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LA ECOLOGÍA DEL COMERCIO

Resumen del libro The Ecology of Commerce, de Paul Hawken,


1993. New York : Harper Collins Publishers

1. INTRODUCCIÓN
Los problemas a los que nos enfrentamos son amplios y complejos, pero se reducen
a esto: 5.500 millones de personas están creciendo exponencialmente. El proceso
de satisfacer sus deseos y necesidades está despojando a la tierra de su capacidad
para producir vida; un exagerado consumo por una sola especie está esquilmando
los cielos, la tierra, las aguas y la fauna. Para empeorar las cosas, estamos por
primera vez en mil millones de años en medio de una venta de hidrocarburos. Se
están quemando en la atmósfera a un ritmo que en la práctica hará del planeta un
invernadero con resultados climáticos desconocidos.

El cuerno de la abundancia de los recursos que se están extrayendo y cosechando


está tan mal distribuido que el 20 % de la población de la tierra tiene hambre crónica
o se muere de hambre, mientras el resto de la población, sobre todo en el Norte,
controla y consume el 80 % de la riqueza de la tierra.

Dado que el mundo de los negocios en sus miles de formas es el principal


responsable consume el 80 % de la riqueza de la tierra.

Dado que el mundo de los negocios en sus miles de formas es el principal


responsable de esta situación, ¿es lógico que un número creciente de empresas se
pregunten cómo llevar los negocios de una manera honesta al del industrialismo y en
el comienzo de una era ecológica? Hay compañías que se están dando cuenta de
que aun teniendo un gran éxito según los estándares convencional s, están violando
profundamente importantes sistemas naturales y biológicos. La cuestión que se
plantea es ¿podemos crear empresas rentables y que ese expandan y que no se
destruyan directa o indirectamente el mundo que las rodea?

Para ello habría que conseguir una serie de objetivos, algunos de los cuales son:

1. Reducir de forma drástica el consumo de energía en el Norte en un 80 % en


los próximos 50 años
2. Proporcionar trabajo seguro, estable, satisfactorio y con significado para la
gente, en todas partes.
3. Actuar por iniciativa propia, más bien que obedecer reglas o mandamientos
morales externos.
4. Respetar los principios del mercado. Ningún plan medioambiental prosperará
si exige
5. Vivir de un modo más gratificante. Un mundo que proporcione bienes sin
necesidad de arrebatarlos, que especule sin amenazar, donde se pueda
participar, disfrutar y crear, donde las limitaciones actuales se conviertan en
oportunidades.
6. Superar el concepto de sostenibilidad restaurando los hábitats y ecosistemas
hasta su capacidad biológica más amplia.
7. Basarnos en los recursos corrientes. Actuar como los ecosistemas naturales,
viviendo del flujo de energía del sol y las plantas. No quiere decir pasar
hambre y en invierno frío, sino rediseñar todos los procesos para que todo lo
que usamos surja fácilmente de la tierra y vuelva a ella.
8. Divertimos, comprometemos y apostar por un resultado estético. Los
gobiernos y organizaciones no pueden por si solos crear una sociedad
sostenible, sin el efecto acumulado de las acciones diarias de miles de
millones de participante deseosos. El hombre no es depredador por
naturaleza, sino como resultado de su cultura. Un buen diseño podría desviar
al hombre de su conducta neurótico y destructivo para llevarle a un destino
más realista y duradero.

2. UNA IRONÍA FASTIDIOSA

El resultado es que estamos destruyendo la vida. Según la cultura comercial al uso,


todos los problemas se resuelven con un desarrollo mayor.

La globalización de la economía ha producido unas empresas multinacionales que


son mucho más poderosas y universales que cualquier imperio humano que haya
existido hasta ahora.
El planteamiento empresarial actual implica que si no continúa creciendo, se
autodestruye.
Los ecologistas, por su parte, creen que si el comercio continúa as!, destruirá al
mundo.
Puede haber una vía intermedia: restaurar las comunidades y los entornos naturales,
usando al mismo tiempo las técnicas de organización y del mercado.
Está comprobado que a la larga un negocio funciona mejor cuando tiene una visión
positiva, una buena moral, estándares precisos y metas elevadas.
La cuestión que se debe plantear no es cómo salvamos el medio ambiente, sino
cómo
salvamos el mundo de los negocios. La empresa es imprescindible, entre otras cosas
porque no hay otra institución más eficiente ni más poderosa para producir los
cambios necesarios.

3. LA MUERTE DEL NACER

Es importante la distinción entre sistemas maduros e inmaduros. En un sistema


inmaduro las plantas compiten por la luz solar para captar el máximo de energía,
mientras tratan de cubrir la tierra disponible lo más rápidamente posible. En un
sistema de ese tipo se desaprovecha energía, la diversidad es mínima y las plantes
generalmente son de menor calidad y utilidad; sus ciclos vitales son cortos, en su
mayoría anuales; mientras sus resultados son prodigiosos, su utilización de los
recursos no es muy eficaz.

Un ecosistema evoluciona desde un sistema inmaduro que prioriza el crecimiento a


uno maduro, altamente eficaz y conservador de recursos. Los sistemas maduros
crean la mayor cantidad de biomasa con la menor cantidad de recursos. En los
sistemas inmaduros se usa mucha energía para producir nuevo crecimiento, de forma
que el suelo se cubre rápidamente. En un sistema maduro la mayor parte de la
energía se dedica a la pervivencia de las comunidades de palntas y animales
existentes.

En cambio nuestros sistemas agrícolas e industriales han evolucionado desde un


sistema maduro a uno inmaduro. Cambiamos estabilidad y sostenibilidad por
abundancia y producción a corto plazo. Ecológicamente hablando, nuestra economía
industrial actual es un sistema imnaduro.

Nuestra economía debe afrontar y valorar:

v lo que toma de la tierra

v lo que hace

v lo que desperdicia.

Estamos consumiendo nuestro patrimonio (las energías no renovables). Están


desapareciendo especies aceleradamente, disminuyendo también 1 capacidad de
reproducción de las que perviven. Estamos destruyendo los bosques y esterilizando
los campos por sobre utilización de fertilizantes.

Estamos superando claramente la capacidad portante (carryng capacity) de nuestro


entorno. La capacidad portante es un concepto clave que puede definirse como el
máximo nivel que puede ser soportado establemente por los recursos del territorio
para una especie o población.

Ocurre que la capacidad portante no es muchas veces apreciable a corto plazo. Un


ejemplo muy ilustrativo es el de los renos de la Isla de S. Mateo en el Mar de Bering.
En 1944 se llevaron 29 renos. Los especialistas habían calculado que la isla podía
soportar de 4 a 6 renos por kilómetro cuadrado, es decir, una población total de entre
1.600 y 2.300 animales. En 1957 la población era de 1.350, pero en 1963, sin
depredadores ni otros controles naturales, la población había llegado hasta los
6.000. Los cálculos originales eran correctos, este número excedió ampliamente la
capacidad portante y los renos fueron rápidamente diezmados por el hambre y las
enfermedades. Pero esta drástica reducción no llevó a la población de renos a
estabilizarse en el nivel más bajo, al contrario, el hábitat entero estaba tan
deteriorado que el número de renos cayó pcr debajo de la capacidad portante original
y en 1966 sólo había 42 renos vivos en la Isla de S. Mateo. La diferencia entre los
rumiantes y nosotros es que ellos sólo utilizaban hierba, árboles y arbustos, y éstos
con el tiempo vuelven, mientras que muchos de los recursos que estamos utilizando
nosotros no volverán.

En el caso de nuestra capacidad portante se da además una falacia. Estamos


utilizando
recursos procedentes de otros ecosistemas, por ejemplo, se están desforestando
bosques tropicales para sembrar cultivos que proporcionan pienses para otros
países. Estamos aumentando artificialmente nuestra capacidad portante local, pero
en el ámbito global ésta no ha crecido.

Al presente ritmo de extinción, de 20.000 a 100.000 especies de plantas 1 animales


anualmente, podemos perder el 20 % de todas las especies del planeta en los
próximos 20 ó 40 años. Incluso las especies que no están en riesgo de extinción,
están siendo empobrecidas genéticamente de tal modo que su potencial para
reproducirse y adaptarse está reduciéndose cada vez más. Esta pérdida de potencial
evolutivo recibe el nombre de la muerte del nacer.
Nos enfrentamos a la pérdida final, que mencionan algunos naturistas, el punto en
que la degradación medioambiental funcionará autónomamente, no necesitaría
nuestra participación activa.

Un ejemplo ilustrativo de este principio es un estanque que empieza a recibir amplios


vertidos de detergentes con fosfatos. Normalmente, al mismo tiempo que los peces
producen excrementos, los agentes devoradores de detritus los descomponen en
productos inorgánicos, que alimentan a la población de algas e invertebrados, los que
a su vez se convierten en alimento para la población estable de peces. Cuando se
vierten fosfatos en un estanque hacen que las algas crezcan más rápidamente de lo
que los peces pueden consumir. Al morir las algas, su descomposición utiliza mucho
del oxígeno existente, produciendo la muerte de los peces privados de oxígeno. Los
peces muertos son más residuos, que crían más algas, ya que los peces no pueden
comerlas. Los niveles crecientes de descomposición reducen aún más los niveles de
oxígeno y lo que un día fue un sistema cerrado sabia y cuidadosamente construido y
equilibrado se colapso bajo la presión del crecimiento rápido y progresivo.

En el ámbito global nos enfrentamos a un pronóstico similar. Debido a las


potenciales interacciones y los bucles de feedback entre el sistema climático global,
el ciclo de calentamiento, una vez iniciado, podría progresar por sí solo,
independientemente de que sigamos consumiendo o no combustibles fósiles, debido
al desprendimiento de metano en la tundra ártica.

Ante esta situación la economía ortodoxa tiene un planteamiento optimista del poder
de la tecnología. Pero probablemente su planteamiento es similar al de los que en la
Isla de S.Mateo pensaran cuando la población de renos alcanzó los 4.600 que había
podido probar que se podían superar las previsiones de los ecologistas.

La empresa actual hace una mala interpretación de la teoría de Darwin. Darwin no


habló de la supervivencia del que mejor se adapta, sino que describió a los
supervivientes como los mejor adaptados para un nicho ecológico específico.

Esta incorrecta interpretación lleva a que los ganadores son las compañías que más
polucionan y sobrepasan la capacidad portante.

4. LA CREACIÓN DE RESIDUOS Y DESPERDICIOS1

Tomamos mucho y, consecuentemente, desperdiciamos mucho: desperdicios y


residuos
que arrojamos al aire, al agua, a la tierra.

