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Mitología
Para Heródoto, Plinio el Viejo y Epifanio de Salamina, esta sagrada ave viajaba a
Egipto cada quinientos años, y aparecía en la ciudad de Heliópolis, llevando sobre sus
hombros el cadáver de su padre, a donde este iba a morir, para depositarlo en la puerta
del templo del Sol.
Otra ave sagrada hay allí que sólo he visto en pintura, cuyo nombre es el de
fénix. Raras son, en efecto, las veces que se deja ver, y tan de tarde en
tarde, que según los de Heliópolis sólo viene al Egipto cada quinientos años
a saber cuándo fallece su padre. Si en su tamaño y conformación es tal
como la describen, su mote y figura son muy parecidas a las del águila, y
sus plumas en parte doradas, en parte de color de carmesí. Tales son los
prodigios que de ella nos cuentan, que aunque para mi poco dignos de fe,
no omitiré el referirlos.
Para trasladar el cadáver de su padre desde la Arabia al templo del Sol, se
vale de la siguiente maniobra: forma ante todo un huevo sólido de mirra,
tan grande cuanto sus fuerzas alcancen para llevarlo, probando su peso
después de formado para experimentar si es con ellas compatible; va
después vaciándolo hasta abrir un hueco donde pueda encerrar el cadáver
de su padre; el cual ajusta con otra porción de mirra y atesta de ella la
concavidad, hasta que el peso del huevo preñado con el cadáver iguale al
que cuando sólido tenía; cierra después la abertura, carga con su huevo, y
lo lleva al templo del Sol en Egipto. He aquí, sea lo que fuere, lo que de
aquel pájaro refieren.
Heródoto.[1]
Según la leyenda cristianizada, el ave Fénix vivía en el Jardín del Paraíso, y anidaba en
un rosal. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, de la espada del ángel que los desterró
surgió una chispa que prendió el nido del Fénix, haciendo que ardieran éste y su
inquilino. Por ser la única bestia que se había negado a probar la fruta del paraíso, se le
concedieron varios dones, siendo el más destacado la inmortalidad a través de la
capacidad de renacer de sus cenizas.
Para San Ambrosio, el ave Fénix muere consumida por el Sol, convertida en cenizas de
las que renace, después de arder su cuerpo, como un pequeño animal sin miembros, un
gusano muy blanco que crece y se aloja dentro de un huevo redondo, como si fuera una
oruga que se vuelve mariposa, hasta que dejando de ser implume se transforma en un
águila celeste que surca el firmamento estrellado.
Durante el reinado del emperador Claudio, un supuesto Fénix fue capturado en Egipto y
trasladado a Roma, donde éste mandó exponerlo. Nadie se lo tomó en serio.[3]
Claudio Claudiano (siglo IV), el último de los grandes poetas romanos, comentaba:
El Fénix es un ave igual a los dioses celestes, que compite con las estrellas
en su forma de vida y en la duración de su existencia, y vence el curso del
tiempo con el renacer de sus miembros. No sacia su hambre comiendo ni
apaga su sed con fuente alguna.
Claudio Claudiano
En el reino medio se decía que era el guía del sol, y se le asocio con el planeta
Venus, se representaba como una garza, que a veces lleva la corona blanca y
dos plumas o la corona Atef o el disco solar. Los cristianos lo adaptaron como
símbolo de resurrección.
Según Heródoto un historiador griego, cada 500 años el ave creaba una
hoguera de incienso en la que ardía y de la que surgía un gusano que con el
calor se transformaba en un nuevo Fénix.
Pero existe solamente un ave Fénix. De ella se afirma que es como el sol por
vivir en el cielo llena de esplendor. También se dice que nace del fuego y
muere en el fuego, como el sol que aparece con el brillo dorado de la aurora y
muere en el horno rojo atardecer.
Se cree que el ave Fénix vive mil años, que renace cuando muere y que su
juventud es perenne.
Echado sobre él abriendo las esplendorosas alas, la luz del sol consume ave y
nido, mientras el Fánix canta su mas bella canción y todo queda convertido en
perfumadas cenizas.
Pero entre los restos del incendio aparece un huevo, que el calor del sol se
encarga en empollar; y aquí que nuevamente nace le ave Fénix, brillante como
la luz del sol y aliemntedo por ella. Cuando a crecido suficiente, el jóven pájaro
recoje las cenizas maternales volando hacia ejipto las esparce en el tmplo de
Osiris, el dios-sol.
Entonces durante mil misteriosos años, el nuevo Fénix cuida el mundo y a sus
criaturas, hasta que le llega la hora de morir.
"¡Que admirable es!, cantan los pájaros al amnecer y se elevan hacia el Fénix
para embriagarse de su luz".
"Pero ¡cuan triste debe estar!, suspira una paloma, al sentirse tan solo en este
mundo"
Una tradición judía afirma que el chol fue el único animal del Edén que
resistió la tentación y conservo la vida eterna. Los egipcios la modificaron
un poco y dieron a este ave el nombre de fénix, vocablo que se refiere a su
color rojo, considerándolo un animal fabuloso, una especie de semidiós
según la tradición, el ave fénix se consumía por acción de su propio fuego
cada 500 años, y un ave fénix nueva y joven surgía de sus cenizas. Este
mito se extendió ampliamente entre los griegos, que le dieron el nombre de
Phoenicoperus, que significa alas rojas, apelativo que se extendió por toda
la Europa romana. Durante la dominación romana, los primeros cristianos,
influidos por los cultos helénicos, hicieron de esta singular criatura un
símbolo viviente de la inmortalidad y de la resurrección. En la mitología del
antiguo Egipto, el ave fénix representaba el Sol, que muere por la noche y
renace por la mañana. Otro simbolismo que se le da al ave fénix es de la
esperanza, ya que representa la esperanza que nunca debe morir en el
hombre.
