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UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA

UNIDAD AZCAPTZALCO

CULTURA Y DISEÑO II

DBT-54

MURALISMO

10-MARZO-2011

FLEMATE ROJAS ADRIAN


MURALISMO
En México, el ansia de pintar murales estaba en ebullición hacia la década de
1920 y sus prioridades obedecían al orden práctico de obtener muros y plasmar en
ellos un nuevo capítulo del arte en el país. Esos esfuerzos abrieron la puerta a
muchas generaciones de muralistas que buscaron una verdadera “integración
plástica” con la arquitectura y cumplieron el objetivo de pintar, en edificios
públicos, “el espíritu nacional”.

Un mural es una imagen que usa como soporte un muro o pared. Ha sido uno de los
soportes más usuales de la historia del arte.

El muralismo es un movimiento artístico mexicano de principios del siglo XX que se


distingue por tener un fin educativo. Este fin educativo se consideró esencial para poder
lograr unificar a México después de la revolución. Gran parte de estos artistas, debido al
contexto que se vivía en la post-revolución, tuvo una gran influencia de las ideas marxistas
por eso a través de los murales se proyectó la situación social y política del México post-
revolucionario.

Fue pensado con fines educativos y era empleado en lugares públicos a los que todo tipo de
gente sin importar raza y clase social pudiera acceder. Algunos de los temas eran la
conquista, la Revolución Mexicana, la industrialización, los personajes principales de la
cultura popular, las tradiciones populares, los caudillos mexicanos, la sociedad civil, los
militares, el socialismo, el capitalismo, etc. Estos temas cambian de acuerdo al contexto en
que vivían los muralistas.

Se puede decir que los muralistas vivieron tres etapas primordiales: los 20's, los 30's, y la
etapa desde los 40's hasta 1955. En cada etapa, tanto los temas como las técnicas van a
variar y en este modo el muralismo trataría de encontrar una definición mas clara como
movimiento. Los muralistas mexicanos trabajaron sobre una superficie de hormigón
(concreto) o sobre la fachada de un edificio, pero también, les importó muchísimo la textura
y los ángulos en los cuales pondrían a sus murales. En lo que sí eran consistentes, era en los
temas que relataban o retrataban: la actualidad social y política del país, los cuales no se
desconectaban del viejo legado colonial.

Los murales de Diego Rivera hablaban en especial de la revolución, aunque en un principio


su meta fue representar a los miembros mayoritarios de México, constituido principalmente
de campesinos, indígenas y mestizos. Hay murales en la mayoría de los edificios públicos
de la Ciudad de México y de otras ciudades, siendo una de éstas Guanajuato, localizada en
un Estado muy importante para el país por ser cuna del movimiento de Independencia.

Aunque es considerado un movimiento artístico, el Muralismo también se puede considerar


un movimiento social e incluso político.
Al concluir la fase armada de la Revolución, surgió la inminente necesidad de generar una
imagen en torno a la cual pudiera cohesionarse la heterogénea sociedad mexicana.

Retomando la vieja confianza liberal en la educación como motor del progreso, el entonces
secretario de Educación, José Vasconcelos, echó a andar un ambicioso proyecto educativo,
en el cual el arte desempeñó un papel relevante. Fue así como Vasconcelos ofreció los
primeros muros a los pintores mexicanos.

La Escuela Nacional Preparatoria no fue el primer edificio en llenarse de color, pero sí fue
el más importante al constituirse en el laboratorio del movimiento. Ahí los artistas
experimentaron con técnicas, forma, color, espacio y con nuevas temáticas.

Las definiciones que empezaban a perfilarse en los muros tomaron otras formas de
expresión, cuando los muralistas decidieron agruparse gremialmente. A ello siguió la
publicación del Manifiesto del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores,
documento que contiene las propuestas programáticas del movimiento, entre las que
destacan la exaltación del arte público y el rescate de la tradición indígena y popular.

El primer encargo lo recibió Diego Rivera, a quien asignaron los muros del Anfiteatro
Bolívar. Con el tema de La creación, realizó una obra a la encáustica, en la que la influencia
europea apenas deja ver los tímidos intentos de encontrar formas expresivas enraizadas en
nuestra realidad.

Fermín Revueltas y Fernando Leal optaron por representar fiestas populares en Alegoría
de la Virgen de Guadalupe y la Fiesta del Señor de Chalma. Otros decidieron abrevar en la
historia nacional como fuente de inspiración y como fuente de identidad. Así Ramón Alva
de la Canal pintó el arribo de los españoles a nuestras costas, en El Desembarco de la
Cruz, y el pintor Jean Charlot criticó la Conquista en un afortunado mural titulado
Masacre en el Templo Mayor.

En contraste, José Clemente Orozco representó una versión dignificada del mestizaje en
Cortés y la Malinche. Dando un salto en el tiempo, pintó la Revolución poniendo al
descubierto sus aspectos más trágicos, en obras de enorme fuerza dramática como La
Trinchera o La Despedida. Por su parte, David Alfaro Siqueiros realizó varios ensayos, no
del todo logrados, en los cuales, sin embargo, se observa ya su preocupación por
transformar el espacio pictórico, como en su obra inconclusa El Entierro del Obrero
Muerto.

Mientras en México los muralistas todavía eran blanco de críticas, en el extranjero, sobre
todo en los Estados Unidos, empezaron a recibir importantes encargos. El reconocimiento
internacional contribuyó a que se abrieran nuevas oportunidades, esta vez en edificios de
carácter popular, como mercados y sindicatos.

La segunda obra es la realizada por Siqueiros en el Sindicato Mexicano de Electricistas. En


un reducido cubo de escalera, el pintor parece haber encontrado respuesta a sus búsquedas
en torno a la transformación del espacio pictórico y las posibilidades expresivas de
materiales de origen industrial.
Siqueiros resolvió admirablemente el mural tomando en cuenta al espectador en
movimiento, envolviéndolo en una atmósfera en la que los recursos formales se ponen al
servicio de la eficacia del mensaje: la condena al fascismo.

La última etapa del movimiento muralista, se encuentra estrechamente ligada a las


transformaciones ocurridas en el país, con motivo de la industrialización impulsada por la
coyuntura de la Segunda Guerra Mundial. La ciudad se expandió en todas direcciones,
dejando atrás sus antiguos límites.

Hoteles, bancos y edificios de oficinas esperaban para ser decorados. Como nunca antes se
hicieron encargos murales, no sólo por parte del gobierno, sino también por parte de los
empresarios deseosos de prestigio.

La fisonomía de la ciudad, en efecto, cambiaba a toda velocidad al igual que la vida


cotidiana con el auge de la radio y el cine. La oleada transformadora también llegó al
ámbito artístico. Nuevas corrientes se abrían espacio, como refleja el hecho de que pintores
como Rufino Tamayo, ajenos a la tradición narrativa del muralismo, recibieran encargos.

