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EN DEMOCRACIA
Texto en construcción
Versión Julio de 2009
Autores:
GLORIA PATRICIA RAMIREZ GALVIS
LUIS CARLOS BURBANO ZAMBRANO
www.planificacionygobierno.org
INDICE
INTRODUCCIÓN
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
CAPITULO 1
1.1 EL ESTADO
Para comprender lo que son las políticas públicas debemos iniciar obligatoriamente por el
concepto político de Estado, puesto que es éste el elemento sustancial que les otorga sentido y
contenido; de tal forma que cualquier noción de políticas públicas remite necesariamente al
concepto de Estado. Si partimos de una definición general de política pública como las decisiones
o acciones realizadas por una autoridad pública o un Gobierno con el fin de actuar o no frente a
un problema relativo al interés público o general de una determinada sociedad, se hace necesario
entender primero lo que significa Gobierno, interés público y, en últimas, qué es el Estado.
Podemos destacar las siguientes definiciones de Estado realizadas por autores que se han
constituido en referentes clásicos de la teoría del Estado:
Max Weber (1996:128). El Estado Moderno es “aquella comunidad humana que en el interior
de un determinado territorio –el concepto de territorio es esencial a la definición- reclama para sí
(con éxito) el monopolio de la coacción física legitima. Porque lo específico de la actualidad es
que a las demás asociaciones o personas individuales solo se les concede el derecho de la
coacción física en la medida en que el Estado lo permite. Éste se considera, pues, como fuente
única del “derecho” de coacción.”
Constantino Mortati (Citado por Bobbio en Estado, Gobierno y Sociedad, 1997:128). “El Estado
es un ordenamiento jurídico para los fines generales que ejerce el poder soberano en un territorio
determinado, al que están subordinados necesariamente los sujetos que pertenecen a él.”
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Hans Kelsen (1983). El Estado es el poder soberano que tiene el monopolio de crear y aplicar
el derecho (o sea normas vinculantes) en un territorio y hacia un pueblo, poder que recibe su
validez de la norma fundamental y de la capacidad de hacerse valer recurriendo en última
instancia a la fuerza, y en consecuencia por el hecho de ser no solamente legitimo sino y también
eficaz (legitimidad y eficacia se reclaman mutuamente).
Louis Althusser (2008). El Estado es un agente represor que tiene en su poder el monopolio
legítimo de la fuerza… Se describe a sí mismo como eterno y lo reproduce en la infraestructura
que a su vez le dará el poder legitimo que tiene. Pero esta reproducción lo hace bajo la forma de
instituciones distintas y especializadas las cuales constituyen los Aparatos Ideológicos del Estado
(AIE), a saber: lo religioso, la escuela, la familia, lo jurídico, lo político, lo sindical, los medios de
comunicación informativos y la cultura.
Pierre Bourdieu (1997). Para que exista el Estado no basta la presencia de las condiciones
objetivas que definen un Estado: un territorio, una población y una autoridad. El Estado en su
concepción moderna, corresponde a un proceso cultural e ideal por medio del cual la idea de un
poder no individualizado se concreta históricamente….El Estado es el lugar de la lucha por el
monopolio de la violencia simbólica. Es una forma suave de violencia que se practica mediante
mecanismos culturales y difiere de las formas de control social más directas.
En estas definiciones formales del Estado se resaltan en términos generales algunas características
comunes y, por lo tanto, consustanciales a su definición. Si dejamos a un lado el carácter o la
tendencia ideológica y filosófica que le da contenido a cada una de las anteriores concepciones
de Estado conforme a la perspectiva que cada autor le confiere y el cual no es nuestra
preocupación en este análisis, podemos enumerar entonces estas características de la siguiente
forma:
A partir de estas características comunes podemos aseverar que el Estado es una forma de
construcción social que posee como característica esencial y que le diferencia de otros tipos de
organizaciones el poder legitimo de la coacción, la fuerza o la violencia física, reconocida,
aceptada y obedecida por todos los miembros de la sociedad, a través del establecimiento de
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
unas reglas que controlan, regulan y restringen la sociedad dentro de un territorio determinado,
de acuerdo a unos patrones culturales dados. Como afirma Weber, ningún otro tipo de
organización social tiene esta particularidad de imposición del uso legítimo de la fuerza. Por tanto,
el Estado en la visión moderna se convierte en el soberano con capacidad monopólica de ejercer
un mandato obligatorio para toda la sociedad dentro de un ordenamiento jurídico que le da ese
poder soberano.
En el contexto del Estado democrático moderno, aunque éste tiene la potestad de monopolio del
poder legitimo como instancia superior, su voluntad está limitada en términos absolutos por los
intereses generales de la sociedad, por el respeto a las libertades individuales y la autonomía
moral y por la igualdad política, que le demanda la Constitución (el conjunto de reglas que
regulan el sistema). El poder le es cedido al Estado a través de un consenso político de la
sociedad, legitimado mediante “un conjunto de reglas (primarias o fundamentales) que establecen
quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos.” (Bobbio, El
futuro de la democracia. Pág. 24). Por tanto, en democracia los ciudadanos le ceden al Estado el
poder legitimo de la autoridad a cambio del mantenimiento de un orden que le garantice un
sistema de derechos.
De la anterior argumentación sobre el Estado democrático moderno, se deduce que existe una
doble vía en el proceso de legitimación del Estado: la primera vía desde el soberano (pueblo)
hacia el Estado y la segunda, que va desde el Estado hacia el soberano. En la primera, la
legitimidad del Estado se deriva porque el proceso de cesión de poder que hace el soberano
hacia éste, se realiza bajo la aplicación de un estatuto o conjunto de reglas explícitamente
definidas y reconocidas por toda la sociedad. En la segunda vía, la legitimidad se realiza a través
de la provisión de bienes públicos por parte del Estado que son fundamentales para su
manutención y mejoramiento.
En esta visión del Estado democrático, las políticas públicas se convierten en el instrumento por
antonomasia a partir del cual se da ese proceso de interacción entre el Estado y la sociedad (el
demos, el soberano), y en última instancia de legitimación del Estado. Esta interacción a través de
las políticas públicas se da en tres niveles mutuamente interrelacionados: (a) en el nivel de la
definición de las reglas del sistema político y social (macroregulación del sistema); (b) en el nivel
de la gestión de bienes y servicios orientados a satisfacer necesidades de la población (gestión
del sistema), y (c) en el nivel de diseño y estructuración de las organizaciones capaces de realizar
la regulación y gestión propuestas (organización del sistema). De este modo, podemos dividir las
políticas públicas en tres grandes grupos: Reguladoras, gestionadoras y organizadoras. El olvido
de esta taxonomía de las políticas públicas conlleva a enfatizar excesivamente la gestión, dejando
a un lado las políticas reguladoras y organizadoras. Esta tipología será tratada con mayor detalle
en el punto 1.4.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
El énfasis y la forma de abordar las anteriores tres niveles de las políticas públicas (regulación,
gestión y organización), responden a las concepciones político-ideológicas de lo que debe ser el
Estado. Estas concepciones, que serán discutidas más adelante, se concretan en la manera como se
definen y articulan las siguientes variables del diseño del aparato público:
a) El tipo de función
b) El modo de propiedad
c) El modo de gestión
EL TIPO DE FUNCIÓN
Se refiere a las responsabilidades que debe asumir el Estado en representación de los intereses
generales del colectivo social. Aquí se establece la gran división de responsabilidades entre lo
público y lo privado. Pero para entender esta diferencia es necesario estudiar las principales
concepciones sobre las razones por las cuales el Estado debe intervenir en la sociedad:
a. Motivos Políticos. El Estado puede decidir intervenir en ciertos asuntos con el propósito de
enfrentar algún problema en respuesta a exigencias o presiones políticas. Existen varios motivos
políticos. Uno de ellos se da cuando el Estado sufre la presión por parte de grupos sociales
específicos para que ejerza acciones tendientes a resolver un problema que está incomodando o
afectando a la población o a una parte de ella. Estos reclamos exigen la intervención del Estado
en asuntos concretos como una mayor regulación de la protección ambiental sobre las empresas
que deterioran los recursos naturales o en casos como la exigencia de implantar acciones que
hagan más justo el acceso a sectores tradicionalmente excluidos de la sociedad como las mujeres,
las minorías étnicas o la atención especial a grupos en situación de alta vulnerabilidad y riesgo
social como los desplazados o víctimas del conflicto armado, los niños de o en la calle, mujeres
cabezas de familia, entre otros.
Estas presiones políticas también pueden provenir de grupos poderosos de la sociedad que exigen
al Estado la defensa de sus intereses o la manutención o ampliación de sus privilegios. Ejemplos
que representan esta situación puede ser cuando los exportadores recurren al gobierno para que
alivie los efectos de un proceso revaluacionista o cuando los bancos piden la intervención del
Estado para que les auxilie en una crisis financiera. Algunas veces estos motivos políticos pueden
tener origen de presiones internacionales, como es el caso de los defensores de los derechos
humanos que exigen una mayor protección de ciertos grupos de la población que están siendo
afectados por la violencia o por instituciones financieras internacionales que demandan reformas
regulativas que aumenten las garantías a la inversión privada, especialmente a la inversión
extranjera.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Estado que interviene de forma mínima como son los neoliberales de aquellos que por el contrario
reclaman una mayor intervención estatal en todas las esferas de la sociedad. Estas concepciones
ético-ideológicas serán desarrolladas más adelante en el punto 1.2.
c. Motivos por Fallas del Mercado. La intervención del Estado se produce cuando el sector
privado no es eficiente o no puede dar respuesta a la atención a problemas que aquejan a la
población o a una parte de la sociedad. Según M. Kraft y S. Furlong (2007), estas fallas del
mercado se clasifican en cuatro tipos:
ii) Las externalidades: Se dan cuando las acciones o medidas emprendidas por un individuo o una
empresa afectan de forma positiva o negativa el bienestar de otra parte de la sociedad. Las
externalidades positivas ocurren cuando las acciones o decisiones afectan favorablemente a
terceras personas. Las externalidades negativas se producen cuando en la interacción del
mercado, terceras personas son afectadas desfavorablemente y no obtienen una compensación
por este daño. Cuando se presentan este tipo de externalidades, el gobierno debe intervenir en el
mercado de tal forma que regule esta clase de acciones que el mercado no reconoce; por
ejemplo: en la polución producida por determinadas empresas, el Estado debe intervenir a través
de impuestos, multas o prohibiciones;
iii) Fallas en la información: Ocurre cuando no hay suficiente o completa información sobre un
producto o servicio, afectando financieramente o a través de perdidas personales al consumidor,
obligando así al Estado a actuar para regular esta deficiencia. Por ejemplo: el gobierno exige a
las empresas de alimentos o a las empresas farmacéuticas que proporcionen total información al
consumidor sobre el contenido de los productos y las advertencias a tener en cuenta respecto a su
consumo, y
iv) Cuando el mercado no proporciona los bienes públicos: Una de las fallas importantes del
mercado y que se convierte en uno de los principales argumentos para la intervención del Estado
es cuando este no reconoce necesidades colectivas que son fundamentales para el bienestar,
equilibrio y protección de toda la sociedad. Este tipo de bienes y servicios se denominan bienes
públicos o colectivos.
La teoría de los bienes públicos introducida por Paul Samuelson contribuye a definir las funciones
del aparato público a partir de las diferencias entre bienes públicos puros y bienes privados
puros. Los criterios para diferenciar los bienes públicos de los bienes privados son los siguientes:
Bienes Públicos o Colectivos puros: Son aquellos bienes que pueden ser consumidos en común, su
exclusión no es posible y su uso no afecta la cantidad disponible para todos. No pueden ser
generados por el sector privado puesto que no tiene incentivos para suministrarlos, siendo
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necesaria la intervención del Estado para que asegure que la población tenga acceso a ellos.
Ejemplos: la seguridad nacional, la seguridad ciudadana, la justicia o el sistema electoral.
En términos de las teorías económicas son tres las propiedades fundamentales que caracterizan los
bienes colectivos puros:
Bien por el cual se paga (toll goods): Es un bien que puede ser consumido en común, pero que es
posible su exclusión. Es decir, es un bien con alta exclusión (solamente quien puede pagar tiene
acceso al bien) y baja rivalidad (su consumo no reduce la disponibilidad del mismo para otros
consumidores). Aunque es un bien por el cual los individuos están dispuestos a pagar, el Estado
debe regular su acceso porque su uso puede llegar a ser esencial para garantizar la inclusión y,
en algunos casos, el logro del ascenso social. Ejemplo: la televisión por cable o el internet; el uso
por parte de un individuo de estos servicios no excluye el uso de otra persona, pero el precio que
se debe pagar por su acceso puede excluir a los individuos más pobres o de menores ingresos.
Para mantener estos servicios esenciales asequibles, el gobierno debe intervenir regulando los
precios.
Recursos de uso común (common pool resources): Son bienes donde su exclusión no es posible (no
exclusividad) pero no pueden ser consumidos en común o en conjunto (rivalidad). Ejemplo: el uso de
los recursos naturales o la biodiversidad. El agua es un bien no exclusivo ya que los usuarios del
recurso pueden aprovecharlo sin tener muchas veces que pagar por ello, pero es rival porque hay
escasez y finitud de este recurso. Si todos hiciéramos uso del recurso agua sin control hasta llegar
a su agotamiento, este comportamiento podría conducir a su pérdida total. Es por ello que el
Estado debe intervenir para asegurar la preservación de este bien compartido, mediante la
puesta en marcha de políticas públicas que la regularicen.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Bien privado puro: Es aquel bien que representa las interacciones normales y diarias entre el sector
privado y los consumidores. Se caracteriza porque implica la rivalidad de su consumo, es decir,
que el consumo que logra alguien, pagando un precio por este, excluye la posibilidad de que una
tercera persona tenga acceso y disfrute del consumo del mismo bien. Por tanto, sus beneficios son
divisibles y privados. Ejemplos: un automóvil, una casa, un celular.
Los tres primeros bienes son considerados bienes públicos o no privados, lo que hace necesario la
intervención del Estado para aliviar las fallas del mercado. En términos de rivalidad y exclusión
podemos ver más claramente la diferencia entre bienes colectivos y bienes privados en la siguiente
tabla:
Rivalidad No Rivalidad
De acuerdo a la perspectiva de las fallas del mercado, las características anteriores de los bienes
colectivos puros contribuyen a precisar cuáles son las áreas de actuación que se constituyen en
exclusivas del Estado de aquellas que no son exclusivas y, por lo tanto, pueden ser desarrolladas
con la participación de la sociedad civil y del mercado. De este modo, para delimitar con claridad
las funciones del Estado, es necesario diferenciar primero sus grandes ámbitos de intervención:
a. Ámbitos exclusivos del Estado. La característica esencial del Estado de ser una construcción
social con el monopolio legítimo de la coacción y la fuerza, le confiere un poder extroverso sobre
la sociedad existente en su territorio. Así, el Estado es una entidad monopólica por definición. Esta
es la diferencia central entre las organizaciones estatales y las organizaciones privadas, puesto
que estas últimas sólo tienen poder sobre sus empleados, mientras que el Estado detenta poder
hacia fuera de sus fronteras puramente institucionales a través del poder de legislar, punir,
imponer tributos, cargas y obligaciones a los individuos como el servicio militar, el registro de la
propiedad y de la identidad o la restricción de la libertad y los derechos individuales. Estos
poderes del Estado se usan y se imponen para asegurar el bienestar común y la seguridad de
toda la sociedad. De esta forma, como lo afirma Bobbio, las relaciones entre el Estado y los
individuos son relaciones entre desiguales (gobernantes – gobernados), y las relaciones entre los
particulares en la esfera privada son relaciones igualitarias o de intercambio entre equivalentes.
De acuerdo con lo anterior, el ámbito de actuación que es exclusivo del Estado es aquel en donde
es ejercido su poder monopólico por excelencia y que, por consiguiente, no admite la competencia:
el poder de regulación y fiscalización social, económica, política y ambiental, impartir justicia,
recaudar impuestos, mantener el orden y garantizar la seguridad nacional, la producción y
regulación de la moneda y el sistema financiero, representar a la nación en el exterior, servicios
electorales, regulación urbana y del tránsito, el registro de identidad y garantía de la propiedad,
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entre otros. En este tipo de actividades que son exclusivas del Estado importa más los criterios de
igualdad, equidad y eficacia, que la eficiencia y rentabilidad en su producción y gestión.
En términos de las características de los bienes públicos, se pueden considerar como actividades
exclusivas del Estado la producción de los bienes públicos puros, es decir, aquellos que cumplen las
propiedades de indivisibilidad, no exclusividad y no rivalidad.
b. Ámbitos no exclusivos del Estado. Además de las anteriores actividades por definición
exclusivas del poder monopólico del Estado, podemos considerar otro ámbito de intervención no
exclusivo del Estado en donde este debe garantizar el acceso de forma universal y equitativa de
bienes y servicios necesarios para el bienestar colectivo y la garantía de los derechos humanos
fundamentales de los individuos. Se consideran como actividades no exclusivas porque son servicios
que el Estado debe garantizar, proveer, regular o subsidiar pero que no necesariamente deben
ser prestados directamente por el Estado, sino que pueden producidos en conjunto con el sector
privado y organizaciones sin fines de lucro. Son ejemplos de este tipo de actividades la salud,
educación, cultura, saneamiento básico, electricidad, investigación científica, entre otros. En
términos generales, desde la perspectiva de la teoría económica, muchas de estas actividades se
justifican porque generan elevadas externalidades positivas o negativas que el mercado no
reconoce ni remunera.
