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LA PRIMERA ENTREVISTA CON EL PSICOANALISTA

Maud Mannoni

Sergio Pinilla
Psicoterapia Psicoanalítica II.

La autora del texto expresa muy claramente lo que en psicoanálisis viene a ser un
punto esencial: el síntoma no vale por sí solo, sino en relación a conflictos subyacentes; los
cuales en su mayoría (por no decir todos ellos) responden a conflictos de los padres que
intentan resolver o perpetuar a través del hijo en relación a sus propias historias (deseos).
Pero estos conflictos no son comunicables, su modo de expresión en relación a los hijos es
por medio de los síntomas que los constituye como sujetos. De esta manera, la labor del
psicoanalista consiste en lograr articular la demanda del sujeto para otorgarle sentido,
enfrentando sus fantasías al orden significante.
Resulta necesario poder captar que lo que perjudica al sujeto no son los síntomas
positivos o concretos de la realidad, sino que es el rechazo de los padres a ver el problema,
su esfuerzo por reemplazar el conflicto con otros problemas de un diferente orden de
significación, es decir, lo que perjudica al niño no es tanto la situación real, sino lo que no
ha sido verbalizado con claridad de esa situación. Sobre todo en estos casos importa
salvaguardar una dimensión simbólica y ayudar al sujeto a articular su demanda para que
pueda otorgarle un sentido. Se puede tener la hipótesis de que las conductas (síntomas) se
encuentran aisladas sin sentido.
De esta manera las problemáticas que el niño experimenta en el colegio –en
términos estructurales– responden de una forma similar a los conflictos experimentados en
su familia.
Por un lado, el motivo de consulta señala los problemas de comportamiento
que Carlos ha estado experimentado durante este último año, los cuales son reforzados por
el discurso de la madre, en tanto que ella no escatima esfuerzos en señalar una y otra vez
que Carlos es un niño flojo y que no le va bien en el colegio. Lo cual es en función de una
comparación con la hermana (ella es la ordenada, la que tiene éxito académico, la que
trabaja y estudia).
Los celos entre los hermanos solo son posibles en la medida en que existe un
reconocimiento de esto de parte de los padres, que perpetua esa dinámica; en Carlos una de
las cosas que más le molestaba respecto al rol de autoridad que asumía su hermana, era el
reconocimiento que le otorgaba la mamá a ella, lo cual él sentía como injusto tratando de
reivindicarse fálicamente a través de las peleas.
Además, la madre sanciona la falta del padre (al decir que él nunca estuvo presente
en la infancia, nunca tuvo la figura de autoridad en la casa), al mismo tiempo que reconoce
que él pudo haber representado la autoridad para Carlos –la ley–, realzándolo como aquel
que pudo haber suplido su falta de ley-autoridad.
El discurso de la madre respecto del padre lleva a cuestionar la posición del padre y
la de él mismo (Carlos), cuestionamiento que se formula en términos de un deseo
(pregunta-inquietud) cuando pequeño exigía ver a su padre, además de su pregunta ante el
rol de autoridad que su hermana asume frente a la ausencia de ley de parte de los padres.
El niño hace propio el discurso materno, al mismo tiempo que actúa en función de
una identificación con la figura del padre desvalorizado por la madre, cabe señalar que
durante las sesiones Carlos manifestó identificaciones con el padre (Carlos no tiene el
respeto en su casa porque no aporta nada a la casa, igual que el padre; la gran mayoría de
las relaciones de pololeo que Carlos ha tenido han terminado porque él ha sido infiel,
misma razón por la cual se separaron sus padres; frente a una pelea con la hermana se
termina yendo de la casa, igual que el padre.). Carlos se identifica con los aspectos
negativos del padre, que le permiten mantenerse deseado por ambos padres; los dos se
preocupan de él.
En ese sentido, los fracasos tienen un valor para él, se identifica con el padre y de
esta forma no le cumple a la mamá, logrando que la madre, el padre y la madrina se
preocupen de él (aconsejándolo, dándole dinero, buscándole nueva casa, buscándole
atención psicológica y fonoaudiológica); frente a lo cual no resulta extraño que se esté
portando mejor ya que se le está cumpliendo la demanda típica de la histeria: ser deseado
en su falta.
Lo que se encuentra en juego en los niños (rebeldes, incomprendidos) es su
necesidad de que se les reconozca su deseo, que se expresa a través de una lucha de
prestigio al no haber podido manifestarla por medio de la palabra.
Esta la lucha por el prestigio (reconocimiento) es un llamado a que se le reconozca
su deseo, en este caso, las peleas son un intento de desexualizar la seducción del padre, el
sujeto se expresa con los símbolos del síntoma al negarse a ser marcado por la
confrontación de la ley o por la amenaza de la castración, los efectos de este rechazo son las
diversas conductas de protesta. Carlos es un ejemplo de histeria masculina, en la cual él se
pone como “objeto” a para tapar la falta en A, en función de negar su propia castración, ya
que en el fantasma de seducción si el padre lo desea es porque está en falta.
De esta manera, la violencia que experimenta Carlos respecto a otro hombre es una
manifestación del fantasma de seducción, ya que es la representación en otro hombre de la
potencia fálica paterna, el cual seduce al histérico, de esta manera el objetivo del fantasma
histérico será hacer caer al padre por medio de la violencia –asesinar al padre como medio
de defensa contra la seducción–; en ese sentido, la formación del síntoma es para poder
sostener la potencia del padre (que se puede interpretar como un llamado al padre).
Estas conductas asociales son reivindicaciones de amor, son expresadas en términos
de una demanda de amor –reconocimiento– hacia A, es decir, que las peleas con los
hermanos, en el colegio, etc., son una demanda de amor hacia la madre, a la vez que son
una suerte de llamado al padre a establecer la ley.
Por último, la “choreza” de Carlos ensaña por un lado seguridad y perseverancia en
el reivindicarse fálicamente en función de obtener el respeto y el prestigio de los demás, y
por otro, no es más que el reverso de una angustia dolorosa, ya que teme precisamente a
que lo vean como el débil, como un “pavo” y “no quedar en menos frente a ellos”.

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