Haciendo a un lado la referencia precisa a la realidad, Tamayo pintó dos obras en el Palacio
de Bellas Artes: El Nacimiento de Nuestra Nacionalidad y México Hoy. Algunos
muralistas, mucho antes de que esto ocurriera y conscientes de la necesidad de nuevas
formas expresivas, quisieron ponerse al día proponiendo el muralismo en exteriores, lo que
inevitablemente los condujo a explorar de nueva cuenta el terreno de la integración plástica.

El impulso constructivo llegó a todos los ámbitos y las obras públicas se multiplicaron,
recibiendo el toque consagratorio por parte de los artistas. Entre muchas otras, se encuentra
la realizada por Orozco en el teatro al aire libre de la Escuela Nacional de Maestros. En ella
no sólo utilizó nuevos materiales, como el silicato de etilo, sino que abandonó su lenguaje
plástico habitual para representar, con formas geometrizantes, una Alegoría de la
nacionalidad.

Otro ejemplo de obra pública para la que se encargaron murales, se encuentra en los
grandes conjuntos habitacionales como el Multifamiliar Juárez. Ahí, Carlos Mérida,
organizó con gran sentido poético una serie de figuras geométricas que fluyen como notas
musicales regidas por el ritmo, la pausa y la cadencia. Sin embargo, el proyecto de mayor
relevancia fue la Ciudad Universitaria, que pretendió una integración plástica en la que
pintura, escultura y arquitectura se fusionaran con el paisaje en una gran síntesis estética.
Fueron varios los pintores que participaron: Juan O'Gorman, José Chávez Morado,
Francisco Eppens, Diego Rivera, David A. Siqueiros, además de un equipo de
arquitectos. El conjunto, organizado a partir de anchurosas explanadas que recuerdan a las
precolombinas, logra una gran armonía. No obstante, vistas en detalle, muchas de las obras
murales acusan ya el agotamiento a que había llegado el movimiento.
DIEGO RIVERA
Inscrito en el Registro Civil como; Diego María Rivera y bautizado como Diego María de la
Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez
(Guanajuato; 8 de diciembre de 1886 — México, D. F.; 24 de noviembre de 1957) fue un destacado
muralista mexicano de ideología comunista, famoso por plasmar obras de alto contenido
social en edificios públicos. Fue creador de diversos murales en distintos puntos del centro
histórico de la Ciudad de México, así como en la Escuela Nacional de Agricultura de
Chapingo, y en otras ciudades mexicanas como Cuernavaca y Acapulco, así también
algunas otras del extranjero como San Francisco, Detroit y Nueva York.

Obras de Diego Rivera


La creación / 1922

Realizado en 1922, este fue el primer mural de Diego Rivera. La obra fue realizada  en el
anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria. Según el pintor el mural, cubierto con
símbolos religiosos, trata sobre “los orígenes de las ciencias y las artes. Una especie de
versión condensada de los hechos sustanciales de la Humanidad”. El hombre y la mujer
desnuda representan a Adán y Eva mientras que las distintas tonalidades de la piel de los
personas simbolizan la mezcla de razas. El hombre con los brazos abiertos es representativo
del Cristo crucificado y las
tres manos que rodean el
círculo azul se refieren a la
Trinidad conformada por el
Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo. Al lado de los santos,
se pueden ver distintas
personas leyendo, bailando,
actuando o tocando un
instrumento para representar
el valor del arte en la
educación.
El hombre en el cruce de caminos / 1933

La obra más controversial de Diego Rivera. En 1933 el pintor fue contratado por el
magnate John D. Rockefeller Jr. para que realice un mural en el lobby del edificio RCA que
formaría parte del Rockefeller Center de Nueva York. Rivera pintó la obra “El hombre en
el cruce de caminos” y entre los personajes que se incluían en el mural, pinto a Lenin. La
controversia que
generó colocar
un líder
comunista en el
centro de una de
las ciudades más
capitalistas del
mundo llevó a
que el artista
capture la
atención de la
prensa y que
Rockefeller Jr. mande a derrumbar el mural. En 1934 volvió a pintar el mural en México y
ahora se encuentra en el tercer piso del Palacio de Bellas Artes de México.

Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central / 1947


Este mural es una de las obras más importantes de Rivera y se encuentra en el Museo Mural
Diego Rivera, construido especialmente para alojar esta obra. El centro de la pintura esta
enfocado en la Calavera Catrina, que
representa a la muerte. A lo largo del
mural se pueden ver personas que
formaron parte del artista o lo
inspiraron como su esposa Frida
Kahlo, Emiliano Zapata y José
Guadalupe Posada, entre otros, pero la
obra pretende mostrar el desarrollo
histórico y cultural de México  a través
de los personajes que en ella aparecen.
La personal vida de Diego Rivera fue
tan controversial como sus obras. Se
casó 4 veces, pero su matrimonio más
largo fue con la artista  Frida Kahlo
que soportó por 11 años las relaciones extramatrimoniales de Diego, incluso con Cristian
Kahlo, la hermana de Frida. Tuvo 3 hijas, de las cuales una nunca fue reconocida por
Rivera pero si asistida económicamente por él debido a que fue fruto de una aventura
amorosa durante su primer matrimonio con la pintora Marievna Vorobieva-Stebelska.
Murió el  24 de noviembre de 1957 en México  y ahora sus restos yacen en la Rotonda de
las Personas Ilustres.
Jorge González Camarena

Jorge González Camarena (*24 de marzo de 1908 en Guadalajara, Jalisco - †1980 en


Ciudad de México) fue un pintor, escultor y muralista mexicano.

En 1918 se trasladó a Ciudad de México, donde ingresó a la Escuela Nacional de Artes


Plásticas de San Carlos en 1922. Al finalizar sus estudios tuvo sus primeras incursiones en
el mundo artístico por medio de la publicidad.

De niño tallaba guijarros, hacía cerámica en un horno construido por él mismo y elaboraba
tiras cómicas protagonizadas por personajes de su invención, los Chiquinitos, las cuales
vendía a sus compañeros de la escuela. Cuando su familia se mudó a la ciudad de México,
el maestro de primaria Francisco Zenteno le recomendó ingresar a la Academia de San
Carlos. A los 14 años, González Camarena comenzó a asistir a ésta, donde pronto se
convirtió en ayudante de Gerardo Murillo, Dr. Atl.

Participó activamente en el movimiento estudiantil para llevar a Diego Rivera a la dirección


de San Carlos e integró el consejo de maestros y alumnos destinado a formar un plan de
estudios más avanzado.

Mural en Bellas Artes.

En 1932 se le comisionó para restaurar los frescos del siglo XVI del convento de
Huejotzingo, Puebla. En 1939, pintó su primer mural, Alegoría de Zimapán, en el hotel
Fundición, de Zimapán, Hidalgo.

