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En 1875 regresó a su país y al año siguiente comenzó a publicar "El Regenerador", pero
debió salir nuevamente de Ecuador.
Juan Montalvo
Escrito por Administrator
En 1857 viajó a Europa donde ocupó cargos importantes en las embajadas de Italia y Francia.
En Italia subió al monte Adventino para recordar el sagrado juramento de Bolívar y el suyo
propio, hecho sobre una cresta del Tungurahua. En Francia lo nombraron secretario de la
Legación del Ecuador y es allí donde se enteró de los cambios en el gobierno de su patria.
Renunció a su cargo diplomático y retornó al país. Llegó al Ecuador en 1859 en medio de un
verdadero caos en la nación. Por esos días, el Perú amenazaba tomarse el Ecuador desde el
Golfo de Guayaquil.
Ya en Ambato dejó un tiempo la política y contrajo matrimonio con la señorita María Adelaida
Guzmán, joven ambateña, a quien amó con celo y pasión y con quien tendría dos hijos.
Algunas de sus obras más importantes son: "El Cosmopolita", "El Regenerador", "Las
Catilinarias"; "La Mercurial Eclesiástica" (dedicada aZ Obispo Ordóñez), "El Espectador", "Los
Siete Tratados", escritos entre 1872 y 1874, "La Leprosa", "Judas", "La Dictadura Perpetua", y
otras. "Los Capítulos que se le olvidaran a Cervantes", publicados luego de su muerte,
"Geometría Moral" y "El Buscapié". Fue muy amigo de Eloy Alfaro, quien le ayudó
económicamente para la publicación de sus obras.
Luego de las muertes de su esposa y su primer hijo decidió retornar a la política como:
"Maestro, Quijote y Libertador", y así lo hizo el 3 de enero de 1866 cuando circulaba en Quito
el primer número de "El Cosmopolita", revista en la queMontalvo combatió la política autoritaria
de García Moreno con la fuerza y decisión de su pluma.
El 17 de enero de 1869 significó para Montalvo su primer destierro y, con este, el inicio de la
época de mayor producción literaria para "El Cosmopolita". El segundo y tercero se darán en el
gobierno del "tiranuelo" Veintimilla, como él lo llamaría en "Las Catilinarias".
Montalvo defendió la justicia por lo que fue desterrado a Ipiales; y en 1882 a París, en donde
murió el 17 de enero de 1889. Sus restos reposan en su mausoleo en Ambato.
"El Cervantes de América", por su exquisita y límpida expresión y uso del idioma castellano en
todas sus obras y en especial en 'Capítulos que se le olvidaron a Cervantes'; orgullo de
Ambato y el Ecuador".
Además, todas las obras de Montalvo son de dominio público mundial, pues falleció
hace más de 100 años. En Wikisource están listas para descarga o impresión las
siguientes creaciones de Montalvo:
Artículos relacionados:
Juan Montalvo desde joven se dedicó al cultivo de las letras, por tanto
sus obras son el producto de su afición y dedicación, tales como: "Los
Siete Tratados", "Capítulos que se le olvidaron a Cervantes", "La
Dictadura Perpetua", "El Cosmopolita", "Las Catilinarias", "El
Espectador", "El Regenerador", "Geometría Moral", "La Mercurial
Eclesiástica". La crítica coloca a Montalvo entre los autores clásicos
ecuatorianos, por la galanura de la corrección; en sus escritos demuestra
Montalvo el amor a la libertad, la defensa a la democracia y la
divulgación de los conocimientos científicos, en procura de un
mejoramiento de la ética social. Al respecto el critico español don Juan
Valera, dice de Montalvo: "es un escritor violentísimo, batallador y
pendenciero, a quien le agradan los actos y sentimientos más opuestos".
Y, Marcelino Menéndez y Pelayo, afirma: "Montalvo es un sofista agudo,
ingenioso, brillante, castizo, aunque pedantesco prosista". Literalmente
Montalvo ha sido y es conocido como el Cervantes de América.
De su matrimonio quedó una hija, María del Carmen que creció fuera del
afecto paternal, por eso escribió para ella: "Carta de un padre joven".
Fue desterrado a Ipiales; y en 1882 a París, en donde murió el 17 de
enero de 1889.
Joaquín HERNANDEZ ALVARADO
Comprometido con el futuro y el progreso en íntima relación con "el interior del hombre y el exterior del
universo" de los pocos periodistas que ejercen el extraño oficio de la sospecha conciente en rechazo del
stablishment.
Carlos A. Paladines E.
Loja, 1946. Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE);
estudios de especialización en la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina, y en la
Universidad Fiedrich -Alexander von Humboldt de Erlangen-, Nümberg, Alemania. Profesor-
Investigador Principal de la Universidad Católica del Ecuador; profesor visitante y conferencista
en varias universidades nacionales e internacionales. Ha sido Decano de la Facultad de
Ciencias de la Educación de la PUCE y director del Departamento del Filosofía; Director
Ejecutivo de la Corporación Editora Nacional; Subsecretario de Educación y Cultura; Rector de
la Unidad Educativa Bilingüe, Emile Jacques Dalcroze; Presidente del Centro para la
Investigación y Desarrollo de la Educación; Director del Instituto de Capacitación Municipal;
Asesor Pedagógico Ministerio de Educación y de la Universidad Técnica Particular de Loja;
consultor de diversas instituciones del país y del exterior. Es autor de varios libros sobre
educación, capacitación, filosofía e historia de las ideas; y de numerosos artículos sobre los
mismos temas, en publicaciones nacionales e internacionales, algunos traducidos a diversos
idiomas. Dirigió la edición de la colección, en diez volúmenes, sobre la Historia de la Educación
y el Pensamiento Pedagógico Ecuatorianos y la colección, en diez volúmenes, de Manuales de
Capacitación Municipal. Miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, de la Sociedad de
Historia de la Educación Latinoamericana, de la Academia Nacional de Ciencias, de la Sociieté
Européenne de Culture; e integra consejos editoriales de diversas revistas especializadas.
Como hijo único de padres de mediana economía recibió una buena educación en el colegio externado de San
José de los jesuitas desde el 53 hasta el 65. "Di el discurso de mi promoción, obtuve el premio de Literatura de
la Embajada de España, hablaba inglés y francés".
Su padre quería hacerlo abogado pero él, de pronto, le entró la vocación de hacerse jesuita y recibió el apoyo
materno para lograr aquello. Era un joven sano a quien le agradaba la historia y sentía una cierta actitud
intelectual hacia la vida. Veía películas de Fellini y gustaba buscar y encontrar el sentido absoluto de las cosas.
Finalmente en Abril del 66 ingresó al noviciado jesuita de Santa Tecla pues comprendía que ser jesuita era para
él la respuesta de todas sus inquietudes.
Concluido los dos primeros años de estudio hizo los votos y debió escoger un sitio para ampliar sus
conocimientos generales de cultura. Siempre había sido costumbre enviar a los novicios a Quito pero después
del encuentro de Medellin todo eso cambió; sin embargo se impuso la costumbre y fue matriculado en
Cotocollao, luego pasó al Instituto de Humanidades Clásicas de la Facultad de Filosofía de San Gregorio de la
Universidad Católica de Quito, que se convirtió entonces en el centro de formación filosófica de los jesuitas de
Centroamérica, Antillas, Bolivia y Venezuela y cursó un año de Humanidades Clásicas por entre los vericuetos
de las nuevas tendencias que confluían hacia la formación de una Iglesia libre, dinámica y más preocupada del
hombre que de la divinidad.
Gustavo Gutiérrez, Asesor a nivel teológico del Arzobispo Helder Cámara, del Brasil, aseguraba que el mensaje
evangélico era una denuncia permanente contra la injusticia social y el punto de partida para la nueva Iglesia
de la Liberación, tendencia que pronto empezó a ganar terreno en el tercer mundo. Hernández - que había
soportado por muchos años la violencia y la miseria salvadoreña — adoptó la nueva línea y puesto en conflicto
con la política tradicional de la Compañía de Jesús, se vio precisado a salir de ella y pasar a la Universidad
Católica de Quito en 1970, donde dictó clases en la Facultad de Derecho como simple profesor.
Allí estuvo dos años amoldándose al sistema que le tocaba vivir, tiempo en el cual conoció a su alumna María
Augusta Herrera Heredia, con quien contrajo matrimonio, habiendo procreado tres hijas.
Sus clases eran de Introducción a la Filosofía, se especializó en Filosofía contemporánea por influencia de Julio
C. Terán Dutari, S. J. leyó la obra "Ser y Tiempo" de Martín Heidegger y comenzó a entender su vida pues ese
libro le marcó un nivel filosófico.
El 72 principió a trabajar como secretario de Hernán Malo González, S. J. con S/. 4.000 mensuales, en la
Universidad Católica de Quito, llevándole la correspondencia. "Poco después me ofreció la oportunidad de viajar
a Guayaquil como Profesor de la Universidad Católica del puerto principal para los Cursos 1o. y 2o. de Filosofía
y al mismo tiempo para gerenciar las ventas de la Compañía "Automotores y Anexos", y le acepté”.
Entonces comenzó para él nuevos panoramas y otros años de grandes cambios —la era petrolera del 72 al 82—
que vivió a plenitud en un Guayaquil que se transformó en base a una falsa industria y del remedo de un
desarrollo estipendios, mientras las clases marginadas seguían ocupando su ínfimo sitial.
Al mismo tiempo combinaba sus actividades mercantiles con el ejercicio de la cátedra de Antropología Filosófica
en la Escuela de Sicología Clínica, de la Universidad Católica de Guayaquil, que mantuvo hasta el 82 en el
segundo curso; y cuando cambió el Pensum para dar paso a especializaciones y modernizar los conocimientos,
fiel a su política de abandonar las generalidades para hacer más importante el caso Ecuador, asumió otras
inquietudes y luchó porque la Universidad Católica pasara a ser un centro propagador de una conciencia crítica,
dictando a los futuros Psicólogos Clínicos nuevas materias tales como Filosofía en dos niveles, para el segundo
y tercer cursos, y Filosofía de la Ciencia y Epistemología.
El 75 Abelardo García le llevó a escribir a "Expreso" donde mantuvo una columna hasta el 84, al igual que en la
revista "Impacto" de Alejandro Román. Fruto de ellas fue el libro aparecido el 82 con la recopilación de varios
de sus artículos, bajo el título de "Ejercicios de la sospecha" en 165 páginas.
El 84 y a consecuencia de una severa reflexión sobre el verdadero significado de escribir para periódicos, dejó
de hacerlo, pues consideró entonces que en el país los investigadores a niveles serios y los creadores sólo se
limitaban a publicar libros o permanecen en el campo teórico, mientras que un gran número de vulgarizadores
publicitan resúmenes descoloridos a través de la prensa para consumo del gran público (1).
(1) El ejercicio del periodismo en el Ecuador está limitado por varias razones; 1) Porque las empresas
capitalistas no siempre dicen toda la verdad y a veces ni siquiera parte de ella. 2) Porque el intelectual
verdadero no esta incorporado a la cultura ecuatoriana. Es un ente periférico que no puede vivir de su trabajo
intelectual y se ven precisado a subsistir de alguna otra profesión u oficio, dedicándole a lo suyo cierta horas
libres. Por eso no tiene un espacio propio, es postergado, menospreciado, sufre, se desespera, etc.
Mas, el 88, Juan Fernando Salazar le convenció de que colaborara para "El Comercio", y así lo ha venido
haciendo con temas Filosóficos, Problemas Culturales y Literarios Latinoamericanos y Asuntos de Política
Internacional, de preferencia relacionados con la crisis en que vive sumergida su patria El Salvador.
Actualmente también escribe artículos largos para revistas especializadas como "Nariz del Diablo" que edita en
Quito "El Centro de Investigaciones y Estudios Socio-Económicos CIESE" y dirige Julio Echeverría.
