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a)
“Levantóse muy paso con su garrote en la mano, y, al tiento y sonido de la culebra, se
llegó a mí con mucha quietud, por no ser sentido de la culebra. Y, como cerca se vio, pensó que
allí en las pajas, do yo estaba echado, al calor mío se había venido. Levantando bien el palo,
pensando tenerla debajo y darle tal garrotazo que la matase, con toda su fuerza me descargó
en la cabeza un tan gran golpe que sin ningún sentido y muy mal descalabrado me dejó.
Como sintió que me había dado, según yo debía hacer gran sentimiento con el fiero
golpe, contaba él que se había llegado a mí y, dándome grandes voces, llamándome, procuró
recordarme. Mas, como me tocase con las manos, tentó la mucha sangre que se me iba, y
conoció el daño que me había hecho. Y con mucha prisa fue a buscar lumbre y, llegando con
ella, hallóme quejando, todavía con mi llave en la boca, que nunca la desamparé, la mitad
fuera, bien de aquella manera que debía estar al tiempo que silbaba con ella.”
.
b)
“Arriméme a la pared por darles lugar, y, desque el cuerpo pasó, venía luego a par del
lecho una que debía ser su mujer del difunto, cargada de luto, y con ella otras muchas mujeres;
la cual iba llorando a grandes voces y diciendo:
-Marido y señor mío, ¿adónde os me llevan? ¡A la casa triste y desdichada, a la casa
lóbrega y oscura, a la casa donde nunca comen ni beben!
Yo, que aquello oí, juntóseme el cielo con la tierra, y dije:
«¡Oh desdichado de mí, para mi casa llevan este muerto!»
Dejo el camino que llevaba, y hendí por medio de la gente, y vuelvo por la calle abajo a todo el
más correr que pude para mi casa. Y entrando en ella, cierro a grande priesa, invocando el
auxilio y favor de mi amo, abrazándome de él, que me venga a ayudar y a defender la
entrada”.