En este ámbito de actuación, se pueden considerar también aquellas actividades que involucran la
producción de bienes y servicios con representación en el mercado y, por lo tanto, se le pueden
aplicar los principios de intercambio, pero que son asumidos por el Estado porque representan
actividades estratégicas para el interés nacional y el bienestar de toda la sociedad. Por
definición, estas actividades constituyen monopolios naturales, no siendo posible la competencia
entre productores. Tradicionalmente se han considerado como actividades estratégicas la
explotación de hidrocarburos y minerales, telecomunicaciones, producción y distribución de energía
eléctrica, entre otros.
En términos de las características de los bienes públicos, se puede considerar que en el ámbito no
exclusivo del Estado, existen bienes y servicios que aun cuando son considerados como esenciales
para la sociedad, no son bienes públicos puros. Esto significa que no cumplen simultáneamente las
características de indivisibilidad, no exclusividad y no rivalidad y, por lo tanto, poseen algunos
elementos propios de los bienes privados. Por ejemplo, las limitaciones en la oferta de cupos y en
la calidad de la educación pública conllevan a que aparezca la rivalidad y la exclusividad,
haciendo que algunos miembros de la sociedad estén dispuestos a pagar por la obtención de este
servicio en la esfera privada. Otro ejemplo clásico se relaciona con el tránsito y la movilidad en
las grandes urbes. El alto congestionamiento del tránsito obliga a que las autoridades establezcan
peajes para el uso de ciertas vías principales, lo que transforma el uso de las vías de un bien
indivisible y no exclusivo a un bien indivisible y exclusivo, puesto que solamente los que pueden
pagar el peaje tendrán la exclusividad de transitar por determinadas vías.
a. Regulación: Una de las funciones básicas del Estado es establecer las reglas del sistema social
democrático, pero estas reglas democráticas son a su vez un producto que emana de la misma
sociedad. Quiere decir esto que el Estado tiene la misión de crear reglas y a su vez imponer,
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controlar y regular el cumplimiento de éstas, pero su existencia proviene de reglas que el pueblo,
como constituyente primario crea, cediendo la legitimidad de regulación de éstas al Estado. Por
consiguiente, la convivencia en el sistema social exige el establecimiento de reglas que precisen
aquello que está permitido, prohibido y reconocido. De esta forma, las reglas de convivencia
definen los espacios de libertad e igualdad entre los diferentes miembros de la sociedad, que
deben ser salvaguardados y promovidos por el Estado y por la misma sociedad.
i. Regulación Política: Vela por la defensa de la eficiencia y eficacia política del sistema
democrático teniendo en cuenta tres aspectos: (i) el equilibrio del poder, es decir, protegiendo la
legitimidad y estabilidad de las reglas del juego social y previniendo que unos pocos individuos
creen e impongan las reglas a la mayoría de la sociedad; (ii) la regulación de la movilidad social
o garantía del acceso igualitario a ciertos servicios públicos como la educación y la salud, y (iii)
mediante la regulación de valores aceptados por el colectivo social;
ii. Regulación Económica: Vela por la eficiencia y eficacia del funcionamiento macroeconómico
del sistema social, regulando: el equilibro macroeconómico, la justicia en la distribución del ingreso,
las imperfecciones del mercado (el mercado solo reconoce demandas pero no la necesidad que
hay detrás de estas, es decir, que para el mercado las exigencias básicas del individuo como
alimentación, vestido o de asistencia médica solo son reconocidas si las personas que las padecen
pueden pagar por ellas), el equilibrio ambiental y el equilibrio y la equidad en la distribución y
ocupación del territorio;
iii. Regulación en el acceso a bienes y servicios colectivos: El Estado tiene el deber de intervenir,
proporcionando una asignación eficiente de bienes y servicios de uso colectivo, que el mercado no
puede suplir. Se pueden destacar los siguientes casos: seguridad y justicia, espacio público, salud y
educación, movilidad y tránsito y comunicación e información, y
b. Orientación y promoción del proyecto social: El Estado tiene también como responsabilidad
permitir y promover espacios para la construcción colectiva de futuros deseables de la sociedad
como un todo, a través de la Identificación y promoción de espacios de deliberación sobre el
desarrollo de áreas estratégicas para la construcción del proyecto social, la definición de la gran
estrategia nacional y la inserción en el escenario internacional. Esta promoción del proyecto social
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
d. Promoción constante de la calidad del aparato público: Es tradicional que las organizaciones
públicas, diseñadas para cumplir su misión de hacer frente a las necesidades y problemas de la
población, no se auto-exijan para mantener altos niveles de calidad, eficiencia y eficacia. Esto
ocurre porque ellas no están sometidas fuertemente a la amenaza de su desaparición o quiebra.
Existen porque, como carácter estatal, con funciones y responsabilidades que no están sometidas a
las reglas del mercado (principio de subsidiaridad), son esenciales para garantizar la igualdad, la
justicia y la proporción de los bienes públicos básicos para el colectivo social y, de este modo, no
entran en competencia con otras instituciones, como ocurriría en el sector privado. Al no existir el
estimulo de la competencia, las organizaciones públicas no asumen una consciencia de
autoregulación de la calidad y de autoreforma para ser más eficaces, es decir, de mostrar
resultados concretos y valederos para la población. En el sector público no existe una constante
presión externa para la modernización, como sí ocurre en las empresas de carácter privado, lo
que lleva a que las organizaciones estatales pasen por largos periodos de decadencia y
mediocridad, y solo se reformen cuando los problemas que supuestamente deben enfrentar se
vuelven en extremo intolerables para la población, generando exigencias y demandas políticas
para su modernización. Para evitar estos largos ciclos de mediocridad en las organizaciones
públicas, Matus (1997a) propone que la promoción de la calidad del aparato público debe ser
una responsabilidad del propio Estado, para lo cual debe existir “una organización pública de
élite que se especialice en el apoyo constante al proceso de modernización” (p. 73).
EL MODO DE PROPIEDAD
De acuerdo con Matus (1997a), el modo de propiedad “se refiere a quien es el titular del
patrimonio de la organización” (p. 66). Tanto Bresser (1997) como Matus (1997a), enumeran
cuatro formas de propiedad relevante, conforme sean sus objetivos: propiedad privada,
propiedad pública estatal, propiedad pública no estatal y propiedad mixta.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
b. Propiedad Pública Estatal. Es pública porque está orientada al interés público, es decir, la
propiedad que es de todos y para todos y es estatal porque tiene el poder de legislar y de
tributar. Por tanto, podemos definir la propiedad pública estatal como aquella que su
administración es responsabilidad del Estado y no hay ánimo de lucro más que el del beneficio o
interés de toda la población;
c. Propiedad Pública No Estatal. Son las instituciones de derecho privado orientadas al interés
público, es decir, no poseen interés en lucrar de su actividad. Es pública porque atiende al interés
colectivo y debe justificar los subsidios que recibe del Estado; es no estatal porque no involucra el
uso del poder del Estado y no es privada tampoco porque los excedentes y el capital no pueden
ser repartidos entre los miembros de la entidad. Son las llamadas instituciones del tercer sector.
Cumplen funciones de servicio social que no son naturalmente monopólicas, atienden directamente
a la población y pueden ser controladas por tres vías: (i) por los ciudadanos mediante mecanismos
de control social; (ii) por el Estado mediante los instrumentos propios de control del gobierno, y (iii)
por el mercado a través del cobro de los servicios. De este modo, al ser entidades públicas de
derecho privado que celebran un contrato de gestión con el Estado, se constituyen como una forma
de co-gestión entre el Estado y la sociedad civil, y
d. Propiedad Mixta. Es la unión de la propiedad del sector público con la propiedad del sector
privado, es decir, son organizaciones o empresas con aportes estatales y de capital privado. En
general, en los países de América Latina, en las regulaciones establecidas por el Estado se
considera que en una empresa de economía mixta el aporte estatal no puede ser inferior al 50%.
La creación de una empresa u organización de propiedad mixta implica, primero, la autorización
a través de una ley que la cree y, segundo, la celebración de un contrato de sociedad.
EL MODO DE GESTIÓN
El modo de gestión se refiere a quién administra, con qué criterios y a través de qué reglas ejerce
tal administración. De forma más específica, el modo de gestión se puede diferenciar a través del
tipo de reglas con las cuales se realizan procesos básicos como contratar y administrar
funcionarios, contratar y comprar bienes y servicios a terceros, vender o suministrar los bienes y
servicios producidos y administrar y enajenar el patrimonio y la propiedad. De acuerdo con estas
reglas básicas, podemos clasificar el modo de gestión en los siguientes tipos y subtipos:
a. Gestión Pública:
i) Gestión pública central o directiva. Es la gestión que se realiza por los órganos o entidades
centrales del Estado, bajo las reglas del derecho público. Es el tipo de gestión más inflexible.
Ejemplo: la gestión realizada por la presidencia de la república, sus ministerios, los departamentos
administrativos y superintendencias.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
ii) Gestión pública autárquica. Es la gestión que realizan entidades públicas que gozan de
personería jurídica, autonomía administrativa y financiera y patrimonio independiente. Este tipo de
organizaciones dependen jerárquicamente de la administración central, aunque jurídicamente se
las clasificas dentro de las entidades descentralizadas porque poseen capacidad de decisión y
personería jurídica propia. La gestión pública autárquica está sometida al derecho administrativo
o de derecho público, pero por el hecho de poseer autonomía presupuestal y personería jurídica
poseen mayor flexibilidad que la gestión pública central o directiva. Sin embargo, en general, no
escapan de las rigideces burocráticas y formalidades propias de la autoridad pública central,
puesto que están sometidas a la ley del derecho administrativo. Ejemplos: la gestión realizada por
el Instituto Nacional de Vías, el Invima, el Instituto de Bienestar Familiar, entre otros.
iii) Gestión pública empresarial. Es la gestión que se realiza a través de organismos públicos que
desarrollan actividades de naturaleza industrial o comercial y de gestión económica sometidas a
las reglas del derecho privado como el Código Civil y el de Industria y Comercio. Por tanto,
poseen personería jurídica, autonomía administrativa y financiera y capital independiente.
Dependiendo de la participación de capitales públicos y privados en la estructura accionaria, este
tipo de entidades se dividen entre empresas estatales y empresas de economía mixta. En
Colombia, por ejemplo, se considera una empresa estatal a toda sociedad cuya participación
accionaria del Estado sea mayor al 90%, y de economía mixta cuando esta participación
sobrepasa al 51%.
b. Gestión Privada
iv) Gestión privada sin fines de lucro. Es la gestión realizada por entidades de derecho privado
orientadas al interés público. Por su naturaleza, este tipo de gestión se caracteriza porque las
utilidades o excedentes que genera no pueden distribuirse entre los miembros de la organización
sino que deben ser destinados para el cumplimiento de los fines propuestos. Igualmente, el capital
que posea la organización, en caso de disolución tendrán que ser donados a otras instituciones de
características similares. En muchos casos, si se cumplen ciertas condiciones pueden estar exentas
del pago de impuestos, especialmente del impuesto a la renta. Por el hecho que este tipo de
gestión está regulada por el derecho privado, es mucho más flexible que la gestión pública en
general. Ejemplos: fundaciones, corporaciones, asociaciones, entre otras.
v) Gestión privada con fines de lucro. Es la gestión que descansa en la responsabilidad individual
o de grupos de individuos asociados que arriesgan su patrimonio, y se encuentra regulada por el
derecho privado como el Código Civil y el de Industria y Comercio. Este tipo de gestión es la más
flexible entre todos los tipos de gestión clasificados anteriormente. La gestión privada más
inflexible siempre es más flexible que la gestión pública más flexible. Ejemplo: sociedades
anónimas, trabajadores independientes, sociedades limitadas y empresas unipersonales.
Se pueden realizar varias combinaciones posibles entre los distintos tipos de funciones, modo de
propiedad y modo de gestión:
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Las dimensiones del Estado se refieren a la magnitud del Estado en cuanto al tamaño, peso,
volumen y capacidad del aparato público. Estos cuatro elementos están fuertemente
interrelacionadas pero que en un proceso de reforma se afectan en forma indistinta:
b. Peso. El peso del aparato público precisa su poder político. Es decir, precisa la capacidad de
regulación y control que tiene el aparato público, y este poder se expresa a través del ejercicio de
sus facultades y competencias. A su vez, este poder depende de la amplitud y fuerza de las
regulaciones y de la capacidad de liderazgo y experticia del actor que las ejerce.
c. Volumen. El volumen está relacionado con las funciones operativas directas que desarrolla la
función pública, es decir, con el nivel de burocracia y empleos directos que genera el Estado. Por
consiguiente, precisa el valor agregado que genera directamente la función pública, expresado
por la cantidad de empleo generado en el ámbito público.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Estas dimensiones pueden ser combinadas de diversas formas. Por ejemplo, el proceso de reforma
del Ministerio de Obras Públicas de Colombia en 1993, que contempló entre otras medidas la
creación del Instituto Nacional de Vías, la liquidación de los Distritos de Obras Públicas, la
liquidación y privatización de Colpuertos, las concesiones de carreteras nacionales, la liquidación
del INTRA y la descentralización a los entes territoriales de responsabilidades sobre la red
secundaria, impactó en forma directa en el peso y el volumen del aparato público colombiano,
puesto que significó que muchas actividades de construcción, mantenimiento y administración de
infraestructura que eran directamente ejecutadas por el Estado pasaran a manos privadas
(volumen) y, también, cambios significativos en la estructura regulativa del sector transporte (peso).
El tamaño no fue afectado en la medida en que el presupuesto global del nuevo Ministerio de
Transporte no se modificó substancialmente; lo que se afectó fue la estructura de dicho
presupuesto.
H. Arendt (2004) remite el debate sobre la distinción público – privado a partir del origen de las
concepciones griegas de oikos y polis. El oikos se refiere al espacio privado y hace referencia al
conjunto de casa, familia y propiedades que constituyen la unidad básica de la sociedad en la
mayoría de las ciudades-estado, donde la cabeza o el padre (o varón de mayor edad), era quien
dominaba los asuntos domésticos, predominando así relaciones asimétricas de mando y
obediencia; la polis, en contraste, es el espacio público donde los hombres libres se reconocían
como iguales para la discusión colectiva de los problemas que afectaban a toda la ciudad. De
este modo, para los griegos, lo público se asociaba a la política y a la visibilidad. En cuanto a la
concepción romana la res privada se sitúa en la esfera del patrimonio por parte del jefe de familia
en el ámbito del hogar a diferencia de la res pública o “cosa pública”, la cual se refiere a la
propiedad accesible al populus.
Observamos como desde el pensamiento griego y romano, la relación entre lo público y lo privado
adquiere la forma de una dicotomía. Bobbio (1997) define el concepto de dicotomía como:
“…una distinción en la que es posible: a) dividir un universo en dos esferas, donde los
entes de ese universo quedan incluidos en ellas sin excluir a ninguno, y recíprocamente
exclusivas, en el sentido de que un ente comprendido en la primera no puede ser al
mismo tiempo comprendido en la segunda; b) establecer una división que al mismo
tiempo es total, en cuanto a todos los entes a los que actual o potencialmente se refiere
la disciplina deben entrar en ella otras dicotomías que se vuelven secundarias con
respecto a ella.” (pp. 11-12).
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Es así que entre lo que es público y lo que es privado, y la relación que hay entre ambas, existe
una profunda dicotomía en la que es preciso primero disertar sobre el significado y alcance de
cada una de tal modo que nos ayude a entender tal dicotomía. Podríamos precisar que lo público
se remite al interés público, a lo que pertenece a la colectividad, de carácter abierto y visible;
siguiendo a Arendt (1998), la esfera pública está basada en la igualdad, el diálogo, la libertad y
la universalidad de la ley. La noción de privado se contrapone a la noción de lo público, o como
enfatiza Bobbio (1997) sobre la frecuente afirmación que se hace de que lo privado se define
como “no público”. Lo privado se denota por el predominio del interés privado o individual sobre
el colectivo, es decir, la esfera privada se basa en la particularidad; incluso algunos autores se
refieren al carácter cerrado y secreto del ámbito privado.
De acuerdo con Bobbio, las dos acepciones de esta dicotomía remiten a que el interés público
contrasta con el interés privado y viceversa; el aumento de la esfera pública, disminuye la privada
y el aumento de la esfera privada afecta la pública. El uno necesita del otro. Lo público le cierra y
le abre posibilidades a lo privado, restringiendo la acción privada en los límites permitidos por lo
público. Y lo privado, en su carácter individualista y de particularidad, exigiendo la no intromisión
de lo público en el desarrollo de la libertad y la búsqueda del interés propio o de la utilidad del
individuo. Es así que N. Rabotnikof (1997) diferencia tres significados en la dicotomía público-
privado: a) lo común y general por oposición a lo privado o individual; b) lo notorio evidentemente
en contra de lo oculto; y c) lo abierto en contra de lo exclusivo.
Bobbio específica que la relevancia de tal dicotomía está en que en ella convergen otras
dicotomías tradicionales que la complementan. Se refiere a la dicotomía sociedad de
iguales/sociedad de desiguales, la cual no se contrapone con la dicotomía público-privado. De
este modo, la familia que hace parte de la esfera privada no se encuentra por encima de una
organización mucho más compleja que es la ciudad (Aristóteles) o el Estado, es decir, de la
sociedad agregada compuesta por la conformación del grupo amplio de ciudadanos que habitan
dentro de este.
Sin embargo, M. Retamozo (2006) sostiene que en la construcción del nuevo orden social
contemporáneo se ha producido una reconfiguración en la dicotomía público-privado, trayendo
consigo una mayor problematización en esta relación. Por un lado la autoridad política y por el
otro el espacio privado ligado al mercado.