Cada americano consume semanalmente unos 18 Kg de recursos, que conllevan la


generación de 1.000 Kg de residuos.

1
La expresión inglesa waste no tiene una correspondencia exacta en castellano. Sirve
para residuos, pero tiene sobre todo el sentido de desperdicio, con lo que ello implica de
pérdida, por eso utilizo los dos términos en vez de uno solo.
Anualmente se utilizan 1.860.000 toneladas de pesticidas, que en cuanto se utilizan
se transforman en residuos. En 1986 los 50 productores más importantes de la
industria química generaron 244.486.000 toneladas de residuos peligrosos y tóxicos,
lanzados al medio ambiente.

La naturaleza absorbe los residuos naturales, pero para los producidos por la
industria su Capacidad es limitada, y para los residuos tóxicos su capacidad es nula,
no le es posible reciclarlos.

Después del Día de la Tierra de 1990 se creó el mito de que podemos limpiar el
Medio Ambiente. "Sí, es cierto que la industria hasta ahora ha sido un poco sucia,
pero a partir de ahora lo puede hacer mejor. "

Se tiene el mismo concepto que con la basura doméstica: se encierra en una bolsa,
el servicio de recogida lo lleva a un basurero y nosotros nos olvidamos de ello. Ahora
bien, ¿a dónde va en definitiva toda esa basura? a la biosfera, que es la que tiene
que reciclarlo, si puede.

La raíz del problema no es la eliminación de los residuos tóxicos, la clave está en no


producirlos.

La naturaleza actúa de forma cíclica, como las estaciones del año. Los residuos
producidos por una especie son alimentos para otra, que a su vez produce alimento a
la primera. En cambio, la producción humana sigue una pauta lineal. Ante un
bosque, el hombre elimina los árboles no económicos, tritura unos para pasta de
papel y los otros los labra para madera. A continuación planta una única especie,
con lo que se produce una reducción de la actividad del bosque y de la riqueza de la
vida. En definitiva, se tiene menos madera, menos bosque y menos vida.

Los mamíferos marinos y las tortugas, así como las aves marinas mueren todos los
años
en grandes cantidades debido a los plásticos, por ingestión o por asfixia.

Al mismo tiempo producimos sin sentidos, como el crear un envase que dura 400
años,
para guardar en un estante durante 2 meses un producto que se consume en 2
minutos.

Hay también cosas más peligrosas como los organoclorados (DDT, PCB, CFC), que
pueden resultar sumamente tóxicos y duran cientos y miles de años. Estos y otros
productos se lanzan al medio ambiente por millones de toneladas anualmente en
forma de productos (disolventes, fungicidas, pesticidas, refrigerantes... ), que, desde
el momento en que se producen son ya residuos peligrosos.

Con cada respiración inhalamos entre 10 y 20 de esos tipos de productos. Se


acumulan en las células grasas de los mamíferos, sobre todo los superiores. En
dosis suficientes producen cáncer, esterilidad, inmunodeficiencia, abortos, defectos
en los recién nacidos... Resultan especialmente peligrosos porque el organismo se
puede equivocar y re conocerlos como hormonas, enviando información errónea, a
veces desastrosa, a la células y a las funciones corporales.
Pueden alterar el desarrollo embrional de forma irreversible, aunque los efectos no se
ven hasta la edad madura. Cuando aparecen no se les puede ya seguir el rastro,
porque en la infancia no se manifestó ningún síntoma.

La industria niega estos hechos y de hecho es muy difícil demostrarlos de una


manera inequívoca, entre otras cosas porque no se pueden comparar sus efectos
con un grupo de control no expuesto a estos productos.

La razón auténtica que mueve a la industria en este caso es que un producto que
producirlo cuesta 600 ptas. por litro se vende a los agricultores 50 veces más caro.

Lo realmente crítico tanto en la ciencia como en los negocios es saber lo que no


sabemos. Y en este caso lo que no sabemos es cuánto tiempo podemos seguir
creando desperdicios tóxicos a nivel molecular y echarlos al aire antes de que la vida
quede irrevocablemente alterada. En efecto, nadie lo sabe, pero cuando lo sepamos
puede ser demasiado tarde.

La solución que ofrece la industria es la limpieza. Pero ¿cómo podemos deshacernos


de una molécula tóxica? Por otra parte el celebrar que la industria de la limpieza
medioambiental está en desarrollo es peor que ignorancia. Es tanto como celebrar
como sector emergente el tratamiento del cáncer, en vez de considerarlo como una
señal de que algo no funciona.

Además el negocio de la limpieza no añade valor a la economía ni a la sociedad.


Primero creamos el mal y luego lo curamos.

Según un estudio realizado en Alemania, el:

v 88 % de los bosques de coníferas de Europa Central y Oriental están


amenazados por la polución.
v 4 % de los bosques de caducifolios de Europa Oriental y
v 50 % de los de Europa Central, están ya seriamente dañados.

El dato es significativo, porque algunos de estos bosques están a cientos de


kilómetros
de los contaminadores más próximos.

En Estados Unidos 1.200 basureros tóxicos de los más o menos 90.000 exigentes
han sido designados como áreas prioritarias de limpieza. Pero, ¿puede considerarse
limpio un lugar que contiene bidones de dioxina que se pueden corroer? ¿Podemos
decir que la zona circundante está limpia? Cuando dentro de 50 años el bidón
empiece a perder, ¿habrá alguien allí para poner el veneno en un barril nuevo?
Hemos soltado al genio de la botella y ahora no sabemos cómo volverlo a meter
dentro.

Las incineradoras tampoco son la solución perfecta. Una incineradora de residuos


domésticos, aunque sea modélica, sigue emitiendo miles de toneladas de metales
pesados y gases tóxicos. Mucho menos solución es para los productos químicos
peligrosos.

Desde 1970 Estados Unidos ha gastado más de 1 billón de dólares para monitorar,
litigar, contener y frenar los desechos tóxicos. A pesar de ello el medio ambiente está
hoy más contaminado.

Nos encontramos ante un dilema: si no redoblamos los esfuerzos estamos abocados


a una catástrofe, si lo hacemos estamos desaprovechando o el dinero, ya que no es
algo que
añada valor.

La respuesta industrial es crecer más para poder pagar los costes de la limpieza
medioambiental Se diría, parafraseando a Maslow y su pirámide de las necesidades,
que la motivación ecológica es de orden superior y sólo se activa si se satisfacen las
necesidades previas: el cuidado del entorno es válido mientras no restrinja el
crecimiento. Esto implica que prosperidad humana y el cuidado medioambiental son
cosas que no tienen que ver una con otra y se pueden, por lo tanto, tratar
separadamente. Para ello se defiende y argumenta cualquier cosa con tal de impedir
restricciones a sus negocios. Incluso crean asociaciones o fundaciones
independientes cuyo propósito explícito es apoyar o promocionar una toxina o un
metal pesado.

La respuesta lógica sería diseñar o rediseñar los sistemas de producción para que
no
creen residuos tóxicos o inútiles biológicamente.

Pero en vez de eso se argumenta que los niveles de tolerancia son demasiado
estrictos y que también hay productos naturales que son cancerígenos. Pero olvidan
que también los hay anticancerígenos que los pueden contrarrestar y que, en
cualquier caso, los productos naturales no son persistentes ni acumulativos, no se
quedan en la grasa ni en la leche de las madres muy raramente producen
desequilibraos hormonales o trastornos en el sistema endocrino; además el cuerpo
humano ha tenido siglos para acostumbrarse a ellos.

Lo que sabemos es que los agricultores que usan herbicidas tienen seis veces más
riesgo de cáncer y que los mismos de hogares en que se usan pesticidas tienen siete
veces más riesgo de contraer algún tipo de leucemia.

Según algunos estudios empresariales el coste que implicaría evitar una muerte por
cáncer es tan elevado, que sale rentable seguir utilizando los productos tóxicos. En
conclusión, es preciso relajar las políticas reguladores, que casi todo el mundo
concede que funcionan mal.

Implícitamente se está reconociendo que cada vez necesitaremos más y diferentes


tipos de productos químicos venenosos para vivir en un mundo civilizado y saludable.
Pero son las empresas y sus tecnologías las que necesitan esas toxinas, no los seres
humanos.

Sigue en pie la pregunta clave: ¿cuántas toxinas puede tolerar el cuerpo humano
antes
que se vean afectadas la mortalidad, la enfermedad, el comportamiento y la
genética?

En vez de estar calculando cuánto cuesta evitar una muerte por cáncer deberíamos
preguntarnos por qué no se están replanteando nuestros sistemas industriales de
producción para reducir al mínimo las toxinas necesarias y poder proporcionara la
gente una vida decorosa y sostenible.

En cualquier caso, un sistema que crea derivados que perjudican en vez de favorecer
la vida es una forma de desperdicio y, por definición, es antieconómica. Una
economía auténtica y duradera no crea desperdicios.

Necesitamos otro tipo de crecimiento que reduzca y cambie las materias primas y la
energía y al mismo tiempo elimine la producción de desechos. El paso de un
ecosistema irnnaduro a uno maduro se denomina sucesión ecológica. Debemos .
crear una sucesión comercial, diseñar sistemas que imiten elegantemente a los
sistemas maduros que encontramos en la naturaleza. Para ello hay que plantear las
empresas como corporaciones cíclicas, que produzcan bienes o servicios
transformables en componentes inocuos o dirigidos a una función muy específica, sin
derrochar ni producir residuos no reutilizables por la naturaleza.

Las grandes multinacionales de la química, como Du Pont, Monsanto, y Dow deben


reposicionarse y pasar del negocio de la producción química sintética al negocio de
servir a la gente, de ayudar a solucionar sus problemas y de usar la inteligencia de
sus trabajadores para mejorar la vida de la gente relacionada con sus industrias,
aprendiendo de la naturaleza que nos da la vida. En el primer caso, estamos ante un
auténtico problema, en la segunda opción, aún tenemos una oportunidad.

5. APARCAMIENTOS Y CABEZAS CHORLITO2

Muchos empresarios piensan que dirigir una empresa con conciencia es como
conducir

un coche con el freno echado.

Hoy día ecología e industria son antitéticos, lo que es bueno para la industria es malo
para la ecología y viceversa.

El propósito de este libro es imaginar y describir formas en que la empresa puede ser
restauradora.

El argumento de que no hay dinero no deja de ser una ironía. Estados Unidos y la
URSS gastaron más de 10 billones de dólares en la guerra fría, una cantidad
suficiente para cambiar todas las infraestructuras enteras del mundo: escuelas,

2
Traducimos como cabezas de chorlito la expresión Polato Head que designa a la
persona que hace locuras o cosas sin sentido.
casas, hospitales, fábricas, granjas, carreteras... Entonces se estaban enfrentando a
la posibilidad de la destrucción y ahora ésta está ocurriendo ya.

