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Gran Enciclopedia Rialp: Humanidades y Ciencia.

Última
actualización 1991

Literatura Ediciones Rialp S.A.

Primer periodo. Literatura tradicional. Durante los


primeros siglos de vida estatal rumana (s. XII-XVI), la
lengua cultural fue el eslavo (v.), y el mismo idioma sirvió
para las formas cultas de la literatura. De la poesía
tradicional, mencionada desde el s. XIV, no se han conservado
textos antiguos, pero se colige de los testimonios que
pertenecía a los géneros que se cultivan actualmente. Los más
característicos son la balada épica (cintec bñtrinesc, cantar
antiguo) y el canto lírico (doina). La balada, comparable
hasta cierto punto con el romance ibérico, debe tener origen
histórico, pero su historicismo queda muy difuminado;
algunas, tales como Miorija (La ovejuela), de ambientación
pastoril, o Me ycterul Manole (Maestro Manuel), de raigambre
folklórica internacional, son obras maestras de honda
resonancia y de un arte acabado; la doina se caracteriza por
sentimientos y melodías cargadas de añoranza y ternura.
También pertenecen a la literatura tradicional los cuentos
populares, muy abundantes y representativos, y el teatro
primitivo del Vicleim (Belén), fundado en el episodio de la
matanza de los Inocentes.
Del s. XVI al XVIII. La literatura escrita en lengua
vulgar empieza en el s. xvi con la traducción de los textos
sagrados, primero por efecto de la propaganda luterana, con
la compilación de las crónicas nacionales y con la versión de
lecturas piadosas y novelescas. Estos textos proceden: de la
tradición oriental: Varlaam yci Ioasaf (Vida de Buda),
Sindipa (Historia de los Siete Sabios); de la tradición
clásica: Etiópica de Heliodoro; Alexandria, Esopia (fábulas
de Esopo); de la literatura bizantina: Cronógrafo atribuido a
Doroteo de Monembrasia; Irotocrit (poema de Vicente Cornaro),
que alguna vez representa modelos caballerescos occidentales
(Imberie si Margarona, versión bizantina de Pierre de
Provence et la belle Maguelonne). Estas obras, novelescas,
moralizadoras, didácticas o enciclopédicas, han circulado en
manuscritos y sólo se han impreso después de 1800; se conocen
con el nombre de cárji populare (libros populares), porque
tienen relación con el folklore, por haberse alimentado de él
o por alimentarlo. Entre los autores religiosos antiguos
destacan
Coresi, clérigo de Valaquia que imprimió de 1557 a 1581
una serie de textos rituales, con la ayuda económica de los
reformadores sajones de Transilvania, pero con gran beneficio
de la lengua; Dosoftei (1624-93), metropolitano de Moldavia
(1671), traductor en verso del Salterio (1673); los hermanos
Greceanu, traductores o compiladores de la monumental Biblia
de Bucarest (1688); Antim Ivireanul (m. 1716), metropolitano
de Valaquia (1708) y autor de las primeras prédicas
conservadas en rumano.
La larga serie de los historiadores humanistas está
ilustrada en Moldavia por Gregorio Urechie (m. 1647), autor
de la crónica del país hasta 1594, continuada (1594-1661) por
el humanista Miron Costin (1633-91) y luego (16611743) por el
pintoresco loan Neculce (1672-1745). En Valaquia, la cultura
humanista está representada, sobre todo, por Udri§te Násturel
(1596-1657), traductor de De Imitatione Christi al eslavo
(impreso en 1647) y del libro popular Varlaam ~i Ioasgf al
rumano (1649), y por Constantin Cantacuzino (1645-1716),
autor de una historia de la conquista de Dacia por los
romanos. En Moldavia destacan Nicolás Milescu (1636-1708), de
sorprendente erudición, autor de obras en rumano, griego y
ruso, y célebre sobre todo por su diario de una embajada a
China (167578), y el no menos célebre Demetrio Cantemir
(16731723), autor del primer tratado de filosofía moral,
Divanul (1698), de una novela alegórico-histórica, Istoria
ieroglificá, de la importante Descriptio antique et hodierni
status Moldaviae (1715) y de una historia latina del imperio
otomano, que gozó de prestigio durante el s. XVIII.
Segundo periodo: de 1775 a 1840. Con el último cuarto
de ese siglo empieza la segunda fase de la literatura rumana,
que dura aprox. hasta 1840; representa la transición del
tradicionalismo poético y del humanismo erudito a la nueva
orientación de la cultura y un mayor acercamiento a las
corrientes occidentales. Este acercamiento se realiza por
varios caminos a la vez. En Transilvania, debido a la unión
