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BOLETÍN DE LA ACADEMIA PERUANA DE LA LENGUA

B. APL Vol. 44, Nº 44, Julio-Diciembre 2007


Periodicidad semestral
Lima, Perú

Director
Marco Martos Carrera
Comité Editor
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Rodolfo Cerrón-Palomino
Ricardo Silva-Santisteban Ubillús
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Traducción
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Casilla 180721. Lima 18

El contenido de cada artículo es de responsabilidad exclusiva de su autor o autores


y no compromete la opinión del boletín.
BOLETÍN DE LA
ACADEMIA PERUANA
DE LA LENGUA

Vol. 44, Nº 44

Julio – Diciembre 2007


Lima, Perú
BOLETÍN DE LA
ACADEMIA PERUANA DE LA LENGUA

Lima, 2º semestre de 2007 Vol. 44, Nº 44

Consejo Directivo de la Academia Peruana de la Lengua


Presidente: Marco Martos Carrera
Vicepresidente: Rodolfo Cerrón-Palomino
Secretario: Ismael Pinto Vargas
Censor: José Agustín de la Puente Candamo
Tesorero: Ricardo Silva-Santisteban Ubillús
Bibliotecario: Carlos Eduardo Zavaleta

Académicos de Número
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Rodolfo Cerrón-Palomino (1991)
Jorge Puccinelli Converso (1993)
Javier Mariátegui Chiappe (1994)
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Fernando de Szyszlo Valdelomar (1997)
José León Herrera (1998)
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Marco Martos Carrera (1999)
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Edgardo Rivera Martínez (2000)
Ricardo Silva-Santisteban Ubillús (2001)
Ismael Pinto Vargas (2004)
Eduardo Hopkins Rodríguez (2005)
Salomón Lerner Febres (2006)
Luis Alberto Ratto Chueca (2007)
Académicos Correspondientes
a) Peruanos: b) Extranjeros:
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Alfredo Bryce Echenique Günther Haensch
Luis Loayza André Coyné
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Eugenio Chang Rodríguez Marius Sala
Julio Ortega Wolf Oesterreicher
Pedro Lasarte Justo Jorge Padrón
Juan Carlos Godenzzi Humberto López Morales
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Académicos Honorarios
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Comisión de Gramática
Coordinador Rodolfo Cerrón-Palomino
Luis Jaime Cisneros Vizquerra
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Carlos Garatea Grau
Comisión de Lexicografía y Ortografía
Coordinador Marco Martos Carrera
Martha Hildebrandt Pérez Treviño
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Luis Alberto Ratto Chueca
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Augusto Alcocer Martínez
Aída Mendoza Cuba
Ana Baldoceda Espinoza
Marco A. Ferrell Ramírez
Luis Andrade Ciudad
Isabel Wong Fupuy
Oscar Coello Cruz
Gloria Macedo Janto
Rosa Carrasco Ligarda
Rosa Luna García
Agustín Panizo Jansana
BOLETÍN DE LA ACADEMIA PERUANA DE LA LENGUA
B. APL Vol. 44, Nº 44, ISSN: 0567-6002 Julio-Diciembre 2007

CONTENIDO

ARTÍCULOS

Gertrud Schumacher de Peña. ¿Cómo sobrevive el latín


en nuestro léxico? 9

Marco Martos Carrera. Teoría y práctica poética en


Haroldo de Campos y Octavio Paz o ¿Hay paz en los
campos de la poesía del siglo XX? 29

Óscar Coello. Don Alonso Enríquez de Guzmán, el albacea de


Almagro: Poesía del honor y lenguaje procesal del siglo XVI 49

Fernando Rodríguez Mansilla. Francisco de Carvajal,


vir facetus en el libro V de la Historia general del Perú 61

NOTAS

Luis Jaime Cisneros. Una lanza por Sarmiento 79

Ana María Gispert-Sauch Colls. Por una depuración


de expresiones actuales 87

INCORPORACIONES

Julio Calvo Pérez. Las palabras encantadas: reflexiones sobre un


diccionario de peruanismos 107
ONOMÁSTICA ANDINA
Rodolfo Cerrón-Palomino. Aimara 129

RESEÑA
Óscar Coello. Manual de semiótica clásica
(Fátima Salvatierra) 153

REGISTRO 159

DATOS DE LOS AUTORES 161


¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

B. APL, 44. 2007 (11-30)

¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

COMMENT LE LATIN A-T-IL SURVÉCU DANS NOTRE


LEXIQUE?

Gertrud Schumacher de Peña


Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Resumen:
Este artículo trata, dentro del marco de la lingüística histórico comparativa, de la
importancia de la etimología para la reconstrucción de etapas lingüísticas anteriores,
y de la problemática de estos estudios.

Recurriendo a algunas etimologías de Harri Meier y de su escuela, se muestran las


dificultades y sus soluciones en el trabajo etimológico a partir del estudio de las
palabras castellanas macho! ¡so!, chamba.

Résumé:
Cet article aborde, dans le cadre de la linguistique historique et comparative,
la question de l’importance de l’étymologie dans la reconstruction des étapes
linguistiques précédentes et la question de la problématique de ces types d’études.

En se basant sur certaines étymologies réalisées par Harri Meier et par son école, il
est démontré ici les difficultés et les solutions liées au travail étymologique à travers
l’analyse de mots espagnols, tels que, macho !, ¡so !, chamba.

Palabras clave:
Latín vulgar, etimología, peruanismos.

Mots clef:
Latin vulgaire, étymologie, péruanismes.

B. APL, 44(44), 2007 11


GERTRUD SCHUMACHER DE PEÑA

Desde tiempos remotos, algunas personas con el conocimiento


de más de un idioma, se han preguntado por el origen de las palabras.
Entonces, o se quedaban simplemente satisfechas si podían relacionar
alguna palabra con una de otro idioma, o se lanzaban a buscar el verdadero
origen.

De alrededor del año 600 d. C. tenemos un testimonio latino


valioso, un libro escrito por el famoso obispo Isidoro de Sevilla, que se
llama Etymologiae y que es considerado como una enciclopedia de los
conocimientos de su época. A nosotros nos interesan sus propuestas
etimológicas sólo por mera curiosidad. Al tratar de buscar alguna vez el
origen de la palabra latina cattus, encontré en este libro de Isidoro una
etimología que me sorprendió por su ingenuidad: el gato se llama cattus,
porque captat, ‘caza, agarra (ratoncitos)’. Vemos que se trata de una
explicación que toma en cuenta tanto el significante como el significado,
pero que tiene muy poco en común con el tipo de etimologías que se han
hecho posteriormente.

Desde el nacimiento del historicismo, se ha desarrollado en el siglo


XIX una lingüística cuyo máximo interés se ha centrado en la historia de
la lengua. La búsqueda de las lenguas «originales», la reconstrucción del
protoindo-europeo, por ejemplo, y las relaciones de parentesco entre las
diferentes ramas de un tal «árbol genealógico» han sido acompañadas por
la elaboración de gramáticas históricas, manuales sobre la formación de
las palabras y diccionarios etimológicos. La palabra clave fue reconstrucción.
Basándose en formas actuales, tanto de lenguas nacionales como de
dialectos, y con el apoyo de formas antiguas documentadas, había que
reconstruir estados anteriores de las lenguas. Si se conocía la lengua base,
como el latín en el caso de las lenguas románicas, se simplificaba la tarea,
aparentemente por lo menos. En todo caso había que descubrir las reglas
de los cambios ocurridos. En una cierta época se habló de «leyes fonéticas»,
y se creyó erróneamente que eran universales y sin excepciones. Ante todo
interesaban los cambios fonéticos. ¿Cómo podían ser conocidos?

Quiero mostrar como ejemplo el caso de un grupo de consonantes en


latín, PL- inicial de palabra. Veamos los resultados románicos de PLATTUS,

12 B. APL, 44(44), 2007


¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

PLANUS, PLANTA, PLAGA: rumano platã, -, -, plagã; italiano piatto,


piano, pianta, piaga; sardo piattu, pranu, pranta, piae; retorrománico plat,
pla(u)n, plaunta, pleja / playe; francés plat, plain, plante, plaie; provenzal
plat, pla, planta, plaga; catalán plat, pla, planta, -; castellano chato, llano,
llanta, llaga; portugués chato, chao, chanta, chaga / praga.

Observamos una cierta regularidad y si tomáramos más ejemplos,


tendríamos más seguridad al derivar las reglas fonéticas. En la mayoría
de las lenguas se conserva la p- inicial, mientras que la -l- siguiente puede
mantenerse o transformarse en una yod o r. Sin embargo vemos que en
castellano y portugués hay cambios diferentes. Nos encontramos con
la africada palatal č y la ë en castellano, y con la sibilante fricativa š en
portugués. No he tomado en cuenta, en castellano, la palabra culta planta,
porque ha sido prestada más tarde directamente del latín escrito. Para
descubrir las reglas de los cambios fonéticos, debemos tomar palabras
populares, originales, que muestran los cambios sufridos en el paso del
latín vulgar al romance.

Si encontramos reglas con excepciones, éstas deben ser explicadas a


su vez por otras reglas o a través de la historia de la palabra respectiva.

Pero desde luego, el asunto sería mucho más claro y sencillo, si todos
los sonidos o pequeños grupos de sonidos se hubiesen transformado en otros
sin importar su vecindad en la cadena hablada. Pero esta vecindad juega a
menudo un rol importante, como muestran los siguientes ejemplos.

¿Qué pasa con la T latina en castellano?

En las palabras TARDE > tarde; TERRAM > tierra; TAURUM >
toro, la regla es clara: en posición inicial de palabra, la T se conserva. En
las palabras TOTUM > todo; AMATUM > amado; ROTAM > rueda, la
regla dice: en posición intervocálica, la T se sonoriza. Al ver los siguientes
ejemplos: TANTUM > tanto; QUARTUM > cuarto; NOCTEM > noche;
LACTEM > leche; MULTUM > mucho; MATREM > madre; PATREM >
padre, el análisis muestra que en el interior de palabras hay que diferenciar
entre varias reglas:

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GERTRUD SCHUMACHER DE PEÑA

1) La T se conserva después de algunas consonantes, en este


caso después de N y R.
2) Los grupos latinos CT y (U)LT cambian en ch.
3) La T, seguida de R, se comporta como en posición intervocálica,
se sonoriza.

En los casos de CAPUT > cabo; AMAT > ama; AMANT > aman,
la T en posición final de palabra desaparece.

En los casos de PUTEUM > castellano pozo; MARTIUM >


antiguo castellano março, castellano marzo, la combinación vocal + TY1
da en castellano antiguo la africada sonora z [dz], mientras que consonante
+ TY cambia en la africada sorda ç [ts]; ambos se confunden pronto por
la desonorización de las sibilantes y dan como resultado, en el castellano
hispanoamericano, la s, mientras que en España se transforman en la
interdental [θ].

Estos ejemplos nos muestran que tenemos que observar la posición


de los sonidos dentro de la palabra y de la cadena hablada, además del rol
de los sonidos vecinos.

Tampoco debemos olvidarnos, especialmente en el caso de las vocales,


de su posición con respecto al acento. Las vocales tónicas se desarrollan de
manera diferente de las átonas. Además, los que están familiarizados con la
fonética histórica, saben que el rol sintáctico de una palabra es importante
también para su desarrollo formal. Podemos encontrar diferentes formas que
continuan una forma latina; por ejemplo: ILLAM > castellano ella procede
exactamente como lo esperamos. Pero, ¿cómo explicamos la forma reducida
la en el contexto la rosa? Proviene, sin duda, de ILLAM ROSAM. ¿Pero por
qué sólo se ha conservado la segunda sílaba? Por la posición átona del artículo
dentro del contexto de la oración. Esta posición átona es la culpable de lo que
parece ser una mutilación de la palabra original. Es algo tan común y pasa aun
hoy. Si decimos Doña Bárbara y comparamos esta forma del título con la de la

1
La Y representa aquí la yod que es el resultado de la E latina delante de otra vocal.

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¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

famosa Ña Catita o Ña Pancha, vemos lo que puede ocurrir a una palabra


cuando se encuentra en una posición átona, o con menor intensidad.

Sin estas reglas de los cambios fonéticos era imposible hacer


etimologías.

Por eso insiste Friedrich Diez2, el autor del primer diccionario


etimológico románico, en la importancia de su método crítico, que no se
basa en una cierta semejanza formal de dos palabras, sino en los «principios
y reglas de la fonética» (histórica).

Bueno, imaginemos conocer todas las reglas. ¡Qué fácil sería


entonces hacer etimologías! Pero no es así. No podemos conocer todas las
reglas mientras no hayamos solucionado el problema del origen de todas
las palabras. Cito otra vez a Friedrich Diez cuando habla de su intento de
escribir un diccionario etimológico románico. Lo considera un progreso
y dice: «der lautlehre, die sich an den schätzen, welche die etymologie zu
tage fördert, erfrischt und belebt, wird dies dereinst zu gute kommen.»3
Traduzco: «la fonética (histórica) se renueva y revive con los tesoros que
la etimología descubre; algún día redundará eso en provecho de ella.» Eso
significa, en otras palabras, que nuevas etimologías pueden contribuir a
aumentar nuestros conocimientos acerca de los cambios ocurridos.

Si el campo fonético ya parece complicado, debemos, sin embargo,


prepararnos para complicaciones mayores. Ingenuamente podríamos pensar
que conocemos la base de nuestro léxico, el léxico latino. Pero éste nos es,
lamentablemente, sólo conocido en parte. Y ni siquiera sobreviven todas
las palabras encontradas en la literatura clásica latina. Las lenguas romances
no son una continuación del latín clásico literario, sino del mal llamado
«latín vulgar», que es diferente de aquél. Según E. Coseriu4 se trata de una
lengua en constante evolución, no de un sistema funcional único, sino de

2
Friedrich Diez. Etymologisches Wörterbuch der romanischen Sprachen, p. III.
3
Ibid. p. V.
4
E. Coseriu, El llamado ‘Latín Vulgar’ y las primeras diferenciaciones romances. Montevideo
1954.

B. APL, 44(44), 2007 15


GERTRUD SCHUMACHER DE PEÑA

un latín altamente diferenciado según lugar, época, estilo y substrato.


Si FORMOSU, -A sobrevive en rumano como frumos / frumoasã y
en castellano como hermoso, -a, continúa una etapa latina anterior
a la de BELLUS, que es un diminutivo de BONUS / BENE, y logró
introducirse como neologismo en Italia y Francia en bello, -a, beau
/ belle.

La palabra latina CAPUT ‘cabeza’ continúa en romance, pero


a menudo no concretamente como ‘cabeza’, sino en sentido figurado
como ‘jefe, cabo’. Mientras que en francés este chef fue reemplazado
por tête ‘cabeza’ < TESTA ‘cacharro, tiestas, pedazo de éstas’ que en
el habla popular latino designaba al cráneo y a la cabeza, en castellano
encontramos cabeza que remonta a un derivado de CAPUT, a CAPITIA
‘perteneciente a la cabeza’. Con esto no ha terminado la historia de
CAPUT en castellano. Hace relativamente poco, que en el Perú se
usa como préstamo del francés, chef [čêf] con el significado de ‘jefe de
cocina’, en especial de un restaurante’.

La formación de palabras no ha sido en vano una de las preocupaciones


de los lingüistas con interés histórico. ¿Cuáles eran los prefijos, infijos, sufijos
usados en latín vulgar en las diferentes zonas del gran Imperium Romanum?
¿Cómo modificaban ellos fonéticamente las raíces? ¿Qué significado tenían?
¿A qué clase de palabras se unían?

Hasta hoy podemos afirmar que nuestro conocimiento de este tema


es aún limitado y que los etimólogos futuros descubrirán seguramente en
el latín vulgar una gran vitalidad con posibilidades de creación de nuevas
palabras.

Hasta ahora, casi no nos hemos ocupado del significado de las palabras;
nos hemos referido primero a la forma, sabiendo, que un lingüista con fantasía
es capaz de imaginar cambios de significado muy poco comunes.

La corriente antihistoricista a fines del siglo XIX y principios


del siguiente puso el significado en el centro de su interés: creaciones
metafóricas, expresiones afectivas, creaciones debidas a tabúes lingüísticos,

16 B. APL, 44(44), 2007


¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

fantasía de los hablantes, todo esto era, según los «idealistas», mucho más
importante que las reglas fonéticas.

Al jugar con el idioma, no existían reglas para ellos, la etimología


popular era más interesante que la etimología científica. Nadie va a dudar
de su existencia. Puede llevar a confusiones y explicar, en algunos casos, las
así llamadas cruces de palabras. Así menciona J. Corominas en su DCLC5,
que SERARE (latín tardío), derivado de SERA ‘cerrojo, cerradura’ se
haya convertido en el actual cerrar por confusión popular con SERRARE
‘aserrar’.

Pero así como los sonidos solos no relacionan palabras


etimológicamente, los significados solos tampoco. Sólo si en ambos lados
de la palabra hay suficientes pruebas, podemos presentar una etimología.
Presentarla, pero sin estar seguros de su veracidad. Citaré otra vez a Friedrich
Diez cuando explica en la introducción a su diccionario etimológico (loc. cit.)
la etimología según su método crítico: «Und doch, wie wenig vermag sie oft,
wie zweifelhaft sind ihre erfolge! Das höchste, was der etymologe erreicht, ist
das bewusstsein wissenschaftlich gehandelt zu haben; für absolute gewissheit
hat er keine gewähr, eine unbedeutende notiz kann ihm das mühsam
erworbene zu seiner beschämung unversehens unter den füssen wegziehen.
Dergleichen wird bei jeder forschung vorkommen, bei der etymologischen
gehört es zu den täglichen Erfahrungen, die auch dem scharfsinnigsten nicht
erlassen weerden. Darum bescheidenheit, selbst wo alles unsre deutungen
zu unterstützen scheint!» (Mi traducción): «Y, sin embargo, ¡qué poco puede
ella [la etimología crítica] hacer a menudo, qué dudosos son sus éxitos!
Lo máximo que alcanza el etimólogo, es la conciencia de haber trabajado
científicamente; no tiene empero la garantía de una certeza absoluta; una
noticia insignificante puede —para su vergüenza— hacer tambalear lo que
ha adquirido penosamente. Casos semejantes habrá en cada investigación,
pero en el trabajo etimológico, éstos forman parte de la experiencia diaria,
de la que no está exento ni el más sagaz. Por eso: ¡modestia, incluso ahí
donde todo parece apoyar nuestras interpretaciones!»

5
Joan Corominas, Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana.

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GERTRUD SCHUMACHER DE PEÑA

De suerte pues que la investigación etimológica no es fácil, sino


harto complicada. Consiste en un trabajo de detective paciente, ingenioso
e inteligente.

Propongo ahora ver algunos casos. En homenaje a mi «Doktorvater»


y maestro, Harri Meier, presentaré materiales de dos de sus interpretaciones
etimológicas y terminaré con una etimología de la misma escuela, hecha
por Udo L. Figge. En las tres etimologías se trata, entre otras, de palabras
castellanas conocidas en nuestro ambiente, cuya problemática es diferente
en cada caso. Sin embargo, tienen algo en común: remontan al latín vulgar
y postulan formas hipotéticas, derivadas de raíces conocidas que explican
formal y semánticamente de manera satisfactoria las palabras románicas
respectivas.

Varios lectores de este artículo conocerán, supongo, las tres clases


de so. Antonio Gálvez hace hablar a una negra «En eta vida hay tre clase de
so: so de prata, so de cielo y so de borica».6 «¡So borica!», así había insultado
anteriormente a su burra. Este último so nos interesa aquí. Harri Meier
trata el portugués seu mentiroso! y el castellano ¡so mentiroso! en su
trabajo sobre fantasía del pueblo y fantasía de los etimólogos7 ¿De dónde
vienen so / seu en este contexto? Desde los años 80 del siglo XIX, existen
dos explicaciones.