Llevada esta dicotomía al ámbito de las políticas públicas, se debe diferenciar claramente lo que
podemos considerar la acción desde la perspectiva de lo público versus la acción desde la visión
empresarial. Específicamente, remitiéndonos a Matus (1997b), está dicotomía se traslada a las
esferas de la gerencia privada y la alta dirección pública. Con el cuestionamiento de los pobres
resultados alcanzados por el aparato público en las últimas décadas, muchos han llegado a
considerar que la solución a este problema está en aprovechar las cualidades y la eficiencia y
eficacia del gerente privado de alto nivel para sustituir al dirigente del sector público. Matus
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
considera que tras de esta proposición existen dos intenciones fuertes: introducir los supuestos de la
empresa privada en el ámbito público y reducir el espacio de los partidos políticos en el manejo
de los asuntos públicos. Sin embargo, esta solución no parece ser tan fácil y directa puesto que,
por lo general, los gerentes privados no se encuentran preparados para ejercer las funciones de
la alta dirección pública. La causa de esta deficiente preparación tiene tres causas esenciales:
vocación y valores, ámbito de experiencia y formación intelectual.
Sumado a esto, las diferencias misionales de interés público y de interés particular conllevan a una
relación de comando diferente en estos dos tipos de organizaciones (públicas y privadas). En el
ámbito privado la recompensa es el poder económico y el premio al esfuerzo individual y la
búsqueda del éxito personal y empresarial; se trabaja en un contexto de exigente y permanente
competencia donde no sobreviven los débiles, siendo éste un entorno incompatible con la
solidaridad y las consideraciones sociales. Por tanto, sus valores se acomodan a la motivación de
la búsqueda del poder y la riqueza personal y a la lucha despiadada y extrema. Adicionalmente,
el gerente privado posee alta gobernabilidad al interior de su organización por lo que puede
decidir, contratar, concebir proyectos y reorganizar. El argumento válido y fuerte es la relación
costo-beneficio o perdida-ganancia empresarial.
En la esfera pública, en contraste, estos mecanismos del ámbito privado no funcionan de igual
modo. La función pública es una actividad extremadamente regulada, mientras en el sector
empresarial las reglas que le rigen son mucho más abiertas. Así, la lucha del empresario se da con
competidores externos y no internos, mientras en el sector público muchas veces los enemigos se
encuentran dentro de la propia organización, ubicándose actores políticos con fuerte peso y
motivación para alterar o eliminar los planes del dirigente. Además, un proyecto social puede ser
mucho más complejo que un proyecto de desarrollo empresarial. En el sector público, el proyecto
social está sujeto a la multiplicidad de criterios de eficiencia y eficacia que involucran encontrar el
equilibrio político, económico, ambiental, de valores humanos, éticos, entre otros. El gerente
privado debe actuar en el entorno del sistema político, pero esa es solo una restricción que debe
salvar, mientras que el dirigente es parte de la producción de ese contexto y su éxito depende de
los resultados generados por la acción política.
Entretanto, el gerente gira en torno al lucro y a la lucha por la supremacía de su empresa por
encima de todas las demás, el dirigente político piensa en torno a la población que le eligió en
ese puesto con la alta responsabilidad de solucionar sus problemas de la vida cotidiana. “El lucro
y el beneficio personal son una deformación de la política” (Matus, 1997b:95) Los problemas que
debe resolver el dirigente político (un presidente, un alcalde, un gobernador) van más allá de un
espacio específico de actuación, ellos tienen que ver directamente con las necesidades humanas
básicas, la protección del medio ambiente, la reducción de la violencia, el acceso equitativo a la
educación, la salud y la seguridad social, y, la construcción de un proyecto social que de respuesta
a todos los problemas de la población.
Las anteriores afirmaciones muestran que son dos visiones muy diferentes: a) el gerente privado (el
empresario) se rige por el criterio unidimensional y simple de la rentabilidad y su ideal es un
Estado mínimo con escasa capacidad de regulación e injerencia en los asuntos privados. Su
responsabilidad no es social ni su objetivo pretende ser solucionar los problemas de un
conglomerado, ya que su única responsabilidad es con los accionistas y con la supervivencia de la
empresa, de otro modo no podría sobrevivir en el mercado y, b) el dirigente político, en cambio,
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Son dos actores distintos, con objetivos, responsabilidades, modos de actuación y reglas que
marcan su diferencia. A continuación se muestran de forma comparativa estas claras diferencias a
partir de la vocación y los valores, la experiencia, la formación intelectual y el vocabulario
cotidiano que caracterizan al dirigente político y el dirigente privado:
EL DIRIGENTE POLÍTICO
EL DIRIGENTE PRIVADO
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
a. El Estado Mínimo
R. Nozik (1974), teórico del neoliberalismo, sostiene que la extrema presencia del Estado resulta
ser inmoral porque va en contra de los derechos y las libertades de los individuos, proponiendo así
la existencia de un Estado Mínimo con muy baja interferencia en los asuntos privados, que
promueva la autonomía y restrinja sus funciones meramente a las de protección contra la violencia
y otros problemas que afecten la seguridad de la sociedad en general.
M. y R. Friedman (1983) señalan que el Estado representa una gran interferencia para el mercado
libre. Por lo tanto, cuando cuestionan su existencia, lo hacen definiéndolo como un “organismo al
que se atribuye el monopolio del empleo legitimo de la fuerza o la amenaza de emplearla como
un medio por el que unos podemos imponer limitaciones legitimas a otros” (p.48), y agregan “En
una sociedad cuyos participantes deseen alcanzar el grado de libertad más alto posible para
elegir como individuos, como familias, como miembros de grupos voluntarios, como ciudadanos de
un Estado organizado, ¿qué papel se debe asignar al gobierno?” (p.49). Desde una visión
puramente del mercado, la mejor respuesta a este cuestionamiento solamente la puede dar A.
Smith cuando defiende el sistema de libertad natural, es decir, dejar a todos actuar en la
búsqueda de sus intereses particulares en la actividad económica que deseen, mientras no infrinjan
las leyes de la justicia. En conclusión, el Estado, solo debe ocuparse de: a) proteger a la sociedad
de la violencia y el ataque de otras naciones; b) proteger a la población de las injusticias que
otros deseen imponer, cabiéndole al Estado crear las reglas generales de orden económico y
social, y c) realizar y conservar aquellas cuestiones de una nación que son de interés de la gran
sociedad, es decir, aquellos asuntos que un individuo en particular en el sistema de mercado no
podría resolver. No obstante, M. y R. Friedman sostienen que este último papel que Smith le
atribuye al Estado resulta ser demasiado amplio y lleno de ambigüedades que peligrosamente
pueden justificar el “desarrollo ilimitado del poder del Estado” (p.52). Así, proponen un cuarto rol
o deber que debe cumplir el Estado, el de “proteger a los miembros de la comunidad que no se
pueden considerar como individuos `responsables´” (p.54). Quieren decir con esto que existe una
parte de la sociedad que no es defendible por sí misma, quedándole al Estado el papel esencial
de cuidar de ellos. En realidad, y de acuerdo con estas afirmaciones, los partidarios del
neoliberalismo no proponen un Estado Cero sino un Estado con las mínimas interferencias en la
libertad individual y, especialmente, en el funcionamiento del mercado; pero incluso ahí donde
ellos defienden la existencia mínima del Estado, están promoviendo un Estado fuerte en los ámbitos
en que se defienda la soberanía nacional, se mantenga el orden, se proteja la vida de los
ciudadanos y la propiedad privada y cree aquellas empresas útiles que no sean rentables para
los particulares.
Por consiguiente, los pilares del liberalismo económico son la desregulación estatal (gobierno
limitado y restringido al aseguramiento de las funciones básicas de organización de la sociedad),
la privatización y el libre comercio, dejando al mercado ser el mecanismo ideal para la
distribución y redistribución de los recursos, la libre oferta y demanda y la libertad económica.
En resumen, Matus (1997a:91-94) lista los principales argumentos sostenidos por los defensores de
la existencia del Estado Mínimo son:
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
En los últimos años esta visión neoliberal ha cobrado fuerza. Las causas principales de tal
revitalización se pueden encontrar en la confluencia de los siguientes procesos sociales a nivel
mundial:
Sin embargo, la experiencia latinoamericana, e incluso a nivel mundial durante los últimos veinte
años, mostró que la aplicación en su máxima expresión de este tipo de modelo político-ideológico
del Estado produjo un agravamiento de problemas sociales como la pobreza y la exclusión, siendo
necesario la aplicación de políticas compensatorias que pudieran atenuar los efectos nocivos sobre
la población más vulnerable.
b. El Estado Propietario
Las funciones principales del Estado Propietario o Socialista están relacionadas con la regulación y
ordenamiento del sistema económico, la educación y la cultura, sumado a las funciones de defensa
nacional. Básicamente, el individuo solo tiene valor como parte del colectivo y todos los derechos
individuales están supeditados a los derechos del colectivo. Para garantizar estos fines el Estado
cumple su papel de propietario de los recursos materiales totales de la nación y de regulador y
vigilante extremo de cualquier actividad económica que se desarrolle.
De acuerdo a B. Crick (1994), los valores fundamentales del socialismo son la libertad, la igualdad
y la fraternidad:
La libertad vista como la libertad positiva para abrir puertas y crear una sociedad abierta;
es la libertad del ciudadano que actúa entre iguales y no solo para preservar los derechos y
el bienestar de los ciudadanos, sino para que sean extendidos y ampliados a todo el resto
de la sociedad. Los ciudadanos poseen derechos frente al Estado pero también tienen el
deber de trabajar en propósitos comunes libremente convenidos entre todos. Aunque la
participación es libre, esta debe aportar para todos, es decir, debe hablar por todos y no
para uno solo;
La igualdad entendida como el valor esencial de cualquier sociedad socialista. No se trata
de una sociedad en la que haya igualdad universal, igualdad de oportunidades o igualdad
en la obtención de resultados, porque esto sería inimaginable. Se trata de una igualdad en
la que una sociedad no admita ni acepte serias diferencias marginales en el poder, en la
riqueza y en las habilidades o capacidades adquiridas, una sociedad que encuentre como
inaceptable la injusticia y las grandes desigualdades en su población. Solo es posible
justificar una mayor igualdad cuando se pone en mejor condición y calidad de vida a los
más pobres, y
La fraternidad como una actitud mental asociada con un comportamiento del trabajo hacia el
logro de objetivos comunes. Implica trabajar juntos viviendo en estado de hermandad,
preocupados por construir una sociedad más justa y menos desigual para todos, pero sin
dejar de reconocer, a su vez, la diversidad de caracteres.
De acuerdo a Matus (1997a), los argumentos principales del Estado Propietarios son:
¿En este tipo de modelo político-ideológico podemos hablar de políticas públicas en el mismo
sentido que en un Estado liberal? En un modelo político ideológico de Estado Propietario, las
políticas públicas no tienen las mismas características que se poseen en un Estado Liberal, puesto
que en este caso su orientación es de corte totalitario, esto es, que no dejan espacio alguno a la
libertad y al ejercicio de la iniciativa privada e individual; el Estado copa todos los espacios.
Existe un completo control de la sociedad en el sentido que todo es colectivo y está regulado
absolutamente por el Estado. Por consiguiente, al no existir otro modo de propiedad sino el de la
propiedad pública estatal, únicamente tiene cabida el modo de gestión central o directivo. Por
ejemplo, una política económica en un Estado Propietario mediante su dirección directa en la
regulación, planificación y producción económica de la nación, debe estar al servicio de los
intereses del colectivo, de acuerdo con unos objetivos políticos, sociales y económicos que
privilegien a la mayoría de los miembros de la población. En este caso, es el Estado y el partido
único en representación absoluta del colectivo social quienes definen los intereses sociales; asunto
que no se somete a deliberación o a votación con participación del resto de la sociedad. El
consenso ya está creado.
Como consecuencia de la crisis financiera de 1929 (Wall Street), el Estado se vio obligado a
intervenir de forma importante en la distribución de la renta y de los recursos con el fin de sacar a
la economía de la situación en que se encontraba y lograr un mayor equilibrio con medidas de
corte keynesiano. Sin embargo, es después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Estado del
Bienestar aparece con mayor fuerza y sus principios empiezan a ser implantados,
fundamentalmente en Norteamérica y en Europa Occidental. A partir de ese momento el Estado
entra a jugar un rol importante en la protección a la sociedad como un todo. Las medidas del
Estado no fueron sólo orientadas a programas de protección social como educación, salud,
subsidios de desempleo, entre otros; también trabajó intensamente en la construcción y
mejoramiento de obras públicas como la modernización de las comunicaciones, el transporte, la
construcción y mejoramiento de las carreteras y las vías férreas.
Como resultado de estas políticas de bienestar social, se generan dos modelos de Estado del
Bienestar:
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
se financian por vía impositiva con cargo a los presupuestos generales estatales, produciendo así
transferencias redistributivas por vía fiscal entre los contribuyentes, y
ii) Ocupacional-bismarckiano. Se basa en el principio contributivo de la seguridad social. El
sistema de pensiones funciona de acuerdo a las contribuciones realizadas. Este sistema funcionaría
muy bien en un Estado de pleno empleo como diría Keynes, puesto que no habría ningún problema
de financiamiento porque toda la fuerza de trabajo de una nación estaría contribuyendo.
El Estado del Bienestar se puede definir como el gobierno que suministra bienestar a la población,
supliendo sus necesidades físicas, materiales y sociales mediante la implementación de políticas
públicas relacionadas con vivienda, salud, educación, protección a niños y otros grupos sociales en
situación de alta vulnerabilidad, seguridad social, seguro de desempleo, transporte público,
vigilancia y control en el aseguramiento de niveles salariales más justos y otros servicios públicos y
sociales que permitan garantizar estándares de vida mucho más equitativos para todos.
Tal como en el Estado Propietario, el Estado del Bienestar asume la igualdad como un valor
esencial, pero la diferencia es que mantiene las libertades políticas y económicas tal como en el
caso de un régimen liberal y democrático. De este modo, el Estado asume la responsabilidad
central de alcanzar el bienestar y la igualdad social pero con medios diferentes al de un Estado
Propietario; no es el completo control sino una fuerte intervención a través de la regulación y
prestación de servicios para corregir las fallas del mercado, especialmente en aquellas
relacionadas con la equidad y la igualdad.
Para el sociólogo Esping-Andersen (1990), el Estado del Bienestar debe intervenir en los asuntos
económicos y sociales con el propósito de alcanzar mejores niveles de vida para la población. Esta
injerencia se basa en los principios de justicia, igualdad social y pluralismo político. Esping-
Andersen propone tres tipos ideales de Estado de Bienestar, de acuerdo con el peso del Estado y
su capacidad redistributiva:
i) Estado de Bienestar Liberal. Afirman que la intervención del Estado debe ser bastante limitada y
propugnan porque el Estado solamente proporcione asistencia pública a la franja de la población
en situación de mayor riesgo de vulnerabilidad;
ii) Estado de Bienestar Conservador-Corporativista. Reclama mayor justicia social basada en que no
todas las desigualdades tienen un origen “natural”. Se hace necesario concertar las tesis
patrimonialistas y el apoyo de los “derechos naturales” de los trabajadores sustentando en
políticas direccionadas al paternalismo y el mantenimiento de la ley y el orden. Es decir, que
comparado con el anterior modelo de estado de bienestar, existe una mayor intervención del
Estado, puesto que las políticas sociales se extienden a una franja más amplia de la población: el
Estado brinda unas mayores condiciones de seguridad a los ciudadanos y sus familias en
situaciones de desempleo, enfermedad o vejez; y,
Este apogeo del Estado del Bienestar tiene su vigencia hasta mediados de la década de los
setenta cuando empieza a ser cuestionada esencialmente por la crisis fiscal. Yuste (1995) afirma
que el Estado del Bienestar se sustentaba fundamentalmente en la garantía plena de la seguridad
social acompañado de un crecimiento económico sostenido, de pleno empleo, con poblaciones
relativamente jóvenes, de tal modo que los cotizantes siempre estuvieran por encima en número de
los pensionados. No obstante, estas variables condicionantes del mantenimiento de un Estado del
Bienestar solo duraron hasta que el nivel de las economías comienza a declinar, y las medidas de
seguridad social comienzan a verse afectadas, generando una profunda crisis fiscal en los
gobiernos. Estos problemas que llevaron a la crisis del Estado del Bienestar se pueden resumir en
tres: problemas económicos (crisis económica de 1973, bajas tasas de crecimiento económico,
aumento del desempleo y disminución de la inversión), problemas de gobierno (sobrecarga del
Estado, crecimiento burocrático exacerbado, un Estado de tamaño grande que se volvió complejo
e inmanejable) y crisis fiscales (desequilibrio en el gasto social y aumento de los impuestos para
mantener sus programas sociales).
Estado Coordinador
C. Matus (1997a) propone un modelo de Estado que evite los excesos y extremos de los Estados
Mínimo y Propietario. Esta propuesta asume algunas características del Estado del Bienestar,
especialmente las relacionadas con el papel activo del Estado en la promoción de condiciones de
vida digna.
Este es el Estado por delegación de los ciudadanos a través del sistema democrático; por tanto, su
ideología se basa en los principios de la democracia. Los ciudadanos asumen el papel de
vigilantes de la eficacia de los resultados y las decisiones tomadas por el Estado. No tiene
posiciones rígidas y su preocupación permanente es el equilibrio social. El cambio social depende
del proyecto del Estado y su direccionalidad, el cual debe ser construido con la propuesta del
colectivo social. De este modo, las tensiones y los conflictos no superan el límite de la convivencia
social. El Estado Coordinador supervalora la utopía como parte del progreso del hombre, como su
derecho a soñar, pero un sueño que pueda llevarse a cabo.
i) La razón humana es una razón tecnopolítica: combina el juicio de valores con el juicio analítico.