En defensa de la obra, recuerda Marcel, “Salvador Novo comentó ‘no es si son morales o
inmorales, sino si son murales o inmurales’. Finalmente, el temblor de 1957 le causó
pequeñas grietas al edificio, pretexto suficiente para que las autoridades decidieran destruir
la obra”.

En la Universidad de Concepción, en Chile, está Presencia de América Latina, obra hecha


en 300 metros cuadrados y que se reprodujo en una estampilla postal que conmemoró el 75
aniversario de esa casa de estudios. En 1978, dos años antes de morir, pinta su último
mural: Trilogía de Saltillo, en el cubo de la escalera principal del edificio de la Presidencia
Municipal de Saltillo, Coahuila.

Gracias a un concurso, realizó la representación pictórica del retrato escultórico de


Michelangelo Buonarotti, obra que se encuentra en la casa natal del artista italiano en
Caprese. Por este retrato, el gobierno de Italia le otorgó al pintor mexicano la
condecoración al Mérito en Grado de Commendatore della Republica. En 1970 obtuvo el
Premio Nacional de Artes.

A finales de la década de 1970, el gobierno de México le encargó a González Camarena un


obsequio para el pueblo búlgaro, un San Jorge. El maestro fue invitado a Bulgaria a develar
el cuadro, y las autoridades de ese país, encantadas con el cuadro, le ofrecieron realizar una
exposición itinerante que recorrería varios países durante un año, comenzando por su
capital Sofía, y concluyendo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

Murió el 24 de mayo de 1980 debido a un derrame cerebral. Fue velado en el Palacio de


Bellas Artes, donde se le rindió un homenaje nacional de cuerpo presente. Sus restos
reposan en la cripta familiar en el panteón de Dolores.

Técnica

González Camarena elaboraba sus pinturas con pigmentos naturales, inspirado en las
técnicas de los tlacuilos. Realizaba además investigaciones sobre arte prehispánico y
popular, así como sobre el pensamiento mágico y las tradiciones de los antiguos mexicanos,
elementos que le sirvieron para desarrollar su estilo.

Mural en el ITESM.

El artista también trabajó en la fachada del edificio que ocupó Televicentro, ahí realizó una
obra de 900 metros cuadrados, titulada Frisos de la televisión, a base de relieves
escultóricos en cemento policromado con incrustaciones de cerámica, mismos que tras las
remodelaciones de Televisa fueron destruidos.

En 1950 hizo otra de sus grandes obras en el edificio del Instituto Mexicano del Seguro
Social de Paseo de la Reforma: en el vestíbulo pintó el mural México, con técnica a la
vinilita, donde representa la construcción de nuestro país. Además, en la entrada principal
realizó dos grupos escultóricos, El Trabajo y Maternidad.
El mural Presencia de América Latina, pintado entre 1964 y 1965 en la Universidad de
Concepción.

Así como preparaba sus pinturas con pigmentos naturales, inspirado en las técnicas de los
tlacuilos del México antiguo, el pintor fue un apasionado de la música, “se incorporó tanto
a la vida cotidiana de Huejotzingo, que inclusive se integró a la orquesta del pueblo, un
cuarteto de música prehispánica, tocando la chirimía. Ahí comenzó a estudiar también el
pensamiento mágico y las tradiciones de los antiguos mexicanos”.

El artista también trabajó en la fachada del edificio que ocupó Televicentro, ahí realizó una
obra de 900 metros cuadrados, titulada Frisos de la televisión, a base de relieves
escultóricos en cemento policromado con incrustaciones de cerámica, mismos que tras las
remodelaciones de Televisa fueron destruidos.

En el Museo Nacional de Antropología pintó el mural en acrílico Las Razas, que se utilizó
para imprimir, el 12 de octubre de 1992, un sello postal en conmemoración de los 500 años
del descubrimiento de América.

“Jorge González Camarena fue, antes que un gran artista, un hombre sencillo. Nunca buscó
la fama, aunque mantuvo relación con todos los políticos de la época, siempre pensó que
sólo le quitaban el tiempo y que eran unos hipócritas. Por eso decía que toda la historia
estaba manipulada y quería plasmar en sus murales lo que consideraba la verdad.

La obra que González Camarena pintó


durante el último año de su vida se
repartió entre su familia, como él lo
dispuso en su testamento, luego de
ganar un pleito legal de 13 años con el
crítico Antonio Luna Arroyo, quien
involucró a la Universidad Nacional
Autónoma de México para pelear 22
cuadros.

Roberto Montenegro
Roberto Montenegro Nervo (Guadalajara, Jalisco 19 de
febrero de 1887- †Ciudad de México, 13 de octubre de 1968) fue un pintor, litógrafo y
escenógrafo. Roberto Montenegro fue un precursor y protagonista del arte contemporáneo
de México y difusor del arte y la cultura mexicana en el extranjero.

A temprana edad comienza a ilustrar los números de la Revista Moderna de México,


publicación del modernismo de esa época. Estudió con Félix Bernardelli artista brasileño
radicado en Guadalajara en 1904 y 1905. Posteriormente ingresó a la Academia de San
Carlos o Escuela de Bellas Artes de México, donde estudió con Antonio Fabres, Germán
Gedovius, Leandro Izaguirre y Mateo Herrera.

Durante su estancia en la capital mexicana entablo amistad con Diego Rivera, Jorge Enciso
y José Juan Tablada quien lo influye en el arte japonés. Obtuvo una beca de la Secretaría de
Instrucción Pública para estudiar en Europa en 1906. Una vez en Europa estudió pintura en
París durante dos años, donde fue alumno de Colín Cowrstous.

Vendedora de Pericos en el Museo de la Luz en el Centro Histórico de la Ciudad de


México, vitral diseñado por Roberto Montenegro y Xavier Guerrero en 1920.

Montenegro expuso en los salones de "Los Artistas Franceses" y en el "Salón de Otoño"


donde expuso un cuadro titulado: "Las Flores". En este viaje visitó Londres e Italia.
Regresó a México en 1910 durante la época de la Revolución mexicana. En Guadalajara
contactó con el Círculo Artístico fundado por Gerardo Murillo, Dr."Atl" Una vez en
Guadalajara llevó a cabo dos exposiciones con bastante éxito, en 1913 salió nuevamente a
Europa donde permaneció durante seis años, tiempo en el que absorbió nuevas
orientaciones de las escuelas modernas de Picasso y Juan Triso.

A principios de 1917 sus ilustraciones decoraron una edición infantil de la Lámpara de


Aladino publicada en Barcelona. Un año después expone su trabajo en Madrid y para 1919
se editó en Londres el álbum de dibujos Vaslav Nijinsky, an interpretation in black, white
and gold. En 1920 durante el gobierno de Venustiano Carranza trabajó en la decoración del
Teatro Nacional y diseñó la escenografía de la revista musical Desde la Luna inspirado en
el Art Nouveau.

