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Ese año los bucares se habían vestido de su escandaloso rojo en julio, era como
si ellos también se rebelaron como todo el mundo. La luna grande entraba en el cielo,
esa noche, como sí nada pudiera detenerla, se sentía fuerte por su esplendor que
dejaba a los ojos de Roberto la enormidad de la montaña descubierta. Un frío tremendo
invadió los huesos del viejo Guadalupe Fernández, de ya 62 años, al ver bajarse del
willi 54 a ese catire pelao.
-venga pa que conozca a un amigo de la capital -le dijo uno de los vecinos-.
-Mucho gusto amigo Roberto Pérez.
-Mucho gusto, pase usted adelante.
De inmediato mandó a preparar la comida para recibir a la visita y hacer un lujo
de la hospitalidad de la cual los campesinos hacen gala, aunque sólo sea un pequeño
plato lo que puedan ofrecer. No le quitaba la mirada de encima. El acento medio gocho
del hombre, mezclado con palabras de alguien estudiado y bien instruido lo confundían,
no podía dejar de pensar sobre la verdadera identidad del huésped.
-¿a q se dedica usted?- le pregunta el viejo
-soy investigador de una revista científica- contesto Roberto.
Luego conversaron sobre varios temas, el viejo no le quitaba la mirada de
encima, lo veía y escuchaba con atención, costumbre que los años le han dado y que
luego le daría a sus hijos con el correr del tiempo, los ademanes conocidos por el en
otras circunstancias hicieron que el viejo dudara definitivamente de la identidad del
visitante. La conversa con el hijo sería inevitable. La idea en su cabeza no lo dejo
dormir esa noche de luna llena,
- este hombre no es quién dice que es-.
- este Carajo esta mintiendo-
- aquí pasa algo muy pero muy raro-.
- ¡seré campesino pero no pendejo! -
Fueron las conclusiones que esa noche de vilo pasaron por su mente. Al día
siguiente llama a su hijo Elio. Elio Fernández seria uno de los que se llevarían presos
meses después, junto con Luís Rodríguez, Joaquín Pérez, Napoleón Fernández, Misael
Mendoza, Andrés Mendoza y José Gregorio Rodríguez, seguidamente de la muerte de
Honorio. Se encerraron el padre y el hijo en una habitación, conversaron un rato y salio
Elio a las labores del día, siendo aun un muchacho jamás había desobedecido un orden
de su padre, esta vez las cosas cambiaban,
Fue a donde Roberto, en el camino se dijo: a vaina loca bucares floreados en
julio. Llegó a donde se quedaba y le dijo que su papa había hablado con el y le había
ordenado que no se juntara con el.
- Eso por que pregunto extrañado Roberto.
- Pues mi papá me dijo: “¡mijo yo seré campesino pero no pendejo! ese no es ningún
Roberto Pérez, ese es un diputado del congreso nacional, ese es Fabricio Ojeda. Así
que mucho cuidao que ese hombre le anda huyendo al gobierno.”
Ante el hecho de verse descubierto tan pronto, Roberto le pregunta a Elio:
-¿que va a hacer tú papá sí eso es cierto?
- Nada -responde Elio- mi papa no quiere a los adecos.
Es que no era gratis que se escogiera una zona rural como Lagunetas para una
experiencia de lucha como la guerrillera, pues la simpatía del campesino a URD es un
elemento considerado por Fabricio.
Era época de una rebelión. Las mismas montañas que habían visto pasar a las
tropas gabaldoneras ir camino a Guanare encontrarse en furioso combate con el
ejército de la pantera andina, ahora cobijan en su seno a las guerrillas marxistas de la
FALN, las mismas aguas que dieron de beber a el Coromoto contra el encomendero
español, luego que toda la tribu fue obligada a irse cerca de Guanare, desde esos días
da sustento vital a un puñado de valientes empeñados en tomar el cielo por asalto. Se
trata de una rebelión mundial, la de la vida contra la muerte humillante impuesta por el
imperio norteamericano.
Cada lección recibida como soldado del Ejercito Rebelde cubano, ahora en el
poder, es recordada y aplicada con precisión envidiable, sabe Roberto que ninguna
guerrilla puede subsistir sin el apoyo de una base social campesina. Sabe del apoyo de
los campesinos de Lagunetas a URD y aunque no milita en esta ya, entiende que el es
un personaje respetable por esa militancia y sabe que en cualquier momento tendrá
que utilizar su nombre como referencia política, esta vez no para organizar la Guerra del
Pueblo.
EL SALVAJE.
Vamos muchachos a dar una vueltica -les dice el teniente cuando se los lleva, no
sin antes obligarlos a vestirse de uniforme-.
Temerosos los habitantes se asoman a la ventana esa mañana de día lluvioso, y
ven entre el humo del fogón y la carretera como son llevados a empujones los dos
muchachos. La marcha de la tropa con su peculiar sonido en el barro del camino va
anunciando como un canto fúnebre que la muerte acecha a quienes caen en manos de
los uniformados.
Las guacharacas en el camino a la casa de Honorio se alborotaron ese día más
de lo común. El estaba cortando leña para llevarle a la mujer, habían estado
conversando sobre como iban a hacer para rendir el dinero que habían de mandarle a
Aníbal, su hijo mayor quién estudiaba el bachillerato en Barquisimeto.
-Esas guacharacas sí están escandalosas hoy, parece que el aguacero va a ser
grande, -le dice a Honorio la mujer-.