Rechaza los extremos del barbarismo normativo y el barbarismo científico-tecnocrático. Debe
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
existir un equilibrio entre ambos. Las decisiones de gobierno no pueden ser tomadas solamente a
partir de los valores e ideologías del dirigente ni fundamentarse únicamente en las ciencias. De
este modo, la democracia es la mejor forma de lograr una dinámica de continuum entre ambos,
ideologías y ciencias;
iii) El Sistema social no tiene buenos mecanismos de regulación automática: El ser humano debe
diseñar y construir su futuro, creando los mecanismos de regulación que faciliten la convivencia
entre los miembros de la sociedad. Solo el colectivo social organizado puede conseguir esa
regulación;
v) No existe el equivalente del mercado en todos los otros ámbitos del sistema social
vi) El Estado democrático debe cumplir la función de regulación social: Como no existen mecanismos
automáticos de regulación social, el Estado debe asumir este papel en el sistema democrático. Esta
función de regulación social se relaciona con los principios de igualdad y libertad:
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
vii) La propiedad privada es una causa importante, pero no la principal fuente de desigualdades:
Pueden existir otras causas importantes generadoras de desigualdad como las deficiencias del
sistema democrático en la que no se garantiza y respetan los derechos de libertad, justicia y
distribución del poder político, junto con el acceso igualitario a la educación de calidad.
viii) La propiedad privada, bien distribuida, es esencial a la democracia como contrabalance del
poder político. Lo económico regula lo político, lo político regula lo económico.
ix) El poder político bien distribuido solo es posible en democracia y en un sistema político-
administrativo bien descentralizado, cuyo pilar básico es el gobierno vecinal: La democracia se
prueba en la descentralización.
x) El tamaño, peso y volumen del Estado están en equilibrio cuando la mayoría de la población hace
un intercambio favorable de problemas.
Conforme a las dimensiones del Estado, las características esenciales de los Estado Mínimo,
Propietario, del Bienestar y Coordinador son:
TIPO DE ESTADO
MÍNIMO PROPIETARIO BIENESTAR COORDINADOR
DIMENSION
Grande o Mediano o
TAMAÑO Pequeño Grande
mediano pequeño
Mediano o
VOLUMEN Pequeño Grande Grande
pequeño
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Ya vimos que el Estado es el régimen que tiene el poder soberano de coacción, y que representa
a una sociedad mediante un ordenamiento jurídico que la regula, organiza y le da orden, y como
afirma A. Gordillo (2000:V-28), “un Aparato que garantiza y tutela los derechos del hombre y en
primer lugar los derechos civiles.” En un sistema democrático, el Estado equilibra tres poderes que
son autónomos e independientes: ejecutivo, legislativo y judicial. Esto es lo que se denomina el
principio de los contrapesos, y que se constituye en la esencia de una democracia. Este principio
crea salvaguardas institucionales que frenan las tendencias autoritarias mediante la división del
poder en ramas con igual peso en donde ninguna de ellas puede estar por encima de la otra, sino
que se encuentran en una relación horizontal o, como en palabras de Matus (1997a:173), una
relación macroorganizativa.
Adicionalmente a la división del poder, un régimen democrático implica otro tipo de mecanismos
que posibilitan la mayor libertad política posible y la garantía de la renovación de los cargos
públicos por las vías de la participación de la sociedad. De esta forma, la democracia
representativa moderna se vale de los siguientes instrumentos:
i) Sufragio universal
ii) Elecciones libres, limpias y periódicas
iii) Gobernantes electos con limitaciones de poder y respeto de los plazos constitucionales
iv) Libertad de expresión
v) Transparencia y diversificación de las fuentes de información
vi) Libertad de autonomía en la creación y participación en asociaciones políticas
vii) Derechos iguales para competir por los cargos de elección
viii) Derecho a la ciudadanía activa
R. Dahl (1999) agrupa los instrumentos de la democracia representativa en cinco criterios que son
condiciones críticas en un proceso democrático, es decir, en el derecho de los ciudadanos de
participar en las decisiones políticas de una asociación:
i) Participación efectiva. Todos los ciudadanos que participan de una asociación deben contar
con oportunidades iguales y efectivas para expresar sus preferencias de tal modo que sean
conocidos por los otros miembros;
ii) Igualdad de voto. Todos los ciudadanos que participan de una asociación deben disponer de
iguales y efectivas oportunidades para votar y todos esos votos contarse como iguales;
iii) Autonomía. Todos los miembros de una asociación deben contar con las mismas oportunidades
para instruirse sobre las políticas alternativas razonables y sus posibles consecuencias;
iv) Control de la Agenda. Los ciudadanos de una asociación deben tener el derecho de participar
en las decisiones sobre lo que debe entrar en la agenda pública y de qué forma, e
v) Inclusión. Todos los adultos pueden hacer efectivo su pleno derecho de la ciudadanía, es decir,
pueden participar en las decisiones colectivas del Estado democrático.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Estos criterios deben cumplirse en su totalidad como requisitos esenciales para la igualdad política
de todos los miembros. Dahl postula una clara correspondencia entre los criterios de un proceso
democrático y los instrumentos de una democracia representativa moderna:
i. Sufragio universal
ii. Gobernantes electos con
limitaciones de poder y respeto
de los plazos constitucionales
iii. Elecciones libres, limpias y
periódicas
En el ejercicio del pleno derecho a la ciudadanía activa por parte de los miembros adultos de una
sociedad con una democracia representativa moderna, propia y única de los siglos XX y XXI, estos
ocho instrumentos o `instituciones´ democráticas constituyen, como afirma Dahl, un nuevo sistema de
gobierno popular denominada `democracia poliarcal´. De esta forma, introduce el concepto de
poliarquía, que tiene su origen del griego: `muchos´ y `gobierno´, el gobierno de muchos o
gobierno plural, oponiéndose a la oligarquía o `gobierno de pocos´. Por consiguiente, la
democracia representativa moderna es un sistema poliárquico compuesto por `muchos centros de
poder´ y no solamente por quienes están en el comando de las instituciones del Estado; esto quiere
decir que existen otros pequeños o grandes poderes heterogéneos y dispersos que también
`gobiernan´ en el sistema, y que forman parte de la sociedad civil. En conclusión, desde la
perspectiva de la poliarquía, no tenemos un gobierno sino una red de gobiernos dentro de un
mismo Estado. Se reconoce entonces la dispersión del poder no solo en la cúspide del Estado
mediante la separación de los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, sino en la base misma
de la sociedad donde existen ciudadanos, organizaciones, instituciones y actores con distintas
motivaciones, habilidades organizativas y con capacidad de agruparse libremente para interferir
en el gran juego social y en juegos particulares, muchas veces con igual o mayor peso que el
Gobierno institucional o el mismo Estado.
EL CONCEPTO DE GOBIERNO
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
define Gobierno como la gestión desde el comando de las instituciones del Estado y sus
consecuencias en el resto del sistema social, especialmente sobre el proceso político, la economía y
la vida cotidiana de los ciudadanos. En este caso, Gobierno con `G´ es sinónimo de comando,
dirección y conducción desde arriba, desde la cúspide de las instituciones estatales. Sin embargo,
en poliarquía no hay un único gobierno, existen varios tipos de gobierno. Como lo afirma C. Matus
(2000), hay gobierno de las fuerzas políticas, de los grupos de interés o de presión, de los
sindicatos, de las corporaciones privadas y de una gran variedad de organizaciones que luchan e
interactúan en el sistema social por lograr sus respectivos proyectos. También hay gobiernos
territoriales, de comunidades indígenas o gobiernos comunitarios. Entre esta variedad de
gobiernos no hay relaciones de jerarquía, es decir, de comando; existen relaciones paralelas y no
de obediencia. En este caso debemos hablar de gobierno con `g´ y gobernar es sinónimo de
conducción desde cualquier posición en el juego social. La única exigencia para gobernar es
controlar algún recurso crítico necesario para realizar un determinado proyecto o defender ciertos
intereses. Por lo tanto, Gobierno con ‘G’ hace referencia al gobierno desde la posición de las
instituciones del Estado y gobierno con ‘g’ hace referencia a la red de gobiernos que conforman un
sistema político poliárquico.
Esta definición destaca la idea que gobernar es interferir en el desarrollo del juego social con la
intención calculada de alcanzar un propósito determinado. Todos los actores son gobernantes,
desde el momento en que son conductores en algún espacio del juego social. Por consiguiente, no
hay un gobierno, hay un sistema de gobiernos, y por eso es un juego. La definición propuesta
resume tanto la complejidad del proceso de gobierno como del contenido del discurso teórico de
la teoría del juego social de C. Matus.
Los elementos constitutivos del concepto de gobierno como sinónimo de conducción y orientación
requieren de una mayor explicación:
Gobernar es arte: Porque la teoría y los métodos de la política y el gobierno sólo pueden
complementar y dominar, pero no substituir, el juicio intuitivo, la experiencia y las capacidades
innatas. De acuerdo al profesor Hammond, aquí es importante diferenciar entre:
Juicio Intuitivo: proceso cognitivo que de algún modo produce una respuesta sin el uso de
una regla lógica consciente defendible.
Juicio Analítico: proceso cognitivo lento que utiliza una regla lógica consciente defendible
(paso a paso).
32
POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Juicio Cuasiracional o tecnopolítico: incluye aspectos de los dos anteriores tipos de juicio.
Puede ser más o menos intuitivo o analítico dependiendo de la relativa mezcla de
características de intuición o análisis que demande la actividad cognitiva específica
Ciencias verticales: constituye el modo tradicional y central que el hombre emplea para
conocer la realidad en que vive. Sin embargo, se trata de un modo particular de
estudiarla, que consiste en definir un tema de análisis como la física o la biología, y
establecer fronteras precisas para cada tema estudiado. Se encuentran dominadas por el
principio de la búsqueda de la verdad objetiva que se satisface con el mero conocimiento,
y
Ciencias horizontales o de la acción: asumen la perspectiva de un actor protagonista del
juego social. Adopta una visión desde dentro, propia del actor que lucha por sus objetivos o
proyecto de transformación de la realidad. Se encuentran dominadas por el principio del
éxito, verificable por medio de los resultados en la práctica social.
Gobernar exige lidiar con actores sociales: Porque la dinámica del juego social es creativa y
conflictiva, en la medida en que es realizada por actores dotados de imaginación y guiados por
motivaciones personales y sociales, capaces de asumir conductas imprevisibles y de ser
protagonistas reflexivos e innovadores del proceso de producción social. Aquí es necesario
diferenciar entre:
Agente: concepto utilizado por las ciencias sociales, especialmente por la economía. Se
define como personas o grupos de personas que realizan una actividad económica
específica, siendo, por tanto, sujetos que intervienen en la actividad económica. Desde la
perspectiva de la teoría económica tradicional, poseen un comportamiento racional y
predecible y no requieren necesariamente de organización (empresas, familias,
asalariados, consumidores, contribuyentes).
Estrato social: agrupación humana que no tiene organización y es sujeto de una
investigación social o de intervención pública (jóvenes, mujeres, población infantil, personas
mayores de 60 años).
Multitud: colectivo social que no tiene organización, aunque en la coyuntura puede jugar el
rol de un actor circunstancial con efectividad muy transitoria. Por ejemplo, la población
actuando en una protesta o en un saqueo.
Actor social: es una organización o una personalidad, que cumple los siguientes requisitos:
- Tiene un proyecto aunque sea incoherente o errático.
- Controla algún recurso relevante para el juego, tiene fuerza y capacidad de
acumular o desacumular fuerza y genera hechos en el juego social.
- Participa en algún juego parcial o en el gran juego social.
- Tiene una organización estable que le permite actuar con el peso de un colectivo.
33
POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Gobernar demanda el comando de organizaciones: Porque la acción de los actores sólo en parte es
individual, siendo necesariamente complementada por la acción colectiva coordinada a partir de
una organización. Aquí es necesario diferenciar entre:
Gobernar significa intervenir en el juego social: Porque los actores intentan obtener sus objetivos en
un contexto de interacción donde no valen las relaciones organizativas de jerarquía. En este juego,
YO y el OTRO estamos ligados por el conflicto y la cooperación. Para jugar con eficacia estamos
obligados al cálculo interactivo. Es un juego en el cual los actores luchan por los diversos tipos de
poder propia de la lógica de cada juego que componen el gran juego social. Es un juego que
concilia las desigualdades con la ausencia de relaciones organizativas de jerarquía entre los
jugadores. Los jugadores, cuando son realmente jugadores, son independientes, y esa
independencia es un prerrequisito para la existencia del juego social. Aquí es necesario
diferenciar entre varios tipos de juegos:
Juegos Terminales o de resultados: donde se gestan los resultados más inmediatos del
proceso de producción social relacionados con el juego político, el juego económico y el
juego de la vida cotidiana.
Juegos personales: situados en la unidad básica del juego social, que es el individuo y sus
luchas personales. }
Juegos Intermediarios: en los cuales se compite por el control de los medios y herramientas
necesarias para el funcionamiento de todos los demás juegos. Engloba el juego de la
comunicación y el juego macroorganizartivo.
Juegos de capital o de base: cuya función es la de conservar y crear el acervo de capital
cognitivo, de valores y de recursos naturales, contra el cual son realizados toda la
utilización de recursos de los otros juegos, filtrando la aceptabilidad de sus resultados.
Gobernar exige enfrentar problemas conflictivos: Porque el juego social genera para los actores
problemas conflictivos o cuasiestructurados. Dichos problemas surgen de la competencia en el
juego, de la desigualdad de sus resultados y de la nebulosidad que envuelve las relaciones
causales y las conexiones de sentido propias de un futuro creativo e incierto. El gobierno en el
juego social interrelaciona, con distinta intensidad, el conflicto cognitivo, emocional y de intereses.
Cada jugada genera un intercambio de problemas que beneficia a unos y perjudica a otros. Aquí
es necesario diferenciar entre dos tipos de problemas, sobre los cuales volveremos más adelante:
34
POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Problemas bien estructurados: en donde se pueden enumerar todas las variables, precisar
todas las relaciones entre ellas y su solución es objetiva, no depende de intereses o
posiciones de los jugadores.
Problemas cuasiestructurados: son aquellos donde sólo se pueden enumerar algunas
variables, precisar algunas de las relaciones entre ellas y su solución es situacional, es
decir, debatible según intereses y posiciones de los actores sociales.
Gobernar significa lidiar con variables imprecisas, inciertas y cambiantes: Porque es así como se
caracterizan las variables del sistema social, en el cual se entrelazan las complejidades y la
incertidumbre cuantitativa y cualitativa en la creación del futuro, ligadas por relaciones causales y
conexiones de sentido. Aquí es necesario diferenciar entre:
Universo bien definido: cuando el árbol de posibilidades es bien conocido y definido y las
probabilidades son conocidas y objetivas. En este caso se reconocen dos modelos posibles:
el modelo determinístico y el modelo estocástico o probabilístico. Dichos modelos generan
problemas bien estructurados, y
Universo mal definido o difuso: cuando el árbol de posibilidades es nebuloso. En este caso
es imposible enumerar todas las posibilidades. Es un caso muy común, porque la
creatividad del juego no permite identificar, contar y delimitar con precisión, de forma
cualitativa, todas las posibilidades. Por su parte, la duda cualitativa se transfiere a la duda
cuantitativa, imposibilitando determinar probabilidades objetivas.
Si retomamos la definición general y tradicional de políticas públicas dada al inicito del texto
como el conjunto de decisiones o acciones realizadas por un Gobierno con el fin de actuar o no
frente a un problema relativo al interés público, entonces en un régimen de democracia tal
concepto tiene grandes implicaciones que las transforman en un proceso altamente complejo. Las
políticas públicas no nacen como una simple imposición desde las instituciones gubernamentales,
sino que son el resultado de un juego incesante de conflicto, persuasión, negociación, coordinación
y control entre las distintas ramas de poder del Estado y entre éstas y las fuerzas sociales. Como
expresan Moran, Rein y Goodin (2008), decidir, elegir o legislar políticas públicas es una cuestión
de persuasión, en la cual debemos convencer y negociar con otros actores sobre la necesidad de
dichas medidas y de los beneficios para la sociedad en general, no se trata simplemente de
decretar las políticas públicas. Por tanto, Los gobernantes que deciden la implementación de una
política deben enfrentarse a esta realidad construyéndole no solamente viabilidad económica sino
también viabilidad social y política ajustada a las reglas de convivencia del gobierno
democrático.
