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2. Poblamiento y población. V. ha sido y es un país subpoblado.

La etnia venezolana está constituida por tres


elementos básicos: aborígenes, españoles y negros. El elemento aborigen lo constituyen los indios venezolanos,
que antes de la llegada de los españoles ocupaban la zona circuncaribe y la selva tropical. Los principales
asentamientos se distribuían por el E junto al golfo Paria, por el O en los Andes y parte occidental del lago
Maracaibo. Los cumanagotos, los palenques y los caracas se extendían por la costa caribe desde Paria hasta
Borburate. Los caracas toman su nombre de una hierba abundante en su hábitat y que ha servido para denominar a
la capital del país. Los arauacos (v.) occidentales comprendían los caquetíos y otros pueblos de habla betoye. La
cuenca del Orinoco fue uno de los focos de dispersión de los arauacos. Los caquetíos habitaban desde el lago
Maracaibo hasta el río Yaracuy. Los jirajaras se dividían en ayamanes y axaguas. Actualmente se distribuyen por el
Estado Lara. Los guajiros habitaban y habitan la Guajira.
Caribes (v.) occidentales eran los pemenos, los bobures y los motilones istos ofrecieron gran resistencia a los
españoles; quedan - algunos grupos cerca del lago Maracaibo. En los Andes vivían los timoto-cuicas, que aún se
encuentran en el Estado Mérida, al sur del lago Maracaibo. En los Llanos, desde el delta del Orinoco hasta los
Estados Portuguesa y Lara, viven los guaraúnos. En el grupo de los otomacos se incluyen los indios de este nombre
(ya extinguidos, habitaban entre los ríos Orinoco y Meta), así como los guanos (también extinguidos, habitaban la
cuenca del Apure), los taparitas y parte de los yaruros.
Esta población aborigen en general fue asimilada mediante el mestizaje y aún quedan algunos grupos, que
apenas han tenido relación con la civilización moderna, y cuya población es difícil calcular. En 1961, se tensaban
31.800 indios, de los que 20.000 se encontraban en el territorio federal de Amazonas, y 4.000 en el Estado Zulia. El
resto de la población india se cree que viene a ser el 2 % de la población total (10.721.522 en 1971). No
constituyen un problema de convivencia, como en otras áreas de América del Sur; estan alejados de los centros
urbanos y rurales de mayor densidad demográfica. A fines del s. XVIII apenas sobrepasaban la cifra de 100.000.
El mayor porcentaje de población (83%) corresponde a los mulato-mestizos, resultado de la unión de negros e
indios con los europeos, principalmente españoles. Los negros llegaron de África, bien directamente o a través de
otras regiones americanas insulares y costeras, adonde habían sido llevados para sustituir a los indios en los
trabajos que éstos no podían realizar. La penetración española se efectúa desde principios del s. XVI, después de
los primeros viajes de descubrimiento y exploración (v. in, 2). El poblamiento se inicia en la isla de Cubagua, con
la fundación de Nueva Cádiz (1510), y se continúa en el continente, al establecerse Nueva Toledo en Cumaná
(1521). Dos años después se funda Nueva Córdoba (1523), y en 1527, Santa Ana de Coro.
Con la llegada de los alemanes (v. 111, 3) en 1529 se comienza una nueva etapa de poblamiento. Una de las
características del poblamiento venezolano es su lentitud, la diversidad de focos de dispersión y la ausencia de una
única cabeza organizadora que diera cierta unidad.
La división de jurisdicciones y las competencias entre autoridades retrasaron el poblamiento del país que, dada
además su extensión, ha tenido que recurrir, como Argentina y Brasil, al expediente de la inmigración, hasta
tiempos muy recientes (v. t. III, 3).
