You are on page 1of 25

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

La prensa y su papel en la guerra de independencia de México


Por
Efraín Pérez Espino
Ironías y paradojas de la revuelta de independencia

Resulta una ironía del destino y una paradoja de la historia que la guerra de independencia
de México, iniciada el 16 de septiembre de 1810, haya sido precedida y tenga su
antecedente vital en la también llamada “guerra de independencia” de la propia España
mediante un levantamiento popular iniciado dos años antes; el 2 de mayo de 1808, con el
fin de liberarse tanto de la invasión napoleónica como después del absolutismo borbón
encarnado por el rey Carlos IV y su hijo Fernando VII.
También lo es que Napoleón Bonaparte, tras llegar a ser emperador de nuevo cuño, se
convirtiera en el arquitecto y quizá involuntario impulsor de la revuelta mundial que
desembocó en el ascenso del poder popular-burgués a principios del siglo XIX; así como de
la quiebra y disolución de muchos de los antiguos imperios y, por último, de la aparición de
numerosas naciones que gracias a su expansionismo militar lograron liberarse del control
colonial ejercido por las decadentes casas reales europeas.
Todo ello en el entorno de un juego de ajedrez que involucró a México de manera
tangencial y como una pieza más del tablero geopolítico internacional cuyo epicentro se
encontraba en el viejo continente pero que tuvo influencia en todo el Orbe pues modificó su
entorno y devenir histórico a través de la implantación y arraigo de las nuevas ideas de la
Ilustración y de la revolución francesa de igualdad, libertad y fraternidad, adicionadas con
el modelo de democracia burguesa representativa cuya introducción al Continente
Americano correspondió nada menos que a los “revolucionarios” estadounidenses y
“padres fundadores” del actual imperio planetario unipolar.
Las ideas insurgentes de índole burguesa que llegaron, se difundieron y crearon los nuevos
Estado-Nación de las Américas en apenas unas seis décadas (1760-1830) proponían (y
proponen), en síntesis, que el poder político y el ejercicio de la autoridad no residen en el
soberano absolutista ni tienen origen divino sino que emanan del pueblo el cual por tanto
tiene en todo momento, como plantea la mayoría de las constituciones de los países
latinoamericanos, el derecho de darse el tipo que gobierno que más le convenga; es decir, el
“contrato social” Rousseauniano.
En el caso de la Nueva España esta nueva visión del “poder legítimo” que reside en la
voluntad popular, como ideología de vanguardia implantada por la ascendente burguesía, se
expresó a través de los idearios de los principales caudillos, pensadores y hombres de lucha

2
que en la primera etapa de la revuelta de independencia proponían también, y quizá como
mera coartada para atraerse adeptos, la liberación no de España sino del yugo impuesto por
Napoleón Bonaparte y su hermano José a todo el Imperio del cual formaban parte y
proponían, en breve y con ligeras variaciones, desligarse de la metrópoli sojuzgada por los
franceses pero no del nuevo emperador español Fernando VII por medio del artilugio de
crear, en territorio novohispano, las ya conocidas Juntas de ciudadanos que se convertirían
en un gobierno legítimo mientras durara la situación anómala de la invasión francesa.
Más adelante, con la represión desatada en su contra y el ascenso de nuevos caudillos el
movimiento insurgente aumentó sus demandas, encontró otras nuevas y como producto de
los nuevos agravios sufridos se radicalizó (José María Morelos) y dejó atrás la proclama
pro Fernando VII y sólo conservó la propuesta novedosa de crear una nueva nación: Los
Estados Unidos Mexicanos. Esas eran las ideas que pugnaban por difundir los
revolucionarios independentistas de la Nueva España a un pueblo sojuzgado y colonizado
no sólo material sino mental y espiritualmente durante siglos.
Otra paradoja sorprendente es que la revuelta de independencia haya tenido su origen
intelectual y su punto nodal de apoyo social-popular en la región del Bajío, que era y
continúa siendo una de las áreas geográficas más tradicionalistas, católicas y conservadoras
de la sociedad mexicana, en esa comedia de equivocaciones de la Iglesia de los pobres
contra la Iglesia de los poderosos que se escenificó a través de una lucha armada de
“liberación nacional” promovida, iniciada y sostenida, como señala Luis Villoro, por “un
grupo importante de “letrados”, criollos y pobres todos ellos, dedicados al desempeño de
la abogacía, la administración o la cura de almas y entregados a la lectura de obras
teológicas y jurídicas.” unos letrados, apunta, que relegados en provincia formaban una
elite intelectual unida por la insatisfacción común y que acaparaba “un arma terrible: la
Ilustración”.1]
Grupo social o casta que se enfrentó en el terreno de las ideas y de la lucha armada al poder
omnímodo de los “gachupines” y los criollos adinerados pero sin ilustración, así como a la
administración virreinal y al alto clero de la iglesia católica, como institución religiosa-
ideológica siempre del lado de los poderosos y contra todo aquello que implique cambio o
renovación; ya no digamos revolución (ya sea de pensamiento o de estructura social).

1
. Luis Villoro. La revolución de independencia. En: Historia general de México. México, El Colegio de
México, 3ª edición, 1981, pp. 601-602

3
Precursores de la libertad de imprenta y expresión en la Nueva España
Más paradójico aún resulta el papel de los que, de manera en extremo convencional pueden
ser denominados como medios de comunicación “masiva”, “social o “colectiva” de la
época, encarnados por aquellos periódicos de oposición editados por intelectuales y
literatos que de una u otra manera y en mayor o menor grado enfrentaron la censura y la
represión contra la libertad de expresión de la Colonia. Una prensa que fue siempre de
periodicidad incierta, de alcance local, elitista, de ínfimo tiraje y que no parece haber tenido
mucho impacto como presunto instrumento de difusión de las nuevas ideologías y de la
lucha por la liberación nacional, inmersa como estaba en una sociedad en la cual la inmensa
mayoría de los habitantes era analfabeta2] y donde aun así se tenía prohibido leer todas
aquellas publicaciones que no hubiesen sido autorizadas por el poder terrenal (la autoridad
colonial) y el “espiritual” (la Santa Inquisición), o bien hubiesen pasado por el tortuoso
proceso de la “censura previa”.
Más como precursores simbólicos de la libertad de expresión que como coadyuvantes
directos en la propagación de las ideas independentistas puede mencionarse algunos de los
periódicos que precedieron la revuelta del 16 de septiembre de 1810 y que, hasta donde se
ha analizado por diversos historiadores, no habrían tenido ningún tipo de relación o
complicidad directa con el movimiento iniciado por Hidalgo y Allende, más allá de su
inclinación natural por las ideas de la Ilustración y contra el autoritarismo virreinal; lo cual
demuestra el grado de atomización existente entre los diversos sectores sociales ilustrados
proclives a la emancipación.
Entre estos periódicos destaca el Diario de México que se comenzó a publicar el 1 de
octubre de 1805 editado por el escritor Carlos María de Bustamante y el alcalde de la Real
Audiencia Jacobo de Villaurrutia, el cual inició su tiraje con una tendencia literaria, poética
y pro gobiernista pero que, precisamente debido a la censura en su contra, fue poco a poco
orientándose hacia una postura cada vez más radical que le valió ser perseguido por la
autoridad hasta forzar a uno de sus fundadores, Carlos María de Bustamante, a huir y
refugiarse en las filas de la revuelta y convertirse en editor de periódicos netamente
insurgentes, como se verá más adelante, mientras que a su cofundador Villaurrutia se le