1) Carolina Michaelis de Vasconcelos8 propone una etimología


para ambas palabras iberrorrománicas, interpretando al seu, sua en oh seu
maroto! como forma reducida de un sustantivo, usado como proclítico, eso
es, en posición átona. Cita formas paralelas: hi de perro, en cas de, nao de
Deus. Cito a la autora «Según las leyes de la fonética sintáctica, senhor(a)
son tratados así [en forma reducida] en los idiomas hispánicos, allá, donde se
encuentran como vocativos del tratamiento, acompañados por otra palabra
que lleva el tono.» Seu viene entonces de séo < seió < senhó < senhor. La
6
A. Gálvez, Monólogo desde las tinieblas. Lima.
7
H. Meier, «Phantasie des Volkes und Phantasie der Etymologen». En: IN MEMORIAM
ANTONIO JORGE DIAS, Vol. II, 317-337, Lisboa 1974.
8
Carolina Michaelis de Vasconcelos, en Miscellanea di filologia e linguistica in memoria di
Napoleone Caix e Ugo Angelo Canello, Firenze 1885, p. 142.

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¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

autora no se refiere específicamente al castellano, pero menciona la forma


andaluza so que proviene de señor y se subentiende que su propuesta debe
valer también para el castellano.

2) Poco después y tal vez sin conocer esta explicación, Adolf Tobler9
propone otra interpretación. Al explicar la construcción francesa ils sentent
leurs bourgeois! (= les bourgeois qu’ils sont), dice lo siguiente (lo traduzco)
«es seguro que el portugués usa su posesivo en el mismo sentido, ... al lado
de burro, sua besta ‘burro, bestia que es Ud.’, seu medroso ‘Ud., miedoso’,
seu ingrato... etc.» Lo compara con un pasaje de Lope de Vega, que no me
parece ser tan convincente como para citarlo aquí, pero no cita los insultos
castellanos del tipo so bruto, pero sí el sueco din stygga! ¡tú fea!

J. Corominas (DCELC, s.v.), basándose en F. de Haan, T. Navarro


Tomás, Amado Alonso, Ch. Kany, R. Lapesa y otros, no pone en duda la
primera etimología y afirma: «...seor...sor - finalmente so (pues conmigo se
las corta, so soldado, Vélez de Guevara). De ahí posteriormente el empleo
so con insultos, para reforzarlos (so cochino, so majadero); el portugués
cambia seor en seu, empleado luego con el mismo valor interpelativo.» Así
también los encontramos en el DRAE y en la Historia de la lengua española
de R. Lapesa.

Sin citar más nombres, trataré de resumir la problemática, siguiendo


a H. Meier.

(1) En portugués y en castellano, la reducción de señor / senhor a


so / seu se da en ciertos estilos y regionalmente. En este contexto, el portugués
seu y castellano so ‘señor’ son homónimos del posesivo portugués seu y
del antiguo castellano so < SUUM / SUAM, que sólo ha sobrevivido en
esta fórmula de insulto.

9
Adolf Tobler, «Possesive Adjektive in seltneren Verwendungsarten.» En: Zeitschrift für
Romanische Philologie 12, 1888, pp. 431 ss.

B. APL, 44(44), 2007 19


GERTRUD SCHUMACHER DE PEÑA

Si no se acepta esto, como lo hace Leif Sletsjøe10, quedan otras


dificultades, tanto formales como funcionales: no se entiende por qué en
castellano se usa el masculino so ‘señor’ también como un insulto a una persona
femenina: so mentirosa, mientras que en portugués existe, al lado de seu burro,
un sua burra. Funcionalmente sorprende que las formas reducidas, estilística y
regionalmente limitadas, hayan pasado estos límites en la fórmula de insulto.

(2) Otras dudas, que se presentan cuando partimos de la base


SENIOREM, quedan sin explicación: ¿por qué sobreviven sólo so, resp. seu
de las tantas formas reducidas? No hay ningún seó, seió o algo parecido de las
tantas formas reducidas; además, faltan formas que remontan directamente
a señor / senhora.

(3) Si aceptamos que so / seu < SENIOREM y so / seu < SUUM / *SEUM
llegaron a ser homónimos en un determinado momento de su evolución, lo
vemos confirmado por diferencias básicas en su uso: la primera pareja se
usa delante de nombres propios o títulos: seu Angelo, so Reinaldo, la segunda
delante de adjetivos o sustantivos usados metafóricamente como adjetivos: ¡so /
seu mentiroso, so / seu burro!

(4) Aunque so / seu < SENIOREM pueden ser diferenciados


netamente en su origen de so / seu < SUUM / *SEUM, pueden acercarse
semánticamente en sus usos. Esto se da, porque una fórmula de respeto
puede usarse también irónicamente; ¡so concejal!, por ejemplo, cuando se
alude a un concejal que no merece ningún respeto. Por su lado, una fórmula
de insulto puede también usarse con fines afectivos, por ejemplo ¡so ladrón!
(se subentiende: de corazones).

(5) Para entender bien el origen de so / seu como pronombres


posesivos, debemos ocuparnos de la sintaxis pronominal. Como sabemos,
la función de los pronombres posesivos es, como dice el nombre, expresar
relaciones de posesión, así como la función de los pronombres personales
consiste en la identificación de las personas.

10
Leif Sletsjøe, So malandro – Seu burro – Din idiot!, en: Mélanges de philologie, offerts à
Alf Lombard, 1969, pp. 196-215.

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¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

En los idiomas románicos están, sin embargo, desde tiempos latinos,


ambos tipos de pronombres en competencia, lo que se ve en castellano, donde
en diferentes niveles estilísticos se dan hasta hoy los siguientes casos:
en su favor - en favor suyo - en favor de él
en su delante - delante suyo - delante de él
en su encima - encima suyo - encima de él
nuestra casa - la casa nuestra - la casa de nosotros

A esta concurrencia debemos nuestra fórmula de insulto con el


pronombre posesivo, y posiblemente, este uso se ha originado cuando el
portugués y el castellano no se habían diferenciado.

El uso negativo se debe seguramente al deseo de marcar bien


claramente la dirección hacia el insultado (los alemanes señalan la dirección
con el dedo). ¡Idiota! puede referirse hasta al hablante mismo, mientras
que ¡so idiota! excluye totalmente esta posibilidad. Además es mucho más
corta que *idiota de Ud. o *idiota que es Ud..

Resumamos: H. Meier ha separado etimológicamente el tipo de ¡so / seu


mentiroso! del tipo so / seu José, sa / siá María por su función y formas diferentes.
Con esto no se excluye una posterior confusión de ambos tipos, porque siempre
ha sido posible usar un título respetuoso delante de algo irrespetuoso. (Leo Spitzer
citó al italiano Sor bestia). Pero una etimología no sólo se hace tomando en cuenta
el afecto del ser humano y su fantasía creativa; es necesario que una propuesta
etimológica tenga una base sólida formal y funcional.

Después de haber visto cómo diferentes formas latinas han originado


palabras romances que posteriormente se han confundido, vemos ahora
cómo conviven varias formas derivadas de una misma base latina.

(1) Nadie duda del origen latino (MASCULUM) de las siguientes


palabras castellanas: (1) macho que como adjetivo significa ya, en un
testimonio de 1251, ‘de sexo masculino, igual que el latín masculus’. Como
sustantivo designa a un ‘animal de sexo masculino’, a un ‘hombre necio’, al
‘mulo’, a ‘una planta que fecunda a otra con su polen’, a diferentes ‘partes
de artefactos’, al ‘tronco de la cola de los cuadrúpedos’ y a otros.

B. APL, 44(44), 2007 21


GERTRUD SCHUMACHER DE PEÑA

(2) El último significado lo encontramos también como propio


de la palabra maslo, que antiguamente (s. 13) significaba ‘animal de sexo
masculino’ y que hoy tiene un segundo significado ‘astil o tallo de una
planta’.

(3) La tercera palabra es marlo, documentada en América: en


Argentina, Colombia y Venezuela con el significado de ‘coronta, espiga de
maíz desgranada’. Según Cororminas viene de maslo.

W. Meyer-Lübke11 que se basa en la Gramática histórica del español


de Gottfried Baist (1904), cita a maslo como continuación directa de
MASCULUS, y a macho como préstamo del antiguo portugués, donde
el grupo latino -SCL- tuvo, con seguridad, el resultado -ch-. Se trata, como
vemos, de un problema fonético, del resultado de -SC’L- en castellano.
Echemos una mirada a las gramáticas históricas del castellano.

F. Hanssen12 no ve ningún problema y dice «SCL, RCL se convierten


en ch.» El explica como excepciones *MASCLUM > maslo, *MUSCLUM
> muslo, *MISCLARE > mesclar (mezclar). Quiero aclarar lo siguiente:
SC’L- es un grupo consonántico románico debido a una síncopa.

Ramón Menéndez Pidal13 explica como voces semicultas a mezclar y


al anticuado malso < MASCULU; cito: «que dan al grupo de consonantes
SC’L tres soluciones diferentes». El considera a macho como resultado regular
de MASCULU (regla: «[el grupo] cons. C’L ... produce un sonido palatal
sordo...La primera consonante del grupo puede desaparecer.»)

V. García de Diego14 dice «SCL convirtió cl en ch, perdiendo luego la


s: MASCULU > macho, ACISCULA > achiche. El santanderino convierte
el grupo en ll, perdiendo la s: MASCULU > mallo ‘el maslo de la cola’.»

11
REW = Romanisches etymologisches Wörterbuch. Heidelberg 3ª ed. 1935.
12
F. Hanssen. Gramática histórica de la lengua castellana, Halle 1913, p. 60.
13
Ramón Menéndez Pidal. Manual de gramática histórica española. Madrid 16ª ed. 1980, pp.
12, 164.
14
V. García de Diego. Gramática histórica española. Madrid 1951, pp. 98, 118.

22 B. APL, 44(44), 2007


¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

Acerca de la forma maslo dice «[en] grupos romances de tres [consonantes]:


lo normal es la pérdida de la consonante interior, SC’L MASCULU > maslo
y por metátesis el ant. malso, MUSCULU > muslo.»

Resumo: Hanssen y García de Diego distinguen entre desarrollo


regular y excepciones. Hanssen considera a macho, García de Diego a
maslo como resultado regular. R. Menéndez Pilar explica macho como
continuación directa vulgar («Erbwort») de MASCULU, y a maslo como
forma semiculta.

J. Corominas, DCELC s.v. no explica nada, sólo comenta brevemente


«es erróneo creer con M.-L. (REW 5392) que macho sea portuguesismo, pues
el cambio de CL, PL o FL en ch es regular tras consonante.» Sin mayores
explicaciones habla de la «variante maslo».

En 1984, Steven Lee Hartman15 intentó fundamentar mejor la tesis


de Baist y de Meyer-Lübke, de que macho sea un préstamo del portugués.
Afirmó que en castellano sólo la forma maslo es la autóctona, porque
mientras que el portugués CL desarrolla la africada palatal ch tanto después
de una consonante sorda como sonora, en castellano sólo tenemos este
resultado después de una consonante sonora + CL.

Además él ha demostrado, luego de haber estudiado manuscritos


medievales, que en los siglos 13 y 14 maslo ha sido la forma preferida,
mientras que macho la ha reemplazado desde el s. 15. Según él, maslo es
la continuación directa castellana; macho, la correspondiente portuguesa
del lat. MASCULUM.

Todos los autores piensan que una palabra latina puede tener
sólo una continuación directa, popular, en una lengua. Si, como en este
caso, existen dos o más formas, se las explica como variantes semicultas o
préstamos de idiomas o dialectos vecinos. Sin embargo sabemos, todos los
que leemos textos en castellano antiguo, que allí hay con frecuencia lo que
yo llamo dobletes, por ejemplo: ambos – amos; troxiesse – truxiesse; ombres

15
En: Hispanic Linguistics 1, 1984, pp. 97-114.

B. APL, 44(44), 2007 23


GERTRUD SCHUMACHER DE PEÑA

– omnes – ome; Juanillo – Juanico; laores – loores, etc. Existen razones,


diversas causas, para tales divergencias. Tienen que ver con la falta de una
norma bien establecida, con circunstancias en la morfología, formación de
palabras, fonética sintáctica, etc.

Pero en nuestro caso específico podemos pensar en una propuesta


de H. Meier16 que retoma ideas suyas de 1930 y 1941. El había distinguido
cuatro fases en el desarrollo del castellano. Pasaré a caracterizar brevemente
tres de ellas.

(1) Castilla forma la parte oriental de la provincia romana en


Galicia, y comparte originariamente la herencia latina con el oeste de la
Península.

(2) Esta base lingüística es transformada por rasgos típicamente


castellanos, que provienen del extremo norte de Castilla, de Cantabria.

(3) Este proto-castellano se extiende, por el proceso de la Reconquista,


al resto de Castilla la Vieja, que había pertenecido en época romana a la
Tarraconensis oriental. Allí se produjo un proceso de nivelación, primero
de conflicto, entre las diferentes formas, las orientales y las occidentales.
Los resultados los vemos documentados en textos y documentos en antiguo
castellano (fuent – fuente, noch – noche; manu – mano; ambos – amos;
perdía – perdié, etc.).

Indudablemente, macho refleja la evolución occidental de


MASCULU. La forma oriental, presente en el catalán mascle y en masclo
de un antiguo documento bíblico oriental del s. 13, no ha sido conservada
en castellano.

H. Meier entiende la palabra maslo (cuya forma paralela muslo es


más conocida) como palabra castellana, resp. cantábrica original, popular,
como «Erbwort». Por razones semánticas y formales (en antiguo castellano
ya existe la forma con metátesis malso); él se pronuncia en contra de la

16
H. Meier. Etymologische Aufzeichnungen, Anstösse und Anstössiges. Bonn 1988, pp. 66ss.

24 B. APL, 44(44), 2007


¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

tesis de R. Menéndez Pidal (palabra semiculta). Además, maslo es la base


de la forma santanderina mallo ‘maslo’ y de las formas latinoamericanas
marlo y derivados.

Como última etimología, quiero mencionar brevemente una


propuesta de U. L. Figge.17 Me limitaré a señalar las grandes líneas de la
argumentación y a centrarme, en la medida de lo posible, en palabras
castellanas. He escogido esta etimología por varias razones: en primer lugar,
porque muestra cómo etimologías bien establecidas pueden ser reemplazadas
por otras; y luego, porque aquí están también en juego explicaciones para
el origen de palabras que son familiares y populares en el Perú.

La etimología céltica del verbo románico cambiare ‘trocar’,


documentado tardíamente en latín, no ha sido puesta en duda, porque
se fundamenta en un breve glosario en latín tardío «De nominibus gallicis»
del siglo V, donde se encuentran, según el comentario de H. Zimmer,
generalmente palabras del latín vulgar de origen céltico, que existían en el
lenguaje popular de entonces. Allí se define a cambiare con ‘rem pro re
dare’. Es una de las pocas palabras que no pueden explicarse inmediatamente
con raíces célticas.

Puesto que esta palabra, que continua en italiano cambiare, friulano


gam(y)á, francés changer, provenzal, catalán, castellano cambiar, antiguo
castellano camear, no remonta directamente a un verbo céltico, ha sido
interpretada como derivada de una raíz céltica *kamb ‘corvo, curvo,
doblado’. Walde-Hofmann18 trataron de explicar el cambio semántico,
postulando para ‘cambiar, trocar’ un significado originario de ‘girar’. Pero
los verbos célticos derivados de *kamb no significan ‘girar’, sino ‘torcer,
doblar’, lo que es algo bien distinto. De modo que, por un lado, esta

17
U. L. Figge, Rom. cambiare ‘tauschen, wechseln’, en: Romanische Etymologien 1. Vermischte
Beiträge I, Heidelberg 1968. pp. 27-38.
18
A. Walde, J. B. Hofmann, Lateinisches etymologisches Wörterbuch. 3 ts. Heidelberg 3ª ed.
1938-1956.

B. APL, 44(44), 2007 25


GERTRUD SCHUMACHER DE PEÑA

explicación no satisface; por el otro, parece sorprendente que los romanos


no hayan tenido una palabra latina para ‘trocar’. La explicación que sostiene
que cambiare haya sido prestado del céltico como palabra técnica del
vocabulario comercial (Ernout-Meillet)19 no convence tampoco, porque en
el mismo siglo de su primera documentación, que es el siglo II d.C., no
sólo significaba ‘trocar’, sino también ‘prestarse ayuda mútuamente’. Y este
significado ha sobrevivido en el retorrománico en un derivado *cambium
> bajo engadino far chomma, alto engadino fer chammi, ladino central
far tgomi, obwalden far comi. La ayuda mutua se hacía en faenas mayores
en el campo y en casa.

Frente a tales circunstancias, Figge propone una etimología latina


sobre la base de AMBO ‘ambos’. Como desarrollo paralelo cita a los verbos
derivados de BINI ‘dos a dos’ que son

*BINARE ‘hacer algo entre dos > besarse, dormir juntos’;


*BINARE ‘hacer algo dos veces > trabajar el campo dos veces’;
*BINARE ‘unir’
*COMBINARE ‘unir’.

Figge postula, sobre la base de AMBO, *COAMBARE ‘hacer algo


mútua-mente > ayudarse mútuamente’, ‘cambiar, trocar’; y *(CO)AMBARE
‘unir’.

El problema formal, es decir, cómo explicar el paso de *COAMBARE


a *CAMBARE y no a *QUAMBARE, no presenta dificultades, porque
hay suficientes palabras que testifican el mismo paso; acá mencionaré sólo
*CAGULUM < *COAGULUM.

Basándose en los continuadores románicos, Figge postula las


siguientes bases: *CAMBARE, CAMBIARE, CAMBIRE (documentado,
pero sin continuadores), y *CAMBULARE, *CAMBICULARE,

19
Alfred Ernout, Antoine Meillet, Dictionnaire étymologique de la langue latine. Paris 4ª ed.
1959.

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¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

*CAMBICARE. La diversificación de las bases se explica mejor con la


etimología propuesta que con la idea del préstamo de un verbo técnico
céltico.

Veamos los verbos que nos interesan aquí; no trataré los verbos que
significan ‘unir’.

(a) *CAMBARE y derivados tienen continuadores en sardo, en


dialectos italianos y retorrrománicos, en antiguo francés y en provenzal.
Continúan en el gallego / portugués (es)cambar ‘trocar, cambiar’ y en el
castellano cambalache ‘trueque’. Corominas deriva en su Diccionario crítico
etimológico de la lengua castellana cambalache del anticuado cambalachar
‘trocar’, probablemente tomado del portugués, donde deriva del anticuado
cambar por ‘cambiar’.

(b) *CAMBlLARE > *CAMBLARE > *CLAMBARE continuan en


rumano schimba, sardo cambá, provenzal klambá y en gallego y castellano
cham(b)ar. El antiguo castellano chambar ‘trocar’ y el castellano chamar
‘íd.’ han sido derivados por García de Diego en su Diccionario etimológico
español e hispánico de un antiguo francés chambar, que parece no haber
existido jamás.20 La explicación de Corominas para el gallego chambar
(cruce entre el portugués cambar y el francés changer) es inverosímil. Más
bien, postulando un verbo *CLAMBARE < *CAMBULARE, se explica
sin dificultades el nexo inicial ch-.

Los derivados postverbales tienen en parte el significado ‘trueque’.


