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Realidad Espiritual.

Lo que Dios quiere para su iglesia


Apocalipsis 3:1-6.
Pastor Mario Enrique López L.
Comunidad Cristiana de El Limón
27 de Febrero de 2011.

Buenos días hermanos y hermanas. Continuamos en esta oportunidad con nuestra serie: Lo que Dios
quiere para su iglesia. Hemos revisado el mensaje a las iglesias de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, y Tiatiara. Y hemos
aprendido que Dios desea una iglesia que le ame por encima de todas las cosas, que se mantenga fiel en medio
de las adversidades, que brille en medio de la oscuridad doctrinal, y que sea una iglesia santa, apartada del
pecado.

En esta oportunidad vamos a revisar el mensaje dirigido a la iglesia de Sardis. En esta carta, Dios desea
que su pueblo esté consciente de su realidad espiritual y que actúe en concordancia a lo que ha recibido de
Su Palabra.

La ciudad de Sardis quedaba al sureste de Tiatira y al oriente de Esmirna, al pie de un monte en el fértil
valle del río Hermos. Debido a que en ella convergían varias carreteras, era un importante centro comercial y
militarmente estratégica, pero no tenía la prominencia que había tenido en tiempos antiguos. Cristo no elogia a
esa iglesia, pero sí la critica duramente.

Hay algunas realidades que debemos considerar entonces:

1era. Realidad: Dios nos ha dado su Espíritu Santo.

“1El que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas”

El Hijo de Dios se identifica con ella como el “que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas”.
Como se vio en 1:4, esta frase describe al Espíritu Santo, señalando sus diversas manifestaciones y actividades.
El lector verá que la energía del Espíritu es lo que faltaba a la iglesia de Sardis. Él número siete representa la
totalidad y la perfección; entonces se refiere al Espíritu Santo en su totalidad. La referencia a las estrellas
podría sugerir que el líder de esa iglesia era la persona clave que debía ser lleno del Espíritu y guiar a su
congregación para que cobrara vida.

“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu,” Efesios 5:18.

Para poder llevar una vida cristiana victoriosa debemos apropiarnos de esta realidad espiritual y permitir
que el Espíritu Santo sea quien controle y dirija nuestra vida. Cada día debemos entregarle el control al Espíritu
de Dios.

2da. Realidad: No podemos aparentar delante de Dios.

“Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives y estás muerto.”

Inmediatamente, Cristo señala la debilidad de esa congregación. Tenía mucha actividad y una reputación
(“nombre”), pero sólo tenía la apariencia de ser una iglesia buena. Tal vez los cultos y proyectos impresionaban
y hacían sentir que tenía poder, pero no tenía vida. Estaba muerta. En el v. 2, agrega: “no he hallado tus obras
perfectas delante de Dios”, o sea, que las suyas no eran obras “cumplidas”. Delante de los hombres, tenían
actividades y cualidades; delante de Dios, no cumplían con su voluntad. Isaías había condenado al pueblo
hipócrita: “Dice, pues, el Señor: “Porque este pueblo se acerca a mí con su boca y con sus labios me honra,
pero su corazón está lejos de mí y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido
enseñado;” (Isaías 29:13). Cristo condenó a los fariseos que oraban mucho y daban limosnas y diezmos
diciéndoles: “os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mateo
6:1–6, 16–18; 23:5, 27, 28). Pablo profetizó que habría personas así en las iglesias: “5 que tendrán apariencia de
piedad, pero negarán la eficacia de ella. A esos, evítalos.” (2 Timoteo 3:5).

En Sardis, cumplían con las actividades y costumbres cristianas, pero no se esforzaban en crecer hacia la
imagen de Cristo; no proyectaban un amor genuino hacia los que necesitaban a Cristo, y no compartían su fe.
Eran personas que aparentaban estar bien con Dios pero en su interior sabían que estaban mal en su relación
con el Señor. Una persona puede engañar o esconder su verdadera condición espiritual ante los demás, pero
no ante Dios, porque Él lo conoce todo.

3era. Realidad: debemos actuar en concordancia a lo que hemos recibido de Dios.

“2 Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir, porque no he hallado tus obras bien
acabadas delante de Dios. 3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete, pues si no
velas vendré sobre ti como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.”

Podemos distinguir tres partes en la exhortación de Jesús. Primera: “Sé vigilante, y afirma las otras cosas
que están para morir”. Había todavía algunos aspectos de su vida y ministerio que eran reales (comp. v. 4) y
que estaban “para morir”. Pero con cierta vigilancia era posible conservarlos todavía. Dos veces, Cristo habla
de velar. Estaban dormidos; debían despertar al peligro, tomar acción inmediata y “afirmar” las cosas débiles.