Tiene en preparación una autobiografía que provisionalmente ha titulado "Bajo el signo de Cáncer", de la que
conozco su primer capitulo, texto de sumo interés por los problemas que plantea. Igualmente está terminando
su tesis doctoral que trata sobre "La idea de Filosofía en Augusto Salazar Bondy" iniciada en 1975. (2)
Entre sus mayores aspiraciones intelectuales desea: 1) La integración de la Filosofía y las Ciencias Sociales en
el Ecuador, porque considera que la Filosofía solo se constituye en un saber riguroso y formal a través de
saberes determinados, no está llamada a aportar soluciones pragmáticas ni contenidos o sabiduría; es pues, un
grado de formalización del saber que surge en un momento dado en cada sociedad. Y siendo una ciencia
abstracta y elaboradora de niveles de inteligibilidad, el saber filosófico no es un saber de autodidactas aislados
y tiene forzosamente que referirse hacia discursos constituidos que expliquen una realidad y que impliquen un
grado de desarrollo intelectual. Por eso es una integración de saberes que responden a un problema de la
sociedad, de lo contrario se volvería un saber ilusorio; y 2) Un nivel de formulación de la Cultura
Latinoamericana en su aplicación para el Salvador y para el Ecuador, sus Patrias. Esta aspiración surge en él
porque en la actualidad existe una dispersión de interpretaciones de la cultura que no había antes. Por los años
50 cada país pensaba que tenía una identidad propia aunque el ejemplo del Ecuador es más tardío. Con el
desarrollo creciente del materialismo se rompieron las identidades nacionales y comenzó una crisis de saberes
girando en tomo al marxismo como factor aglutinante de buena parte de la inteligencia ecuatoriana, ya que la
derecha ha sido mas clasificatoria o taxonómica y por ende menos creadora y productiva y no tiene mucho que
ofrecer; sin embargo, de ello, se ha venido aprovechando de los medios de comunicación social, que sólo
ofrecen soluciones neutras y no críticas.
(2) Augusto Salazar Bondy nació en Lima en 1925 y falleció de 50 años en 1975. Estudió Filosofía en la
Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos de Lima. Hizo estudios de especialización en el Colegio de
México y en las Universidades de París y Munich. De regreso a Lima ejerció la cátedra en la década de los años
60, cultivando al comienzo la Fenomenología y especializándose en Axiología y Etica. Con Manuel Mejía Valera
investigó en el campo de las ideas cuando ya había publicado "La Filosofía en el Perú" en 1954, "Irrealidad e
Idealidad" y "La epistemología de Gastón Bachelard" el 58. El 63 integró el movimiento Social Progresista que
impulsó la candidatura presidencial de Alberto Ruiz Eldredge. El 65 dio a la luz pública su libro fundamental
"Historia de las ideas en el Perú contemporáneo" en dos gruesos volúmenes, obra que ha sido calificada con los
más altos conceptos por la crítica internacional, que la ha presentado como libro modelo en su género para
Latinoamérica . Salazar Bondy utilizó gran parte de los materiales enumerados por Mejía Valera en sus
"Fuentes para la Historia de las Ideas filosóficas en el Perú y presenta el cuadro de lo que llama "Ideas
Filosóficas" del Perú en esos días, combinando los elementos filosóficos con los políticos para suscitar
sentimientos y juicios, lo que en cierta forma le quita validez científica plena, aunque en ello solo siguió el
ejemplo unilateral de Marcelino Menéndez y Pelayo en su "Historia de los Heterodoxos españoles". Por eso su
obra siempre fue a mitad de la Filosofía pura y de la Literatura nacional para relievar las raíces ideológicas de la
vida y espíritu del Perú. Con Haya de la Torre, Moriátegui, de la Riva-Aguero, Mejía Valera, Luis F. Larco y Luis
Alberto Sánchez conforman la primera línea de pensadores del Perú en el siglo XX. Siempre quizo ser un
filósofo puro pero la dura realidad socio-política de su Patria se lo impidió. Entre el 68 y el 75 colaboró con la
dictadura de Velasco Alvarado y dirigió la reforma de la enseñanza peruana en el Ministerio de Educación. Su
inesperada muerte le impidió terminar esa obra. Junto a su hermano Sebastián, cuya biografía puede varse en
el Tomo V. de este Diccionario, constituye un raro ejemplo de genialidad familiar, de difícil repetición en el
futuro. Su magna obra y su ejemplo de Filósofo puro al servicio de las realidades de sus Patria, es digno de
admiración.
De estatura más bien elevada, tez trigueña, rostro amplio y simpático. Como profesor es moderado en todo y
cuidadoso al hablar. Siempre lo hace con propiedad, pensando y actuando con cierto señorío innato en él. Como
escritor es una de las mentalidades más lúcidas en el país y sus artículos crean opinión.
Comprometido con el futuro y el progreso en íntima relación con "el interior del hombre y el exterior del
universo" de los pocos periodistas que ejercen el extraño oficio de la sospecha conciente en rechazo del
stablishment.
Veinte años después de la desaparición de Hernán Malo, ¿tiene sentido volver a leer su
producción filosófica? ¿hay cuestiones pendientes? El mundo intelectual ecuatoriano e
internacional ha cambiado mucho desde 1983 pero todavía más desde el 68, cuando
comenzó sus clases en el San Gregorio, y de los años setenta donde está buena parte
de su producción intelectual. Ese mundo se ha desvanecido y no tiene ningún sentido
querer revivirlo como tal. Es tan lejano que parece provinciano, un tanto ingenuo y
sobre todo inacabado.
Malo no aspiró a la serena eternidad de las ‘obras completas’ ni a la obra filosófica
convertida en monumento, peor en leccionario moral por más secular que fuese.
Privilegiaba a la filosofía como pregunta e insistía, al revisar en clase las obras de los
pensadores que escogía como interlocutores, lo que él llamaba a menudo insights:
intuiciones decisivas y problemáticas de la condición humana que exigían el concepto.
Malo perteneció a la ‘cultura del fragmento’, y aunque nunca le escuché hablar de
Walter Benjamin, seguramente le hubiese encantado. Sin embargo, por su formación,
no podía dejar de pensar en el lugar del ‘sistema’ en el pensamiento. Esa tarea se la
dio a los ‘Cayetanos’, los fieles discípulos y organizadores de los sistemas de los
grandes pensadores, ‘modestos en estatura intelectual’, pero benéficos y necesarios.
Sin los Cayetanos, el peligro de la filosofía para Malo era que las intuiciones se
disolviesen y todo ‘terminara en poesía’... Lo que no impedía, en medio del análisis de
Platón o de Plotino, traer un verso de Horacio o una cita del Edipo en Colono de
Sófocles.
Sin hacer concesiones a la nostalgia o a las exigencias historicistas, la relectura de
Malo es válida. Hay cuestiones pendientes. Su pasión por el fragmento, por el mito,
por el cuestionamiento, eran los síntomas de “la crisis de la razón”, entendida como el
agotamiento del discurso moderno, prometeico y lineal.
En sus textos, la cuestión de la muerte atraviesa todo su pensamiento. El asombro
ante la fragilidad de nuestra existencia y los esfuerzos de filósofos y culturas por
conjurarla. Gracias a ello fue un hombre de un profundo sentido del humor. De ironía.
La ironía solo existe en mentes cultivadas e inteligentes. Surge de la permanente
contradicción de nuestras existencias. Malo se burlaba de lo solemne. Lo solemne
entendido como aquello que pone límites a la vida.
La seriedad de sus textos es engañosa: hay que buscar su mirada chispeante, su
acentuación intencionada, el conflicto en que metía a los filósofos, sus ironías, sus
silencios en la clase. Sus escritos, son diálogos sobre tres o cuatro cuestiones
fundamentales. Como nadie, sentía la trivialidad de la vida, sus comedias y dramas.
Por ello, cuando había tiempo, imitaba a los personajes que nos rodeaban.
Veinte años después hay que ir al Malo de los fragmentos, de la ironía, del fracaso del
discurso moderno, de la risa. No para ‘rescatar’ más discursos modernos, sino para
asombrarnos de cuánto hemos cambiado.
Biografía
Desde 1959 y hasta 1961 vivió en Nazareth, Israel, junto al sacerdote Paul Gauthier,
trabajando como carpintero. Esta experiencia en medio oriente determinó su futura
reflexión, porque allí tuvo la oportunidad de vivenciar al pobre como excluido.
En 1968 regresó a Mendoza para dar Ética en la Universidad Nacional de Cuyo. Entre
1969 y 1973 comenzó una prolífica etapa de su reflexión, cuyo resultado son
importantes publicaciones. Acusa un profundo influjo de Heidegger y Husserl, sin
embargo, su lectura de Emmanuel Lévinas le produce, según sus palabras, el "despertar
del sueño ontológico".
Junto con otros filósofos argentinos como Mario Casalla, Carlos Cullen, Oswaldo
Ardiles, Juan Carlos Scannone, Rodolfo Kush, Horacio Cerruti Guldberg, Arturo
Andrés Roig y Julio de Zan crea el movimiento conocido como filosofía de la
liberación, cuya presentación en público ocurrió durante el II Congreso Nacional de
filosofía realizado en la ciudad de Córdoba en 1972. Algunos meses después el grupo
publica el libro colectivo Hacia una filosofía de la liberación latinoamericana,
considerado el primer manifiesto de la filosofía latinoamericana de la liberación.
Durante la primera década del siglo XXI Dussel formó parte del Grupo
modernidad/colonialidad, el más importante colectivo de pensamiento poscolonial en
América Latina.
idea político-social de liberación
Francisco Miro-Quesada fue por años el ideólogo de Acción Popular. Para Miró-
Quesada es fundamental la concepción de un Humanismo Situacional, postulado no en
nombre de ideas, sino del reconocimiento de la condición del hombre del otro.
En el primer gobierno del Arq. Fernando Belaunde Terry, fue nombrado Ministro de
Educación Pública (1963-1964), pero renunció al cargo al ser censurado por el
Parlamento compuesto en su mayoría por la coalición de los partidos Apra y Unión
Nacional Odrística.
FRANCISCO MIRO-QUESADA
Según este principio "a toda norma corresponde una proposición verdadera"- aunque la
inversa no sea cierta -, lo que posibilita "una aplicación directa de la lógica
proposicional a la derivación normativa". Despertar y Proyecto del Filosofar
Latinoamericano, (1974) sostiene que en el Filosofar Latinoamericano hay cuatro
generaciones: la primera es la de los "patriarcas" o "fundadores", la segunda es la de los
"forjadores", la tercera es la generación "técnica" y la cuarta es la provisionalmente
última. Miró-Quesada habla de Filosofar y no de Filosofía Latinoamericana.
Francisco Miró-Quesada C. fue por años el ideólogo de Acción Popular. Este partido
fue fundado por Fernando Belaúnde Terry, que procuró delinear su doctrina en La
conquista del Perú por los peruanos (1959), Pueblo por pueblo (1960) y El mestizaje de
la economía. En estos libros, en sus manifestaciones y proclamas, Belaúnde planteó las
tesis de "el Perú como doctrina" de Acción Popular, que se fundamentaría sobre todo en
la gran tradición del Imperio Incaico. Miró-Quesada trató de desarrollar este
planteamiento en La ideología de Acción Popular (1964) y en Manual ideológico. En su
opinión, los principios que dicho partido toma del pasado son la "tradición planificadora
del Perú, la acción popular y la justicia agraria". Es fundamental para Miró-Quesada, la
concepción de un humanismo situacional, postulado no en nombre de ideas, sino del
reconocimiento de la condición del hombre del otro.
Docencia
Cargos desempeñados
Miró Quesada Rada ha sido Subdirector del diario El Comercio de Lima entre 1986 y
1999 y regidor de la Municipalidad Metropolitana de Lima entre 1993 y 1995.
Asimismo, se ha desempeñado como embajador del Perú en Francia entre el año 2005 y
julio del 2006.