La primera fundación de Maracaibo (v.) se debe al alemán A. Alfinger (1530), a quien acompañaba gran
número de españoles. La actividad pobladora de los españoles corre paralela a la de los alemanes y la supera. En
1531 surge San Miguel de Paria por obra de Diego de Ordás. Juan de Carvajal funda Tocuyo en 1545. En la
segunda mitad del s. XVI se activa la fundación de ciudades: Barquisimeto (v.; 1552), Valencia (v.; 1555), Trujillo
(1556), Rosario (1557), Mérida (1558), Collado (1560), Caracas (v.; 1567), Carora y Cumaná (v.; 1569), Barinas
(1576), San Cristóbal de los Cumanagotas y San Sebastián de los Reyes (1585), La Guaira (1588), Gibraltar
(1592), Guanare (1593), etc. La actividad pobladora continúa en el s. XVII, pero a menor ritmo. Se fundan: Nirgua
(1628), Cumanacoa (1630), Nueva Barcelona (1637), etc.; en el s. XVIII: Altagracia, Buena Guardia, Cuchivero,
San Carlos de Río Negro, San Fernando de Atabapo, San Felipe y San José de Maipures. Las zonas primeramente
pobladas corresponden a la costa y valles del Norte montañoso. Desde el s. XVIII se activa la penetración en los
Llanos, remontando el curso de los ríos. Pero el mayor poblamiento de esta región es relativamente reciente.
A partir de la segunda mitad del s. XIX se estanca la población, que según el censo de 1873 se cifra en
1.784.000 hab. En las dos primeras décadas del s. XIX se produce un crecimiento lento (1-2%), con 2.411.952 hab.
en 1920 (tan sólo 188.425 más que en 1891), debido sobre todo a la elevada mortalidad (2-3%), quizá síntoma de
un régimen demográfico primitivo y atrasada estructura social. Ésta se ha mantenido sin muchos cambios, a pesar
del boom del petróleo, que no ha contribuido demasiado a generalizar la calidad de la vida. Aún continúan
incontroladas algunas epidemias, y se mantienen la insalubridad de algunas zonas y la infraalimentación de ciertas
gentes, no obstante los esfuerzos realizados y las buenas intenciones.
A pesar de los innegables avances de la economía (v. 3), ha variado poco la distribución territorial de la
población desde 1920: región guayanesa (más de la mitad del país), 1%; los Llanos, 20,4%; región
costeromontañosa, 74,5%. Los mayores porcentajes en esta última región corresponden, en 1970, a las zonas centro
(Estados Aragua, Carabobo y Miranda, y distrito federal) y centro-oeste (Estados Falcón, Lara y Yaracuy), con
densidades de 324 y 24 hab/2 respectivamente, en tanto que la medida del país es de 11 (1970). La densidad en los
Llanos es de 7 hab/2. Los Estados de mayor densidad de población son, por este orden: Carabobo (107), Miranda
(88), Nueva Esparta (84), Aragua (61), etc.; a todos les supera el distrito federal (1.041), que es donde se encuentra
Caracas, la capital del país. Las zonas menos densamente pobladas son los territorios federales de Amazonas y
Delta Amacuro, a los que siguen los Estados de: Bolívar (1), Apure (2), Guárico (5), Barinas (6), Cojedes (7), etc.,
es decir, las regiones guayanesa y de los Llanos.
Las ciudades de mayor población son, por este orden (1970): Caracas (v.; 2.175.438 hab. en la aglomeración
urbana, que comprende parte del distrito de Sucre), Maracaibo (v.; 690.350), Barquisimeto (v.; 281.620), Valencia
(v.; 224.820), Maracay (v.; 192.863), San
Cristóbal (156.618), Cabimas (154.713), Ciudad Bolívar (109.605), Cumaná (100.498) y Ciudad Guayana
(100.000). L. as demás no llegan a los 100.000 hab. Tan sólo 12 (Barcelona, Barinas, Coro, Mérida, Los Teques,
Maturín, Ciudád Ojeda, El Tigre, Puerto Cabello, Puerto La Cruz, Punto Fijo y Valera) superan los 50.000 hab. La
capital del país es un típico ejemplo de macrocefalia, con una abundante masa depauperada que habita los
conocidos ranchitos insalubres. Todo ello da lugar a problemas de urbanismo, especulación del suelo, convivencia
social, peligrosidad, subempleo, desocupación, delincuencia, promiscuidad, infancia abandonada (más del 50% de
los niños que nacen anualmente en V. son resultado de uniones concubinarias efímeras), subalimentación y su
secuela de enfermedades, indiferencia religiosa, amoralidad, etc. Pero V. no es una excepción en el panorama
mundial del hábitat urbano. No obstante, la cifra de 0,5 m2 por persona en viviendas ubicadas en zona de ranchos
urbanos es bastante significativa, y se aprecia en el área metropolitana de Caracas, y en la periferia de las ciudades
que superan los 100.000 hab., en las que predomina el subproletariado y el hacinamiento. Por lo que respecta a la
población infantil, el 10% vivía en situación de abandono (1964).
