You are on page 1of 5

LA NORMA DE MORALIDAD

Miguel Cuevas, S.J.

1. NORMA DE MORALIDAD: Remota y próxima

A. La norma "constitutiva" de la moralidad

Los actos humanos pueden ser moralmente buenos o malos. Pero ¿qué es lo que hace que
sean buenos o malos? ¿Cómo distinguir unos de otros? ¿Cuál es la norma "constitutiva" de la
moralidad?

Respondemos que esa norma es la misma naturaleza o lo que contribuye a su perfección.


Son malos los actos, no conformes con ella o que no contribuyen a su perfección.

Ahora bien, cuando hablamos de naturaleza humana, debemos considerarla en la totalidad


de su ser y de sus relaciones, es decir:

• Según todas sus partes y con la debida subordinación que entre ellas existe. Así, por
ejemplo, no es moralmente bueno un acto que vaya de acuerdo con la parte sensitiva del
hombre, pero en contraste con la racional.

• Según todas sus relaciones con los demás seres (desde Dios a todos los demás) y con la
debida subordinación que entre ellas existe. No es moralmente bueno, por tanto, un acto que
quizá conviene a alguna relación humana, pero que está en contraste con la voluntad divina.

Algunos autores ponen como norma de moralidad a la razón humana. Ciertamente que la
razón humana nos permite conocer si una acción es buena o mala y, por ello, puede decirse que es
norma subjetiva de la moralidad, pero lo que constituye la bondad o malicia del acto es su
conformidad o disconformidad con la naturaleza humana, que es, por tanto, la norma objetiva.

1. Norma de moralidad: remota (esencia divina) y próxima (misma naturaleza


racional)

Suele decirse, en los manuales de filosofía clásica, que la norma próxima constitutiva de la
moralidad objetiva -para el hombre- es su naturaleza racional, considerada en su totalidad; y que la
norma última es la esencia divina. Veamos, brevemente, lo que esto significa.

La norma objetiva y fundamental de la moralidad puede ser considerada de dos maneras:

• Como norma que se halla dentro del mismo hombre o del orden creado. Y entonces la
llamamos inmanente próxima.

• Como norma que se halla en Dios. Y entonces la llamamos trascendente, remota o última.

El hombre y la creación son seres finitos que no tienen en sí mismos la razón y la causa de
su propio ser. Por eso, cuantas veces tratamos de dar una explicación última del hombre, hemos de
recurrir a la fuente de todo ser creado que es Dios.

Y lo mismo ocurre al tratar de la norma de moralidad: la norma inmanente o próxima está en


el mismo hombre. La norma trascendente, remota o última está en Dios.
2. Las fuentes de la moralidad

En sentido estricto o formal, la moralidad se da únicamente en los actos humanos, pues sólo
el hombre tiene la capacidad de cumplir o no con sus actos -voluntaria y libremente- el orden moral.

Las cosas y los objetos no tienen en sí mismos moralidad, ya que ésta supone la
voluntariedad y la libertad. Sólo en un sentido análogo puede hablarse de las cosas y de los objetos
como morales (buenos o malos), a saber, por su aptitud o capacidad para provocar en el acto
humano la moralidad formal.

La moralidad formal es, por tanto, una cualidad propia y exclusiva del obrar humano, del
acto voluntario y libre. Y brota o nace de la relación del acto humano con la norma de moralidad,
que es la naturaleza humana. Si el acto es conforme con dicha norma, tenemos un acto bueno; si es
disconforme, tenemos un acto malo.

Pero ¿cómo hacer para descubrir la moralidad de un acto humano concreto? ¿Qué elementos
es preciso analizar para poder decir si ese acto está en una relación de conformidad con la
naturaleza humana o no? ¿Cuáles son las fuentes, las raíces de donde proviene su bondad o malicia?

Según la enseñanza tradicional y constante de la ética, las tres raíces o fuentes de la


moralidad de los actos humanos concretos son: el objeto (o fin del acto), el fin (o intención del
agente) y las circunstancias.

La fuente primera de la moralidad (bondad o malicia) de un acto es su objeto: el fin u


objetivo que dicho acto tiende a realizar directamente y por sí mismo, considerándolo en su
relación -de conformidad o disconformidad- con la norma de la moralidad (la naturaleza humana).

Algunos ejemplos pueden servirnos quizá para aclarar este punto:

• La limosna. Es un acto que -directamente y por sí mismo- tiende a ayudar al necesitado.