de parte de los rumanos ortodoxos con la Iglesia de Roma
(1698), se establece un contacto continuado con Italia y su
cultura y se produce, por la orientación académica y
eclesiástica, una corriente cultural de ambientación
católica, latinista e italianizante, conocida con el nombre
de Escuela latinista. Sus representantes principales son
Samuel Micu (1745-1806), filólogo y traductor, el gran
historiador George Sincai (1754-1816), el historiador y
filólogo Pedro Maior (1754-1821) y el humanista y poeta Juan
Budai-Deleanu (1762-1820), autor del poema heroico-cómico
Tiganiada (La Gitaniada), obra original, inspirada en modelos
italianos. La poesía lírica tradicional se individualiza en
cintece de lume (cantos de sociedad), que se siguen
transmitiendo según el modo tradicional, pero se deben a
poetas cultos, en estrecha relación con el neoanacreontismo
griego y, a través de él, con la lírica pastoril y
prerromántica francoitaliana. Los poetas más conocidos de esa
generación son Ienache Vácárescu (1730-99) en Valaquia, y
Constantino Conachi (1777-1849) en Moldavia.
La influencia francesa llega directamente a partir de
finales del s. XVIII y produce en la generación siguiente una
corriente romántica, representada por poetas menores tales
como Basilio Cirlova (1809-31) y Alejandro Hrisoverghi (1800-
37). En la labor de asimilación de la cultura occidental han
jugado un papel importante Jorge Asaki (1788-1869) en
Moldavia, Juan. Heliade Rádulescu (180272) en Valaquia, y
Jorge Barnujiu (1812-93) en Transilvania, todos herederos
espirituales de la Escuela latinista, fundadores de la prensa
literaria e implantadores de la enseñanza superior en lengua
rumana. Con la generación romántica se inaugura también una
especie de democratización de la literatura; debe tenerse en
cuenta que los escritores anteriores a 1800 aquí mencionados
pertenecían a la más alta aristocracia. Durante esa misma
época de transición se preparan los instrumentos de la nueva
literatura, el abandono del alfabeto cirílico, la adopción de
nuevas formas métricas, el enriquecimiento de la lengua por
medio de derivaciones neológicas, la organización del teatro
permanente, primero en francés y luego en lengua nacional.
Tercer periodo: de 1840 a 1904. La tercera época, hasta
alrededor de 1904, está dominada por la síntesis definitiva
de las dos corrientes antes mencionadas, la tradicional y la
modernista, o, desde otro punto de vista, la folklórica y la
occidental. Su base ideológica ha sido proporcionada por la
doctrina y el ejemplo de la rev. «Dacia literará» (1840), por
su director Miguel Kogálniceanu (1817-91), conocido sobre
todo como historiador y político, renovador de la historia
nacional, y por su principal colaborador, el gran poeta
Vasili Alecsandri (v.). Este último ha dado el tono de toda
la poesía del siglo, asociando la inspiración popular con la
romántica, y asentando la base social de toda la literatura,
al establecer el axioma de que la vida nacional se confunde
con la vida del campo y que el campesino, con su arte, su
folklore, sus problemas, es la talpa Járii (base de la
nación) y el modelo predestinado de la literatura. Los
principales escritores de la primera generación heroica son,
además de los citados: los poetas Gregorio Alexandrescu
(1812-85), cultivador de la fábula política, pero en realidad
espíritu lírico de tendencia meditativa; Demetrio
Bolintineanu (1819-73), autor sobre todo de baladas
inspiradas en la historia nacional; César Bolliac (1813-80),
poeta y periodista político; Alejandro DepáráJeanu (1835-65),
primer traductor del Romancero español. En la prosa destacan:
Constantino Negruzzi (1808-68), notable cuentista; el
historiador romántico Nicolás Bálcescu (1819-52); y Nicolás
Filimon (1819-65), primer novelista, preocupado por la
problemática social y hasta cierto punto discípulo de Balzac.
La segunda generación se distingue por tendencias
críticas más acusadas y está dominada por la corriente
formada alrededor de la sociedad académica y literaria
Junimea (La Juventud) de la§¡ y de su rev. «Convorbiri
literare» (Conversaciones literarias, 1867-1945). Sus
escritores se caracterizan por la propensión a hacer inclinar
el fiel de la balanza en favor del esteticismo y del espíritu
crítico, aunque sin condenar por ello el etnicismo y la
inspiración de raigambre folklórica. Sus principales
representantes fueron sus dos promotores, el crítico y