En segundo lugar, debían recordar, como la iglesia de Éfeso. Dios usa la memoria — los recuerdos de lo
que éramos antes de ser cristianos, del primer amor y fervor de nuestra fe, del apoyo de Dios en las aflicciones
y de las manifestaciones del poder divino. Esa iglesia necesitaba recordar lo que había recibido y oído —el
evangelio de la gracia de Dios, la enseñanza de los apóstoles, las exhortaciones a vivir en santidad y los altos
privilegios de ser hijo de Dios. En el v. 1, Cristo habló del Espíritu Santo (comp. Hechos 2:38; 19:2; Juan 14:17;
Romanos 8:9; 1 Corintios 6:19). La llenura del Espíritu de nuevo daría vida a esa iglesia para que viviera la
realidad de un caminar constante en la voluntad de Dios. Las iglesias deben conservar la enseñanza, la santidad
y el dominio del Espíritu.

La tercera instrucción es arrepiéntete. Debían cambiar su mentalidad y rumbo y reconocer que estaban
muertos, dormidos y manchados de pecado. Asimismo, debían confesar su negligencia y desobediencia y
corregir su dirección. No hay crecimiento espiritual sin que haya un reconocimiento honesto del pecado y un
profundo arrepentimiento.

4ta. Realidad: Siempre habrá un remanente fiel.

“4 Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo en
vestiduras blancas, porque son dignas.”

Había un pequeño grupo de creyentes que se habían mantenido en santidad delante de Dios. A ese grupo
Dios le promete que andarán con Él porque son dignas.

El v. 3 les advierte que si no cambiaban, Jesucristo llegaría a Sardis sorpresivamente para disciplinar a la
iglesia. A los que no habían cedido a la desobediencia y a la muerte, Cristo les dice: “andarán conmigo en
vestiduras blancas, porque son dignos”. En Sardis, conocida por la industria de la lana, los que tenían vestiduras
sucias perdían su lugar en la lista de ciudadanos. En tiempos antiguos, los que se acercaban a los templos
paganos para participar de los ritos tenían que tener ropa limpia. Para el cristiano, las vestiduras blancas
significan la justicia que han recibido de Dios por medio de la muerte de Cristo. “21 Al que no conoció pecado,
por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él.” (2 Corintios 5:21).

5ta. Realidad: Los que son fieles a Dios recibirán bendición espiritual.

“5 El vencedor será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su
nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. 6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las
iglesias.”

Al vencedor, Jesús promete tres bendiciones. Primera, “será vestido de vestiduras blancas”, que es la
justicia de Dios que los hace aceptos delante de él. En segundo lugar, Cristo promete: “de ninguna manera
quitaré su nombre del libro de la vida”. Es una promesa de la seguridad de la salvación. Algunos interpretan
que sólo los nombres de los creyentes están escritos en ese libro, y que no hay peligro de que alguno sea
borrado de él. Sin embargo, otros intérpretes sugieren que el libro tiene los nombres de todas las personas por
las cuales Cristo murió —de toda la humanidad. Entonces, los que no creen en Cristo son borrados del libro.
Pero los que son creyentes tienen la seguridad de que sus nombres estarán siempre en el libro del Cordero.

La tercera bendición es que Cristo confesará el nombre del vencedor delante del Padre y de sus ángeles
(comp. Mateo 10:32; Lucas 12:8–9). Esta promesa sugiere que algunos miembros de la iglesia de Sardis, o tal
vez muchos que habían profesado ser cristianos, se habían rendido a las presiones de la cultura y de otras
religiones.

La promesa para el vencedor entonces es, disfrutar de la salvación, y de la comunión con Dios.

El mensaje a la iglesia de Sardis nos advierte para que abramos nuestros ojos y estemos conscientes de
estas realidades espirituales. Además, es un llamado para que la iglesia actúe en concordancia a lo que ha
venido aprendiendo de la Palabra de Dios. Es un llamado nuevamente al arrepentimiento y a la búsqueda
genuina del rostro de Dios. Prestemos atención a este llamado, obedezcamos y no seremos avergonzados.

Quiero hacer un llamado a todos aquellos y aquellas que necesitan arrepentirse ante Dios. Sabemos que el
arrepentimiento genuino significa un cambio, un giro radical en nuestro estilo de vida. Si te decides a dar este
paso, puedes contar con el apoyo y ayuda de Dios. Te invito a hacer una oración.

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