Son riojano.y navarro chamba; castellano (jerga), riojano, navarro chama,
gallego chambo y se refieren especialmente al cambio de granos y semillas
por otra mercadería. En México, chambo significa también ‘negocio, venta’;
el riojano chambo es un ‘buen trueque, con ganancia’, el riojano chama
un ‘buen negocio, una ganga’; el navarro y el castellano chamba significan
‘chiripa, buena suerte’.

20
Cf. W. von Wartburg, Französisches etymologisches Wörterbuch. Tübingen 1948ss.
21
V. García de Diego, Diccionario etimológico español e hispánico, Madrid 1954, loc. cit.; íd.
en Revista de Filología Española 39. 1955, p. 125.

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GERTRUD SCHUMACHER DE PEÑA

Figge no cita el peruano chamba ‘trabajo’ y su derivado chambear.

En el ambiente académico, como en tantos otros, ‘tener chamba’


es ‘tener suerte’. Pero pienso que tener chamba puede tal vez derivarse del
significado de ‘tener ganancia, hacer un buen negocio’.

Una diversificación semántica parecida se da en las palabras que


García de Diego21 ofrece bajo changa que es para él una variante de chamba.
Se trata del andaluz changa ‘trueque, cambalache’; castellano changa
‘trueque o negocio con algo de poco valor’; gallego changa ‘negocio’, facer
changa ‘negociar’; navarro changa ‘trueque con ganancia, ganga, buen
negocio, buena compra’. Corominas quiere interpretar en su diccionario
etimológico esta changa como resultado de un cruce entre chamba y
ganga. Pero la variante de *CAMBULARE, un *CAMBICULARE >
*CAMBICLARE > *CLAMBICARE > *changar, explica más fácilmente
este grupo de palabras.

La última propuesta de Figge, que mencionaremos, se refiere a la


palabra ganga. Tanto cham(b)a como changa han sido parafraseadas como
‘gangas’. Por su significado podrían pertenecer a la familia de *CAMBARE;
un *CAMBICARE explicaría un *gangar, no documentado. Ganga no
existe con el significado de ‘trueque’, pero sí con el de ‘buen negocio’. Las
etimologías propuestas hasta la fecha son poco convincentes, cf. Corominas
en su Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana s.v. ganga (I, II).
Tanto ‘la materia que acompaña a los minerales y que es inútil’ como ‘un
pájaro con carne poco apreciada’ no explican bien el significado de ganga.
En favor de la etimología latina puede señalarse que *CAMBICARE es el
intermediario entre *CAMBARE y *CAMBICULARE.

Espero que tal vez algunos de nuestros lectores prosigan en la


búsqueda de los orígenes de nuestras palabras y propongan etimologías
bien fundadas y originales.

28 B. APL, 44(44), 2007


¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

BIBLIOGRAFÍA

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30 B. APL, 44(44), 2007


TEORÍA Y PRÁCTICA POÉTICA EN HAROLDO DE CAMPOS Y OCTAVIO PAZ ...

B. APL, 44. 2007 (29-48)

TEORÍA Y PRÁCTICA POÉTICA EN HAROLDO DE CAMPOS


Y OCTAVIO PAZ O ¿HAY PAZ EN LOS CAMPOS DE LA
POESÍA DEL SIGLO XX?

THÉORIE ET PRATIQUE POÉTIQUE CHEZ HAROLDO DE


CAMPOS ET OCTAVIO PAZ ; OU Y A-T-IL DE LA PAIX AUX
CHAMPS DE LA POÈSIE DU XXÈME

Marco Martos Carrera


Academia Peruana de la Lengua

Resumen:
El texto ubica la poesía de Haroldo de Campos en relaciòn con los formalistas,
con la poesía de Bertolt Brecht y con la escritura de Octavio Paz, como una de las
escrituras más originales en el siglo XX. La sensación de extrañamiento que emana
de su poesía, la permanente sorpresa que reciben los lectores, hermana a la lírica
de este escritor brasileño con la dicción de los mejores poetas de cualquier tiempo.

Résumé:
Le texte présente la poésie d’Haroldo de Campos comme l’une des œuvres poétiques
les plus originales du XXe siècle au regard de celles des formalistes, de Bertolt
Brecht et d’Octavio Paz. L’effet de distanciation produit par sa poésie, la permanente
surprise à laquelle ses lecteurs sont amenés apparente la lyrique de cet écrivain
brésilien à la diction des meilleurs poètes de tous les temps.

Palabras clave:
Campos, Brecht, Paz, poesía concreta, formalismo

Mots clef:
Campos, Brecht, Paz, poésie concrète, formalisme

B. APL, 44(44), 2007 29


MARCO MARTOS CARRERA

Si se hiciera una encuesta entre los entendidos y entre el público


en general sobre cuáles son las principales características de la teoría y de
la práctica literaria en el siglo XX, habría, no cabe duda, multitud de
respuestas, pero si una coincidencia se produjera, tal vez sería la mutua
influencia entre el quehacer teórico y la práctica escritural como nunca
había ocurrido en la historia de la humanidad. Esta afirmación, siendo
verdadera, hay que matizarla, puesto que hasta hace pocas décadas, dos
tal vez, ni los lectores de literatura ni los críticos literarios se preocupaban
por los derroteros seguidos por la teoría literaria. En otro campo, en el
de los creadores, en especial en el terreno de la poesía, ha habido
individuos, líridas que con su quehacer literario han conseguido modificar
nociones arraigadas, a veces durante siglos, y han conseguido que los
teóricos ensayen nuevas percepciones del fenómeno literario. Han
transcurrido más de ciento cincuenta años desde que Víctor Hugo se
propuso arrancar belleza a lo feo, aunque fue Baudelaire quien lo hizo, y
esa sigue siendo una divisa que puede encabezar la dicción de los poetas
de las megópolis contemporáneas.

En otra época, críticos como Samuel Johnson creían que la gran


literatura era universal y expresaba las grandes verdades de la vida humana,
de lo que se deducía que el lector no necesitaba ningún tipo de conocimiento
especial. Johnson consideraba que hablaba desde el sentido común y nos
informaba sobre la experiencia personal del autor, de su interés humano y
de la belleza poética de la verdadera literatura. Pero esta situación ha
empezado a cambiar, en las universidades primero y luego en los diarios y
revistas, por lo menos desde los años sesenta del pasado siglo. El nombre
de Roman Jakobson ha saltado de los artículos en libros y revistas a las
cátedras universitarias de todo el mundo, a la escuela secundaria y por eso,
desde hace décadas está en boca de mucha gente y en la escritura y en
pensamiento de Octavio Paz y de Haroldo de Campos, los poetas que
presiden esta reflexión.

Creemos, como lo ha dicho Umberto Eco, siguiendo a D. Macdonall,


que hay varias maneras de entender el término vanguardia. El primero,
que no es más corriente, pero que sí es el que nos parece el más justo,
identifica a la vanguardia con la idea de innovación desde el renacimiento

30 B. APL, 44(44), 2007


TEORÍA Y PRÁCTICA POÉTICA EN HAROLDO DE CAMPOS Y OCTAVIO PAZ ...

hasta la época contemporánea. De acuerdo a esta concepción, artistas de


vanguardia son Leonardo y Miguel Ángel, Garcilaso y Góngora, pero
también Borges y Vallejo. La llamada vanguardia del siglo XX, entendiendo
por tal a la obra artística que se desprende de Mallarmé por un lado y del
expresionismo, futurismo, dada, surrealismo, de otro, participa de esa
búsqueda y se interna, como la vanguardia de todas las épocas, por caminos
desconocidos que se convierten luego en tradición y son seguidos luego
por epígonos. En los comienzos de todo escritor, parece ser, hay una
asimilación de la retórica de su época, solo espíritus excepcionales como
Rimbaud, como Apollinaire, logran desde el principio introducir variantes
en lo que están aprendiendo a conocer. Justamente Rimbaud, Apollinaire
y Mallarmé son poetas que con su práctica modifican la teoría y eso es lo
que queremos destacar porque son nítidos antecedentes de lo que harían
décadas después Octavio Paz y Haroldo de Campos.

La práctica poética de los mejores líricos del siglo XX, con


conciencia del hecho, o simplemente habiéndolo absorbido en el aire de
época, debe mucho a los formalistas rusos que se propusieron buscar, lo
que algunos todavía consideran una quimera, lo específicamente literario
de los textos, rechazando la espiritualidad de la época romántica y
planteando la necesidad de una lectura atenta de los textos en búsqueda
de lo diferente en cada uno de los detalles. De un lado es asombroso que
esta escuela se haya desarrollado en la Rusia soviética, puesto que
soslayaba, por lo menos en los primeros tiempos, la importancia que los
marxistas daban al contexto, y de otro, es natural que una escuela así
surgiese justamente, a modo de reacción, en un país que iba camino a
regimentar la literatura, como ocurrió algunos años después. Justo es
decir, sin embargo, que los estudios formalistas se habían desarrollado
en un tiempo anterior a 1917, año de la revolución, pero indudablemente
en el clima de beligerencia que caracterizó a esa época. Como los antiguos
monjes medievales los formalistas se inclinaban sobre los textos en el
silencio de las bibliotecas, mientras cerca bullían las calles, se realizaban
reuniones secretas y la policía zarista buscaba disidentes y llenaba las
cárceles de adversarios del zar. Desde ese primer momento destacó Roman
Jakobson, quien en 1926 contribuiría a la creación del Círculo Lingüístico
de Praga, y a su lado Viktor Shklovski y Boris Eichenbaum. Pero al lado

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MARCO MARTOS CARRERA

de ellos estaban los poetas futuristas, cuyos primeros esfuerzos se dirigieron


contra lo que llamaron «decadente» cultura burguesa, lo que significaba
execrar de la búsqueda de los simbolistas en el terreno de la poesía y las
artes visuales. Estaban lejos de creer que el poeta era una especie de guardián
del misterio. Un poeta como Maiacovski estaba en la antípoda de la delicadeza
crepuscular de los simbolistas y afirmaba más bien el papel del artista como
productor de obras de arte. Los formalistas pensaban en sus primeros tiempos
que la teoría de la literatura tenía relación con la habilidad técnica del escritor
y las artes del oficio. Shklovki definió la literatura como la suma total de
todos los recursos estilísticos empleados en ella. Los primeros tiempos fueron
buenos para los formalistas, pero luego sufrieron la penetrante crítica de
Trotski en Literatura y revolución (1924). Las tesis de Jakobson e 1928 y los
trabajos de Baktin abrieron caminos para un entendimiento entre
posiciones aparentemente irreconciliables.

Una de las cuestiones más interesantes de los formalistas es el


concepto que formuló Shklovski de «extrañamiento». Comúnmente
asociamos este principio a Brecht, quien le dio forma muchos años más
tarde, pero es justo reconocer cuál es su origen. Shlovski recusaba la creencia
de los simbolistas de que la poesía es expresión del infinito o de alguna
realidad invisible. Argumentaba sobre la imposibilidad de conservar la frescura
de nuestra percepción de los objetos ya que las exigencias de una existencia
«normal» hacen que se conviertan en su mayoría en «automatizadas». La
visión romántica de que la naturaleza conserva la gloria y la frescura de un
sueño no corresponde al estado normal de la conciencia humana y es tarea
concreta del arte el devolvernos la imagen de las cosas que se han convertido
en objetos habituales de nuestra conciencia cotidiana. Los formalistas, a
diferencia de los románticos, concedían gran importancia a los recursos
utilizados para conseguir el efecto del extrañamiento, más que a las
percepciones mismas. Shklovski afirma:

El propósito del arte es comunicar la sensación de las cosas en el


modo en que se perciben, no en el modo en que se conocen. La
técnica del arte consiste en hacer «extraños los objetos, crear formas
complicadas, incrementar la dificultad y la extensión de la
percepción. Ya que, en estética, el proceso de percepción es un fin

32 B. APL, 44(44), 2007


TEORÍA Y PRÁCTICA POÉTICA EN HAROLDO DE CAMPOS Y OCTAVIO PAZ ...

en sí mismo y, por lo tanto, debe prolongarse. El arte es un modo


de experimentar las propiedades artísticas de un objeto. El objeto
en sí no tiene importancia.1

Los formalistas creían que las ideas, los temas y las referencias a la
realidad de un poeta eran meras excusas externas del escritor a quien se
pide justificar el uso de los recursos formales. Con el paso del tiempo
percibieron que los recursos no eran piezas establecidas de antemano que
podían moverse a voluntad en el juego literario. Entonces, en lugar de
referirse al principio del extrañamiento realizado por la literatura,
empezaron a referirse al extrañamiento de la misma literatura. A partir de
ese momento, y hasta ahora, si consideramos que mucho de lo que dijeron
los formalistas está asimilado por la crítica posterior, sea cual fuere su signo,
los formalistas pasaron a considerar las obras literarias como sistemas
dinámicos en los cuales los elementos se estructuran según relaciones de
fondo y de primer plano. Decía Jakobson que si un elemento particular «se
borra», desaparece, otros elementos pasarán a ocupar el lugar dominante
en el sistema de la obra. Definió al «dominante» como el componente
central de una obra de arte que rige, determina y transforma todos los
demás». El dominante proporciona a la obra un centro de cristalización y
facilita su unidad o gestal (orden total). La misma noción de extrañamiento
apunta al cambio y desarrollo histórico. En vez de buscar verdades etéreas
que reducen toda la gran literatura a un mismo patrón, los formalistas se
inclinaron a considerar la historia de la literatura como una revolución
permanente, término que tomaron de su antiguo adversario Trotski, en la
que cada nuevo desarrollo era un intento de rechazar el aliento muerto de
la familiaridad y de la respuesta habitual. Literatura, es a partir de ese
momento, lo que sorprende, lo que es diferente de lo conocido.

Puesto que tiene secretas conexiones con los formalistas rusos y


con el propio Haroldo de Campos, como se verá más abajo, digamos unas
palabras sobre Bertolt Brecht (1898-1956). Él es, no cabe la menor duda,
un virtuoso de la literatura que paseó su inteligencia, su perspicacia, su

1 La cita puede leerse en el libro de Raman Selden. La teoría literaria contemporánea.


Barcelona. 1989.

B. APL, 44(44), 2007 33


MARCO MARTOS CARRERA

talento, por todos los géneros literarios. Conocido por el gran público en
todo el orbe por la audacia de sus propuestas en la dramaturgia y en la
puesta en escena que revolucionan las tablas hasta tal punto que puede
hablarse de un teatro anterior a él y otro, que el propio Brecht encarna, y
que influye poderosamente en las propuestas escénicas que se hacen hoy
día, con la misma intensidad cultivó el cuento, la novela, el apólogo, los
carnets, el ensayo, la poesía. En cada uno de los escritos sabía poner en
tensión el lenguaje y con sabiduría, ironía y técnica depurada, ofrecía algo
nuevo al lector o espectador. Todo esto para decir que Brecht es un clásico
de la lengua alemana, alguien que por encima de las modas del momento
y de las ideologías, incluso la propia marxista, que el defendió en cada
minuto de su vida, tiene algo que decir a los hombres de cada circunstancia
histórica y en primer lugar a nosotros que lo leemos cincuenta años después
de su final. Bertolt Brecht nació en 1898, el mismo año de la muerte de
Mallarmé. Este, en 1897 había declarado que la poesía durante demasiado
tiempo había sido aliada de la música y era hora de que se vinculase con
otras artes. Y para dar el ejemplo hizo un poema, que la posteridad califica
de magnífico, donde jugaba con palabras en la página en blanco. Ese poema
Un coup de dés jamais n´abolira le hasard abrió el camino a la poesía cubista
de Apollinaire, quien en 1918, con sus caligramas hizo la trocha más ancha
por la que circulan orífices de la palabra que al mismo tiempo son artistas
plásticos, entre ellos Jorge Eduardo Eielson. Pero el propio Mallarmé, años
antes había escrito un poema, el titulado «Santa», en que hace aparecer
una mano que toca un instrumento que no es otro que un ala. Esos dedos
femeninos son de una música que tañe el silencio. Y esta es una línea de
poesía que tiene cierto auge secreto en el siglo XX. Lírica que quiere decir
lo nunca dicho, que piensa que la poesía habla no solamente de un mundo
de sueño, sino algo muy diferente de lo que conocemos como mundo
humano. Es una poesía que explora lo más abstracto, que deja de centrarse
en el individuo o en la colectividad, que regresa a una naturaleza apenas
entrevista. Es una poesía del riesgo, de la dificultad, de la posibilidad de la
incomunicación. Algo de ella podemos encontrar en los poetas herederos
del simbolismo como Yeats, como Rilke, como Pasternak, algo en los
herméticos italianos como Ungaretti, Montale y Quasimodo, pero tenemos
entre nosotros, los peruanos, una línea que efectivamente habla desde la
ribera del silencio, es la que va de José María Eguren a Emilio Adolfo

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TEORÍA Y PRÁCTICA POÉTICA EN HAROLDO DE CAMPOS Y OCTAVIO PAZ ...

Westphalen. Brecht quería otra cosa, deseaba vincular la literatura con la


vida de todos; educado en su propia lengua y en su propia tradición, pronto
dio muestras de un gran conocimiento de la literatura de occidente, desde
la que viene de los clásicos griegos y latinos, los renacentistas y barrocos,
Shakespeare principalmente, hasta las literaturas contemporáneas a su
propia escritura. Si con una escuela de su tiempo tiene que ver Brecht, es
con el expresionismo y en él, con la figura solitaria de Georg Trakl. El
tiempo es el mejor juez de los poetas. La posteridad ha querido que ese
joven austriaco que vivió entre 1887 y 1914, y que llevó una existencia
dolorosa, atormentado por el fantasma de la guerra y luego la realización
de esa pesadilla, y lacerado por sus conflictos personales, represente mejor
que otros el desgarramiento de una sociedad que iba perdiendo sus valores.
Forma exterior suave, y una situación interna de absoluto sufrimiento que
estando presente en los poemas, lo estaba más en la atormentada vida que
llevó. En cierto modo, no fue una sorpresa para sus conocidos que Trakl
decidiera quitarse la vida o que lo hiciera en uno de sus habituales excesos
en el consumo de la cocaína. Lo que asombra, más allá de los detalles, es
cómo ese espíritu agobiado y desconsolado pudo encontrar sosiego para,
con las galas de la poesía dejar un vivo testimonio de su tiempo sombrío.
Un autor vive más, cuando pese al perfume de época, tiene una secreta
conexión con el tiempo que lo sucede y que él no pudo conocer. A ese tipo
de intelectual lo llamamos clásico. Y Brecht se ha convertido en un clásico
de la lengua alemana. Lo que acerca a Brecht con la literatura de hoy es la
intertextualidad de todos sus escritos y el trasvase de géneros y, en el caso
de la poesía, su súbita aparición en la página en blanco. Brecht tuvo lo que
llamaremos fogonazos líricos en todos los textos que pergeñó,
principalmente en sus obras de teatro, pero también en sus apólogos, en
sus escritos en prosa, en sus novelas, y, naturalmente, en sus poemas. En
su caso lo épico no está reñido con lo lírico. Y esto tiene que ver con el
tiempo que vivimos. En buena parte del orbe acabamos de salir de una
moda, la de la literatura ligera, y vuelve a interesar una literatura que se
conecte con los problemas de la humanidad. El secreto de Brecht está en
que siempre entretiene. Su poesía está despojada de toda solemnidad, dice
las cosas importantes como conversando, sin que por eso tengamos que
hacer una relación con la llamada poesía conversacional hispanoamericana.
Brecht nos está hablando, como Vallejo, su contemporáneo, de la necesidad

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MARCO MARTOS CARRERA

de conocer el mundo, de evidenciarlo, pero también de trasformarlo. Los


tiempos antiguos, los mitológicos que cantó Homero, eran propicios para
una literatura que exaltara valores, como la prudencia de Néstor, la astucia
de Odisea, la cólera de Aquiles, la fidelidad a la patria de Héctor. Esa
literatura de trasfondo estructurado llegó a través de Virgilio y Dante al
renacimiento y luego a la época moderna. Puede decirse que incluso poetas
del siglo XIX como Baudelaire sintieron un trasfondo valorativo que
evidenciaron en la entrelínea de sus versos. Diferente es el tiempo de Brecht,
es la temporada del trastrocamiento de toda consideración ética. Es el
momento en que lo sólido se diluye en el aire, para usar la frase de Marx y
la guerra con su insoportable fetidez mancha todo lo que envuelve:

Los obreros claman por pan,


Los comerciantes claman por mercados,
El arado pasó hambre. Ahora
Pasa hambre el obrero.
Las manos, antes sobre el regazo, vuelven a moverse:
Voltean granadas.