Desde 1920 a 1970 (10.399.907 hab.), la población se ha cuadruplicado, por efecto de la inmigración y
aumento del coeficiente de crecimiento anual: 3,6% (1963-70). El aumento vegetativo de la población no se ha
paliado por la mortandad de años anteriores. El índice de natalidad es 3,9 (1968); y ha descendido el índice de
mortalidad: 0,6%. De 3.491.159 hab. en 1936 se pasó a 5.034.838 hab. en 1950, y a 7.524.000 hab. en 1961. No
obstante, la «esperanza de vida» del venezolano sigue siendo relativamente baja: 44 años (1952) y 49 en años
recientes. Rebasan con mucho esta cifra: en América, EE. UU. (70,2); en Europa, Francia (70,5). Cabe distinguir la
esperanza de vida del trabajador urbano, inferior a la del campesino, por razones de pauperismo biológico, muy
directamente relacionado con el económico. Pero el panorama es optimista, sobre todo si se tienen en cuenta los
avances registrados. La esperanza de vida en las primeras décadas del s. XX no sobrepasaba los 30 años. En
consecuencia, la población venezolana es joven, y lo seguirá siendo relativamente, porque el clima y las
condiciones generales de vida marcan un tope difícil de superar. En 1961, el 54,3% de la población tenía menos de
20 años de edad; menos de 25, el 62,5%; menos de 40, el 820% más de 50, sólo el 109b; y más de 60, el 4,6010. La
población total en 1975 se calcula en 12.433,970 hab.
En 1969, de 10 millones de hab., 7,5 millones vivían en zonas urbanas, y 2,5 millones en zonas rurales. El
cambio con respecto a las primeras décadas del s. XX ha sido significativo, por la industrialización del país, que ha
provocado intensos movimientos internos de población del campo a la ciudad, y por la concentración de los
contingentes de inmigrantes en la áreas industriales. Si antes predominaba la población rural (75-80%), ahora
predomina la urbana (75%). Se tiende a una ocupación más racional del terreno aprovechable, con un cierto
incremento demográfico en las áreas rurales.
Los movimientos internos de población se deben a dos fenómenos: movilidad social por el desarrollo de nuevas
formas económicas y flujos demográficos de regiones económicamente estacionarias a otras en fase de evolución y
progreso. Los cambios demográficos se han acentuado conforme han variado las estructuras de uno a otro lugar.
Esto quiere decir que V. acusa un marcado desnivel regional y que la consideración del desarrollo a escala nacional
da una imagen aparente de lo que realmente sucede en el país. La población residente fuera de sus Estados nativos
representaba el 10% del total en 1936, el 1570 en 1941, y el 19% en 1950.
Posteriormente, los Estados que más población han absorbido, en relación con su crecimiento natural, son
(1961): Anzoátegui y Carabobo (57%), Zulia (64%), Aragua .(65%) y Miranda (73%). Por supuesto, el mayor polo
de atracción lo constituye el distrito federal. Los Estados con mayor número de emigrantes son: Miranda, Lara y
Trujillo. Las zonas de mayor atracción son, en primer lugar, las petroleras y mineras (Anzoátegui, Monagas, Zulia,
etc.), y, en segundo término, las agropecuarias (algunos distritos de Aragua, Barinas, Carabobo, Guárico,
Portuguesa, etc.). A nivel regional, es la zona montañosa, tradicionalmente más poblada, la que se está
transformando, en algunos sectores, en zona de emigración, en beneficio de ciertas partes de los Llanos. En
síntesis, la estructura socio-profesional de la población venezolana se acerca aún a la de un país subdesarrollado
(v.). La mentalidad de la población campesina que se ha trasladado a las ciudades apenas ha variado, en parte
debido a una falta de adecuada formación profesional, cívica y religiosa; muchos medios de información y
comunicación social no han cumplido su papel fundamental en esto, sino que han respondido más a la dinámica del
sistema monopolista extranacional y a los intereses de ciertas minorías más preocupadas en mantener situaciones
de privilegio que en otra cosa.