Obras
Reconocimientos
Aporte
Enrique dussel
PROBLEMA CIENTÍFICO
El pensador Enrique Dussel, ha tratado de ofrecer un proyecto emancipatorio original
para América Latina. En la primera etapa de su labor intelectual, se desentiende de todo el
pensamiento filosófico anterior, incluyendo al de Marx. Posteriormente se presenta como
un seguidor de este. ¿El proyecto emancipatorio dusseliano ofrece una solución original y
racional para los múltiples problemas del hombre americano, a partir de la asunción de la
doctrina marxista? ¿Es su doctrina ético filosófica un paradigma emancipatorio progresista
y antiimperialista, según plantean el propio Dussel y otros autores, o constituye su obra una
exposición teórica de carácter ambiguo, reaccionaria y antimarxista?
HIPÓTESIS
El pensamiento de Enrique Dussel, en cada una de las etapas de su desarrollo,
utiliza elementos de la filosofía anterior, a pesar de negarla sistemáticamente y
no constituye un paradigma liberador por la posición nihilista, contradictoria
y manipuladora que asume con respecto al marxismo.
ENRIQUE DUSSEL
Busca de un diálogo más amplio que le diera vigencia a esta teología más allá de los sectores
eclesiásticos, algunos de los cuales adversaban militantemente este pensamiento teológico.
La carrera de Dussel comenzó en Argentina, pero tuvo que exiliarse a México en los años 70
tras ser acusado de marxista, censurado por la dictadura y sufrir un atentado contra su vida.
CARLOS PALADINES ESCUDERO
ENSAYISTA-- Nació el 1° de Enero de 1947 en Loja y fueron sus padres Carlos Paladines Suquilanda, natural de Macará, comerciante
en Quito, dueño de un almacén de telas en la esquina de las calles Diez de Agosto y Sucre y de Georgina Escudero Correa, nacida en
Celica, Provincia de Loja.
Fue el mayor de tres hermanos y cursó el primer grado de la escuela fiscal Miguel Riofrío y los restantes en la José Antonio
Eguiguren de los Hermanos Cristianos que le quedaba más cerca. Siempre fue un buen alumno y en la secundaria le enviaron
interno al Colegio Loyota de los jesuitas de Quito. Los fines de semana visitaba diversas casas de parientes.
En 1964 se graduó de Bachiller, cursó un año en la Facultad de Derecho de Loja y sintiendo que no te gustaba la profesión de
abogado, se aburrió y salió. Entonces le llamaron para la secretaria de Comunicaciones del Consejo Provincial donde tampoco se
halló cómodo.
El 66 decidió ingresar al Noviciado jesuita de Cotocollao movido mas bien por su deseo de instruirse que por sentimientos religiosos,
pero en ese tiempo aun no lo sabia y estudió Teología dos años hasta que comprendió que únicamente le interesaba la Filosofía y se
fue a vivir con varios amigos en un departamento de la Montes y Díaz Hidalgo. Para subsistir dio clases de Filosofía, Lógica y Etica
en el colegio San Pedro Pascual de los Mercedarios y entró a la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica, colaborando en el 69
en la revista Omega con dos artículos. Uno sobre la revolución de los jóvenes contra De Gaulle y otro sobre el nuevo rumbo de la U.
Católica. El 70 fue profesor de Filosofía en el Colegio San Gabriel pues no se había distanciado de los jesuitas. En julio del 71 se
Licenció de Filosofía y como el Rector Hernán Malo González, S.J. había iniciado una gran labor de renovación en dicho centro de
estudio, fue contratado como profesor, a pesar de su Juventud y poca experiencia.
A principio de 1973 fue enviado a un curso sobre Pensamiento Latinoamericano en la Universidad de Cuyo en Mendoza (Argentina)
pues se quería fundar un Departamento independiente de Filosofía, robusteciendo esa área de Pensamiento Latinoamericano.
En Cuyo tuvo la oportunidad de tratar a distinguidos catedráticos y entre ellos a Arturo Andrés Roig, también participó en la Semana
Académica sobre dependencia cultural en América Latina que celebró la U. Católica de Buenos Aires en Agosto y contrajo matrimonio
por poder con su novia de Quito. Rita Camacho Muñoz, natural de Ibarra, con quien tiene tres hijos.
A finales del 73 regresó a Quito y enseñó Filosofía de Hegel en la U. Católica, consiguiendo del Rector Malo González la contratación
de varios maestros argentinos que salieron de su patria por la represión militar que se vivía entonces. Entre ellos llegaron a Quito
Ricardo Gómez máximo exponente de la lógica en ese país; Rodolfo Acogía a quien acababan de asesinarte un hijo -lo fusilaron los
militares en la puerta de su casa- y el propio Arturo Andrés Roig, quien inmediatamente publicó unos "Esquemas para una Historia
de la Filosofía Ecuatoriana" en 145 paginas, que inició una toma de conciencia con la forma del pensar filosófico ecuatoriano.
El 74 Paladines pasó a enseñar Filosofía de Hegel en la U. Católica y le designaron Coordinador del Departamento de Filosofía con S/.
5.000 mensuales de sueldo. El 75 ascendió a Director Encargado y el 77 a Director Titular. Mientras tanto, en julio del 75, se había
doctorado en Filosofía con la tesis "El Discurso Filosófico y el Discurso Político. Su estudio en Roger Garaudy", el 76 fue electo
Miembro fundador y primer Presidente de la Asociación de Profesores de la U. Católica de Quito y colaboró en la revista de la U. C.
con un artículo largo titulado "Presencia de Hegel en América" y con otro para la revista de la U. Central "Metodología de la
investigación Filosófica". Igualmente coordinó los tres primeros Encuentros ecuatorianos de Filosofía realizados en Quito 76, Cuenca
77 y Quito 78, año en que su Departamento de Filosofía editó un libro sobre "Eugenio Espejo, conciencia critica de su obra" en 369
pags. con novedosos ensayos de diferentes autores. (1)
Dicha obra se originó en el redescubrimiento en 1975 en Cuenca, del juicio seguido contra Espejo, que posiblemente había sido
trasladado a principios de siglo por Alberto Muñoz Vernaza. El encuentro de esos viejos papeles le motivó a estudiar a profundidad el
pensamiento vivo del Precursor.
En 1977 comenzó a programar con otros profesores de Filosofía, sobre todo con el grupo de maestros argentinos, la Biblioteca
Básica del Pensamiento Ecuatoriano, empeño que llevó varios meses de intensa investigación. Finalmente, en colaboración con la
Corporación Editora Nacional y el Banco Central, comenzaron a salir los primeros volúmenes. Paladines prologó y seleccionó los
textos del Tomo XI correspondiente al Pensamiento Ilustrado Ecuatoriano y del Tomo XXXIII del Pensamiento Pedagógico
ecuatoriano que apareció en 1988.
(1) En el encuentro ecuatoriano de Filosofía de 1978 presentó como ponencia unas "Notas Sobre Metodología de investigación del
Pensamiento Ecuatoriano, a tiempo que dirigía un Seminario Sobre Pensamiento Ecuatoriano, fruto del cual fue la compilación de
escritos sobre Espejo, con estudios de Carlos Freile Granizo, Samuel Guerra Bravo, Jaime Peña Noboa y Carlos Paladines Escudero,
quien trata sobre el Pensamiento Económico, Político y Social de Espejo dentro de la realidad de miseria y estancamiento que vivió la
Audiencia de Quito a fines del siglo XVIII. El libro constituyó un esfuerzo de rescate del pensamiento de Espejo, con novedades y
abundante bibliografía, abrió nuevas rutas para desmitificar al Precursor y volverlo más humano y al mismo tiempo más real.
El 77 también asistió al Congreso Interamericano de Filosofía celebrado en Caracas. El 78 al Simposium sobre Coordinación y
difusión de los estudios Latinoamericanos en México.
Entre el 79 y el 81 estudió becado en la Universidad de Eslangen, Alemania. Primero siguió un curso completo de idioma alemán y
luego otro sobre investigación del Pensamiento Romántico Alemán y su relación con el ecuatoriano. A su regreso fue designado
Director ejecutivo de la Corporación Editora Nacional y en Agosto pasó a la Subsecretaría del Ministerio de Educación, llevado por el
Dr. Claudio Malo González, donde permaneció hasta el 84, habiéndole correspondido encargarse del portafolio por tres ocasiones, en
ausencia del titular.
Entre 1983 y el 84 asistió como representante del Ecuador a numerosas reuniones internacionales, formó parte del Comité editor de
La Nueva Historia Nacional que dirigió el Dr. Enrique Ayala Mora, se preocupó de los lineamientos de la reforma educativa, la
educación técnica, el mejoramiento de alumnos y maestros con criterio realista. Muestra de ello son otros tantos folletos publicados
durante ese periodo.
En 1985 la U. Católica le encargó la Dirección del Centro de Estudios Latinoamericanos CELA. y de la revista "Historia de las Ideas".
También coordinó para el área andina la Sociedad Latinoamericana de Estudios sobre América Latina y El Caribe SOLAR, y fundó el
Centro para la Investigación y el desarrollo de la Educación CENIDE. que preside hasta hoy.
De esa época es su estudio en 32 pags. sobre el Padre Juan Magnin, S.J. Precursor de la Filosofía Moderna en la Real Audiencia de
Quito.
El 86 fue Designado Rector del Colegio Dalcroze y colaboró con otros historiadores en la elaboración de un tomo sobre el
Pensamiento Latinoamericano en el siglo XX. A fines de año comenzó a redactar por capítulos una obra sobre el "Sentido y
Trayectoria del pensamiento ecuatoriano" que entregó al Banco Central para su publicación y recién ha salido en 415 pags. en 1993.
El libro está dividido en capítulos sobre el Movimiento Ilustrado, el Romántico y el Racionalista con sus conclusiones sobre el sentido
y trayectoria del pensamiento ecuatoriano durante la Modernidad y fue dedicado a Hernán Malo González; obra impactante, ofrece
una visión en conjunto del pensamiento ecuatoriano en la etapa moderna que va desde mediados del siglo XVIII hasta finales del
XIX y principios del XX cuando ocurre el colapso del Liberalismo Clásico y se puso al descubierto la crisis y obsolescencia del
pensamiento moderno, de suerte que Paladines ha dejado el restante material para un segundo volumen que tratará sobre el
Pensamiento Contemporáneo Ecuatoriano.
Ejecutar un plan de acción tan novedoso y al mismo tiempo recopilar material tan poco conocido, implicaba una tarea improba de
investigación y creación que su autor ha cumplido con honores, de suerte que esta obra se convirtió desde su aparición en un clásico
de las letras nacionales, teniendo únicamente que lamentarse el criminal descuido del Banco Central por haberla mantenido tantos
años inédita.
En Octubre del 86 regresó a su cátedra de la U. Católica y entre el 87 y el 89 concurrió a varios Seminarios. En Córdova de la
Argentina le nominaron miembro del Comité Latinoamericano del Congreso Internacional Extraordinario de Filosofía.
Entre el 89 y el 91 asistió a Encuentros sobre Filosofías de las Ideas en Lisboa y Munster. El 89 ingresó a la Casa de la Cultura
Ecuatoriana y fue designado Asesor de la Municipalidad de Quito. El Alcalde Rodrigo Paz le confió la planificación y dirección del
instituto de Capacitación Municipal, la institución esta considerada como modelo en la República, funciona en la antigua Casa del
Toro y tiene por objetivo capacitar a los burócratas.
El 91 fundó y presidio la Red Latinoamericana de Entidades de Capacitación Municipal y dirigió un trabajo de investigación en el
C.O.N.U.E.P. sobre "Teoría y Critica del Pensamiento Liberal Ecuatoriano". El 92 comenzó un prólogo para un libro sobre la labor de
las dos Misiones Pedagógicas Alemanas que trabajaron en el Ecuador desde 1912.