Es de noche. Los cónyuges


Están en la cama. Las jóvenes esposas
Parirán huérfanos.

Los de arriba dicen:


Vamos a la fama;
Los de abajo dicen:
Vamos a la tumba.

Cuando empiezan a caminar, muchos no saben


Que su enemigo marcha a la cabeza.
La voz que les ordena
Es la voz enemiga;
El que habla de enemigo
Es enemigo él mismo.

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TEORÍA Y PRÁCTICA POÉTICA EN HAROLDO DE CAMPOS Y OCTAVIO PAZ ...

El estilo de Brecht en muchos de sus poemas ha sido llamado


lapidario. En el mundo latino la palabra designaba el estilo elaborado para
las inscripciones en piedra, lapis, en la lengua de la época:

En el muro y con tiza:


Queremos la guerra.
El que esto escribió
Ya es un caído.

Brecht literalmente escribe en el aire, alejado, no por propia voluntad


de su entorno natural, habla en nombre de los marginales, aquellos que
respiran el aire del exilio y confían sin embargo en las potencialidades de
naturaleza humana. Por eso, tal vez, su poesía quiere ser leída por todos y
tiene un empaque de fuera del tiempo, como si fuera un texto romano
escrito para la eternidad. Y esa es una de las claves de su valor: trasciende
las banderías. Más que portaestandarte del marxismo, Brecht es abanderado
de la humanidad.

Haroldo de Campos, ángel verdadero de la poesía

En poco tiempo, tal vez en un año solamente, Haroldo de Campos,


que seguramente ahora mora en el paraíso junto a Dante, Homero y
Virgilio, y Pound ciertamente, con los que en vida tuvo trato diáfano, se
está haciendo conocido en el Perú, como merecía, por numerosos lectores
y no solamente por un puñado de especialistas como lo era hasta ahora.
Verdad es que los concretistas brasileños fueron editados en uno de los
pequeños volúmenes que en los años setenta del pasado siglo editó la
Embajada del Brasil con el tenaz empuje de Hilda Codina, pero es cierto
también que las tres décadas transcurridas es mucho tiempo en la vida de
los hombres y nuevos contingentes de lectores con propias curiosidades
son los que ahora pueblan librerías, universidades, bibliotecas, ferias del
libro, que sin duda alguna están recuperando antiguos esplendores y
congresos de literatura que reúnen especialistas.

Puede decirse que la poesía contemporánea tiene tres momentos


de inicio: con Baudelaire, con Rimbaud y con Mallarmé, pero mientras

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MARCO MARTOS CARRERA

Baudelaire y Rimbaud modificaron la retórica de su tiempo con sus potentes


originalidades, Mallarmé hizo lo mismo, pero dio un paso más adelante:
quiso expresar en sus poemas el silencio, acercó la poesía a otras artes,
principalmente las artes gráficas, rompiendo o ampliando la tradicional
alianza entre poesía y música, organizando de un modo distinto los
materiales poéticos. Desde entonces, hasta los concretistas brasileños, la
noción misma de libro de poesía ha cambiado.

Para los concretistas brasileños y para Haroldo de Campos de manera


muy especial, un libro escrito con anterioridad a Mallarmé, que vivió entre
1842 y 1898, tiene todas las páginas iguales. Al escribirlo el poeta o narrador
seguía únicamente las leyes secuenciales del lenguaje. Las palabras podían
ser diferentes en cada página; pero cada página como tal, era idéntica a las
precedentes y a las que seguían. En el arte nuevo cada página es diferente;
cada página es creada como un elemento individual de una estructura (el
libro) en la que tiene una función particular que cumplir. Un libro de 500
páginas o de 200 o de 25, en el que todas las páginas son iguales, es un
libro que formalmente no es un nuevo objeto estético, por más emocionante
que pueda ser el contenido de las palabras del texto impreso en las páginas.
Piensan los concretistas que todavía hay y siempre habrá gentes a quienes
les gusta leer novelas. Un libro de poemas contiene menos o más palabras
que una novela, pero usa siempre el espacio real, físico, en el que éstas
aparecen de un modo más intencionado, más evidente, más profundo.
Porque para transcribir el lenguaje poético sobre el papel es necesario
traducir tipográficamente las convenciones propias del lenguaje poético.
La poesía es canto, repiten los poetas, pero casi nunca la cantan, eso fue en
el pasado. Los poetas casi nunca dicen la poesía en voz alta. La publican. El
hecho es que la poesía, tal como se da naturalmente en nuestra realidad,
aunque tiene el perfume de la oralidad, es poesía escrita e impresa, no
cantada y dicha. Ha ganado una realidad espacial de la que carecían los tan
fuertemente cantados lamentos o las hazañas de los héroes homéricos o
virgilianos. La introducción del espacio en la poesía, o de la poesía en el
espacio, es un acontecimiento enorme, de consecuencias literalmente
incalculables. Un libro es un volumen en el espacio. Es el terreno real de la
comunicación que toma forma a través de la palabra, su aquí y su ahora. La
poesía concreta representa una alternativa a la poesía. Es el libro,

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TEORÍA Y PRÁCTICA POÉTICA EN HAROLDO DE CAMPOS Y OCTAVIO PAZ ...

considerado como una secuencia espacio-temporal autónoma, que ofrece


una alternativa a todos los géneros literarios existentes. Pero no existe un
salto dialéctico, ni una línea de geométrica perfección entre Mallarmé y
los poetas concretistas brasileños, en medio está todo el desarrollo de la
poesía en la primera mitad de siglo XX, principalmente los poetas
considerados por C. M. Bowra como los herederos del simbolismo como
Valéry, Rilke, Stefan George, Alexander Blok, Yeats, y, naturalmente, los
poetas vinculados de una u otra manera a la vanguardia, desde los que hoy
nos parecen clásicos como Eliot o Pound, hasta los siempre diferentes como
Apollinaire o Artaud.

La producción proteica de Haroldo de Campos de poeta, ensayista,


traductor, ideólogo, dificulta y al mismo tiempo estimula las más variadas
interpretaciones. A diferencia de tantos poetas de tradición española que
van haciendo una obra única, amplificada sucesivamente a través de
numerosas variaciones, como Jorge Guillén o Javier Sologuren, la escritura
de Haroldo de Campos sale de las radas conocidas, para internarse mar
afuera, en lo ignoto. Cualquier texto suyo es poliédrico, admite las más
variadas interpretaciones, Poesía paradojal la suya, capaz de provocar
desconcierto permanente, con enorme capacidad de poner en duda nuestras
más arraigadas convicciones.

Haroldo de Campos es poeta pintiparado para los tiempos que


vivimos. Su originalidad se nutre de la tradición escritural poética y también
de la teoría literaria. En un tiempo en España se habló de los poetas
profesores, Haroldo de Campos es de la estirpe de poetas que conocen y
crean teoría literaria. Alguien que viene de la familia de Mallarmé y
Apollinaire, pero que también es de la estirpe de Jakobson, Benjamin,
Steiner. Lo primero que hay que decir de un libro suyo es que siempre es un
objeto lingüístico y visual que podemos palpar es que llama poderosamente
la atención y que convoca la curiosidad de muchas personas de diferentes
edades, sexos y condición social. Puesto el libro sobre una mesa, es el primero
que toma un niño y el primero que causa preguntas de los adultos. ¿Qué es
eso? ¿Cómo se come? Se come leyéndolo, incorporándolo a nuestra
experiencia. Se devora con los ojos, se le palpa con las manos o se le palpa
con los ojos y se devora con las manos. A Haroldo le hubiera gustado lo

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MARCO MARTOS CARRERA

que decimos porque lo que salía de sus manos y de su mente era diferente
a todo lo conocido y es por eso que estamos aquí reunidos, hablando de lo
que hizo, sintiéndolo.

Lo que tienen los niños y los científicos en común es la curiosidad,


el deseo de experimentación, la capacidad de dejar atrás las seguridades,
en todos los niveles, en los más elementales y en los más complejos. El
poeta original tiene esas mismas capacidades, ese tino de orífice de
manipular lo pequeño, los sonidos primordiales, los fonemas, y en esa
manipulación se acerca a los orígenes mismo de la lengua y nos invita a su
juego; cuando estamos inmersos en esa red de aliteraciones, una ronda de
palabras que da satisfacciones al espíritu, percibimos de pronto que el poeta
habla otra cosa y esa otra cosa es el poetizar del hombre en medio de una
sociedad detestable.

Haroldo de Campos ha acercado su poesía a la resolución del enigma


que siempre se presenta con nuevo rostro en cada circunstancia histórica.
Cuando murió Vallejo en 1938 y en las décadas siguientes que fueron los
tiempos en que su poesía se popularizó, pareció que no habría nadie capaz
de tocar, siguiendo las leyes secretas de la poesía que exigen en cada palabra
y en cada frase, el sufrimiento del hombre de un modo convincente y
límpido. Poetas que se acercaron a ese ideal como Pablo Neruda, en
numerosas ocasiones rindieron tributo a las circunstancias políticas
volanderas y estragaron sus versos en el altar de lo efímero. Lo mismo
ocurrió con los poetas de la poesía de circunstancias como Ernesto Cardenal
o Nicanor Parra. En hispanoamérica hubo otra línea de poetas, que emerge
ahora con singular brillo, que de un modo sesgado se ha referido a la
condición de dolor del hombre en los países del tercer mundo: Eliseo
Diego y Alvaro Mutis.

Pero en Brasil, las cosas han ocurrido de distinto modo. Desde 1922
por lo menos, hay una forma natural de incorporar al individuo, al hombre
de la calle, a la poesía. Hay numerosos poetas que son cultos, en el sentido
clásico del término, de cultura canónica, y al mismo tiempo participan de
una cultura popular. Y los nombres saltan a borbotones, desde Manuel
Bandeira en el célebre poema del enfermo de los pulmones repitiendo

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TEORÍA Y PRÁCTICA POÉTICA EN HAROLDO DE CAMPOS Y OCTAVIO PAZ ...

incansablemente 33 ante el médico y condenado a cantar un tango


argentino, hasta Mario de Andrade con «El poeta come maní» o desde
Oswald de Andrade dibujando las gafas del abuelo que el niño tira al retrete,
hasta Carlos Drummond de Andrade, extrañando las noches de Itabira,
sin vino y sin mujeres. Hay en la cultura del Brasil, en sus poetas y novelistas
como Jorge Amado o Rubem Fonseca, una fluidez entre lo más depurado
y lo propio de la calle. En este contexto Haroldo de Campos es primero
que nada un poeta, con todas las dotes de un experimentador del lenguaje,
fonética y morfosintácticamente, con un registro importante de vocablos,
es al mismo tiempo, un hombre de su tiempo que aboga por la justicia
para todos los hombres. Pero desde Vallejo no se había en la cultura
latinoamericana a un escritor que logre, tan alejado de la escritura
panfletaria, un reclamo en la esencia misma del poema que sea capaz de
conmover y decir las verdades más rotundas con una desnudez prístina.
Así ocurre en su texto Proemio:

¿mosca oro?
mosca hosca,

¿mosca plata?
mosca prieta.

¿mosca iris?
mosca soez.

¿mosca añil?
mosca vil.

¿mosca azul?
mosca mosca.

¿mosca blanca?
poesía poca.

¿el azul es puro?


el azul es pus

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MARCO MARTOS CARRERA

de barriga vacía

¿la poesía es pura?


la poesía es para

de barriga vacía

poesía en tiempo de hambre


hambre en tiempo de poesía

poesía en lugar del hombre


pronombre en lugar del nombre

hombre en lugar de poesía


nombre en lugar del pronombre

poesía de dar el nombre

nombrar es dar el nombre

nombro al nombre
nombro al hombre
en medio del hambre

nombro al hambre

Tal vez el poema que mejor explicite la postura política y poética


Haroldo de Campos es el texto titulado Oda (explícita) en defensa de la
poesía en el día de san lukács, reflexión que se basa en una conversación
entre Walter Benjamin y Bertolt Brecht. Ahí sostiene que los hombres del
aparato, es decir los burócratas, están contra la poesía porque se desvía de
la norma, y cómo se desvía, no solamente de la norma lingüística, sino de
las buenas maneras de las sociedades conservadoras, la detestan porque la
única propiedad que tiene es la forma como dice nada menos que el joven
Marx, porque no distingue la danza del danzante, porque no da al César lo

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TEORÍA Y PRÁCTICA POÉTICA EN HAROLDO DE CAMPOS Y OCTAVIO PAZ ...

que es del César que pide himnos, mientras ella ofrece poemas escatológicos
o una hebra de sol en el ojo selenita de Celan. De la poesía se dice que está
a la derecha, pero el joven Marx, lector de Homero, Dante, Goethe,
enamorado de la Gretchen del Fausto, sabía que su lugar está a la izquierda,
el loco lugar alienado del corazón. Lenin mismo censuró a Lunatcharski
por haber publicado más de mil ejemplares de un poema de Maiacovski
diciendo «demasiado papel para un poema futurista», pero él sabía que
idealismo inteligente está más cerca del materialismo que el materialismo
del materialismo desinteligente. Desmond Morris, el célebre biólogo, autor
de El mono desnudo y de El zoo humano decía todas las formas de gobierno
del ser humano son de derecha y que las formas de distribución pueden
tener características de izquierda. Ignoro, por supuesto, si Haroldo de
Campos conocía o no a Morris, pero yendo un poco más a fondo del
asunto puede decirse que lo que rescata Haroldo son los elementos utópicos
que están en el pensamiento humano, desde aquellos que están presentes
en la doctrina de Jesús, como la hermandad entre todos los hombres y el
perdón de las ofensas, hasta el propósito del joven Marx de construir el
paraíso en la tierra, en un intercambio de amor con amor, sin la alienación
que produce el dinero. Thomas Moro dijo en el siglo XV que su utopía
estaba en ninguna parte. Puede ser, pero a veces se aloja en la poesía de
algunos como Haroldo de Campos. En la utopía el hombre está feliz y
juega con el lenguaje:

Y jakobson roman
(amor /roma)
octagenario plusquesexappealgenario
acaricia con delicia
tus metáforas y metonimias
en cuanto abres de gozo
las alas crisoprasio de tus paranomasias
y el se ríe del embarazo austero de los savants

….

te detestan
lumpen proletaria

B. APL, 44(44), 2007 43


MARCO MARTOS CARRERA

voluptuaria
falsaria
elitista piraña de la basura
porque no tienes mensaje
y tu contenido es tu forma
y porque estás hecha de palabras
y no sabes contar ninguna historia
y por eso poesía
como cage decía

o como
hace poco
augusto
el augusto:

que la flor flora

el colibrí colibriza

y la poesía poesía.

Haroldo, cuando murió, estaba traduciendo «El paraíso» de Dante.


Que está ahí, ya no nos cabe la menor duda.

Octavio Paz tiene la palabra

Cada vez que se concede el Pemio Nobel de Literatura es usual que


en todos los rincones del planeta hayan personas que vuelven sus ojos a los
escritores y los académicos de cada país para preguntarles por la pertinencia
de la opción de la docta asamblea nórdica. Eso también ocurrió en 1990
cuando Octavio Paz obtuvo ese galardón. En América Latina ad ovo ad
mala, desde el principio hasta el fin, nos pareció una decisión correcta, no
solo por los merecimientos intrínsecos del poeta, sino porque era el solitario
representante de un grupo de escritores, fallecidos casi todos en ese
momento, y que están considerados los fundadores de la poesía
hispanoamericana, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Vicente

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TEORÍA Y PRÁCTICA POÉTICA EN HAROLDO DE CAMPOS Y OCTAVIO PAZ ...

Huidobro. Algo del sincretismo cultural que representamos había sido


distinguido por los académicos suecos. A partir de ese momento, la obra
de Paz, múltiple y polifacética, conocida en tantos idiomas, empezó a recibir
un reconocimiento que pocos hubieran soñado puesto que el premio
garantiza, como ninguna otra distinción, una difusión a escala planetaria,
el sueño de opio de todo escritor: no tanto ganar una medalla y mucho
dinero, sino ser leído en los rincones más apartados.

Dícese con razón al parecer que los premios literarios son derechos
que las mayorías conceden a las minorías y más todavía, a un grupo selecto:
los miembros de un jurado de especialistas. Es natural que así sea. Los
concursos son una manera de fomentar la difusión de la literatura. Pero
hay certámenes y certámenes. Los hay para quienes empiezan, para quienes
tienen a medio camino una obra y para los que la han desarrollado con
cabalidad. El Nobel es de estos últimos, es el más codiciado galardón
mundial al que puede aspirar un escritor y por lo mismo está negado a
casi todos. Por cierto los académicos suecos no son infalibles y aunque
prescinden expresamente de criterios políticos en sus decisiones,
procuran, tal vez inconscientemente, hacer justicia poética con todos los
continentes de la tierra y con todas las lenguas. Si fue sorprendente que
eligieran en 1989 a Camilo José de Cela, más inusual fue que concedieran
en 1990 ese premio a Octavio Paz, no tanto por los méritos que
sobradamente tenía el escritor mexicano, sino porque por primera vez
en toda la historia de Nobel, se otorga durante dos años consecutivos a
escritores de la misma lengua.

Octavio Paz, que ha practicado varios géneros literarios es


fundamentalmente un poeta. Los biólogos buscan la razón de ser del
hombre en la corteza cerebral, los músicos y los matemáticos en la capacidad
de abstracción que no tiene ninguna otra especie, los místicos en la
búsqueda de Dios y así sucesivamente. Para los poetas la palabra es el quid
de lo humano. La relación con ella define al hombre. Es ella la que permite
la relación con los demás; es ella también el conflicto. Sin ella, en una
comunidad extraña, somos animales, nos reducimos a nada, al lenguaje de
las señas o acaso al arte sin palabras, al mimo. El poeta se define como el
amante de las palabras. A ellas consagra su vida, su talento, su miseria. Si

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MARCO MARTOS CARRERA

se dedicase a otra cosa que no fuese la poesía, tendría lo que se llama éxito,
pero se negaría a sí mismo. Fue una paradoja de conceder el Premio Nobel
de Literatura a Octavio Paz en 1990. Un poeta, un inútil, uno de esos que
está haciendo versos toda su vida, no solamente logra expresar lo de los
demás y lo suyo propio, sino que también tiene masiva aceptación. Por eso
el mejor homenaje que podemos hacerle, y esta es una segunda paradoja,
es desacralizarlo, leerlo como si no hubiera ganado el Nobel, con la misma
unción con la que lo leíamos antes de haber recibido esa distinción.