Luego un silencio tremendo invadió la montaña sólo se escuchan las botas sobre
el camino, los hombres del ejército corren del camino a la casa.
-¡Honorío Loyo! -grita el teniente-
-Sí soy yo, dígame en que le puedo servir -responde el campesino-
-Debe usted acompañarnos, tengo órdenes superiores de que debo llevarlo hasta la
cima de la montaña-.
De nada valieron las suplicas de la mujer ni el llanto de los niños. Ya sabía
Honorio lo que la jauría era capaz de hacerle a su familia y no le quedó otra opción que
aceptar.
Se despidió de la mujer y se fue con ellos camino de la montaña.
Honorio hombre de campo había sido capturado por el ejército en su casa luego
que un familiar al que también llevaron preso había acordado con el teniente que
Honorio los llevaría al campamento de la guerrilla con la condición de que lo soltarían
en el acto.
La palabra empeñada por el oficial fue violada, a Honorio lo vistieron de militar y
se lo llevaron junto a los hermanos Juan y Joel Rodríguez a la montaña, cerca del
camino del campamento al ver la negativa del hombre de servirles de baquiano lo
golpearon y lo hicieron arrodillarse, el teniente desenfundó la pistola colocándola en la
cabeza asesinándolo ahí mismo.
Así terminarían con la vida de Honorio; pero los Rodríguez lograron zafarse
lanzándose a la espesura de la montaña, los soldados dispararon sendas ráfagas por
orden del teniente, sin pegar un tiro. Los hermanos Rodríguez terminan su travesía
llegando a pie a Guanare luego de varios días de camino,.
La plomazón se oyó en todos lados, en el campamento se alertaron al escuchar
el primer tiro y más aún al escuchar las ráfagas.
- ¡Todos a sus puestos!
- ¡Ahí viene el ejército!
- ¡Alertas! Esos van a subir por ahí.
Pero no lo hicieron. Ese día no subió el ejército, como ya lo había hecho en
otras ocasiones, en las que recuerda Clodosbaldo que ellos los frenaban “tiro a
tiro”, y el ejercito respondía a ráfagas.
Al contrario de lo esperado, ese día en que mataron a Honorio, bajo la tropa a
Lagunetas y no le dieron a nadie explicación de nada. Al día siguiente la patrulla de la
guerrilla bajo al sitio donde habían sonado los disparos. Ahí estaba el cuerpo sin vida
de Honorio. Fue inevitable no llorar y no hacer un juramento ante este nuevo mártir de
la Revolución. Habían matado un hombre del pueblo cuyo único delito era ser pobre.
Pasaron los días y ante el silencio del ejército que no daban razón de Honorio y
subió Manuel María Escalona, junto con otros campesinos, a buscar lo que ya
suponían, varios cadáveres y encontraron a Honorio cubierto con una bandera rojinegro
con letras en blanco FALN.
Sacaron cuentas los campesinos que la guerrilla les había rendido honores al
cuerpo sin vida de Honorio, el que por el frío de la montaña aún no se había
descompuesto. Hicieron una troja y lo cargaron hasta la casa de su familia.
La mujer al oír el ruido de gente bajar por el camino por donde se habían llevado
a su esposo corrió desesperada hasta el corredor de la casa y vio la trágica imagen de
su marido sin vida.
Fue inevitable el llanto de ella y sus pequeños hijos como inevitable fue que en
ese momento el hijo que llevaba en su vientre se moviera agitado por el estado de la
madre.
Honorio había engendrado vida, un varón que llevaría su nombre Miguel Honorio,
el que nunca conocería a su padre gracias a la palabra empeñada y no cumplida por el
ejército entrenado por los Estados Unidos.
Al saber Laporte, el capitán del ejército jefe de las operaciones en Lagunetas,
que el cuerpo había aparecido ordenó que se montara el velorio y que se pague todos
los gastos de este y del entierro. La idea fue la de hacerle creer a todo el mundo que el
asesinato de Honorio lo había hecho la guerrilla y no ellos.
No olvidaban, el ejército y la digepol, que los hermanos Rodríguez, Joel y Juan
hijos de, eran los testigos y contra ellos fue lanzada toda una persecución para que no
se supiera la verdad. El plan de manipulación no funcionó y los campesinos no
delataron así se empeñara la palabra otra vez.
NILO YÁNEZ.
Otro héroe anónimo que escapa de la memoria fue Nilo Yanez, campesino que
vivía en la montaña, conocedor de sus caminos y sus secretos, quién habría prestado
apoyo a la guerrilla de Roberto. Nilo Yánez era nieto de Ventura Yánez quién había
procreado 11 hijos, vivía en Buenavista cerca de casa Honorio. Nilo era de férreo
carácter, un hombre al que se le había enseñado a respetar la palabra como un
documento de vida. Había dominado la montaña y junto al conuco para la subsistencia
tenía una finca de café muy bien atendida por él.
Eran tiempos de preparativos para la cosecha de café, las matas ya estaban
cargadas, meses atrás se había puesto loco el tiempo, como decían los viejos y los
bucares habían florecido, el maíz ya había tureado y habían pasado los días de comer
las cachapas. La roza se volvía amarilla al pasó de la mano de Nilo cuando iba
tumbando las matas para después ir recogiendo la cosecha de ese año, a su lado sus
perros maízeros y excelentes cazadores de lapas, quienes no se atrevían a caminar
más allá de donde pasaba su amo por temor a los feroces animales de la montaña.