Carlos Rojas
BIBLIOGRAFÍA
Ensayo: Entre la ira y la esperanza (Quito, 1967); Dos estudios literarios (Cuenca, 1968); Literatura
ecuatoriana (Buenos Aires, 1968); El proceso de dominación política en el Ecuador (México, 1972); El
desarrollo del capitalismo en América Latina -Premio Ensayo Editorial Siglo XXI- (México, 1977);
Teoría social y procesos políticos en América Latina (México, 1979); Lecturas y rupturas (Quito, 1986);
La teoría marxista (Quito, 1987); Tiempos conservadores. América Latina y la derechización de
Occidente -compilador- (1987); Las democracias restringidas de América Latina en la frontera de los
años 90 (1989); Literatura y conciencia histórica en América Latina (Quito, 1993).
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Agustín Cueva
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[editar] Obras
AGUSTÍN CUEVA
conmoción
intelectual provocada por la caída de los regímenes del Este, época
que hizo pensar a muchos en la muerte del marxismo y de todo
pensamiento crítico, el “fin de la historia”.
A poco más de una década, el proyecto de la derecha que en
la euforia del derrumbe de la urss parecía eterno, ha perdido su
impulso. El neoliberalismo está en decadencia y la izquierda experimenta
un rápido proceso de reagrupamiento. Se ha iniciado,
sin dudas, el viraje del péndulo de la historia: la resurrección de
la crítica social, fundamento del resurgimiento de la crítica teórica
y política.
En Europa y los Estados Unidos se habla del retorno de Marx,
y en las grandes concentraciones del movimiento antiglobalización
y de los foros de Porto Alegre, los grandes temas y categorías
del pensamiento crítico han retornado con fuerza. Se trata, sin
duda, de un nuevo pensamiento y de una nueva crítica teórica.
Agustín Cueva, una de cuyas características fue la extrema sensibilidad
para el curso de los tiempos, nos invita a pensar desde
hoy y no desde el pasado.
Ecuador
Esta crítica es no sólo carece de fundamento, pero también es ciego a la dialéctica de las
ideas. Es
carece de fundamento porque Dussel ha llevado a cabo uno de los análisis más extenso
de América Latina
pensamiento crítico y emancipatorio autóctona.
René Báez *
Tiempo y pensamiento
Conocí a Agustín Cueva una noche del 68, en una asamblea de docentes de la Universidad Central
convocada para debatir sobre los rumbos de la Institución en un momento signado por una gran
polarización política e ideológica dentro y fuera del campus universitario.
A la sazón se desempeñaba como rector de la Central, Juan Isaac Lovato, connotado tratadista de
Derecho Civil, cuyo prestigio, sin embargo, se había visto menguado por su reciente pasado
colaboracionista con la Junta Militar de Gobierno (1963-1966), identificada por su convicto, confeso y
práctico anticomunismo. Casi huelga señalar que la presencia de Lovato venía exacerbando la
confrontación entre los partidarios de una Universidad anclada en un funcionalismo servil al statu-quo y
los militantes por una Universidad desalienada, crítica y comprometida con la transformación y la
liberación de la sociedad ecuatoriana.
Aquella inolvidable noche, el joven y elegante sociólogo Cueva, luego de escuchar a sus colegas
girondinos, con sólidos y transparentes argumentos refutó las tesis funcionalistas.
Desde 1969, ya en el rectorado del eminente Manuel Agustín Aguirre y su proclamada II Reforma
Universitaria, Agustín Cueva y yo iniciamos una entrañable amistad que me dio el privilegio de admirar
paso a paso su rutilante y fecunda tarea intelectual, política y humana.
Tiempos de rebeldía y creatividad. A resultas del "deshielo" estalinista y del ascenso de los movimientos
de liberación nacional (Indochina, Argelia, Congo), la humanidad vivía en el decenio de los 60 una
conmoción multifacética: política, teórica, ética, estética, erótica. Los vientos del cambio y el compromiso (
engagement ) golpeaban incluso en instituciones conservadoras como la Iglesia Católica: Concilio
Vaticano II, Conferencia de Medellín, Grupo Golconda.
Casa adentro, tiempos de creencias y contestaciones: el socialismo con "sabor latino" de los cubanos, la
crítica del reformismo proimperialista de la Alianza para el Progreso, proliferación de grupos guerrilleros.
Y, específicamente en el Ecuador, tiempo de la resurrección y el "destape" de la izquierda marxista,
especialmente proletaria y estudiantil,
En este clima cultural, político y emocional surge y florece el pensamiento de Agustín Cueva.
En un lúcido y testimonial análisis del tiempo histórico que vivió nuestro mayor científico social, Alejandro
Moreano escribe:
Ciertas vidas se corresponden tan profundamente con la época que ciclos vitales y ciclos históricos son
idénticos. La vida intelectual de Agustín fue una sola con la época excepcional que nació con la
Revolución cubana y culminó con la crisis del Este europeo...
En la primera fase vivió un doble tránsito: del ensayo literario y social a la investigación sociológica; de
una formación clásica -Max Weber, Durkheim- al marxismo...
(Una tercera fase)... la década perdida, la de los ochenta,... la época de los programas de ajuste, derrota
de los proyectos nacionales y funcionalización de las economías y los Estados latinoamericanos a los
procesos de globalización de la economía y del poder...
En contraste con las concepciones subjetivistas de los voceros del establishment , Agustín Cueva asume
y aplica creativamente el enfoque teórico-metodológico marxista, fundado -como se conoce- en los
principios del movimiento interactivo de las cosas, la totalidad, la historicidad, la criticidad.
... mi proceso de adhesión al marxismo -escribirá en "Veinte años después", su exquisito prólogo a la
segunda edición de Entre la ira y la esperanza - obedeció, en proporciones probablemente equiparables,
tanto a una opción ético-política como a la fascinación por la única ciencia social (el materialismo
histórico) que jamás pierde de vista la totalidad del hombre y de su historia, que aspira siempre a
reconstituir.
El marxismo de Agustín Cueva, abrevado de las fuentes originales del pensamiento socialista europeo, no
fue en sus manos un cuerpo teórico-metodológico frío y dogmático, sino más bien un instrumento flexible
-"el análisis concreto de la realidad concreta"- conforme lo demostró a lo largo de su vasta producción,
siempre retroalimentada en el fluido de la vida.
Podríamos decir con Pávlov que los hechos fueron las alas de su ciencia, lo cual, por cierto, no le impidió
condenar al empirismo como a la barbarie del pensamiento.
En su ensayo de defensa del marxismo "El análisis dialéctico: requisito teórico y a la vez político" llega a
decir:
...el problema no puede plantearse en términos de "fidelidad" o "infedelidad" a textos (marxistas) que no
tienen el rango de sagrados; sino que de lo que se trata es de averiguar si, dejando de lado el método
dialéctico, es o no posible lograr un conocimiento cabal y dinámico de la realidad social.
A guisa de ilustración: en el citado prólogo a Entre la ira y la esperanza confiesa que su maestro más
admirado en La Sorbona fue nada menos que Raymond Aron, el gran filósofo derechista; así como su
rechazo al "realismo socialista", escuela estética de cuño estaliniano que tanto sedujera a literatos y
artistas del mundo entero.
Desde su vigorosa contextura teórica y moral, paradójicamente envuelta en un temperamento nervioso y
hasta tímido, el compromiso unitario y vital de Agustín Cueva no fue otro que canalizar la totalidad de su
caudalosa energía a la causa de la liberación de América Latina y a la ulterior cristalización de la justicia.
Profeta de "letras armadas", buscó cumplir esa vocación autoimpuesta hurgando de modo omnilateral en
la realidad pretérita y contemporánea de nuestro países.
Fernando Tinajero, compañero de Agustín en las aulas de Derecho de la Universidad Católica, destacaba
ese compromiso unitario y definitivo de nuestro gran pensador en un ensayo memorable y metafórico al
que denominara "Informe subjetivo", donde se puede leer:
...un fragmento de Arquíloco... dice así: "muchas cosas sabe la zorra, pero el erizo sabe una sola y
grande". Isahiah Berlin se ha valido de este verso arcaico para distinguir aquellos autores que "relacionan
todo con una única visión central", y aquellos otros que "persiguen muchos fines, a menudo inconexos y
hasta contradictorios".
...la distinción de Berlin es, desde luego, sugerente. La primera categoría correspondería a los erizos; la
segunda, a las zorras. Según el mismo autor, "Dante pertenece a la primera categoría, Shakespeare a la
segunda; Platón, Lucrecio, Pascal, Hegel, Dostoyevski, Nietzsche, Ibsen y Proust son, en distinta medida,
erizos; Goethe, Puschkin, Balzac y Joyce son zorras"...
Erizo a carta cabal, (Agustín Cueva) apostó de una vez por todas a lo que consideró verdadero, y como
en otro tiempo Mariátegui, mantiene su elección fundamental.
Radiografía de su obra
El aporte de Agustín Cueva a la cultura nacional y continental cubrió el amplio espectro disciplinario de la
historia, la sociología, la economía, la política, la filosofía y la crítica literaria. Campos del saber asumidos
y cultivados -conforme dijimos- como elementos íntimamente relacionados con el ser y devenir de Nuestra
América.
La línea fundamental de reflexión y creación que se impuso fue la interpretación del proceso histórico
continental y nacional, tarea siempre pensada como medio de identificar las causalidades del presente y
los vectores del porvenir.
Su primera incitación fue el Ecuador, patria amada y amarga de la cual se mantuvo exiliado incluso
cuando convivió entre nosotros.
A la exégesis de la evolución nacional dedicó sus dos primeros libros: el ya citado Entre la ira y la
esperanza y El proceso de dominación política en el Ecuador .
El primero de ellos, originalmente editado por la Casa de la Cultura, en 1967, contiene un penetrante e
iconoclasta ensayo sobre las manifestaciones literarias y artísticas más conocidas de autores
ecuatorianos producidas entre el inicio de la época colonial y la primera mitad de este siglo.
Ensayo incisivo y colérico pone al descubierto la condición colonizada y servil de la mayoría de nuestros
intelectuales, tan proclives a la imitación y a las caricias del poder.
Por cierto, el prisma rigurosamente crítico de Cueva no impide y, por el contrario, le permite, alumbrar
mejor la autenticidad y calidad estética de autores como Espejo, Montalvo, los "decapitados", Icaza,
Carrera Andrade, el Grupo de Guayaquil, Pablo Palacio, Los Tzántzicos y algunos más.
Sintéticamente, Entre la ira y la esperanza a la par que desnuda y hasta ridiculiza a la transplantada y
oropelesca cultura de nuestras clases dominantes, recupera las formas y contenidos genuinos y, por lo
mismo, universalizantes de algunas de las creaciones nacionales. De este modo, traza las grandes rutas
por donde han de transitar los escritores y artistas verdaderos del presente y del futuro.
El proceso de dominación -ensayo que recibiera una distinción de la Casa de las Américas, compartida
con Eduardo Galeano y su clásico Las venas abiertas de América Latina - comprende una diáfana y
refrescante lectura del devenir social y político nacional en el período que se abre con la Revolución del
95.
Visto en retrospectiva, este nuevo aporte de Agustín Cueva habría constituido el acontecimiento
fundacional de la moderna historiografía ecuatoriana, especialmente porque introduce por primera vez en
nuestro medio la metodología dialéctica y estructural, que permite una aprehensión de la historia como un
proceso totalizante.
Al resonante éxito de El proceso -me cupo el honor de ser su primer editor y en esa condición verificar la
calurosa acogida del público- debe atribuirse en gran medida la suerte de apoteosis que vivieran las
ciencias sociales ecuatorianas en los años 70.
Hacia 1988, según recordaba el propio Agustín en el prefacio a una edición nuevamente actualizada, el
libro había acumulado al menos dieciocho apariciones, incluida una publicación "pirata" en inglés.
El erudito argentino Roberto Agoglia catalogó a El proceso en el rango más alto de la historiografía
ecuatoriana.
