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INTRODUCCIÓN

Es sobradamente conocido el estado imperante en nuestro país que originó el estallido


social conocido como la Revolución Mexicana.
Las condiciones de trabajo eran verdaderamente terribles: largas y agotadoras
jornadas, de 14 horas o más, a cambio de un salario miserable que por lo mismo hacía
necesario el que mujeres y menores pasaran a engrosar la fuerza de trabajo,
desde luego en peor situación que el hombre adulto en franca lucha contra éste por los
puestos a desempeñar, ya que, como es de comprenderse fácilmente, el afán de lucro de
los empresarios los llevaba a emplear la mano de obra más barata y menos exigente;
además carecían absolutamente de prestaciones por riesgo o enfermedad del
propio trabajador; ausencia de medidas de higiene y seguridad en los centros de
labores; no se tenía derecho al descanso semanal remunerado; el salario, de por sí
poco, no se paga siempre en efectivo, sino que existían las tiendas de raya en las que se
proporcionaba al trabajador mercancías cuyo precio de descontaba de su paga, etc.
Contra tal estado de cosas reaccionó el Constituyente de Querétaro y produjo lo que
se conoce como la Primera Declaración de Derechos Sociales, al regular, en el
artículo 27 Constitucional, la propiedad territorial, y en el 123 las relaciones
entre capital y trabajo, estableciendo un sistema tutelar de los trabajadores.
Así, actualmente se reconoce el derecho de los trabajadores a asociarse en
defensa de sus intereses, ya que el trabajador aislado no puede luchar contra
el patrón, necesita de la unión de sus iguales para igualar fuerzas, a efecto de
conseguir mejores condiciones de vida. Así la asociación profesional constituye una
garantía a favor de los trabajadores.
Se reconoció también a los trabajadores el derecho de huelga, bajo las condiciones que la
propia Constitución y la Ley Federal del Trabajo señalan.
La huelga es el derecho de suspender las labores en la empresa por la mayoría
de los trabajadores con objeto de lograr el equilibrio entre el capital y el
trabajo. Durante ellas las relaciones individuales de trabajo y los derechos y
obligaciones que son su consecuencia no se terminan, sino que quedan en
suspenso.
LA HUELGA POR SOLIDARIDAD.

El debate de la huelga por solidaridad, teóricamente posible, está


cancelado, porque la clase empresarial, que sabe que el poder legislativo no
aprobará su supresión, tal como ocurrió en las discusiones en torno a la ley de
1931, no tiene interés en revivirlo.

LOS PRECEDENTES NACIONALES

Veracruz contempló en Río Blanco la más emotiva defensa de la


dignidad obrera cruelmente aplastada por el capitalismo y el gobierno
mexicano. No es por lo tanto de llamar la atención que la primera ley del
trabajo completa de América haya sido la de aquel Estado en el año de 1918.
Su art. 154, frac. III decía que “la huelga puede tener por objeto apoyar otra
huelga lícita”. La disposición pasó literalmente entre otras Art. 195, frac. IV la
Ley de Tamaulipas de 1925.

La misma normación se dio en el Art. 264 del Proyecto federal de 1928


y en el 323 frac. V del Proyecto Portes Gil, que decía: “La huelga deberá
tener por objeto: apoyar una huelga que tenga por objeto alguno de los
numerados en las fracciones anteriores y que no haya sido declarada ilí-
cita o ilegal”. En cambio, el Proyecto de la Secretaria de Industria es el
primero y único que desconoció la huelga por solidaridad supresión que se
apoyó en la Exposición de motivos:

La huelga llamada por solidaridad o por simpatía, se considera también


como una suspensión ilícita del trabajo. Si los obreros no tienen queja contra su
patrono, no debe autorizarse que le causen los perjuicios que la huelga
ocasiona, sobre todo teniendo en cuenta que no habiendo conflicto de trabajo
por resolver, no podría el patrono apelar a las juntas de conciliación y arbitraje
para que dieran una solución pacífica a la controversia.

LAS HUELGAS POR SOLIDARIDAD, NEFASTO LASTRE QUE SIGUE


ARRASTRANDO NUESTRA LEY FEDERAL DEL TRABAJO

CRITICAS:

Por no atrevemos a modernizar y actualizar nuestra Ley Federal del


Trabajo, todavía la fracción VI del articulo 450 de dicho ordenamiento sigue
vigente y, en consecuencia, continuamos permitiendo las llamadas “huelgas
por solidaridad”, que son a todas luces anticonstitucionales y
antieconómicas.

DEFINICION:

Dichas huelgas por solidaridad consistan en que un sindicato puede


emplazar a huelga a una empresa que esté cumpliendo religiosamente
con sus obligaciones laborales, en apoyo a otra huelga planteada a otra
empresa que esté violando su contrato colectivo o que incluso ni siquiera
pague el salario mínimo a sus propios trabajadores.

Ello resulta verdaderamente inaudito por lo que se debe, con toda


urgencia, suprimir dicha fracción en virtud de que la misma frena,
indiscutiblemente, la inversión extranjera en nuestro país.

Cuando nos desempeñábamos como magistrados del Banco


Interamericano de Desarrollo con sede en Washington, los “gringuitos” nos
preguntaban con incredulidad si efectivamente se permitían estas absurdas
huelgas en México, y aunque bien sabíamos que “la ropa sucia se Iava en
casa”, no teníamos más remedio que aceptarlo arguyendo que “al cabo nunca
se daban en la práctica”, que es la peregrina contestación que se da para
poder seguir justificando lo injustificable.

Dichas huelgas por solidaridad, a las que hasta el gran maestro Trueba
Urbina llamaba “huelgas revolucionarias”, deben suprimirse de inmediato, ya
que por ellas nuestros “vecinos del norte” no se arriesgan a invertir en nuestro
país por temor a dichas huelgas. Aduciendo que el hecho de que no se hayan
dado en el pasado no quiere decir. En forma alguna, que no se puedan dar en
el futuro.

Como ya lo hemos manifestado en repetidas ocasiones, estamos


totalmente a favor del derecho de huelga porque es la garantía de un estado
democrático, pero estamos totalmente y definitivamente en contra de estas
“huelgas solidarias”, que en realidad son temerarias amenazas de arbitrarias
suspensiones de labores al margen del derecho.

Ya es tiempo de que nuestro legislador laboral se percate del daño que


se causa a la imagen de nuestro país con esta clase de huelgas, que en última
instancia siempre se tendrían que calificar de inexistentes, por lo que resulta
imperativo suprimirlas de nuestra legislación laboral.

Dichas huelgas siempre tendrán que ser declaradas inexistentes


porque, en las mismas, no cabe la “conciliación” por la simple razón de
que no hay “conflicto” entre las partes y, además, porque aunque el
patrón emplazado por “solidaridad” esté de acuerdo en apoyar a los
trabajadores “de la otra empresa en huelga”, no podría evitar que le
suspendan las labores en la suya.

Más que huelgas “revolucionarias”, como las llamaba Trueba Urbina,


para nosotros son verdaderas suspensiones “anárquicas”.

Por ello, Proudhon, el irónico del derecho, en su libro La filosofía de


la miseria, comparaba a los obreros que iban a esta clase de huelgas con
las mujeres casadas que iban al adulterio.

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