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EL VIEJO Y EL MAR – ERNEST HEMINGWAY

1.- PERSONAJES
Desde el título, el relato tiene dos protagonistas indiscutibles, el viejo pescador
Santiago, y la naturaleza, representada por el mar. Entre ellos se libra una batalla diaria,
la de la vida, en la que no hay enemigos ni vencidos.

Hemingway escribe un relato con muy pocos personajes, presentados por un


narrador que, al ser omnisciente y externo, proporciona una descripción objetiva de
estos. Sólo el viejo Santiago y el niño Manolín tienen ese carácter de personajes, aunque
el pez (un pez espada) o los tiburones pueden ocupar el papel de antagonistas.

Santiago, el protagonista de la obra, se nos presenta como un viejo pescador flaco


y desgarbado, con arrugas profundas y piel quemada por el sol. A pesar de su vejez, se
nos muestra como un hombre fuerte y valiente aunque se siente solo y su única
compañía es la de un muchacho al que enseñó el oficio de la pesca. Este sentimiento de
soledad se acentúa cuando se encuentra mar adentro en su bote, pues alude
constantemente a su añoranza del chico y, por ello, aunque piensa que lo pueden
considerar loco, dialoga consigo mismo.
Es un hombre austero y humilde, el cual esta marcado por la mala suerte, puesto
que lleva 84 días sin pescar ningún pez y sobrevive gracias a la ayuda del muchacho,
que le proporciona comida y cebo para pescar.
Sólo tiene dos pasatiempos: uno es el béisbol y por ello, siempre se preocupa de
estar al tanto de los resultados de la liga (a través de periódicos viejos), los cuales
comenta con Manolin. El otro son sus recuerdos de juventud, cuando viajó en un gran
barco a África y vio los leones, o cuando era fuerte y ganó un duelo de pulso.
También destaca el amor y el respeto de Santiago hacia la naturaleza, su
admiración hacia las aves, los peces, las tortugas y el mar en general, a los que trata
siempre de hermanos. A pesar de ser un viejo solitario y pobre, es querido y respetado
por los demás pescadores y cuando lleva dos días sin volver de pescar todos se
preocupan por el.
Su necesidad de acabar esa mala racha sin pescar le hace pensar en varias
ocasiones en el fracaso, obsesión constante a lo largo del relato.

Manolín es el joven que ya desde pequeño acompaña a Santiago en sus jornadas


de pesca para aprender el oficio. Sin embargo después de cuarenta días sin que el viejo
cogiese ningún pez, sus padres deciden que salga a faenar con otro bote más productivo.
A pesar de ello, sigue visitando a Santiago todos los días (casi podríamos decir que
entre ellos se establece una relación paterno-filial) y, como se siente preocupado por la
situación casi precaria, por la que esta pasando su viejo amigo, le proporciona comida,
toallas y agua para que se asee y acude a visitarlo todos los días para hablar sobre
béisbol o aventuras que Santiago vivió en África durante su juventud.
El muchacho también echa de menos faenar con Santiago y promete acompañarle
alguna vez. Es él quien ayuda al viejo al principio del relato y quien lo vela al final; es
la única persona que se preocupa por él.

El pez puede ser considerado como un personaje más, pues es personificado en


cierto modo por Santiago cuando habla con él. Todo comienza como una jornada
normal en la rutina del viejo, salvo que lleva ochenta y cuatro días sin pescar un pez y
para él, el número de la suerte es el ochenta y cinco, por lo que confía en que esa racha
de mala suerte terminara ese día. En efecto, al cabo de unas horas nota que algo pica en
el cebo; desde ese momento se desarrolla una lucha, lenta, reflexiva y pausada, que dura
dos días hasta que puede matar al pez; a lo largo de ese tiempo, Santiago imagina cuáles
pueden ser los movimientos del pez y habla con él, tratándolo siempre como hermano,
hablando de su nobleza y dignidad, e incluso pidiéndole perdón por pescarlo y matarlo.
Serán las acciones del pez, al arrastrar la barca de Santiago mar adentro y agotarlo,
las que desencadenarán de alguna manera el desenlace: los tiburones, al olor de la
sangre del pez, lo devorarán, pese a los intentos de Santiago de evitarlo