El veredicto del público no ha sido menos concluyente: El proceso es el trabajo de autor ecuatoriano que
más ediciones ha merecido.
Las contingencias de la vida política ecuatoriana, concretamente el "autogolpe" de Velasco Ibarra en 1970
y la automática clausura de la rebelde Universidad Central, en la cual Agustín se desempeñaba como
director de la Escuela de Sociología, catedrático de la Facultad de Economía y responsable de la revista
Hora Universitaria , le llevan a radicarse en Chile primero y en México a partir de 1972.
En este último país y como una proyección natural de sus inquietudes académicas y políticas, luego de un
colosal esfuerzo investigativo en la UNAM, Cueva concluye y publica su monumental El desarrollo del
capitalismo en América Latina , libro en el cual, a partir de un riguroso y laborioso escrutinio de los
procesos particulares de nuestros países, culmina elaborando la lógica general de la formación y
reproducción del "subdesarrollo" de nuestra atribulada región.
El estudio es prontamente identificado como la interpretación más completa del devenir de América
Latina, consagrando continentalmente a nuestro compatriota.
Ensayo premiado por Siglo XXI y publicado recurrentemente por esa misma casa editorial a partir de
1977, ha sido traducido al japonés, holandés y portugués. Su décima tercera edición en castellano (1990)
incorpora un posfacio donde disecciona con su característica erudición la "crisis de alta intensidad" que
vive la región en vísperas del tercer milenio.
Grandes temas teóricos y metodológicos como la dependencia, los modos de producción o el análisis
dialéctico son discernidos con sus habituales profundidad y claridad. Igualmente procesos históricos de la
significación de la experiencia chilena que encabezara Salvador Allende entre 1970 y 1973 y la
fascitización del Cono Sur en la misma década trágica de los 70. Proceso este último magistralmente
interpretado desde sus determinaciones económicas en la crisis del capitalismo regional y, visioriamente,
desde el proyecto del Gran Capital transnacional y nativo por remarcar su dominio apelando a una
estrategia global que incluye desde el terrorismo de Estado hasta la "remodelación" a largo plazo de
nuestras sociedades. Y que, a fechas más recientes, será impulsada bajo formas democratistas.
Pruebas concluyentes sobre esto último las aporta el propio Agustín Cueva, cuando, por ejemplo, en su
ensayo "La política económica del fascismo", incluido en el libro de marras, identifica los siguientes rasgos
del nuevo proyecto de la dominación del capital financiero internacional sobre nuestro países: i)
desnacionalización de la economía; ii) desmantelamiento del sector capitalista de Estado; iii)
pauperización absoluta de la clase obrera; iv) cancelación del Estado "benefactor"; v) centralización de
capital y vi) transformación promonopólica del agro.
A esto que en años recientes ha dado en llamarse modernización , Agustín Cueva la identifica sin
ambages como la plataforma económica del fascismo y autoritarismo. El componente represión del
modelo -nos explica- está en función del grado de resistencia que le opongan los contingentes laborales y
populares.
Con El desarrollo y Teoría social da inicio a su brillante y nutrida serie de estudios sobre el drama de
Nuestra América; línea de reflexión y producción que no le impiden reiteradas evasiones al campo
complementario de su inquietud: la crítica literaria. Acaso la más notable de tales salidas constituya
Lecturas y rupturas (1986), compilación de estudios de crítica literaria donde profundiza y actualiza su
interpretación de la cultura ecuatoriana iniciada con Entre la ira y la esperanza .
En cuanto a la aludida línea central de interpretación del continente, el propio año 1987 aparece Tiempos
conservadores , publicación colectiva preparada bajo su coordinación y cuyo objetivo medular de análisis
no era otro que "la derechización de Occidente", con las consecuencias que se han venido intensificando:
antitercermundismo, neoliberalismo (bautizado por Agustín como neodarwinismo social), racismo,
xenofobia, discriminación sexual, relativismo moral. Es decir, el prepotente discurso de los Reagan,
Thatcher, Nakasone, Mishima, Kundera, Hayek, Friedman y otros "brujos malvados".
Conforme a nuestro gran pensador, la Nueva Derecha imperial comporta una ofensiva que
pretende borrar la historia del cristianismo por proclamar que todos los hombres son iguales en esencia y
ante Dios; la de la revolución francesa por postular la igualdad junto con la libertad y la fraternidad; la del
marxismo por llegar al extremo de buscar la realización de la igualdad en el terreno material.
En el mismo decenio amargo de los 80 -signado por el triunfalismo del Gran Capital, el hundimiento del
"socialismo real" en el Este europeo y la derrota de los pobres al Sur del planeta- la infatigable y
disciplinada labor académica, la pasión crítica y la indignación moral de Agustín Cueva nos obsequian Las
democracias restringidas en América Latina (1988) y América Latina en la frontera de los 90 (1989).
Las democracias contiene una recopilación de estudios donde pasa revista a las nuevas realidades y las
nuevas ilusiones en la región.
En cuanto a las realidades, examina la agudización de los problemas económicos y sociales del
continente expresivos de la crisis de nuestro capitalismo y de su administración bajo las fórmulas
fundamentalistas dispuestas por la banca internacional y sus altos mandos -tipo FMI, Banco Mundial o
BID- a partir del shock de la deuda de 1982; y, en cuanto a las ilusiones, discierne el carácter formal,
epidérmico y decorativo de la denominada democratización de América Latina, instrumentada después
del repliegue del fascismo en el Cono Sur.
Democracias nostras las denomina irónicamente a las redivivas fórmulas de control social que se instalan
a lo largo del continente en los años 80. Y no es que Agustín Cueva no creyera en la democracia. Su
crítica se endereza a las democracias "sin pan", a las democracia puras que se agotan en el ritual de la
periódica "elección de los elegidos".
En el libro comentado su autor encuentra la oportunidad para denunciar otra de nuestras calamidades
contemporáneas: la emergencia de la "industria del arrepentimiento" (Mario Benedetti) con su séquito de
apologistas y cantores del orden y la democracia burguesas y sus agendas de investigación
generosamente financiadas por gobiernos y fundaciones primermundistas. Agendas que, por cierto, no
han dejado de incluir una farisaica preocupación por los pobres del Sur del planeta.
Las democracias culmina con una disección de El otro sendero , del peruano Hernando de Soto, libro
elogiado nada menos que por Ronald Reagan y distribuido por la AID, que, con sus fábulas sobre el
"capitalismo popular" y el "reino de los microempresarios", se convirtiera en una suerte de Biblia neoliberal
latinoamericana.
El otro sendero -apunta Agustín Cueva- ilustra a cabalidad sobre la magnitud de la contrarrevolución
ideológica y moral que la nueva derecha intenta llevar a cabo en nuestro países...: a través de él el lector
podrá comprobar como la marginalidad -ahora denominada "informalidad"- considerada hasta antes de la
década de los ochenta como la peor expresión de la miseria y el subdesarrollo latinoamericanos, es
enfocada actualmente, por los neoconservadores, como el verdadero "semillero" de empresarios a los
cuales sólo la carencia de adecuadas reglas jurídicas impide convertirse en prósperos capitalistas. Si
hasta hace poco los conservadores tenían aún ciertos escrúpulos éticos que les impedían presentar la
desgracia ajena como si fuese fortuna, en nuestro días, tales "prejuicios" han sido ampliamente
superados: no sólo hay que mantener esa miseria, sino además ufanarse de ella.
En América Latina en la frontera de los años 90, Cueva se sumerge nuevamente en los grandes temas y
problemas contemporáneos del continente: el hundimiento económico-social de la región, el dogal de la
deuda, la lógica de las privatizaciones, la denominada crisis de los grandes paradigmas ("o de la pequeña
realidad", ironiza Agustín), los vericuetos y la vacuidad de las democracias neoliberales, los derechos
humanos, la metamorfosis conservadora de la socialdemocracia, las contestaciones del movimiento
popular.
Testimonios penetrantes y dolorosos, vaticinios certeros, invocaciones urgentes como cuando invita a
recuperar el espíritu del "Che" para enfrentar al Nuevo Orden Mundial..., configuran este nuevo y patético
mural de la América Latina finisecular.
En el umbral de su existencia física, acosado por una implacable enfermedad, Agustín Cueva se
convierte, desde 1990 y hasta su muerte, en uno de los grandes cruzados continentales de la
contracelebración del dominio instaurado contra nuestros pueblos en 1492. Fruto de esa campaña contra
el Reich de los 500 años, que le lleva a recorrer nuevamente la geografía latinoamericana, son sus breves
ensayos "Falacias y coartadas del V Centenario" y "América Latina frente al 'fin de la historia'", en los
cuales persiste en su impugnación sin concesiones al colonialismo de ayer y al neocolonialismo de ahora.
Al tiempo que refuta la tesis liquidacionista de la historia formulada por el ideólogo imperial Francis
Fukuyama.
En enero de 1992, pese a su desigual lucha con la muerte, entrega al editor los originales revisados de
Literatura y conciencia histórica en América Latina , publicado en forma póstuma (1993) con un hermoso y
justiciero prólogo de Fernando Tinajero.
Contiene una selección de artículos de crítica literaria dedicados a identificar, según sus palabras, "como
fue constituyéndose no sólo objetivamente, sino también en lo subjetivo, lo que hoy denominamos
situación de subdesarrollo". Quienes hayan recorrido el libro podrán testificar cómo su obsesión por
explicar la condición esencial del continente le lleva a explorar incluso en los intersticios de la ficción y de
los sueños.
Editado en un delicado volumen (Planeta, 1993), Literatura y conciencia histórica discurre con singular
solvencia sobre la obra de autores en apariencia tan distantes y disímiles como Alonso de Ercilla,
Bartolomé de las Casas, Pablo Palacio, los "decapitados" o Jorge Enrique Adoum. Destaca en el
compendio la reproducción del prólogo escrito por Agustín a dos de las novelas mayores del Nobel García
Márquez: Cien años de soledad y El coronel no tiene quien le escriba , a propósito de la edición de las
mismas por la Biblioteca Ayacucho (Caracas, 1989).
No me queda duda de que, con ese espléndido libro, Agustín quiso subrayar la validez de la sentencia de
Dostoyewski de que "sólo la belleza podrá salvarnos".
Polémico y polemista
La palabra de Agustín Cueva -objetiva y apasionada- no podía menos que generar frecuentes reacciones
y oposiciones.
Las controversias comenzaron temprano en la vida Agustín, prácticamente desde la aparición de Entre la
ira y la esperanza , ensayo que al desmistificar paisajes "sublimes" y "lunares" colocaba en su sitio a la
cultura oficial. En uno de los primeros rounds se enfrentó con Alejandro Carrión, el famoso Juan sin Cielo,
devenido en corifeo del establecimiento.
La novedosa e imaginativa interpretación de Velasco Ibarra como caudillo populista incluida -como ya
dijimos- en su estudio El proceso de dominación política en el Ecuador , desató asimismo el escozor y el
enojo de algunos pontífices y militantes de la izquierda partidaria. Weberiano, ultrista, reformista,
ensayista... fueron algunos de los adjetivos con los que se buscó descalificar al trabajo y a su autor.
La crítica alcanzó su más alta temperatura con la publicación de El mito del populismo (1980), del
sociólogo Rafael Quintero, a la sazón afiliado del Partido Comunista. La investigación de Quintero estaba
enfilada a refutar el enfoque del fenómeno velasquista de Cueva sobre la base de estadísticas electorales
de los años 30, que demostrarían que Velasco Ibarra no habría sido sino una mascarada del Partido
Conservador y, de ninguna manera, el producto de nuevos sectores sociales, ideologías o del carisma del
caudillo, conforme sustentaba Agustín Cueva.
Debate de ribetes escolásticos al que Cueva buscará ponerle una lápida sepulcral con su estudio "Un
tranvía llamado ¿populismo?", publicado como posfacio a la edición de El proceso que realizara Planeta
en 1988.