La economía tal como la conocemos no es una fórmula inalterable; crecimiento no


quiere decir necesariamente más desperdicio; no hay por qué describir la prosperidad
solamente en términos de kw. hora, coches fabricados o hamburguesas consumidas.

3M puede considerarse como una empresa arquetipo en el campo de la higiene


industrial y del medio ambiente. En 1975 el Departamento de Medio Ambiente
desarrolló un programa denominado Prevenir la Polución es Rentable. El plan creó
incentivos para que los técnicos modificaran los métodos de producción para evitar la
producción de residuos peligrosos y reducir costes. De esa forma en 15 años
consiguieron un ahorro de 537 millones de dólares, además de reducir las emisiones
de gases, vertidos y residuos sólidos.

Robert Frosch y Nicholas Gallopoulos acuñaron el término Ecología Industrial. Su


planteamiento es que teniendo en cuenta que los procesos que perjudican y
producen desperdicios son por definición menos económicos y por lo tanto más
costosos a la larga, lo inteligente es intentar diseñar la producción de forma que sus
residuos sean materia prima para otros procesos industriales.

Muchos piensan que el ecologismo paraliza la acción, detiene la innovación y


restringe el crecimiento. Eso es solamente un prejuicio. La ecología industrial es
esencialmente optimista, mirando hacia adelante, con preferencia por la acción y el
deseo de aceptar un riesgo medido (Hardin Tibbs). La ecología industrial es
optimista, piensa que la reducción de recursos a la que nos enfrentamos se puede
solucionar tecnológicamente, por ejemplo, a través de la biotecnología. Del mismo
modo, los ecosistemas degradados pueden volver a su estado original a través de los
mecanismos del mercado. Considera que procesos industriales deben funcionar
como el ciclo del metabolismo, enlazando los de una industria con los de otra.

En Kalundborg, Dinamarca, se ha desarrollado espontáneamente, sin ninguna


regulación ni apoyos estatales un sistema de este tipo, en el que varias empresas -
una central térmica, una refinería de petróleo, una empresa farmacéutica
especializada en biotecnología, una fábrica de pladur (sheetrock), una fábrica de
cemento, otra de ácido sulfúrico, el organismo municipal de calefacción central, una
piscifactoría, varios invernaderos, granjas y otras empresas - trabajan de forma que
los residuos de unos sirven para los otros.

La central térmica proporciona calor en forma de vapor. La refinería proporciona gas,


que antes no se usaba porque tenía mucho azufre. Ahora lo eliminan, vendiéndolo a
una compañía química. Y del mismo modo, diversos productos que antes se
desechaban como residuos ahora son utilizados por otras empresas.

La proximidad geográfica de las empresas ha sido en este caso un factor clave en


algunos intercambios (calor, agua, vapor), pero no en todos, pues algunos, como el
fly ash se exportan.

En cualquier caso hay que respetar la capacidad portante de cada zona.


Otra orientación que lo facilita es la desmetarialización. Es decir, producir más con
menos, según el slogan de Buckminster Fuller: más es menos, menos materia prima,
menos energía, menos peso ...

Ahora bien, la ecología industrial no puede implantarse sin más, ha ser apoyada por
políticas adecuadas, por ejemplo impuestos por contaminación o permisos de
contaminación. Éstos últimos serían como bonos, que los gobiernos conceden a las
empresas, de forma que una empresa que contamina menos y no gasta todos sus
bonos podría venderlos e empresas más anticuadas y que contaminan más.
Globalmente se iría tendiendo a contaminar menos, porque saldría más económico.
De todos modos son sistemas muy limitados. Más adelante se exponen otros
sistemas más eficaces.

En la línea de la ecología industrial Michael Braungart y Justus Englefried, de la


Agencia de Promoción de Protección Medioambiental, de Hamburgo, han
desarrollado el Sistema de Producto Inteligente.

Según ellos, los productos pueden ser:

v consumibles: los que son usados y consumidos, por lo general una sola vez.
Generan residuos que deberían ser reciclables, sin peligrosidad y no
acumulativos. Aquí entraría toda la comida, menos la tratada con pesticidas
tóxicos. También podrían entrar todos los productos textiles y asimilados, como el
cuero, etc. siempre que no estuvieran tratados con metales peligrosos.
v productos de series: serían los bienes duraderos y algunos no duraderos, como
los embalajes. En estos productos lo que nos interesa no es tanto su posesión y
consumo, sino el servicio que nos prestan. Por lo tanto, estos productos deberían
permanecer en propiedad del fabricante y los usuarios tendrían sólo eso, el uso.
El uso de ese bien se podría vender a otras personas (productos de segunda
mano), pero al final tendría que volver al fabricante. De este modo, éstos último s
se esmerarían en hacerlos fácilmente desmontables y reciclables para ahorrar
materia prima y energía. Probablemente aumentaría la mano de obra y bajaría la
productividad, pero globalmente aumentarían los beneficios y la fidelización de los
clientes, que al devolver un producto es lógico que compraran otro de la misma
marca.
v invendibles: productos tóxicos, PCBS, metales pesados, etc., que no se pueden
reciclar de ningún modo ni ser integrados sin riesgos en los procesos económicos
ni en la vida ordinaria. Debería evitarse su utilización en los consumibles, como el
uso de mercurio en los fungicidas para semillas. Con el tiempo debería evitarse
en todos los productos de servicio.

Pero mientras tanto, los desechos peligrosos y tóxicos podrían guardarse en


aparcamientos públicos, que se alquilarían. Las empresas serían responsables de
sus desechos y pagarían el alquiler a perpetuidad o hasta que se encontrara algún
método de reciclarlos. Actualmente, si un perro mío muerde a alguien yo tengo que
pagar, en cambio, si hay un vertido el que paga realmente no es el que produce el
vertido, sino el perjudicado que 'sufre las consecuencias.

Este sistema se complementaría con un sistema de marcado molecular de los


residuos peligrosos, que identificara a su fabricante, para exigirle responsabilidades
en caso de vertido o fuga. La lógica de este sistema es que el que ensucia paga.
Por ello, la reutilización tendría que estar prevista en el propio el diseño.
Actualmente el coste de los reciclados carga sobre los Ayuntamientos, que dedican a
eso dinero que podrían dedicar a otras cosas. Dentro de esta misma línea los
productores de embalajes y los de impresos y propaganda, como la que se introduce
en los buzones, deberían absorber parte del coste de su recogida y su reciclaje.

En Alemania se obliga a reciclar el 80 % de los embalajes. Los fabricantes intentan


reciclar y reutilizar, abaratando costes. BMW tiene una planta piloto de desmontaje
para reciclado. El reciclaje está previsto en el diseño. En Japón, todos los
componentes deben indicar su reciclabilidad y a partir de 1992 los fabricantes están
obligados a establecer centros de recuperación de recursos.

La lógica subyacente es obvia: cuando fabricar reciclando sea más barato que
fabricar desperdiciando, los diseñadores, ingenieros, químicos e inventores
empezarán a buscar alternativas más seguras.

6. LA SOLUCIÓN PIGOU

Los mercados son maravillosos para establecer precios, pero resultan incapaces de
reconocer los costes. Cuando los precios reflejan en coste auténtico, la economía del
mercado es útil a al Humanidad, cuando no lo hace así, resulta perjudicial

La gasolina es barata en Estados Unidos porque su precio no refleja el coste del


smog, de la lluvia ácida, y sus efectos sobre la salud y el medio ambiente.
Igualmente, la comida en Estados Unidos es la más barata del mundo, pero su precio
no refleja el hecho de que hemos esquilmado la tierra, hemos contaminado las aguas
subterráneas (los granjeros en Iowa no pueden beber de los pozos) y hemos
envenenado la naturaleza con pesticidas.

Una de las cosas por las que nos gusta la expresión de economía de mercado es
porque nos suena a los mercados tradicionales con sus productos, los olores y
sabores de las plazas, los zocos y los bazares. En aquellas épocas el buen
funcionamiento del comercio se interpretaba como un don de Dios, que probaba que
bendecía la ciudad o la región. Por el contrario, las épocas de hambre eran un
castigo de Dios.

Hoy todavía derrochamos (ropas, coches, consumo) y parece que con eso queremos
también manifestar que estamos bendecidos por Dios. Todo ello es cierto, pero nos
suscribimos al libre mercado sobre todo por una razón fundamental: es mejor que
cualquier
otro sistema conocido para crear riqueza.

Sin embargo, no tienen nada que ver los mercados tradicionales con la economía de
mercado. Aquéllos tenían lugar en lugares específicos e incluso en días concretos, y
se desarrollaban en el contexto de la vida diaria. A través de la interacción con los
clientes, que los observaban y compraban se producían modificaciones imnediatas.
Esto ejercía un control que impedía los monopolios y que se convirtiera en algo
antisocial.
En cambio, el mercado actual es libre de una manera muy diferente, porque es
parcialmente inmune al control de la comunidad. Su libertad le permite crecer
indefinidamente al margen de las consecuencias para el entorno o la sociedad.

Las penalizaciones por infringir las normas medioambientales son pequeñas en


comparación con los beneficios obtenidos, por lo que resultan gastos rentables
dentro del proceso de producción. En la práctica eso quiere decir que las empresas
son libres de infringir la ley.

Ser libre se ha convertido en ser grande y poderoso, pero no necesariamente


responsable. ¿Qué beneficio obtenemos como ciudadanos con la existencia de
empresas contaminantes e irresponsables? ¿No habremos perdido una gran libertad
como ciudadanos aprobando la inmensa libertad del capitalismo corporativo?

No podemos volver a la era de los mercados locales, pero podemos recobrar el


control
de los mercados más amplios obligando al pago de los costes, de los costes totales.

Como los mercados se basan en un sistema de precios, favorecen a los comerciantes


que tienen los precios más bajos, aunque a veces impliquen los costes ocultos más
altos. La cuestión es que los costes no se distribuyen equitativamente, lo mismo que
ocurre con los beneficios.

La economía de mercado considera como ingresos la extracción de recursos, a pesar


de que cualquier persona de negocios sabe que en el ámbito empresarial ése es el
camino directo a la bancarrota, porque es consumir el capital. Los recursos no
renovables son capital, no ingresos. Los mercados no pueden distinguir eso. Por
ejemplo, un mercado no puede distinguir entre madera talada en un bosque de forma
sostenible de otra obtenida por una tala total que destruye el hábitat y la
productividad futura. 1

El precio real queda enmascarado porque durante cientos de años el comercio


occidental se ha basado en la capacidad de las naciones más grandes y más
comerciales de subyugar culturas y extraer recursos de otras partes del mundo al
precio más bajo posible.