2.- ESPACIO

Ya hemos dicho que el espacio fundamental del relato, el mar, es también


protagonista. Por esto podemos afirmar que en el El viejo y el mar prevalecen los
espacios exteriores. No hay presencia de una descripción minuciosa del mar, no puede
haberla, pero el narrador, a través de la mirada del viejo pescador, habla constantemente
de la dirección del viento, de la brisa, del reflejo del mar, del efecto dañino del sol sobre
sus ojos, de los peces que se encuentran en él… Sabemos que se trata del mar Caribe,
pues la acción sucede en Cuba, cerca de La Habana.
También se hace referencia a algún espacio interior; en concreto, la cabaña en la
que el pescador vive. De ésta se dice que se encontraba camino arriba desde la orilla del
mar. Es una choza de tan solo un cuarto, que tiene una mesa, una silla, una cama y un
lugar para cocinar con carbón. La pobreza del lugar nos habla también de la condición
social del protagonista, un pobre pescador que no tiene para comprar comida ni cebos
para pescar.
La cabaña se sitúa en un pueblo próximo a La Habana, del que se nombran otras
casas y la Terraza, el bar del lugar.
Igualmente, encontramos espacios soñados por el protagonista: África, en la época
en la que era un muchacho, y en una ocasión, las islas Canarias.
En definitiva, el espacio interior es pequeño y muestra la miseria y el fracaso de
Santiago, mientras que el espacio exterior es grandioso, a veces amigo y otras enemigo,
y en él todavía tiene una oportunidad de triunfar consiguiendo ese gran pez que le
sacará de la terrible situación en la que vive.

3.- TIEMPO

En cuanto al tiempo externo, tan apenas hay marcas que señalen en qué época
sucede la acción del relato; la más repetida es la referencia al jugador de béisbol Joe
DiMaggio (1914-1999), que se retiró del deporte activo en 1951, lo que supone un
límite para el desarrollo de la acción.
Por otro lado, en El viejo y el mar son constantes las marcas temporales referidas
al tiempo interno, señalando amaneceres, días, tardes y noches, por lo que podemos
decir que la duración de la historia abarca cuatro días, desde la salida de Santiago al mar
hasta su regreso.
Pero hay otro dato temporal que es importante para el texto: el viejo lleva ochenta
y cuatro días sin haber pescado nada (aunque también se dice que, en otra ocasión,
estuvo ochenta y siete días sin pescar); esa reiterada referencia señala, de alguna
manera, el inicio de la historia y marca al personaje y a quienes lo rodean (Manolín).
Otro elemento temporal importante es el recuerdo, fundamental para la
comprensión de quién es nuestro protagonista. A lo largo de la narración,
fundamentalmente en el mar, vemos cómo construye Santiago la imagen de sí mismo
por medio de esos recuerdos, desde los 87 días sin pescar, el viaje a África (y los
leones), o el torneo de pulso; son momentos en los que se evade de la dureza de su
trabajo y de su vejez, mostrándose joven y fuerte, y que sirven para darse ánimos en su
enfrentamiento con la naturaleza, y para mostrar que alguna vez fue un “triunfador”.

4.- TEMAS

Las obras de Hemingway tratan del hombre y la naturaleza, la lucha y el heroísmo,


la fuerza moral y la soledad, el desposeímiento y la grandeza del fracaso. El viejo y el
mar es, quizá, la culminación de estos temas en la obra del narrador norteamericano;
por ello podemos encontrar todos y cada uno de ellos en la obra que estudiamos, aunque
el tema central es el de la derrota, que dota de mayor dignidad al ser humano, quien, a
pesar de que presiente que va a fracasar, sigue luchando hasta el final.
El protagonista, el viejo Santiago, que ha conocido tiempos mejores, es un
derrotado por la vida (vive en una situación miserable, de la caridad de Manolín al
comienzo de la narración), aunque continúa en su lucha cotidiana (la pesca, aun cuando
no ha pescado nada a lo largo de 84 días). Algo hay en ese viejo pescador, su dignidad
de ser humano, que le hace ser respetado por el muchacho (y por algunos habitantes de
la aldea, como vemos al final). Vive en casi completa soledad, rodeado sólo de
recuerdos (y entre ellos estaría también su conocimiento del béisbol), y trabaja ahora en
soledad (constantemente echa en falta al muchacho en su trabajo), porque para todos es
un derrotado. Él todavía cree en sí mismo (el 85 podría ser su número de la suerte), ya
que su combate en la vida es noble y espera ser correspondido.
Esa lucha se desarrolla, como hemos dicho, en la soledad del mar, rodeado de
agua y de peces que no pican, pero él encuentra en todo la nobleza, dignidad y
hermosura de una vida plena, en la que cada uno gana aquello por lo que lucha. No cree
que pueda ser derrotado (“El hombre no está hecho para la derrota –dijo. Un hombre
puede ser destruido, pero no derrotado”), porque antes será destruido: la lucha, como la
de un héroe griego contra su destino trágico, da altura moral al personaje, incluso
hermosura; lucha contra el pez, su hermano, en el que encuentra también nobleza y
dignidad, porque lucha para sobrevivir, esperando conseguir un triunfo que la vida le
negaba hasta entonces; pero lucha contra los tiburones aun sabiendo que nada
conseguirá, que sólo quedará el testimonio de que lo había logrado; lucha a pesar del
dolor y la desesperación, porque sabe que sólo eso es la vida.
Y en esta idea podríamos encontrar un sentido existencial a la obra: el ser humano,
solo en el mundo, ha de luchar hasta el final, a pesar de que sabe que será derrotado,
porque en ese final siempre está la muerte.

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