De acuerdo con la anterior argumentación, en democracia las políticas públicas son el resultado de
algún proceso de interacción entre el gobernante y la sociedad en el cual se busquen los consensos
mínimos sobre sus ventajas o beneficios. Este proceso de interacción y persuasión inicia durante el
proceso electoral en el cual los partidos políticos y sus respectivos candidatos que disputan el
apoyo de los electores realizan promesas y establecen compromisos con la población y actores o
grupos de presión relacionados con problemas que les aquejan y que conducirán al colectivo social
en una cierta dirección. Estas propuestas tienen que ser transformadas en medidas o políticas
dentro del gobierno. Tendrán la legitimidad del ganador pero deberán respetar las reglas y los
procesos del sistema democrático. En primer lugar, como ya mencionamos, una de las principales
35
POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
En segundo lugar, para que el Gobierno pueda implementar aquellas políticas que fueron
consensuadas y decididas tendrá que hacer uso del aparato público a su disposición. Si el aparato
público no está preparado o su capacidad es deficiente para implementar políticas públicas, el
dirigente tiene la responsabilidad de reformarlo. De este modo, una parte de las políticas públicas
serán aquellas destinadas a modernizar y adecuar la institución pública para lograr efectividad
en las medidas que el Gobierno desea implementar. Sin embargo, al interior de las instituciones, el
gobernante también se enfrenta con otra variable importante para hacer realidad las políticas
públicas. No basta con que éstas ya hayan sido aprobadas en las élites del Gobierno, puesto que
existe otro filtro que deben pasar. Se trata de la voluntad y gobernabilidad del aparato público
en general para poner en marcha dichas directrices de políticas. Moran, Rein y Goodin (2008)
sostienen que es necesario que el dirigente persuada a sus subordinados para que operacionalicen
las políticas encomendadas. La burocracia funciona con su propia lógica, respondiendo a dos tipos
de reglas: (i) a las reglas institucionales de derecho (reglas formales de la institución), y (ii) a las
reglas de hecho, o sea, a la cultura organizacional la cual es fundamental para que las
organizaciones públicas funcionen. Esta cultura se refleja en el tiempo y energía dedicados para
llevar a cabo una tarea o cumplir una decisión proveniente de la cúpula de mando dentro de una
institución pública. Las decisiones tomadas para la implementación de una política pública pueden
ser demoradas o perderse “en el limbo de la maraña administrativa”, afectando, en consecuencia,
el desempeño y la calidad de la gestión pública. Todo esto, sumado con el afán del dirigente por
mostrar resultados, hace que los conflictos aumenten dentro de la organización.
contradigan sus intereses y ganancias obtenidas, por el contrario, esperarán concentrar aun más
sus beneficios políticos, económicos o cognitivos. Es por esto que el Gobierno democrático debe
cumplir el rol de estar atento para que este proceso no sea inequitativo, sino que esté abierto a
todas las fuerzas de la sociedad. Que los menos poderosos y débiles tengan asiento y puedan
hacerse sentir. Y esto se logra mediante la construcción de canales que permitan que todos tengan
la posibilidad de expresar sus necesidades y problemas. Estos canales se refieren a los
mecanismos de participación efectiva de la población en la deliberación sobre los pros y los
contras de una medida de política pública y sobre su diseño, implementación y evaluación. Esto es
lo que denominamos como co-gobierno, gobierna el Gobierno y gobierna la sociedad civil, la
esencia de la poliarquía. Sojo (2006) asevera:
Esta argumentación demuestra que la formulación de políticas públicas es una tarea compleja y no
tiene el mismo significado en diseño y aplicación en todos los gobiernos del mundo. Formular una
política pública depende del modelo político-ideológico que impere en determinada nación; un
modelo de Estado como el venezonalo exige un tipo de política pública diferente que el
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
desarrollado en Colombia, puesto que aun siendo Estados democráticos, predominan en ellos
modelos político-ideológicos muy distintos que determinan la conformación de una política pública.
Además, no es lo mismo en un gobierno centralista como el colombiano que en un gobierno
federalista como el brasilero o el mexicano. Incluso, aun en países que tienen el mismo sistema de
gobierno federal, la forma de hacer políticas públicas varía de acuerdo con el modelo de Estado
que predomine. Es así que cualquier diseño o formulación de una política pública o acción de
gobierno contiene necesariamente en su esencia la carga del modelo político-ideológico de Estado
predominante y del tipo de relación o interacción existente entre el Estado y la sociedad.
Aún cuando al inicio de este texto hicimos referencia a un concepto preliminar de política pública,
éste se hizo en términos muy generales y con el propósito de facilitar el encadenamiento de las
políticas públicas en el contexto de los modelos de Estado y el sistema de gobierno democrático.
Pese a ello, en el estudio de las políticas públicas no encontramos una única definición que las
enmarque. Los autores más representativos de la ciencia política generan su propio aporte
conceptual. Por esta razón, nuestro propósito es destacar los conceptos más significativos de
algunos de estos autores, resaltando los principales elementos comunes y aquellos que les
caracterizan, con el objetivo que nos ayude a construir una definición más amplia acorde con las
ciencias y técnicas de gobierno en el contexto latinoamericano. Adicionalmente, no estamos
interesados en una definición puramente descriptiva sino, en vez de ello, sobre cómo se deben
entender las políticas públicas para efectos de dar soporte a la acción de un dirigente público que
se encuentre interesado en enfrentar los grandes problemas sociales.
Para Lasswell (1951) las ciencias de las políticas públicas son el conjunto de disciplinas encargadas
de explicar los procesos de formulación y ejecución de políticas, tanto como de obtener la
información relevante para atender los problemas de las políticas públicas en un cierto momento.
De esta forma, las políticas públicas se ocupan de resolver los problemas esenciales y muchas
veces, no resueltos, que surgen de la interacción humana dentro de la sociedad.
Los franceses Meny y Thoenig (1992) definen las políticas públicas como “actos y ‘no actos
comprometidos´ de una autoridad pública frente a un problema o en un sector relevante de su
competencia” (p. 89), aunque también se remiten al concepto de Dye (1975) cuando advierten
que se debe considerar como política pública también aquella decisión del Gobierno de no actuar
frente a determinado problema. De acuerdo con el enfoque de Meny & Thoenig, las políticas
públicas poseen las siguientes características (p. 90-91):
a. Un contenido. En otras palabras, se movilizan recursos con el fin de generar unos productos
(outcomes) y a través de estos productos impactar en el problema que la política pública ha
seleccionado como foco de atención. Para el analista, lo que interesa es el producto porque es la
consecuencia inmediata de las decisiones y la acción del gobierno generada mediante la política
pública;
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
d. Un factor de coerción. El actor gubernamental está investido de poder legitimo para decidir
respecto a qué hacer y qué rumbo debe tomar la política pública frente al colectivo. “Por ello el
acto público se impone”, y
e. Una competencia social. una política pública se define por su capacidad de impacto sobre una
determinada realidad social, en la medida en que afecta a actores con intereses creados, genera
beneficios para otros e impone cargas a algunos, y esto no siempre es equitativo y evaluado de la
misma manera por los afectados. Esto nos lleva a que el análisis de las políticas no se restrinja solo
al campo de los beneficiados sino que considere también todos aquellos actores que de una u otra
manera serán afectados negativamente, tanto de forma directa como indirecta.
Siguiendo a Meny & Thoenig, la autoridad pública, entiéndase esta como “el organismo que
concede y administra los bienes colectivos” (p. 91), cumple una doble función de producción, es
decir, que a través de la combinación de unos medios o recursos se obtiene un producto (primera
función de producción), que, a su vez, en su utilización permite obtener una serie de efectos o
generar unos impactos concretos (segunda función de producción). Los efectos de los productos de
las políticas públicas poseen tres particularidades esenciales (p. 94):
Los resultados esperados de la operacionalización de las políticas públicas pueden muchas veces
no cumplirse o pueden ser cumplidos parcialmente y, en lo general, como característica propia de
los problemas sociales, generar impactos no deseados que pueden llegar a afectar otros
problemas sociales o afectar la implementación de otras políticas públicas. Por lo tanto, toda
política pública no actúa en el vacío, puesto que siempre opera en un contexto determinado que la
condiciona y a su vez genera un “cambio social” que impacta en dicho contexto. De esta forma,
Meny & Thoenig presentan al gobernante como un actor que hace una apuesta cuando interviene
con una política particular, esperando generar una consecuencia deseada. Es una apuesta porque
dichas consecuencias muchas veces no coinciden con lo planeado o programado. Es una apuesta
porque los resultados esperados depende de múltiples variables tales como el contexto o las
circunstancias que juega en el momento de la decisión y/o implementación, de la calidad del
diseño y gerencia de la política pública (adecuada y suficiente), de la respuesta de los
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
beneficiarios y de los grupos de interés, de la capacidad de actores con poder para obstaculizar
o dar viabilidad a dicha política, entre otros factores que se pueden desencadenar.
Deseados
Política Pública A Efectos/Resultados
No deseados
De acuerdo con lo anterior, una política pública es una relación causa–efecto y, por tanto, subyace
siempre una teoría del cambio social. Las causas determinan el contenido de la política y la
calidad del diseño y gerenciamiento de la política pública. Pero, a su vez, los resultados efectivos
de la política dependerán de las circunstancias. La eficacia de la relación causa-efecto de toda
política pública está determinada por la calidad de la explicación sobre el funcionamiento de la
sociedad y más exactamente del ámbito social pertinente a la respectiva política, o como lo
denominan los autores del “estudio del tejido social real sobre el que se desarrollará la acción”. La
explicación que subyace a toda política pública en los extremos puede ser realista o no realista.
En el primer caso, la explicación representa bien el funcionamiento del respectivo tejido social,
significando que existe una teoría que se verifica con claridad en la realidad; y, en el segundo
caso, ocurre totalmente lo contrario, la teoría no es representativa de la manera como
efectivamente funciona el tejido social; en lo esencial aquí se presenta un problema que se discute
en el plano del pensamiento de las ciencias sociales. Por ejemplo, se diseña una política pública de
generación de empleo la cual implica la reducción de los impuestos como un estímulo para dicho
propósito. Aquí hay claramente una relación causa-efecto: disminución de los impuestos (causa)
produce incremento del empleo (efecto). Sin embargo, esta relación descansa en unos presupuestos
sobre el funcionamiento de la economía y, especialmente, sobre las causas que llevan a que los
empresarios creen nuevas fuentes de trabajo. Estos presupuestos pueden ser los siguientes: las
nuevas fuentes de empleo están condicionadas por el incremento en la inversión, la inversión está
determinada por el incentivo de la rentabilidad y los impuestos representan una carga que afecta
la rentabilidad de los negocios, por lo tanto, si disminuimos los impuestos aumentamos la inversión
y a partir de allí generamos empleo. Sin embargo, estos presupuestos sobre los cuales se
fundamenta dicha política pública de empleo son evidentemente débiles puesto que no consideran
elementos críticos como el comportamiento de la demanda agregada, la estructura de costos de
las actividades económicas, el cambio tecnológico, el estado de la economía internacional, entre
otros. No obstante, es muy frecuente encontrar políticas de empleo sustentadas en este tipo de
argumentaciones.
Otro caso es una política que busca penalizar el consumo de la dosis mínima de estupefacientes en
procura de reducir su consumo. La relación causa-efecto es la siguiente: penalizo la dosis mínima
(causa) reduzco el consumo (efecto); la teoría o los presupuestos de comportamiento social que
subyacen en este modelo es que las personas se abstendrán de consumir porque la coerción y el
castigo ejercen un alto poder de inhibición, es decir, que el problema se enfoca desde la
perspectiva solamente de la represión por medio de una pena. En este caso, no se están
analizando otros elementos esenciales: ¿únicamente la medida de la penalización ayudará a
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
disminuir el consumo? ¿No serán necesarias otras medidas enfocadas también en la prevención y
en la educación? ¿Es totalmente cierto que inhibir el consumo a través de la penalización
obligatoriamente reducirá su consumo o, que en vez de ello podría fomentarlo? ¿La represión
podría tal vez generar otras consecuencias no previstas como una mayor corrupción en el sistema
policial o llenar las cárceles de personas que no deberían estar en ellas, agravando aun más el
problema de sobrecapacidad de éstas? ¿Qué nos ha enseñado la experiencia sobre los efectos de
las medidas coercitivas con respecto al uso de drogas y el consumo de alcohol, por ejemplo?
Ahora veamos la perspectiva de Kraft y Furlong (2007) sobre lo qué es una política pública. Ellos
inician con una definición primaria de lo que significa una política pública, y paulatinamente van
introduciendo otros elementos esenciales para componer una noción de política pública mucho más
compleja y profunda. De esta manera, comienzan diciendo que una política pública es “lo que los
funcionarios públicos dentro del Gobierno, y por extensión los ciudadanos que ellos representan,
eligen hacer o no hacer respecto a los problemas públicos” (p. 4). En esta definición el elemento
central es el problema público, el cual definen como aquello que la población percibe como
inaceptable y que por lo tanto requiere intervención del Estado. Los autores advierten sobre la
poca claridad que existe en el lenguaje utilizado en la discusión sobre políticas públicas,
especialmente por los analistas y por los formuladores de políticas. Tal confusión se da
especialmente en el uso conceptual de elementos como intenciones (propósitos de la acción
gubernamental), objetivos (los fines a ser alcanzados), planes o propuestas (los medios utilizados
para lograr dichos objetivos), programas (los medios autorizados para perseguir los objetivos) y
decisiones o elecciones, es decir, las acciones pertinentes para fijar los objetivos, poner en marcha
los planes e implementar los programas. Adicionalmente, distinguen entre producción de las
políticas (policy outputs) y resultados de las políticas (policy outcomes). Definiendo los primeros como
las acciones formales que el Gobierno hace para alcanzar sus objetivos y, los segundos, como los
efectos o impactos que dichas acciones tienen efectivamente sobre la sociedad.
A partir de la explicación conceptual de los anteriores elementos, Kraft y Furlong ofrecen una
definición más elaborada de lo que es una política pública, precisándola como “un curso de acción
o inacción gubernamental en respuesta a problemas públicos. La política pública se asocia con los
objetivos y medios de políticas formalmente aprobados, también como con las regulaciones y
prácticas de las instituciones públicas que implementan los programas. De esta forma, se resalta el
comportamiento real de ejecución de las entidades y los funcionarios, y no solamente las
declaraciones formales de objetivos y medios de políticas encontradas en las leyes y otras
expresiones de políticas gubernamentales” (p. 5). En esta definición es interesante notar que ya se
define una política pública como “un curso de acción” que también puede ser “un curso de
inacción”; aquí es importante destacar la diferencia entre una acción, que es el concepto
tradicionalmente utilizado en la conceptualización de las políticas públicas, y un curso de acción.
Una acción podría definirse como un acto de intervención deliberado que es realizado por un
actor o una persona en general con el propósito de obtener un resultado específico. En términos de
Weber, para que una acción sea considerada como acción social, que es el caso de las políticas
públicas, debe estar dotada de sentido mentado, en otras palabras, ser guiada por una
intencionalidad. Si utilizamos solo el concepto de acción para definir una política pública diríamos
que es un acto de intervención con propósito; sin embargo, al restringirnos a esta noción
dejaríamos por fuera algo esencial: el hecho que las políticas públicas son un conjunto de acciones
interrelacionadas que se suceden a lo largo del tiempo, y así buscan diferentes objetivos tanto en
el corto como en el mediano y largo plazo. A esto le llamaríamos curso de acción. Para la Real
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Además, en la noción de políticas públicas planteada por Kraft y Furlong, se subraya que su
propósito central es “dar respuesta a problemas públicos”, lo que significa que cualquier política
pública que se diseñe necesariamente tendrá impacto y afectará de un modo u otro al colectivo,
puesto que lo que busca es enfrentar los problemas que desde el punto de vista del gobernante
aquejan a la sociedad. En este sentido, debemos profundizar mejor sobre lo qué es un problema
público y aquí necesariamente tenemos que volver a la dicotomía planteada anteriormente sobre
lo público y lo privado. En esa dirección, podemos comenzar diciendo que un problema público es
aquel que no es un problema privado. Para ser más precisos, un problema público es una
insatisfacción o una discrepancia entre una situación deseable y lo que efectivamente es hoy la
realidad, que afecta al conjunto o a una parte del colectivo social. Podemos aclarar mejor esta
disyuntiva entre un problema público y un problema privado con un ejemplo concreto. En el transito
aparece con facilidad. Cuando una persona tiene que movilizarse de un lugar a otro dentro de
una ciudad para ir a su lugar de trabajo en su propio vehículo, lo hace en respuesta a una
necesidad que está dentro de su esfera particular o privada; sin embargo, en el momento en que
sale del garaje de su casa y pisa la vía pública con su carro, entra en la esfera del interés público,
en el sentido que lo que ella haga con su vehículo va a afectar no solamente el cumplimiento de sus
propias necesidades sino también afectará a otras personas que se movilizan como conductores,
pasajeros, o peatones. Es aquí que entra el poder regulador del Estado que tiene que limitar la
libertad del individuo para permitir el acceso de todos a las vías públicas de una forma segura y
equitativa. El bienestar general obliga al Estado a crear las normas y regulaciones de tránsito. El
transito se transforma en un problema público que debe ser objeto de las políticas públicas para
posibilitar la movilidad y evitar la accidentalidad y la pérdida de vidas humanas. El
enfrentamiento de este problema muestra con claridad la disyuntiva entre lo público y lo privado
en la medida en que la igualdad y el equilibrio general limitan obligatoriamente la libertad
individual.
El anterior ejemplo nos demuestra también los dilemas y conflictos de valores que enfrenta un
gobernante a la hora de diseñar e implementar una política pública. La decisión sobre una acción
pública implica un determinado juicio de valor que algunas veces puede reflejar los valores
aceptados y reconocidos por la sociedad y en otras ir en contra, produciendo un conflicto de
valores. Volviendo al ejemplo del tránsito, un caso emblemático de estas contradicciones lo
representa la decisión del Alcalde Mayor de Bogotá, Samuel Moreno de ampliar el pico y placa
durante 14 horas seguidas dos veces a la semana. En este caso entraron en contradicción el valor
de la igualdad con el valor de la libertad. Para el Alcalde vale más el derecho de todos a una
mayor movilidad que los costos en relación con las restricciones a la libertad de los ciudadanos de
movilizarse por la ciudad para realizar sus negocios, trabajar, estudiar y, en general, cumplir sus
obligaciones particulares. Los comerciantes, dueños de parqueaderos y gremios como Fedispetrol y
Asopartes, afectados negativamente con la medida, hacen un juicio de valor completamente
contrario al del Alcalde; para ellos vale más el derecho a la libertad de la movilización y el
ejercicio de sus actividades económicas que la igualdad a la movilidad de todos. Por tanto, dicha
acción pública no genera aceptabilidad y los actores afectados demuestran su rechazo entrando
en protesta en las calles para exigirle al Alcalde que replantee su decisión pues, como dichos
actores afirman, su miopía es tan grande que no se da cuenta que está imponiendo restricciones
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
inoficiosas a los ciudadanos, que podrían tener un efecto contrario al deseado (Álvaro Yunes,
presidente de Fedispetrol. El Tiempo, Bogotá, 10 de Marzo de 2009).