Eran días donde el salvaje paseaba cerca de las casas de las mujeres embarazadas
dejando su amenazante huella, para alertar a los hombres en el cuidado de la
compañera y la cría que se gestaba.
Allá en la montaña entre yagrumos, chingalis y árboles de nueza aguardaba
vigilante el enigmático y violento wayon, un pájaro más grande que una guacharaca y
aguerrido como un leoncito, que cuidaba el sitio sagrado en donde se cuenta que el
mismo Indio Coromoto se escondió, ahí en donde nace la quebrada, en la que aguas a
abajo, aún sigue apareciendo una hermosa mujer y un wayon ataca a quienes se
atreven a profanar las sagradas caídas de agua del sitio.
Conocedor Nilo de todos los caminos sabe que se quedará encargado del correo
de esa guerrilla y de las que vengan, pues José no podrá ocultar por mucho tiempo que
en realidad es Adelmo Arroyo, un indio alzao hace mucho en las haciendas de
Humocaro y quien en cualquier momento tiene que huir, para como siempre cumplir las
misiones que le mandé el partido y la revolución. Nilo compromete su palabra, único
bien que junto con la tierra ha atesorado toda su vida, tal cual le enseño Ventura. Caro
pago Nilo su compromiso de palabra.
Muchos hombres se acercan temerosos a ver hacia el campamento del ejército
como los digepoles golpean al campesino para que hable. Nada sale por su boca.
Conoce como entrar al campamento guardado en la misteriosa montaña, protegida por
peñas inexpunables y nacientes de agua entre rocas que imposibilitan cualquier marcha
y toma militar. Cada mañana es llevado al azote, y es obligado a presentarse para igual
trato. El día que la montaña fue bombardeada fue destruida la siembra hecha por sus
manos. Era la repetición diaria del cristo azotado y resucitado ese otro día para ser otra
vez azotado, pero jamás hablo. Con todas las costillas fracturadas por los palos, la
mandíbula quemada por el fuego del yesquero del oficial
-Coño que carajo más porfíao este -repetían los digepoles-.
-¡Indio de Mierda habla no joda¡
No diré nada porque no se nada -era su respuesta.
En la tarde se recuperaba de las heridas de la tortura y se iba al campamento
guerrillero. Les llevaba comida e información a cambio estos le daban medicinas y valor
para aguantar lo que le hacían.
Jamás quiso huir aunque tiempo después de la guerrilla de Roberto, la de
Argimiro le ofreció sacarlo de ahí a Cuba.
-No puedo, está es mi tierra y mi casa, de aquí me sacan muerto -era su inevitable
respuesta-.
Pero Nilo fue obligado a abandonar sus tierras de Buenavista a Cascarrón, antes
del ataque del ejército llevo "palo como una gata ladrona", como recuerda Elio, por su
recia negativa a informar al ejército sobre la guerrilla, primero por la de Roberto y
después por la de Argimiro, la legendaria Brigada 31 del Frente Guerrillero Simón
Bolívar.
LA TROPA MAICERA
Era época de cosecha de café, los cohetes anuncian que una procesión poco
típica se acerca desde el mal llamado morador, antiguo amorere de los originarios.
La música se oye cada vez más cercana, el peculiar sonido de los pasos del
camino será otra vez escuchado El picacho con su altivez es testigo silencioso de la
tradición milenaria de resistencia de los indios, que confundidos con cascarrones le han
puesto el nombre al viejo lote del resguardo.
Corren los años de la última década del siglo XX y le dice Elio a su compañero:
-compadre ¿cuando será el día en que vamos a sacarnos de la garganta este nudo de
miedo que nos atormenta?
-Quién sabe compadre, tal vez nunca. Los recuerdos lastiman y le aguan los ojos a uno.
-Yo no pierdo las esperanzas, viste el hombre que se alzó en estos días, el carajo las
tiene bien puesta igualito que Roberto dijo yo fui y cual es pues. A Carlos Andrés le
queda poco tiempo.
LA TARJETA DE BAUTIZO.
Iba camino a la reunión, eran como las 5 de la tarde, había llovido todo el día y
se convocó para las 4, pero la tempestuosa lluvia que acostumbra a caer en la montaña
no permitía caminar ni 10 metros, parecía una repetición del diluvio pero con menos
tiempo de duración, las nubes pasajeras lanzaban toda la carga de agua y al día
siguiente seria lo mismo, una a otra vez.
El camino había sido patroleado, luego de subir el callejón de Buenos aires se
empezaba a ver un poco más allá de la neblina porque está se quedaba abajo.
Era la primera vez que subía sólo por esos parajes y el barro no me dejaba
caminar con tranquilidad y confianza, se hizo eterno el camino y demasiado agotador,
me di cuenta que perdí mis destrezas de caminante en el barro, definitivamente los
años de caminar en asfalto me habían restado la destreza adquirida en años de
chapalear barro en otras comunidades parecidas a esta.
Luego de llegar a la capilla y de no encontrar a nadie decidí regresar por donde
subí. Era muy difícil caminar en esa carretera con el terreno revuelto por la máquina.
Cuando iba de regreso, frente a una casa abandonada con aspecto fantasmal; hecha
de bahareque con los carrizos ya al aire, como sí se tratara del esqueleto de un cadáver
mostrándose por el pasó del tiempo; exactamente donde estaban las huellas de mis
pasos veo un papel blanco rectangular que aparenta ser una fotografía a blanco y
negro, me detuve a mirar de que se trataba y me fije que era una tarjeta de bautizo.