Una polémica de trascendencia académica continental desató Agustín Cueva -acaso de modo
involuntario- con su ponencia "Problemas y perspectivas de la teoría de la dependencia", presentada en
1973 ó 1974 en un congreso de Sociología que se cumpliera en San José de Costa Rica.
Por esos años, la teoría de la dependencia, formulada por investigadores tan conocidos y reconocidos
como Fernando Henrique Cardoso (actual presidente de Brasil), Gunder Frank, Stavenhagen, Marini, Dos
Santos y otros, disfrutaba de enorme prestigio y aceptación, especialmente entre los izquierdistas más
radicales.
El debate hizo correr mucha tinta en la región hacia mediados de los 70 y, a mi juicio, la cerró
brillantemente el propio Agustín con su imponente El desarrollo del capitalismo en América Latina , libro
en el cual aplica creativamente el rico arsenal de la teoría marxista para la explicación del devenir de
América Latina desde los lejanos tiempos coloniales.
Otra controversia de proyección continental en que se involucró Agustín Cueva fue la referente al carácter
de las dictaduras conosureñas -las de los Bordaberry, Pinochet y Videla- instauradas en los trágicos años
70.
Precisemos con sus propias palabras el enfoque de nuestro autor sobre la fascistización del continente.
El grado y el ritmo de desarrollo del capitalismo en América Latina -escribía en 1979- varía de un país a
otro, en virtud de determinaciones peculiares de cada formación nacional. Las contradicciones sociales se
han desarrollado, y siguen desarrollándose, por lo tanto, de manera desigual dentro del área
latinoamericana, hecho que da origen a superestructuras y procesos políticos relativamente diferenciados
entre sí. Pero todo esto ocurre en el marco de la unidad definida por las coordenadas histórico-
estructurales comunes, señaladas oportunamente y en particular por la presencia de un enemigo común:
el imperialismo.
La penetración imperialista en nuestros países se ha acentuado enormemente en los veinte últimos años,
produciendo no "el bloqueo al desarrollo" que absurdamente se predijo (se refiere a los dependentistas,
R.B.); sino el desarrollo de nuevas y más agudas contradicciones en la matriz económica y en la
estructura de clases de las sociedades latinoamericanas. Tanto esa matriz como esta estructura están
siendo "remodeladas" bruscamente, en función de una redefinición de nuestra forma de inserción en la
división internacional capitalista-imperialista del trabajo.
Una de las vías políticas de transición -la reaccionaria extrema- hacia la nueva etapa que acabamos de
señalar, es la vía fascista establecida sobre todo en los países del Cono Sur...
Desde estas premisas configura, por un lado, la lógica de la implantación manu militari del neoliberalismo
en el Cono Sur; y, por otra, sustenta su denuncia de las intepretaciones subjetivas y oportunistas sobre el
mismo fenómeno elaboradas por sociólogos, economistas y politólogos criptoburgueses y en las cuales
-según una airada expresión suya- se "impugna todo... menos al capitalismo".
De esa polémica con los oportunistas y renegados de la izquierda continental (muchos de ellos
disfrazados de "ultraizquierdistas") resulta una de las contribuciones más grandes de Agustín Cueva a la
comprensión de la realidad latinoamericana de este final de siglo.
Una contribución sobre la cual, sin ninguna ostentación y más bien con amargura, nos hará caer en
cuenta en un lacónico escrito de 1989.
Nos referimos al prólogo que escribiera para la segunda edición de su Teoría social , en donde escribe:
... me permito llamar la atención del lector sobre el ensayo "La política económica del fascismo"
-incorporado al mencionado libro, R.B.- cuyo contenido no puede menos que impactarnos por una razón
tan visible como dolorosa: las tendencias allí detectadas se han cumplido al pie de la letra, pero con el
agravante de que lo que nosotros conceptualizábamos como una característica exclusiva del modelo
económico adoptado por las dictaduras fascistizantes, resultó ser, a la postre, una modalidad "universal"
de desarrollo del capitalismo latinoamericano. Desgraciadamente, los gobiernos civiles de los años 80's,
de inspiración socialdemócrata en su mayoría, no han hecho más que seguir aquel modelo, que en última
instancia es el impuesto por el imperialismo a través del FMI, para miseria y escarnio de nuestras
democracias dependientes.
Un frente deliberado que se abrió Agustín Cueva fue contra las posiciones de la famosa "nueva ex
izquierda" latinoamericana, que surgiera y prosperara a la sombra de la derechización de Occidente
(proceso político-ideológico al que aludimos en la reseña de su libro colectivo Tiempos conservadores ).
En una ponencia titulada "El análisis 'postmarxista' del Estado latinoamericano", elaborada en 1986 y
recogida en Las democracias , Agustín Cueva, como un Quijote sigloventino, emprende contra esos
modernos caballos de Troya.
Escuchémosle:
¿Decadencia del análisis de clase? Ciertamente, en un momento en que fuertes vientos soplan más bien
del lado de la "concertación social", la búsqueda de la "gobernabilidad progresiva de nuestra sociedades"
y el "acuerdo sobre aspectos sustanciales del orden social". Lenguaje que de por si nos coloca más cerca
de Samuel Huntington que de Marx...
Y por supuesto se observa (en América Latina) una amnesia recurrente respecto al análisis de la
dependencia, curiosamente en el momento en que ésta se acentúa; así como una repulsión a mencionar
siquiera las determinaciones económicas...
"Valores", "cultura", "instituciones": he ahí, en cambio, unas cuantas categorías que parecieran ser el
útimo grito de la moda sociológica, pese a ser las mismas que nuestra generación, formada
académicamente en el espíritu radical de los años sesenta, rechazó por considerarlas relativas a
instancias superestructurales que reclaman un análisis explicativo de mayor profundidad...
Así enmarcada la cuestión, Agustín Cueva avanza a una disección radical del "postmarxismo".
Por ejemplo, en el apartado de su ponencia titulado "Estado vs. sociedad civil: la guerra del fin del mundo
que nunca sucederá", ridiculiza el diagrama básico de los "postmarxistas", un diagrama que deforma la
realidad hasta la caricatura.
Con sustento en el enfoque crítico de Agustín podría decirse que los "postmarxistas" fraguan una suerte
de western sociológico-político, donde los "buenos" estarían representados por quienes actúan al margen
del Estado (un espectro que abarcaría desde los magnates de las finanzas hasta el último desocupado y
mendigo) y los "malos" -el aparato administrativo del Estado- comprenderían desde el presidente de la
república hasta el más anónimo teniente político. Un diagrama social y político indigerible para nadie que
ostente un mínimo de sentido común.
En el apartado "Movimientismo y espontaneísmo: ¿se hace camino al andar?", denuncia el intento de los
"postmarxistas" de oponer las llamadas formas "naturales" -familia,etnia- de organización social a las
modernas organizaciones partidarias.
Detrás de esta propuesta en apariencia inocente de los "postmarxistas", Agustín Cueva detecta un
frecuente objetivo quintacolumnista: debilitar a los partidos que representan genuinamente a los obreros,
campesinos y demás sectores populares mediante el diversionismo y la confusión ideológica. Por cierto,
Agustín Cueva no llega al extremo de desconocer en términos absolutos la pertinencia e importancia del
movimientismo en determinadas circunstancias de lucha, posición que ilustra citando al MNR boliviano y
al Movimiento 26 de Julio de los cubanos. No me cabe duda que, si aún viviera, respaldaría al EZLN
mexicano ("la guerrilla del siglo XXI", conforme la denominara Aubry).
Finalmente, en este repaso muestral de los ámbitos de confrontación de Agustín Cueva con los
"postmarxistas", veamos la descalificación que nuestro gran autor realiza de la propuesta democratista de
los susodichos "sociólogos del orden".
En el apartado "¿Cambio de locus político o aceptación sutil del orden establecido?", escribe estas
diáfanas y verdaderas palabras:
No nos hagamos ilusiones ni intentemos pasar gato por liebre. La propuesta de desplazar el locus de la
política hacia fuera del Estado, tal como lo proponen algunos "movimientos" de Occidente, no supone
ningún acuerdo que obligue también a la burguesía a retirarse de él. Por el contrario, se basa en un
"pacto social" sui géneris según el cual la burguesía permanece atrincherada en el Estado (además de no
ceder ninguno de sus bastiones de la sociedad civil), mientras que las clases subalternas se refugian en
los intersticios de una cotidianidad tal vez más democrática, en la que el Estado no interviene en la
medida en que las formas de sociabilidad elegidas no obstruyen en la reproducción ampliada del sistema
capitalista-imperialista.
A la crítica de los "postmodernos" dedica menos espacio comparativamente al que destina al análisis de
sus congéneres "postmarxistas", al parecer porque considera menor la influencia de estos nuevos
"decapitados", por lo menos en nuestro ámbito latinoamericano.
Escuchémosle:
... el discurso postmodernista intenta abrirse un sitio como teoría del "desencanto" y de la "madurez". Nos
habla del necesario "enfriamiento" de la política, del fin de los "fundamentalismos" y la consiguiente
"secularización" ideológica, del relativismo, el pragmatismo, la incertidumbre, la desilusión. Si la política,
tal como la hemos entendido siempre los latinoamericanos, no pasa de ser una "inútil pasión", un poco de
conformismo no vendría mal...
Pero resulta que esta postura finisecular, con su restaurado spleen , con su tedio y elitismo refinados, con
su aire blasé y decadente, con sus precursores y teóricos del nazismo redivivos (Nietzche, Carl Schmitt,
Heidegger), con su discurso tanto más nonchalant cuanto que respira riqueza, saciedad y hastío por todos
sus poros; esta postura, decimos, no sólo que no acaba de convencernos, sino que no acabamos de
entenderla. Es rubia, demasiado rubia para el cholerío, la indiada, la negrada y el peladaje de este
continente. En los propios intelectuales criollos que la cultivan hay algo de postizo: aún no han
conseguido arreglarse un talante, una allure que encarne con soltura sus nuevos tormentos metafísicos.
Y más adelante:
Y al contrario de lo que el discurso postmodernista asevera, la época actual está lejos de marcar el fin del
activismo político en general . Reagan y los suyos no son precisamente un grupo de abúlicos, ni cabría
acusar de "dejadez" a la señora Thatcher. El activismo político que ha declinado es, obviamente, el de los
que han -¿hemos?- perdido el tren de la historia.
De esta contundencia y dimensión eran las verdades que dejó escritas el vertical Agustín Cueva.
Suscitador infatigable
A lo largo de un cuarto de siglo ejerció su apostolado laico en la cátedra universitaria, ya mediante los
cursos regulares que impartiera en Ecuador, Chile, México o Estados Unidos, ya a través de sus
conferencias y charlas ocasionales en incontables auditorios académicos y no académicos de la vieja
Europa o de los páramos andinos. Siempre cortés, comprensivo y estimulante con sus alumnos, fue el
prototipo del "querido maestro"; ejerció el magisterio con auténtica devoción y, según me confió en alguna
oportunidad, con íntima alegría.
En reconocimiento a sus atributos académicos y humanos ocupó altas funciones: la ya referida dirección
de la Escuela de Sociología de la Universidad Central, en la cual su ilustre padre, Agustín Cueva Sáenz,
había inaugurado la cátedra de Sociología en los años 20; la dirección de la División de Estudios
Superiores de la UNAM; la presidencia de la Asociación Latinoamericana de Sociología, entre otras.
En fecha tan temprana como su retorno de Francia al Ecuador, después de cursar en el Instituto de Altos
Estudios Sociales, funda en 1965, en colaboración con Fernando Tinajero, la revista Indoamérica .
Asimismo, en el segundo quinquenio de los 60, creará Pucuna y en la época de la II Reforma -como
señalamos- se responsabilizó de Hora Universitaria .