Su amistad con José Vasconcelos, fue de importancia en el desarrollo de su obra, lo


acompañó en la búsqueda de apoyos para la creación de la Secretaría de Educación, viajó a
Oaxaca con Gabriel Fernández Ledesma para obtener información sobre artes populares e
inició su interés por ellas. Al siguiente año fue nombrado jefe del Departamento de Artes
Plásticas de la Secretaría de Educación Pública y organizó una exposición de arte popular
que inauguró el general Álvaro Obregón, posteriormente expuso por primera vez en
México e inició la decoración mural de la exiglesia de San Pedro y San Pablo, junto con
Jorge Enciso. En esta época diseña los vitrales "El jarabe tapatío" y "La vendedora de
periódicos."

En 1934 fue nombrado director del Museo de Artes Populares de Bellas Artes continuó
diseñando escenografías, organizando talleres, fundado museos y publicando en México.
Decoró el Banco de Comercio, el frontón del Teatro Degollado en Guadalajara con un
relieve llamado Apolo y las musas, que fue luego recubierto con mosaicos y destruido en
1963. Al siguiente año diseñó un mosaico para decorar la Casa de las Artesanías de
Guadalajara titulado La Muerte de las artesanías. En 1967 recibió el Premio Nacional de
Artes.

Murió el 13 de octubre de 1968 a causa de una enfermedad cardiovascular en la Ciudad de


México.

Referencias

La obra que Julieta Ortiz Gaitán dedicó a Roberto Montenegro salió a la luz, por primera
vez, en 1994. Al  paso de los años esta edición se agotó y hoy vuelve a publicarse. Llama la
atención esta segunda entrega impresa puesto que existen obras que tienen que esperar más
tiempo para gozar de ésta o de incluso una reimpresión. Es evidente el interés que la obra
ha suscitado.

Al hablar de una segunda edición se sobreentiende que se trata de una obra a la que se le
han hecho cambios, no obstante que la misma autora señala que “el texto ha quedado sin
modificaciones sustanciales y, en todo caso, las opciones surgidas a la luz de nuevas
reflexiones hubieran dado lugar a un material tan rico y abundante, suficiente para escribir
otro libro”. Si bien es cierto que lo sustancial de la primera edición prevalece en la
siguiente, también es cierto que hay algunas puntualizaciones y esclarecimientos en la
información. De este modo, la autora precisa datos, incluye otros documentos, agrega
nuevas imágenes y pone al día la bibliografía. En la portada, la imagen de la Fiesta de la
Santa Cruz ha sido sustituida por Alegoría del viento.

Julieta Ortiz Gaitán aprovecha el título de la obra, Entre dos mundos, para organizar el
contenido de la misma manera: por una parte, ofrece el estudio de la obra muralista de
Roberto Montenegro y por otra presenta con detalle el catálogo de los murales que el artista
realizó. En la sustancia del estudio establece además otra división entre lo mexicano y lo
europeo.

La obra de Ortiz Gaitán resulta fundamental: la autora narra y analiza la vida del pintor
desde su nacimiento en Guadalajara, el 19 de febrero de 1887, hasta su muerte en 1968.
Envuelto en la atmósfera de la pasividad provincial, Montenegro desarrolla su sensibilidad
artística, la cual lo conduce a conocer y practicar el óleo y la acuarela. Debe agregarse el
hecho de que en su ciudad natal el artista entró en contacto con la pintura mural que ya
practicaban “pintores tanto académicos como populares”.

Elemento que Ortiz Gaitán reconoce como fundamental en esta primera etapa de formación
del artista será la relación que guarda con la Revista Moderna, en la que, incluso por
recomendación de Amado Nervo, publica sus primeras ilustraciones y viñetas. El mismo
Nervo lo alentó para que se trasladara a la Ciudad de México, a donde llega en 1904. Su
paso por la capital del país puede considerarse fugaz, al igual que lo fue su estancia en la
Academia, pues en 1905 gana un concurso para viajar a Europa. No obstante, Ortiz Gaitán
considera que a pesar de que a Roberto Montenegro le toca vivir en la Academia una etapa
de conflictos y cambios convive con la misma estética modernista que se manifiesta en su
obra posterior.

Su formación europea se divide en dos etapas: la primera, becado por la Escuela Nacional
de Bellas Artes, de 1905 a 1909, y la segunda, manteniéndose con sus propios medios, de
1912 a 1920. En la primera conocerá la pintura académica, representada por su paso por
España; posteriormente entrará en contacto con las vanguardias, en París.

Después de un breve regreso a México, Roberto Montenegro retorna a Europa. En un


principio se establece en París, donde se relaciona con Hermenegildo Anglada Camarasa,
quien tendrá sobre él una fuerte influencia y que Ortiz Gaitán plantea y analiza en el libro.
Al estallido de la segunda Guerra Mundial, al igual que otros artistas de la época,
Montenegro abandona París y busca un nuevo sitio de residencia. El lugar elegido es
Mallorca. En esta isla continúa su convivencia con Hermenegildo Anglada, así como con
otros compañeros de París. Un factor importante de esta época será su reencuentro con el
color. Tras el recorrido de Roberto Montenegro por estos lugares y vicisitudes, Ortiz Gaitán
sigue al pintor, señala los múltiples elementos y habilidades que va adquiriendo como
artista y que desembocan en el punto medular del libro: los murales.

Será José Vasconcelos quien invite a Roberto Montenegro a participar en la decoración del
ex Colegio de San Pedro y San Pablo. A partir de este momento, el artista iniciará una
fructífera carrera como muralista, ejercicio creativo que practicó hasta su muerte.

A partir del seguimiento que Ortiz Gaitán va haciendo de cada uno de los murales, se
desarrolla la segunda parte del libro: un Catálogo razonado de la obra mural de Roberto
Montenegro. Cada obra se acompaña de una ficha en la que se incluye el título, fecha de
realización, ubicación y técnica. De igual manera, se inserta un comentario tras cuya lectura
los interesados en el tema obtienen la información fundamental, la cual abre los caminos
por los que pueden conducirse otras investigaciones.

Rufino Tamayo 1899 - 1991 (Oaxaca, México)


Rufino Arellanes Tamayo. Nació en Oaxaca, Oaxaca, México el 26 de agosto de 1899. En
1917 se inscribió en la Academia de San Carlos, alternando sus estudios con la atención
de un negocio de frutas en el mercado de la Merced. Dos años más tarde se dedicó a pintar
e investigar por su cuenta.

