Professional Documents
Culture Documents
192
trofeo de guerra
primeros indicios
ser rescatado por los narcos o por los policías amigos); lo meten al
cuartel para interrogarlo con métodos de tortura.
A veces, con suerte, el detenido aparece días después en una
cárcel, o sus captores lo sueltan en lugares invisibles, lejos de tes-
tigos. El puñado de afortunados que vuelven de esos no espacios,
de los lugares ocultos de retención, regresan mudos, golpeados y
con pesadillas.
(“Me llevaron a un lugar donde se escuchaban ruidos de heli-
cópteros y voces de militares en entrenamiento […] Empezaron a
darme toques en el cuerpo con las picanas, un tipo me golpeaba en
el estómago y cuando me agachaba otro me golpeaba en las nalgas
y me enderezaba, haciéndome sangrar por el ano […] Yo seguía
vendado y me volvieron a desnudar y me envolvieron en una cobija
haciéndome taquito; luego mojaron la cobija conmigo adentro y me
conectaron los cables, uno en cada testículo.”)36
vidas suspendidas
con fotos, libretas escolares de los hijos que crecen o la ropa que
van dejando en el estirón de talla, para que no sienta que perdió
ninguna etapa de la vida de quienes lo esperan.
Los niños imaginan que papá es aquel señor que se acerca y
gritan de gusto; luego lloran cuando descubren que es una falsa
alarma. Otras veces despiertan diciendo que anoche sintieron que
mamá estuvo acariciándoles la frente. Sueñan que se les aparece.
La esposa abandonada se comunica con su pareja a través de los
sueños, le cuenta de la familia, le pasa recados, le cura las heridas,
le da ánimos.
(“Mi hija nos sorprende porque despierta diciendo que su papito
vino anoche a decirle que tuvo un accidente pero que ya lo van a
dejar salir.”)37
En tanto ignoren el paradero de su pariente y carezcan de
pruebas de su muerte, las familias seguirán peregrinando por pro-
curadurías, palacios de gobierno, oficinas de diputados, cuarteles
militares, cárceles, hospitales, psiquiátricos y morgues. Cuadricu-
larán los lugares por donde pudo haber pasado, repetirán su mis-
mo recorrido, preguntarán de puerta en puerta, retrato en mano.
Estudiarán las fotografías de los cadáveres recientes y antiguos
publicadas en las secciones rojas de los periódicos, intentando re-
conocer en alguna a su desaparecido para reclamarlo. En el intento
de encontrar un rastro cruzarán el cielo en avioneta o se asomarán
debajo de la tierra, a los pozos cercanos.38
(“Casi dos años lo busqué. Me caminé toda la carretera federal,
me asomé a todas las cunetas, me he metido a todos los callejos, fui
a Taxco, Chilpancingo, Iguala, Acapulco […] Gracias a Dios ya lo
encontré; lo reconocí en el periódico de hoy por su zapato.”)39
En ese trance, poco a poco, las familias se enterarán de cuáles
son los botaderos favoritos de cadáveres, cuáles las ubicaciones de
las narcofosas, cuáles los modos que tiene cada grupo del narco-
tráfico para con sus víctimas, dónde se sospecha que los soldados
o los policías tienen esas mañas o fungen como proveedores
de víctimas. Les dirán que en Coahuila, por ejemplo, algunos de