jactaba de ser de «una
los a sus compatriotas transforma- familia de pobres rica en libros», él no
dos en relatos, poemas y canciones había podido como tampoco Lugones,
con color y ritmos de inspiración Juan Burghi, Rubén Darío, Baldomero
folklórica. Mucho podríamos agregar Fernández Moreno, quedarse al mar-
sobre su vida y sus andanzas no solo gen de la admiración por estos peque-
por nuestra tierra sino por el mundo ños seres emplumados que unían al
entero que lo reconoció como un gran don del vuelo la bendición del canto.
artista hasta su muerte acaecida en Porque para un cantor, ser comparado
Nimes, al sur de Francia, el 23 de o quererse comparar con las aves era
mayo de 1992. Sin embargo, tuvo la casi inevitable. Así, repasando su obra
suerte de dejar un relato autobiográ- se suceden las menciones a las aves o
fico ya publicado en vida en su libro los pájaros en sentido abstracto como
«El Canto del viento». en la milonga de Romildo Risso, poeta
oriental que él supo musicalizar y que
lleva el titulo de esta nota:
ATAHUALPA Y LAS AVES Silbando piensan las aves / Yo pienso
Abajo, Atahualpa cebando un ansina también. / Naides sabe lo que
mate. A la derecha, en uno de Grande fue nuestra sorpresa al co- dicen, / ellas lo deben saber. / Se me hace
sus viajes al exterior, nocerlo cuando se despachó: «-¿Usted que las ideas /con las palabras se van /
alimentando a las palomas.
Gentileza Fund Atahualpa Yupanqui
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en el silbido parece / que se alargan
nada más. / Mesmo sin pensar en nada
/ las horas suelo silbar.
En «El payador perseguido», su obra
cumbre, comenta: «Vuelo porque no
me arrastro, / que el arrastrarse es la
ruina; / anido en árbol de espina / lo
mesmo que en cordilleras / sin escu-
char las zonceras del que vuela a lo
gallina. / No me arrimo así nomás / a
Alejandro Ronchetti
los jardines floridos. Sin querer vivo
alvertido / pa’ no pisar el palito. / Hay
pájaros que solitos se entrampan por
presumidos.»
O en su canción poco conocida
«Juan», al decir: «...tuve en mis ramas bían compartido escenario en Buenos El enorme y emblemático
un nido / yo sé que se salvarán / los Aires. Recurrentemente, entre nues- cóndor andino, despertó
pájaros siempre vuelan / yo nunca tros poetas como en la milonga «Para siempre la admiración de
aprendí a volar». O en «El salitral»: el que mira sin ver» al decir: «...en el Atahualpa y más de una
«Las aves pasan de largo / hacia los silbo de los montes / lecciones toma el vez al contemplarlo deseó
montes se van / sólo queda un gran si- zorzal» o en su último poema «La tener sus alas para volar
lencio / tendido en el salitral». También y este concepto lo dejó
Capataza», al decir: «Te enseñaré los expresado en más de una
hace menciones a especies particula- ritos del zorzal / y el pequeño runrun
res, como las gaviotas en «La herma- de sus letras.
anochecido», donde nos quedamos con
nita perdida» dedicada a nuestras Is- las ganas de preguntarle si quiso refe-
las Malvinas: «Sobre las aguas austra- rirse con el nombre de run run al pica-
les / planean gaviotas blancas», o en el flor coludo, en un último destello de su
poema «Para un bello nombre» dedi- privilegiada memoria o en la milonga
cado al Uruguay cuando dice: «Blan- «Las cruces», dedicada a las cruces que
cas golillas como un vuelo de gaviotas se colocan en la orilla de los caminos:
/ y golillas bermejas aleteando en la «le cantan los chalchaleros como eli-
aurora.». Las palomas a las que men- giendo sus trinos». También hay una
ciona en «De aquellos cerros vengo», divertida mención a la perdiz en una
un lindo bailecito,: «Este ponchito mío milonga de la cual es autor de la músi-
de tres colores / me dice que no fíe de ca pero de la que le atribuyen la letra
tus amores. / Palomita ingrata, viditay, bien yupanquiana que es mérito de José
me has pagado mal /córtate las alas, «Pepe» Razzano, el mismo integrante
viditay, deja de volar» y a la que dedi- del celebre dúo Gardel-Razzano, cuan-
có una pieza instrumental que merece do dice: «En más de alguna ocasión /
una mención especial: «La danza de la quisiera hacerme perdiz / para ver de
paloma enamorada», una mezcla de ser feliz / en algún pago lejano / pero la
aire de vidala con aire de chacarera y
que según él mismo nos contara, sur-
gió casi como un juego entre él y el pia-
nista Adolfo Ábalos, recientemente EL PROYECTO QUE NO FUE
desaparecido, rememorando desde la
guitarra y el piano el canto triste de la
bumbuna o yerutí en una ardiente Como curiosidad, en 1986 intentamos acercar a Roberto Straneck y Atahualpa
siesta en el limite entre Santiago del Yupanqui para un lindo proyecto que no pudo concretarse: el de grabar un disco;
con temas suyos de inspiración ornitológica acompañados de grabaciones de las
Estero y Tucumán. Esta pieza instru- voces de las aves que se mencionaban. Pudimos acercarle los famosos cassetes de
mental es, a nuestro juicio, una de las Roberto a Don Atahualpa, quien quedó muy interesado en el trabajo, y hablarlo con
más logradas como músico y como in- Roberto en nuestros fogones en el Urugua-í. Y simplemente el destino no permitió
térprete y de algún modo la versión ar- que la obra aconteciera, aunque nada impide hacerla ahora como homenaje con sus
gentina del célebre «Pájaro campana» grabaciones y con la ventaja de saber que el proyecto le interesaba y mucho. Era una
forma más de demostrar cómo su música traducía la naturaleza, que es en definitiva
compuesta en arpa por el músico pa-
la misión primera del arte.