Poetas hay muchos y su misión (aquella que no se ve pero que es


indispensable a la larga) es ordenar las palabras de la tribu como decía
Mallarmé. Excelentes poetas hay en cada lengua, que en cada siglo pueden
contarse con los dedos de una mano y son mejores porque no solamente
ponen orden en la Babel lingüística, sino porque son capaces, desde su arte
de encontrar aquello que está más allá de lo fáctico. Paz es uno de los pocos
poetas de la lengua española que es capaz de elaborar teoría a partir de su
práctica. En el campo estrictamente literario en España podemos citar a
García Lorca y a Cernuda como sus homólogos y en Hispanoamérica a
Borges. Pero Paz ha ido más allá que todos ellos y se hermana con Vallejo
porque a partir de la poesía ha intentado una explicación del mundo. El
llamado maestro de los mexicanos, atemperado con el paso de los lustros y
de las décadas, fue hasta el final de su vida, como le hubiera gustado a Sócrates,
un tábano de su sociedad, alguien desconfiable para todos los gobiernos.

Que algunos alaben a Paz por describir los excesos de los estados,
aquellos entes que magnánimamente llama ogros filantrópicos, que otros
también lo incorporen a las filosofías del mercado. El Paz que muchos
estimamos es el que desconfía del poder, como Haroldo de Campos
ciertamente, de cualquier poder, el gallo galante que pisa las palabras, el
cocinero que les tuerce el pico, pero también el que busca en la palabra la
voz exacta «y sin embargo equívoca, oscura y luminosa, tienda y fuente:
espejo: espejo y resplandor, resplandor y puñal, vivo puñal amado, ya no
puñal, sí mano suave: fruto.»

Leemos a Quevedo o a Vallejo cuando se nos encabrita la sangre.


Cuando buscamos la fusión de contrarios, la magia del lenguaje, la

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TEORÍA Y PRÁCTICA POÉTICA EN HAROLDO DE CAMPOS Y OCTAVIO PAZ ...

comunicación con culturas distantes (y hay un cosmopolita en cada uno de


nosotros), Japón, el Haiku, las sendas de Oku, la India y sus misterios. Leemos
a Paz, a Octavio Paz y sentimos que un hombre que es todos los hombres. En
un momento de larga turbulencia mundial en el que tantos hablan y hablan
y no dicen nada, el poeta le da lustre al lenguaje, le devuelve su valor simbólico.
Por eso concluimos aseverando que Octavio Paz tiene la palabra.

Hermandad

Homenaje a Claudio Ptlomeo

Soy hombre: duro poco


y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.

BIBLIOGRAFÍA

BRECHT, Bertolt. Poemas y canciones. Madrid. Alianza Editorial. 1989.

DE CAMPOS, Augusto. Décio Pignatari. Haroldo de Campos. Noigandres


I. Lima. Tierra brasileña. s/f. 80 pp.

DE CAMPOS, Haroldo. El ángel izquierdo de la poesía. Lima. Sarita


Cartonera. 2005.

_____.«Thalassa. Thalassa». En Noigandres I. Lima. Tierra brasileña. Poesía.


1983.

PAZ, Octavio. Obra poética. (1935-1970). México. Fondo de Cultura


Económica. 2004.

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MARCO MARTOS CARRERA

_____.Obra poética. (1969-1998). México. Fondo de Cultura Económica.


2004.

SELDEN, Raman. La teoría literaria contemporánea. Barcelona. 1989.

48 B. APL, 44(44), 2007


D ON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN, EL ALBACEA DE ALMAGRO: POESÍA DEL HONOR ...

B. APL, 44. 2007 (49-60)

DON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN, EL ALBACEA DE


ALMAGRO: POESÍA DEL HONOR Y LENGUAJE PROCESAL
DEL SIGLO XVI

M. ALONSO ENRIQUEZ DE GUZMÁN, L’EXÉCUTEUR


TESTAMENTAIRE D’ALMAGRO: POÉSIE DE L’HONNEUR ET
LANGAGE JURIDIQUE DU XVI SIÈCLE

Óscar Coello
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Resumen:
Este artículo traza una breve semblanza de Alonso Enríquez de Guzmán, poeta
cortesano y cultor del arte mayor; contextualiza su quehacer literario y pone en
evidencia los recursos del lenguaje judicial que emplea para poetizar. Así mismo,
describe los conceptos del honor y la honra en los que se enmarca el trabajo
artístico de Enríquez para, desde allí, aspirar a comprender el sentido que sustenta
el alma de algunos de los fundadores de las letras castellanas en el Perú.

Résumé:
Cet article constitue un bref portrait d’Alfonso Enríquez de Guzmán, poète
courtisan et fervent partisan de la poésie, art majeur. Il situe dans son contexte le
travail littéraire de l’auteur et fair ressortir l émploi, dans sa poésie, des ressources
empruntées au langage judiciaire. De même, il décrit les concepts d’honneur et de
réputation par rapport auxquels se définit le travail artistique d’Enríquez pour, à
partir de ce point d’encrage, essayer de déterminer la logique qui sous-tend l’esprit
des fondateurs de lettres castillanes au Pérou.

B. APL, 44(44), 2007 49


ÓSCAR COELLO

Palabras claves:
Poesía, lenguaje procesal, honor, Enríquez, Perú.

Mots clef:
Poésie, langage juridique, honneur, Enriquez, Pérou.

Don Alonso Enríquez de Guzmán no estuvo en el largo camino de


los manglares o de las islas desiertas, que desde Panamá hasta Piura
encontraron nuestros fundadores1. Tampoco estuvo en Cajamarca. A Lima
llegó recién en septiembre de 1535, cuando la ciudad ya estaba fundada.
Vino porque supo del oro del Perú por Hernando Pizarro. Vino porque
era hombre de la corte del rey y sus contactos en ella de seguro le sirvieron
al mismísimo don Francisco Pizarro, cuando pobre arribó a Sevilla, aquella
vez que fue por la capitulación de Toledo, y el bachiller Enciso lo hizo
echar a la cárcel para que le pagara unas monedas que le debía. Vino a
cobrarse el favor, vino con una meta: hacerse rico sucediera lo que sucediera.
Y se hizo rico. Cuando se fue, dejó el Perú ensangrentado por las guerras
civiles; utilizó su condición de noble para enfrentar entre sí a sus amigos
Francisco Pizarro y Diego de Almagro. No actuó solo, pero sí fue de los
principales revolvedores. Y cuando regresó a España bien cargado con las
prendas de su oficio de pescador de río revuelto, regresó con un solo
propósito: tomar venganza contra el que le hizo el favor de traerlo al Perú
en su comitiva, es decir, Hernando Pizarro.

Don Alonso Henríquez de Guzmán es el antihéroe de la fundación


del Perú. Su cinismo es irritante, se precia de ser descendiente del rey
Enrique II de Castilla, pero no por la vía legítima. Se precia de haber
deambulado por Italia en su juventud persiguiendo a Carlos V, que no lo
quería ni ver; se precia de haber mendigado disfrazado de judío cuando
no tenía para comer. No se sabe dónde, si en la calle o en la corte, es que
aprendió el arte de la conversación, era dicharachero y sabía hacer amigos

1 Keniston, Hayward (ed.): Libro de la vida y costumbres de don Alonso Enríquez de Guzmán.
Madrid: Biblioteca de Autores Españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros
días, Tomo CXXVI, 1960. 366 pp.

50 B. APL, 44(44), 2007


D ON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN, EL ALBACEA DE ALMAGRO: POESÍA DEL HONOR ...

que tuvieran una de estas dos cualidades: riqueza o nobleza. Era buen lector,
por tanto, instruido; escribía bien, sabía decir refranes, hacía versos. Entonces,
hizo muy buenos amigos: uno de ellos, el Duque de Alba lo llevó a la corte
del rey y su suerte cambió. Pero Dios pone un estigma en la frente de los
malandrines: también era pleitista y lo andaban echando de todo lado. Todo
lo hacía juicio, bofetada al insolente, duelo de espada. Cuando se descubrió
el Perú, el Consejo de Indias le prohibió venir a los nuevos territorios, porque
para entonces ya tenía bien ganada fama de alborotador. Pero logra
embarcarse en alta mar, amenazando al capitán de la nao con hacerle pagar
cara la afrenta hecha a uno de su prosapia cortesana. Aun así era cobarde, y
no se molestaba en ocultarlo. Corre en Mala, cuando la entrevista famosa
entre los conquistadores. Y cuando los indios cercan el Cuzco escribe en su
libro que «tenía bien liado mi oro, plata y ropa»2 para correr primero, si el
caso llegara. Por eso se gana el desprecio de Hernando Pizarro: solo había
venido a llevarse todas las riquezas que pudiera cargar. Cuando salió del
Perú se fue bien cargado. De regreso a España hizo escala en México y se dio
el lujo de hacerle una exhibición al mismísimo Hernán Cortés del menaje
en oro y plata que se llevaba: tinajas, cubiletes, estriberas, collares y cuentas;
y, sin duda, muestras de la finísima textilería de vicuña inca. Hernán Cortés
por la tinaja más grande le pagó mucho dinero y, además, lo invitó a La
Habana con todos los gastos pagados. Cuando arribó a Sevilla el rey Carlos
V ordenó que le quitaran todo y que lo encarcelaran, pues estaba convencido
de que esas riquezas provenían de cobrar por las intrigas entre los burdos
Francisco y Diego, que lo estimaban en mucho, por sus amistades en España,
por su zalamería y por saber hablar. En España se dedica a litigar judicialmente
para rescatar su dinero y para vengarse de Hernando Pizarro. Todo lo logra
por sus amistades y por el oro que se llevó del Perú; dice que se gastó 22
mil castellanos de oro en sus sinuosos procesos judiciales.

He dicho que hablaba bien, con mucho sabor y que era entretenido:
tanto para los ignorantes y desesperados soldados que merodeaban por las
punas del Perú como para los estirados príncipes de la corte española.
Alguna vez lo escuchó conversar el príncipe Felipe, futuro rey de España y

2 Porras Barrenechea, Raúl: Los cronistas del Perú (1528-1650). Lima: Sanmartí, 1962,
p. 124.

B. APL, 44(44), 2007 51


ÓSCAR COELLO

sucesor de la corona de Carlos V, y quedó embrujado por sus relatos del


Perú. Desde entonces el príncipe lo llevaba a todo sitio. No sabemos cómo
terminó. Alguna vez un loco le hundió un puñal en el vientre durante un
banquete, pero no murió. Lo último que tenemos de él es una carta fechada
de 1547, en España, motivada por una de sus frecuentes riñas.

De este Enríquez de Guzmán, nefasto personaje de los días aurorales


de la fundación del Perú, «caballero noble desbaratado», como cínicamente
se auto nombra —y, sin embargo, enterado poeta—, voy a hacer una breve
semblanza, porque en un proceso penal entablado contra Hernando
Pizarro, para hacerlo ajusticiar por la muerte de Almagro, escribe un alegato
en verso que, paradójicamente, es el primer poema escrito sobre el tema
del honor y de la honra en el Perú y América, hablo de 1541 a 1543; y, más
aún, escrito en el siglo anterior al siglo en que, en España, Lope y Calderón
habrían de iluminar con estos temas el teatro del Siglo de Oro. Y, para
más precisión, cuando Lope y Calderón ni siquiera habían nacido.

El texto

El poema al que me refiero es uno en arte mayor que está en el


Archivo General de Indias como manuscrito independiente y se titula:

Nueva obra y brebe en prosa y en metro sobre la muerte del illustre


señor el adelantado don Diego de Almagro

El poema también está en sendos manuscritos en Nápoles y Madrid


formando legajo con la crónica de Enríquez. Los tres manuscritos han
sido editados con suerte variada; desde la pésima edición de Sir Clements
Markham, en inglés, el año de 1862, titulada The life and acts of Alonso
Enriquez de Guzman, a Knight of Seville, of Order of Santiago, hasta la
excelente edición de Hayward Keniston, de 1960, con la que hemos
trabajado, y cuyo título es:

Libro de la vida y costumbres de don Alonso Enríquez de Guzmán.


Publicado por Hayward Keniston en Madrid, por la Biblioteca de Autores
Españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días.

52 B. APL, 44(44), 2007


D ON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN, EL ALBACEA DE ALMAGRO: POESÍA DEL HONOR ...

Voy a centrar mis apreciaciones en los conceptos del honor y la


honra que aparecen solo en la poesía del texto referido; pero, primero,
daré cuenta del lenguaje procesal al que apela para hacer más eficaz su
retórica interesada.

El lenguaje procesal del siglo XVI

El caso fue así: Cuando Hernando Pizarro hizo asesinar al enfermo


y arruinado Almagro, en el Cuzco, mediante un juicio político e infame,
el Adelantado llamó a los poquísimos amigos que le quedan a todo
condenado en este mundo para hacerlos sus albaceas. Entre ellos, llegó
don Alonso Enríquez de Guzmán. Y recibió un encargo nada despreciable
para él, llevar la causa ante la corte del rey para acusar a Hernando Pizarro
por el juicio írrito hecho a Almagro. He dicho que Alonso Enríquez de
Guzmán odiaba a Hernando porque este lo despreciaba por lo que era y,
además, por cobarde. Por ello, cuando llegó a España litigó en la corte por
años y no descansaba de pedir que mataran a Hernando, no contento con
verlo condenado a prisión casi de por vida en el castillo de la Mota, en
Medina del Campo. Enríquez de Guzmán era litigante nato, dedicado,
meticuloso, implacable. En su crónica escribe que tan atareado estaba con
sus juicios que desde que había vuelto a España no había tenido dos horas
con su mujer, luego de seis años de separación desde que se vino al Perú.
Y para completar su trabajo de litigante escribió un largo poema en arte
mayor, dirigido al rey Carlos V, sobre la muerte de Almagro y en contra de
Hernando, donde le decía:

1 Cathólica, Sacra, Real Magestad,


Çésar Augusto, muy alto monarca,
fuerte reparo de Roma y su barca,
en todo lo umano de más potestad.
Rey que procura saber la verdad,
crisol do se funde la reta justiçia (…).
3 (…) de vuestra potente persona ymperial,

así como a rey y señor natural


a bozes muy altas justiçia pedimos.
A vuestras Cortes, señor, ocurrimos

B. APL, 44(44), 2007 53


ÓSCAR COELLO

para espresar el caso de yuso,


pues Dios en su audiençia, grand Çésar, os puso
y en su lugar por vos nos regimos.

El poema era toda una demanda en verso, dirigida al Rey:

4Sabed un proçeso que fue fulminado,


que diz que se hizo muy contra derecho,
que contra don Diego de Almagro fue hecho,
en todas las cosas no bien sustançiado.
Hernando Piçarro, por nos acusado,
al qual acusamos por esta presente,
hizo de hecho, señor, lo siguiente,
no siendo juez por vos delegado.

El doctor Raúl Porras Barrenechea explicaba la existencia de estos


procedimientos del siguiente modo: «El hecho no se debe a un capricho
poético, sino que responde a una costumbre de época: se usaba el metro
para defender ante los príncipes algún litigio o reclamar mercedes o
perdones para algún agraviado. El verso era como un traje de gala para
presentarse en la corte y las mejores defensas eran unas coplas»3. Nosotros
estimamos este poema por ser una muestra soberbia del arte mayor en el
Perú.

En el poema, después, viene lo que llamaríamos hoy día, los


fundamentos de hecho y de derecho de una demanda, en donde se puede
saborear en todo su esplendor el lenguaje procesal del siglo XVI; un
castellano que él gastaba, acaso, ya en el Cuzco, para asombro de sus amigos
los conflictivos descubridores entrecruzados de litigios en los días aurorales
de la instalación de la juridicidad en el Perú:

«A vuestras Cortes, señor, ocurrimos


para espresar el caso de yuso...» (3, E-F)

3 Porras, Ibíd., p. 56.

54 B. APL, 44(44), 2007


D ON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN, EL ALBACEA DE ALMAGRO: POESÍA DEL HONOR ...

«Saber un proceso que fue fulminado,


que diz que se hizo muy contra derecho,
(...) en todas las cosas no bien sustanciado» (4, A-B, D)

«...hizo de hecho, señor, lo siguiente...» (4, G)

«Puesto en la cárçel escura y fragosa,


haze Piçarro proceso es abruto» (10, A-B)

«... ante él alegase de justo descargo» (10, F)

«La apelación le fue denegada...» (13, A)

«... de aquí, señor, hago tal rremisyón» (15, G)

«... para testar notario pedía...» (16, D)

«El testamento signado e firmado...» (24, A)

«Aver pronunçiado tan contra derecho


Almagro aver sydo traydor a su Rey,
quien dio tal sentençia meresçe por ley...» (31, A-C)

«... digo y alego no ser trayçión...» (32, B)

«... syn ser para ello juez competente» (32, H)

«Y si a Piçarro se diere traslado


desto que digo, espreso y alego...» (37, A-B)

«... solo por esto se debe pugnir.» (39, H)

Numero los versos conforme a la transcripción del poema que viene


en mi libro Los inicios de la poesía castellana en el Perú4.

4 Coello, Óscar: Los inicios de la poesía castellana en el Perú. Fuentes, estudio crítico y
textos [1999]. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú,
2001. 388 pp.

B. APL, 44(44), 2007 55


ÓSCAR COELLO

Don Alonso Enríquez de Guzmán, poeta de arte mayor

He dicho que Enríquez sabía hacer versos, pero no he dicho cuánto


sabía. Era diestro en el manejo del arte mayor, ese verso castellano que se
gestó en la corte del rey don Juan Segundo, el rey inútil, aquel que olvidó
sus tareas terrenales para consagrarse a solventar en su corte la vida y ocio
de cuanto artista de la palabra quisiera acompañarlo en los placeres del
decir galano; corte que albergó a un grupo de poetas contestatarios,
capitaneados por Juan de Mena, que se negaban a aceptar sin más las
imposiciones de la moda que venía de Italia y que los obligaba a medir los
versos en endecasílabos. Enríquez era discípulo de estos poetas; ellos
postularon que, desde la época de los griegos, la poesía es música, ritmo, y
que a semejanza de lo que sucedía en el viejo latín, los versos entendidos
como frases musicales no debían tener su cimiento en la métrica como lo
postulaba el Renacimiento italiano, sino que deberían buscar en la cláusula
rítmica, en el pie interior del verso, su apoyo esencial. Por eso trabajaron el
arte mayor, que es un verso que se define como de métrica variable, dividido
en dos hemistiquios por una fuerte cesura en cuyo interior permanecen
invariables sendos grupos dactílicos que le comunican un ritmo esencialmente
uniforme, yo diría, solemne. Es decir, poesía para oír, para leer de viva voz.

El honor y la honra

Pero en este poema, tal vez sin proponérselo, tal vez sin darle otro
fin que el de ser una ayuda memoria en sus juicios terrenales, Enríquez
nos dejó una muestra perfecta, vívida, latente de lo que era el concepto del
honor por aquellos años. Y de que es un poema de honra, lo explica así en
la breve introducción en prosa que hace del poema, cuando promete
poetizar en contra de los que «despojaron de su honra, vida y hazienda», a
Almagro, «segund el metro que adelante veréys».