Nací en Guarico el 17 de Junio de 1947 son mis padres:
Expedito Torrealba
Marcelina de Torrealba
Fui bautizado en la Santa Iglesia de Guanare el día 20 de agosto de 1954.
Siendo mis padrinos:
Francisco Pérez
Carmen de Figueredo
José Mujica
y Antonia de Mujica
Alvenis Torrealba.
Guarico, 20 de Agosto de 1954
Era imposible que una tarjeta hubiera estado tanto tiempo a la intemperie sin que
se hubiera dañado. Solamente tenía unas pequeñas gotas de agua, además el hecho
de que había pasado por ese sitio con mucho cuidado de no caerme en el barro, tan
sólo hace pocos minutos y que nadie había ni subido ni bajado y que no la había visto,
le daba al suceso una aureola de misterio que nunca pude explicarme. La tomé y me la
lleve como trofeo de mi sudada caminata. No pasó mucho tiempo cuando me entero
quién es el niño de la fotografía de la tarjeta, un próspero agricultor de Guarico, y como
sí fuera poco me dice Novato que la señora Marcelina es una de las hermanas de
Chulias Vásquez, uno de los desaparecidos de la masacre de la semana santa
sangrienta de 1964.
Esa noche no pude dormir pensando en la tarjeta. ¿Que hacia una tarjeta de más
de 50 años en esa carretera? ¿Será el hecho de que sea la tarjeta de bautismo de un
sobrino de Chulias una pista sobre los desaparecidos y las fosas comunes? Mis
conjeturas no terminaban, ¿era posible que Chulias en vez de haber sido lanzado de un
helicóptero, como todo el mundo cree haya terminado sus días en el cuarto de tortura
que la Digepol estableció en Lagunetas?, todo tenía sentido por existir un helipuerto en
el lugar.
SEGUNDA PARTE:
APROXIMACIÓN A LA HISTORIA LOCAL DE LA COMUNIDAD DE LAGUNETAS.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LAGUNETAS.
Esta cronología de hechos nos sirve para hacer el debido antecedente histórico
al escenario en donde en 1962 Fabricio Ojeda y un grupo de valientes establecen un
campamento guerrillero en las montañas de Lara. Llegando a Lagunetas en carnaval
del 62, como lo recuerda Clodosbaldo Russian
“Se despidió Fabricio, se despide Fabricio y se va para Lara a chequear allá, mientras la
prensa publicaba que los revolucionarios lo que se dedicaban era a estar bailando con
las disfraces de las damas, este, en los clubes nocturnos de Caracas, sirvió (…) como
táctica, como estrategia, como vía de encubrimiento muy positivo, porque mientras
creían que él estaba de bonche en bonche él estaba haciendo el chequeo allá en las
montañas de Lara.
Después de carnaval se tomo la decisión que era en Lara en donde había de iniciarse
el Frente con el nombre de Alberto Rudas Mezzone que correspondía al hecho que era
un dirigente juvenil, juvenil del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, dirigente del
MIR lo mataron acá, cerca de El Silencio, en las inmediaciones de la avenida Santa
Martín y su entierro fue una manifestación multitudinaria chico, de gente revolucionaria,
hasta, hasta el cementerio, (…) y en el momento del entierro, como se decía antes
ahora se dice en el momento de la siembra pues de su cadáver allí, este la inmensa
mayoría de las personas, hombres y mujeres que estaban allí, juraron que empuñarían
el fusil y se irían para, para la lucha armada (…)”
Y es meses después que Fabricio presenta su carta al Congreso de ese
entonces:
Es por ello, colegas Diputados, que vengo ante ustedes a expresar la decisión de dejar
el Parlamento –este recinto que pisé por voluntad del glorioso pueblo caraqueño, hoy
oprimido y humillado–, para subir a las montañas e incorporarme a los compañeros que
ya han iniciado el combate y con ellos continuar la lucha revolucionaria para la
liberación de Venezuela, para el bienestar futuro del pueblo, para la redención de los
humildes.
Estoy consciente de lo que esta decisión implica, de los riesgos, peligros y sacrificios
que ella conlleva; pero no otro puede ser el camino de un revolucionario verdadero. […]
Esta es nuestra decisión, este nuestro camino. Vamos a las armas con fe, con alegría,
como quien va al reencuentro de la Patria preferida. Sabemos que con nosotros está el
pueblo, el mismo que en todas las épocas memorables ha dicho presente ante todo lo
noble, ante todo lo bueno, ante todo lo justo.