No es que los productos sean ahora más baratos, es que no se tiene en cuenta es el
factor de tiempo o más específicamente el ritmo de extracción y consumo. El ritmo
de extracción está creciendo, lo que produce un descenso de los precios y aumenta
simultáneamente el daño al medio ambiente.

Para que una economía ecológica funcione sobre la base del mercado es preciso que
los recursos estén disponibles de forma sostenible, es decir, usando los recursos de
una generación de forma que no ponga en peligro la capacidad de las generaciones
futuras para satisfacer estas mismas necesidades. Actualmente estamos tomando
prestado, si no robando, del futuro para financiar nuestro actual sobre consumo. Y
los consumidores y usuarios reciben una información incompleta.

Se trata de ir integrando esos otros costes, denominados externos, en el precio del


producto.

Puede ocurrir que si el gobierno interfiere en los mercados poniendo los precios, el
mercado resulta ineficaz. Pero lo que sí puede hacer un gobierno es fijar las
condiciones del mercado. Hoy día no se venden seres humanos en el mercado libre,
y sin embargo en el siglo pasado era algo normal. Para abolir la esclavitud no
esperaron a que el mercado lo regulase por sí mismo.

Una forma de integrar el coste en el precio es la propuesta por el economista inglés


A.C. Pigou en 1920. Planteó que un mercado competitivo no puede funcionar si los
productores no soportan los costes totales de la producción, incluyendo cualquier
polución, enfermedad o daño medioambiental que causen. Propuso un impuesto
para corregir los desajustes.

Hay dos tipos de costes que han de ser internalizados. El primero es el daño real
causado por un sistema de producción sobre cualquier otro sistema, persona o lugar.
El segundo coste, difícil de evaluar, pero igualmente importante es el coste que el
daño producido puede tener para las futuras generaciones. Por ejemplo, el
calentamiento global, la deforestación, la erosión y la sobre explotación de las aguas
subterráneas.

Algunos ecologistas piensan que este impuesto es insuficiente para producir


cambios. Ahora bien, lo cierto es que el mercado es muy dinámico y el incentivo de
reducir costes sí conseguiría un cambio. Al comienzo de la era industrial esta
propuesta era irrealizable porque las empresas no tenían muchos medios para utilizar
combustibles más limpios. Hoy día tenemos posibilidades que entonces no existían.

Por supuesto, subirán los precios, pero ese coste más alto lo estamos pagando ya
indirectamente, por ejemplo a través de costes sanitarios más altos o de impuestos
dedicados a la limpieza de los depósitos de productos tóxicos y otros similares. La
industria de energía nuclear ha mantenido durante muchos aiíos que podía
proporcionar una energía limpia, segura y barata. Pero eso es así porque no incluyen
los costes del desmantelamiento de las centrales cuando dejen de estar en uso o el
problema de almacenar y proteger los residuos nucleares durante siglos (el plutonio
requiere 200.000 años para dejar de ser radioactiva).

Otro problema, cuyo coste desconocemos, es el fenómeno del calentamiento o efecto


invernadero, debido al aumento del dióxido de carbono en la atmósfera por el
consumo de combustibles fósiles. No sabemos cuánto dióxido de carbono hará falta
antes de que aumente la temperatura. Lo que sabemos es que tal como están las
cosas ocurrirá3'. Entonces, ¿cuánto cuesta realmente el carbón que queman las
centrales térmicas? Puede ser un coste imposible de calcular, pero desde luego más
que los 3 ó 4 centavos por kilovatio, que es lo que cobran en Estados Unidos las
compañías eléctricas.

Por lo tanto, es razonable afirmar que el carbón es más caro que una tecnología
limpia,que no produzca efecto invernadero ni lluvia ácida ni silicosis a los mineros.
Más aún, se podría decir que el carbón es la energía más cara. La única razón por la

3
De hecho el aumento de la temperatura media es un hecho constatado. Estudios de
1990 y 1991 han puesto de manifiesto que la llegada de la primavera se ha adelantado desde
1970 en 7 días, según Keeling (1 990) y en 8 días, según el otro estudio. También se ha
estudiado que desde 1970 el estrato atmosférico donde la temperatura es 0 ' C ha ido subiendo
a un ritmo de 45 m anuales aproximadamente. Como éstas, hay otras muchas
comprobaciones en el mismo sentido.
que hoy es la más barata es porque las nuevas tecnologías internalizan todos sus
costes.

Actualmente las empresas que intentan proteger el medio ambiente compiten en


desigualdad con las que deteriora el entorno. Debería establecerse la competencia
entre empresas que den lo mejor de sí restaurando y preservando el medio ambiente.

7. LA CIESTIÓN DEL TAMAÑO

Mientras la economía mundial crece a un ritmo de 2 a 3 %, las multinacionales más


grandes lo están haciendo a un ritmo de 8 a 1 0 %. En 1991 las 1 0 empresas más
grandes del mundo obtuvieron beneficios por un importe de 801.000 millones de
dólares, un presupuesto mayor que el de los cien países más pequeños del mundo.
Las 500 compañías más grandes del mundo controlan el 25 % del producto bruto
mundial, empleando el 0,05 % de la población mundial.

En el mercado tradicional y en las pequeñas empresas la competitividad tiene un


significado diferente que en las grandes corporaciones. Éstas no sólo compiten por la
venta de sus productos, sino también por el dinero, porque su crecimiento se
alimenta de inversiones. Para ello tienen que ofrecer la mejor rentabilidad posible a
la inversión, garantizando así el suministro de nuevos capitales al coste más bajo
posible.

Hoy día el flujo de capitales se desplaza de un sistema de naciones hacia un sistema


creado por las propias corporaciones.' La globalización facilita el enviar dinero
rápidamente a cualquier lugar del mundo. Se convierte en un sistema autónomo
autopropulsado. Un cálculo programado reevalúa constantemente dónde puede
obtener la mejor rentabilidad moviendo el mercado de valores.

El resultado es que hemos creado un sistema global de valores que se mide sólo en
término monetarios. Y el dinero como máximo valor es algo que tiene poco o nada
que ver con la búsqueda de un futuro sostenible para la Humanidad. El dinero y sólo
el dinero decide lo que es valioso. Cuanto más capaz es una empresa de
externalizar sus costes empresariales y cuanto menos escrúpulos tiene en sus
prácticas, obtiene mayor rentabilidad sobre el capital a corto plazo.

Incluso los acuerdos internacionales como el GATT resultan limitados, por el control
de los grupos de presión. No es un acuerdo comercial libre, sino un acuerdo
comercial dirigido. Crea un sistema tipo lotería. Los países con bajos salarios,
compiten en el mercado para fabricar para los países con salarios elevados. De ese
modo, dejando que sus trabajadores sean explotados por las multinacionales,
esperan que también puedan ganar el gordo y, con el tiempo, llegar a ser países con
mayor nivel de vida.

Lo peor de los acuerdos GATT es que los países no pueden discriminar entre
productos sobre la base de los métodos de producción. Ésta parece una formulación
inocente y hasta razonable, pero de hecho impide a los países utilizar sus propias
normas de bienestar social y medioambiental para prohibir o regular productos de
otros países. De ese modo, aunque un país pueda implantar sus propias normas de
control medioambiental, una compañía de esa nación puede esquivar esas normas,
produciendo en otro país donde no haya esas restricciones e importan o luego ese
producto a su propio país.

No hay estudios sobre el impacto de este tipo de comercio. En teoría se promueven


tratados de comercio libre para crear puestos de trabajo, riqueza, mercados y
exportaciones. Por ejemplo, un fabricante de ropa de Estados Unidos abre una
fábrica en Latinoamérica y paga a sus trabajadores en ese país 2 dólares por día.
Entonces envía a ese país las piezas de tela para ser cosidas. La exportación de tela
se considera como una exportación de tela de Estados Unidos y el regreso de la ropa
confeccionada se registra como una importación. Todos se congratulan por este
crecimiento del comercio, excepto los 1.200 trabajadores de la fábrica de San
Antonio, que están en el paro desde que la fábrica de pantalones vaqueros los
despidió para fabricarlos en otro país más barato.

Nos sentimos atraídos por las grandes corporaciones. Vemos sus aspectos
atractivos a través de una estudiada publicidad que nos muestra fotos preciosas de
ciudades pequeñas, con actividades locales y familiares. Pero no vemos sus
aspectos más sórdidos. La enormidad, sea corporativa o de otro tipo nunca ha sido
amiga de la humanidad.

Las grandes corporaciones sólo se ocupan de cosas grandes, que es de lo que


saben ocuparse: fábricas, mercado de masas, producción en masa. Desde ese
punto de vista las corporaciones actúan al revés que la naturaleza, donde las cosas
pequeñas son muy importantes.

La empresa mejor intencionada, cualquiera sea su tamaño, no puede restaurar la


sociedad ni el medio ambiente si descuida las pequeñas cosas de las que hay que
ocuparse. De hecho se podría definir la economía restauradora como aquélla que
vuelve su atención en gran medida a las cosas pequeñas.
8. VIDAS PRIVADAS Y DERECHOS COPRORATIVOS

Hay una profunda contradicción entre los valores transformadores sobre la base de
los cuales se fundó Estados Unidos y el poder ejercido actualmente por las
corporaciones. Estados Unidos se formó a base de hombres y mujeres que
intentaban huir de la opresión de gobiernos y organizaciones en las que los
individuos no tenían voz ni influencia ni participación. Actualmente esa relación de
desigualdad entre la autoridad y los gobernados la ejercen las modernas
corporaciones. La distinción entre nuestras vidas privadas y los derechos
corporativos se ha tornado borrosa y confusa.

La creación de las corporaciones se remonta al siglo dieciséis. La forma corporativa


limitaba la responsabilidad de los partícipes a la inversión realizada. De ese modo los
europeos fueron capaces de crear una forma de comercio que podía absorber los
reveses comercio y emprender con un riesgo controlado la exploración de nuevos
mundos. Al comienzo corporaciones primitivas negociaban sus estatutos con el
Estado, que determinaba sus derechos y obligaciones, así como el dinero que
debería ser pagado a la Corona.
El estatuto de responsabilidad limitada distingue a una corporación de cualquier otra
forma de proyecto o negocio, porque era (y es) realmente un don del Estado, un
acuerdo, una forma de permiso que los ciudadanos, a través de su gobierno, delegan
en la corporación y sus accionistas.

