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JUPITER Y MÁS ALLA DEL INFINITO

Su pueblo es peculiar, habitan sombras o reflejos de sombras cada una de ellas


camina con un espejo a la derecha y un pedazo de cera a la izquierda; la cera
es brillante, conspicua, frágil; mientras que el espejo solo permite un detalle,
solo un detalle a la vez de la grisácea formación que transmite; la estrella que
los ilumina permite un tránsito en tres dimensiones y aunque no cuenten con
sentido de la vista confían en lo que su propio reflejo les va mostrando, ya que
por alguna extraña razón se ha filtrado entre ellos un pequeño receptor visual
que permite ver la imagen desde una perspectiva tricolor. Cuando no
comprenden alguna imagen producto de la sensación se dirigen a la cera, la
moldean y encuentran su respuesta. Hace unos días la estrella dejó de brillar y
el pueblo entro en pánico, esperanzados recurrieron a la cera ya que los
espejos les mostraban el mismo detalle sin variación: un tono gris que
ocupaba todo el perímetro del mostrador. Al no ubicarse empezaron a creerse
muertos, dudaron y por primera vez lloraron, lloraron pues la cera dura y
muerta nunca les otorgo más una respuesta. Desde hace mil años caminan
entre sombras y desde hace mil años no pueden reconocerse unos a otros, no
saben quiénes son, de donde vienen o a donde van, son solo sombras en un
pueblo sin luz, con un espejo al lado y una cera dura y fría en el otro.

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