Nuestra decisión de incorporarnos a los estudiantes, obreros y campesinos que hacen
la guerra de guerrillas en Falcón, Portuguesa, Mérida, Zulia, Yaracuy, obligados por la
brutal represión del gobierno que amenaza con la muerte, la tortura y la cárcel a
quienes se oponen a sus designios, obedece a la firme convicción de que la política de
las camarillas que ejercen hoy el Poder no muestran ningún ánimo para dar soluciones
a la crisis política venezolana a través del dialogo y la senda electoral.[…]
Hacemos armas contra la violencia, la represión, las torturas, el peculado. Tomamos las
armas contra las depravaciones y la traición. No lo hacemos por romántica concepción
de la lucha ni sometidos a otra decisión que a la nuestra, sólo comprometida con
Venezuela. No hacemos la guerra contra las Fuerzas Armadas, en su conjunto, en cuyo
senos nos consta por experiencia personal y por la acción conjunta que libramos en
Enero del 58, se han formado Oficiales cuya única ambición es también la nuestra: ser
útiles a la Patria y servir a su grandeza y soberanía. Y porque la inmensa mayoría de
los clases y soldados pertenecen a las clases humildes, a las familias sin pan, ni tierra,
ni libertad. Y si algunas de sus jerarquías han sido colocadas como ciego e
incondicional instrumento personalista del grupo de Rómulo Betancourt, ello no puede
ocultarnos que más temprano que tarde civiles y militares nos encontraremos juntos en
un mismo propósito fraternal y patriótico. Evidencia de esta afirmación es la reciente
"Sublevación de Carúpano" [4 de mayo de 1962] y "la heroica acción de Puerto Cabello"
[2 de junio de 1962], donde Oficiales de limpia trayectoria como Jesús Molina Villegas,
Pedro Medina Silva y Manuel Ponte Rodríguez supieron dar un paso al frente de la
historia, antes de vivir en la ignominia. Allí se demostró como en el seno de las Fuerzas
Armadas hay hombres que sienten la Patria en su exacta dimensión y que inspirados
en las lecciones de Bolívar, siguen su ejemplo de valor, de nobleza y patriotismo y
como este Gobierno llega hasta el bombardeo de ciudades abiertas, al genocidio, para
tratar de conservar una situación ya insostenible. […] No hacemos las armas contra el
Ejército, la hacemos contra quienes sirven a los monopolios extranjeros causantes de
nuestra pobreza; hacemos la guerra, contra los asesinos de estudiantes, de obreros, de
campesinos; hacemos la guerra contra los que roban y comercian a nombre de una
democracia falsa; hacemos la guerra contra los que siembran el hambre, la angustia y
el dolor en la familia venezolana; hacemos la guerra contra una vida de corrupción, de
odios y de intrigas; en fin, hacemos la guerra para que la aurora de la libertad y la
justicia resplandezca en el horizonte de la Patria. [...]
¡Abajo las cadenas! ¡Muera la opresión! ¡Por la Patria y por el Pueblo! ¡Viva la
Revolución!»
LA EMBOSCADA DE LA GUAICA.
Durante la lucha armada que tiene como escenario las montañas de Lagunetas
se produce un enfrentamiento, en el sitio denominado La Guaica, exactamente en la
quebrada de Lagunetas, también denominada quebrada de Santa Rosa, se da una
emboscada llevada a cabo por la Brigada 31 del Frente Guerrillero Simón Bolívar. Pero
dejemos que sea Belsara de la Paz Guedez Ramos, testigo de excepción de este
hecho, quien nos narre lo ocurrido:
“Ustorgio Pérez muere en una emboscada en el sitio de la quebrada del Chorro. Al
llegar el jeep a la quebrada y meterse en el agua empezó el tiroteo ta ta ta ta ta!
El finado Ustorgio me cayó en las piernas. El tiro se lo dieron en la frente. Yo iba al lado
de él y el teniente. Al teniente le dieron el tiro en el brazo. A mi no me tocaba, yo
cargaba un vestido rojo y me hicieron el hueco del disparó aquí (entre pierna y pierna) A
Pedro Araque le dieron el tiro ese día en la pierna.
A ninguno nos dolió nada salimos corriendo y llegamos a Lagunetas y ya venía el
gobierno, nos preguntaron: ¿donde fue la emboscada? Que íbamos a decir nosotros.
Yo tenía como 14 o 15 años. Íbamos de aquí para Barquisimeto con mi papá.”
Esta fuente cuando es consultada sobre la conducta de la guerrilla señala que:
“Los guerrilleros eran muy humanos. Una vez hubo un angelito y llegaron y compraron
telas y cosas para la gente. Alguien se llegaba a enfermas y ellos le daban la medicina
y cargaban una excelencia de médicos.”
TERCERA PARTE:
TESTIMONIAL.
EN LAGUNETAS SOMOS INDIOS ENRAZAOS, PERO INDIOS. (Sistematización de
entrevista realizada a Elio Fernández por Rolando Graterol. Lagunetas 30 de
enero de 2007)
Distinguidos colegas:
II
Aquí estamos con la frente erguida ante el tribunal que habrá de condenarnos. Ni
arrepentidos, ni decepcionados. Antes, por el contrario, con la moral revolucionaria más
elevada y la convicción de la victoria más honda en nuestros sentimientos.
Y si algo faltaba para despertar un mayor aliento porque nos encontramos
seguros de la razón, aquí está el propio tribunal y con él la prueba más evidente de los
que hemos venido sosteniendo. Su intervención en este juicio es justificación plena del
poco respeto que el actual gobierno siente por la Constitución y las leyes del país. Este
es un proceso arbitrario que viola el artículo 44 de la Carta Fundamental, referente a la
irretroactividad de las leyes, al aplicárseme el Decreto Ejecutivo del 17 de octubre,
fecha posterior a mi detención. Esto es indudablemente grave, pero al fin y al cabo,
sirve para demostrar irrefutablemente que quienes hemos hecho oposición al presente
gobierno y, con nosotros la mayoría de la opinión nacional, no hemos procedido sin
base cierta. Cuando sostenemos que la Constitución ha sido violada, ha sido
suplantada por intereses arbitrarios, estamos dentro de la más estricta verdad. Y es
precisamente un órgano de la justicia el que nos da la razón al cohonestar una nueva
violencia a las disposiciones constitucionales.