Francisco Ruiz Ramón5, siguiendo a Américo de Castro (el De la


edad conflictiva), explica que, en el alto teatro del Siglo de Oro, la lengua

5 Ruiz Ramón, Francisco, Historia del teatro español. Madrid: Alianza editorial, 1967.
pp. 449.I

56 B. APL, 44(44), 2007


D ON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN, EL ALBACEA DE ALMAGRO: POESÍA DEL HONOR ...

literaria distinguía entre el honor —como principio, como concepto, como


la esencia a la cual se refieren los hechos— y la honra —es decir, la
materialización del principio, la conducta personal, el acto tangible—.
Escribe Ruiz Ramón, que estas cuestiones de honor y honra condujeron a
comportamientos absurdos, mirados desde nuestra óptica. Por ejemplo, al
ejercicio de una «razón cuya lógica va contra toda ética cristiana y contra el
propio querer personal»6, que crean un ser prisionero del qué dirán, «pues
son los demás quienes dan y quitan honra, es necesario vivir en permanente
tensión vigilante con todos los sentidos y el ánimo atentos a la opinión
ajena (...) Mientras no se cumpla la venganza el deshonrado es un miembro
muerto que la comunidad rechaza. Por eso, si la honra es equiparada a la
vida, la deshonra lo es a la muerte»7. Pero Ruiz Ramón está hablando,
repito, del alto teatro del Siglo de Oro español. Enríquez aquí no llega a
tanto, pero sí prefigura o anticipa en su poema el tema del honor y de la
honra; y así el tema resuma en el texto y recorre todos sus sentidos.

Ahora debo explicar cómo entendían el honor los contemporáneos


de Enríquez. Dice Jacob Burckhardt, en su recordado estudio sobre la
cultura del Renacimiento que, a principios del siglo XVI, Italia se
encontraba en una grave crisis moral, de la cual los espíritus mejor dotados
veían difícil la salida; sin embargo, fueron capaces de encontrar en el honor
la fuerza moral suficiente para oponerse al mal con el máximo vigor. Pero,
acerca del contexto histórico del honor, escribe el mismo Burckhardt: «Este
sentimiento del honor es compatible con la ambición inmoderada, con
grandes vicios, y es capaz de enormes engaños, pero es posible también
que todo lo noble que sobreviva en una personalidad se vincule a él y
saque de su caudal nuevas energías»8.

Burckhardt define el honor como una «enigmática mezcla de


conciencia moral y de egoísmo»9, alentada por la fantasía, que inducía al

6 Ibíd., p. 159
7 Ídem.
8 Burckhardt, Jacob: La cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, Editorial Iberia,
1946, p. 374.
9 Ídem.

B. APL, 44(44), 2007 57


ÓSCAR COELLO

individuo a buscar en el azar la rápida ocasión del triunfo personal


—aunque se jugara el todo por el todo—, o a estimar la venganza como el pago
gratificante para el espíritu ofendido —siempre y cuando ella revistiera los
cobros más aplastantes, refinados y mórbidos—, o a guardar un inapagable
sentimiento de gratitud ante el benefactor, lo que suponía cualquier
quebrantamiento de la justicia cuando se tratara de devolver el favor
recibido. En fin, el honor era aquel sentimiento a cuyos pies podía quedar
el crimen, la defensa del adulterio en bien propio, el cohecho, el despojo
o el latrocinio, y por el cual «se consideraron indiferentes los defectos a
pesar de los cuales fueron grandes los grandes hombres»10.

El honor del poeta Enríquez fecho al itálico modo

Esto explica con claridad por qué un hombre de conducta tan


reprobable —mirado desde nuestro siglo— haya construido, en los albores
de la fundación de nuestra patria un poema sobre el honor y la honra; un
poema expresamente enderezado a salir en defensa de Almagro a quien
los Pizarro habían privado, dice: «de su honra, vida y hazienda», «segund el
metro que adelante veréys», repito.

Pero no queda allí la cosa, sino que la cultura del Renacimiento


en Italia había comenzado por redefinir algunos conceptos sociales como
el de la nobleza, por ejemplo. Antes de la época de Enríquez, honor
tenían los nobles no los villanos; y, Almagro, por decirlo así, venía de las
capas pobres de España. Pero, afirma Burckhardt que, en Italia, «cuando
los condotttieri se convirtieron en príncipes y dejaron de ser requisito
del trono no solo la cuna y el linaje, sino la propia legitimidad de
nacimiento, entonces pudo creerse que había comenzado una nueva
época de igualdad y que el concepto de la nobleza se había desvanecido
por completo»11.

Luego, en la poesía de Enríquez, podemos comprender cómo los


hombres que surgen de la nada en la época del descubrimiento del Perú

10 Ibíd., p. 273.
11 Ibíd., p. 312.

58 B. APL, 44(44), 2007


D ON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN, EL ALBACEA DE ALMAGRO: POESÍA DEL HONOR ...

están plenamente convalidados dentro de un esquema del mundo que les


reconoce su derecho al ascenso social solo «por la fuerça de su braço» o
por la mayor audacia de la que fueran capaces. Y este reconocimiento les
aparejaba una honra, un honor que podían merecer, ganar y hacer valer
no importa lo que se haya tenido que pasar o pisar.

Aquí estriba la importancia literaria de Enríquez poeta. Sin dejar


el mundo medieval del arte mayor, en él se prefiguran ya las claridades de
la cultura del Renacimiento que se exportaba de Italia. Nuestro poeta
había estado, como he dicho, en Italia, persiguiendo a Carlos V. Gustaba
de leer y hasta plagiaba («por tales senderos me lleva la suerte») a Torres
Naharro, un clérigo español que vivía y publicaba en Italia (Propalladia,
Nápoles: 1517), cuyas obras teatrales ya prefiguraban el conflicto del honor
(v. g. la Comedia Himenea). Y que, además, en algunas de ellas «parece
complacerse en presentar ese abigarrado y confuso cuadro de vida
antiheroica y anticortesana, dominada por los groseros hilos de las pasiones
más elementales: el hambre, la lujuria y el amor al dinero»12, como dice
Francisco Ruiz Ramón.

Quiero terminar citando la crónica de Enríquez, cuando luego de


haber hecho riqueza fácil en el Perú, escribe al comendador Francisco de
los Cobos, uno de sus poderosos amigos en las altas esferas de la Corte de
Carlos V, y le desliza con toda naturalidad algunos rasgos de su espíritu
que serían incomprensibles fuera del contexto en el que levantan su honor
muchos hombres de su época. Dice Enríquez:

Ya Vuestra Señoría sabe que siempre que me conosció fue pobre


de hazienda, pero no de juicio. Antes este me sobró quanto estotro
me faltó, pues ni los aborresçí ni hize perjuizio a mi cuerpo ni a mi
honrra, porque no fue poca sagazidad loquear, sin prejuizio de las
dos cosas. Agora que a Dios Todopoderoso a plazido zacarme de
estala neçesydad, quiero declarar que mi demasiada conversación,
o loquasidad por mejor dezir, estava convidada de la pobreza (...) Y

12 Ruiz Ramón, Francisco, óp. cit., p. 81.

B. APL, 44(44), 2007 59


ÓSCAR COELLO

en verdad que no tengo culpa sy a sido falsa, porque siempre la he


gastado y despendido contra mi voluntad, pero no dexando de
conosçer sus quilates, tan bien como los que la resçibíades.13

El estudio de las letras de nuestros fundadores nos revela, sin duda,


las honduras —y, ¿por qué no?— los esplendores de su alma. En este caso,
hemos tocado, paradójicamente, los abismos hablando del honor. Mi
modesto estudio solo revela lo obvio: ni ángeles ni demonios, solo hombres
de su tiempo.

BIBLIOGRAFÍA

BURCKHARDT, Jacob: La cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona:


Editorial Iberia, 1946.

COELLO, Óscar: Los inicios de la poesía castellana en el Perú. Fuentes, estudio


crítico y textos [1999]. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, 2001.

KENISTON, Hayward (ed.): Libro de la vida y costumbres de don Alonso


Enríquez de Guzmán. Madrid: Biblioteca de Autores Españoles desde
la formación del lenguaje hasta nuestros días, Tomo CXXVI, 1960.

PORRAS BARRENECHEA, Raúl: Los cronistas del Perú (1528-1650). Lima:


Sanmartí, 1962.

RUIZ RAMÓN, Francisco: Historia del teatro español. Madrid: Alianza


editorial, 1967.

Observaciones:
1. El presente artículo cita como lo hace el Diccionario panhispánico de
dudas (DPD), pp. 773 y ss.
2. Se emplean las comillas españolas, también a indicación del mismo
DPD.

13 KENISTON , óp. cit., p. LIII.

60 B. APL, 44(44), 2007


FRANCISCO DE CARVAJAL, VIR FACETUS EN EL LIBRO V DE LA HISTORIA GENERAL DEL PERÚ

B. APL, 44. 2007 (61-76)

FRANCISCO DE CARVAJAL, VIR FACETUS EN EL LIBRO V


DE LA HISTORIA GENERAL DEL PERÚ

FRANCISCO DE CARVAJAL, VIR FACETUS DANS LE LIVRE V


DE L’HISTOIRE GÉNÉRALE DU PÉROU

Fernando Rodríguez Mansilla


Universidad de Navarra - UNC at Chapel HUI

Resumen:
El presente artículo analiza el punto de vista que el Inca Garcilaso asume con
respecto al viejo conquistador, Francisco de Carvajal, «El demonio de los andes»,
enfoque en el cual intenta desmitificar la imagen cruel y despiadada que los
demás cronistas han construido sobre él. Además, presenta una descripción sobre
la función que este personaje cumple en el libro V de la Historia General del Perú,
dónde se narra la guerra entre Gonzalo Pizarro y el pacificador Pedro de la Gasca.
Por otro lado, se revisa en Carvajal, el concepto humanístico del vir facetus, ese
hombre culto y refinado, capaz, al mismo tiempo, de deslumbrar en los salones
con su ingenio y sus facecias o divertidas anécdotas.

Résumé:
Cet article analyse la perception présentée par l’Inca Garcilaso du vieux conquérant
Francisco de Carvajal, communément appelé « Le démon des Andes ». Dans son
approche, il essaie de démystifier l’image cruelle et impitoyable de Francisco de
Carvajal, telle qu’elle a été divulguée par les autres chroniqueurs. De plus, cet
article présente une description du rôle joué par Carvajal dans le cinquième tome
de l’Histoire Générale du Pérou dans lequel est racontée la guerre entre Gonzalo
Pizarro et le pacificateur Pedro de la Gasca. En outre, Garcilaso a révisé chez
Carvajal le concept humaniste de vir facetus, cet homme cultivé et raffiné et, en
même temps, capable d’éblouir les salons par son génie et ses mots d’esprit ou par
ses anecdotes amusantes.

B. APL, 44(44), 2007 61


FERNANDO RODRÍGUEZ MANSILLA

Palabras clave:
Crónicas, corona, guerra civil, providencia, humanismo, vir facetas, etc

Mots clef:
Chroniques, couronne, guerre civile, providence, humanisme, vir facetus, etc.

Sabido es que el proyecto histórico narrativo del Inca Garcilaso en


la segunda parte de sus Comentarios reales, publicada bajo el nombre de
Historia general del Perú (1617), posee una visión trágica manifiesta sobre las
guerras civiles que asolaron estos reinos en las décadas siguientes a la
conquista1. Sin embargo, este texto surcado de asesinatos y traiciones posee
algunos interludios cómicos para disfrute del lector. Esto se observa
especialmente en los capítulos dedicados a Francisco de Carvajal, maese
de campo de Gonzalo Pizarro. En el presente trabajo analizaremos el punto
de vista que Garcilaso asume frente al viejo conquistador, bien distinta de
la ofrecida por otros cronistas, y la función que este personaje cumple
especialmente en el libro V, en el cual se narra la guerra entre Gonzalo
Pizarro y el pacificador Pedro de la Gasca. Si, como advierte el Inca, cada
libro de la Historia general acaba con una muerte lastimera «porque en
todo [la Historia general] sea tragedia» (VII, XIX, 250)2, puede considerarse
cada libro como una tragedia en miniatura o subtragedia. En la tragedia
particular que envuelve a Gonzalo Pizarro y sus hombres, Carvajal, como
vir facetus, cumplirá una función retórica primordial, la de la relaxatio (Luck
116), en medio de este episodio peliagudo de la conquista: la rebelión
encabezada por Gonzalo Pizarro que puso en jaque la autoridad de la
Corona en el Perú e inclusive el papel de Sebastián Garcilaso, el padre del
Inca, en la misma.

1 Carmela Zanelli, en particular, ha investigado los alcances del concepto, bastante


complejo y ecléctico, de «tragedia» vigente en la época del Inca y la aplicación que este
le da en su obra.
2 Las citas de la Historia general del Perú se toman de la edición de Ángel Rosenblat en
tres volúmenes que figura en nuestra bibliografia. En romanos se indican el libro y el
capítulo correspondientes y en arábigo la página.

62 B. APL, 44(44), 2007


FRANCISCO DE CARVAJAL, VIR FACETUS EN EL LIBRO V DE LA HISTORIA GENERAL DEL PERÚ

Este procedimiento no debe extrañamos. El Inca Garcilaso


demuestra constantemente, como lo indicó José Durand, «una elaboración
literaria de la historia» («Introducción», 82). Por otra parte, el discurso
histórico en su época no pretendía la rigurosidad científica que se le exige
actualmente. En su interesante estudio sobre La vocación literaria del
pensamiento histórico en América, Enrique Pupo-Walker señala que «ese sesgo
creativo de la historiografia americana fue determinado en gran parte por
consideraciones retóricas y ampliado, a su vez, por preceptos detallados
que elaboraron los primeros cronistas oficiales» (69). Para circunscribirnos
al personaje de Carvajal, cabe resaltar que su faceta jocosa está presente
también en otras crónicas, pero en ellas es solo un complemento de su
característica esencial según estas mismas: la crueldad. A Garcilaso le
debemos un enaltecimiento de la comicidad de Carvajal y una elaboración
literaria mucho más recusada del mismo que lo conecta incluso, como
veremos, con la mitología clásica. Creo que es posible afirmar, como lo
hace Pupo-Walker para referirse a la figura de Cortés, la cual guarda
reminiscencias de los héroes clásicos en las crónicas, que nos hallamos, en
el caso de Carvajal, también ante una «laboriosa ficcionalización de la
historia» (50).

Comparándolo con los testimonios de López de Gómara y el


Palentino3, constantemente citados y discutidos en la Historia general, se
observa que Garcilaso toma distancia de estos testimonios y superpone la
agudeza de Carvajal, tanto en lo militar, gracias a la cual Gonzalo Pizarro
vence en la estratégica batalla de Huarina, como en lo jocoserio. Garcilaso
se preocupa de matizar lo suficiente el lugar común de «cruel» que le

3 En particular Diego Femández de Palencia, a quien refuta más el Inca a este respecto,
da una descripción muy negativa de Carvajal, con el añadido de una edad sumamente
imprecisa: «Era en esta sazón [Carvajal] de edad de más de setenta y cinco años,
crudelísimo de condición, mal cristiano y muy codicioso» (I, XI, 20). López de Gómara,
por su parte, admite que Carvajal era el soldado más famoso en Indias, «aunque no
muy valiente ni diestro», reconociéndole solo la crueldad como su rasgo más
sobresaliente, ya que «dicen por encarecimiento: ‘Tan cruel como Carvajal’, porque
de cuatrocientos españoles que Pizarro mató fuera de batallas, después que Blasco
Núñez entró en el Perú, él los mató casi todos con unos negros que para eso traía
siempre consigo» (273). La exageración es insoslayable.

B. APL, 44(44), 2007 63


FERNANDO RODRÍGUEZ MANSILLA

endilgan otros autores a Carvajal: «Cruel fue, que no se puede negar; pero
no con los de su bando, sino con sus enemigos, y no con todos, sino con
los que él llamaba pasadores y tejedores, que andaban pasándose de un
bando al otro, como lanzaderas en un telar, por lo cual les llamaba tejedores»
(IV, XXVIII, 98). Garcilaso de esta forma transfigura la crueldad en una
operación punitiva frente la deslealtad contra su líder, Gonzalo Pizarro.

Esta crueldad aplicada a los tránsfugas lo erige en defensor de un


valor altamente estimado en el Antiguo Régimen (la fidelidad), no obstante
deba acatarse frente a quien, en principio, desde el punto de vista de la
Corona, es un desleal. Con todo, Carvajal es suficientemente hidalgo para
no ensañarse contra enemigos que se han conservado fieles a la Corona;
respeta su posición y los considera sus iguales: «Con estos tejedores que le
engañaban mostraba él su ira y crueldad, que a los soldados que
derechamente servían al Rey, sin pasarse por una parte a otra, les hacía
honra cuando los prendía y procuraba regalarles, por ver si pudiese hacerlos
de su bando» (IV, XXIX, 101).

Por este mismo rasgo de su personalidad (su deslealtad a la Corona


abrazando la causa de Gonzalo Pizarro), el Inca tiene que hilar muy fino
para que su simpatía hacia Carvajal no sea malinterpretada. Así, reconoce
que su rol en la guerra civil ha sido la razón por la que no ha merecido
todo el encomio que se merece, ya que para Garcilaso, en lo que respecta
a su talento militar, Carvajal fue

flor de la milicia del Perú si se empleara en el servicio de su Rey,


que esto solo le desdoró y fue causa de que los historiadores
escribiesen tanto mal dél; hombre tan esperimentado en la guerra
y tan diestro en ella, que sabía a cuantos lances había de dar mate
a su contrario, como lo sabe un gran jugador de ajedrez que juega
con un principiante. (V, XVIII, 199)

Otro descargo, contra la crueldad que se le achaca, se ofrece en el


episodio de la batalla de Huarina. El Palentino afirma que después de la
lucha, Carvajal remata a los heridos enemigos, lo que Garcilaso refuta,
enfatizando de esa forma el «buen arte militar» del conquistador:

64 B. APL, 44(44), 2007


FRANCISCO DE CARVAJAL, VIR FACETUS EN EL LIBRO V DE LA HISTORIA GENERAL DEL PERÚ

Carvajal no mató a nadie después de la batalla; contentose con


sola la victoria, que, por haberla alcanzado él por su buena maña e
industria (como fue notorio), quedó satisfecho por entonces y tan
ufano de su hazaña que se loaba de haber muerto él solo el día de
la batalla más de cien hombres, y pudiera decir que a todos los que
murieron en ella, pues los mató su buen arte militar. (V, XXI, 210)4

En contraste con el sádico Carvajal de las otras crónicas, el que


retrata Garcilaso adquiere cierto tinte de humanidad. Mientras López de
Gómara recoge el testimonio de un testigo que afirma que Carvajal,
capturado ya y vencidos los pizarristas, se extraña de que no hayan matado
a nadie, pues de haber ganado él ya habría descuartizado a novecientos
hombres, el Inca sostiene que «Carvajal no dijo la bravata de derramar los
cuartos de novecientos hombres por aquellos campos, que no era tan loco
ni tan vano como eso» (V, XL, 267).

En otro momento, haciendo la semblanza del viejo conquistador


que acaba de ser ajusticiado, el Inca nuevamente rechaza los testimonios
de los otros cronistas sobre el personaje: «En el discurso de su vida tuvo su
milicia por ídolo; y así todos los tres autores [el Palentino, Gómara y Agustín
de Zárate] lo condenan, pero no fue tan malo como ellos dicen, porque,
como buen soldado, presumía de hombre de su palabra y era muy
agradecido de cualquiera beneficio, dádiva o regalo que le hiciesen, por
pequeño que fuese» (V, XL, 269). Esto queda demostrado en el relato del
encuentro entre Carvajal y Miguel Cornejo, a quien el viejo soldado libera,

4 A propósito de la refutación que en este punto hace Garcilaso de la versión del


Palentino, que incluye una paráfrasis del discurso de este último que no hemos incluido
aquí, Rodríguez Garrido observaba que las citas y referencias tomadas de los cronistas
españoles (López de Gómara, Diego Fernández, Agustín de Zárate, etc.) constituyen
en la Historia general del Perú un recurso argumentativo muy importante para la escritura
de la historia que emprende el Inca: «[El Inca Garcilaso] parte del supuesto
reconocimiento del prestigio de las palabras de los cronistas españoles para llegar a la
destrucción de él. Insinúa una imagen modesta de sí mismo y construye la afirmación
de su autoridad» (113). La misma operación puede observarse, con mayor o menor
exactitud, en lo que se refiere a la representación del personaje de Carvajal, según
iremos viendo a lo largo de este trabajo.