En 1921 fue designado jefe del Departamento de Dibujo Etnográfico del Museo Nacional
de Arqueología. En 1925 alquiló su primer estudio en la calle de La Soledad, donde pintó
Dos mujeres en la ventana, Paisaje con rocas, Reloj y teléfono, El fonógrafo, Dos ninas
mexicanas y Pareja con maguey, y diseño una ex-libris para Jaime Torres Bodet.

En 1926 presentó su primera exposición de pinturas. Ese mismo año se trasladó a Nueva
York, donde expuso sus obras en el Art Center. Regresó en 1929 y fue profesor en la
Escuela de Bellas Artes. En 1932 estuvo al frente del Departamento de Artes Plásticas de
la Secretaría de Educación Pública. En 1933 realizó un mural en la Escuela Nacional de
Música. En los años siguientes expuso en San Francisco, México, Nueva York, Chicago y
Cincinnati, y vivió indistintamente en la Brooklyn Museum Art School y pintó el mural de
la Hillyer Art Library de Northampton, Massachusetts.

En 1950 viajó a Europa, a tiempo que se


instalaba la Sala Tamayo en la Bienal de Venecia,
acontecimiento que despertó el interés de los críticos
europeos. A ese acto siguieron las exposiciones en la
Knoedler Gallery de Nueva York, la Galerie Beaux
Arts de París y el Palais des Beaux Arts de Bruselas.

En septiembre de 1952 recibió el segundo premio de la Pittsburgh Inernational Exhibition


y terminó su primer mural en el Palacio de Bellas Artes de México. En 1953 se le otorgó el
gran premio de pintura en la II Bienal de Sao Paulo, junto con Alfred Mannesier de
Francia. Ese mismo año hizo el mural El Hombre, para el Museo de Bellas Artes de
Dallas, y concluyó el segundo en el Palacio de Bellas Artes. Esta composición, al igual
que la anterior en el mismo sitio, se refiere al nacimiento de la nacionalidad mexicana y
contiene una visión del México del presente. Ambos trabajos fueron hechos con vinylitas
sobre tela, técnica que adoptó a partir de entonces, en sustitución del fresco.

Durante la primera fase de su actividad creativa, Tamayo se apegó a la perspectiva lineal,


una de cuyas mejores muestras es su Autorretrato de 1931. En el curso de la segunda tuvo
fuerte influencia de Braque, según se advierte, por ejemplo, en El barquillo de fresa
(1938). Y en la tercera se libró de ataduras y desarrolló su propio estilo. Refiriéndose a la
obra de Tamayo, Paul Westheim dijo: "No es posible traducir una idea en pintura de
manera más sencilla, más precisa y más expresiva".

Su obra evolucionó de una pintura de pequeñas dimensiones (con un color insensible a las
influencias posimpresionistas) a un cromatismo mucho más brillante al servicio de la
temática social. Además recuperó la pintura de caballete, que combinó con la pintura
mural de carácter social, como La revolución (1938, Museo Nacional de Antropología),
tras lo partió a vivir a Nueva York.

Juan O'Gorman

Pintor mexicano. Contemplado en muchos estudios como el último representante de la


estirpe de los grandes muralistas mexicanos, que florecieron en la primera mitad del siglo
XX, pueden rastrearse en su estilo las huellas del arte de Diego Rivera, del que algunos
críticos le consideran sucesor directo. Tal vez sea ésta una apreciación exagerada, pues,
aunque es posible indiscutiblemente encontrar en la obra de O'Gorman algunas líneas
referenciales, su pintura tiene, sin embargo, unas características personalísimas, un lenguaje
propio en el que supo conciliar la minuciosidad del detalle con la más simbólica fantasía,
para constituir una obra vasta y monumental.

Resultado (como tantos otros representantes del arte y la cultura mexicanos) de la fusión de
dos culturas, del frío y estricto espíritu británico por parte de su padre y de la apasionada
sangre mexicana de su familia materna, Juan O'Gorman mostró, ya en sus primeros años,
aptitudes excepcionales para el dibujo y la pintura, que se pusieron de relieve en el círculo
de su padre, Cecil Crawford O'Gorman, quien muy pronto se sintió orgulloso de poder
contar con un hijo que le sucediera dignamente en sus actividades como arquitecto. Procuró
pues, a partir de entonces, potenciar las aptitudes artísticas de su hijo poniéndole en
contacto con los creadores plásticos que formaban su círculo de amistades, algunos de ellos
consagrados; sin embargo, éstos no parecen haber tenido excesiva influencia en los
primeros pasos del muchacho por el mundo de las artes.

Tras sus estudios elementales y secundarios, O'Gorman se inscribió en la Facultad de


Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se graduó sin repetir
ningún curso (1921-1925). Posteriormente, decidido a ampliar en lo posible los
conocimientos técnicos que le parecían necesarios para su actividad profesional, optó por la
ingeniería como complemento a su formación. La pintura llenaba sus momentos de ocio; la
utilizaba sólo como un medio para relajarse, para olvidar las horas de concentración y de
estudio. Pero lo que había empezado como una afición, como una actividad lúdica o
suplementaria, fue interesándole más y más, fue exigiéndole un lugar de privilegio hasta
convertirse, poco a poco, en su ocupación habitual. El arquitecto en ciernes comenzaba a
mostrar los rasgos del futuro pintor.

Influido por las teorías del funcionalismo (que exigían una definición, previa al proyecto,
de las "funciones" a las que se destinaba el edificio para adaptar, así, sus formas a las
necesidades previstas) y de la arquitectura orgánica, construyó escuelas y casas-habitación,
entre otras la del muralista Diego Rivera (1931). Merece destacar en este aspecto el
proyecto que realizó para la Biblioteca Central de la Ciudad Universitaria (1949-1951), de
cuya dirección de obras se encargó personalmente y que le sirvió para dejar constancia de
su voluntad experimental e innovadora, al diseñar, para sus muros exteriores, un gigantesco
mural de multicolores piedras, que representaba el desarrollo histórico de la cultura
nacional (1952).

Admirador de los arquitectos funcionalistas europeos, especialmente de Walter Gropius,


portaestandarte de la célebre Bauhaus, y de Le Corbusier, concebía la arquitectura y el
urbanismo como una adaptación a las exigencias sociales, económicas y técnicas del siglo
XX. Sus obras se caracterizaron esencialmente por el empleo del cemento armado, los
exteriores asimétricos y una constante búsqueda de aire y luz. Sin embargo, gracias a la
influencia que ejerció en él su profesor J. Villagrán García, fue evolucionando hacia la
corriente que ha dado en llamarse "nuevo barroco mexicano".

Por otra parte, cuando diseñó y construyó su propia casa, levantada en las estribaciones del
Pedregal de San Ángel (1956) y derribada posteriormente, buscó inspiración en los
planteamientos expuestos por Mathias Goeritz en su Manifiesto de la arquitectura
emocional y, de este modo, procuró diseñar cada estancia o habitación ateniéndose al
sentimiento que pretendía inspirar.