Polimorfo: que existe o se presenta en varias formas. En particular
leucocito polimorfonuclear (*)
Polimorfocelular: que tiene células de muchas formas ...
Polimorfo:
Tokio (東京都 Tōkyō-to?, literalmente ‘capital del este’; pronunciación japonesa: [ ˈtoːkjoː
] (?·i)) es la capital de facto[2] de Japón, localizada en el centro-este de la isla de Honshu,
específicamente en la región de Kanto. En conjunto forma una de las 47 prefecturas de
Japón, aunque su denominación oficial es metrópolis o capital (都 -to). La ciudad es el
centro de la política, economía, educación, comunicación y cultura popular del país.
Posee también la mayor concentración de sedes corporativas, instituciones financieras,
universidades y colegios, museos, teatros, y establecimientos comerciales y de
entretenimiento de todo Japón.
A pesar de que Tokyo es la romanización más común del nombre en japonés, el nombre
de la ciudad es Tokio en español y otros idiomas —entre ellos el alemán y el neerlandés
—. En inglés y otros idiomas se escribe Tokyo, aunque antiguamente también se
escribía Tokio. En el pasado, la ciudad se denominaba como Tokei, Edo o Yedo. El
gentilicio de Tokio es tokiota.
Historia
Artículo principal: Historia de Tokio
A pesar de que desde tiempos antiguos existían pequeñas poblaciones y templos en las
colinas cercanas a la bahía de Tokio, se considera que la fundación formal de Tokio fue
en 1457, cuando un vasallo del clan Uesugi, Ōta Dōkan construyó el Castillo Edo (江戸
城 Edo-jō); así el área que rodeaba el castillo se comenzó a llamar Edo (江戸,
literalmente "estuario"). El shogunato Tokugawa, que había tomado el castillo en 1590
y que tenía el control casi absoluto del Japón, estableció su gobierno en Edo en 1603,
hecho que dio inicio al Período Edo en la historia japonesa. La nobleza, junto con el
Emperador del Japón, permanecieron en Kioto, que siguió siendo la capital oficial,
aunque sólo de manera protocolar.
Edo sufrió innumerables desastres, entre los que se encuentran centenares de incendios,
destacándose el Gran Incendio de Edo (Edo Taika) de 1657, donde murieron alrededor
de cien mil personas. La razón de los constantes incendios era que todas las viviendas
de Edo eran machiya o viviendas urbanas de madera. Otros desastres que sufrió Edo
fueron la erupción del monte Fuji en 1707, el Terremoto del Gran Edo en 1855 y otros
terremotos menores en 1703, 1782 y 1812.
Torre de Tokio.
En los años siguientes Tokio creció en extensión; fueron devueltas a Japón las islas
Ogasawara en 1968 y la Base Aérea de Tachikawa en 1977. Durante la década de 1970
hubo una migración masiva hacia las ciudades, y hacia Tokio en especial. En 1978 se
inauguró el Aeropuerto Internacional de Narita, que prestó apoyo para el Aeropuerto
Internacional de Tokio, el cual serviría principalmente a vuelos nacionales. La gran
población en Tokio (que se convirtió en la ciudad más poblada del mundo en 1965)
derivó en una burbuja económica que se inició en 1986 y explotó en 1990, causando
una recesión durante toda esa década, llamada también la década perdida (失われた 10
年 ushinawareta jūnen).
Alemania
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Bundesrepublik Deutschland
República Federal de Alemania
Bandera Escudo
Lema: Einigkeit und Recht und Freiheit ("Unidad y
justicia y libertad")
Capital Berlín
52°31′ N 13°24′ E
Las palabras alemán y Alemania provienen del latín y eran utilizadas en la antigüedad
por los romanos para denominar a los alamanes —no es lo mismo que alemanes—, el
pueblo germánico más cercano al territorio del Imperio romano. De ahí fue usada para
nombrar al país entero.[4] Además de alemán, está también extendido el uso del
gentilicio germano, derivado del nombre con que los romanos se referían a las tribus no
romanas de la zona central de Europa, cuyo territorio llamaban Germania.[4] Desde el
siglo X, los territorios alemanes formaron una parte central del Sacro Imperio Romano
Germánico que duró hasta 1806. Durante el siglo XVI, las regiones del norte del país se
convirtieron en el centro de la Reforma Protestante. Como un moderno estado-nación,
el país fue unificado en medio de la Guerra franco-prusiana en 1871. Tras la Segunda
Guerra Mundial, fue dividida en dos estados separados a lo largo de las líneas de
ocupación aliadas en 1949 pero los dos estados se reunificaron de nuevo en 1990. Fue
miembro fundador de la Comunidad Europea (1957), que se convirtió en la Unión
Europea en 1993. Es parte de la zona Schengen y adoptó la moneda común europea, el
euro, en 1999.
Hombre lobo
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Para otros usos de este término, véase Hombre lobo (desambiguación).
Nadie sabe con exactitud cuándo se originaron las leyendas sobre hombres lobo. Puede
que se trate de una superstición tan antigua como la humanidad misma, originada como
explicación de diversas patologías. Así parecen indicarlo algunos casos datados, como,
en España, el de Manuel Blanco Romasanta, en cuya vida se basan las películas El
bosque del lobo, y Romasanta. La caza de la bestia (2004).