filósofo Tito Maiorescu (1840-1917) y el director de la
revista, Jacobo Negruzzi (1808-68), así como el poeta
Eminescu (v.) y el cuentista Creangá (v.). A su lado se
desarrollan corrientes afines y opuestas. Alejandro Odobescu
(1834-95), prosista exquisito, aunque algo rebuscado,
pertenece más bien, por sus ideas literarias, a la generación
anterior, así como Bogdan Petriceicu Ha~deu (1836-1907),
personalidad polifacética (v. XIII) y de excepcional
erudición, filólogo, poeta, dramaturgo, polemista y hasta
filósofo del espiritismo, y Alejandro Xenopol (1847-1920), el
mejor representante de la historiografía de tendencia
filosófica. Barbu Delavrancea (1858-1917), autor dramático
inspirado en la historia nacional y prosista sentimental; el
novelista Juan Slavici (1848-1925), de tendencias realistas;
y el fértil poeta Jorge Co1sbuc (1866-1918) se relacionan
también, en grado diferente, con el tradicionalismo.
Alejandro Vlahutá (1858-1919) es un seguidor de Eminescu,
como la mayor parte de los poetas líricos de fines de siglo,
mientras Alejandro Macedonski (1854-1920) representa el
modernismo esteticista y la penetración del simbolismo en la
literatura rumana. En la prosa destacan sobre todo Juan Ghica
(1817-97), con sus sabrosos recuerdos de la sociedad
pintoresca y efímera de la época de transición, y Duilio
Zamfirescu (1858-1922), con su ambicioso fresco de la vida
social. Juan Lucas Caragiale (1853-1952) ocupa un lugar
aparte, tanto en la narrativa como en el teatro, y es el
pintor mordaz e inquieto de su época, con una precisión
despiadada e irresistiblemente cómica a la vez.
Cuarto periodo: de 1904 a 1945. Corresponde idealmente
a la continuación de las corrientes ya esbozadas en la época
anterior; la diferencia estriba en que ahora se agudizan los
conflictos entre tendencias opuestas y en que el interés por
la clase campesina, aumentado por una preocupación hacia la
problemática burguesa, de nostálgico se vuelve realista y
social. El tradicionalismo está representado por la rev.
«Semánátorul» (El Sembrador), 1901-10, y por su director, el
historiador y polígrafo Nicolás Iorga (1871-1940), con la
colaboración de los poetas Stefan O. losif (1877-1913) y
Panait Cerna (1881-1913); en prosa, su máximo representante
es M. Sadoveanu (v.), en cuya evolución se observa mejor la
transformación antes indicada. La tendencia opuesta, que
supone-la primacía de lo estético, pero curiosamente
combinada con un ahondamiento de la problemática social, está
representada por la revista de la§¡ «Viaja Románeascá» (La
Vida rumana), 1906-45, dirigida por el crítico Garabet
Ibráileanu (18711936). Se distinguen en la prosa: Liviu
Rebreanu (18851944), realista de excepcional valía y fuerza
épica; César Petrescu (1892-1916), pintor vigoroso de la
actualidad social; Mate¡ Caragiale (1884-1936), escritor y
artista; Camil Petrescu (1894-1957), que también se ha
dedicado al teatro; el realismo algo cruel de Gib Miháescu
(18941935) y de G. M. Zamfirescu (1899-1939) y la prosa
lírica de Ionel Teodoreanu (1897-1954), el amplio fresco
social de Constantino Stere (1880-1937) y la inquietud
indagadora e intelectualista de Mircea Eliade (n. 1907).
En poesía, el simbolismo está representado por Demetrio
Anghel (1872-1914), Juan Minulescu (1881-1944), Adrian Maniu
(n. 1891) y Juan Pillat (1891-1945); este último poseedor de
una gama muy extensa que va del romanticismo a los
experimentos modernos más atrevidos. La inspiración
tradicional vuelve en formas nuevas con Octaviano Goga (1881-
1938) y con el misticismo de Nichifor Crainic (n. 1889) y
Basilio Voiculescu (1884-1963). La poesía moderna está
ampliamente representada entre las dos guerras, con Arghezi
(v.), Blaga (v.) y Juan Barbu (1895-1961), poeta hermético de
altos vuelos y de gran perfección. El teatro poético, con A.
Davila, Víctor Eftimiu, Miguel Sorbul, el drama con Juan Luca
y Blaga, la comedia con Jorge Ciprian y V. I. Popa, que han
cosechado grandes triunfos. El ensayo y la prosa crítica han
sido ilustrados por Eugenio Lovinescu (1881-1943), Basilio
Pirvan (1882-1927) y Emanoil Buculta (1887-1941). La época
que empieza en 1945 aún no ha dado resultados importantes, a
no ser la contribución de los desterrados rumanos a la
literatura universal, con Mircea Eliade, C. V. Gheorghiu,
Eugéne lonesco (v.), Vintila Horia y, en España, Alejandro
Busuioceanu, Aron Cotruy, Jorge Uscatescu, cte.