Al principio estos acuerdos eran detallados y restrictivos. En Estados Unidos al


comienzo de la república los ciudadanos eran muy críticos para evitar que cualquier
institución les coartara sus derechos recién adquiridos. Pero con el tiempo los
gobiernos empezaron a perder su control sobre los grandes negocios, especialmente
después de la Guerra Civil.

Aunque exista libertad de expresión, no es comparable la fuerza de las grandes


corporaciones con la de los ciudadanos privados. Además las corporaciones
invierten grandes sumas de dinero para crear lobbys de apoyo a sus intereses
influyendo en la opinión pública y en los políticos. Una forma habitual de hacerlo es
pagándoles viajes de placer con diferentes excusas profesionales.

Si se habla de ideales, ¿qué ideales guiaban a Perkin - Elmer, Honeywell, Hewlett


Packard y Unisys cuando vendieron millones de dólares en equipamiento a la
Comisión Iraquí de Energía Atómica y otras agencias militares iraquíes, siendo así
que ese equipamiento se utiliza primariamente y en algunos casos exclusivamente
para la fabricación de bombas y misiles?

Las grandes multinacionales presionan con toda su fuerza para luchar contra las
regulaciones y convencer a la opinión pública de que sus miedos no son miedos
legítimos no están basados en evidencias científicas. En definitiva, que gastar
cientos de millones de dólares en fumigar nuestros campos con organoclorados -
productos químicos tóxicos, mutagénicos, cancerígenos - es bueno para los
ciudadanos.

Por su naturaleza, por ley y por tradición las corporaciones ponen a menudo sus
intereses por encima de los demás, incluso los de la Comunidad, el Estado o el medio
ambiente.

Según Russell Mokhiber, autor de Delito corporativo y violencia, las corporaciones


matan cada año a 28.000 personas y daiftan seriamente a 130.000 vendiendo
productos peligrosos y defectuosos. En el trabajo, anualmente mueren 100.000
empleados debido a exposición a toxinas y a otros riesgos en su trabajo. Se estima
que un tercio de todas las muertes por cáncer son debidas a productos cancerígenos
presentes en el puesto de trabajo.

Una persona es responsable por lo que hace, sin que el hecho de desconocer la ley
sea eximente. En cambio, los delitos corporativos son percibidos y tratados de forma
muy
diferente. Más aún rara vez se les trata como delitos. Nadie fue considerado
responsable por la creciente incidencia de cáncer tras el accidente de Three Mile
Island, aunque Philadelphia Electric reconoció que no se mantuvieron todas las
condiciones de seguridad. Los ejecutivos de Shell Oil Co2 encargados de la
producción del DBCV no fueron considerados responsables de los 1.000 empleados
costarriqueños que quedaron estériles después de trabajar con ese producto químico.
Tampoco se consideró a la compañía Standard Brands responsable por enviar los
restantes 1.700.000 litros de DBCP a Honduras, una vez que el pesticida fue
prohibido en Costa Rica.

Una corporación es una máquina social que llega a tener vida propia. Tienen una
fuerte inercia para conseguir las metas propuestas. Si un directivo/a no las alcanza
se busca a otro/a que lo haga. Los empresarios se quejan de que el exceso de leyes
y normas limita la actividad de las empresas. Pero, ¿qué se produjo antes, las
normas o la violación de los derechos sociales? A las personas que incumplen las
leyes o perjudican a otras se les mete en la cárcel. Lo mismo debería hacerse con
las corporaciones que incumplen las leyes y dañan a terceras personas,
definitivamente.

Es interesante observar que mientras hay gente que defiende la pena de muerte para
las personas a nadie se le ocurre plantear que hay unas cuantas corporaciones que
han perdido su derecho a vivir. ¿A cuánta gente debe dañar una compañía para que
nos cuestionemos si debe existir?

9. CUANDO UNA ÉRTICA NO ES UNA ÉTICA

Siempre ha existido el trabajo como forma de organización social, pero nunca como
hasta ahora había sido el principio organizador de los pueblos del mundo.

Hay cierto paralelismo entre la forma en que los adictos organizan sus vidas y el tipo
de vida que fomentan las empresas. En el fondo una adicción es algo que nos
mantiene alejados de nuestra vida interior y sentimientos. De hecho, cualquier cosa
que nos impida conocemos a nosotros mismos y experimentar plenamente el mundo
alrededor de nosotros puede convertirse en una adicción. El trabajo, la televisión, la
comida, el dinero, el sexo, los deportes y otras actividades pueden resultar adictivas
cuando nos apoyamos en ellas para evitar el enfrentarnos a nuestros problemas
internos o a nuestras emociones profundas.

No sólo los parados son víctimas del sistema adictivo actual, también lo son los que
trabajan. Los medios de comunicación nos proponen como modelo de éxito un tipo
de persona hiperactiva, que lo que está haciendo es quemarse en vez de vivir.

Ni el mundo del trabajo ni la sociedad nos animan a tener tiempo para nosotros
mismos o a estar satisfechos con lo que tenemos. Estamos acelerando nuestras
vidas y trabajando cada vez más duro en un inútil intento de comprar el tiempo para
descansar y disfrutar de él.
¿Qué pasaría si los empleados de una empresa, consciente o inconscientemente,
percibieran que sus productos, procesos u objetivos corporativos son dañamos para
la Humanidad? Hay otra consideración, una compañía que se olvide del medio
ambiente puede ser igualmente insensible con respecto a sus empleados y directivos.

Pero nada de esto aparece. Las empresas lo enmascaran con propaganda, gastan
mucho dinero en propaganda para dar una imagen ecológica.

Antes de la Revolución Industrial el comercio y la cultura estaban totalmente


reguladas por el flujo de la energía natural, sobre todo la energía solar captada por
los vegetales, la madera y el viento. Luego se ha producido un giro. En vez de
trabajar con las fuerzas naturales el objetivo de la vida económica consiste en
vencerlas. Con la extracción y explotación de la energía solar almacenada durante
cientos de millones de aiííos en los combustibles fósiles, las personas ya no viven en
sincronización con los ciclos naturales. Con ello, como sombra del industrialismo,
vienen los desperdicios, la degradación y la deshumanización.

Otro punto importante es el de la publicidad. Entre televisión, carteles, ropa, bolsas,


envoltorios de comida, etc. recibimos cada día miles de incitaciones a comprar. El
dinero que se debería dedicar a calidad se destina a promoción. Eso en realidad es
un desvalor.

La única filosofía que han desarrollado las corporaciones ha sido la de la


acumulación de riqueza como fin en sí misma.
Para mucha gente el único sentido de su vida es pagar una hipoteca y criar los hijos.
Pero también es cierto que hay gente que busca valores más elevados, tanto en lo
que hacen profesionalmente como en su interacción con el mundo.

El reto que tienen las empresas ahora es crear un trabajo con sentido para aquéllos
que hoy no lo encuentran en lo que están haciendo. La gente tiene hambre de
formas que les permitan integrar un trabajo que mejore el mundo en que viven con la
necesidad de trabajar y sostener sus familias.
La gente también se da cuenta de que las diferencias entre los pueblos van
aumentando. Nuestra prosperidad en el Norte es a menudo el resultado de la
opresión de las culturas, así como de las mujeres y los niños de los países del Sur.
Literalmente miles de culturas nativas en todo el mundo han sido destruidas por el
desarrollo económico. Con esas culturas se han perdido también todo lo que llevan
aparejado, como lenguas, artesanías, estructuras familiares, métodos tradicionales de
curación y alimentación, y tradición oral.
A pesar de todo el crecimiento económico en el Tercer Mundo entre 1960 y 1980, la
diferencia entre los ingresos reales entre los países ricos y los pobres se ha elevado
de un factor de 20 a 46, y sigue todavía aumentando. Según Robert Me Namara,
que fue presidente del Banco Mundial, aunque el ritmo de crecimiento de los países
pobre se doblara, sólo siete podrían superar la diferencia en los próximos 1 00 años.
Sólo otros nueve podrían alcanzar nuestro nivel en l. 000 años. En parte eso es
resultado de la expansión de la capacidad portante de las naciones ricas explotando
recursos en otros países.
En definitiva, es preciso crear valores, ya que si lo que constituye un negocio es
añadir valor, no se puede proporcionar valores si no se tienen. Tenemos que
recuperar los valores personales, que se han distanciado tanto del mundo de los
negocios.

10. LA OPORTUNIDAD DE L AINSIGNIFICANCIA


Uno de las metas de una economía restauradora es permitir que puedan darse
opciones comerciales innovadoras en el monocultivo del capitalismo corporativo.
Como cualquier especie, las nuevas y/o pequeñas empresas tiene que encontrar un
nicho en el mercado.

Las pequeñas empresas son el terreno donde puede actuar tanto la gente
pragmática, como los inventores y los idealistas. Dado que están más cerca de sus
clientes, están en mejor posición para educar a éstos en percibir la diferencia entre
un . producto obtenido
de forma sostenible y otro que no lo haya sido.

Ahora bien, el empeño es difícil, porque tienen que competir con las grandes
empresas, que no se preocupan de cuidar el medio ambiente y que, en la práctica, se
benefician de muchas ayudas estatales, mientras las pequeñas no pueden. Por
ejemplo, el Gobierno subsidia a los agricultores que cultivan tabaco'4 a pesar del
hecho que los cigarrillos matan a más gente al año que el SIDA, los accidentes de
automóvil, los suicidios, homicidios, incendios, la heroína, el alcohol y la cocaína
juntos. En cambio un pequeño agricultor que cultiva verduras y hortalizas para
venderlas en el mercado no tiene ninguna subvención.

Se podría definir la sostenibilidad como el estado económico en que las demandas


que se efectúan al medio ambiente por la gente y el comercio pueden ser satisfechas
sin reducir la capacidad del entorno para satisfacerlas igualmente a las generaciones
venideras. En otras palabras, la regla de oro de una economía restauradora es: Deja
el mundo mejor de lo que lo encontraste, no tomes más de lo que necesitas, trata de
no dañar la vida y el medio ambiente, arréglalo si lo haces.

Sostenibilidad significa que el criterio para competir no se basa en una imagen mejor,
en el poder, la velocidad, el envase, etc. Por el contrario, el criterio debería ser que la
empresa proporcione a los clientes bienes o servicios que reduzcan el consumo, el
uso de energía o la concentración económica, y por otro lado la erosión del terreno y
la contaminación atmosférica así como otros daños ecológicos.