2
.“Al iniciarse la lucha por la independencia sólo 30 mil mexicanos sabían leer”. Martha Celis de la Cruz. La
prensa realista en la revolución de independencia. En: Laura Navarrete Maya y Blanca Aguilar Plata
(Coords.). La prensa en México. Momentos y figuras relevantes (1800-1816). México, Addison Wesley
Longman de México, 1998, p. 18

4
condenó al destierro en España.3] Ya sin sus fundadores, a partir del 20 de diciembre de
1812 y hasta su clausura final el 4 de enero de 1817 el Diario de México pasó a ser parte de
la prensa afecta a la autoridad virreinal.
Otros precursores de la prensa liberal fueron el Correo Semanario Político y Mercantil de
México que se publicó de manera intermitente del 8 de julio de 1809 al 30 de octubre de
1811, así como El Conciso que sobrevivían a duras penas con una combinación de
“literatura, noticias, variedades, comentarios políticos y poesías”4] que difícilmente
escondían las tendencias ideológicas contrarias al absolutismo monárquico.
Todos estos diarios, empero; por lo que se ha estudiado hasta ahora, no parecen haber
tenido nexos directos ni relación estructural alguna con la conjura pro independentista
iniciada en Querétaro y que explotó en el pueblo de Dolores la madrugada del 16 de
septiembre de 1810.

La rebelión insurgente y la dinámica de comunicación social popular


En efecto, debido a la secrecía que requería la conjura de Hidalgo, Allende y el Corregidor
de Querétaro, entre otros, no hubo difusión alguna del movimiento independentista hasta el
mismo día del “Grito” (anticipado por una delación). Sin embargo, si se examina el periplo
del ejercito insurgente desde el pueblo de Dolores hasta la Ciudad de México, (la ahora
llamada “Ruta de la independencia”), se comprobará que si bien los levantados en armas no
contaban con un aparato propagandístico adecuado ni con periódicos como para difundir
sus proclamas, sí tenían a su favor una dinámica y un proceso de comunicación social-
popular en extremo efectivo que se encargó de propagar, mediante la vox populi de arrieros,
varilleros y viajantes tanto sus proclamas como su trayectoria y victorias en un esquema de
difusión netamente social (comunicación interpersonal y grupal) y al margen de cualquier
planeación informativa.
Sin la efectividad de este “vehículo de difusión” popular totalmente alternativo al del poder
colonial y al de la incipiente y escasa “prensa escrita” de corte liberal no puede entenderse
que Hidalgo iniciara la revuelta en el pueblo de Dolores con apenas ochocientos adeptos (o
600; según otra versión); que pasara por Atotonilco y llegara a San Miguel el Grande con
más de 20 mil adeptos y que unas semanas después en Celaya fuese proclamado Capital

3
. Moisés Ochoa Campos. Reseña histórica del periodismo mexicano. México, Ed. Porrúa, 1968, p. 105.
4
. Miguel Velasco Valdés. Historia del periodismo mexicano. México, Ed. Porrúa, 1955, p. 26

5
general del movimiento por 50 mil o quizá 80 mil integrantes de su abigarrado ejército, que
continuaba creciendo al ritmo de su paso triunfal hasta Valladolid (Morelia), ciudad de la
cual salió rumbo a la Ciudad de México el día 20 de octubre cada vez más fortalecido y
presumiblemente al frente de más de 80 mil seguidores.
En medio de una impresionante multitud de indios y mestizos, la embestida popular hacia
la capital virreinal tuvo su punto culminante el día 30 de noviembre cuando, más por
número que por armamento, derrotó al ejército realista en Monte de las Cruces para llegar
hasta el pueblo de Cuajimalpa desde donde, de manera inexplicable, el generalísimo Miguel
Hidalgo ordenó la retirada el dos de diciembre de 1810.
En este caso las cifras históricas sobre el monto del ejército insurgente (si se le puede
llamar así) son contradictorias pero poco importa si fueron 80 mil, como señala Villoro,5] o
50 mil, según Lemoine de acuerdo a una misiva enviada por un miliciano, en la cual señala
que “sólo de indios de flecha hay veinte mil y de caballería y de infantería…pasan de 30
mil” 6], ya que todos los estudiosos del tema coinciden en afirmar el carácter masivo del
movimiento independentista; que además generó levantamientos espontáneos en todo el
territorio de la Nueva España y con una participación en la cual descollaron no tanto los
criollos y peninsulares que en su mayoría optaron por inclinarse hacia el poder virreinal,
sino las masas campesinas, mestizas e indígenas junto a los pocos soldados profesionales
que se encontraban bajo las órdenes de Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Abasolo.
Para entender el peso social del creciente ejército insurgente es importante señalar que al
inicio de la lucha de independencia la Nueva España contaba con 6 millones, 122 mil 354
habitantes en todo su territorio, de los cuales las “intendencias” de México, Puebla, Oaxaca,
Yucatán, Guadalajara y Michoacán aglutinaban, en conjunto, 5 millones de pobladores, “lo
que equivale a decir que integraban a las cinco sextas partes de la población del país”.7]
De éstos apenas 100 mil eran españoles peninsulares mientras que los criollos sumaban 900
mil.8]

5
. Luis Villoro. La revolución de independencia…op. cit. p. 614
6
. Ernesto Lemoine. Hidalgo y los inicios del movimiento insurgente. En: Historia de México. México, Ed.
Salvat, 1978, p. 1686
7
. Enrique Florescano e Isabel Gil Sánchez. La época de las reformas borbónicas y el crecimiento económico
1750-1808. En: Historia general de México. México, El Colegio de México, 3ª edición 1981, p. 521-522 
8
. Martha Celis de la Cruz. “La prensa… op. cit. p. 18

6
Ahora bien, para ese momento la intendencia de Guanajuato, que era una de las más
pobladas pese a su reducido territorio, contaba con 576 mil habitantes9] (tan sólo superada
en pobladores por las de Oaxaca, Puebla y México) de los cuales unos miles eran
peninsulares; 149 mil 183 eran criollos y el resto eran mestizos e indígenas.
Esto explica la razón del inmediato apoyo popular a la propuesta libertaria de Hidalgo; una
razón que se subsume en las infrahumanas condiciones de vida y la inconformidad de las
castas subalternas y desposeídas que buscaban, de alguna manera, modificar este estado de
cosas pero sin la fuerza, la conciencia y la organización necesarias para ello.
La respuesta la propone Villoro cuando señala que “el proletariado colonial carecía de
toda organización e ilustración. Sin medios propios para manifestar sus agravios, sin
suficiente cultura para intentarlo, no tenía conciencia clara de su situación oprimida.
Precisaba que miembros de otra clase social les señalaran sus propias posibilidades
despertándolo a la conciencia de su estado; esa clase será la de los “letrados” criollos”10]
que por cierto se diferenciaban de los criollos no ilustrados pero adinerados y aliados
naturales de los peninsulares.
Las precarias e injustas condiciones materiales, sociales, jurídicas, laborales y de
marginalidad que padecían las castas inferiores de la Nueva España se constituyeron en
parte de los elementos causales de índole interna que contribuyeron a generar una
aceptación y apoyo inmediato a la proclama de independencia propuesta por Hidalgo y su
grupo de criollos ilustrados e imbuidos por las nuevas ideas sociopolíticas que llegaban a la
colonia y a la cual sólo ellos y los censores e inquisidores tenían acceso.
Aquí vale la pena remarcar que, como otra terrible paradoja de la guerra de independencia,
fue “La Gazeta del Gobierno de México, publicada por Manuel Antonio de Valdés y Juan
López Cancelada la que actuando como periódico oficial del virreinato publicó, desde
1808, “…las noticias de la defensa española que hicieron los peninsulares del reino contra
la invasión y los valores patrióticos con los cuales argumentaban dicha defensa. Los
criollos se preguntaban por qué ellos no podían defenderse de los invasores españoles”11],
según la aguda interpretación de Celis de la Cruz.

9
. Enrique Florescano e Isabel Gil Sánchez. La época…op. cit. p. 522.
10
. Luis Villoro. La revolución de independencia…op. cit. p. 604
11
. Martha Celis de la Cruz. La prensa realista en la revolución de independencia…op. cit. , p. 21

7
La casona habitada por el cura Hidalgo se convirtió así en el catalizador de un clima de
malestar social, descontento y rabia ciega que encontró en el movimiento armado la válvula
de escape para sus condiciones de opresión y de exclusión.
Esta combinación de una masa social desposeída y una elite pensante y lúcida explica por
qué más del diez por ciento de los 576 mil habitantes de Guanajuato decidieron apoyar la
revuelta no como meros observadores u opinión pública pasiva sino como milicianos que
combatían con hondas, lanzas, arco y flecha o hasta piedras y palos, y que se constituyeron
como la principal fuerza armada que inició la lucha por la independencia de México.
En términos comunicacionales se confirma el peso del “marco de referencia” común de los
desposeídos e inconformes para decodificar el mensaje independentista en términos de una
posible recompensa y mejoría de sus condiciones y de su posición en la sociedad novo
hispana, pero también de un oscuro impulso revanchista y de venganza como el practicado
por las masas insurgentes que tras cada victoria se dedicaban al pillaje, al saqueo y en no
pocas ocasiones a la eliminación física de los “gachupines”.
También desentraña la eficacia del mensaje y su código político-religioso (“Viva Fernando
VII y Viva la religión; muera el mal gobierno”) que los persuadió a levantarse en armas y
abjurar del mensaje social dominante difundido de manera machacona y permanente por la
Iglesia institucional, el cual demandaba aceptación y obediencia a las autoridades
terrenales. Así, la prédica apostólica se complementaba de manera orgánica con la
presencia de las guarniciones virreinales armadas, en una combinación de sojuzgamiento
estructural-superestructural que durante siglos operó mediante el adoctrinamiento
ideológico-religioso y político que cubría tanto el ámbito colectivo y público del hombre
novo hispano (la actuación del individuo en la vida de la “polis” virreinal), así como sus
creencias y su cultura moldeada por siglos de dominación material y espiritual; una forma
ineludible de coloniaje mental para aceptar el “status quo” imperante que fue trastocado por
el peso de la revuelta.
Se presentó, pues, incluso sin medios de comunicación “formales” ni estructuras de
transmisión de información a distancia, un modelo y una dinámica de comunicación
popular alternativa al de las proclamas oficiales del virreinato que no eran tanto geográficos
como sectoriales, es decir esquemas de comunicación intragrupales e intergrupales
correspondiente a la ubicación de los sectores sociales existentes en la Nueva España y que

8
se correspondían puntualmente con el sistema de castas creado por los propios
conquistadores.
En este sentido y de manera metafórica las campanas al vuelo de las parroquias de pueblo
configuraban tanto un medio de comunicación rudimentaria como un código imperativo y
quizá hasta un “valor” ideológico dominante aprendido e internalizado durante siglos por
los pueblos sojuzgados, el cual tenía el poder de convocatoria suficiente para reunir en los
atrios de las iglesias a cientos o miles de fieles en unos cuantos minutos, quienes
respondían no tanto al tañido en sí como al liderazgo que el bajo clero ejercía sobre ellos
desde el púlpito.
Invocando a la dialéctica puede decirse que la alta jerarquía eclesiástica virreinal creó,
mediante la apertura de diócesis y parroquias que le redituaban grandes ganancias, las
contradicciones esenciales para la aparición y desarrollo de los “líderes de opinión” popular
quienes tanto por su formación como por el peso de la realidad circundante que también los
afectaba se volvieron, en la coyuntura de la invasión napoleónica a España, contra la
dominación política ideológica existente para socavar los cimientos del coloniaje mental y
espiritual de un catolicismo que legitimaba el poder político y militar hispano.
El liderazgo de curas como Miguel Hidalgo, José María Morelos, Francisco Severo
Maldonado y José María Cos, entre otros, fue el factor decisivo que creó un “clima de
opinión” popular favorable a la independencia para aglutinar a las clases sociales
marginales en torno al movimiento armado, el cual en parte era resultado del carisma
personal de los nuevos caudillos pero también de la investidura sacerdotal y religiosa que
supo sacar provecho de los valores y de los símbolos sacros para utilizarlos como
elementos ideológicos unificadores y como código de identificación y contacto con las
masas oprimidas; como fue el caso del lienzo de la Virgen de Guadalupe enarbolado por
Hidalgo para respaldar la ideología y el abanderamiento político de la gesta insurgente.
Lo verdaderamente relevante de este proceso de “comunicare” (hacer común) es constatar,
en términos político-ideológicos, la capacidad de convocatoria y la efectividad retórica del
generalísimo Hidalgo y de los criollos ilustrados que integraban su estado mayor, mientras
en términos comunicacionales se constata que el emisor del mensaje de independencia tenía
una gran dosis de credibilidad y legitimidad entre los interlocutores y adeptos que lo
siguieron; lo cual le daba verosimilitud a su mensaje bastante contradictorio en el cual se
acusaba a las autoridades virreinales de ser testaferros de Napoleón y se declaraba la

9
independencia de España pero no del Rey Fernando VII; algo sin duda difícil de creer para
los ilustrados y de comprender para las masas iletradas que, en Guadalajara, comenzaron a
llamar a Hidalgo “Su Alteza Serenísima”, tal como se haría décadas más tarde con Antonio
López de Santa Ana.
Las deserciones del movimiento, que fueron muchas aun en el grupo cercano al caudillo, se
deben entender no tanto como resultado de un repentino descrédito de sus arengas o como
un triunfo de la propaganda virreinal y eclesiástica que lanzaba anatemas contra los
rebeldes, sino como resultado del temor a enfrentarse con picos, hondas, machetes y flechas
a las aguerridas y bien pertrechadas tropas del ejército comandado por Félix María Calleja.

La emergencia del periodismo en el movimiento insurgente


Si los abrumadores y conocidos hechos de guerra de la independencia de México confirman
que el pueblo se informa y se comunica por vías alternas a la de los medios
“institucionales”, surge la pregunta de para qué crear una “prensa insurgente”,
“parainsurgente” o de oposición al régimen virreinal o bien ¿Cuál fue la función social real
de los periódicos (insurgentes y opositores al régimen) durante el periodo 1810-1821 y, de
manera concreta, en la difusión de las ideas insurgentes?
Al analizar el periplo inicial de la gesta insurgente no puede dejar de notarse que del 16 de
septiembre al 20 de diciembre de 1810 el movimiento no tuvo un órgano oficial de difusión
de sus ideas ni un boletín propio que dejase constancia “informativo-noticiosa” de su
periplo triunfal por el Bajío, mientras en anónimas hojas volantes se exaltaba a Hidalgo
como “aquel que viene en nombre del Señor” y en los periódicos oficiosos se publicaba su
excomunión, dictada por el obispo de Valladolid, Abad y Queipo, para regocijo de los
sectores oficialistas.12]
Quizá también, de manera elitista y poco efectiva, en términos de impacto “mediático”, las
autoridades del virreinato iniciaron la guerra propagandística desde el mismo momento del
estallido de la revuelta insurgente promoviendo decenas de panfletos, hojas volantes y
periódicos cuyo único propósito “informativo” era denostar y condenar abiertamente a los
insurgentes y sus caudillos con libelos infamantes entre los cuales destacaron: Contra
Hidalgo, Allende y sus cabecillas insurgentes; Exhortación de un patriota americano a los

12
. Miguel Velasco Valdés…op. cit., p. 28

10
habitantes de este reyno; México fiel y valiente en el crisol que lo pusieron los insurgentes;
El Anti-Hidalgo y el más injurioso denominado Impugnación de un doctor mexicano al
B.r.D. Miguel Hidalgo y Costilla, ex cura de Dolores, ex sacerdote de Cristo, ex cristiano,
ex americano, ex hombre y generalísimo capataz de salteadores y asesinos.13]
Sin embargo a partir de su poco clara retirada de las goteras de la Ciudad de México y tras
sucesivas derrotas ante el ejército realista que lo fue hostigando hacia Valladolid y luego
hacia Guadalajara (tomada por el caudillo regional insurgente José Antonio Torres el 16 de
diciembre), Hidalgo asentó su cuartel general en esa rica metrópoli, hasta donde fue a
buscarlo el cura Francisco Severo Maldonado quien, según algunas versiones, le habría
propuesto la creación de un periódico que diera a conocer sus motivos de lucha14] , o bien
habría recibido de Hidalgo tal encomienda, la cual se hizo efectiva el 20 de diciembre de
1810 cuando se publicó el primero de los siete números de El Despertador Americano.
Correo político económico de Guadalaxara. 15]
Hoy resulta irrelevante saber si la iniciativa de crear el periódico provino del genio político-
ideológico-militar de Hidalgo o bien del cura “ilustrado” Maldonado quien, así, se habría
convertido en efímero ideólogo del movimiento armado pero es de resaltar el hecho que no
fue sino hasta la llegada de éste cuando aquel dio la orden de crear un medio de
comunicación netamente insurgente; cosa que no había hecho durante los tres meses
anteriores.
Lo verdaderamente importante es que el movimiento independentista y sus caudillos
entendieron o se percataron; quizá de manera un tanto tardía, del papel estratégico y la
función política de la prensa en momentos inciertos y de derrotas, no tanto como mera
divulgadora de noticias sobre sus triunfos o fracasos sino como instrumento
propagandístico y órgano de difusión ideológica que fuese utilizado para la divulgación
“masiva” de sus “proclamas” y arengas; con todas las limitantes que la situación
sociocultural imperante imponía, como el hecho del craso analfabetismo de la mayoría de
las clases populares o el elitismo, espanto y desprecio de los criollos “no ilustrados” y
“gachupines” por el movimiento insurgente.

13
. Vergés, Miquel I. La independencia mexicana y la prensa insurgente. México, Instituto Nacional de
Estudios Históricos de la revolución mexicana. 1985, p. 20
14
. Miguel Velasco Valdés… op. cit. p. 29
15
Vergés, Miquel I. Op. cit. p. 17

11
Así, el periodo de vida y el impacto directo de El Despertador Americano sobre la
sociedad novo hispana fueron en extremo breves y de bajo perfil pues apenas se publicaron
siete números, entre el 20 de diciembre de 1810 y el 16 de enero de 1811; es decir menos
de un mes de vigencia y con un tiraje en los primeros seis números de dos mil ejemplares y
el último de apenas 500 que para desgracia de sus editores fue decomisado por Calleja pues
mientras el periódico se terminaba de imprimir, las huestes de Hidalgo eran derrotadas por
el ejército virreinal y se veían forzadas a huir de Guadalajara, lo que le dejó la plaza libre al
brigadier español.16]
Pero en el entorno de la circunstancia histórica y el aumento exponencial del apoyo popular
a Hidalgo, tampoco importa mucho si los dos mil ejemplares de su tiraje incidieron o no
sobre la opinión pública de los habitantes de la ciudad y sus alrededores. Lo importante en
este caso es constatar el uso, por parte de un movimiento político-militar y por primera vez
en territorio nacional, de un periódico como medio orgánico de divulgación de ideas y
como foro de debate en la defensa de un proyecto de nación; medio de comunicación
“formal” que a fin de cuentas no perduró pero creó “escuela” pues inauguró el modelo de
periodismo político, doctrinario y de debate ideológico que imperó durante todo el siglo
XIX en el México independiente.
Y no porque no hubiesen existido, desde antes, algunos diarios políticos, “doctrinarios” o
de debate17] sino porque El Despertador Americano, con su ejemplo más simbólico que
práctico abrió brecha y creó el modelo de la prensa doctrinaria ya netamente mexicana (es
decir, ya no entre “peninsulares” o “criollos” sino entre facciones políticas de la nueva
nación) como factor que une la pugna ideológica e intelectual con la lucha política y militar
para la obtención y conservación del poder, lo que dio como resultado la creación de la
corriente diarista que la nación y su realidad requerían en ese momento histórico de
interminable pugna entre los distintos grupos por imponer a la sociedad un modelo de
desarrollo sociopolítico y de gobierno; pugna que perduró hasta el advenimiento de la
“República restaurada” y el triunfo de los liberales sobre los conservadores.

16
. Miguel Velasco Valdés…op. cit. p. 29
17
. Véase: Martha Celis de la Cruz. La prensa realista en la revolución de independencia, p. 18, donde
afirma que los criollos ilustrados fueron quienes crearon una nueva cultura política y quienes utilizaron,
“como otro más de los instrumentos de la guerra, la información de la prensa con un carácter doctrinario”,
lo que dio inicio a los primeros periódicos de partido como herramientas ideológicas “insurgentes” o
“realistas”. …op. cit. , p. 21