De este modo, mientras que para una parte de la población pueden significar sacrificios que valen
la pena porque se esperan grandes beneficios en el futuro para el colectivo social, para otros se
constituyen en un sacrificio no justificable y los beneficios propuestos pueden ser dudosos. Lo
anterior demuestra la gran complejidad de los desafíos que el gobernante debe enfrentar cuando
decide una política pública; su deber es respetar y promover los valores de igualdad, libertad y
justicia socialmente consensuados, es decir, del acuerdo que estructura la intencionalidad colectiva.
No obstante, en su deber de dar respuesta a la población sobre los problemas públicos que le
aquejan, el dirigente se enfrenta a decisiones que le llevan a dilemas entre los valores que deben
prevalecer en la sociedad, generando conflictos difíciles de resolver entre diferentes actores.
Cuando en una decisión de acción pública entran en contradicción dos valores tan importantes
como la libertad y la igualdad, ¿cuál valor debe predominar y cuál se debe sacrificar? ¿Hasta
qué limite se debe sacrificar el valor menor? (Matus, 2000).
Kraft y Furlong (2007) sugieren que las políticas públicas se desarrollan dentro de un entorno
social, económico, político, gubernamental y cultural predominante en el momento, tanto a nivel
nacional como internacional. Estas circunstancias, en conjunto, determinan los problemas que
prevalecen o son prioritarios para la población, condicionan la decisión para el diseño de las
políticas públicas y afectan la viabilidad social, económica, política y jurídica de su
implementación. Sojo (2006) afirma que cualquier política pública debe tomar en consideración
estos elementos del contexto, lo que él denomina `condiciones de existencia´. A continuación
listamos los que consideramos son los principales componentes del contexto que pueden afectar el
diseño y viabilidad de las políticas públicas:
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
d. El contexto político. Las condiciones políticas impactan de forma importante el curso de toda
acción política pública: pasando por los procesos de decisión, implementación, evaluación y,
algunas veces hasta cuando sus resultados aun tienen implicaciones mucho tiempo después. El
contexto político se refiere a las circunstancias favorables o desfavorables para las políticas
públicas generadas por la lucha por el poder, es decir, a la disputa por el control de los recursos y
las instituciones. Según C. Matus (2000), esta lucha por el poder se puede dar a través del control
de las instituciones del Estado para acceder al dominio de recursos económicos y de regulación y
demás recursos que ofrece el control de dichas instituciones. En el juego del poder político se
encuentran los partidos y movimientos políticos prevalecientes e, incluso, aquellos con menor
influencia, las diferencias ideológicas y la capacidad de los distintos actores sociales para ejercer
presión.
Es interesante como Deborah Stone (2002) afirma que el poder es un “fenómeno de comunidades”
y el cambio político solo puede ocurrir mediante la interacción de ideas y alianzas. Las ideas son
usadas para reunir el apoyo político necesario (aumentar nuestras alianzas) y disminuir el de los
oponentes (afectar las alianzas del otro) con el fin de controlar las políticas públicas. Otro
elemento del contexto político es el período de gobierno y el tiempo electoral, los cuales tienen un
doble impacto en las políticas públicas: por un lado, presionan a los gobernantes electos a mostrar
resultados dentro de su periodo de gobierno, lo que induce regularmente a políticas públicas
cortoplacistas en contraposición de políticas que apuntan al enfrentamiento de problemas más
estructurales pero que maduran más lentamente y que requieren continuidad en el tiempo puesto
que solo muestran resultados visibles a la población más allá de los periodos de gobierno. Por otro
lado, la renovación del poder por la vía electoral hace que los partidos políticos y sus candidatos
critiquen las políticas de las administraciones de turno y de los partidos en el Gobierno,
comprometiéndose con la población a eliminarlas o fortalecerlas; pero a su vez obliga a los
políticos a sintonizarse o conectarse nuevamente con los problemas de la gente, convirtiéndose en
una oportunidad para renovar las agendas públicas sobre los principales problemas. Podemos
decir que, en últimas, este proceso de renovación del poder conduce, sea al nacimiento de nuevas
políticas, al redireccionamiento o fortalecimiento de otras o a la desaparición de algunas. En
general, la renovación del poder por la vía democrática crea la necesidad de la diferenciación de
un gobierno frente al anterior o de un partido frente al otro. Esta renovación y diferenciación en
las democracias débiles, como las latinoamericanas, se lleva al extremo, haciendo que políticas
bien fundamentadas o simplemente buenas políticas que aun no han mostrado resultados pero que
han sido implantadas por los opositores sean desechadas. La dificultad para mantener políticas de
largo aliento se constituye en una de las principales fragilidades de los regímenes democráticos
que puede ser minimizada con verdaderos partidos políticos y con instituciones como los centros de
gran estrategia propuestos por Dror (1989).
f. El Contexto cultural. Se refiere específicamente a los valores y creencias de una sociedad. Los
valores constituyen la consciencia y las convicciones del individuo y del colectivo. Dichas creencias y
valores se pueden ver reflejadas especialmente en la actitud y el nivel de confianza sobre las
instituciones gubernamentales y los procesos políticos. Un bajo nivel de credibilidad en el Gobierno
afecta la implementación de las políticas públicas. Por ejemplo, la puesta en marcha de una
medida regulativa para aumentar los impuestos en la renta puede ser afectada por la percepción
de corrupción que la población tenga sobre el Gobierno. Si la sociedad piensa que el Gobierno es
altamente corrupto, el aumento en los impuestos generará poca aceptabilidad pública, y los
grupos de presión como gremios empresariales, organizaciones no gubernamentales y otros
actores sociales podrían inviabilizar la medida. Otros valores están fuertemente relacionados con
políticas dirigidas al derecho al aborto o al uso permitido de la dosis mínima de estupefacientes,
es decir, acciones públicas que tocan con la apreciación moral de la sociedad; pero, a su vez, el
emprendimiento de dichas acciones públicas también dependen de las inclinaciones ideológicas de
partido del Gobierno (un ultra conservador o un ultra liberal), y
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Sojo (2006) considera que las políticas públicas son el “conjunto de concepciones, criterios,
principios, estrategias y líneas fundamentales de acción a partir de las cuales la comunidad
organizada como Estado decide hacer frente a desafíos y problemas que se consideran de
naturaleza pública….Aunque el decidir no hacer nada ante un problema es, también, de alguna
manera, una política pública”. El autor también agrega que las políticas públicas son “espacios de
acción no sólo para el gobierno, sino también para los actores ubicados en los sectores social y
privado, y se expresan en decisiones adoptadas en forma de instituciones, programas, criterios,
lineamientos y normas” (p. 47-48).
Sojo afirma que el diseño de una política pública requiere de un enfoque estratégico e integral,
específicamente, de un proceso de planeación estratégica, de la orientación ideológica del
partido y del enfrentamiento de los problemas estructurales y no estructurales que aquejan a la
población. Más adelante, nos referiremos con mayor detalle sobre la planificación estratégica y el
enfrentamiento de problemas. No obstante, comencemos con la definición que hace Matus (1994)
de la planificación como “el cálculo que precede y preside la acción” (p. 42), es decir, la reflexión
que alimenta la acción del dirigente. La realización de este cálculo requiere tener la capacidad de
prever lo que sucederá mañana, de tal forma que se puedan fundamentar las decisiones de hoy.
Pero para ello se deben contar con herramientas de planificación que consideren el horizonte de
tiempo para tomar decisiones y la sistematicidad del análisis para procesar dichas decisiones. Esta
planificación se debe dar tanto en el corto y mediano plazo (periodo de gobierno) como en el
largo plazo (prospectiva). La planificación de largo plazo establece la direccionalidad de la
gestión de gobierno, constituyéndose en el referencial institucional que le da un norte a las
decisiones y acciones públicas. Por tanto, el análisis de la gran estrategia cumple un rol esencial en
todo proceso de gobierno, constituyéndose en el ejercicio obligatorio para la construcción de los
programas de gobierno durante las campañas electorales de los partidos políticos y sus
candidatos. Así, al inicio del gobierno, el dirigente junto con su equipo podrán diseñar el conjunto
de políticas públicas fundamentadas en una direccionalidad ya explorada y establecida. La
planificación de largo plazo o direccionalidad estratégica alimenta la planificación del gobierno
en el corto y mediano plazo.
46
POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
El gran teórico contemporáneo de las ciencias políticas, Yehezkel Dror (1989), proporciona una
definición más amplia y profunda sobre el diseño de una política pública como “un proceso muy
complejo y dinámico constituido por varios elementos, los cuales contribuyen de forma diferente a
su formulación. En las que se deciden grandes directrices para la acción direccionadas hacia el
futuro, principalmente por los órganos gubernamentales. Dichas directrices (políticas) formalmente
apuntan a dar respuesta a lo que es del interés público a través de los mejores medios posibles.”
Para comprender mejor este significado de lo qué es una política pública, Dror disecciona y
explica cada uno de los componentes de este concepto de la siguiente manera (p. 12-17):
a. Muy complejo. El diseño de una política pública envuelve muchos elementos que se encuentran
interrelacionados mediante la comunicación y un ciclo constante de retroalimentación, los cuales
actúan de diversas formas. Parte de este proceso es explicito y directamente observable, pero
gran parte no lo es. Muchas veces los mismos actores involucrados en el diseño de una política
pública no perciben los aspectos ocultos o escondidos detrás de cada proceso que son muy
difíciles, y muchas veces, hasta imposible de ser observados. De este modo, la mayoría de las
veces las directrices están compuestas por una serie de decisiones individuales que resultan en una
“política pública” sin que alguno de los decisores se den cuenta de ese proceso;
b. Proceso dinámico. El diseño de una política pública es un proceso porque es una actividad
continua que forma parte de una estructura organizacional, la cual exige para su sostenimiento un
input constante de recursos y motivación. Es dinámico porque está en permanente cambio y las
secuencias de sus subprocesos y fases varían entre ellos mismos y de unos con respecto a otros;
c. Varios elementos. Una de las características principales del diseño de una política pública es su
complejidad debido a la gran cantidad de elementos que la componen. Su diseño involucra la
participación de múltiples subestructuras organizacionales, las cuales varían de acuerdo con el
problema que se desea enfrentar, el momento histórico y el tipo de sociedad. Las subestructuras en
el diseño de una política pública las constituyen las instituciones políticas y el sistema político;
d. Contribuyen de forma diferente. Cada subestructura hace una diferente, y a veces única,
contribución a la política pública. Esta contribución depende de sus características formales e
informales, las cuales varían de acuerdo con el tipo de sociedad. Por ejemplo, en las democracias
modernas el congreso es altamente sensible a la opinión pública y a los grupos de presión, posee
baja o media experticia, tiene puntos de vista de corto o de mediano plazo y demuestra baja o
media consistencia en sus decisiones. La burocracia seleccionada por mérito es moderadamente
insensible a la opinión pública y a los grupos de presión, tiene un alto nivel de experticia (dentro
de los límites que le proporcionan su cualificación educacional y la experiencia), tiene puntos de
vista de mediano plazo y algunas veces hasta de largo plazo, y muestra media o alta consistencia
en sus decisiones. Por su parte, las Cortes son altamente insensibles a la opinión pública y a los
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
grupos de presión, tienen un alto nivel de experticia limitada (solo legal), generan puntos de vista
de corto y mediano plazo y muestran alta o muy alta consistencia en sus decisiones;
e. Decide. El diseño de una política pública es una especie de toma de decisión, por lo que es
importante utilizar modelos de decisión para tratar con el diseño de políticas;
f. Grandes directrices. La política pública, muchas veces, se caracteriza por no dar instrucciones
detalladas, sino que establece las directrices generales que deben ser seguidas en las líneas
principales de acción. Para Dror la “estrategia” se convierte en la guía general para la acción en
contraste con la táctica, una definición que extrae del lenguaje militar. Es necesario traducir la
política general (la estrategia) en líneas principales de acción para luego concretarlas en
subpolíticas detalladas de tal modo que puedan ser ejecutables (la táctica);
g. Para la acción. Las decisiones pueden resultar en acciones externas, en cambios mismos para el
decisor o en ambos o en ninguna. Las políticas públicas socialmente significativas, como lo son la
mayoría de las veces, pretender resultar en una acción. Incluso, las políticas direccionadas al mismo
aparato público, tales como la búsqueda de un mejoramiento de la eficiencia del Gobierno están
orientadas a la acción;
h. Direccionadas hacia el futuro. Diseñar políticas es dirigirse hacia el futuro. Esta es una de las
características más importantes puesto que introduce la incertidumbre y la predicción dudosa,
elementos básicos de casi toda política pública. El futuro es tan incierto que las políticas públicas
tienden a ser formuladas de forma ambigua y flexible, de tal modo que puedan ser ajustadas a
cualquier hecho nuevo que se presente. Generalmente, los dirigentes adoptan políticas que
generen resultados más previsibles que otras, mediante la realización de ‘cambios incrementales’
en políticas en las cuales ya se han tenido experiencias anteriores o que están siendo ejecutadas.
Además, tratan de no formular políticas sobre muchas áreas problemáticas (un fenómeno que Dror
denomina de diseño de política cero, zero-policymaking). La incerteza del futuro moldea las
políticas públicas, un gran problema que debe ser enfrentado mediante el diseño de técnicas
especializadas para lidiar con la incertidumbre. Con este propósito, Dror propone su Modelo
Optimo, el cual trataremos de forma detallada más adelante en el Capítulo 4;
i. Principalmente por los órganos gubernamentales. Una de las diferencias entre hacer políticas
privadas y hacer políticas públicas es que la segunda concierne principalmente a las instituciones
del Estado;
k. Que es del interés público. El término se refiere concretamente a una orientación general,
opuesto a lo individual, y
l. A través de los mejores medios posibles. El diseño de toda política pública apunta a alcanzar el
máximo beneficio neto con el menor costo posible y a través de los mejores medios disponibles.
Los beneficios y costos obtenidos (o resultados finales de la política) pueden tomar la forma de
valores realizados y no realizados, que, en la mayoría de los casos, son difíciles de cuantificar.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Quiere decir que los fines pueden ser operacionales o adquirir la forma de valores. Estos
resultados dependerán de los medios utilizados. Existe así una total interdependencia entre fines y
medios en la conformación de las dinámicas de formulación de políticas públicas. Por ejemplo,
eliminar la pobreza a través de acciones sociales se volvió un objetivo ampliamente aceptado
cuando la ciencia comenzó a ser considerada en la eliminación de la pobreza.
Estas doce características de la definición de una política pública desarrollada por Dror,
demuestran la complejidad, diversidad e interconexión de los elementos que la componen, por lo
que, como él mismo afirma, ningún modelo relativamente simple puede dar cuenta de esta
realidad. El sistema de diseñar políticas públicas es en verdad un subsistema del gran sistema
social; este último está compuesto por otros subsistemas como el subsistema político, el subsistema
económico, el subsistema ambiental, entre otros, los cuales interactúan de forma dinámica,
cambiando constantemente.
En las varias definiciones dadas por los anteriores autores, encontramos que existe un consenso en
que toda política pública contiene algunos elementos comunes como acción, autoridad
gubernamental y con propósito general o de interés público. Sin embargo, es Dror quien hace
algunos aportes adicionales interesantes a la definición de política pública, entendiéndola como un
conjunto de procesos cargados de complejidad, diversidad, dinamismo y alta interrelación;
adicionalmente, establece la diferencia entre grandes directrices de una política y el detalle de los
procesos que la conforman y cómo cada actor hace una interpretación distinta de una política
pública desde su ámbito de acción y su nivel jerárquico. No obstante, lo más relevante de su
concepto es que, (i) considera la incertidumbre como esencia básica de toda política pública, es
decir, la dificultad de los gobernantes para decidir y operacionalizar políticas públicas en un
contexto en continuo cambio que dificulta la predicción del futuro y, por lo tanto, el conocimiento
sobre lo que sucederá mañana y cómo esto afectará el desarrollo de las decisiones públicas, y (ii)
La relación beneficios – costos. Toda política pública genera unos beneficios pero también
sobrelleva costos, y no se refiere sólo a los económicos sino también a los costos sociales, políticos o
ambientales que produce su decisión e implementación. Una política pública se diseña con el
propósito de hacer frente a un problema que aqueja a la sociedad, por lo tanto, se espera
produzca un beneficio, es decir, enfrente el problema como propósito final de la política pública.
Sin embargo, también producirá algún costo que recaerá sobre alguna parte de la sociedad. Por
ejemplo, si se diseña una acción pública que busca reducir la contaminación del agua generada
por los efectos de una actividad industrial a través de la regulación de los vertedores de desechos
de las empresas responsables, el beneficio redundará en la comunidad en general porque
dispondrá de agua potable confiable que mejorará su bienestar, pero el costo recaerá en las
empresas porque deberán aumentar sus costos operacionales para no asumir unas altas multas o
hasta el cierre de su negocio. Este caso ejemplifica muy bien lo que sucede en todos los problemas
sociales, siempre hay beneficios para algunos y costos para otros. Es lo que se denomina como
‘intercambio de problemas’ en las políticas públicas.
Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, podemos, finalmente, construir nuestra propia
definición de política pública como:
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
Entendamos mejor los componentes que conforman esta definición haciendo las siguientes
explicaciones para cada uno:
i) El tiempo como un recurso escaso: El gobernante posee la restricción del tiempo de su periodo
de gobierno. Es el plazo que tiene establecido para mostrar efectividad en las acciones públicas,
es decir, para evidenciar los resultados de su gestión. La población juzga al Gobierno por sus
resultados durante toda la administración, e incluso después de ella. El Gobierno sufre, así,
permanentemente la evaluación constante de la sociedad y la urgencia del tiempo. El período de
maduración de los resultados de cada política pública se pueden dar en diferentes tiempos,
algunos se darán inmediatamente y otros ocurrirán mucho después, es posible que generaciones
siguientes. Podemos clasificar el tiempo de maduración de las políticas públicas así:
Las que maduran en tiempo político: se refiere a los resultados que se deben mostrar durante el
periodo de gobierno, tiempo en el cual el dirigente electo popularmente tiene que cumplir con
las promesas electorales, es decir, con aquello en que se comprometió en su programa de
gobierno y por el cual va a ser evaluado, y
Las que maduran en tiempo social: se refiere al tiempo propio de los procesos, y su tiempo
puede ser mayor al tiempo político. El tiempo social diverge para cada política pública; existen
acciones públicas que maduran más lentamente, es decir, que sus resultados solo se harán
evidentes después del periodo de gobierno. Por ejemplo, la construcción de una carretera tiene
un tiempo social de 3 meses, pero una política de mejoramiento de la calidad de educación
puede llegar a alcanzar un tiempo de maduración hasta una generación. Es por esta razón que
muchos gobernantes favorecen o privilegian la selección de políticas públicas cortoplacistas que
le permitirán mostrar efectividad dentro del período de gobierno y mantener un balance
político siempre positivo; sin embargo, no siempre esto es bueno para el colectivo social porque
los problemas más estructurales o complejos requieren de políticas públicas que no muestran
resultados inmediatos, sino a muy largo plazo. Ejemplos de este tipo de políticas públicas son
las orientadas al mejoramiento de la calidad de la educación, el fomento de la ciencia y
tecnología o la formación de capital humano, las cuales solo podrán mostrar resultados mucho
tiempo después del periodo de gobierno. Sin embargo, si recordemos a Dror, entre más lejanos
sean los resultados previstos, más inciertos éstos serán, porque van a sufrir la influencia de
variables que salen del control del Gobierno.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
ii) El encadenamiento entre el pasado, el presente y el futuro: Las decisiones que un dirigente
toma hoy dependen de la proyección del futuro que desee construir, pero también de la historia
de un pasado, de las experiencias adquiridas y del conocimiento de los hechos ocurridos. Tales
experiencias, hechos, actos y decisiones fueron realizadas por otros actores en el pasado que
afectan las decisiones y actos de hoy y, por tanto, tienen impacto sobre las decisiones y actos del
mañana. Las políticas públicas son diseñadas de esta forma, se prevé los resultados futuros con el
propósito de diseñar anticipadamente la acción pública presente. Esta es la relación entre el
pasado, presente y futuro de las acciones públicas. Tienen su origen en un problema que tiene
historia y de las acciones que, tal vez, ya fueron implementadas para enfrentarlo pero que hasta
ahora no han dado los resultados deseados y el problema continúa agravándose; la experiencia
de tales acciones o inacciones generaron la política pública de hoy para enfrentarlo, pero ella fue
diseñada también a partir de una visión de lo que deseamos sea un mejor futuro y no se sufra más
con el padecimiento de dicho problema. Este es el error de muchos gobernantes cuando llegan al
Gobierno: olvidan el pasado, no visionan un futuro deseable para la sociedad y toman decisiones
hoy sin sustentación planificada. Se piensa que lo que hizo el anterior Gobierno no puede
continuar y las políticas públicas que han tenido éxito o han venido dando resultados son
suspendidas, incluso aquellas que se sabe su tiempo de maduración social será en el muy largo
plazo, esto con el fin de implementar nuevas políticas. A manera de conclusión, en este proceso se
generan dos tipos de aprendizajes que fundamentan el diseño de las políticas públicas hoy: el de
la historia de los aciertos y errores cometidos y el de la planificación de lo que deseamos en el
futuro para la sociedad;
iii) Las metas y objetivos en diferentes horizontes de tiempo: Se refiere a la planificación de las
metas y objetivos que deseamos alcanzar en el corto, mediano y largo plazo. Cuando se diseñan
políticas públicas, se deben establecer las metas que deseamos alcanzar y los objetivos que
queremos cumplir en un determinado período de tiempo. En algunas acciones públicas se
requerirán técnicas de planificación para el corto y mediano plazo, y otras requerirán del uso de
técnicas de planificación de largo plazo, como la prospectiva. De este modo, como nos referimos
en el punto i), las políticas públicas maduran en diferentes momentos del tiempo, sea dentro o
fuera del periodo de gobierno. No todos las metas y objetivos establecidos para cada política
serán cumplidas al mismo tiempo, esto depende de muchos factores, entre ellos, la complejidad del
problema, los recursos disponibles, la viabilidad política y social de la medida, además del
contexto en que esta se desarrolle, entre otros. Algunas metas y objetivos se darán en los plazos
estipulados, otras serán realizadas mucho después del período de gobierno y algunas ni siquiera
serán cumplidos;
iv) La posibilidad de tener cursos alternativos de acción. El propósito del diseño de una política
pública es dar respuesta a un problema particular que genera malestar en la población o en
parte de ella. El Gobierno diseña un conjunto de acciones direccionadas especialmente para
atacar problemas sociales. Sin embargo, la selección de un curso de acción no es una tarea fácil,
puesto que implica evaluar, en la mayoría de las ocasiones, algunos cursos alternativos de acción.
El Gobierno, como autoridad pública, puede elegir entre varias opciones, pero ello depende
fundamentalmente del problema que se desea enfrentar; cada problema exige una respuesta
distinta, inclusive, un mismo problema en determinando momento histórico requerirá esfuerzos
distintos. Regularmente, para problemas altamente complejos no hay cursos de acción evidentes o
seguros, predominando la incertidumbre; en otros casos, solo existen opciones trágicas, es decir, no
hay otra opción, lo que significa que los costos son demasiado altos pero es necesario asumirlos. La
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
selección de una política pública debe nacer de un procesamiento sistemático del problema que se
desea enfrentar. De esta forma, como producto de un juicio bien fundamentado se podrán
identificar posibilidades de acción, es decir, alternativas posibles que ayudarán a enfrentar el
problema que se quiere atacar.
Seleccionar un curso de acción pública entre varias alternativas se convierte en una apuesta. El
Gobierno apuesta a que si elige la alternativa u opción A en un contexto determinado esperará
obtener unos resultados específicos, pero si las circunstancias son otras, la opción debe ser B y, por
tanto, los resultados esperados deberán ser otros. El dirigente y su equipo de gobierno deben
pensar en más de una alternativa de acción, considerando las múltiples variables que pueden
incidir en sus resultados, y estar preparados para redireccionar el rumbo cuando sea necesario. En
términos generales, de acuerdo con Kraft y Furlong (2007) los gobiernos, según sean sus
competencias, pueden emprender algunos tipos de acciones como las siguientes:
Así, el dirigente público afronta dos tipos de dificultades cuando debe enfrentar un problema: la
primera es identificar cursos de acción que den respuesta al problema y la segunda, seleccionar
cuál o cuáles de estos cursos identificados son viables. La primera dificultad está relacionada con
la capacidad del dirigente y de su equipo de gobierno para encontrar alternativas de acción, lo
cual puede exigir la aplicación de métodos de análisis o, hasta de la promoción de investigación
social y/o científica que dé las respuestas para enfrentar el problema, y la segunda, después de
haber identificado tales opciones, tener la capacidad de evaluar o juzgar la viabilidad de cada
una de estas propuestas. Para hacer esto se deben tener en cuenta algunos criterios que permitan
ponderar dichas alternativas de acción pública. Estos criterios de evaluación permiten enfocar el
análisis y seleccionar la ‘mejor’ alternativa entre varias. No obstante, cualquier evaluación que se
haga dependerá de los valores, ideologías, conocimientos y experiencia de los analistas del
problema y de la política pública. Aunque en el Capítulo 5 profundizaremos mejor sobre la técnica
de selección de las ‘mejores’ alternativas, aquí presentamos algunos de los criterios que Kraft y
Furlong consideran deben tenerse en cuenta para la selección de un curso alternativo de acción:
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
- Efectividad, la probabilidad de que con dicha medida se logren alcanzar los objetivos
trazados o los resultados que se pretenden lograr.
- Eficiencia, la relación de los costos económicos propuestos frente a los beneficios
esperados para la sociedad. Este criterio supone también que algunas veces el deseo de
lograr los más grandes beneficios posibles hace necesario no considerar mucho los gastos
que el gobierno asumirá.
- Equidad, se refiere a cuán justa o equitativa es determinada acción pública y cómo se
distribuirán los costos y beneficios entre la población, es decir, si son justos o no.
- Libertad o autonomía, la extensión a la cual una medida afectará la privacidad y los
derechos y elecciones individuales.
- Viabilidad política, se refiere a la forma en que otros actores sociales apoyarán o
rechazarán la medida propuesta.
- Aceptabilidad social, qué tanto la población aceptará y apoyará la medida propuesta.
- Viabilidad administrativa, se refiere al nivel de preparación y capacidad organizativa y
financiera de la institución que implementará la acción pública.
- Viabilidad técnica, se refiere a la disponibilidad y confiabilidad de la tecnología
necesaria para implementar la política pública.
Otro criterio de evaluación esencial debe ser la aceptabilidad ética, es decir, la consistencia de la
política pública con los valores que se promueven en la sociedad como son la libertad individual,
la justicia, entre otros. Anderson (1979) argumenta que existen ciertos “criterios obligatorios de
juicio político” que deben ser tenidos en cuenta en cualquier evaluación de una política pública
como son autoridad, interés público, eficiencia, derechos individuales, justicia, igualdad, libertad, o
ética en las investigaciones científicas. No se trata simplemente de la preferencia del analista de
políticas públicas por unos u otros criterios. El autor acentúa que dichas dimensiones éticas y de
valores normativos muchas veces son ignorados en la evaluación por varias razones: porque van
más allá de los límites del análisis racional, porque es difícil hacer un análisis objetivo sin dejar a
un lado los prejuicios personales o, como otros afirman, porque es innecesario realizar un análisis
de valores normativos cuando precisamente el papel del proceso político es dirigir y resolver
disputas éticas y de valores. Es mucho más fácil hacer estimaciones cuantitativas de costos y
beneficios que evaluar cuestiones tan cualitativas como la ética y los principios o valores. Para
Anderson no hay opción, estos criterios deben ser analizados, de otro modo, la evaluación será
incompleta e inadecuada, y
v) La diferencia entre táctica y estrategia: La decisión que un gobernante debe tomar para
poner en marcha una política pública debe estar enmarcada en la direccionalidad estratégica
estructurada en su proyecto de gobierno, el cual contiene el conjunto de planes, programas y
políticas públicas que implementará durante su gestión. Dicha direccionalidad representa la
estrategia del gobierno. La direccionalidad estratégica se operacionaliza en una secuencia de
acciones (políticas, programas, planes) que siguen una trayectoria previamente planificada
(táctica).
La dinámica del proceso de direccionalidad estratégica del Gobierno puede entenderse como una
trayectoria de situaciones encadenadas que se diferencian por sus resultados en cada momento
crítico de la evaluación. Cada nueva situación es el producto de una alteración de la situación
anterior que es generada tanto por la gestión del Gobierno como por la intervención de
circunstancias fuera de su gobernabilidad. La calidad de la gestión del Gobierno se refleja,
entonces, en la capacidad de conducción del proceso de transición de la situación inicial (Si) hacia
la situación objetivo (So), manteniendo la solidez y el equilibrio del sistema social en un nivel que
no ponga en riesgo la viabilidad del proyecto y la estabilidad del Gobierno como un todo. Esa
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
amenaza depende de la relación entre el grado de aceptabilidad del proyecto por parte de la
población y la fuerza de las minorías y actores opuestos. Si el grado de aceptabilidad es bajo, la
viabilidad del proyecto va a depender de la capacidad de construcción de acuerdos y consensos
sociales y de la posibilidad de vencer las resistencias de los oponentes. Si, por el contrario, el
grado de aceptabilidad es alto, la realización del proyecto podrá apoyarse en el consenso
democrático inicial, con mayor posibilidad de vencer la resistencia de minorías opositoras. Si no
existe aceptabilidad ni credibilidad para construir consensos ni fuerza suficiente para vencer la
oposición de actores poderosos, la situación puede ser de ruptura conflictiva y caótica,
amenazando la estabilidad y gobernabilidad del Gobierno. Un ejemplo claro de direccionalidad
estratégica lo constituye en Colombia, el Plan Estratégico de Antioquia hacia el 2020 –PLANEA. Se
instituyó como referencia esencial de largo plazo de la sociedad antioqueña y como un centro de
deliberación e impulsador de acciones para superar la problemática de inequidad y bajo nivel de
desarrollo del Departamento de Antioquia. Los últimos gobernadores han direccionado y
articulado sus planes de Gobierno de acuerdo con los lineamientos trazados en el PLANEA y con la
propuesta de Visión Antioquia 2020. Esto significa que el conjunto de políticas públicas del
Gobierno han estado articuladas a un proyecto de largo plazo de la sociedad que se desea en
los próximos años.
d. Capacidad institucional y social de gobierno. En los tres primeros puntos (a, b y c) nos hemos
referido específicamente al proyecto de Gobierno, es decir, al contenido propositivo. Sin
embargo, existe un elemento fundamental para el éxito de una política pública y, en últimas, para
el Gobierno en general, la capacidad de gobierno. Matus (2000) define la capacidad de
gobierno como la “capacidad de conducción o dirección que se acumula en la persona del líder, en
su equipo de gobierno y en la organización que dirige” (p. 385). Los elementos centrales de la
capacidad de gobierno son, por lo tanto, la capacidad personal de gobierno (del dirigente y su
equipo) y la capacidad institucional (la capacidad de los sistemas de trabajo y la estructura del
diseño organizativo). Esta última se refiere a la forma como se encuentran diseñadas y
estructuradas las instituciones públicas y a las reglas formales e informales que rigen su
funcionamiento.
Que este informe al Club de Roma elaborado por Dror (1996) se concentre precisamente en la
capacidad de gobernar, muestra que dicho problema no es ajeno a los países desarrollados o las
llamadas democracias maduras. Sin embargo, es ciertamente en los países en vía de desarrollo o
del tercer mundo en donde cobra una mayor relevancia por sus niveles de atraso científico y
tecnológico. El informe anual del Banco Mundial (Informe sobre el desarrollo mundial, 1997: El
Estado en un mundo en Transformación), revivió el debate sobre la necesidad de fortalecer el
papel del Estado e inició lo que se ha llamado ‘las reformas de Estado de tercera generación’,
este es un claro ejemplo de la manera limitada, confusa y poco fundamentada sobre cómo se
formula el problema de la baja capacidad de gobierno y la manera como debe ser enfrentado.
Como es bien conocido, en el mencionado informe, el Banco Mundial, aparentemente contrariando
su política de Estado mínimo promovida desde los años 80´s y que alcanzó su mayor intensidad a
partir de la divulgación del llamado consenso de Washington (1989), señala que los procesos de
reforma no pueden limitarse a reducir o diluir la función del Estado, sino que deben direccionarse
en lo fundamental a ampliar su capacidad de emprender y promover acciones de interés
colectivo en forma eficiente a fin de elevar el nivel de bienestar de la población. Hasta aquí,
parece que el Banco Mundial reconoce la Capacidad de Gobierno como el problema central del
aparato público tal como lo propone Dror y, posteriormente, Matus. No obstante, hay una gran
falta de rigor en la definición del concepto de capacidad del Estado. Textualmente el informe del
Banco Mundial afirma lo siguiente:
“Un Estado más capaz puede ser un Estado más eficaz, pero eficacia y capacidad no
son la misma cosa. Capacidad, en el sentido utilizado al referirse al Estado, es la
posibilidad de emprender y promover en forma eficiente acciones de interés colectivo,
como las relacionadas con el orden público, la salud y la infraestructura básica; la
eficacia es resultado de la utilización de esa capacidad para permitir a la sociedad
atender su demanda de esos bienes. El Estado puede ser, al mismo tiempo, capaz pero
no muy eficaz si su capacidad no se aplica a atender los intereses de la
sociedad”. (p. xx)
Esta definición presenta por lo menos tres deficiencias conceptuales. La primera, y más grave, es
que elude la complejidad y profundidad del problema de la capacidad de conducción del
aparato público olvidando los aspectos políticos, culturales, sociales y científicos que la conforman
y simplificándola al ámbito de la eficiencia, especialmente a la eficiencia económica. De esta
manera, se pierden los dos elementos esenciales que componen la capacidad de gobierno: la
pericia personal de la dirigencia pública y la calidad de los sistemas macro y microorganizativos
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
que caracterizan el aparato público. Así, se oculta la crisis del estilo de hacer política como uno de
las principales causas de la baja capacidad de gobierno en América Latina. Es lo que Dror
llamaría la ausencia de profesionalismo en el arte de gobernar. Es el dominio del político
improvisado, cuyo capital se limita a la experiencia y la capacidad de liderazgo. Un curandero o
brujo que, para sobrevivir, teme y niega la medicina. El Banco Mundial, como buena parte de los
organismos de cooperación técnica internacional, no da en el blanco del problema de la
capacidad de gobierno.
e. Movilizar el aparato público y la sociedad. Ya hemos mencionado que el diseño de las políticas
públicas no debe ser una tarea centralizadora del gobierno. Debe convocar la participación
activa de la sociedad tanto en el proceso de formulación como en el de ejecución y evaluación. Es
necesaria la construcción democrática de acuerdos y consensos básicos sobre el futuro del colectivo
social para que el proyecto disponga de la suficiente legitimidad y fuerza política en el
enfrentamiento de las resistencias por parte de grupos y actores poderosos de la sociedad. En
este sentido, el ejercicio del gobierno, la planificación y la evaluación no pueden constituirse en un
monopolio en cabeza de las instituciones del Estado. La conducción del proyecto de futuro debe
ser una tarea conjunta de todas las fuerzas sociales comprometidas con los objetivos
colectivamente definidos. Más que un Gobierno centralizando y monopolizando en lo alto, en la
gestión del proyecto se debe promover la consolidación de un sistema de gobiernos donde el
conjunto de organizaciones del Estado y de la sociedad civil cooperen y se articulen para el
enfrentamiento de los problemas seleccionados y priorizados en el plan de gobierno.