Los latifundistas están representados sobre todo por los plantadores de café andinos, que constituyen el núcleo
de la burguesía rural. El 65% del campesinado está integrado por el semiproletariado rural, que se compone de
peones de fincas agropecuarias, y de jornaleros conuqueros. Con los nuevos planes de colonización agraria se está
formando una pequeña burguesía agraria, constituida en parte por inmigrantes de origen extranjero.
En conjunto, la calidad de vida del campesinado deja bastante que desear. El 79% de la población campesina
mayor de 15 años es analfabeta. En la década 1960-70, el 52% de la vivienda campesina tenía piso de tierra; sólo el
47% disponía de agua, y el 41% de letrinas. La ley agraria no ha modificado mucho aún esta realidad social (v. 3).
La estructura social urbana es, a grandes rasgos, igual que en el resto de América del Sur: financieros, clase
media (profesiones liberales, burócratas, técnicos, comerciantes, etc.) y obreros, empleados, sin gran cualificación
(20% de la población activa). En las zonas de ranchos surgidas desde 1956, los tipos de familias son: nuclear
(25%), extendida (53%) y desintegrada (22%). Existe un infraproletariado depauperado, una mano de obra
estancada y un lumpenproletariado (del alemán Lump, pordiosero), social y laboralmente marginado, que es campo
abonado de la demencial propaganda marxista. Con el aumento de los grupos intermedios (clase media, pequeña
burguesía, obreros especializados) se tiende a la nivelación social bajo el signo económico.
La inmigración a V. se aceleró después de la II Guerra mundial, por razones políticas y económicas. El mayor
atractivo fue la explotación petrolífera. La industrialización de periferia demandó una mano de obra calificada,
procedente en su mayor parte de Europa. V. ha sido uno de los países que más han asimilado los excedentes
relativos de la población europea, con predominio de italianos, españoles, portugueses y británicos, por este orden.
De los países iberoamericanos, Colombia ha proporcionado mayor número de inmigrantes. Los norteamericanos no
encajan exactamente en el estricto concepto de emigrante o inmigrante (v. MIGRACIÓN), pues sus
desplazamientos a V. no responden a necesidades económicas ni son resultado de desequilibrios demográficos,
sino que se explican más bien por la dinámica de las sociedades multinacionales, en las que muchos de ellos
realizan su actividad. Sin embargo, su número y sus impactos en la sociedad venezolana han sido importantes. De
menor importancia cualitativa y cuantitativa son los inmigrantes de origen asiático. En cuanto a los españoles, los
grupos más numerosos proceden de Galicia y Canarias. Los Estados que más han absorbido la inmigración externa
son, por este orden: Zulia, Miranda, Táchira, Carabobo, Anzoátegui, Aragua, Trujillo y Monagas. La inmigración
ha disminuido desde 1959. En el periodo 1948-58 llegaron 800.000 inmigrantes.
POBLAMIENTO INDÍGENA, TEORÍAS Y OCUPACIÓN TERRITORIAL

La utilización conjunta de las evidencias arqueológicas, lingüísticas y etnohistóricas para analizar las
características del poblamiento prehispánico de Venezuela, muestra, en todos los casos, la presencia de influencias
culturales de múltiple procedencia que se fusionaron dentro del actual territorio nacional. Los estudios realizados
entre 1935 y 1944 por distintas misiones arqueológicas señalan, por una parte, la presencia de un eje occidental N-
S, a través del cual habrían llegado influencias tanto de América Central como del O de Suramérica y por la otra, la
existencia de un eje cultural N-S en el oriente de Venezuela que habría canalizado las influencias provenientes del
E de Suramérica de paso hacia las Antillas, así como también las provenientes del NE de Suramérica que se
habrían difundido hacia el SE del subcontinente. Tanto en el oriente como en el occidente de Venezuela, estos