V. t.: BIBLIA VI, 9 B.

ALEJANDRO CIORANESCU.
BIBL.: G. CXLINESCU, Istoria literaturii románe, Bucarest
1941; D. MURXRAJU, Istoria literaturii románe, Bucarest 1941;
G. Lupi, Storia della letteratura romena, Florencia 1955; N.
CARTOJAN, Cártile populare in literatura románeascá, Bucarest
1929-38; VARIOS, Istoria literaturii románe (1400-1780),
Bucarest 1964; E. LoVINESCU, Istoria literaturii románe
contemporane, Bucarest 1926-29; B. MUNTEANU, Panorama de la
littérature roumaine contemporaine, París 1938; CIOCULESCU,
STREINU, VIANU, Istoria literaturii románe moderne, Bucarest
1944.

EMINESCU
Poeta rumano, uno de los grandes poetas líricos europeos del s. XIX, n. en Ipotesti, en el N de
Moldavia, el 15 en. 1850, m. en Bucarest el 15 jun. 1889. Después de estudios muy incompletos en el
liceo alemán de Cernáuti (Bucovina), se fugó con una compañía dramática ambulante, en la que
actuó de apuntador (1866-69); sus viajes por todas las provincias rumanas explican su profundo
conocimiento del folklore y de la literatura popular. Luego hizo estudios universitarios, también
desordenados, aunque con especial dedicación a la filosofía, en Viena (1869-72) y Berlín (1872-74).
A su regreso, fue director de la biblioteca de las¡, inspector escolar y luego redactor de un periódico
en Bucarest. Su vida creadora sólo duró unos 15 años; sufrió un ataque de locura en 1883, renovado
en 1886 y en 1889. Había empezado a publicar versos en 1866, ocasionalmente. Aceptado como
colaborador de la revista Convorbiri literare, en 1871, fue muy apreciado en el círculo literario que la
publicaba y que fue su mejor apoyo literario.

