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Esto puede ocurrir porque dejamos de luchar contra las pruebas, preocupaciones, sufrimientos y disciplinas
que nos hemos creado nosotros mismos como resultado de pecar
contra la Ley del Amor; y en cambio, cooperamos con las experiencias
de la vida, transmutándolas para que se conviertan en manantiales de
bendición en lugar de castigo. Hay una Ley llamada de Causa y Efecto
que actúa muy justa y amorosamente, dando a cada uno lo que le
corresponde; pero de una forma que a la vez, beneficia al máximo en
el desarrollo espiritual interno. Esta Ley es la que nos hace tener un
determinado destino junto a ciertas personas; pero además es la que
nos trae lo que necesitamos para que nuestra vida, sea más productiva
para el Espíritu. Cuando caminamos por el sendero del Amor, del
altruismo y de la fraternidad estamos colaborando con las Leyes
Divinas, pero si lo hacemos por el camino de la maldad, del egoísmo y
de las pasiones; tarde o temprano recibiremos lo que merecemos, para
que tomemos conciencia de que hemos elegido un camino equivocado.
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El que fue Maestro de maestros hace 2.000 años, nos enseñó a vivir
una vida libre de preocupaciones, alegre y unida a Dios; por tanto,
cuanto antes penetremos en el mundo del Amor, menor cuidado y
esfuerzo nos exigirá la vida. También dijo que Él no era quien actuaba
sino que era el Padre -Amor- a través de Él, quien lo hacía. Del mismo
modo, podemos nosotros permitir al espíritu del Amor que nos guíe y
que actúe a través nuestro, sin esfuerzo ni fatiga de nuestra parte.
"Aunque diese todos mis bienes a los pobres y aunque me dejase quemar vivo, si no tuviese
Amor de nada me serviría",
"El que quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos."