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El judío (como otros orientales) utilizaba, pues, los resortes del poder,
requerían la ayuda de las autoridades, de los soldados si era preciso y
circulaba, aunque luego conservara su peculiar personalidad y no fuera un
súbdito respetado por sus virtudes patrióticas. P. 27
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El pueblo judío está dominado por la letra escrita. La fuerza de las
Sagradas Escrituras y el Talmud sobre él es tal que todos sus actos se hallan
referidos a aquellos textos. Es el judío un pueblo de letrados, de escribas, de
“gentes del libro”, como dicen los árabes gráficamente. Cuando se ha
hablado de la influencia de la cultura hebrea sobre la española, hay que
entender que se alude, sobre todo, a la literatura y a actividades del espíritu
relacionadas con la letra escrita. En lo que se refiere a Bellas Artes, plásticas
sobre todo, poco hay que decir. El hebreo en esto no suele ser original:
acepta el arte moro o mudéjar para sus sinagogas, como admite otros
elementos, según sea un hebreo alemán del siglo XIX, holandés del XVII o
español del XV. Algún pequeño sello de orientalismo se percibe a veces en
su atuendo, en su figura. Pero si esto se halla patente en las escenas de la
vida judía de Rembrandt, por ejemplo, otros documentos gráficos nos
resultan completamente neutros. P. 69.
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Si se echa una ojeada a los documentos judíos de aquel período, se
obtiene la impresión de que pertenecen a una sociedad que, en efecto, se
halla mucho más reglamentada y somerita a número, podríamos decir, que
otras contemporáneas. Los padrones, las listas de pago relacionadas con
ellos, las escrituras privadas, compras y ventas de casas, todo tiene un
aspecto burocrático. Las formas de colocar el dinero para obtener intereses
eran complicadas y requerían una contabilidad rigurosa. Refiriéndose a la
aljama de Zaragoza que estudió con particular cuidado, decía, por ejemplo,
don Manuel Serrano y Sanz: “Más que sociedad industrial, la aljama judía
de Zaragoza era una institución bancaria que manejaba gran parte del capital
de los cristianos. Todas las clases sociales de Zaragoza vivían, en gran
parten con los intereses del dinero que habían dado a los judíos en cambio de
censales; de tal modo, que cuando el clavero o clavario de la aljama… hacía
sus pagos en los días marcados, comparecían ante aquel judío nobles,
caballeros, clérigos, frailes de todas las órdenes religiosas, representantes de
monjas, mayordomos de parroquias, viudas y doncellas.” (M. Serrano y
Sanz, Origenes pags. 66-68) p. 79.
Américo Castro, por ejemplo, ha reunido muchos datos sobre las
actividades de los judíos españoles en la Edad Media y llega a afirmar que
“la historia de España se ha alzado la base de una economía judaica”.
(Américo Castro. La realidad historica de España, p. 472)
Otro escritor moderno, éste portugués, afirma que los cristianos que
fueron conquistando las tierras de la península, donde se habían asentado los
árabes, eran, desde el punto de vista técnico, económico y cultural, en
conjunto, muy inferiores a aquéllos, y que los hebreos sirvieron de
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intermediarios untre unos y otros. (Antonio Jose Saraiva, A Inquisicao
portuguesa, p. 14)
Una especialista en historia económica como Henri Pirenne llegó a
afirmar que se ha exagerado el papel que desempeñaron los judíos en el
desarrollo de los pueblos europeos y que en los países con mayor fuerza
comercial e industrial e número de prestamistas y hombres de negocios de
esta estirpe fue reducido. Según él, aumentaba a medida que se avanzaba en
la Europa oriental, donde la industria y el comercio eran más débiles
precisamente. ( Henri Pirenne, Historia economica y social de la Edad
Media, p.135. ) P. 80
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Pero los judíos aragoneses más pudientes eran, sobre todo, según se
ha visto, prestamistas, banqueros y arrendatarios u recaudadores de
impuestos. P. 81.
Uno de los más grandes enemigos que tuvieron los judíos por
entonces fue el antipapa Luna, que, en 1415, expidió una bula
prohibiéndoles leer el Talmud y también el ejercicio de las profesiones a que
más dados eran: no podían ser médicos, ni cirujanos, ni boticarios, ni
especieros, poteros, corredores, tratantes, concertadores de esponsales u
matrimonios, compromisarios y recaudadores de impuestos; se les prohibía
también que diesen dinero en préstamo y se disponía que llevaran un signo
distintivo y que oyeran cada año tres sermones contra el judaísmo. P. 84.