Poesías. Su obra poética fue publicada por el promotor de este círculo, el filósofo Titu Maiorescu
(Poesii, 1883), con el objeto de ayudar al poeta enfermo, y se compone de poemas escogidos
principalmente entre los publicados por el mismo E. en diferentes revistas y que, por consiguiente, se
podían considerar como escritos en su forma definitiva. Este tomo tuvo una enorme resonancia y se
ha vuelto a publicar un gran número de veces; pero sólo representa una parte ínfima de la producción
poética del autor. Sus manuscritos, conservados actualmente en la Academia Rumana de Bucarest,
contienen, en unas 20.000 hojas, una masa imponente de poemas esbozados o terminados, de
poesías populares recogidas por E., y de expresiones, rimas y apuntes de toda clase. Su obra
poética ha sido vuelta a publicar, a base de los manuscritos, por Perpessicius (5 vol. Bucarest
19391958), en edición monumental, que distingue entre las obras publicadas en 1883, acompañadas
aquí por un gran número de variantes y de formas abandonadas por el poeta (vol. I-III), y las poesías
póstumas (vol. IV-V). Al hablar de E., se debe tener en cuenta que su obra se ha estudiado y
distinguido considerando, por un lado, la publicada en 1883, que es hoy clásica y familiar a todo el
público rumano, y, por otro, la publicada por Perpessicius y que abre nuevas perspectivas al lector y
al estudioso, aunque no altere demasiado la imagen ideal del poeta.

E. es, sin duda, uno de los grandes poetas de su siglo. Pertenece a aquellos que sienten la
condición del hombre como un castigo y una cadena, tales como Leopardi o Vigny. Es un autor
pesimista, y ha sido muy influido por Schopenhauer (v.); pero su pesimismo tiene matices peculiares
y podría calificarse mejor como una especie de sentimiento trágico de la vida.

Su posición frente a los grandes problemas de la existencia no se articula sistemáticamente, pero


se puede colegir con suficiente claridad de su obra poética, tan uniforme. A pesar de su profundidad y
de su constante preocupación problemática, en E. domina fundamentalmente el sentimiento. Su
sensibilidad, irritada por las condiciones de su vida y por los problemas morales, eróticos y sociales,
ha sido estudiada, a posteriori, a la luz del idealismo kantiano, de las filosofías india y griega y del
pesimismo moderno en general.

El problema del tiempo. La sensibilidad y la reflexión juntas, agudizan en el poeta el profundo


problema del tiempo. La idea que de él tiene E. parece derivarse, sin duda indirectamente, del
concepto agustiniano (v. SAN AGUSTÍN III): los tres tiempos de la vida son ilusorios, el presente no
es más que el cruce de un pasado muerto y de un porvenir que aún no existe, mientras la eternidad
sólo se da en Dios. De ahí esta abdicación del presente, al que sólo conocemos por medio del dolor,
y este terror nostálgico al pasado, que es nuestro único modo de existir, nuestra verdadera vida,
cuando ésta ya ha dejado de existir; algo así como la estrella lejana que nos parece ver y que se ha
extinguido hace siglos. De ahí también la indiferencia del poeta hacia el futuro, tiempo muerto antes
de llegar, y la atracción del vacío, que se le ofrece como solución única del problema acuciante de la
existencia. De este modo, el universo poético de E. se compone de elementos esquematizados, pero
de un simbolismo muy nuevo, evidente y poderoso: el presente representado como ola, fuga, sueño,
ilusión o locura, es decir, como todo cuanto puede imaginarse como fundamentalmente movedizo; y
la eternidad, inaccesible, vista como estrella, luna, mármol, muerte. Frente a la fatal imposibilidad de
confundir las categorías eternas con la existencia individual, el poeta no logra expresar sino deseos
aparentemente contradictorios, pero que arrancan del mismo sueño: coger y retener
angustiosamente la hora que pasa, vivir intensamente el amor y la felicidad un día, una hora, siquiera
un instante, ya que de todos modos el instante se eterniza al morirse, igual que los siglos; o, por otra
parte, deshacerse, disolverse en la nada o en la naturaleza inmutable, no para desaparecer, sino
para hallar, como el nirvana, el medio único y definitivo de trascender la categoría temporal. Esta
poesía tan cargada de conceptos abstractos se expresa, sin embargo, en una lengua de clásica y
total fluidez, con exquisitas dulzuras y bellezas formales; la mayor parte de las veces, su belleza
satisface la imaginación antes de llegar al fondo de los problemas enfocados, como si éstos no
existieran y la poesía de E. fuese música pura.