Ahora bien, ayudar al necesitado es algo que está conforme con la naturaleza humana. En
consecuencia, la limosna es -por su objeto- una acción moralmente buena.

• La blasfemia. En cambio, es un acto - que directamente y por sí mismo - tiende a ofender a


Dios. Y ofender a Dios es algo disconforme con la naturaleza humana. Por lo tanto, la blasfemia
es -por su objeto- una acción moralmente mala.

El objeto así entendido confiere al obrar humano su primera y esencial moralidad. Y, según
esa moralidad por el objeto, las acciones humanas pueden ser ya en sí mismas (intrínsecamente)
buenas o malas, aún antes de considerar el fin o intención del agente y la circunstancias.

Una segunda fuente de bondad o malicia de los actos humanos, considerados ya en concreto,
el fin (o intención del agente: lo que el sujeto busca interiormente al realizar el acto. Este fin
subjetivo o intención del agente puede ser, a veces, distinto del fin objetivo u objeto de la acción
misma. Como ya indicamos más arriba, la limosna tiende por sí misma - por su objeto - a ayudar al
necesitado. Pero yo puedo dar esa limosna con otro fin o intención distinta, por ejemplo: para incitar
a esa persona a realizar una mala acción o para que me vean y me alaben.

Y de esta posible disociación entre el objeto de la acción y el fin o intención del agente, se
siguen dos consecuencias muy importantes:
Primera: que un fin o una intención mala del agente pueda convertir en malo un acto que
por su objeto era bueno (v.g. dar limosna a un pobre para que coloque una bomba)

Segunda: que un fin o intención buena del agente no pueda convertir en bueno a un acto que
por su objeto era ya malo. (v.g. robar para ayudar a los necesitados). El fin no justifica los medios.
No es lícito hacer el mal para obtener un bien.

La tercera y última fuente que contribuye a la bondad o malicia de los actos humanos
concretos son las circunstancias: todos los elementos accidentales que aumentan (agravantes),
disminuyen (atenuantes) o modifican la moralidad de un acto.

Suele dividirse en siete grupos, según los diversos aspectos del acto a los que hacen
referencia:
• Quién actúa. Circunstancias que se refieren a la condición particular del sujeto del acto.
Ejemplo: el testimonio falso dado por una persona privada, o no tiene la misma gravedad.
• Qué hace. se refiere a la naturaleza o cualidad, y a la cantidad del objeto del acto. Así, la
cantidad de lo robado varía la moralidad del robo.
• Dónde. Se refiere al lugar de la acción, no se califica del mismo modo. Ejemplo: la acción
cometida en una Iglesia o en la calle, en un lugar público, etc.
• Con qué medios. Se refiere a los medios empleados para llevar a cabo el acto: medios más o
menos crueles (a mano armada, sin violencia), utilizando cómplices o engaños, etc.
• Cómo. Se refiere al comportamiento interior y/o exterior del agente, al modo moral en que se
realiza la acción. Es decir, todo lo que puede aumentar o disminuir la advertencia, la libertad y
la voluntariedad del acto, como la ignorancia, las pasiones...
• Cuándo. Se refiere al tiempo y a la duración del acto. la bondad o malicia de una acción puede
variar por la duración de ésta, o por el momento concreto en que se comete la acción (en guerra,
en paz...)
• Por qué. Motivos secundarios o añadidos (que pueden acompañar, a veces, al fin principal del
agente). Una persona puede ayudar al prójimo con el fin de vivir la caridad, pero también con
cierto deseo de que le agradezcan su servicio.

La bondad o la malicia de un acto humano concreto queda, pues, determinada por su objeto,
por el fin y las circunstancias. Ello sucede según los tres principios siguientes:

 El objeto de a la acción su moralidad intrínseca y esencial. Si la acción tiene un objeto malo,


será necesariamente mala en todo tiempo y lugar (intrínsecamente mala), sea cual sea la persona
que la realice o la intención con lo que haga.

 La acción que tiene un objeto bueno necesita además, para ser realmente buena, de una recta
intención, es decir, de un fin (del agente) bueno. Por el objeto bueno, la acción tiene ya una primera
rectitud moral, a la que la intención de la voluntad ha de adherirse. Si el fin del agente no es bueno
(si falta rectitud de intención), si una persona hace una acción de su buena como para obtener un fin
malo, esa persona actúa mal. Despoja al objeto de su bondad original y le inculca el desorden o la
maldad del fin que él busca.