Una de las máximas preocupaciones de O'Gorman, tal vez su anhelo estético más
emblemático, fue la unificación de pintura y arquitectura en un mismo acto creador, en un
idéntico marco artístico. De ahí sus constantes experiencias creativas, sus intentos
encaminados a integrar en sus obras pictóricas o arquitectónicas elementos que, a priori, se
consideran ajenos a los ámbitos respectivos de estas artes, los cuales le han valido ser
considerado uno de los precursores en la utilización del collage y de su introducción en los
medios artísticos latinoamericanos.
Ya recién terminados sus estudios, en 1926, recibió el encargo de realizar, como trabajo
práctico, la decoración de cinco establecimientos públicos, en uno de los cuales, la
pulquería Los Fifís, su obra obtuvo cierta popularidad. El éxito en estas actividades le valió
ser asignado como profesor no numerario a la cátedra de arquitectura del Instituto
Politécnico de México, cuya titularidad alcanzaría en 1932.

Por lo que respecta a la pintura de caballete, O'Gorman aborda temas complejos de


intención y características diversas, que, con un predomino del sarcasmo macabro, oscilan
entre el detallismo cargado de fantasía de sus Mitos y la lineal geometría de Recuerdos de
Guanajuato, pasando por la sátira cruel de los Enemigos del pueblo. En la elaboración de
sus composiciones utilizó preferentemente dos técnicas: el temple o pintura a emulsión,
sobre soporte de manosite, para sus cuadros, que obtienen así unos colores luminosos y
duraderos; y el fresco, para sus murales. La suya es una producción que refleja inquietudes
sociales y nacionalistas. Fue el inventor de formas nuevas a través de creaciones
arquitectónicas y, al mismo tiempo, el continuador del puntillismo, recreando más que
nunca el poder del detalle sobre el conjunto global de la obra.

Con todo, el aspecto más interesante de sus trabajos, y el que le ha conferido un lugar
destacado en el panorama de la pintura mexicana contemporánea, es la excepcional calidad
de su trazo, su sabia organización de la perspectiva que evidencia su formación de
arquitecto y, sobre todo, su factura detallista, su creación de verdaderas miniaturas de
perfecto acabado y orden, perceptibles incluso en el interior de sus amplias composiciones
murales.

En su repertorio de imágenes y de estilo tradujo gran parte del misterio propio de México,
asumiendo y aglutinando vestigios de las civilizaciones precolombinas, del barroco
macabro de los cultos fúnebres heredados de España y amplificados hasta la obsesión, de
los colores y visiones de la vida cotidiana indígena, reflejados siempre con sencillez y
claridad, cual de una fórmula matemática se tratara.
Estudios

O'Gorman nació en Coyoacán, en la Ciudad de México, hijo del pintor irlandés, Cecil
Crawford O'Gorman y de Encarnación O'Gorman Moreno. Era hermano del historiador
Edmundo O'Gorman. En los años veinte estudió Arquitectura en la Academia de San
Carlos y en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Funcionalismo mexicano

Se convirtió en un arquitecto destacado bajo la influencia de Le Corbusier y ayudó a


introducir a México la arquitectura funcionalista. En una etapa posterior, recibió la
influencia de Frank Lloyd Wright y su arquitectura orgánica. A lo largo de su carrera fue
profesor en el Instituto Politécnico Nacional donde creó la carrera de Ingeniero Arquitecto.

En su carrera como arquitecto, trabajó en grandes proyectos tales como el nuevo edificio
del Banco de México, participó en la urbanización del Pedregal de San Ángel, donde
construyó su propia casa, una verdera obra de arte que, lamentablemente, fue demolida
posteriormente. En la zona del San Ángel, O'Gorman diseñó y construyó en 1931-1932 el
Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo para ambos artistas, de hecho, la amistad
con Diego Rivera produjo una influencia notable en su obra. Juan O'Gorman diseñó y
construyó 26 escuelas primarias en la Ciudad de México.

Biblioteca Central de la Ciudad Universitaria de la UNAM

Su obra pictórica más celebrada mundialmente por su creatividad, técnica constructiva y


dimensiones son los murales de cuatro mil metros cuadrados que recubren los cuatro vanos
del edificio de la Biblioteca Central de la Ciudad Universitaria de la UNAM, obra de
Gustavo Saavedra y Juan Martínez. Estos murales son mosaicos hechos con millones de
piedras de colores obtenidas a lo largo y ancho de la República Mexicana. El lado norte
representa el pasado prehispánico y el sur el colonial, mientras que el muro oriente el
mundo contemporáneo y el poniente la universidad y el México actual.

Como pintor, destacan las obras donde plasmó en espacios públicos pasajes históricos y
hechos diversos bajo un estilo particular, donde agrupaba en un momento personajes y
hechos relacionados al tema de la obra, como lo hizo en los muros del Museo Nacional de
Historia en el Castillo de Chapultepec, en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de
México con La conquista del aire por el hombre o en el mural El crédito transforma a
México recién trasladado a la Torre HSBC. O'Gorman realizó también pintura de caballete.
Fue miembro de la Academia de Artes a la cual ingresó en 1971. Fue ganador del Premio
Nacional de Bellas Artes en 1972.

Murió el 18 de enero de 1982 cuando se encontraba trabajando en unos frescos del Museo
Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec. Fue sepultado en la Rotonda de las
Personas Ilustres de la Ciudad de México.

DAVID ALFARO SIQUEIROS

Pintó entre rejas y exilios, su vida política fue intensa y corrió paralela a su producción
pictórica orientada básicamente al muralismo, su vida y su obra reflejan el espíritu de la
revolución social y cultural que sacudió al México del siglo XX.

Pintor mexicano, nacido en Ciudad Camargo, Chihuahua en 1896. Siqueiros estudia en la


Academia de San Carlos de Ciudad de México, en donde participó en la huelga estudiantil
de 1911 y en la Escuela al Aire Libre de 1911 a 1913.

A los dieciocho años de edad, Siqueiros y varios de sus colegas de la Escuela de Bellas
Artes, se unieron al Ejército Constitucional de Carranza luchando contra el gobierno de
Huerta. Cuando Huerta cayó en 1914, Siqueiros se afianzó en la lucha interna
posrevolucionaria. Sus viajes militares por todo el país le expusieron a la cultura mexicana
y las crudas luchas cotidianas de los trabajadores y los campesinos pobres. Después de que
las fuerzas de Carranza tomaran el control, Siqueiros regresó brevemente a Ciudad de
México para pintar antes de viajar a Europa en 1919. Primero en París, absorbió la
influencia del cubismo, intrigado en particular con Cézanne y el uso de grandes bloques de
color intenso. Estando allí, conoció a Diego Rivera, otro pintor mexicano de «los tres
grandes» justo al comienzo de una carrera legendaria en el muralismo, y viajó con él por
Italia estudiando a los grandes pintores al fresco del Renacimiento.