En principio las pequeñas empresas no suponen en sí mismas un forma de


organización social mejor que las grandes. Ahora bien, su marginalidad les da
mejores oportunidades que a las multinacionales para promover productos, ideas y
servicios que sean beneficiosos y constructivos. Cambiar una gran empresa
establecida en el mercado es muy difícil, porque no puede transformarse sin grave
riesgo de pérdidas 'económicas inmediatas. En cambio, comenzar un empresa con
estos principios es más fácil. .,

El núcleo de la economía restauradora es la distinción entre crecimiento y desarrollo.


Crecer es aumentar en tamaño, representa un cambio cuantitativo en la escala de las

4
El libro fue publicado en 1993, cuando todavía las empresas tabaqueras no habían
perdido pleitos de personas fallecidas por cáncer debido al tabaco y no habían llegado al
acuerdo con el Gobierno de Estados Unidos de pagar con una cantidad global a cambio de que
no se admitan nuevos pleitos por la misma razón.
dimensiones físicas o económicas. Desarrollar, por el contrario, significa expandir o
poner en práctica las potencialidades, es decir, llevar gradualmente a un estado más
pleno, mayor o mejor; implica una mejora cualitativa en la estructura, diseño y
composición. Una economía en crecimiento se está haciendo más grande, una
economía en desarrollo se está haciendo mejor. En la economía restauradora una
empresa se basa en la idea de que sus productos o servicios van a mejorar la vida de
la gente en calidad y no en cantidad.

Además, a las pequeñas compañías les puede resultar más fácil conservar la
energía, que es un elemento clave en la economía restauradora.

Las características de las empresas sostenibles son:

1. Las empresas sostenibles procurar sustituir los bienes producidos nacional o


internacionalmente por otros producidos a nivel local o regional.

Los elevados costes inherentes a la fabricación y distribución centralizadas son un


derroche innecesario. Lo local resulta económico. Si se produce y distribuye a nivel
local, las comunidades exportan menos capital y consumen menos recursos. A nivel
global se consume menos energía y se contamina menos..

Si consideramos a una región como una empresa, todas tienen el mismo reto: para
que la comunidad prospere, el dinero que entra debe ser igual o mayor al dinero que
sale.

Incluso la práctica habitual de exportar materias primas para que las manufacturen en
otros países de mano de obra más barata tiene sus inconvenientes. A la larga la
comunidad pierde algunos recursos críticos, como el talento o la gente joven, porque
el mayor valor añadido de un producto no es su extracción, sino su transformación.

Es evidente que hay cosas que habrá que importar necesariamente. Lo interesante
es llamar la atención sobre aquellas áreas de las economías locales en las qu . e se
pueden proporcionar alternativas rentables.

Una economía restauradora encuentra el camino más corto y más sencillo entre la
tierra, las manos y la boca.

El que los propietarios sean locales, aunque no garantiza que cada uno asuma la
responsabilidad de salvar el planeta, hace más fácil a empresarios y clientes el
conocerse, comprenderse y responder mutuamente ante la otra parte.

2. Las empresas sostenibles se responsabilizan de los efectos que producen sobre


la naturaleza.

La acción individual es insuficiente. Es importante reciclar los residuos domésticos,


pero si todos los productos utilizados domésticamente en Estados Unidos se
reciclaran sólo reducirían los residuos sólidos de este país del 1 al 2 %.
Es preciso repensar los procesos por completo, desde la producción y los materiales
a
la distribución y el marketing.

Las empresas son las que deben liderar este cambio. Y son sobre todo las nuevas
compañías las que deben plantear nuevas prácticas comerciales no destructivas, sino
restauradoras.

3. Las empresas sostenibles no necesitan acudir a fuentes exóticas de capital para


desarrollarse y crecer.

No es que las empresas no necesiten inversionistas. El peligro de las empresas es


que la mezcolanza del capital especulativo empuja a la inexpertas a tasas de
crecimiento insostenibles. Ello a su vez lleva a sus fundadores y a los empleados a
niveles de actividad estresantes.

El mito americano del éxito sugiere que los ricos crean capital y son independientes y
hechos a sí mismos, mientras que los pobres, como son débiles, incultos y
dependientes, no consiguen capital. La sociedad se estratifica según su capacidad
de generar dinero.

Pero de hecho en Estados Unidos existen dos sistemas de seguridad social. El


primero es pobre, consiste en la ayuda a los parados, a los niños huérfanos y
abandonados y a los indigentes. Se considera como una caridad, una limosna, una
consecuencia de la responsabilidad social, pero casi siempre va acompañada de un
tono moral de juicio o amonestación por haber fallado. El segundo sistema es
amplio, expansivo y caro. Se concede en forma de créditos del gobierno, programas
para construir autopistas, subvenciones a los ricos en forma de deducciones por el
pago de los intereses en la adquisición de sus casas y otras.

La lista de beneficiarios de estas ayudas es grande, pero no son considerados como


perceptores de seguridad social. Y sin embargo, se dedica tres veces más ayuda a la
vivienda para el 20 % de la población más rica que para el 20 % más pobre, que lo
necesita mucho más.

Silicon Valley y su legión de empresarios del mercado libre no existiría en su próspero


estado actual si no fuera por las fabulosas compras hechas por el Ministerio de
Defensa, que es lo que dio el empujón inicial a la mayoría de dichas industrias.

4. Las empresas sostenibles producen bienes y servicios que merecen la pena, son
dignos e intrínsecamente satisfactorios.

5. Las empresas sostenibles crean objetos útiles y que duran mucho tiempo y cuyo
destino final no es perjudicial para las generaciones futuras.

En nuestra sociedad producimos y consumimos miles de cosas innecesarias e


inútiles. Las empresas sostenibles tienen la habilidad de fabricar productos
inteligentes, sencillos y útiles que disminuyan los trastos y la basura que rodea
nuestras vidas, ayudándonos a vivir de forma más satisfactoria.

No todos los objetos añaden valor, algunos producen lo que lván Illich llama desvalor.
Es demasiado común vender objetos baratos, pero inútiles, que se tiran enseguida o
tienen una utilidad muy marginal.
Para añadir valor, al menos hay que mejorar lo que está a la venta en el mercado, en
términos de funcionalidad o servicio, y también en términos de energía consumida y
de los recursos utilizados.

También en los servicios la duración es un concepto clave. Resolver los problemas


es
importante, pero ayudar a la gente a resolverlos es mejor.

6. Las empresas sostenibles educan a los consumidores para transformarlos en


clientes.
La relación entre la compañía y el cliente debe ser de forma tal que aquélla incorpora
el deseo de éste para satisfacerlo. No es un simple trato, es una alianza. Esta
alianza entre empresa y cliente es el principio fundamental que deben respetar las
empresas sostenibles.

Durante décadas Peter Drucker viene diciendo, sin mucho éxito al parecer, que las
empresas no se crean para hacer dinero. Se invierte en una empresa para hacer
dinero, pero se crea una empresa para servir a las necesidades y deseos del cliente.

Los japoneses, a base de acostumbrar a sus clientes a tener expectativas elevadas,


han hecho a sus empresas las más competitivas del mundo. Llevan años de ventaja
a las compañías americanas no porque tomen sus ideas y las exploten, sino sobre
todo porque están más orientados al cliente.

La cualidad que une de forma más profunda, básica y duradera a empresas y clientes
es la gratitud. Primero la empresa agradece al cliente por su compra, luego éste lo
hace con aquélla por el servicio, calidad y valor recibido. La presencia o ausencia de
gratitud puede resultar una medida fiable de la salud de la relación en cualquier
negocio.

La gratitud es una parte importante de la ecología social, porque es la forma más


poderosa de sentir y expresar nuestra conexión con los demás.

Si lo único que haces es vender a un cliente hay dos opciones, vender o no vender.
Pero si tu función es prestar un servicio a un cliente siempre tendrás éxito, porque tu
misión es informar y preocuparse de tu cliente. Se argumentará que cuidar a los
clientes si no se vende lleva a la empresa a la ruina. Pero resulta que en la, práctica
los negocios que se perciben como un servicio a los clientes obtienen mejores
resultados que las otras, porque están siempre evolucionando con sus clientes.
Modifican mutuamente sus comportamiento como en una simbiosis.

La relación de una empresa con sus clientes es tan importante como la relación con
el ecosistema. El ecosistema es algo muy genérico y abstracto, pero el cliente
individual está aquí ante ti y puede ser entendido más fácilmente.

Está demostrado abundantemente que la competición en la naturaleza y en la


sociedad, sea en los negocios o en otros empeños no mejora la especie; al revés, es
una estrategia cultural poco inteligente y no adaptativa.

Muchas veces competimos en esta sociedad no tanto por mejorar en los negocios,
sino por la adicción a ganar, a vencer al contrario.
Lo que distingue a una economía restauradora es que crea una comunidad
empresarial que evoluciona al mismo tiempo que las comunidades naturales y
humanas a las que sirve. Esto no es posible sin una gran dosis de cooperación,
apoyo mutuo y búsqueda de soluciones en común. Competir por el consumidor o
entre empresas no es práctico, es un derroche, es caro y degrada todo lo que toca.
Actúa como los ecosistemas inmaduros. En este momento ese planteamiento es
retrógrado, no progresivo.