57
POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
f. Hacia el logro de un objetivo colectivo. En la polis, los problemas son comunes a todos y para
lograr los beneficios sociales “para todos” es necesario hacer sacrificios privados (Deborah Stone,
2002). Este esfuerzo colectivo se direcciona a la preservación del interés público sobre el interés
privado. Las políticas públicas deben responder al logro de estos objetivos colectivos, es decir, a
alcanzar el bienestar general de la población por encima del bienestar individual. Si existe una
alta proporción de niños deambulando por las calles pidiendo limosna en vez de estar en la
escuela, el Estado tiene el deber de protegerlos y darles educación. Para ello crea una política
destinada específicamente a identificarlos, recogerlos y llevarlos a instituciones dedicadas
especialmente a proporcionarles protección o a reenviarlos a sus padres garantizándoles una
educación pública. Vemos cómo una política pública fue diseñada para responder a un problema
social que afecta a una parte de la población infantil. No obstante, esta es una política pública
entre un conjunto de políticas que diseña el Gobierno para enfrentar los múltiples problemas a los
que tiene que dar respuesta, como parte de los objetivos del colectivo social. Así como existe una
política pública para los niños en la calle, existen otras políticas públicas para atender problemas
económicos, de transporte, vivienda, educación, salud, vías, entre otros, direccionadas al logro de
un objetivo de bienestar colectivo de la sociedad.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
g. El enfrentamiento de un problema conflictivo. Los problemas son el centro de partida del análisis
de las políticas públicas. El dirigente se enfrenta a numerosos problemas conflictivos en el
quehacer diario de su gestión, y la tarea esencial que debe cumplir es buscar la manera de hacer
frente a ellos de forma eficaz, en pro del bienestar de la sociedad. Como hemos venido
afirmando, debe focalizar su gestión en los problemas que considera prioritarios para la
población y para el futuro de la sociedad como un todo. Son estos los problemas que entrarán en
su agenda de Gobierno. Sin embargo, aunque los problemas están ahí y la población reclama
constantemente por ellos, el ejercicio de identificarlos y seleccionarlos no es una tarea fácil. Los
problemas son transversales, por tanto, atraviesan todas las esferas de la vida cotidiana de la
población. Ian Mitroff (1983) sostiene que los problemas no son de exclusiva competencia de una
única disciplina. El da el siguiente ejemplo: el uso de drogas no es un problema exclusivo del
ámbito de la salud pública, de la medicina, o de la siquiatría o del bienestar social, este problema
admite la injerencia de todos estos ámbitos, inclusive de otros como la calidad de la educación.
Mitroff afirma que esta visión corta de los problemas resulta ser casi fatal. Los problemas no
existen de forma atomizada, como diría Matus. El enfrentamiento de un problema exige
profundizar en su análisis de forma que sea capaz de integrar todos los aspectos relevantes que
lo causan. De este modo, cuando se diseña una política pública de educación, por ejemplo, no se
tratan solamente las acciones dirigidas a atender sólo aspectos educacionales, puesto que esta
también se ve afectada por otros problemas que requieren de otras políticas públicas. Una madre
no envía a su hijo a la escuela porque no tiene como alimentarlo bien y no tiene tampoco
suficientes ingresos económicos para sustentarlo en el sistema educativo. La madre debe priorizar
entre atender un aspecto esencial de su vida y la de sus hijos a otros que también son esenciales
para la sociedad en general. En nuestra experiencia como consultores en el área pública, nos
hemos topado muy comúnmente con esta clase de dilemas en la gestión pública. El dirigente debe
enfrentar diariamente este tipo de circunstancias y tomar decisiones, porque para ello fue elegido.
Los problemas son horizontales, atraviesan distintos ámbitos de acción social, por tanto las políticas
públicas no pueden ser unidireccionales y verticales, enfocadas en un sólo ámbito social
desconsiderando los demás problemas. Una política pública debe ser integral para dar respuesta
de forma eficaz al conjunto de problemas interrelacionados. El Gobierno desea que haya una
total cobertura escolar, pero se enfrenta ante una realidad: los niños no van a la escuela porque
no se alimentan bien, no se alimentan bien porque la madre no tiene suficientes ingresos, la madre
no tiene suficientes ingresos porque no tiene un empleo justamente bien remunerado, no tiene un
empleo bien remunerado porque no posee cualificación para un trabajo en el cual se le pueda
pagar mejor, y no posee un buen empleo porque, entre otras causas, la economía nacional no
anda bien. Esta no es la exageración de ejemplo de un problema, es la realidad social diaria de
la existencia de problemas conflictivos para los cuales el Gobierno debe dar respuesta a través
de políticas públicas integrales.
De esta forma, muchas de las políticas públicas deben estar articuladas. Entre ellas existe una
constante interacción. Una política pública afecta o puede condicionar la existencia de otra u otras
políticas públicas. Veamos otro caso: el río principal que atraviesa una ciudad y que surte de agua
potable a toda la población se encuentra altamente contaminado. Sumado a esto, en sus riberas
se asienta un importante número de familias. En época de invierno estas familias son afectadas
porque el rio generalmente se desborda. El Gobierno municipal, presionado por el problema de
salud pública que genera la contaminación del agua, decide emprender una política pública de
descontaminación y restablecimiento del equilibrio ecológico del cuerpo de agua y sus
alrededores, el cual significará direccionar una parte considerable del presupuesto municipal. Pero
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
para lograr cumplir los objetivos de recuperar el río y, por ende, mejorar la salud pública de la
población, deberá primero solucionar el problema de las familias que se encuentran asentadas en
las riberas. El Alcalde tiene dos opciones: desalojarlas del sitio sin importar el destino de niños,
ancianos y adultos en general, lo cual tendría un impacto social y político enorme que podría
afectar negativamente su gestión o, reubicarlas proporcionándoles alternativas de vivienda
dignas. Para el enfrentamiento de este problema actuarían varias medidas públicas de corto y
mediano plazo: (i) darle a cada familia, durante unos cuantos meses, un dinero específico para
que paguen un alquiler en otro lugar más seguro de la ciudad mientras consiguen alternativas
para mejorar sus ingresos (lo cual no solucionaría en el corto ni en el mediano plazo su problema
estructural de vivienda propia) y, (ii) diseñar un programa de vivienda de interés social destinado
a solucionar definitivamente el problema de techo que tienen estas familias. Como podemos
observar, el propósito gubernamental de diseñar una política pública para enfrentar un problema
de contaminación obligó al diseño de otra política pública para responder al problema de
vivienda que se generó o agravó con el enfrentamiento del primero.
La segunda se refiere a la tensión entre la técnica y los valores. En el mejor de los casos la ciencia
puede ayudar a representar mejor la realidad (realismo). Pero son los dirigentes quienes deben
decidir, en conjunto con todos los actores sociales, qué sociedad o modo de vida se desea tener.
Para ello, es necesario conocer cómo somos y en eso la ciencia es crucial. Pero el definir cómo
queremos ser es un problema de valores y de ideologías. Las decisiones tienen una carga
valorativa y normativa que tenemos que resolver en los planos de la filosofía moral, la ética y los
valores. Esas discusiones no se resuelven sólo con la técnica. Los gobernantes, los decisores públicos
deben decidir a quién afectar y a quiénes beneficiar con sus políticas públicas: ¿Quiénes sufrirán
las injusticias de las decisiones tomadas? ¿Los profesionales de las decisiones entienden esto? ¿La
preocupación por los valores es sólo una responsabilidad de los políticos y los decisores? ¿Qué tipo
de profesional están formando nuestras universidades? ¿Un profesional que cree ciegamente en sus
teorías y en la neutralidad de ellas?
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
del juego y tienen objetivos que pueden ser comunes, complementarios o conflictivos. Pueden
intentar mantener sus ventajas y acumulaciones logradas y lucharán por sus intereses y para ello
formulan planes, desarrollan estrategias, establecen alianzas, negocian, confrontan. En la
interacción social, el comportamiento de los actores no sigue leyes precisas; la creatividad humana
genera incertidumbre dura, por lo que se hace difícil predecir las acciones y reacciones de todos
los actores involucrados en las acciones públicas. El dirigente decide implementar una acción
pública “X”, ¿Cuál será la reacción de los actores que se verán perjudicados por dicha decisión?
¿Cuál será la respuesta del dirigente a dicha reacción? La teoría económica y los métodos
racionales de decisión suponen que en el mundo social dominan la “acción social no interactiva”, es
decir, la relación y separación sujeto-objeto. El objeto no interactúa con el sujeto, no pone
resistencia creativa y produce efectos predecibles. El esfuerzo del sujeto radica en descubrir las
leyes de funcionamiento del sistema. Una vez hecho esto, las consecuencias de la intervención sobre
el sistema son completamente predecibles. Por el contrario, la “acción social interactiva” supone
que el sujeto no es independiente del objeto. El sujeto está contenido dentro del sistema y, a su
vez, el sistema contiene otros sujetos. Como consecuencia, es imposible distinguir claramente entre
el sujeto y el objeto. La acción social no interactiva produce una relación unidireccional entre “YO”
y el “SISTEMA”, en donde es posible el cálculo paramétrico. En cambio la acción social interactiva
produce un cálculo interactivo, entre “YO” y el “OTRO”. Aquí aparece el verdadero problema
estratégico, la inviabilidad política y la interacción de actores con diferentes intereses y
capacidades.
Las respuestas de los seres humanos son distintas conforme sean las situaciones a las cuales se
enfrentan. Esto significa que no podemos saber a ciencia cierta cuál será la reacción de un actor
por efecto de una acción pública emprendida, nunca la conoceremos con precisión. En este caso no
podemos, como en los problemas bien estructurados, realizar modelos o técnicas que den una
solución concreta y objetiva; las soluciones de los problemas no estructurados, es decir, aquellos
altamente complejos y conflictivos que son característicos de todos los problemas sociales, sólo
pueden ser satisfactorias, incompletas o subjetivas. El comportamiento y la creatividad son amplios
y la capacidad de predicción de los decisores públicos se reduce bastante. Los actores tienen
diferentes perspectivas y utilizan diversos lenguajes para situaciones similares. Cada acción de un
actor produce una interpretación y reacción diferente en los otros actores y no sabemos, muchas
veces, cuáles son las intenciones reales que se esconden detrás de esta acción. El intercambio de
significados que se generan producto de las conversaciones entre los actores sociales se encuentra
sometido a diferentes tipos de ambigüedades. El actor 1 puede hablar A y el actor 2 puede
entender B. En el mundo social se habla con las propias acciones y estas pueden interpretarse de
múltiples formas.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
una clara diferenciación de éstos. Los problemas bien estructurados (well-structured problems) se
refieren a problemas o situaciones bien definidas tanto en su formulación analítica como en su
solución. Son problemas para los cuales hay suficiente conocimiento y son susceptibles a la
utilización de métodos precisos de solución, como por ejemplo la Investigación de Operaciones. Los
problemas mal estructurados (ill-structured problems) se refieren a problemas que no pueden ser
bien formulados, es difícil definir su naturaleza y desafían los métodos precisos de formulación;
por esencia envuelven el conflicto y la incertidumbre.
Carlos Matus (2000) también diferencia entre ambos tipos de problemas. El les denomina de
problemas bien estructurados y problemas cuasiestructurados. Los primeros se refieren a una parte
de la realidad que puede ser bien definida, es decir, donde podemos enumerar todas las
posibilidades y asignarles probabilidades objetivas. Los últimos se refieren a los problemas que
diariamente deben enfrentar las organizaciones públicas, caracterizados por la dificultad de
enumerar todas las posibilidades y la existencia de incertidumbre cuantitativa. Aun cuando más
adelante en el Capítulo 5 nos referiremos a este tipo de problemas con mayor profundidad,
podemos mencionar aquí las principales características de los problemas no estructurados o
cuasiestructurados:
i) El problema está determinado por reglas que no son precisas ni iguales para todos. Cada
actor crea sus propias reglas y las cambia o las adapta según su conveniencia.
ii) El actor está dentro y hace parte del problema y desde esta perspectiva lo explica y busca
soluciones o alternativas de soluciones.
iii) Enfrentar un problema social significa generar otros problemas o posibilitar el enfrentamiento
de otros problemas, es decir, siempre se presenta un intercambio de problemas que puede ser
positivo o negativo. El objetivo es tratar de que la solución dada no genere problemas
mayores que el que se está tratando de enfrentar. En la realidad social los problemas se
cruzan, se traslapan, no son totalmente independientes unos de otros.
iv) La efectividad de una solución es relativa al actor que está enfrentando el problema, para los
otros pueden existir otras posibilidades de solución.
v) Algunas veces el enfrentamiento de un problema requiere crear nuevos conceptos, que aún no
existen. El nivel de complejidad es alto y la incertidumbre es mayor.
vi) Las fronteras del problema y del sistema son difusas.
vii) El tiempo y el espacio son relativos al actor o a la organización.
viii) No existe el conocimiento para enumerar todas las variables y sus interrelaciones.
ix) El sistema es creativo, no son simples variables numéricas. Son actores sociales que están
jugando y sus intereses y posiciones varían, por tanto, sus soluciones también varían.
x) El desafío se plantea en términos sociopolíticos, aún así contengan algún aspecto técnico.
En los problemas o en las situaciones donde su esencia es la gran incertidumbre, se presenta tanto
incerteza cuantitativa como cualitativa. Reconocemos que nos enfrentamos a un futuro nebuloso y
sólo podemos distinguir algunos aspectos limitados del árbol de posibilidades. ¿Qué sucederá con
la economía Colombiana por la aprobación del TLC? ¿Cómo serán las relaciones con Estados
Unidos durante el nuevo Gobierno Barack Obama? En este tipo de problemas la capacidad de
predicción es nula y la capacidad de previsión es limitada. Este es el mundo en donde deben
trabajar las organizaciones públicas y los actores sociales. No están aislados, juegan dentro de un
contexto mucho más amplio, por lo que no es fácil predecir aquello bajo lo que tenemos poco o
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ningún control. De alguna manera podemos prever, y para ello nuestra alternativa es planificar la
acción pública, teniendo en cuenta posibles escenarios futuros, no llevados por el simple azar o el
curso de los acontecimientos.
A modo de conclusión, el juego nebuloso crea incertidumbres de distinta naturaleza y con distintas
implicaciones sobre la realidad social. Cada tipo de incertidumbre debe enfocarse con métodos
apropiados, para lo cual se deben disponer de un conjunto de herramientas de decisión para
cada situación. Como vimos en los tipos de problemas estructurados y problemas
cuasiestructurados, cada uno de ellos debe ser enfrentado con técnicas propias a su esencia. Los
problemas estructurados requieren de herramientas precisas como son la investigación de
operaciones, la programación lineal, protocolos, formulas, algoritmos, modelos algebraicos o
matemáticos, entre otros. Los problemas cuasiestructurados requieren de técnicas bastante
complejas y sofisticadas, que aunque no predicen con exactitud los acontecimientos posteriores,
permiten que nos preparemos a posibles futuros.
Como ya mencionamos, el Gobierno posee varias alternativas a la hora de adoptar una política
pública, como son regular, subsidiar, educar, investigar, privatizar, tercerizar, concesionar o
incentivar. T. Lowi (1964) desarrolla una tipología de políticas (que más adelante complementa R.
Salisbury, 1968, citado por Meny & Thoenig), dividiéndolas en cuatro categorías:
b. Redistributivas. Son acciones públicas que el Gobierno adopta para beneficiar a un grupo o
sector de la población a expensas de otra parte de la sociedad. Es una situación suma-cero
porque la ganancia de uno significa la pérdida de otros. El Estado fija unos criterios generales que
condicionan el acceso de los individuos a determinada política. La selección de tales criterios
dependen fundamentalmente de las cuestiones ideológicas, los valores y los principios que son
prevalecientes para el Gobierno. Es por esto que este tipo de políticas generan conflicto y son
difíciles de implementar. Ejemplos claros son los programas de seguridad social y las políticas
impositivas;
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y GOBIERNO EN DEMOCRACIA
ii) Políticas regulatorias protectoras o sociales. Este tipo de políticas buscan proteger a la
población en general de las actividades realizadas por el sector privado. Generalmente generan
conflicto o controversias debido a que es una forma de intervención directa del Estado en asuntos
privados. Ejemplos: protección a la propiedad intelectual, estatuto de protección al consumidor,
políticas de seguridad y salud laboral.
d. Constitutivas. Este rango de políticas se refieren a las acciones públicas que regulan el poder
del Estado y organización de las instituciones públicas. Por ejemplo, una reforma en la Constitución
o una reestructuración de las instituciones del Gobierno (creación de nuevas organizaciones, fusión
de algunas y eliminación de otras).
Desde la perspectiva de la Teoría del Juego Social (Matus, 2000) y, de acuerdo con las
discusiones del Estado y la relación Estado – Sociedad que hemos venido realizando, podemos
clasificar también las políticas públicas en tres grandes grupos:
a. Políticas Públicas Reguladoras. Tendientes a corregir o mejorar las reglas básicas constitutivas y
de funcionamiento del sistema político y social;
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