grandes ejes migratorios dieron origen a la penetración de patrones diversos, los cuales posteriormente entraron en
contacto al producirse movimientos migratorios transversales E-O y viceversa. Se conformó así un patrón de rutas
de poblamiento y dispersión cultural que se asemejaría a la forma de una «H». Sobre la base de esta teoría de las
migraciones prehispánicas venezolanas, se han elaborado otros modelos complementarios, según los cuales la
existencia de estas 2 grandes rutas migratorias N-S en el E y el O respectivamente, habrían dado origen a una
dicotomía cultural: las poblaciones de occidente se habrían caracterizado por el cultivo del maíz y una alfarería
decorada con motivos pintados policromados; en contraste, las poblaciones del oriente cultivaban la yuca y tenían
una alfarería decorada con motivos y modelado incisos. La historia de las sociedades agricultoras precolombinas
habría estado determinada en consecuencia por la interacción de influencias culturales que se cruzaron entre
oriente y occidente. Otra hipótesis parecida en relación con el poblamiento de Venezuela, plantea que las oleadas
migratorias formaron 2 troncos: uno occidental caracterizado principalmente por movimientos de grupos humanos
e influencias culturales provenientes del O de Suramérica y América Central que habrían originado culturas como
la timoto-cuica, la achagua; y otro oriental, cuyo origen estaría localizado en la cuenca amazónica. Las oleadas
migratorias prehispánicas también han sido caracterizadas como pertenecientes a 2 grandes familias lingüísticas
suramericanas: la arawak y la caribe, cuyos orígenes más remotos han sido ubicados en la región central de
Suramérica. En general, se ha considerado que los grupos sedentarios más antiguos que se asentaron en el actual
territorio venezolano eran de filiación lingüística arawak y a ellos se les atribuye la introducción y desarrollo de la
agricultura. Estas poblaciones arawakas habrían constituido una especie de estrato étnico básico para Venezuela,
que se habría roto o fragmentado con la irrupción posterior de una oleada migratoria oriental, que también se
habría extendido hacia el occidente de Venezuela pasando por el territorio actual de Colombia, originando así una
división cultural entre caribes orientales y caribes occidentales. Se supone que la presencia continua de
toponímicos dispersos desde el Orinoco hasta la región central de Venezuela, podría inferir en ésta la presencia de
enclaves de población de posible filiación caribe. Asimismo, se puede explicar la influencia caribe hacia el
occidente, por la presencia de grupos indígenas de esa filiación en el lago de Maracaibo y la sierra de Perijá.
Conjuntamente a estas grandes corrientes migratorias de arawakos y caribes pudo haber otras migraciones, quizás
de menor intensidad, que también dejaron su huella. Es el caso de algunos rasgos mesoamericanos como el juego
de pelota, autosacrificio de sangre o el uso de la barba que estuvieron presentes entre los guamos, otomacos y
guamonteyes del Orinoco y el de los ritos de sacrificio y degollamiento de víctimas humanas, entre los caribes,
muy similares al denominado tlacaxipeualiztli de los nahuas mexicanos.
Tal como hemos visto, la etnología, relacionando datos lingüísticos, etnográficos y arqueológicos, ha podido
determinar un modelo de migraciones prehispánicas en el que resaltan los movimientos efectuados a lo largo de 2
ejes N-S, ubicados al E y el O de Venezuela y una serie de líneas de flujo entre uno y otro, las cuales constituirían
movimientos de población expansivos, cíclicos o esporádicos. Desde el punto de vista arqueológico esta teoría se
enriquece al señalar, además de estas grandes líneas de flujo migratorio, puntos culturales nodales en el territorio.