11. RESTAURAR EL GUARDIAN


Es una cuestión sistémica, personas y empresas están involucradas. La cuestión no
es tanto cómo salvamos el medio ambiente, sino cómo salvamos a las empresas.
Con independencia de los abusos cometidos por el comercio, el hecho es que la
función esencial de las empresas no puede ser realizada mejor por ninguna otra
institución humana conocida.
Jane Jacobs, en Sistemas de supervivencia propone que la sociedad puede ser
interpretada en función de dos síndromes: el guardián y el comerciante. El sistema
guardián o autoridad floreció en los primeros tiempos en las sociedades asentadas en
un territorio y en las cazadoras. Eran culturas que guardaban los límites de su
territorio, no se flaban de los extraños y protegían con fuerza sus posesiones. Este
sistema es conservador y jerárquico, se apega a la tradición, valora la lealtad y evita
normalmente el comercio y la inventiva.
En cambio, el sistema comerciante se basa en el comercio y funciona bien cuando es
abierto, confía en los foráneos, es innovador, positivo y piensa en el futuro. Valora la
colaboración, los acuerdos, la iniciativa y el optimismo.
La tesis de Jacobs es que en teoría ambos sistemas debieran estar separados lo más
completamente posible. Cuando los roles no están claros y un sistema adopta las
funciones del otro es cuando surgen los problemas. Las ventajas de un sistema se
convierten en defectos, cuando los ejerce el otro.
En el terreno político, pasa lo mismo. Esta misma lucha se da en todos los países
industrializados entre los partidos conservadores y progresistas.
Los dos sistemas están atrapados en un bucle de feedback positivo. Ninguno de los
dos puede resolver los problemas de la degradación del medio ambiente si lo único
que hace es reaccionar ante los excesos del otro sistema.
En general las empresas tienen éxito cuando producen el mejor producto demandado
por el mercado al precio más bajo. Este sistema de libre mercado hunde sus raíces
en los siglos precedentes en que el comercio estaba en expansión a nivel mundial.
De esa forma, se arrebataron a las culturas indígenas de América, África y Asia
inmensos recursos y se originaron las grandes fortunas de las naciones
industrializadas. Era el colonialismo. Hoy día lo siguen practicando no los
aventureros sino las multinacionales.
En aquellos momentos no se podía prever que con el tiempo el precio más barato ya
no sería el más barato ni el coste que buscar los medios más baratos para conseguir
un producto supondría para la Humanidad en términos de contaminación, pérdida del
hábitat, degradación de la diversidad biológica, enfermedades y destrucción cultural.
Ante esta situación se pide a las empresas algo contradictorio: que internalicen los
costes y que sigan aportando al mercado los productos al precio más bajo posible.
Aunque en la práctica el sistema sigue premiando el precio más barato.
Para resolver esta contradicción y que las empresas funcionen eficaz y
ecológicamente, han de reconciliarse las contradicciones entre el guardián y el
comerciante. '
La misión del Estado es asumir las funciones que no pueden o no quieren asumir los
ciudadanos y las instituciones privadas. Pero en la práctica la política se ha
convertido en un asunto partidista de ganar o perder o beneficiar a un partido sin
preocuparse de los intereses de los otros. El verdadero propósito de la política es
crear y sostener las condiciones para la vida en común, y esto es algo que se ha
olvidado.

En cualquier empresa humana el diseño correcto reside en dos principios:


v Conseguir el mejor resultado cambiando el menor número posible de elementos.
v Eliminar tensiones en el sistema en vez de crearlas.

No se puede basar la esperanza de supervivencia cultural y medioambiental


solamente en un cambio de la conciencia y del comportamiento humano. Eso es un
mal diseño porque para producir el cambio depende de muchos elementos, y además
incontrolables. Tampoco funciona el establecer cientos de miles de normas y
restricciones y esperar que las empresas se enteren y las cumplan. También es un
mal diseño.
El buen diseño hace las cosas sencillas y simples. Que los gobiernos que gobiernen
con el mínimo de interferencias y con un enfoque genuinamente ecológico; que las
empresas sean humanas, creativas y eficientes.

¿Cómo hacerlo? Una forma posible es cambiar los incentivos tradicionales con
respecto al coste y los precios. El mercado debe conocer los costes reales y
completos que tienen las empresas y debe asignarlos a donde pertenecen. La
economía debe recompensar el mayor coste internalizado. Los negocios deberían
competir para ser más ecológicos, no sólo por razones éticas, sino porque ese
comportamiento les resulta también más rentable. Se puede conseguir diseñando un
mercado que evite la destrucción medioambiental haciéndola extremadamente cara y
que por el contrario premie las acciones restauradoras.

No es esperable que las cabezas de las grandes corporaciones asuman lo que están
haciendo y la forma en que influyen y manipulan a los gobiernos y cambien en
consecuencia. Pero ese cambio sí puede proceder de empresas responsables y,
sobre todo, de las pequeñas compañías en todo el mundo, hombres y mujeres que
aceptan su responsabilidad de actuar como restauradores de la vida.

Por otra parte, el guardián debe reconocer sus propias limitaciones con respecto al
comercio. No puede fijar precios, pero sí puede y debe establecer las condiciones en
las que opera el comercio. Debe establecer las directrices que guíen la planificación
y el desarrollo de las empresas. Debe entender que la unidad social más importante
en una democracia no es la más grande - una gran corporación - sino la más
pequeña: los individuos, las familias y las comunidades. Son éstas las que
constantemente pagan las consecuencias de las decisiones de las empresas de
externalizar sus costes sobre la sociedad y el entorno.

Los impuestos de Pigou podrían utilizarse para crear una economía realmente
dinámica y evolutiva. Ahora bien, las tasas verdes pueden resultar impopulares si
recaen sobre los bolsillos de los contribuyentes. Pero las tasas verdes no tienen esa
función, incrementar los ingresos del gobierno, su misión es proporcionar a los que
participan en el mercado una información precisa sobre su coste.

Cada dólar de más recaudado por los impuestos verdes descontarse en la misma
medida de los impuestos de la renta. La reducción empezaría por los sectores que
tienen ingresos más bajos y seguiría por los que los tienen más altos.
El sistema de impuestos actual establece cargas sobre cualquier tipo de ingreso,
sean ventas, salarios, ahorros, dividendos, beneficios... De ese modo lo que hace es
contrarrestar elementos esenciales en una economía sana: el trabajo, los ahorros,
nuevas inversiones y la actividad empresarial. Habría que sustituir el impuesto sobre
la renta por los impuestos verdes.

El propósito de estos impuestos es disuasorio. En la medida que las empresas no se


atengan a los criterios medioambientales los impuestos serían más altos. Para poder
pagar menos impuestos lo que habrían de hacer es cumplir las normas e incluso
excederse en su cumplimiento, porque al reducir los impuestos están también
reduciendo el coste de sus productos.

Hay que terminar con la idea de que las industrias que degradan y envenenan son
económicas o útiles. La actividad económica tiene una visión tan desinformada:y tan
fuera de contacto con la realidad ecológica que Lawrence Summers, economista jefe
del Banco Mundial pudo publicar sin rubor un memo llamando antieconómico al bajo
nivel de contaminación en los países de África: los países subpoblados de África
están grandemente subcontaminados, la calidad de su aire es probablemente muy
ineficientemente bajo [en contaminantes] comparado con Los Ángeles o la ciudad de
Méjico.

Por el contrario, la visión que informa a los impuestos verdes es totalmente diferente.
Supone que los seres humanos son enormemente adaptativos y creativos y que en el
sistema socioeconómico actual hay un enorme potencial desaprovechado.

12. SALMÓN ROSADO E IMPUESTOS VERDES

Si la economía, según una definición clásica, es la gestión cuidadosa de la riqueza y


de los recursos de una comunidad, podemos encontrar muchos puntos de acuerdo
entre economistas y ecologistas. En primer lugar, el producir contaminación o
residuos (desperdicios), es algo antieconómico y por lo tanto más caro. En segundo
lugar, al aumentar la eficacia se reducirá la producción de los gases que producen el
calentamiento global, como el Co2, y además se ahorrará dinero y mejorará la
economía.

De todas las modalidades posibles de impuestos verdes probablemente la más eficaz


sería gravar la energía. Se podría poner un impuesto sobre el contenido de carbono
de los combustibles. Este impuesto aumentaría el precio de las fuentes de energía
en proporción con sus emisiones de carbono. Su finalidad es reducir las emisiones
de Co2 para reducir el efecto invernadero.

Aunque el propósito inicial del impuesto sobre el carbono sea reducir las emisiones
de Co2, su finalidad a la larga es reemplazar los combustibles carboníferos por
energía sostenible y limpia no contaminante. El ritmo de implantación es importante.
Si se aplica de la noche a la mañana puede producir inflación y caos. Si se va
implantando progresivamente, por ejemplo en un período de veinte años, productores
y consumidores tienen tiempo para adaptarse, planificar, inventar. Este impuesto
debería ir aumentando hasta el punto crítico en que resultara más barato utilizar
energías alternativas que combustibles basados en el carbono.
Pero debemos ir más allá. Se pueden gravar también los productos químicos:-
(fertilizantes, pesticidas) basados en los hidrocarburos, sustituyéndolos por productos
derivados de recursos orgánicos, no contaminantes, renovables. De esta forma se
ayudará a eliminar la mayoría de las toxinas de nuestra comida y del agua y también
los productos químicos que están destruyendo la capa de ozono.

Un período de veinte años resulta suficiente para amortizar las inversiones actuales
en los sistemas basados en el petróleo y en el carbón.

¿Por qué hacer esto si no sabemos si la situación es realmente tan grave? Cuando
uno se encuentra ante dos caminos igual de desconocidos e inciertos, la regla de oro
es tomar el camino que permita volver más fácilmente al otro si se comprueba que la
decisión inicial estaba equivocada. Hay que escoger la posibilidad que te dé más
opciones en el futuro.
Si continuamos al mismo ritmo de consumo y al cabo de 40, 5 0 ó 1 00 años se
demuestra que las previsiones sobre el calentamiento eran correctas, quizá ya será
demasiado tarde para corregirlo. Si utilizamos energías limpias y renovables y se
demuestra que no era para tanto, podemos volver a utilizar los combustibles fósiles.
Además habremos hecho una buena limpieza del aire, de la tierra, de las aguas y
habremos aumentado la salud por doquier. Por si fuera poco, todavía seguiremos
teniendo todo el carbón y el petróleo que no hayamos consumido.
La conversión a la energía solar y otras energías alternativas no es una fantasía.
Utilizando las tecnologías actuales podemos reducir ya el consumo actual de
electricidad doméstica e industrial en un 75 %. Se pueden fabricar coches que
consuman menos. Además la energía solar y eólica produce de dos a cinco veces
más puestos de trabajo que las centrales técnicas o nucleares.
Si mantenemos la idea de que los impuestos verdes deben ser neutros en cuanto a
ingresos por parte del Estado, a medida que suban los precios de las energías
contaminantes, los impuestos para los contribuyentes bajarán de forma paralela.
Ahora bien, para que produzcan efecto, los impuestos verdes tienen que ser lo
suficientemente elevados para que se note la diferencia entre los recursos
sostenibles y los no sostenibles. Si no, a las empresas no les compensará cambiar
los procesos.
Las tasas verdes sobre la energía harán subir los precios de los alimentos producidos
industrialmente, con lo que favorecerán las explotaciones agrícolas locales y
familiares.
Lo que normalmente llamamos eficaz en agricultura es un proceso que sustituye el
trabajo humano por los combustibles fósiles en sus mil formas, con ello desplaza a
los trabajadores y a las familias, al mismo tiempo que causa a la vez grave perjuicio a
la tierra, al agua y a la fauna. Por el contrario, la granja más eficaz es la que
internaliza más eficazmente sus costes. Es una explotación que alimenta la tierra,
usa el agua de manera sobria y ahorrativo, usa los pesticidas raramente si lo hace,
comprende que el secreto de la salud de las plantas es un terreno sano y no los
productos químicos mortíferos. Por ello no sólo deberían gravarse las energías, sino
también los productos químicos para la agricultura, desde los fertilizantes artificiales a
los pesticidas tóxicos.
Muchos de los pesticidas que se utilizan hoy en la agricultura son objeto de
programas de ayuda del Gobierno. Resulta así que nuestros impuestos se están
usando antiecológicamente y no para la restauración del medio ambiente.
Los impuestos verdes podrían aplicarse a gran variedad de recursos, productos y
procesos, como el trabajo, las armas, las municiones y el alcohol.
De la misma forma, un mundo más racional y constructivo podría utilizar los
impuestos verdes para frenar, si no eliminar la carrera de armamentos. Se da la
ironía de que los países siempre pueden encontrar dinero para la guerra, pero casi
nunca hay presupuestos para la paz. Más de la mitad de toda la deuda del Tercer
Mundo es atribuible a la compra de armas a los países ricos del Norte.
La venta mundial de armas genera un círculo vicioso de deuda y explotación.
Muchas de las armas que compran los países más pobres se utilizan para la
explotación de los recursos de las culturas indígenas, como los bosques de Penan en
la península malaya. Esta sobre explotación de recursos genera una resistencia
popular que lleva a, los gobiernos a aumentar sus gastos militares y su deuda
externa, lo que les obliga a su vez a explotar más los recursos para aumentar las
exportaciones y saldar la deuda.