raguayo Félix Pérez Cardoso con quien
Yupanqui y los Hermanos Ábalos ha-
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cribía su admiración por esta ave inmensa que ha-
cía sentir al hombre chiquito en la inmensidad del
paisaje: «Voy andando por el mundo / lo miro al
cóndor volar / ¡Bien haiga bicho dichoso, / tus alas
me habías de dar!». En una canción del célebre poe-
ta peruano José Santos Chocano que él musicalizara
dice: «Quisiera ser un cóndor/ y aprisionar un rayo
/ entre mi pico / y así soberbio regalarte un ala /
para que hagas con ella un abanico».
R. Moller Jensen
ecológica era cierta y más de una vez nos pregun-
taba sobre nuestros proyectos en la Fundación
Vida Silvestre Argentina o se entretuvo leyendo
«Entre hombres y pájaros», de Tito Narosky que
le acercamos con una cálida dedicatoria del autor.
CANCIÓN DE LOS HORNEROS Cuando le resaltábamos cómo su obra podía usar-
se para comprometernos en la defensa de nuestro
entorno reflexionaba socarronamente: «mire us-
Al hornero, que ya era un tema recurrente en la literatura folklórica o ted, yo era ecológico y no lo sabia». Su compromi-
gauchesca y al que nada menos que Leopoldo Lugones, poeta que
so venía de mucho tiempo atrás y en el caso de los
admiraba, le había dedicado su célebre poesía, lo mencionaba habi-
tualmente, pero le dejo una página brillante en la «Canción de los pájaros ya reflexionaba diciéndole al «Changuito
horneros» cuya letra pertenece en realidad a Romildo Risso y que él riojano»: «Si por ahí columbras algún pajarito
musicalizó como milonga. parao en un árbol / te sacáis la honda que lleváis al
pecho, / te vais acercando, y cuando yasito lo vas a
En la cumbrera ‘e mi rancho Ni se asustan cuando paso, hacer polvo, / te quedáis quietito mirando, porque
anidaron dos horneros como si yo fuera un perro
que ni estorbo ni hago daño
el avecita / te ha soltao un canto tan lindo, tan raro
y yo parezco un extraño
y el rancho parece de ellos. y me dejan andar suelto. / como si al mirarte se hubiera alegrado, / y can-
tando mesmo / le hiciera una fiesta pa’ su amigo
Dentro solo, salgo solo, Ansina vivo en mi rancho chango./ ¡Como te recuerdo, changuito riojano!».
siempre solo voy y vengo dende que solo me veo; O al recordar al santiagueño Julio Argentino
juntos los hallo en el campo en antes otro era el nido Jerez: «Van los hacheros al monte / y el ave sin
y el campo parece de ellos. y el mundo parecía nuestro.
nido queda/ y el hacha brilla en el aire / y el monte
Juntos trabajan y cantan ¡ Rogále a Dios, hornerito, sin leña queda», pero llegando al final sólo pide un
y tuito lo hacen contentos que no te pase lo mesmo ! deseo: tener su propio monte para escuchar la voz
yo no sé si a mi me miran de todos lo pájaros. Años después esto sucedería
con lástima o con desprecio. tal cual lo anticipara y así sus cenizas descansan
bajo un roble cerca de un viejo algarrobo, donde
seguramente su sueño se vuelve en las mañanas
realidad.