12
A partir de este momento y de acuerdo a las incidencias del movimiento independentista,
que tuvo altibajos y relevos debido a la represión y muerte de sus sucesivos caudillos, El
Despertador Americano tuvo diversos émulos que recogieron su modelo y “replicaron” su
tipología “mediática” como periódicos insurgentes “itinerantes” que se publicaban,
aparecían y desaparecían en función de los movimientos geográficos de la tropa
independentista a cargo de personajes como Ignacio López Rayón y José María Morelos,
quien cargaba entre sus bártulos con una prensa de campaña.
Entre estos medios, de escaso impacto práctico pero de gran valor simbólico que ya
actuaban como medios de comunicación oficiosos y como voceros de un grupo armado y
una causa político-ideológica destacan, entre otros: El Ilustrador Nacional publicado
semanalmente a partir del 11 de abril al el 16 de mayo de 1812 por el sacerdote José María
Coss en Sultepec, estado de México pero en coordinación con el movimiento de José María
Morelos y Pavón del cual se había convertido en vocero y panegirista. También su sucesor,
El Ilustrador Americano publicado quincenalmente en Tlalpujahua por este personaje y por
Andrés Quintana Roo e Ignacio López Rayón hasta el 17 de abril de 1813 cuando, tras la
derrota del ejército insurgente, se vio obligado a suspender su circulación18]
Otro medio insurgente o “parainsurgente”; secuela de los anteriores, fue El semanario
Patriótico Americano que comenzó a publicarse en el mismo poblado el 19 de julio de
1812, ahora a cargo de don Andrés Quintana Roo y alimentado por colaboraciones que
desde la capital le enviaba su esposa Leona Vicario, pero en el cual continuaron
colaborando López Rayón y José María Cos, en una línea estratégica de continuidad
editorial del mismo grupo proinsurgente que no parece ser más que un artilugio de relevos
y cambios de título y editor para eludir a la omnipresente censura y confundir al enemigo
realista. Este periódico sobrevivió hasta el 17 de enero de 1813.
Como se observa en el cuadro siguiente, conforme avanzó la lucha de independencia, los
periódicos por insurgentes se enfrentaron en el terreno de las ideas a aquellos que eran
oficiales u oficiosos o estaban sujetos al poder virreinal.

18
. Miguel Velasco Valdés. Historia del periodismo mexicano… op. cit. p. 31

13
Lista cronológica de los periódicos publicados durante la lucha de independencia
Tendencia Título Editor Años
Insurgente1 El Despertador Americano Francisco Severo Maldonado 1810-1811
Ilustrador Nacional Dr. José Ma . Cos 1812
(publicados en las Ilustrador Americano Dr. Cos, Andrés Quintana Roo, 1812-1813
regiones Rayón
sustraídas al Dr. Cos, Andrés Quintana Roo, 1812-1813
dominio español) Semanario Patriótico Americano Rayón

José Ma. Liceaga 1812


Gaceta del Gobierno Americano
en el Departamento del Norte 1812
El Despertador de Michoacán
Sud Carlos Ma. de Bustamante, José 1813
Manuel de Herrera
Correo Americano del Sur José de San Martín (clérigo 1813
Gaceta del Gobierno doctoral de Oaxaca)
Provisional Mexicano de las
Francisco Javier Mina 1817
provincias del Poniente
Boletín de la División Auxiliar
de la República Mexicana
Realista Gaceta del Gobierno de México Francisco de Noriega 1810-1821
El Telégrafo de Guadalajara Francisco Severo Maldonado 1811-1812
(oficiales o sujetos El Verdadero Ilustrador Francisco Severo Maldonado 1811-1812
al gobierno Americano Francisco Severo Maldonado 1813
virreinal) El Mentor de la Nueva Galicia

Trigarante El México Independiente Del Ejército de las Tres Garantías 1821

(Varios de ellos se Ejército Imperial Mexicano de Del Ejército 1821


transformaron en las
oficiales con la Tres Garantías Del Ejército 1821
independencia) Buscapiés
Diario Político Militar Mexicano Joaquín y Bernardo de Miramón 1821

Independientes Diario de México (primer diario Jacobo de Villaurrutia, Carlos M. de 1812


de Nueva España) Bustamante, José M.a Wenceslao
(de particulares, Barquera
generalmente El Juguetillo Carlos M.a de Bustamante 1812-1814
adictos a la El Pensador Mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi 1813
Independencia) El Misceláneo (primer periódico Redactado por varias personas 1814
de Mérida)

El Aristarco Universal Lorenzo de Zavala 1814


El Redactor Meridiano 1814
Alacena de Frioleras José Joaquín Fernández de Lizardi 1815
Caxoncito de la Alacena José Joaquín Fernández de Lizardi 1815-1816
Ratos entretenidos o José Joaquín Fernández de Lizardi 1819
miscelánea útil y curiosa José Joaquín Fernández de Lizardi 1820
El Conductor Eléctrico
La Abeja Poblana (primer Juan Nepomuceno Troncoso 1820-1821
periódico de Puebla)

1. No se conocen periódicos de los insurgentes de 1818 a 1820

Fuente: Ernesto Lemoine. “La revolución radical: José María Morelos”. En: Historia de México…” op. cit.
p. 1694

14
Por su parte y tras la dispersión de la revuelta independentista, acosada por los ejércitos
realistas de Calleja, José María Liceaga fue nombrado capitán de los ejércitos del norte por
la denominada Suprema Junta Nacional Insurgente y, refugiado en un fortín de la Laguna
de Yuriria, editó del 23 al 30 de septiembre de 1812 la Gaceta del Gobierno Americano en
el Departamento del Norte.
De manera paralela, en lo que puede ser calificado como una “explosión” mediática de la
insurgencia, el 25 de enero de 1813 José María Morelos fundó, en la recién tomada ciudad
de Oaxaca, el periódico Sud que, según la maestra María del Carmen Ruiz Castañeda era el
sucesor de un periódico llamado El Despertador de Michoacán del cual no se conocen
ejemplares.19]

Prensa liberal, prensa insurgente y la Constitución de Cádiz


En el interregno de 1811-1812, una vez más circunstancias externas a la Nueva España y la
también llamada “guerra de independencia” española sirvieron como catalizadores tanto
para el impulso revolucionario como para la reactivación y evolución de la prensa
insurgente y la de oposición al régimen colonial.
Mientras la revuelta de independencia comenzaba a declinar, tras de que el 30 de julio de
1811 fueron fusilados Hidalgo y los principales jefes insurgentes, el 19 de marzo de 1812
en la ciudad y puerto de Cádiz los diputados de las Cortes españolas, incluidos 16
provenientes de la Nueva España, promulgaban la nueva Constitución de la Monarquía
Española tras dos años de deliberaciones en medio de huidas y acoso por parte del invasor
francés, en la cual se reafirmaba la libertad de imprenta y de expresión, promulgada dos
años antes, el 17 de octubre de 1810 20] por las mismas Cortes, justo cuando el ejército de
Hidalgo iniciaba su marcha contra la Ciudad de México, razón por la cual el entonces
virrey Venegas se rehusó a promulgarla y hacerla vigente, aduciendo un estado de
excepción que por demás era real.
La nueva constitución llegó a la Nueva España y se juró y promulgó el 30 de septiembre de
1812 pero entró en vigor hasta el 5 de octubre gracias a las instancias del diputado a las

19
. María del Carmen Ruiz Castañeda. Periodismo. Prensa insurgente. En: Enciclopedia de México. México,
Ed. Enciclopedia de México, tomo 10, p. 443.
20
. Decreto de 10 de Noviembre de 1810. Libertad política de la Imprenta. Cortes españolas. Puerto de Cádiz.
En: Legislación mexicana. http://www.biblioweb.dgsca.unam.mx/dublanylozano/