Desde la dirección de la Escuela de Sociología animó el movimiento cultural con la publicación de autores
de la categoría de Pablo González Casanova, Carlos Fuentes, Orlando Fals Borda.
Cuando en 1971 fundamos, con Leonardo Mejía, Angel Crespo, Boris Cornejo y otros, la revista Crítica ,
encontramos en Agustín Cueva, por entonces en la Universidad de Concepción, el mayor respaldo moral
e intelectual. Igual aconteció cuando tuve que asumir la dirección de la revista Economía , órgano del
Instituto de investigaciones Económicas de la Universidad Central; y, años después, cuando en otro
arrebato de romanticismo e irracionalidad económica creamos, con Carlos Coloma, la editorial El Duende.
Una faceta poco conocida, por lo menos en nuestro medio ecuatoriano, corresponde a su práctica
periodística.
Esta labor la cumplió esencialmente en la capital mexicana y, en un primer capítulo, tuve el honor de
compartirla.
La grata experiencia, primera vez relatada por escrito, se derivó de la invitación que nos formulara un
común amigo, Emmanuel Carballo, para que redactáramos artículos editoriales para El Sol de México ;
invitación que la aceptamos sin dubitar un momento.
Esto aconteció en el verano de 1976. A la sazón el hermano país azteca se había convertido en patria de
muchos exiliados y autoexiliados del Sur del continente, convertido en pasto de regímenes fascistas y
autoritarios. De esta suerte, por gestión de Carballo, las páginas de El Sol se poblaron de opiniones como
las de los argentinos Julio Cortázar, Adolfo Gilly y José Steileger; el nicaragüense Ernesto Cardenal; los
brasileños Ruy Mauro Marini y Theotonio Dos Santos; el peruano Rafael Rocangliolo; el salvadoreño
Mario Salazar Valiente; los dos ecuatorianos de marras, entre otros.
Tiempo después, Agustín volverá a los trincheras del periodismo desde La Jornada , matutino del D.F.
Su ensayo "América Latina: el neoliberalismo sin rostro humano" fue publicado originalmente en La
Jornada (entregas del 9, 10 y 11 de octubre de 1991), ensayo que representa -como el lector podrá
verificar- uno de los textos más lúcidos y conmovedores que se haya escrito jamás sobre nuestra Arcadia
traicionada. (Ver Anexo).
El mencionado ensayo se convertirá en su testamento intelectual y político, leído por el propio Agustín ya
en el eclipse de su presencia física, cuando las universidades ecuatorianas le otorgaban un doctorado
honoris causa , el 16 de enero de 1992.
América Latina: el neoliberalismo sin rostro humano" es un texto descarnado y alucinantemente hermoso,
donde el científico y poeta Agustín Cueva narra el triste destino de un continente al que una falsa
modernización le ha confinado al surrealista papel de traficante de drogas y órganos vitales. Tragedia
frente a la cual, con la voz quebrada, Agustín terminó invitándonos a reaccionar...
"De repente la justicia aparece en este mundo". Mi lacónico homenaje al noble amigo y maestro en ese
último encuentro, ha seguido rondando en mi memoria como mi personal apuesta a la esperanza.
Lecciones vivientes
Poco antes de ese patético episodio, acaso el más dramático entre los que me ha deparado la vida, el
gobierno de Rodrigo Borja, en actitud que le honra, habíale conferido a Agustín Cueva el Premio Nacional
de Cultura Eugenio Espejo.
A propósito de ese reconocimiento, Alberto Luna Tobar -ex profesor de Agustín y preclaro arzobispo
católico- escribió una epístola pública con pasajes inmensamente edificantes sobre la condición humana.
En estos momentos... -escribió el noble pastor carmelita- he sentido la necesidad de confesarle a Agustín
Cueva que, aunque él siempre estuvo por encima de muchas apreciaciones de amigos, compañeros,
profesores y colegas, tal vez no percibió que tuvo entre sus maestros alguien que siempre le admiró, que
nunca le sintió extraño ni cuando se colocaba distante, que siempre le consideró lúcido hasta en sus
divagaciones sobre la nada y la negación...
Significa para la memoria... una gratificación muy reconfortante, constatar la vocación social de un
hombre a quien la altura del pensamiento no le alejó jamás de la realidad". A estas alturas de nuestra
vidas, gastadas muchas veces inútilmente, deberíamos preguntarnos cuántos sociólogos ecuatorianos
han llegado tan verídicamente al sentido social de lo nuestro, con tanta altura como verídico realismo?
Pero hay algo más que implica un honor para la historia de los premios Espejo, cuando se los pondere
con justicia y severidad: ¿hay entre nosotros críticos y criticados, alguien que haya definido el valor de
vivir, sin treguas con la adversidad con tal lúcida disponibilidad para aceptar la realidad como este joven
pensador? Espejo de inteligencias y sano corazón: gracias a la vida por cuanto en ella nos ha dado
Agustín.
La profunda, emotiva y estética valoración del santo laico Agustín Cueva por parte de Luna Tobar deja
muy poco para añadir.
Acaso la convicción sobre la absoluta pertinencia de su pensamiento y de su ejemplo ahora que podemos
atisbar más de cerca el siglo XXI.
El legado intelectual y moral de Agustín Cueva impone aceptar, como él, las tradiciones de libertad y
rebeldía del pensamiento latinoamericano. En el campo específico de las disciplinas sociales esto supone
esencialmente contestar al discurso de la nueva derecha internacional y nativa, convertido en la malsana
religión del Gran Dinero.
La vida y la obra de Agustín Cueva nos invitan a recuperar la dimensión crítica, científica, humanizante y
totalizante del pensamiento social, y a una acción concomitante con ese Verbo.
Nos invitan a generar reflexiones y acciones refractarias a los dogmas de la razón instrumental, el
neopositivismo, la fetichización cuantitativa y otras seducciones del nuevo fundamentalismo reinante.
De modo más específico nos conminan a desterrar ese pragmatismo que viene enseñoreándose en estas
latitudes y que está resultando en agregaciones de pobreza conceptual y moral a la miseria material ya
acumulada. Desterrar ese pragmatismo, verdadera peste de nuestra academia finisecular, que, en la
irónica expresión de Ernesto Sábato, cultivan quienes "confunden la realidad con un Círculo-De-Dos-
Metros-De-Diámetro, con centro en sus modestas cabezas".
En las propias y bellas palabras de Agustín, la tarea es desarrollar "una hipersensibilidad frente a los
movimientos subterráneos de la historia y ante los vientos que estremecen los diferentes pisos del edificio
social".
Unicamente en este camino de rechazos, que al mismo tiempo supone una ruta de afirmación de
creencias y autoestima, la honda de nuestros pueblos podrá convertirse en la honda del David bíblico,
capaz de abatir al gran fetiche del Progreso (con mayúscula); es decir, "a ese horrible ídolo pagano que
sólo busca beber el néctar en el cráneo del sacrificado" (Marx).
La cristalinidad y la altura de la vida y la obra de Agustín Cueva, un hombre que, repitiendo a Montaigne,
cumplió a cabalidad su oficio de hombre, constituyen inequívocas señales que alumbran el presente y el
porvenir del Ecuador y de la Patria Grande.
ANEXO
Agustín Cueva
1. El continente sumergido
Las noticias sobre América Latina hace rato que dejaron de ser alentadoras. En el reciente informe del
Banco Mundial, por ejemplo, se señala que el ingreso per cápita de la región cayó en un 2.6% en 1 990,
con lo cual el empobrecimiento por habitante llega a ser de por lo menos un 10 % en el último decenio. Si
uno toma en consideración que en el conjunto del Tercer Mundo dicho ingreso aumentó aunque sea un
magro 0.2 % en igual lapso, se comprenden las declaraciones del senador brasileño Fernando Henrique
Cardoso, en el sentido de que "nuestro problema actual consiste en trabajar para no caer en el Cuarto
Mundo y formar parte de esa lista de países que ni siquiera sirven para ser explotados" (Veja, 4-XI-91).
El mismo medio informativo en que leemos el resumen del citado informe trae la noticia de que en el
primer semestre de 1991 1 271 niños de la calle fueron asesinados por escuadrones de la muerte en Río
de Janeiro (La Jornada, 23-IX-91). Lo propio ha venido ocurriendo en Manizales, Medellín y Bogotá. Entre
las flamantes "novedades" merece recordarse también la desaparición periódica de niños en algunas
casas cunas de República Dominicana, hecho que por supuesto no constituye una excepción en
Latinoamérica. En los casos brasileño y colombiano se trata de exterminar a los "pivetes" y "gamines" que
el propio sistema genera; en lo de Santo Domingo, de negocios más sofisticados de los que luego
hablaremos.
Los pobres son cada vez más numerosos en nuestra región, tanto en términos absolutos como relativos.
Superan el 40 % de la población total y su pauperismo es más agudo no solo por el señalado declive del
ingreso por habitante, sino también debido a la redistribución regresiva del ingreso global que ha venido
operándose en los últimos diez años, si es que no desde más atrás. La desocupación y la llamada
población "informal" han aumentado y los servicios sociales, de suyo precarios, pero que algún auxilio
prestaban a los menesterosos en los hoy vilipendiados tiempos del "populismo", se han reducido a su
mínima expresión. Incluso las aspiraciones han sido reprimidas. Autores como Hernando de Soto y su
cohorte han llegado a hacer verdadera mofa de la población marginal al presentarla como "semillero" y
"paradigma" del "espíritu empresarial" latinoamericano, a la vez que la nueva derecha en general no sólo
ha impuesto su modelo devastador en casi toda la región, sino que se ha empecinado en borrar (no sin
cierto éxito) aún la esperanza de un Estado de bienestar. Hasta la socialdemocracia ha llegado a estas
tierras de infieles cercenada de su dimensión social. Como acaba de apuntar el conocido teólogo
brasileño Joseph Comblin, pensando seguramente en el ejemplo de su país: "La situación llega a tal
grado que pareciera que los regímenes militares de hace unos años eran más sensibles al dolor, a los
reclamos y a las manifestaciones populares, que los gobiernos actuales que se dicen democráticos" (La
Jornada, 27-IX-91).
La economía de mercado es sin duda la vencedora, y además de ser la ley que rige nuestras vidas es
nuestro mayor fetiche. Las señales que a diario nos envía no son, empero, las más auspiciosas. Vivimos,
literal y no metafóricamente, en los tiempos del cólera. Los efectos de la libre competencia, de este
capitalismo "salvaje", como bien se lo ha llamado, deterioran cada vez más el medio ambiente, lo
depredan y degradan la calidad de la vida. El tráfico de drogas, que ciertamente es uno de nuestros
mayores flagelos, no es desde luego un aporte criollo a la "civilización occidental". Una punta de la
cadena se afianza en la miseria campesina y popular local, que el propio reordenamiento neoliberal se ha
encargado de multiplicar, mientras la otra punta, la verdaderamente significativa y de alta rentabilidad, se
encuentra en las metrópolis mismas. Los grandes capos nativos amasan por su lado pingües fortunas, y
antes que por razones de salud o moralidad pública los países imperiales persiguen el delito en nuestras
tierras más que en las suyas, por la llana razón de que es el único rubro de las exportaciones
latinoamericanas que aún goza de términos de intercambios ventajosos.
Algo semejante podría afirmarse con respecto a un fenómeno que señalaremos líneas atrás: el tráfico de
niños. En su variante más "inocente" se roban infantes para venderlos a parejas sin hijos de los países
desarrollados; en su modalidad más perversa se los destina a "niños-refacciones", es decir, a ser
depostados y vendidos como órganos de repuesto para complejas operaciones quirúrgicas Vagabundos y
mendigos adultos han corrido igual suerte, en Venezuela y Colombia por lo menos. Lo más infamante del
negocio es que este ramo de nuestras "exportaciones" mal podría funcionar sin el concurso de una
transnacional de la medicina digna de mejores fines. Pero el mercado es implacable y sus sumos
sacerdotes más todavía.
