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hermanar sus diversos estilos de baile, y presentarlos en una función de un fin de semana bajo el
título Danzando a 4 lados: nunca antes tan cerca… en el pintoresco teatro Coribantes.
aplauso… además de acoplarse a un escenario minúsculo (en comparación con las salas de
teatros donde suelen bailar) mientras danzan al mismo son pero con disímiles movimientos…
además de enfrentar el reto de sentir que el público está tan cerca de los bailarines que hasta es
capaz de escuchar sus respiraciones… además de todo ello, este junte de apasionados de la danza
se las ingenió una vez más para, en esta ocasión, bailar en un tablado con cuatro lados.
Allegro del Concierto de Brandemburgo no. 5 en Re, BWV 1050 de Johann Sebastian Bach. Una
representación de las cuatro compañías, identificados con un color particular, realizó una
interesante mezcolanza, entre transiciones y juegos con el espacio, como un entremés tanto de
los géneros que amenizarían a la audiencia, como de los engranajes requeridos para lograr la
ilusión de bailar frente a cada zona del auditorio. El concepto, a cargo de Lolita Villanúa y los
directores del resto de las compañías, imprimió una atmósfera de frescura y festividad.
compañía Mauro, dirigida por el matrimonio de bailarines compuesto por Marena Pérez y Aureo
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Andino, presentó Adagio de la Rosa del ballet La Bella Durmiente, en el que Pérez interpretó a
una grácil Aurora. Elegantes y gallardos lucieron los cuatro bailarines, Aureo Andino, Daniel
Ramírez (de Baleteatro Nacional de Puerto Rico), Rafael Ramírez y Josué Ortiz. Llamó la
y con montaje de Víctor Gilí. La variación, que se distingue por su dificultad técnica y momentos
de brillantez, fue acertadamente interpretada por el trío, cuyos papeles se alternaron entre Tania
Muñiz, Angela Cosme, Betina Ojeda, Nicole Colón y Omar Nieves. De otro lado, nos pareció
conmovedora y exquisita la interpretación de la pieza Ojos que no ven, de Ana Sánchez Colberg,
ganadora en 1992 del primer premio en el Festival de Coreógrafos, a pesar de las leves mudas
Fridman, David Avilés, Angela Cosme, Nicole Colón, Nathanael Santiago y Dayvid Jorge.
Dos conocidas piezas de danza contemporánea de Carlos Iván Santos, Adagio y Primitivo
urbano, fueron la puesta en escena a cargo de Andanza. Estrenando una nueva composición en
el cuerpo de baile, los bailarines Norberto Collazo, Ana Inés de la Rosa, Eloy Ortiz, Steven
Rodríguez, Maru Toro, Roberto López y Cristina Lugo, deleitaron al público con su propuesta
Por su parte, Ballets de San Juan presentó los dos perfiles (Romance y Tormento) de El
Mito, coreografiados por Nahir Medina y Karen Schwartz, respectivamente. Bárbara Hernández,
Andy Machín, Stephan Vega, Nayared Candelario, Karla Sánchez, Paloma Puccio, Milca Alamo,
Mileniz Rosado, Lyulma Rivera, y Anamar Jiménez, representaron los personajes de la mitología
griega. A pesar del esfuerzo evidente de los bailarines, nos pareció que ambas piezas carecieron
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ausencia de desafío técnico e interpretativo, dejaron al público con las ganas de apreciar el
talento y el lustre de la compañía de ballet que tanta gloria ha traído a Puerto Rico.
Guardadito, espectacular pieza coreografiada por Rodney Rivera para Mauro, arrancó
una ovación cerrada en el público, que al parecer quedó prendado tanto por la calidad de la pieza
como por la ejecutoria de sus intérpretes, Denisse Eliza (artista invitada), Marena Pérez, Daniel
Ramírez (de BNPR) y Aureo Andino. Rivera, quien ya ha dado muestras de su agudeza
coreográfica, logró, a juzgar por la impresión que provocaron los bailarines a través de sus
caracterizaciones, el estremecimiento que busca todo artista al proyectar una obra. La pieza
respiraba, vibraba, agonizaba, inquietaba, incitaba. Y esta emoción que provocó (y que de igual
manera han creado otras interpretaciones), nos obligó a reflexionar sobre las razones para ello.
A nuestro entender, es escencial que el movimiento artístico esté motivado por una
dónde, en general, se separan los bailarines maduros de los aprendices), un arrojo, una entrega
absoluta, una total identificación entre el gesto y el movimiento, y el sentimiento que da origen a
dicha expresión. Es como si la energía vital se buscara y surgiera en los adentros del bailarín y
no en el movimiento per se. Como si la fuente o el alimento que diera vida al personaje en que se
convierte el bailarín tan pronto entra a escena, hirviera muy profundo dentro de su alma, y fuese
real. Entonces el bailarín es capaz de expresar en su danza una cualidad genuina, honesta,
competente o experto, tendría un alcance aún más abarcador. La tarea del bailarín, ardua de por
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mismo y manifestarse con integridad. En otras palabras y aunque parezca paradójico, bailar
conglomerar talento artístico puertorriqueño y aunar aquellos esfuerzos mayúsculos que requiere
mantener a flote la danza, sobre todo en estos tiempos de escasez económica y falta de apoyo
experimentado en su ascendente carrera. Invito a que se continúe cultivando entre las compañías
de baile puertorriqueñas la energía mágica que brota cuando se enlazan, cuando se da paso a la
colaboración genuina. Intuyo que fue precisamente esta concepción lo que emocionó al auditorio
seducir.