15
Cortes Miguel Ramos Arispe quien se lo exigió al Virrey,21] dando como resultado la
aparición casi inmediata de múltiples periódicos, hojas volantes y hasta libelos injuriosos y
de lenguaje obsceno que se amparaban en la nueva disposición que impedía la “censura
previa” y los Juzgados de Imprenta.
Fueron títulos extravagantes y de doble sentido como el de La chanfaina sequita, Juicios de
los locos; Las zorras de Sansón; La balanza de Astrea o No importa que mudes mula si no
22]
mudas también cula (y otros peores) que, junto con una oleada de medios más serios,
aprovecharon los poco menos de tres meses en los cuales la libertad de imprenta estuvo
vigente.
Es en este contexto en el cual destacan, por un lado Carlos María de Bustamante, con su
periódico El Juguetillo y José Joaquín Fernández de Lizardi con El Pensador Mexicano, en
acciones separadas y al parecer no concertadas que dieron un nuevo impulso tanto a la
prensa insurgente como a la de oposición al régimen virreinal.
Aprovechando la vigencia de la libertad de imprenta y expresión consagrada en la
Constitución de Cádiz, Bustamante --antiguo editor del Diario de México que se había
pasado al bando realista-- comenzó a publicar El Juguetillo donde escribió una velada
crítica a los militares realistas quienes partían pobres a luchar contra los insurgentes y
regresaban llenos de riquezas, por lo que se dictó orden de aprehensión en su contra,
orillándolo a huir de la ciudad de México hacia Oaxaca donde fue recibido por Morelos
quien lo nombró brigadier y le encomendó la edición de El Correo del Sur,23] en un error de
cálculo del poder virreinal que lo echó en brazos de la insurgencia porque Bustamante
radicalizó su postura liberal y se pasó a un bando con el cual comulgaba pero con el cual, al
parecer, no había tenido nexos directos.
Bustamante, después de la captura y fusilamiento de Morelos, quiso huir del país pero fue
capturado y encarcelado en las mazmorras de San Juan de Ulúa donde estuvo preso tres
años, pero de donde salió para convertirse en un personaje importante tanto de las letras
como del periodismo y la política del México independiente.24].

21
. Henry Lepidus. The history of mexican journalism. En: The University of Missouri Bulletin. Vol. 29, nº 4,
(Journalism Series nº 49), 1928, p. 27
22
. Ernesto Lemoine. El Liberalismo español y la independencia de México. En: Historia de México, México,
Salvat Mexicana Editores, 1978, tomo 8, p. 1730.
23
. Henry Lepidus. The history… op. cit. p. p. 29-30
24
. Ibid. p. 31

16
El otro caso sobresaliente es el de Fernández de Lizardi quien también al amparo de la
libertad de prensa y expresión de la Constitución de Cádiz, en el número 9 del 3 de
diciembre de 1812 de su periódico El Pensador Mexicano publicó su famosa filípica contra
el Virrey Francisco Xavier Venegas en la cual, después de halagarlo con motivo de su
cumpleaños, terminó denostándolo de manera tan acusada que dos días después éste
suspendió la vigencia de la libertad de expresión que se había puesto en práctica apenas el 5
de octubre25] y Lizardi fue condenado a pasar varios meses en prisión, de donde salió en
1813 para seguir su carrera ascendente como gloria de las letras mexicanas y como
periodista de medios opositores al virreinato, como se puede leer en el cuadro elaborado
por el doctor Lemoine.
La reactivación del absolutismo, la censura previa y el aumento de la represión colonial,
tras la derrota de Napoleón y el retorno al poder de Fernando VII en 1814, no lograron
detener en la Nueva España la tendencia de crear diarios de batalla o, cuando menos, de
oposición y resistencia al régimen virreinal. El 25 de febrero de 1813 se comenzó a publicar
El Correo Americano del Sur, editado por José Manuel de Herrera y Carlos María de
Bustamante, quien ya aparece como editor de periódicos netamente insurgentes después de
haberse unido al movimiento encabezado por Morelos.
Tras la derrota, aprehensión y posterior ejecución de José María Morelos, fusilado el 22 de
diciembre de 1815, la lucha revolucionaria entró en declive y casi se extinguió pero durante
ese lapso todavía se publicó la Gaceta del Gobierno Provisional Mexicano de las
Provincias del Poniente, editado por el cura oaxaqueño José de San Martín del 20 de marzo
al 16 de octubre de 1817, así como el Boletín de la División Auxiliar de la República
Mexicana, editado a partir del 26 de abril de 1817 por ordenes del joven español Xavier
Mina,26] quien fue derrotado, aprehendido y fusilado el 11 de noviembre de ese año por el
ejército realista tras su fallida invasión a suelo nacional.
En “La revolución radical: José María Morelos”,27] el doctor Lemoine señala que no se
conocen periódicos de los insurgentes de 1918 a 1920, cuando el movimiento
independentista casi desapareció y sólo la guerrilla de Guadalupe Victoria en Veracruz y la
de Vicente Guerrero en la costa del Pacífico continuaban con la lucha en condiciones en

25
. Ibid. P. 29-30
26
. Ernesto Lemoine. Declinación de la insurgencia. En: Historia de México… op. cit. p. 1716
27
. Ernesto Lemoine. La revolución radical: José María Morelos. En: Historia de México… op. cit. p. 1694

17
extremo precarias por lo cual no existía una base geográfica estable ni la tecnología
necesaria como para editar periódicos que difundieran sus proclamas.
Sin embargo por el flanco de la prensa liberal y republicana de oposición, en 1819 apareció
El Conductor Eléctrico y Ratos entretenidos o miscelánea útil y curiosa, así como El
Buscapiés en 1821, de Fernández de Lizardi. También se publicó El Semanario político y
Literario de México, del 12 de junio de 1819 al 12 de julio de 1823 en la ciudad de México,
mientras que en Guadalajara se editó El espectador del régimen Constitucional; en
Campeche El Redactor Campechano y en Puebla el semanario La Abeja Poblana, del 30 de
noviembre de 1820 al 17 de diciembre de marzo de 1821.28]
Así, los periódicos aparecidos en la última parte de la lucha de independencia, cuando
Iturbide tomó el control del movimiento, tales como El Ejército Imperial Mexicano de las
29]
Tres Garantías y El Mejicano independiente, en 1821 no parecen haber sido más que
medios oficiosos creados por el propio Iturbide y su camarilla para capitalizar en provecho
personal y de grupo la sangre y el sacrificio de quienes editaron letras de molde al fragor de
la batalla y en condiciones adversas pero con miras más altruistas.
Ello porque, como es sabido, los impulsores del Ejército Trigarante firmaron la
independencia nacional mediante el Tratado de Córdoba, firmado el 24 de agosto de 1821,
por Agustín de Iturbide y el último virrey de Nueva España, Juan O’Donojú quien como
último acto de su función colonial restableció la libertad de prensa, de imprenta y de
expresión pero ya como miembro de la Junta Provisional Gubernativa de la nueva nación.