El sólo hecho de apartarme de mis jueces naturales, era ya suficiente para
comprender hasta donde llega el presente régimen en su conducta represiva. Un acto
similar cumplido por la tiranía perezjimenista en las personas de Jesús Paz Galárraga,
Luis Vera Gómez, Ismael Ordaz, Juan José Delpino, y Adelso González Urdaneta,
provocó la repulsa de la opinión democrática y sus alegatos –base para el rechazo de
los cargos- han sido publicadas bajo el nombre de “UN RETO A LA DICTADURA”, con
prólogo del Presidente Betancourt.
Aquellas páginas, como lo expresa el señor Betancourt adquirirían rango
histórico porque “no son pasajeras cuartillas que corroerán el tiempo y las trazas”; pues,
“los adolescentes de hoy y las promociones jóvenes del mañana encontrarán en estas
páginas aliento estimulante. Apreciarán que el heroísmo también puede ser
contemporáneo, y que al lado de ese bregar incansable en los campos de batalla de los
que nos dieron la independencia, hay otra forma de agónica entrega a la superación de
la República. La que se expresa a través de insobornable y recia dignidad cívica”.
Se habla entonces del pasado bochornosa, de los atropellos cometidos por una
“tiranía sangrienta, terrorista, sin escrúpulos, que llegó hasta la horrible monstruosidad
de borrar el camino natural de la judicatura, para apelar a los procesos extraordinarios y
los jueces militares”. Es indiscutible que las páginas de “Un reto a la dictadura”, como lo
dijo el señor Presidente, cobrarían dimensión histórica, pues ellas se proyectarían hacia
el futuro, como un látigo que golpearía inclemente en la conciencia de quienes habían
cometido el delito o de los que, en el devenir nacional –terrible admonición-, pudieran
cometerlo.
¿Pensaba el señor Betancourt, al escribir aquel prólogo, que un gobierno
presidido por él, repetiría en la historia los mismos vicios que tan hondo habían tocado
sus sentimientos?
¿Pensaba que años después –no tantos para haber olvidado aquel drama-, los
que leían sus palabras estarían sometidos a la misma situación monstruosa y
canallesca que el había denunciado con tanto calor?
¿Qué distinto era aquel Consejo de Guerra Permanente que juzgó por el delito
de Rebelión a Jesús Paz Galárraga, Luis Vera Gómez, Ismael Ordaz, Juan José
Delpino y Adelso Gonzáles Urdaneta; a este Consejo de Guerra que hoy nos juzga a
nosotros por el de rebelión”?
¿No es caso el mismo hecho bochornoso proyectado en la distancia y en el
tiempo sobre la patria oprimida?
¿Nos es la misma práctica de los viejos déspotas de utilizar a hombres de
uniforme para que sirvan de comparsa, de cómplices a la arbitrariedad de un Ejecutivo
prepotente?
La historia del ayer condenable está presente de nuevo ante los ojos de nuestro
pueblo, ante nuestras conciencias democráticas. Y junto a ella, sus responsables que,
envilecidos por el crimen y los vicios, se entregan al festín sin escrúpulos de la
violencia.
Si esto es grave, señores magistrados, mas grave todavía es que un tribunal que
se supone creado para hacer justicia, pueda cohonestar convalidar las violaciones a la
Carta Fundamental de la República. Los integrantes del Consejo deben conocer el
artículo 46 de la Constitución, que dice: “Todo acto del Poder Público que viole o
menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución es nulo, y los funcionarios
y empleados públicos que lo ordenen o ejecuten incurren en responsabilidad penal, civil
y administrativas, según los casos, sin que le sirva de excusa órdenes superiores
manifiestamente contrarias a la Constitución y las Leyes”.
O sea, que si los señeros magistrados se prestan, ya por órdenes superiores, ya
por cualquier otra circunstancia para convalidar una nueva violación a la Carta
Fundamental, estarían incurriendo en un delito, sin que haya excusa alguna que pueda
absolverlos de tal responsabilidad. Es decir, que ustedes, señores del Consejo, serían
reos ante las futuras generaciones; serían reos de un delito constitucional que tarde o
temprano tendrían que ser ventilado ante los organismos de justicia. De convalidar esta
nueva arbitrariedad ejecutivista, habéis cometido un delito que os macularía ante el
pueblo y ante la historia; pero si esto sería doloroso e innoble para cualquier ciudadano,
ello cobraría mayor gravedad, en relación a vuestra condición de oficiales de las
Fuerzas Armadas. Por este hecho, vosotros más que ninguno otro, estáis en la
obligación de representar y hacer respetar la letra de la Constitución que en sus
disposiciones os ordena, no sólo como ciudadanos, sino como militares, aceptarla y
defenderla en su total integridad.
Yo no os llamo, de ninguna manera, a que os pongáis de mi parte, pero si, para
que os pongáis de parte de la Constitución, de las leyes, como es vuestro deber. Y en
este juicio, como cuestión previa, no está planteada sino eso: o se está con la
Constitución o se está contra la Constitución. Por ellos os pido que meditéis sobre la
realidad del país y las razones que ahora nos traen ante vosotros y que no son otra que
servir noblemente a la Patria escarnecida, al pueblo humillado, a la democracia
ultrajada por una camarilla sin escrúpulos, empecinada en continuar disfrutando los
privilegios del Poder, mientras el país en ruinas se hunde a sus pies.