Con la evidencia arqueológica, Venezuela deja de ser una simple encrucijada o zona de paso de las oleadas
migratorias, y se convierte en un centro de confluencia de un importante número de grupos humanos, los cuales,
por los procesos de adaptación a los nuevos ambientes donde se asentaban, y el mestizaje de culturas, produjeron
formas sociales nuevas que sirvieron de arquetipos a otras poblaciones de territorios vecinos. En tal sentido,
podemos establecer 3 grandes períodos histórico-sociales para el análisis de las corrientes de población que
contribuyeron a conformar la sociedad precolombina venezolana:
a) Migraciones de cazadores: Las evidencias arqueológicas más antiguas nos indican que las primeras oleadas de
población que penetraron el territorio venezolano por lo menos 15.000 años a. C., estuvieron constituidas por
grupos humanos que derivaban su subsistencia de la caza de mamíferos y de la recolección de frutos y raíces
silvestres. Al parecer, los antiguos cazadores convivieron al menos durante cierta época, con una megafauna
caracterizada por mastodontes, caballos, megaterios y gliptodontes. Como consecuencia del fin de las glaciaciones
alrededor de 12.000 años a. C., reinaban condiciones climáticas distintas a las actuales. Posiblemente hubo mayor
humedad, y la flora más abundante permitía la sobrevivencia de los hervíboros de la megafauna. Los cazadores de
esa época formaron parte de la oleada migratoria que vino de Norteamérica, adonde habían llegado desde Asia
atravesando el estrecho de Behring en una fecha que podría estimarse entre 28.000 y 40.000 años a. C. Las puntas
de proyectil que fabricaban estos cazadores eran confeccionadas con núcleos de piedra, y sus formas recuerdan los
artefactos que fabricaban los grandes cazadores de la llamada «tradición plana», la cual está caracterizada por
puntas para armas arrojadizas de forma oval, con lados paralelos y ambos extremos aguzados. La presencia de
dichas puntas en el sur de Norteamérica, Mesoamérica y el litoral Pacífico de Suramérica, deja entrever la
existencia de migración humana en dirección NS. Pero, ¿en qué momento y cómo se dispersa de ese grupo
principal la rama que se desvía hacia el NE de Venezuela y cuyos principales exponentes los encontramos hasta el
presente en sitios arqueológicos tempranos del estado Falcón? La ruta terrestre más obvia pasaría por
Centroamérica, entraría al subcontinente por Colombia y de allí se dirigiría hacia el NE alcanzando a Venezuela.
Pero las evidencias halladas hasta el presente en Colombia no comprueban que hubiese existido esa vía migratoria,
ya que los hallazgos realizados hasta hoy por los arqueólogos colombianos sólo indican la presencia, desde 12.000
a 14.000 años a. C., de cazadores que poseían una industria lítica y ósea muy rudimentaria, totalmente distinta al
instrumental especializado de los cazadores del NE de Venezuela.
b) Migraciones de recolectores: El fin de la sociedad de cazadores, parece haber sido coetáneo con el clímax de los
grandes cambios climáticos que marcaron el desarrollo del Cuaternario. Posiblemente ocurrieron extensas
modificaciones del antiguo litoral venezolano como consecuencia del levantamiento general del nivel del mar, por
lo cual muchas de las antiguas zonas costeras fueron sumergidas por las aguas, cambiándose quizás también las
características de la fauna y la flora en dichas regiones. Estos cambios determinaron, por una parte, la desaparición
de la mega fauna que hasta entonces parece haber estado asociada con los cazadores y por la otra, que tuviera lugar
una redistribución general de la fauna terrestre, la cual pudo haber influido para que aquellas poblaciones o parte
de las mismas, buscaran su subsistencia en la fauna marina. La abundancia y relativa estabilidad de los recursos
marinos le dieron tanto a los recolectores venezolanos como a los del resto del continente, la oportunidad de formar
comunidades más sedentarias. Hasta el presente, las evidencias arqueológicas indican que el área de mayor
concentración de estos grupos recolectores era en el N de Venezuela. Estuvieron presentes en la península de Paria,
alrededor de los 4.000 a 5.000 años a. C., y se supone que tuvieron una industria rudimentaria de piedra tallada,
posible supervivencia de técnicas utilizadas por los antiguos cazadores. Los sitios arqueológicos localizados en las
costas de los estados Sucre y Anzoátegui y en la isla de Cubagua testimonian el desarrollo de una sociedad
especializada en la explotación del ámbito marino, la cual abandonó la piedra como materia prima, para fabricar
artefactos de conchas de caracol gigante (Strombus gigas) tales como escoplos, raspadores, puntas de proyectil,
recipientes, etc. Esta capacidad adaptativa, que parece haber incluido también el arte de navegar, permitió la
expansión de los recolectores marinos hacia las islas antillanas, muchas de las cuales se encontraban todavía
deshabitadas, convirtiéndose por tanto en descubridores y primeros pobladores de las tierras insulares. Hubo
grupos de recolectores que posiblemente migraron al S, siguiendo el litoral Atlántico del NE de Suramérica dando
origen al desarrollo de nuevas comunidades que conservaron muchas de las características ancestrales tales como
el uso de la piedra para fabricar artefactos de trabajo.
c) Migraciones de agricultores: Los 2 últimos milenios antes del inicio de la era cristiana constituyeron para los
indígenas suramericanos la fase final de la experimentación con el cultivo de plantas el cual fue fundamento del
desarrollo ulterior de la agricultura. Este período fue también de reajuste y consolidación social para muchas
etnias; el paso de una economía recolectora a una economía agrícola implicaba igualmente la búsqueda de nuevas
tierras que permitiesen desplegar las tecnologías de una nueva forma de vida social. Fue posiblemente en este
contexto cuando tuvieron lugar los movimientos migratorios en Suramérica que iban a determinar las
características finales del poblamiento prehispánico venezolano.