Se debería establecer bajo el auspicio de las Naciones Unidas un impuesto


internacional a todos los fabricantes de armas del mundo. Todos deberíamos ser
conscientes de que el sufrimiento producido por el armamento es siempre mayor que
el beneficio económico derivado de su venta.

Los impuestos verdes pueden revolucionar la economía y dirigirla hacia sistemas


naturales de producción y diseño. No son tan simples como el que ensucia paga,
aunque en muchos casos tengan el mismo resultado. Como se implantarían en un
período de veinte años, ningún negocio ni industria resultaría injustamente
discriminado ni penalizado.

Una metáfora muy conocida del deterioro de los bienes comunes es la planteada por
el biólogo Garret Hardin. Es como un prado comunal. En él el pastor cuyo rebaño
come más de la cuenta se beneficia más. El rebaño que sólo consume su parte
resulta penalizado en la práctica. Pero a la larga, el prado entero se deteriora. Una
solución a este dilema sería una empresa de servicio público'5 (utility) del prado que
operara independientemente de las necesidades concretas de cada ganadero. La
empresa sería gestionada para maximizar los ingresos a partir de las tarifas de pasto
y por lo tanto no tendría ningún interés en la sobre explotación, porque a la larga el
deterioro producido reduciría el valor de la empresa para sus propietarios.

Algunas empresas eléctricas ya se han dado cuenta de que es más barato invertir en
tecnologías que ahorren energía al consumidor, que invertir en nuevas centrales
térmicas o nucleares. Es lo que Amory Lovins llama negavatios.

Del mismo modo se podría establecer una empresa de servicio público para la
gestión del salmón en los ríos de la costa oeste de los Estados Unidos. A pesar de
los enormes esfuerzos de repoblación, la población de salmones en el Noroeste ha
disminuido drásticamente. La causa, la degradación del ecosistema. Una empresa
de este tipo podría gestionar los ríos y la pesca para posibilitar un beneficio a los
pescadores y a los consumidores, porque controlaría la subida de precios.

En cualquier caso, ni los impuestos verdes ni las empresas de servicio público


servirán de nada si continuamos promoviendo tratados de libre comercio que
recompensen a las empresas por externalizar sus costes fuera del país. En realidad
los acuerdos GATT y NAFTA sólo sirven para la expansión del comercio de las

5
El término utility no tiene una traducción equivalente en castellano. Se trata de
empresas que gestionan servicios de uso público, como la electricidad, el gas o el agua.
grandes multinacionales. Mientras el comercio mundial se ha cuadruplicado en los
últimos veinticinco años, el desempleo ha crecido drásticamente en todo el mundo.
Ningún programa de impuestos verdes será eficaz si las empresas pueden evitarlo
trayendo productos de fuera. Debería proponerse un nuevo sistema de tarifas
denominado Nación Más Sostenible (MNS) en vez del de Nación Más Favorecida
(MFN).
Los críticos argüirán que estas tarifas representan una interferencia injustificada en
los asuntos internos de otras naciones, pero la cuestión es que la degradación del
medio ambiente no es ya un asunto interno; aunque tenga un origen local, tiene un
impacto global.
Las naciones pobres en vez de imitar el colosalimo de los países industrializados
deberían tener incentivos para aprender de aquéllos que han integrado crecimiento
económico con responsabilidad social y sostenibilidad económica. Costa Rica podría
ser el ejemplo, no Taiwan.
Pero, si la gente cambia sus hábitos de consumo para evitar los impuestos verdes,
¿de dónde saca el Gobierno el dinero? Hay dos posibles respuestas. En primer
lugar, se supone que también el Estado encontrará un diseno mejor, se hará más
eficaz y necesitará menos dinero. En segundo lugar, las tarifas verdes tendrán que ir
evolucionando no para reducirlas sino para mantener el flujo de ingresos en las arcas
estatales. A medida que se reduzca la contaminación habrá que ir buscando otros
impuestos. De esa forma la economía seguirá evolucionando continuamente. No
existe un punto de equilibrio. Tendremos una economía dinámica y restauradora,
como la naturaleza

13. EL INESTIMABLE DON DEL FUTURO

Es arriesgado proponer soluciones a los problemas globales. Hablando con


propiedad el pensamiento global no es posible. Es justamente ese pensamiento
arrogante el que ha creado muchos de los problemas que tenemos. Porque ¿qué
derecho tiene ninguna persona, grupo o empresa a irrumpir e interferir en la vida
natural y ordenada de otras culturas o regiones naturales? Es una pregunta a la que
los conquistadores deberían haber respondido hace 500 años, pero que sigue siendo
relevante hoy.

Se critica muchas veces a los ecologistas por estar siempre quejándose, fijándose
siempre en los excesos y en lo malo. Es cierto. Pero la empresa se ha ido al punto
opuesto, se fija sólo en los aspectos negativos de los ecologistas y simplifica en
exceso los temas para aprovechar el miedo de la gente. Sin embargo, en los
principios ecológicos residen los problemas y también las soluciones.

Sin lugar a dudas, el principio más importante y más debatido es el la capacidad


portante. ¿A qué ritmo y de qué manera puede el mundo mantener a la población
humana actual y que sigue creciendo?

Los principios en que se basan las predicciones que exigen precaución son
totalmente correctas. La dificultad reside en que no sabemos ni el ritmo ni los límites
de la tierra para resistir el impacto de la Humanidad. Esto quiere decir que los
optimistas que dicen que nos ocuparemos del problema en el futuro, tienen razón por
el momento, pero el día en que resulte que estaban equivocados tendremos un gran
problema. Los ecologistas, que anuncian una catástrofe inminente, se equivocan en
cuanto a las predicciones específicas, pero en cambio aciertan en la cuestión de
fondo.

Lo que necesitamos es una economía que trate a nuestro mundo como un medio de
crear la mejor vida para el mayor número de gente. Como no sabemos el impacto
futuro de nuestras prácticas industriales, necesitamos una economía basada en más
humildad.

Los optimistas se permiten sobrepasar los límites críticos del crecimiento a base de:

l. Acelerar el ritmo de producción.


2. Arrebatar cosas de otros ecosistemas, importando productos y materias
primas de otras partes del mundo.
3. Desplazar a otras especies arrojándolas de sus hábitats. Los seres' humanos
y el ganado consumimos cerca del 40 % de la producción neta de la' tierra (excluidos
mares y océanos).
En las naciones ricas tenemos la impresión de que somos listos y estamos
engañando a nuestra capacidad portante. Sin embargo su una sola especie crece
exponencialmente sin cuidarse de la capacidad portante de su entorno acabará mal.
Los partidarios del crecimiento a ultranza no se dan cuenta de la profunda
contradicción que supone el hecho de que si la población de China viviese al mismo
tren que la de Japón, Francia o Estados Unidos, la devastación ecológica sería
definitiva.
Además las políticas de liberalizar los mercados para mejorar el bienestar de los
pueblos han conseguido el efecto contrario. En los últimos 30 años el 20 % de la
población más pobre ha doblado su pobreza comparada con la del 20 % más rico.
Y por si fuera poco, el crecimiento de la población puede llevamos a un número de
habitantes de 12.000 a 14.000 millones el siglo que viene. Puede que esa tendencia
disminuya, pero en cualquier caso las demandas sobre el medio ambiente crecerán
drásticamente.
En conclusión y siguiendo el ejemplo de la naturaleza se proponen tres líneas de
actuación:
l. Obedecer el principio de que residuos es igual a comida, eliminar los
desperdicios en nuestros procesos industriales. Cambiar de procesos lineales a
procesos cíclicos en nuestra relación con los recursos.

2. Cambiar de una economía basada en el carbono a otra basada en el


hidrógeno y en la energía solar. Esto se puede conseguir invirtiendo los incentivos
tradicionales a la producción y consumo de energía para favorecer formas más du-
1
3. Crear sistemas de retroalimentación y responsabilidad que apoyen y fortalezcan
las conductas restauradoras, ya sean empresas de servicio público, impuestos verdes
sobre los productos químicos para la agricultura o apoyando la producción y
distribución locales. La restauración ecológica será más fácilmente llevada a cabo
por empresas pequeiftas, más que por las grandes corporaciones, por lo que deberá
ser promovida la creación de pequeñas empresas.

Siguiendo estas recomendaciones podemos reducir sustancialmente el impacto que


cada uno de nosotros tenemos sobre el entorno. Debemos imaginar un mundo en el
que tener menos es más satisfactorio, más interesante y más seguro.

Para ello hay que aclarar dos puntos clave. El primero es cuánto podemos consumir
mientras estamos en esta tierra. El segundo punto es que tenemos que restaurar y
regenerar algo de lo que hemos perdido.
Todo ello implica tomar una postura activa ahora mismo, por ejemplo, eligiendo a la
gente que puede hacer las cosas mejor y con capacidad de imaginar un mundo
mejor, escribiendo a las empresas para manifestar estos puntos de vista, no
comprando productos de las empresas que destruyen o son irresponsables. Implica
también desarrollar y expresar un sistema de valores y actuar en consecuencia en el
mercado. Tenemos que reexaminar nuestras prioridades y creencias. No podemos
esperar a que despierten los guardianes, debemos hacer algo para intentar que
despierten.

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