Sé muy bien que todos estos alegatos y razones podrían ser inútiles. No abrigo
la menor esperanza de que aquellos sean acogidos y aceptados en su justo valor. Yo
estoy condenado de antemano, pero tales juicios habrán de quedar como testimonio
irrefutable de una nueva época dolorosa para nuestra Patria. Sé, y ello me basta, que
tengo la razón, que estoy del lado de lo noble y lo justo; de lo patriótico y lo
democrático. Más estas razones quedarán para que nuestros hijos, los vuestros y los
míos, sepan valorar lo que predominó en este proceso viciado e inconstitucional: a que
intereses servís vosotros y a cuales el condenado.
Mucho de lo que aquí decimos, podría haber sido copiado textualmente del
folleto prolongado por el señor Betancourt y publicado con el título de “Un reto a la
dictadura”. Sin quitarle nada, pero agregándoles algo, podríamos, sin mentir, consignar
ante este tribunal los mismos escritos que en los días aciagos de la tiranía
perezjimenista, consignaron ante un tribunal similar, los hoy personeros del régimen,
Jesús Paz Galárraga, Juan José Delpino y Adelso González Urdaneta. Como el
primero, podríamos “enfrentar al hamponato” y con cifras y apreciaciones, replicar
atinadamente las mentiras oficiales sobre la supuesta prosperidad del país y
desenmascarar toda la política disparatada y antivenezolana de la dictadura”. O como
Adelso González Urdaneta, diseccionar y enjuiciar “la desastrosa política educacional”.
Peor si no lo hacemos así es porque este gobierno tiene sobre sus hombros,
responsabilidades y actitudes más graves aun que aquellas por las cuales fue
derrocado el régimen anterior al 23 de enero.
A nosotros, según el articulado del Código de Justicia Militar que se nos aplica,
se nos supone dentro de actividades nacionales llevadas a cabo en connivencia con un
país extranjero. Y ello no responde sino a la campaña interesada que contra nuestra
actitud revolucionaria, ha venido llevando a cabo, por todos los medios publicitarios, la
Vieja Guardia, COPEI y algunas personas del Alto Mando Militar. Tal campaña, que
ahora culmina en este juicio tiene un objetivo muy claro: vincular el movimiento
revolucionario de Venezuela, a la tesis absurda, por anticientífica y antihistórica, de la
importación de la revolución y con ello atemorizar a densos sectores de nuestra
colectividad y especialmente a las Fuerzas Armadas, para ponerlos a pelear entre si.
A mi se me acusa de ser agente de Fidel Castro en Venezuela; de tener un
grado honorario en el Ejército Rebelde, pero quienes lo hacen, saben que mienten
descaradamente, en el interés de confundir al pueblo que en distintas oportunidades
nos ha demostrado su cariño y confianza. Como lo dije en mi “Carta sin sobre a Drew
Pearson” –periodista al servicio del colonialismo- no soy, ni he sido, ni seré sino un
soldado del pueblo venezolano en su dura lucha por la independencia nacional y la
liberación. Como tal tomé las armas, dejé las comodidades de la ciudad, el bienestar de
la familia, dejé el Parlamento, dejé todo, para subir a las montañas a combatir por la
dignidad de la Patria, por su progreso y prosperidad.
A mi y a otros se nos acusa de querer transportar a Venezuela, todas las
incidencias de la revolución cubana y reproducir al calco toda la realidad histórica del
aquel país. Quienes así proceden y entre ellos el Presidente Betancourt –lo cito por
haber sido él un estudioso del marxismo, e incluso militante destacado del Partido
Comunista-, saben muy bien que ello es absurdo, que ello es sencillamente ridículo.
Todos los estudiosos de la teoría revolucionaria, entre los cuales me incluyo sin
modestia alguna, saben que a realidades distintas, procesos históricos distintos. Saben
que Venezuela no es Cuba y que la realidad venezolana y las perspectivas
venezolanas son diferentes a las cubanas. Saben asimismo que “los esquemas que se
han cumplido en Cuba, en su forma y en su desarrollo, no tienen porque cumplirse de
igual manera en Venezuela”.
Ello es cierto. Lo sabemos nosotros también y con base a tales realidades es que
trabajamos por la revolución nacional, venezolana, que libere a nuestro país de la
explotación feudal y la coyunda imperialista, y que libere a nuestros trabajadores, del
abuso, el hambre, el desempleo y la miseria.
Sabemos igualmente que quienes tratan de desprestigiarnos ante la nación y el
acendrado espíritu nacionalista de nuestro pueblo, lo hacen jugando una carta más en
su estrategia contrarrevolucionaria. Lo mismo hacen cuando, para atemorizar a los
sectores menos radicalizados, asoman el fantasma de la disolución de las Fuerzas
Armadas por parte del movimiento revolucionario, planteando de nuevo el esquema de
Cuba. Por una parte dicen que las Fuerzas Armadas venezolanas, no son el Ejército de
Batista –en ello estamos de acuerdo- y por la otra, sostienen, con marcado descaro,
que el Ejército venezolano correrá la misma suerte que el de Batista.
¿Cómo explicar esta incongruencia de nuestros detractores? Muy sencillo. Estamos de
acuerdo en que las Fuerzas Armadas venezolanas, al menos en su mayoría, no pueden
compararse con el Ejército de Batista, no sólo por sus adelantos técnicos o su poderío
de fuego, sino por algo más importante todavía. El Ejército de Batista era un ejército
mercenario, pretoriano, que respondía solamente a los intereses del “caudillo”, sus
oficiales y soldados eran protegidos por el dictador o algún favor debían a él. Es decir,
lo mismo que quieren hacer Betancourt y Briceño Linares de nuestras Fuerzas
Armadas: colocarlas al servicio de intereses bastardos, antinacionales y personalistas.