En 1921 edita en Barcelona el único número de la revista Vida Americana, que incluye su
primer manifiesto en el que defiende un arte público monumental y los valores de la cultura
indígena mediante una plástica que sintetice temas universales y formas y materiales
modernos.

En 1922, Siqueiros regresó a Ciudad de México para trabajar como muralista para el
gobierno revolucionario de Álvaro Obregón. El entonces secretario de Educación Pública,
José Vasconcelos, se impuso la misión de educar a las masas a través del arte público y
contrató a decenas de artistas y escritores para erigir una cultura mexicana moderna.
Siqueiros, Rivera y José Clemente Orozco trabajaron juntos con Vasconcelos, quien
apoyó el movimiento muralista encargándoles murales para edificios destacados en Ciudad
de México. Aun así, los artistas trabajando en la Preparatoria se dieron cuenta de que
muchas de sus primeras obras carecían de la naturaleza «pública» visionada en su
ideología. En 1923 Siqueiros ayudó a fundar el Sindicato de Pintores, Escultores y
Grabadores Mexicanos Revolucionarios, que afrontaba el problema de amplio acceso
público a través del periódico sindical, El Machete. Ese año, el periódico publicó -«para
los proletarios del mundo»- un manifiesto, que Siqueiros ayudó a redactar, sobre la
necesidad de un arte «colectivo», que serviría como «propaganda ideológica» para educar a
las masas y derrotar a los burgueses, a los individualistas, etcétera.

Poco después, Siqueiros pintó su famoso y colosalmural Entierro de un trabajador


(1923) en el hueco de la escalera del Colegio Chico. El fresco representa a mujeres
indígenas lamentándose sobre un ataúd, decorado con una hoz y un martillo. Pero conforme
el sindicato se fue haciendo más crítico con el gobierno revolucionario, que no había
instituido las reformas prometidas, sus miembros se enfrentaron a nuevas amenazas de ver
cortados los fondos que financiaban su arte y el periódico.

Se produjo una disputa interna en el sindicato sobre si dejar de publicar El Machete o


perder el apoyo financiero a los murales, lo que dejó a Siqueiros en primer plano, pues
Rivera abandonó en protesta por la decisión de mantener la política por encima de las
oportunidades artísticas.

Su primera exposición individual tiene lugar en el Casino Español de Ciudad de México,


en 1932; en ese mismo año se exilia por actividades políticas ilegales; se traslada entonces
a los Estados Unidos donde realiza murales en la Chounard School of Art y en el Plaza
Art Center de Los Ángeles; en estos últimos perfecciona la técnica del airbrush sobre
hormigón.

Fue el muralista más activo, en cuanto a la política se refiere. Siqueiros fue encarcelado
unas siete veces y otras exiliado, a causa de sus creencias Marxista-Stalinistas. En 1962, fue
encarcelado por el gobierno mexicano durante ocho años por organizar disturbios
estudiantiles de extrema izquierda dos años antes; el artista fue indultado en 1964.

Sus pinturas representan una síntesis muy particular de los estilos futurista, expresionista y
abstracta, con colores fuertes e intensos. En 1925 realiza los murales en la Universidad de
Guadalajara y en 1930 es encarcelado en Taxco por sus actividades en las manifestaciones
del primero de mayo.

Entre los elementos que más lo caracterizaron en sus mejores trabajos, están las
perspectivas exageradamente dramáticas, las figuras robustas, el uso audaz de color y
frecuente surrealismo, ejemplificados en Muerte al Invasor (Escuela Normal de Chillán,
Bolivia), Desde el Porfiriato la Revolución (Museo Nacional de Historia, Ciudad de
México) y La Marcha de la Humanidad (Polyforum Cultural, Ciudad de México).

En 1933 es deportado de los Estados Unidos y viaja a Argentina y Uruguay, de donde es


nuevamente deportado, siempre por sus actividades políticas. Se instala en Nueva York y
crea el Taller Experimental Siqueiros, en 1936, Define el taller como "un laboratorio de
técnicas modernas del arte" y en él explora las posibilidades de las nuevas herramientas, las
pinturas industriales, la fotografía y las técnicas del azar; entre sus alumnos se encuentra
Pollock.
Siguió produciendo varias obras a lo largo del final de los años treinta, como Eco de un
grito (1937) y El suspiro (El sollozo) (1939), ambos actualmente en el MoMA de Nueva
York.

De vuelta a México, en 1940, el gobierno lo acusa de participación en el atentado contra


León Trotsky, por lo que huye nuevamente de su país y pinta murales en Bolivia (1941) y
La Habana (1943). Vuelve a México en 1944 y pinta los murales del Palacio de Bellas
Artes de la Ciudad de México; expone en este mismo lugar en 1947. Durante los años
cincuenta pinta los murales de la Ciudad Universitaria, del Museo Nacional de Historia de
la Ciudad de México.

En 1960 es nuevamente arrestado y pasa cuatro años en prisión, hasta 1964 en que es
indultado; pinta en ese mismo año La marcha de la humanidad. En 1966 recibe el premio
Nacional de Bellas Artes de su país y, en 1967, la Unión Soviética le concede el Premio
Lenin de la Paz.

Muere en México en 1974 y es enterrado en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Estilo

Para Siqueiros todo es luz y sombra, contrastes en plena interacción. Se dice que es uno de
los máximos expresionistas mexicanos por la energía que muestra su trazo y por sus colores
violentos.

Su forma de pintar es esquemática. Siqueiros intentaba encontrar un dinamismo en la figura


para crear movimiento. Siempre buscaba teorías para experimentar en ellas.

Una de las formas en las que Siqueiros creaba movimiento era pintar con diversas líneas, a
modo de boceto. Normalmente, estos trazos son negros y gruesos.

En “Del Porfirismo a la Revolución”, Siqueiros puso a prueba una de sus teorías donde
tuvo que pintar a los guerrilleros en una pared transversal de modo que desde el centro, se
viera un grupo como si solo fuese una pared y no tres.

Son pinturas llenas de color, representan figuras con emociones intensas, como en “El
martirio de Cuauhtémoc.”

Siqueiros adaptaba sus composiciones a lo que él llamó la "arquitectura dinámica", basada


en la construcción de composiciones en perspectiva poliangular. Para ello estudiaba
cuidadosamente los posibles recorridos de los futuros espectadores en los lugares que
albergarían sus murales y definía así los puntos focales de la composición. Siqueiros llegó a
utilizar una cámara de cine para reproducir la visión de un espectador en movimiento y
ajustar más eficazmente la composición a esa mirada dinámica.
David Alfaro Siqueiros (1896-1974)
Autorretrato, 1945.
Piroxilina sobre celotes.
91.5 x 121.6 cm.