La escuela periodística de El Despertador Americano


En el contexto histórico de 1810-1821, de medios itinerantes de corta vida y escaso tiraje la
relevancia simbólica del Despertador Americano deviene no tanto de su impacto sobre la
sociedad novo hispana y después mexicana sino de su carácter de precursor de la prensa
ideológica partidista nacional y de la función social que le fue adjudicada por la propia
realidad de inestabilidad política existente, no como medio informativo-noticioso que
vendiera espacios publicitarios y “noticias” (que en algunos casos se hizo pero de manera
marginal) sino como instrumento de divulgación propagandística subvencionado

28
. Luis Reed Torres. La prensa y la guerra de independencia. En: María del Carmen Ruiz Castañeda et. al.
El periodismo en México. 450 años de historia. México, UNAM, 2ª edición 1980, p. 126
29
. María del Carmen Ruiz Castañeda, Irma Lombardo y María Teresa Camarillo. (Coords.) La prensa pasado
y presente de México.. México, UNAM, 1987, p. 28

18
primordialmente por los alzados en armas y sus escasos adherentes (como la sociedad
secreta llamada “Los Guadalupe”) bajo la modalidad de un foro de expresión de la
ideología liberal y defensor de su credo independentista.
La estructura social imperante en la Nueva España se convirtió, así, en la responsable
directa de la aparición y desarrollo de un modelo de prensa que como medio de
comunicación social no podía, por obvias razones, estar al servicio de la rudimentaria
estructura productiva (sin un mercado interno real de peso), sino como foro de expresión de
la superestructura político-ideológica inestable que se encontraba en juego y en vilo por
parte de las fuerzas que durante la lucha de independencia se dividieron en monárquicos y
republicanos y luego, durante todo el siglo XIX, en liberales y conservadores; yorkinos y
escoceses; federalistas y centralistas. Así lo entiende el autor estadounidense Henry
Lepidus quien apunta que “…as the revolution progressed the press increased; but for
years the publications retained the character of phanphlets and partisan political sheets
rather than of newspapers in the modern sense”30]
Estos “años” de prensa partidista y panfletaria y que no tenía nada que ver con el
“periodismo moderno”, como señala Lepidus, duraron hasta casi el fin del siglo XIX y ello
explica la “función social” anómala de los medios mexicanos y su evolución histórica
“atípica” desde la guerra de independencia y hasta finales del siglo XIX, que no
corresponde de manera cabal al surgimiento y posterior ubicación de los medios de
comunicación en el entramado del desarrollo del capitalismo mundial, a los cuales la
estructura productiva dominante les asigna un papel primordial como aceleradores del
“proceso de reproducción ampliada del capital… y como catalizadores de la última fase de
la circulación: su momento de consumo”.31]
Parece imposible que El Despertador Americano y sus sucesores y émulos, que copiaron y
reprodujeron su estilo y su tónica, pudieran dedicarse principalmente a la venta de espacios
publicitarios en el entorno de una disputa por la Nación y la lucha armada que utilizaban la
prensa como instrumento para difundir ideas, no publicidad comercial para un mercado
interno casi inexistente, de autoconsumo y convulsionado por la revuelta, lo cual explica la
corta vida y el escaso éxito de periódicos “neutros” pretendidamente “apolíticos” o de

30
. Henry Lepidus. The history… op. cit. p. 27
31
. Javier Esteinou Madrid. Medios de comunicación y acumulación de capital. En: Estudios del Tercer
Mundo”. Vol. 3, nº 3, septiembre 1980, p. 75.

19
índole comercial tales como El Jornal Económico Mercantil de Veracruz, que se publicó
del 1 de marzo al 31 de julio de 1806 por Manuel López Bueno; del Diario Mercantil de
Veracruz, de José Mariano Almanza, editado del 1 de julio de 1807 al 8 de julio de 1808;
del Semanario Económico de noticias curiosas y eruditas sobre Agricultura y demás artes
y oficios, de 1808 a 1810 y del El Correo Semanario Político Mercantil, que se editó de
1808 a 1811.32]
Lo anterior confirma la hipótesis de que a fin de cuentas los medios de comunicación no
tienen vida propia ni viven, trabajan y funcionan al margen de la realidad socioeconómica,
sociopolítica y sociocultural circundante sino como expresión de ella y como una especie
de “espejo” difuso y cambiante en el cual se reflejan sus contradicciones y conflictos.
La misma claudicación de Severo Maldonado; la abjuración a sus ideales y su pronta
solicitud de indulto al brigadier Calleja, tras su aprehensión como reconocido colaborador
de la insurgencia y editor de su órgano de difusión, reafirman que es la estructura social y
sus contradicciones las responsable del devenir y forma de actuación de los medios, ya que
casi al día siguiente de haber editado el último número de El Despertador Americano, el
dócil sacerdote comenzó a publicar El Telégrafo de Guadalajara, de periodicidad semanal
y vocación realista que se editó hasta 1813, en el cual el propio Maldonado, sin rubor
alguno, lazaba denuestos contra su exjefe, amigo y colega Miguel Hidalgo.33]
Así, debe hacerse notar que El Despertador Americano y sus sucesores de la prensa
insurgente y doctrinaria prohijaron también el peculiar “hombre público” del siglo XIX, de
carácter “multimodal” y policafético que era a la vez intelectual, escritor y poeta; cura,
abogado o militar (de carrera o improvisado); ideólogo, político profesional y hasta
funcionario público, en un despliegue de habilidades que iban de la República de las Letras
a la Academia formal y después al ágora, al campo de batalla y al ejercicio gubernamental,
pero que también fungía como “periodista” y que usaba al diario o la revista como punto de
intersección y vértice de confluencia de todas sus anteriores habilidades pues estos medios
se utilizaban como foro de expresión intelectual y palestra de lucha político ideológica.
Desde la prensa doctrinaria el personaje público se comprometía con un ideal o, cuando
menos, con una militancia partidista que no en pocas ocasiones cambiaba de bando e
ideología conforme soplaran los vientos.

32
. Moisés Ochoa Campos. Reseña histórica del periodismo mexicano. México, Ed. Porrúa, 1968, p. 83
33
. Miguel Velasco Valdés…op. cit. p. 29

20
El caso de la prensa nacional y su accidentada historia lleva por tanto a la necesidad de
precisar que “la comunicación en función del tiempo que se ahorra en la realización de la
plusvalía es propia únicamente del sistema capitalista. La comunicación en otro tipo de
sociedades responde a otras necesidades y, por tanto, tiene otras formas”;34] tal y como
ocurrió en el caso de la Nueva España y después en el México independiente. Ello porque
las “formas” que asumió el periodismo mexicano de esa época se adaptaron y
correspondieron a las sinuosidades de la vida social en la cual aparecieron y cumplieron un
papel primordialmente ideológico, no mercantil-publicitario.
En el México insurgente y después independiente la prensa doctrinaria dominante a lo largo
del siglo XIX tuvo una función primordial de “vehículo ideológico”, en el sentido señalado
por Marcos Gandásegui cuando apunta que “El periódico puramente ideológico se
encuentra ante enorme desventaja de carácter objetivo, ya que está limitado a las fronteras
que le impone el sistema en el cual ha de circular. El vehículo ideológico es más un arma
de lucha que un medio de comunicación masivo.35]
Ello explica también por qué la prensa doctrinaria del siglo XIX no floreció como negocio
rentable sino que fue casi siempre marginal, elitista por necesidad (gracias al
analfabetismo), intermitente y siempre eventual, raquítica y sin margen de acción para
cumplir totalmente su función de divulgadora y defensora de ideas pues estaba casi siempre
sujeta al espacio ya geográfico o social de influencia de quienes la publicaban, casi siempre
sin patrocinio comercial-publicitario y sujeta a la censura o a la represión según quien
estuviera en el poder, tal como lo describe Moisés Ochoa Ocampo cuando señala que “El
gran movimiento social que representó nuestro paso a la vida independiente dejaba en el
periodismo mexicano un marcado carácter combativo”,36 es decir una prensa doctrinaria e
ideológica que casi siempre fungía como órgano de difusión oficial u oficioso de un partido
y una causa tanto política como militar inclusive.
Quizá por este sesgo en su actuación, que devenía de su carácter faccioso o de “camarillas”,
este modelo de periodismo como “vehículo ideológico” tuvo serias limitantes pues era una
prensa farragosa, difícil de leer, con un mensaje ideologizado y una redacción ampulosa

34
. Marcos Gandásegui (hijo). Estructura social y medios masivos de comunicación. En: Casa de las
Américas. Año XVI, núm. 96. mayo-junio de 1976, pp. 44
35
. Ibid. p. 45
36
. Moisés Ochoa Campos. Reseña histórica del periodismo mexicano. México, Ed. Porrúa, 1968, p. 105,
(Total 178 pp.)