La pobreza, bajo ciertas condiciones, hasta puede llegar a tener un halo de dignidad. En la Cuba de hoy
lo tiene. Pero bajo la modalidad de capitalismo que nos impone el neoliberalismo victorioso, la
degradación económica tiende inevitablemente a convertirse en sordidez moral. Las urbes de América
Latina, incluso las de mediano tamaño, se "lumpenizan" más cada día; el común de los ciudadanos se
resigna a vivir tras las rejas, como si el hampa fuera él (no hay sino que recordar las "protecciones" de los
apartamentos de Caracas, San Juan de Puerto Rico o el otrora beatífico Quito); al tiempo que la
corrupción pulula en inmensos espacios del cuerpo social, invadiendo como es evidente las más altas
esferas.
El barco hace aguas por todos los costados, pero la travesía sigue, sin que ningún Cabo de la Buena
Esperanza esté a la vista.
2. Tiempos de escarnio
La década de los ochenta no fue sólo un decenio perdido para el desarrollo económico y social de la
región, sino que también marcó la hora de la humillación. En el pasado se habían registrado, claro es,
actos frecuentes de obsecuencia de muchos de nuestros mandatarios hacia la potencia hegemónico (la
idea de un decoro nacional era más bien excepción que regia), pero como que se actuaba con mayor
sigilo, casi a hurtadillas. El "desmentido" subsiguiente no enmendaba la entrega, pero mostraba que cierto
pudor aún existía. Al presidente de El Salvador, Luis Napoleón Duarte, cupo el dudoso honor de romper
con este tipo de inhibiciones, cuando al tocar tierra estadunidense en visita oficial se inclinó para besar la
bandera de sus protectores, en tierno gesto que ningún protocolo exigía. Los medios audiovisuales de
comunicación permitieron que la escena conmoviera al mundo entero, en circunstancias en que esos
paquetes de lágrimas que son nuestras telenovelas invadían los mercados internacionales de la cursilería.
Pasando de la comunión verbo, otro mandatario centroamericano, José Azcona Hoyo, declaraba poco
después que "los países pobres y pequeños no pueden permitirse el lujo de tener dignidad". La peor
caricatura de las llamadas banana republics acababa de ser superada.
Y no eran sólo las repúblicas "plataneras". Cuando Estados Unidos había tendido ya el cerco político y
económico a Panamá, el presidente venezolano Carlos Andrés Pérez creyó oportuno lanzar la tesis de
que toda soberanía es relativa, con el fin de congraciarse con el gobierno de Washington en momentos en
que necesitaba alejar los ojos de la opinión mundial de una Venezuela lacerada por la masacre cometida
por su administración socialdemócrata con motivo del levantamiento de Caracas, en febrero de 1989. El
"Tiananmen" sudamericano fue así sobreseído, a cambio de la complicidad de C.A. Pérez con los
agresores de Panamá.
Poco tiempo después de asumir la presidencia de Bolivia (en el mismo año de 1989), Jaime Paz Zamora
declaró, por su lado, que acababa de entregar un ex general narcotraficante a Estados Unidos porque no
confiaba en la justicia de su propio país. Los magnates de apellido Patiño, que despreciaban a la nación
boliviana y no tomaban en serio sus instituciones, por lo menos tenían el decoro de no aceptar ser
mandatarios de lo que consideraban una "república de operata". Mucho de soberbia pero también algo de
congruencia había en aquel gesto.
Pasado menos de un mes de la invasión de Panamá, Eliott Abrams escribió un artículo que Excélsior de
México (1 1 -1-90) reprodujo con el título de Sólo retórica, los gritos de Améríca Latina en defensa de la
no intervención, en el que entre otras cosas asevera lo siguiente:
"La mejor prueba del mito de las 'costosas' acciones estadunidenses en América Latina pudiera ser la
guerra de las Malvinas. Cuando Estados Unidos respaldó a Gran Bretaña contra Argentina, los 'expertos
en América Latina' se escandalizaron. Se quejaron de que Estados Unidos había destruido su posición no
sólo en Argentina, sino en toda América Latina, situación que, dijeron, duraría milenios. En realidad, las
relaciones de Estados Unidos con Argentina son mejores actualmente de lo que fueron por décadas. De
manera similar, la intervención estadunidense en la República Dominicana, en 1965, y en Granada, en
1983, no produjo ningún daño a los intereses estadunidenses en América Latina".
Las bofetadas son duras pero no inmerecidas, y las predicciones de Abrams se han cumplido con creces.
Ahí continúa, muy campante Guillermo Endara y las tropas de ocupación que le ayudan a construir la
"democracia", mientras que el servilismo del gobierno peronista" argentino respecto del de Estados
Unidos supera todo lo previsible, y no por sus ribetes de ópera buffa (desde la "participación" en la guerra
del Golfo Pérsico hasta el reciente retiro del Movimiento de los No Alineados) deja de ser significativo.
Ribetes que, por lo demás, no deben asombrarnos en los tiempos que corren, cuando del "pan y circo" de
que hablaban los romanos sólo va quedando el circo, como lo ilustra el reciente llamado del presidente
Collor de Mello a formar un "gobierno de machos" en Brasil (La Jornada, 22-IX-91).
Las ideas de soberanía, de cierto decoro y dignidad nacionales, van convirtiéndose en piezas de
arqueología. ¿A cambio de algo "tangible" por lo menos? Hasta ahora parecería que no. Pese a los
sucesivos planes Brady, Baker y la Iniciativa para las Américas (las iniciativas tienen que venir siempre de
fuera porque Estados Unidos no consiente "provocaciones" de parte nuestra), la Cepa¡ acaba de informar,
por ejemplo, que la deuda externa de América Latina crecerá en 3 por ciento en 1991, alcanzando los 445
mil millones de dólares (La Jornada, 28-IX-91). ¡Bonita "reestructuración" de nuestras obligaciones!
Por lo demás, recuérdese que no por haber aceptado explícitamente ser la candidata de Bush, la señora
Violeta Chamorro ha conseguido nada significativo para su país; ni por haberse posesionado de su
"cargo" en una base militar estadunidense Guillermo Endara ha logrado un mínimo de apoyo para la
reconstrucción de la destrozada nación ístmica. Y es que, cuando la indignidad se multiplica, la oferta
aumenta y los precios bajan, como corresponde a cualquier economía mercantil.
3. La hora de reaccionar
En un vibrante discurso de incorporación al Senado de su país, Darey Ribeiro dijo, hace poco, que la
economía latinoamericana se ha convertido en un verdadero trapiche de moler gente, al tiempo que
denunció la decadencia del sistema educativo brasileño tildándolo de "fábrica de producir analfabetos".
Terminó su arenga (en el sentido más noble del término), preguntándose donde están, frente a esta
hecatombe, las voces críticas y de protesta, o siquiera de inconformidad, de los intelectuales.
Ribeiro tiene gran parte de razón en su reclamo y no hace falta asumir ningún radicalismo de izquierda
para comprobarlo. En las postrimerías de la administración Reagan, el mismo Eliott Abrams se refirió a la
"desmarxistización" de los intelectuales latinoamericanos como uno de los importantes triunfos de la
Nueva Derecha estadunidense; pero no se trata sólo de eso: es el pensamiento crítico en general el que
retrocedió, refugiándose en el escepticismo u ofreciéndose al mejor postor. James Petras ha escrito
textos muy duros sobre este viraje, que la mayoría de sus colegas locales prefieren no ver circular.
De todas maneras, las ideas neoconservadoras han avanzado avasalladoramente sobre todo lo anterior,
casi sin hallar oposición. Hasta donde sabemos no existe, por ejemplo, ningún libro sistemático, ni uno
solo hecho en Latinoamérica, donde se ajuste seriamente cuentas con los nuevos amos ideológicos de la
región. Sus ideas sobre lo público y lo privado, sobre el Estado y la sociedad civil y sus respectivos
papeles, sobre la América Latina aún "mercantilista" y "patrimonialista" que espera ser salvada por la
economía de mercado, o sobre cierto "populismo" prefabricado como chivo expiatorio de la crisis actual;
sobre lo que es un intelectual democrático y lo que no lo es; sobre las bondades de la iniciativa privada
criolla, pujante a pesar de la secular opresión de que el Estado la ha hecho víctima; todos estos tópicos y
muchos otros, sobre la vida y la muerte, la "formalidad" y la "informalidad" o el "flexible nuevo orden
mundial equilibrado por Alemania y Japón", no son sólo propuestas o tesis en discusión sino que, hoy por
hoy, forman parte del sentido común del intelectual latinoamericano medio, que va asimilando la razón
mercantil a la razón tout court.
El socialismo burocratizado de la ex Unión Soviética y su caricatura multiplicada en los países del Este
europeo se han derrumbado sin remedio y toda explicación al respecto suena por el momento a
responso. Pero tampoco queda claro que uno deba congratularse bobaliconamente por ello. Quienes
celebran alborozados las "revoluciones democráticas y nacionales" triunfantes en aquellas regiones,
harían mejor en esperar resultados más sedimentados para pronunciarse. El rebrote de cierto fascismo de
masas, acompañado de una gran dosis de xenofobia en la ex República Democrática Alemana, por
ejemplo, no se presenta necesariamente como heraldo de un humanismo supuestamente reencontrado.
Además, hay que tener un grado bastante notable de miopía para no distinguir los efectos diferenciados
de dichos procesos, que de una parte pueden implicar una real democratización interna, pero que de otra
han conducido a una capitulación total y cada vez con menos matices, de la Unión Soviética frente a
Estados Unidos. Lo cual rompe sin sombra de duda una forma de equilibrio mundial al abrigo del cual se
desarrollaron prácticamente todos los procesos y progresos del llamado Tercer Mundo, comenzando por
la descolonización de Africa y Asia. De todas maneras el Norte neoliberal es el único beneficiario de ello
(los que se engañaban con la "alternativa sueca", que por lo demás jamás existió, acaban de llevar su
merecido), y el Sur, y nadie más, es el gran perdedor de la contienda.
En medio de esa especie de bacanal neoconservadora que el derrumbe del socialismo soviético ha
producido, el papa Juan Pablo 11 ha puesto una nota de sensatez en su última Encíclica:
"La solución marxista ha fracasado -dice-, pero permanecen en el mundo fenómenos de marginación y
explotación, especialmente en el Tercer Mundo, así como fenómenos de alienación humana,
especialmente en los países más avanzados; contra tales fenómenos se lanza con firmeza la voz de la
Iglesia. Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral. Además
existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso tomar en
consideración tales problemas, porque a prior¡ considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos
y, de forma fideísta, confía la solución al libre desarrollo de las fuerzas del mercado" (Centesímus Annus,
1991).
El espíritu hoy orgiástico del neoliberalismo triunfante nos ha colocado, además ante una de las mayores
amenazas para América Latina de los últimos tiempos: la escalada de agresiones de Estados Unidos
contra Cuba. Por ventura, la isla está menos sola de lo que hace un tiempo temíamos, y hasta pareciera
que el acoso a ella ha tenido la virtud de despertar adormecidos reflejos de soberanía en buena parte de
las cancillerías latinoamericanas. Lo cual es muy positivo, siempre que no se esté manipulando la
situación para tratar de desmantelar por medios diplomáticos los logros de la revolución cubana, es decir,
sacarle las castañas del fuego a Estados Unidos. Un pedido global e inequívoco de que esta potencia
cese incondicionalmente las hostilidades contra la isla, respete su soberanía y desocupe Guantánamo en
concomitancia con el retiro de las tropas soviéticas, es lo menos que podemos exigir de las autoridades
de nuestros respectivos países. En todo caso tenemos que permanecer vigilantes y activos, pues, como
afirmó hace algunos meses el ex presidente Alan García, "ahora tenemos que defender a Cuba porque es
uno de los últimos reductos de resistencia que nos van quedando, contra la ola neoliberal y
fondomonetarista que quiere homogeneizar el mundo".