E. ha escrito también en prosa, principalmente Geniu pustiu (Genio fracasado), de publicación


póstuma en 1904, y Sármanul Dionis (El pobre Dionís), capítulo de la obra anterior, que narra un
intento mágico de transcender las categorías kantianas del tiempo y del espacio. También escribió
numerosos artículos de actualidad política y de matiz apasionadamente nacionalista. Ha dejado
varios dramas sin concluir (Muresan; Bogdan Dragos, ed. 1906), llenos de innegables bellezas
poéticas. Su influencia ha sido avasalladora y determinante de toda la literatura rumana, hasta
Arghezi (v.) y la última poesía.

Eminescu, Bucarest 1923; T. VIANU, Poezia fui Eminescu, Bucarest 1930; C. PAPACOSTEA,
Filosofía Intica in opera fui Eminescu, Bucarest 1932; G. CÁLINESCU, Viata fui Eminescu, Bucarest
1932; ÍD, Opera fui Eminescu, 5 vol., Bucarest 1935-36; D. CARACOSTEA, Arta cuvintului la
Eminescu, Bucarest 1938; G. LUPI, Mihail Eminescu, Roma 1953; R. DEL CONTÉ, Mihail Eminescu,
o dell' assoluto, Módena 1961; A. GUILLERMOU, La genése intérieure des poésies d'Eminescu,
París 1963.

ARGHEZI
Poeta rumano, uno de los poetas europeos de mayor relieve de la época contemporánea. N. en
Bucarest el 21 mayo 1880, m. en la misma ciudad el 14 jul. 1967. Después de una juventud agitada
(en 1900-1904 fue hierodiácono en la metrópoli de Bucarest), vivió dedicado al periodismo y a la
literatura y se dio a conocer sobre todo por sus dotes de agudo polemista. Comenzó a publicar
versos en 1896, pero la celebridad le llegó con Cuvinte potrivite, en 1927; desde entonces se le
considera como el más destacado poeta rumano actual.
Su obra: Cuvinte potrivite (Palabras concertadas) 1927; Flor¡ de mucegai (Flores de moho),
1931; Cárticicá de seará (Libreta para la noche), 1935; Hore (Coros), 1939, es de una novedad
absoluta y no pertenece a ninguna corriente o fórmula preexistente. Su poesía, moderna por la
inquietud, sobre todo religiosa, atrevidamente innovadora en la expresión contundente y a veces
cruda, es tradicional por la savia folklórico y el ambiente *de mitología popular, y romántica por la
preferencia hacia los grandes temas líricos de siempre: amor, vida, humanidad, muerte, Dios. A., sin
embargo, no tiene nada del poeta filósofo: sus poesías no son meditaciones o discursos, sino
arranques o gritos líricos. Violento, amargo y arrebatado en su juicio del hombre, es humilde e
inquieto frente a la incógnita metafísica; su intimismo no impide la trascendencia, ni su vehemencia
satírica el enternecimiento, ni su 'constante rebeldía una permanente búsqueda de Dios. El carácter
paradójico de su imaginación y un cierto aspecto de juego que parece tener su obra, como lo
demuestra el título de su primera colección de versos, que sigue siendo la más importante, ocultan
una fuerza poco común y el latido profundo de su agudizadísima sensibilidad. Los poemas de 1907
(1955) y Cintare omului (Canto al hombre), 1956, son concesiones de última hora a la poesía social,
romántica y discursiva. La prosa de A., sobre todo en Icoane de lemn (Iconos de madera), 1930, y en
Poarta neágrá (La puerta negra), 1931, valen principalmente por el primor, la viveza frenética, la
exquisitez y a veces la ferocidad del estilo.

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