21
que no resultaba atractiva ni comprensible para la mayoría iletrada de receptores a los
cuales, en teoría, se dirigía.
Por lo tanto, al igual que muchas de las actuales publicaciones “intelectuales” de debate
político y/o literarias, el impacto de aquellos diarios doctrinarios y de lucha ideológica
quedaba reducido al ámbito geográfico de influencia de sus editores, así como al ámbito
social e ideológico de sus compañeros de lucha o partido quienes eran, quizá, los únicos
posibilitados para apreciar y comprender a cabalidad las interminables arengas, párrafos
oscuros y expresiones retóricas de sus contenidos.
En términos comunicacionales se puede decir que la principal limitante de esta prensa
ideologizada era la utilización de un código totalmente ajeno al marco de referencia de las
clases populares, en un defecto de origen que combinaba elitismo y lenguaje docto pero que
precisamente por ello se convirtió en un medio “de los amigos, por los amigos y para los
amigos” inmersa en un círculo vicioso que no le permitió nunca crecer y “masificarse”, tal
y como paulatinamente ocurrió con los periódicos informativo-noticiosos y de orientación
mercantil-publicitaria existentes desde el siglo XVII en los países metropolitanos como
Inglaterra, Francia, Austria, Prusia y después en los Estados Unidos de América.

Conclusiones
Las evidencias historiográficas y los datos duros sobre tirajes y lapsos de vida de los
periódicos, así como las condiciones socioculturales de los pobladores de la Nueva España
durante la guerra de independencia muestran que, a fin de cuentas, la prensa no fue factor
tan importante para la difusión de las ideas insurgentes pero sí para la creación de un nuevo
modelo de comunicación social “a la mexicana” impuesto por la inestable realidad social
nacional bajo la forma del periodismo político, doctrinario y de debate ideológico que
imperó durante todo el siglo XIX en el México independiente.
También se comprueba que la propagación de las ideas de igualdad, libertad e
independencia siguieron caminos de índole netamente social-cultural al margen de los
medios existentes pero con una efectividad históricamente comprobada por la respuesta
social al llamado a las armas que muestra el grado de credibilidad de Hidalgo y del bajo
clero católico como emisores de un mensaje político-militar e ideológico “alternativo” al
del poder virreinal.

22
La prensa doctrinaria prohijada por El Despertador Americano y sus émulos fue, entre
otros factores, la responsable de la aparición y crecimiento de un tipo de “hombre público”
polifacético y polivalente que utilizó los periódicos no sólo como foro de debate sino como
punto de confluencia de sus múltiples actividades y vocaciones que iban de la academia al
ejercicio del poder, pasando por tareas y orientaciones tales como las letras, la poesía, la
carrera militar y el liderazgo partidista.
El valor más simbólico que práctico de la prensa insurgente y de oposición al régimen
virreinal fue su contribución a la aparición de un tipo de “diarismo” muy ideologizado (con
tímidos atisbos de prensa informativo-noticiosa) que estuvo vigente, gracias a las
contradicciones del México independiente, a lo largo de todo el siglo XIX como una
“dinámica de la comunicación social dominante” que sólo fue reemplazada por el
advenimiento de la prensa industrial y comercial publicitaria a partir de 1896, cuando el
Porfiriato y los “científicos” impulsaron la publicación de “El Imparcial” de Rafael Reyes
Spíndola.

23
Bibliografía

Celis de la Cruz, Martha. La prensa realista en la revolución de independencia. En: Laura


Navarrete Maya y Blanca Aguilar Plata (Coords.). La prensa en México. Momentos y
figuras relevantes (1800-1816). México, Addison Wesley Longman México, 1998, 211 p.

Decreto de 10 de Noviembre de 1810. Libertad política de la Imprenta. Cortes españolas.


Puerto de Cádiz. En: Legislación mexicana.
http://www.biblioweb.dgsca.unam.mx/dublanylozano/

Esteinou Madrid, Javier. Medios de comunicación y acumulación de capital. En: Estudios


del Tercer Mundo. Vol. 3, nº 3, septiembre 1980, pp. 61-84

Florescano, Enrique e Isabel Gil Sánchez. La época de las reformas borbónicas y el


crecimiento económico 1750-1808. En: Historia general de México. Dos tomos, México, El
Colegio de México, 3ª edición 1981, pp. 471-489

Gandásegui (hijo), Marcos. Estructura social y medios masivos de comunicación. En: Casa
de las Américas. Año XVI, núm. 96. mayo-junio de 1976, pp. 35-53

Lemoine, Ernesto. Declinación de la insurgencia. En: Historia de México. México, Salvat


Mexicana Editores, 1978, tomo 8, pp. 1707-1720

Lemoine, Ernesto. El Liberalismo español y la independencia de México. En: Historia de


México, México, Salvat Mexicana Editores, 1978, tomo 8, pp. 1721-1732

Lemoine, Ernesto. Hidalgo y los inicios del movimiento insurgente. En: Historia de
México. México, Ed. Salvat, 1978, Tomo 8, pp. 1675-1690

Lemoine, Ernesto. La revolución radical: José María Morelos. En: Historia de México.
México, Ed. Salvat, 1978, Tomo 8, pp. 1691-1706

Lepidus, Henry. The history of mexican journalism. En: The University of Missouri
Bulletin. Vol. 29, nº 4, (Journalism Series nº 49), 1928

Ochoa Campos, Moisés. Reseña histórica del periodismo mexicano. México, Ed. Porrúa,
1968, 178 p.

Reed Torres, Luis. La prensa y la guerra de independencia. En: María del Carmen Ruiz
Castañeda et. al. El periodismo en México. 450 años de historia. México, UNAM, 2ª
edición 1980, 396 p.

Ruiz Castañeda, María del Carmen, Irma Lombardo y María Teresa Camarillo (Coords.).
La prensa pasado y presente de México. México, UNAM, 1987

24
Ruiz Castañeda, María del Carmen. Periodismo. Periodismo. Prensa insurgente. En:
Enciclopedia de México. Tomo 10, pp. 443-511, México. Ed. Enciclopedia de México, 3ª
edición 1978, 12 tomos.

Velasco Valdés, Miguel. Historia del periodismo mexicano. México, Ed. Porrúa, 1955, 247
p.

Villoro, Luis. La revolución de independencia. En: Historia general de México. México, El


Colegio de México, 3ª edición, 1981, pp. 591-644

Vergés, Miquel I. La independencia mexicana y la prensa insurgente. México, Instituto


Nacional de Estudios Históricos de la revolución mexicana. 1985

25

You might also like