En el oriente de Venezuela, la cuenca del Orinoco constituyó uno de los polos de atracción para grupos humanos
con una alfarería cuya caracterización permite establecer relaciones con otras culturas del O de Suramérica y de la
cuenca amazónica. Estos grupos humanos trajeron consigo técnicas de cultivo y procesamiento de la yuca amarga
(Manihot utilissima), ya conocida por grupos indígenas del NE de Suramérica. Sobre la base de la agricultura
vegetativa, se formaron 2 importantes centros de población, cuya cultura había luego de irradiar hacia el oriente de
Venezuela, merced a los desplazamientos humanos que ocurrieron en períodos posteriores. En el bajo Orinoco, el
sitio ancestral de Barrancas, originó lo que conocemos como tradición Barrancas, alrededor de 1.000 a 600 años a.
C., cuyos portadores se difundieron hacia la costa central de Venezuela formando o contribuyendo a formar nuevos
asentamientos humanos en la región del lago de Valencia y en el litoral del actual estado Carabobo alrededor de
200 años a. C. Otros grupos barrancoides migraron hacia el NE de Suramérica invadiendo el N de la cuenca
amazónica y la región oriental de Venezuela. En el Orinoco medio, para fecha similar, la región de Parmana al S
del estado Guárico constituye el asiento de pequeñas aldeas tipificadas por los sitios de la gruta Ronquín, a partir
de los cuales se desarrolló una nueva tradición cultural conocida como Saladero. Al igual que los barrancoides,
estos individuos iniciarán hacia comienzos de la era cristiana, un movimiento migratorio hacia el NE de
Venezuela, fusionándose con los grupos barrancoides que ya habían llegado también a dicha región y desplazando
o absorbiendo a las viejas poblaciones recolectoras que aún para esa fecha ocupaban el litoral y las islas del oriente
de Venezuela. De la confluencia de estas tradiciones, surgió una nueva tradición conocida como saladoide costero,
cuyos portadores iniciaron un rápido movimiento migratorio a lo largo del arco insular antillano, desplazando y
absorbiendo a su vez a los recolectores de dichas islas, y llegando a Puerto Rico alrededor de 200 años a. C. Estos
emigrantes provenientes del territorio que luego sería Venezuela, llevaron a las Antillas el conocimiento de la
alfarería, la agricultura y las pautas de vida sedentaria que luego serían fundamento de la vida social de las etnias
precolombinas de dicha región.
Durante los primeros siglos de la era cristiana, el Orinoco medio recibió una nueva oleada de población conocida
como tradición Arauquín, cuyas características alfareras permiten señalar a la cuenca amazónica como el área
posible de origen. Los recién llegados dieron muestra de poseer una cultura vigorosa y organizada, ya que
introdujeron importantes cambios en el modo de vida de las poblaciones indígenas autóctonas. Partiendo del
Orinoco medio, grupos pertenecientes a esta tradición emigraron hacia los valles de Aragua y la cuenca del lago de
Valencia ocupando, para finales del período prehispánico, prácticamente todos los valles del litoral central
incluyendo el valle de Caracas. Por otra parte, los arauquinoides comenzaron a desplazarse hacia el bajo Orinoco
alrededor de 200 años d. C., buscando quizás asentarse en las riberas fértiles que bordeaban el río pero que estaban
ocupadas por las etnias barrancoides. Este movimiento río abajo parece haber sido lento, pero culminó en el siglo
XVI de nuestra era con el ejercicio del control total del hábitat orinoquense por parte de los arauquinoides.
Aunque no podemos establecer un paralelo entre estas poblaciones y las etnias conocidas históricamente, si es
posible decir que las aldeas tardías del Orinoco donde se ha encontrado alfarería arauquinoide fueron asiento de
grupos humanos históricos de lengua caribe. Lo mismo podemos decir del lago de Valencia, los valles de Aragua y
el valle de Caracas, hecho que puede darnos una base de análisis para comprender la importancia de esta onda
migratoria orinoquense en el poblamiento prehispánico venezolano.