El cuadro es también conocido con el título de


<<El Coronelazo>> apodo que Siqueiros recibió
de un periodista a su vuelta de la guerra civil
española -donde en realidad fue teniente coronel
de la 46a. y la 82a. brigadas del 8vo. Ejercito
Republicano Español- y que adoptó con gusto.
La obra muestra la personalidad autoritaria y
grandilocuente del pintor chihuahuense, impresión que se refuerza con el dinamismo del
gesto representado. Esta Obra se encuentra en la exposición permanente del Museo
Nacional de Arte, (MUNAL).

Cuauhtémoc contra el mito. 1944.


Piroxilina. Tecpan de Tlatelolco,
México, México
Ésta constituye la primera obra plástica
mixta del autor en la que combina
pinturas modernas y soportes de
madera, masonite, además de
esculturas hechas por Luis Arenal. A
través de la perspectiva tridimensional,
Siqueiros intenta recrear el
movimiento de las figuras. A la
derecha y en primer plano está
Cuauhtémoc empuñando las armas
oponiéndose a la destrucción de su
civilización a manos de los
conquistadores españoles, éstos
últimos son interpretados como
centauros cuyas fuerzas son la religión
y las armas de fuego (arriba e izquierda). Debajo de las patas del caballo está la cabeza de
un indígena decapitado y de frente aparece Quetzalcóatl como símbolo de desarrollo
milenario del México prehispánico. Al centro, Moctezuma II implora desconcertado a los
dioses que le expliquen por que el supuesto regreso de Quetzalcóatl (en la figura de Hernán
Cortés) implicó la caída de su imperio, apreciándose al fondo los templos incendiados.
En el mural "Del porfirismo a la Revolución" (1957-1966) de David Alfaro Siqueiros
conservado en el Museo Nacional de Historia en la Ciudad de México, En estas imágenes
se ve a la masa revolucionaria en su marcha hacia la conquista de sus ideales sociales. Entre
la multitud podemos reconocer a algunos de los caudillos revolucionarios (Zapata,
Obregón, Villa, Carranza), pero no sobresalen: se funden con el pueblo. El ritmo que
marcan los sombreros y los fusiles le da un dinamismo a la composición que corresponde
con su sentido político. También vemos un brioso caballo que se detiene abruptamente: es
la Revolución frenada, como un recordatorio de
las fuerzas contrarrevolucionarias que a cada
paso intentan detener el desenvolvimiento de
los movimientos de signo social.

El Eco del Grito. 1937. Piroxilina. 125 x 90 cm.


El Museo de Arte Moderno, Nueva York, NY,
EE.UU.

Obra representativa de la etapa en que el autor,


participó, de manera activa, en la guerra civil
española a la que fue a luchar. La misma tiene
claras reminiscencias al “Guernica”
dePICCASO. Y muestra una secuencia de
bombardeo (representado por el hongo a la
izquierda), sobre la población civil, y el grito de
un bebé, del que emerge otro (dando la representación de los cientos de chicos muertos),
bajo las cenizas del acto bélico.

Caín en los Estados Unidos. 1947


piroxilina. 93 x 76 cm. Museo
Carrillo Gil, México, México
La propia escena de la obra resulta
por demás clara, e importa una
denuncia contra el racismo que
existía en esa época en los Estados
Unidos. La referencia bíblica,
entre “Caín y Abel”, señala la
muerte por la mano del hermano,
lo que desfigura los rastros de
humanidad de quienes los matan.
La reja a la izquierda, señala la
complicidad de la justicia (y el
Estado), con esa matanza.

La Nueva Democracia. 1944-45. Piroxilina sobre tela. Palacio de Bellas Artes, México DF,
México
Esta obra contiene pocos elementos, pero son todos monumentales, al centro vemos una
potente mujer (la modelo fue Angélica Arenal, esposa del pintor) que surge de las entrañas
de la tierra, es un volcán en erupción. En su mano derecha porta una antorcha (lo
incendiario, lo libertario) y en la izquierda una flor magnolia (la esperanza) los grilletes no
le pesan y es por que se ha liberado de ellos, para saber de quién se trata esta mujer
alegórica, debemos identificar lo que trae en la cabeza: el gorro frigio. Símbolo de la
democracia.

Esta mujer es musculosa, pero tiene un tercer brazo que lo es más, es un brazo masculino
que ha golpeado al soldado fascista que yace a un lado, es el brazo del propio pintor, si lo
recordamos pintado así en su autorretrato "el coronelazo".

Esta en Bellas Artes, porque es una obra pictórica, en un mural, tiene toda una connotación
política, como toda la obra de Siquieros, son todas esplendidas obras de arte, no solo por su
belleza sino porque también tienen un mensaje claro hacia la sociedad.

Víctimas de la guerra. Panel izquierdo del tríptico. Palacio de Bellas


Artes, Ciudad de México. 1945

Víctimas del fascismo. Panel derecho del tríptico

Mural de David Alfaro Siquerios "Tormento de Cuauhtémoc" (1951) exhibición


permanente en el Palacio de Bellas Artes. Se observa a Cuauhtémoc y a
Tetlepanquetzaltzin, este último llorando e implorando.
En esta se puede observar como la estructura
de la Iglesia está a punto de colapsar, abajo se
encuentran las personas más pobres con su fe
ferviente (como podemos seguir viendo
actualmente) y en el balcón se encuentra un
grupo menor de las personas ricas, poco más
hacia arriba está la bestia.
Ahora, haciendo un acercamiento a ese grupo
de arriba, notemos que personajes se ubican
ahí, en el lugar más cercano al diablo.

Se notan, además de las personas con ropa


característica de "ricos".... se pueden ver a un
par de miembros del Clero, como sacerdote y
obispo.

Es bastante interesante la manera en que a


través de la pintura, personas como Siqueiros
trataban de transmitir lo que sucedía en un
país, y los fenómenos que aquejaban a la
sociedad y que siguen vigentes.

El mural que realizó en la sede del


Sindicato Mexicano de Electricistas
(1939-1940, Ciudad de México) bajo
el título Retrato de la burguesía,
recoge el aprendizaje obtenido tras las
investigaciones efectuadas a lo largo
de toda la década de los treinta y
constituye una de las obras murales
más significativas del siglo XX.
Siqueiros eligió para el mural la
escalera principal del edificio.

La primera fase del proyecto, para el


que contó con un equipo de ayudantes en el que figuraban artistas tan significativos como
Josep Renau, consistió en un análisis del espacio arquitectónico. El objetivo era adecuar la
composición de modo que las tres paredes y el techo quedaran integrados en una superficie
pictórica continua. Para Siqueiros crear un campo visual dinámico y continuo, en sintonía
con el del espectador que subiera o bajara la escalera, era tan importante como el tema
representado.

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