 Las circunstancias pueden aumentar o disminuir la bondad o malicia de un acto, pueden hacer
malo un acto de suyo era bueno, pero nunca puede hacer bueno un acto que por su objeto es malo.
Y en esto hay que estar atentos porque muchas circunstancias modifican la moralidad de la acción
(la cantidad de lo robado), la persona asesinada, etc), pero otras no (robar un lunes o un martes,
matar con pistola o con rifle, etc).
Sintetizando en uno los tres principios, puede decirse que para que la acción sea buena han
de serlo todos los elementos que la integran (objeto, fin y circunstancias). Si alguno de ellos se
opone a la norma de moralidad, la acción es mala; si todos son buenos - y sólo en ese caso - la
acción es buena.

B. Acciones "intrínsecamente malas". Actos moralmente "indiferentes"

De los tres principios mencionados - y todo lo anteriormente expuesto sobre las fuentes de la
moralidad - se siguen, por otra parte, dos conclusiones muy importantes:

Primera: que hay algunas acciones que, por su objeto, son ya intrínsecamente malas. No
dejarán nunca de ser males, en cualquier circunstancia, y por más bueno que sea el fin o intención
que el agente pretende al realizarlas. En consecuencia, es erróneo juzgar de la moralidad de las
acciones humanas considerando sólo la intención que las inspira o las circunstancias que
constituyen su marco.

Segunda: que los actos humanos concretos no pueden ser nunca moralmente indiferentes.
En abstracto, ciertamente que hay actos como pasear, hablar, etc., cuyo objeto es realmente. Pero
esos actos, como acciones personales de un determinado individuo en un contexto concreto,
resultarán siempre calificados como moralmente buenos o malos por el fin o intención de su autor y
por las circunstancias en que se realicen.

C. Norma constitutiva y normas preceptivas o imperativas

Al comienzo este tema hemos dicho que la norma objetiva fundamental y constitutiva de la
moralidad es la naturaleza humana. Lo que hace que los actos humanos sean buenos o malos en su
relación de conformidad o disconformidad con la naturaleza humana. Ese es el criterio básico para
disminuir el bien y el mal.

Pero el hombre no sólo conoce la moralidad de los actos, distinguiendo los buenos de los
malos, sino que siente a demás el deber (la obligación moral) de hacer el bien y de evitar el mal. O,
dicho con otras palabras, que, junto a la norma constitutiva de la moralidad (que le dice al hombre
lo que es bueno y lo que es la malo), existen también otras normas preceptivas o imperativas (que
mandan, que le obligan al hombre a hacer el bien y evitar el mal).

¿Cuáles son esas normas preceptivas o imperativas que imponen al hombre la obligación de
hacer el bien y evitar el mal; más aún, que le dicen - en concreto - cuál es el bien que debe hacer y
el mal que debe evitar?

La ética general estudia y considera dos tipos fundamentales de normas preceptivas o


imperativas:

 Las leyes morales (norma imperativa: remota, teórica y objetiva de nuestras acciones), las
cuales determinan en forma general el bien que es obligatorio realizar y el mal que es obligatorio
evitar. Porque, dentro del ámbito general del bien, hay como dos grandes sectores: uno, formado
por el bien que no es obligatorio realizar; otro, por el bien que es obligatorio hacer. En el ámbito
del mal, en cambio, no hay sectores: tenemos obligación de evitar toda acción mala. Lo que
debemos hacer es siempre bueno, pero no todo lo bueno lo debemos hacer.
 La conciencia (norma imperativa: inmediata, práctica y subjetiva de nuestras acciones), que
conoce y aplica las leyes morales generales a los actos concretos y particulares de cada persona,
obligando a la voluntad a actuar en consecuencia.

Por su relación con estas dos normas imperativas, la moralidad de los actos humanos se
presenta, a la vez, como:

• Moralidad objetiva o material, es decir, que califica al acto en sí mismo el acto será
objetivamente bueno o malo según sea, o no, conforme a las leyes morales.

• Moralidad subjetiva o formal, es decir, que califica al acto en sí mismo, sino en cuanto precede
de la voluntad libre: el acto será subjetivamente bueno o malo según la rectitud de la voluntad;
en otras palabras, según que la voluntad siga, o no, las órdenes dadas por la conciencia moral.

You might also like