En esta materia también hay realidades distintas entre los dos países. Yo sé que
aquí, la gran mayoría de la oficialidad joven, por ejemplo, se mueve al calor de sentidos
principios revolucionarios, es antiimperialista y no responde al egoísmo de algunos de
sus jefes. Por ello se les vigila y discrimina; se les persigue y amenaza. Y muchas
veces, se les constriñe a tomar posiciones que no corresponden a sus verdaderos
sentimientos. Se les obliga a hacer de policía represiva para que manchen sus manos
con sangre del mismo pueblo al cual ellos pertenecen, para llevar sobre si la
responsabilidad de matar estudiantes, obreros y campesinos que en ciudades y
montañas combaten la ferocidad oficial.
Claro está que en la Institución Armada venezolana, hay hombres indignos de
portar el uniforme que como Briceño Linares y otros miembros del Alto Mando sirven a
intereses contrarios a la Patria. Y es claro también que en el Ejército de Batista hubo
hombres dignos, patriotas que como el Gallego Fernández y el Comandante
Casteñeiras –entre los que conozco- se levantaron contra el despotismo y hoy, no sólo
pertenecen a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, sino que son respetados y
queridos por el pueblo.
Nada tiene que temer a una revolución nacional los que llevan con dignidad
patriótica, honestidad y vocación republicana, su investidura militar.
Las revoluciones no se hacen para destruir las Fuerzas Armadas sino para
colocarlas al servicio de la nación. En ningún momento de la historia de un país se
necesita tanto la existencia de unas Fuerzas Armadas poderosas, técnicamente
superadas, que en su vida revolucionaria, cuando hay que hacer frente a los grandes
intereses extranjeros que al lado de los sectores desplazados del Poder que le
concedían todos los privilegios, se alzan con su poderío militar para reconquistar sus
posiciones.
Cuando Venezuela conquiste su independencia y recupere sus riquezas hoy
explotadas por el capital monopolista extranjero, es indudable que necesitará de unas
Fuerzas Armadas poderosas y técnicamente y moralmente capaces de resguardar
nuestro patrimonio, de cuidar nuestra soberanía. Y es así como el movimiento
revolucionario, consciente de ello, ha hecho descansar su lucha de vanguardia en las
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, núcleo inicial de de la gran unidad cívico
militar para combatir la penetración imperialista y hacer del país, como lo quiso nuestro
Libertador Simón Bolívar, una patria libre y verdaderamente soberana.
Por el contrario, los únicos que si tienen el firme propósito de destruir en su
esencia el carácter nacional de las Fuerzas Armadas, son aquellos que como
Betancourt y Briceño Linares, quieren la subsistencia de un país de un país aherrojado
al destino del imperialismo y mediatizado por la influencia extranjera. Es solamente a
esta política de claudicación y de entrega que los venezolanos todos deben combatir
con criterio nacional, con firme vocación patriótica.
Ustedes, señores magistrados, como oficiales y con ustedes todos los efectivos
de la Institución Armada, deben saber estas cosas para, con razón a la verdad,
comprender lo que el movimiento revolucionario espera de sus Fuerzas Armadas y de
quienes sepan incorporarse a el, teniendo solamente como interés, el único que en
estos momentos corresponde a todos los venezolanos derrotar la política entreguista
del presente gobierno y trabajar juntos por un porvenir luminoso y digno para la Patria.
En todo momento hemos buscado esta unidad, la unidad cívico-militar, en la
integridad de sus fuerzas progresistas, porque la consideramos indispensable para
echar a andar el país por el camino de la democracia y el desarrollo económico
independiente, porque la sabemos indispensable para garantizar la tranquilidad y la paz
de la familia venezolana y poner término a las crisis permanentes que sacuden las
entrañas mismas de la nación.
¿Cómo no contar para ello con la integración de las Fuerzas Armadas en un
frente común de liberación nacional?
¿Es acaso que la mayoría de los oficiales, clases y soldados, está de acuerdo
con la entrega de nuestras riquezas al capital extranjero y la mediatización de nuestra
soberanía por misiones militares de otros países?
¿Es acaso que la mayoría de los oficiales, clases y soldados, están de acuerdo
en continuar como fuerzas de choque, como policía de represión política, al servicio de
intereses sectarios que sale benefician a una camarilla corrompida?
¿No son la mayoría de los oficiales, clases y soldados, parte del pueblo hoy
humillado y perseguido?
¿No son los oficiales de aire, mar y tierra, parte de la nación saqueada por la
voracidad imperialista y esclavizada por los consorcios extranjeros?
¿Son ustedes, señores oficiales, contarios a la liberación del país, a la utilización
de sus riquezas como medio efectivo de progreso económico y desarrollo social que
mejoren las condiciones de vida del pueblo y lo incorporen al bienestar democrático?
Yo sé que estas interrogantes no pueden ser respondidas fácilmente, pero aquí
las dejamos, para que ustedes, señores del Corte, y quienes puedan leer este alegato,
mediten seriamente, piensen desapasionadamente y saquen sus propias conclusiones.
III
Fabricio Ojeda
Caracas,
Cuartel San Carlos,
Noviembre de 1962.
FRAGMENTO DE CABLE (Enviado por el ministerio de defensa venezolano al
pentágono con motivo de la muerte del che., aparecido en la revista "casa de las
Americas" y reproducido literalmente en el no1 de origen.)