Al SO de Venezuela, en los últimos siglos antes de Cristo, los llanos altos occidentales acogieron otra oleada
migratoria conocida como complejo Caño del Oso y complejo La Betania, cuyo punto de partida puede ser ubicado
al NE de Colombia o del Ecuador. Estos individuos lograron diseñar y ejecutar complejas obras de terracería que
incluían montículos para viviendas, calzadas que servían como vías de comunicación y diques para el control de las
inundaciones y campos de cultivo formados por largos camellones artificiales de tierra que servían para preservar
las plantas del exceso de agua durante las crecidas de los ríos. Estos grupos humanos se extendieron sobre gran
parte del territorio de los actuales estados Barinas, Apure y Portuguesa, correspondiendo en sentido general con el
territorio ocupado históricamente por los grupos indígenas conocidos como achaguas y betoyes. En la región S del
lago de Maracaibo, las evidencias arqueológicas señalan para 600 años a. C., la llegada de grupos de inmigrantes
emparentados posiblemente con las etnias que habitaban el litoral Caribe colombiano desde el siglo XII. Al igual
que los del Orinoco, cultivaban y consumían la yuca amarga y se asentaron a lo largo de los ríos que descienden de
la vertiente occidental de la cordillera andina. Por otra parte, alrededor de 1.100 años a. C., otros grupos
inmigrantes, conocidos como fases El Danto y El Guamo, afiliados también posiblemente a etnias que habitaban el
N de la actual Colombia, se asentaron a lo largo de los ríos Escalante y Zulia, dando origen a grandes poblados
donde se cultivaba no sólo la yuca, sino también el maíz. Es posible que las ondas migratorias ya señaladas, estén
en el origen de las actuales poblaciones indígenas del occidente del lago, afiliados a la familia lingüística caribe y
otros a la chibcha. El NE de Venezuela parece que fue puerta de entrada de una de las corrientes migratorias que
tuvo mayor influencia en la conformación ulterior de la cultura aborigen de la región centro-occidental de
Venezuela. Los grupos que llegaron con ella, procedían posiblemente del occidente de Suramérica e introdujeron
prácticas agrarias con el cultivo del maíz. Sus antecesores más remotos, pueden ser ubicados en la fase Hokomo,
en la Guajira venezolana, alrededor de 1.000 años a. C., y en la fase Lagunillas en la costa NE del lago de
Maracaibo, alrededor de 400 años a. C.. Estos inmigrantes así como los grupos autóctonos a los que dieron origen
se distribuyeron a lo largo de los valles bajos del NE de Venezuela, formando grandes aldeas agrícolas que tenían
un marcado carácter ceremonial. Prueba de ello son los grandes cementerios o necrópolis encontrados en sus
poblados, en los que se evidencia una importante producción artesanal, destinada particularmente a satisfacer las
necesidades religiosas. Asimismo, convirtieron muchas grutas y pequeñas cuevas en adoratorios o cementerios,
donde también se depositaba una gran riqueza de material votivo. El modo de vida de estos grupos humanos
influyó grandemente en las comunidades que ocuparon el territorio de los actuales estados Lara, Falcón, Yaracuy y
Trujillo, puesto que para el siglo XVI en esa zona existían aldeas densamente pobladas, caracterizadas por un
extraordinario desarrollo artesanal y productivo, las cuales sirvieron de sostén a la colonización española.
Alrededor del siglo IX o X d. C., se hicieron presentes en las regiones altas de los Andes venezolanos, grupos
humanos conocidos como fases San Gerónimo, Mucuchíes y Miquimú. Éstos poseían técnicas agrícolas y cultivos
especializados que les permitieron colonizar los valles altos y las tierras vecinas a los páramos. Construían
pequeñas aldeas, cada vivienda poseía silos subterráneos para almacenar las cosechas, practicaban el cultivo en
terrazas y el empleo de estanques y canales de regadío para irrigar las sementeras. Todos estos elementos
relacionan dichos grupos con las sociedades andinas prehispánicas del NE de Suramérica cuyo modo de vida se
expandió a lo largo de los ecosistemas montañosos del occidente de Suramérica.

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