You are on page 1of 2

La autoconciencia según Hegel y la

dialéctica del señor y el siervo


mayo 20, 2010
por Aleix Mercadé Falomir

La naturaleza de la autoconciencia consiste en un doble sentido: primero, es en sí; segundo,


es para sí. No acaba de ser hasta que se reconoce, hasta que es para sí mismo. Su unidad,
pues puede no diferenciarse (son, a la vez, diferentes pero sincronizados dialécticamente:
este es el doble sentido de lo diferenciado), se entiende en esta duplicación en el tiempo,
pues son dos momentos, uno detrás del otro; y en el espacio, pues acontece un
desdoblamiento que hace a la autoconciencia salirse de sí misma: “Para la autoconciencia
hay otra autoconciencia; ésta se presenta fuera de sí” (Esto puede entenderse mejor si
recordamos lo que Hegel explica cuando se refiere a Dios y a la creación del mundo,
acontecimiento en el que Dios se proyecta para crear todo con lo cual se niega a sí mismo).

Este proceso no dura dos momentos, es decir, no culmina, sino que su realización pasa por
la infinitud. La autoconciencia consiste en esencia, por lo tanto, en ser infinita o
inmediatamente indeterminada (pues por necesidad deber ser lo contrario de lo determinado
en la que es puesto).

La autoconciencia se duplica en este proceso dialéctico: por necesidad requiere de una


autoconciencia puesta fuera de sí como otra autoconciencia (lo que representa el primer
momento) para poder reconocerse y así “se ve a sí misma en lo otro”.

Una vez llegado este momento debe seguir el proceso superándolo. “Debe tender a superar
la otra esencia independientemente”. Esto es el continuo devenir heraclitáneo, el eterno
retorno a sí mismo. Es un continuo salirse de sí mismo para retornar, a través de lo
duplicado (lo otro), a sí mismo.

Hegel encuentra en esto el movimiento de la autoconciencia el cual tiene un doble hacer


necesario, un hacer indivisible entre “un hacer de lo uno como de lo otro”.

Este movimiento que se presenta como un juego de fuerzas contrarias (cada lado se muestra
como negación de “la conciencia igual a sí misma”) se da en la conciencia, como elemento
medio entre opuestos determinantes de la conciencia. Por eso la conciencia en si es lo
inmediatamente indeterminado.

Desde la perspectiva de los extremos, el otro (extremo opuesto a él) representa el término
medio, sin toparse por el camino con la conciencia: “Cada extremo es para el otro el
término medio a través del cual es mediado y unido consigo mismo”. Hegel insiste en
aclarar que cada uno es en sí y para sí.
La duplicidad exige una diferencia fundamental aunque sólo valorada estáticamente puesto
que el continuo devenir del ser hace que recorra los dos momentos y, por lo tanto, adopte
íntegramente la diferencia. Ésta es: una, lo reconocido; dos, lo que reconoce. La dialéctica
del señor y el siervo representa respectivamente al reconocido y el reconocedor.

El señor, que es conciencia para sí y es, a la vez, “ser para sí que sólo es para sí por medio
de otro”, el esclavo. El señor, pues, domina al esclavo y, mediante el esclavo, también
domina la naturaleza, el ser independiente. El esclavo al dominar directamente la naturaleza
acabará emancipándose del señor y acabará dominándolo. El señor tiende
irremediablemente a un final fatal pues al haber perdido contacto con la realidad dependerá
del trabajo del esclavo (proceso que culminará después de una larga evolución histórica).
“(…) devendrá también, sin duda, al realizarse plenamente lo contrario de lo que de un
modo inmediato es; retornará a sí como conciencia repelida sobre sí misma y se convertirá
en verdadera independencia”.

You might also like