B. APL, 44(44), 2007 65


FERNANDO RODRÍGUEZ MANSILLA

pese a que es del bando contrario a Gonzalo Pizarro, en razón de que


Cornejo lo había hospedado en su casa cuando Carvajal llegó al Perú.
Para no ser acusado de falta de objetividad, el Inca tiene a bien declarar su
fuente para este breve relato, ni más ni menos que Gonzalo Silvestre,

el mayor enemigo que Carvajal tuvo y por el contrario amicísimo


de Diego Centeno [también antagonista de Carvajal] [...] Doy
testimonio tan fidedigno, porque ni en abono ni en mal suceso de
nadie pretendo adular a quienquiera que sea, añadiendo o quitando
de lo que fue y pasó en hecho de verdad. (V, XXV, 221)

Más adelante, negando algunas de las anécdotas que cuentan los


otros autores sobre las últimas horas de Carvajal, que lo pintan como
alguien despreocupado de su tránsito a la otra vida, nuevamente Garcilaso
defiende su objetividad, no obstante empática con el conquistador,
resaltando que Carvajal quiso matar a su padre y que por tanto no tiene
por qué hacer estos descargos sobre su personalidad:

Pero la obligación del que escribe los sucesos de sus tiempos, para
dar cuenta dellos a todo el mundo, me obliga y aun fuerza, si así se
puede decir, a que sin pasión ni afición diga la verdad de lo que
pasó. Y juro, como cristiano, que muchos pasos de los que hemos
escrito los he acortado y cercenado, por no mostrarme aficionado
o apasionado en escribir tan en contra de lo que los autores dicen,
particularmente el Palentino, que debió de ir tarde a aquella tierra
y oyó al vulgo muchas fábulas compuestas a gusto de los que las
quisieron inventar, siguiendo sus bandos y pasiones. (V, XXXIX,
263)

La destreza en las armas de Carvajal se ve secundada por su


extraordinario ingenio verbal. En otro episodio, justificando una digresión
sobre Carvajal, Garcilaso señala «la destreza deste hombre [Carvajal],
mezclada con gracia y donaire en todo cuanto hacía y decía» (V, XVIII,
203). Otras veces afirma estar reprimiendo su propio discurso por no
introducir las agudezas del viejo soldado, quien en alguna ocasión,

66 B. APL, 44(44), 2007


FRANCISCO DE CARVAJAL, VIR FACETUS EN EL LIBRO V DE LA HISTORIA GENERAL DEL PERÚ

como hombre tan discreto y de tanta experiencia de semejantes


cosas [la promesa de fidelidad que hacen sus soldados a Gonzalo],
reía, burlaba y mofaba en secreto con sus más amigos y les decía:
«Vosotros veréis cómo se cumplen las promesas y cómo se respeta
la majestad del juramento». Decía otras muchas cosas, que, si las
tuviéramos recogidas, pudiéramos hacer un galano discurso, como
lo fueron los de aquel hombre en todos los propósitos, que cierto
fue rarísimo en el mundo. (V, XI, 181)5

Ciertamente Carvajal es bastante experimentado para intuir que


la empresa de Gonzalo está condenada al fracaso. Así, vaticina el final
violento que esperaba a los conquistadores en las guerras civiles (V, XV,
189). Más adelante, sin embargo, Carvajal, producto de intrigantes cercanos
a Gonzalo, pierde credibilidad frente a este último, lo cual provoca que se
desatiendan sus consejos y que, a la larga, se precipite la fatalidad sobre su
líder: «Fue tan cruel esta sospecha [del doblez de Carvajal], que también
dañó al mismo Pizarro, que por no creer en Carvajal ni tomar sus consejos,
se perdió más aína; que si los admitiera, pudiera ser (como lo decían los
que sabían estos secretos) que tuviera mejor suceso» (V, XXX, 236). Esto se
comprueba en la etapa final de la rebelión, cuando Carvajal insta a Pizarro,
recordándole un pronóstico sobre su vida, a que no salga a dar batalla a
Centeno y que se retire. Gonzalo, a partir de que Carvajal le propuso que
se convierta en rey del Perú, «le llamó de allí adelante padre, porque como
tal le miraba y procuraba el aumento de su grandeza y perpetuidad della»
(IV, XL, 135). Pese a ello, el líder de la rebelión no hace caso a su «padre»
y se dirige con sus tropas al campo de Sacsahuana, donde será vencido.
Garcilaso no deja de encontrar en este hecho el signo de la tragedia. Los
compañeros de Pizarro no osan contradecir su decisión de luchar,

5 Otro par de ejemplos de Garcilaso declarando que se abstiene de explayarse en los


decires de Carvajal: en su campaña contra Lope de Mendoza, al capturar a unos soldados
enemigos, «dijo algunos dichos de los suyos que Diego Hernández escribe largamente»
(IV, XXXVIII, 128); cuando se le exige firmar la condena a muerte, en ausencia, del
presidente La Gasca, se burla del papel condenatorio, que era más que nada simbólico
y «con esto dijo otras muchas cosas de burla y donaire, como él las sabía decir» (V, VII,
169).

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FERNANDO RODRÍGUEZ MANSILLA

porque bien veían que él [Gonzalo Pizarro] iba a entregarse a la


muerte, que le estaba llamando muy a priesa en lo mejor y más
felice de su vida, pues andaba en los cuarenta y dos años de su edad
y había vencido cuantas batallas indios y españoles le habían dado
y últimamente, seis meses antes (aún no cumplidos), había alcanzado
la victoria de Huarina, con la cual estaba encumbrado sobre todos
los famosos del Nuevo Mundo. Estas prosperidades y las que pudiera
esperar y su vida con ellas, llevó a enterrar al valle de Sacsahuana.
(V, XXXIII, 246)

Como lo recuerda Zanelli, similar estrategia de adelantar hechos


aciagos, mediante la prolepsis, lleva a cabo Garcilaso también en el libro
II, cuando revela la muerte de Manco Inca algunos años después del fallido
cerco del Cusco. Se trata de un ingrediente de la tragedia tal como la
recibió Garcilaso de la tradición literaria de su época: la tensión permanente
entre la fortuna y la Providencia divina (Zanelli 166-168). No es casualidad
que al final de libro V, tras el ajusticimiento de Gonzalo, el Inca resalte
que para todos los miembros del consejo presidido por la Gasca la muerte
del rebelde era necesaria «para servicio de su Majestad y quietud de aquel
Imperio» (V, XLIII, 280). Es una fuerza exterior, la Providencia, la que
impulsa a Gonzalo prácticamente a entregarse a la muerte, a sabiendas
que arriesga todo lo obtenido, desatendiendo a su lugarteniente, Carvajal.

Que sea este, precisamente, el que puede vaticinar o pronosticar el


futuro lo aproxima a una figura mitológica que probablemente Garcilaso
tenía en mente para plasmar la tragedia de Gonzalo Pizarro en las Indias:
Sileno, el sátiro maestro de Baco, un anciano, gordo y borracho, poseedor
de una especial sabiduría (Grimal 422), y que conjugaba en su persona la
comicidad y la inteligencia6. Como Sileno que marcha sobre un asno,

6 Cervantes recuerda al viejo sátiro en un pasaje de Don Quijote en que el hidalgo, luego
de la golpiza que le dan los yangüeses, tiene que ir a lomos del rucio de Sancho, cosa
que no considera afrentosa: «No tendré a deshonra la tal caballería, porque me acuerdo
haber leído que aquel buen viejo Sileno, ayo y pedagogo del alegre dios de la risa
[Baco], cuando entró en la ciudad de las cien puertas iba, muy a su placer, caballero
sobre un muy hermoso asno» (I, XV, 165-166). M. Bakhtin nos recuerda que Rabelais

68 B. APL, 44(44), 2007


FRANCISCO DE CARVAJAL, VIR FACETUS EN EL LIBRO V DE LA HISTORIA GENERAL DEL PERÚ

Carvajal acostumbra ir en mula (II, XVII, 226), montura que lo aleja de lo


noble y lo serio, es sumamente anciano (ochenta y cuatro años) y es «muy
grueso de cuerpo» (V, XXXVI, 257). Según Zárate, en cita que recoge
Garcilaso, «muy amigo de vino», hasta el punto de, a falta de vino de
Castilla, tomar chicha, «aquel brebaje de los indios» (V, XL, 269). En la
batalla de Huarina, el viejo Carvajal se presenta vestido de verde, que es el
color emblemático de la locura (Márquez Villanueva 36-48) y además «iba
en un rocín común; parecía soldado muy pobre, de los caballos desechados;
quiso ir desconocido» (V, XVIII, 200), acaso evocando el aspecto del célebre
Gonella, bufón de los duques de Ferrara, cuyo caballo, según lo recuerda
Cervantes citando el latín macarrónico de Teófilo Folengo, «tantum pellis
et ossa fuit» (I, I, 42).

Las aristas del personaje de Carvajal, con sus burlas y sus veras, en
la Historia general del Perú llevaron a Durand a emparentarlo con la picaresca:
«Carvajal, como los pícaros de que habla Américo Castro, significa en su
propia vida una terrible y sarcástica revisión de la moral y costumbres de
su tiempo» («La idea de la honra», 111). De hecho, Garcilaso hace un retrato
del cruel conquistador siguiendo en parte el modelo del vir facetus, ideal
del siglo XVI que equilibra el humor con la inteligencia. El vir facetus es un
auténtico artista que ejecuta su performance todo el tiempo y cuyo ingenio
no es descontrolado (como el que se le reprocha a los bufones), sino que
está regido por la razón (ratio) y el sentido del decoro (mensura) que hacen
que su virtud humorística (facetudo) tenga un valor tanto moral como
estético (Luck 118-120). Cuando los otros cronistas retratan a Carvajal, no
siguen este modelo humanístico y por ende llaman la atención sobre
defectos o excesos que en la versión de Garcilaso están depurados.

El vir facetus practica el humor de la preceptiva aristotélico-


ciceroniana que recogieron y sintetizaron los tratadistas de manuales

en el prólogo de Gargantúa retrata a Sócrates como otro Sileno, es decir feo,


desharrapado y risible por fuera, pero resaltando que por dentro está lleno de virtudes
y sabiduría; agrega el investigador ruso que el equiparar a Sócrates con Sileno proviene
de la descripción, sumamente popular entre los humanistas, dada por Alcibiades en
El banquete de Platón (Bakhtin 168-169).

B. APL, 44(44), 2007 69


FERNANDO RODRÍGUEZ MANSILLA

cortesanos, desde Baldassare Castiglione hasta Giovanni Della Casa con


su fundamental Galateo: una risa decorosa, que no caiga en lo indecente,
ni en el vicio de motejar ni mucho menos en burlas sobre la apariencia
física (Roncero 312). Solo teniendo en cuenta este concepto del vir facetus
se comprenden las observaciones de Garcilaso sobre Carvajal, su afán de
desplazar su crueldad a un segundo plano y, sobre todo, el desautorizar
muchos de los cuentecillos que lo tienen como protagonista tal como los
cuentan otros autores. Así lo hace con el Palentino en un episodio que
compromete al obispo del Cusco, a Carvajal y a Diego Centeno ocurrido
el día de la muerte del viejo conquistador. Garcilaso considera inverosímil
lo narrado por Diego Fernández de Palencia en torno a la actitud agresiva
del obispo y de Centeno (quienes habrían vejado a Carvajal, lo que
Garcilaso refuta), pero especialmente la del lugarteniente de Gonzalo
Pizarro, a quien el Palentino reprocha haber muerto «más como gentil que
como cristiano», según lo cita el propio Inca (V, XXXIX, 265). En el capítulo
XL del libro V, Garcilaso niega otros excesos que se le atribuyen a Carvajal,
quien, equilibrado como vir facetus, «no era tan loco ni tan vano» (V, XL,
267) para tomarse las cosas tan a la ligera a esas alturas de la situación. Al
final del mismo capítulo, muerto Carvajal, Garcilaso exalta algunas de sus
virtudes (como la ya referida del ser hombre de palabra) y para ejemplificar
su don de vir facetus, dedica a la narración de anécdotas jocosas suyas los
capítulos XLI y XLII, titulados respectivamente: «El vestido que Francisco
de Carvajal traía y algunos de sus cuentos y dichos graciosos» y «Otros
cuentos semejantes, y el último trata de lo que le pasó a un muchacho con
un cuarto de los de Francisco de Carvajal»7.

Estos microrrelatos de chanzas y agudezas atribuidas al viejo soldado


configuran lo que podríamos llamar un «ciclo de Carvajal», un repertorio

7 Notable diferencia con López de Gómara, por ejemplo, quien recoge muy al vuelo dos
de los cuentecillos de Carvajal (el de «Basta matar» luego de escuchar su sentencia y su
sorpresa de ver cara a cara a Centeno, a quien solo había visto hasta entonces de
espaldas), no precisamente los de mayor donaire, y comenta finalmente con
displicencia: «Largo sería de contar sus dichos y hechos crueles; los contados bastan
para declaración de su agudeza, avaricia e inhumanidad» (273). A la luz del concepto
del vir facetus, el Carvajal de López de Gómara es monstruoso, ya que mezclaría la
virtud de facetudo con tachas morales realmente graves.

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FRANCISCO DE CARVAJAL, VIR FACETUS EN EL LIBRO V DE LA HISTORIA GENERAL DEL PERÚ

de cuentecillos tradicionales indianos, semejantes a los atribuidos, en la


península, al doctor Francisco López de Villalobos o al propio Juan Rufo.
Los personajes de los cuentecillos, a decir de su mayor experto, Maxime
Chevalier, son a menudo anónimos o estos pueden atribuyarse por igual,
según la fuente consultada, a más de un personaje con nombre y apellido
y existencia histórica conocida. A menudo ocurre también que el recuerdo
exacto de alguna anécdota se va perdiendo y con su transmisión de baca
en boca acaba por atribuirse a un personaje anónimo o al que un escritor
elija según sus particulares propósitos (Chevalier XVI-XVII)8. Un recurso
bien repetido de Garcilaso a lo largo de la Historia general del Perú, y ya
presente en la primera parte de los Comentarios reales, es atribuirse calidad
de testigo o de manejar información de primera mano. El caso de Carvajal
no es la excepción. El Inca nos ofrece la selección de cuentecillos
carvajalianos apelando a su prodigiosa memoria:

Tuvo Francisco de Carvajal cuentos y dichos graciosos, que en todas


ocasiones y propósitos los dijo tales. Holgara yo tenerlos todos en
la memoria para escrebirlos aquí, porque fuera un rato de
entretenimiento. Diremos que se acordaren y los más honestos,
porque no enfade la indecencia de su libertad, que la tuvo muy
grande. (V, XLI, 270)

Al final de este pasaje se hace evidente además hasta qué punto


Garcilaso escribe con el concepto humanístico del vir facetus siempre en la
mente, justificando su selección no solo ya según el recuerdo, sino mediante
una suerte de autocensura, descartando cuentecillos que escapen del ideal
del humor que ha venido trazando a lo largo de su narración. De allí
también que, al final de uno de los cuentecillos, el que narra el encuentro
del viejo conquistador con un mercader, el Inca comente la posibilidad de

8 Este fenómeno ocurre, por ejemplo, con el cuentecillo que puede denominarse «la
prueba del fraile» que Garci1aso atribuye a Carvajal y Gonzalo Correas en su Vocabulario
de refranes (1627) a un oscuro Garay, «tirano en Indias». Me he ocupado de este
cuentecillo y el curioso empleo que le da Ricardo Palma en su diálogo literario con
Clorinda Matto de Turner, en mi artículo «Garcilaso, Palma y Clorinda Matto: notas
sobre ‘Beba, padre, que le da la vida’» que figura en la bibliografía.

B. APL, 44(44), 2007 71


FERNANDO RODRÍGUEZ MANSILLA

encontrar otra versión discordante, quizás menos apropiada según su gusto


estético y por ello descartada: «Este cuento u otro semejante cuenta un
autor muy de otra manera» (V, XLI, 271).

No está de más añadir que al menos en el caso particular de los


cuentecillos tradicionales atribuidos a un personaje festivo célebre, como
lo es Carvajal en las crónicas de Indias, la estratagema de presentarse como
testigo privilegiado (mediante declaraciones del tipo «yo vi», «yo oí», etc.) o
el señalar que se recoge el relato de un informante fidedigno es bien
conocida en el Siglo de Oro y se emplea más que nada con finalidad
retórica 9 . Hace varios años, Marcel Bataillon llamó la atención
oportunamente, a propósito del Lazarillo de Tormes, gran depósito de materia
tradicional, la existencia de «cuentos de mentiras», cuentecillos que incluso
a menudo se narran en primera persona, factor que otorga una cuota
«realista» a los textos, la cual no debe sorprendernos (49-50). Diego
Fernández de Palencia, que también pretende, en tanto historiador, recoger
información fidedigna, pone en boca de Carvajal un cuentecillo presente
en la archifamosa Floresta española de Melchor de Santa Cruz (parte IV,
capítulo VI, núm. 7; 412): el del ahorcado que en vez de aceptar que lo
casen con una desagradable prostituta que lo reclama como esposo (recurso
lícito en la época para escapar de la horca), prefiere la muerte. Lo incluye
el Palentino en su Historia del Perú (II, XLL, 114). Se trata, según la erudita
nota de Chevalier y Cuartero a su edición de la Floresta, de un cuentecillo
de gran circulación por la Europa del siglo XVI (401; con referencias a
otros varios testimonios).

El lugar de este interludio ameno de cuentecillos carvajalianos no


debe ser pasado por alto: se coloca antes de la muerte trágica y por ende
ejemplar de Gonzalo Pizarro. He aquí la función de relaxatio propia del vir
facetus que es Carvajal en manos del Inca Garcilaso. La materia de Carvajal
no es mero apéndice de los capítulos finales del libro V de la Historia

9 A este respecto, Pupo-Walker añade la idea de que, precisamente «la invocación a esta
tópica narrativa parcialmente nos sirve para confirmar el cariz imaginativo del relato»
(56). Tal sería el caso, como el mismo estudioso lo indica, del relato del naufragio de
Pedro Serrano que incluye Garcilaso en la primera parte de los Comentarios reales.

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FRANCISCO DE CARVAJAL, VIR FACETUS EN EL LIBRO V DE LA HISTORIA GENERAL DEL PERÚ

general, sino que tiene un propósito. En su análisis del duelo en la obra del
Inca, Durand señalaba que este apelaba al humor o la ironía, ya que «no
halla mejor paliativo para las atrocidades de los heroicos, pero terribles
conquistadores, que presentarlas desde el punto de vista pintoresco» («El
duelo», 121). Es en esas coordenadas trazadas por Durand en que cabe
interpretar la comicidad de Carvajal.

