La anemia falciforme fue descrita por primera vez en 1990 por Ernest Irons, un
medico interno de un hospital de Chicago que descubrió eritrocitos alargados
en un frotis de sangre de un paciente aquejado de una anemia severa. Con posterioridad se han descubierto, en condiciones de baja concentración de oxigeno, adquieren una forma curvada y alargada, por polimerización de la hemoglobina. (1)
En 1994 dos descubrimientos vinieron a sumarse al conocimiento de la
enfermedad. Por una parte, mediante análisis genealógicos de familias en las que existía la patología. J. Neel y E. Beet demostraron que su herencia seguía un patrón mendeliano, bajo el control de dos alelos de un gen, Hb A (normal) y Hbs (falciforme). Los individuos normales presentarían el genotipo HbA HbA, los enfermos serian Hb s Hbs y finalmente los heterocigotos Hb A Hbs portaban el fenotipo falciforme mucho menos acusado en sus glóbulos rojos (al tener la mitad de su hemoglobina normal) y no padecían la enfermedad, aunque eran portadores de la misma, transmitiéndola a la mitad de sus gametos y, en la descendencia de dos heterocigotos, al 25% de su descendencia. Por otro lado, en ese mismo año, Linus Pauling y colaboradores demostraron que la anemia falciforme se originaba por un cambio en la molécula de la hemoglobina. (2)
Investigaciones posteriores realizadas por Vemon Ingram en 1957
determinaron el tipo de cambio en la proteína que originaba la mutación falciforme. (3)
Ingran descubrió que la hemoglobina A y la S se diferenciaban por la movilidad
de un solo fragmento (fig. 12.6b). La “secuenciación” posterior de dicho fragmento de ambas hemoglobinas revelo que un solo cambio aminoácido en la posición sexta de la cadena B, sustituyéndose ácido glutámico por valina, era responsable de la enfermedad. (4)