Así, por ejemplo, otra diferencia notable entre la narración de los


hechos del Palentino o la de López de Gómara frente a la del Inca (la cual
tiene visos de estrategia discursiva orientada a paliar, precisamente, un
momento clave de las guerras civiles) se encuentra en la ubicación de unos
versos entonados por Carvajal («Estos mis cabellicos, madre,/ dos a dos
me los lleva el aire»). Mientras Garcilaso cuenta que el viejo soldado los
canta contemplando la deserción de su ejército en la batalla de
Sacsahuana y «a cada cuadrilla que se les iba [al campo del ejército del
rey] lo entonaba de nuevo» (V, XXXV, 254), el Palentino menciona el
canto de los mismos versos cuando Gonzalo pierde algunos hombres
que escapan a Trujillo (II, LXV, 196), mucho antes de la decisiva batalla
con La Gasca; y lo mismo hace López de Gómara en la Historia de las
Indias, ubicando los versos en un contexto nada épico (268). Garcilaso,
tal vez en aras de un efecto más profundo en el lector, ha introducido los
versos en un contexto dramático, crucial, donde estos ponen de
manifiesto el estoicismo de Carvajal y resaltan mucho más la lealtad con
su líder. El humor cumple la función de amortiguador dentro del discurso
grave y sentido de la Historia general, sin negar su esencia trágica; además
de revelar una conciencia narrativa de parte del Inca bastante afín a la de
los mejores autores auriseculares.

Esta concepción humanista del personaje humorístico que


representa Carvajal no caerá en saco roto. Unos años más tarde, Tirso de
Molina, una de cuyas fuentes es el Inca Garcilaso, transmite la misma idea
de vir facetus al referirse a Carvajal en Amazonas en las Indias (segunda pieza
de la Trilogía de los Pizarros). Vaca de Castro, admirado tras escuchar el
ingenioso relato de Carvajal sobre la expedición de Gonzalo Pizarro al
país de la Canela, resalta sus dotes festivas: «A vos, maese de campo, os
sobra tanta [canela, o sea ‘calidad’]/ y endulzáis narraciones lastimosas/

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FERNANDO RODRÍGUEZ MANSILLA

de suerte que si oírlas nos espanta,/ vuestra sazón las sabe hacer sabrosas»
(vv. 1559-1562)10. Más de dos siglos después, en el XIX, será Ricardo Palma
el tributario de la faceta cómica de Carvajal, pero ya con distintos fines.
Queda no obstante, un vestigio del trabajo del Inca Garcilaso sobre el
personaje del viejo conquistador, ya que todas las recreaciones posteriores
que se hacen del mismo parten de la Historia general del Perú.

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10 Cabe apuntar, como lo hace Miguel Zugasti en nota a pie de página de su edición de
Amazonas en las Indias, que si bien Tirso explota la jocosidad inherente al personaje no
pretende erigirlo en el gracioso de la comedia (nota a los vv. 151-152), lo cual hubiera
implicado arrebatarle buena parte de su esencia de vir facetus.

74 B. APL, 44(44), 2007


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UNA LANZA POR SARMIENTO

NOTAS

B. APL, 44(44), 2007 77


LUIS JAIME CISNEROS

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UNA LANZA POR SARMIENTO

B. APL, 44. 2007 (79-85)

UNA LANZA POR SARMIENTO

Luis Jaime Cisneros


Academia Peruana de la Lengua

En 1938, un joven de veintisiete años fecha en la ciudad de Cuyo


(Argentina) sus primeros versos. García Román, su seudónimo. Se había
educado con un sacerdote, que lo tenía bien informado de Lebrija. Pronto
tuvo que emigrar el cura, y Domingo Fausto Sarmiento quedó sin maestro.
Tenía poca escuela y ninguna universidad. Había escapado de que lo
fusilaran a los 18, y en el comedor de su casa, armado solamente de su
voluntad, había aprendido a traducir libros franceses con un parvo
diccionario como ‘maestro y guía’. Los 22 años lo habían sorprendido en
Valparaíso, empleado en una casa de comercio, y ahí se propuso estudiar
inglés. Tal como había hecho con el francés, eligió un modelo y tropezó en
Franklin. Fue luego capataz de una mina en Copiapó. Allí supo que
dominaba ya el nuevo idioma y se entregó a la lectura de Waverley novels.

En 1837 los cuyanos habían comenzado a regresar al país. Muerto


Quiroga, la paz volvía a los espíritus. Sarmiento, muy enfermo, consiguió
permiso y regresó. Es entonces cuando ‘nace’ el escritor Sarmiento. Nace
tarde a la poesía, como tarde lo alcanzarán los hechos más significativos de
su vida. Pero, aunque tarde, no es hombre que ahorrará etapas. Por eso
inicia su carrera de escritor escribiendo versos y se acoge al pudor de
esconderlos de sus compañeros. Pero busca un juez. Quiere alguien ajeno
a la provincia y que viva en Buenos Aires. En Buenos Aires se halla, recién

B. APL, 44(44), 2007 79


LUIS JAIME CISNEROS

llegado de París, y asumiendo la responsabilidad de haber importado el


romanticismo, un poeta: su libro circula como breviario de toda una
generación. El libro incorpora nuevos temas: la patria, la soledad, el desierto,
la pampa. Pero Sarmiento no elige a Esteban Echeverría. Quiere un crítico,
no un poeta. Busca un hombre distinto y distante. Y elige a un abogado,
mayor que él, autor de una celebrada tesis doctoral y de ensayos sobre
estética, y autor de un resonante discurso inaugural del Salón Literario de
Buenos Aires, discurso que parecía interpretar la fe juvenil de esa hora.
Juan Bautista Alberdi no era solamente abogado y ensayista. Los salones
porteños lo celebraban también como autor de valses y minués. Esta
condición de músico en Alberdi no era desdeñable para Sarmiento. Había
leído un curioso ensayo de Alberdi: «Nuevo método para aprender a tocar
el piano con la mayor facilidad». Al iniciarse el año 38, le escribe una carta
de la que únicamente conocemos estos fragmentos:

«Aunque no tengo el honor de conocerlo, el brillo del nombre


literario que le han merecido las bellas producciones con que su
poética pluma honra a la república, alientan la timidez de un joven,
que quiere ocultar su nombre, a someter a la indulgente e ilustrada
crítica de Ud. la adjunta composición».

Ignoramos de qué obra se trata. Al proseguir, Sarmiento la describe


de modo que permite una ligera reconstrucción:

«En su escasez de luces y de maestros a quien consultarse, el incógnito


ignora aún si lo que ha hecho son realmente versos».

No pide mucho. Ni siquiera solicita respuesta, y anuncia que sabrá


interpretar un «silencio instructivo». Pero Alberdi contestó. Formuló una
que otra recomendación, corrigió asuntos de métrica, sugirió lecturas (Byron
y Lamartine, sobre todo). El dardo ha dado en el blanco. Al responderle,
Sarmiento revela su nombre: tiene que anunciar que ya ha leído a Lamartine
y que conoce a Byron:

«Pero la lectura de estos autores me desalienta a la par que es mayor


mi admiración por ellos. ¡Es tan alta la poesía en sus versos!»

80 B. APL, 44(44), 2007


UNA LANZA POR SARMIENTO

Y agrega esta nota personal, estrictamente biográfica:

«Nacido en esta provincia remota de ese foco de la civilización


americana, no he podido formarme un género de estudios a este
respecto, y si no fueran algunas pequeñas observaciones sin
regularidad, hechas en la lectura de algunos poetas franceses que
han llegado a mis manos, como igualmente ingleses, y la luz que
pueden suministrar las observaciones de La Harpe en su curso de
lectura /…! Diría que las reglas del arte me era absolutamente
desconocidas».

Este es todo el poeta Sarmiento de la hora inicial.

II

En 1886, a los 75 años de edad, Sarmiento escribe lo siguiente:

«La belleza ideal se resiste a entrar en aquellos moldes y cajoncitos


que se llaman versos, sin tener que encogerse y perder sus formas
para no sobresalir, o bien llenar el espacio con algodoncitos, a fin
de que la idea no quede como diente flojo, bailando en un alvéolo
demasiado grande».

Reacio a la ortografía académica, tampoco pudo adaptar el verso


a su naturaleza de escritor. Sarmiento tuvo ojeriza por el verso y logró
transmitirla a los versificadores. Nadie supo de su secreta afición al verso
hasta que, al publicarse la obra póstuma de Alberdi, surgieron a la
publicidad sus cartas juveniles y revelaron el seudónimo. No fue el verso
un entretenimiento ni llegó a ser una violenta pasión. En 1839 aparece
Sarmiento fundando El zonda, periódico de apenas una semana de duración.
Pero en 1841 reaparece en Chile con toda la garra de lo que sería en esencia:
un periodista y un escritor vigoroso. Era la misma pluma destinada a escribir,
en 1845, la vida de Quiroga, donde la prosa redime al versificador frustrado.
Ahí aparece magistralmente descripta la pampa, todavía desconocida de
Sarmiento, «iluminada por la adivinación del sentimiento, recurso lírico,
por excelencia».

B. APL, 44(44), 2007 81


LUIS JAIME CISNEROS

El éxito del Facundo fue rotundo. Y el renombre de Sarmiento,


inmediato. Emprende viaje a Europa, y hace escala en Montevideo,
hervidero por entonces de poetas desterrados. Mientras los prosistas
argentinos emigraban a Chile, en el Uruguay se reunían los poetas. El
viaje, descrito por Sarmiento en libro especial, resulta interesante porque
ilustra su actitud frente a los poetas y frente a la poesía. Se expresa con
gran fervor del gauchesco Bartolomé Hidalgo, pone fervorosa unción para
hablar de Echeverría y dedica únicamente dos líneas al ‘poeta’ Mitre. A
fines de febrero del 46, evoca de este modo su llegada a Río de Janeiro:

«Suban Uds. la temperatura algunos grados, hasta hacerla tropical,


y entonces los mismos insectos son carbundos o rubíes, las mariposas
plumillas de oro flotante, pintadas las a veces, que engalanan
penachos y decoraciones fantásticas; verde esmeralda la vegetación,
embalsamadas y purpúreas las flores, tangible la luz del cielo, azul
cobalto el aire, doradas a fuego las nubes, roja la tierra, y las arenas
entremezcladas de diamantes y topacios. Paseóme atónito por los
alrededores de Río de Janeiro, y a cada detalle del espectáculo siento
que mis facultades de sentir no alcanzan a abarcar tantas maravillas».

Importa detenerse un instante, porque los recuerdos se abren de


pronto, entre playas y paseos, elogios de mujeres y paisajes, para destacar
un hallazgo sorprendente:

«Una joya encontré en Río de Janeiro: Mármol, el joven poeta que


preludia su lira cuando no hay oídos sino orejas en su patria para
escucharlo (…) El peregrino, que no verá la luz porque a nadie interesa
leerlo, es el raudal de poesía más brillante de pedrería que hasta
hoy ha producido la América. Byron, Hugo, Beranger, Espronceda,
cada uno, no temo afirmarlo, querría llamar suyo algún fragmento
que se adapta al genio de aquellos poetas…»

América se queda atrás, y en el recuerdo del Sarmiento viajero se


confunden en enriquecida impresión la naturaleza tropical y la poesía de
José Mármol. Recorre Sarmiento Europa, Estados Unidos, Canadá y llega
a desembarcar, en 1848, en Valparaíso. Su libro inmediato, Viajes por Europa

82 B. APL, 44(44), 2007


UNA LANZA POR SARMIENTO

(1849) reúne las cartas escritas a lo largo del viaje. El libro sembró discordias,
generó polémicas, avivó disgustos y anudó amistades. Con el propio
Echeverría ocurrió algo singular, que vale destacar porque ilustra una época
importante de la vida literaria. Refugiado en Montevideo, había sido
elogiado por Sarmiento en un pasaje del Facundo. Era explicable, por tanto,
que sintiera curiosidad por saber qué decía Sarmiento, ahora que se habían
conocido, al narrar su viaje al Uruguay. Este es el comentario respectivo:

«Echeverría no es ni soldado ni periodista: sufre moral y físicamente,


y aguarda sin esperanza que encuentren las cosas un desenlace para
regresarse a su patria, a dar aplicación a sus bellas teorías de libertad
y justicia (…). El poeta vive, empero, aún a través de estas serias
lucubraciones. Echeverría es el poeta de la desesperación, el grito
de la inteligencia pisoteada por los caballos de la pampa, el gemido
del que a pie y solo se encuentra rodeado de ganados alzados que
rugen y cavan la tierra en torno suyo, enseñándole sus aguzados
cuernos. ¡Pobre Echeverría! Enfermo de espíritu y de cuerpo,
trabajado por una imaginación de fuego, prófugo, sin asilo, y
pensando donde nadie piensa, donde se obedece y se sublevan, únicas
manifestaciones posible de la voluntad!…»

En verdad, la neurosis había hecho presa por entonces de Echeverría,


y no entendió la dosis de evidente simpatía que la nota de Sarmiento
entrañaba. «Pensando donde nadie piensa» era una afirmación tajante de
admiración en Sarmiento. No alcanza Echeverría a advertirlo, y en carta a
Juan Bautista Alberdi arriesga esta triste confesión:

«Hago muy poco caso de los elogios de Sarmiento, porque no


entiende de poesía ni de crítica literaria; pero han debido herirme
sus injurias, porque soy proscripto como él y lo creía mi amigo (…)
y me ha declarado ex cáthedra, cual otro Hipócrates, enfermo de
espíritu y cuerpo, lo que equivale a decir que valgo como hombre y
como inteligencia poco menos que nada (…) ¿Quién es Sarmiento
para llamarme lucubrador? ¿Qué cosa ha escrito él que no sean
cuentos y novelas, según su propia confesión? ¿Dónde está en sus
obras la fuerza de raciocinio y las concepciones profundas?»

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LUIS JAIME CISNEROS

La cosa no queda ahí. Echeverría exige satisfacción pública, y anuncia


venganza si es que no la obtiene. Felizmente las cosas con Alberdi no
tuvieron repercusión mayor. La tuvo, sí, aunque años después, el fragmento
que Sarmiento había dedicado a Bartolomé Mitre, con quien había querido
ser escueto, según vimos. Claro es que había aprovechado para comparar
la aptitud poética de los proscriptos con la de los españoles: «las musas
argentinas (…) lo divinizan todo, hasta la desesperación y el desencanto».
No es que Sarmiento esté describiendo. Entendámoslo bien: está
ironizando. El pasaje siguiente confirma esa intención:

«Yo os disculpo, poetas argentinos!... Haced versos y poblad el río


de seres fantásticos […] Y mientas otros fecundan la tierra, y cruzan
vuestros ojos con sus naves cargadas de almo río, cantad vosotros
como la cigarra; contad sílabas, mientras los recién venidos cuentan
patacones; pintad las bellezas del río que otros navegan; describid
las florestas y campiñas… mientras el teodolito y el grafómetro,
prosaicos en demasía, describen a su modo y para otros fines, los
accidentes del terreno […]! Cuántos progresos para la industria, y
qué saltos daría la ciencia, si esta fuerza de voluntad […] en que el
espíritu del poeta está […] clavado en su asiento, encendido su
cerebro y agitándose todas sus fibras, se empleara en contar una
aplicación de las fuerzas físicas para producir un resultado útil»

Cuando Mitre contesta, muchas cosas han pasado. Rosas está


derrotado. Mitre se halla en Buenos Aires y escribe una documentada y
erudita Defensa de la poesía: aprovecha para hacer la historia de la tiranía y
el destierro. Nadie quemó un grano de incienso al tirano. Eso solo hace a
todos los poetas acreedores «a la corona cívica». Mejor lo leemos:

«Entre nosotros –dice Mitre– la tiranía de Rosas ha merecido algunas


coplas vulgares, porque la poesía que tiene el sentimiento de lo
bello, huye de la fealdad moral, a la par que se apasiona por la
virtud y la justicia, que son un reflejo de la belleza ideal sobre la
tierra».

84 B. APL, 44(44), 2007


UNA LANZA POR SARMIENTO

Aunque aceptó la lección, Sarmiento exaltará más tarde la poesía de


la acción. Cree en ella, no en la poesía verbal. Pero Mitre había dicho en su
réplica que Sarmiento tenía «más de poeta que de filósofo». No era ciertamente
una intención peyorativa. Mitre adivinaba que en Sarmiento la poesía era la
fluencia con que le manaban la acción y la idea. Y quizás convenga anotar un
dato curioso: en las memorias de Sarmiento, cuando regresa de Norteamérica,
ya electo presidente de la Argentina, podemos leerlo:

«Seré, pues, Presidente. Hubiera deseado que mi pobre madre viviese


para que se gozase en la exaltación de su Domingo».

Seguidamente recuerda a sus amigos muertos. Y cuando evoca a los


suyos (su hogar, sus hermanas, su hija) los congrega con estas palabras: «los
poetas menores del corazón».

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LUIS JAIME CISNEROS

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POR UNA DEPURACIÓN DE EXPRESIONES ACTUALES

B. APL, 44. 2007 (87-104)

POR UNA DEPURACIÓN DE EXPRESIONES ACTUALES*

Ana María Gispert-Sauch Colls


Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Nuestra sociedad, la limeña, la peruana hispanohablante, ha


demostrado una gran deficiencia en cuanto al uso de la lengua escrita y
hablada. Ya lo sabíamos; pero, después de hacer el cotejo con otras
sociedades, hemos quedado apesadumbrados bajo la carga de una auténtica
vergüenza nacional. Arrastramos una gran carencia de conocimientos
respecto a potencialidades tan básicas como son el leer, escribir y hablar.
Son las herramientas fundamentales para cualquier actividad que deseemos
emprender.

En atención a esta grave carencia, juzgamos que resulta de especial


interés cuanto hagamos por mejorar el uso de la lengua castellana de las
mayorías. El presente humilde trabajo no tiene otra pretensión sino
colaborar para que éstas destierren definitivamente ciertos defectos básicos
de escritura y dicción oral.

Muchas palabras son torcidas en el habla cotidiana. Unas,


deformadas por el uso; otras, modificadas en su semántica. Así, escuchamos

* Comunicación presentada en el V Congreso Nacional de Investigaciones Lingüístico


Filológicas «La enseñanza de la lengua en el tercer milenio», realizado en Lima, del 8 al 10
agosto 2007.

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ANA MARÍA GISPERT-SAUCH COLLS

demasiadas veces cónyugue por cónyuge, aperturar por abrir, mencionar por
decir, preveer por prever o incluso por prevenir. Pero nuestro propósito
ahora, repetimos, no es insistir en lo que ya otros corrigen con acierto.
Hay trabajos conocidos, muy útiles, que llaman la atención sobre ciertos
errores morfológicos conocidos en nuestro medio

Lo que ahora nos proponemos es presentar un muestrario de otros


errores, esta vez sintácticos en sentido amplio. A través de su análisis,
induciremos reglas básicas que ayuden a su corrección. El habla y la
escritura correctos no consisten solamente en el empleo adecuado de las
palabras. Hace falta que esa corrección acompañe también las relaciones
que establezcamos entre ellas. Dicho de otra manera, si es preciso alcanzar
un nivel aceptable en ortografía y —digamos— ortomorfología, también la
ortosintaxis debe ser atendida.

La paradoja es que, en realidad, resulta más fácil atenerse a lo que


hemos llamado ortosintaxis que caer en una heterosintaxis, su contraria.
A pesar de esto, una ignorancia excesiva de las pautas que la lengua
castellana exige, o bien la simple falta de interés o atención a las mismas,
da como consecuencia los lamentables resultados que todos conocemos.

La facilidad a la que acabamos de referirnos está fundada en el


hecho de que el ordenamiento de las palabras para construir una frase
castellana que exprese nuestro pensamiento a cabalidad es, en sí mismo,
bastante simple. La sintaxis castellana puede requerir en ocasiones cierta
complicación, pero no hay necesidad de complicarla sin necesidad. Basta
con construir proposiciones sencillas, cortas, que sigan la estructura
conocida: sujeto, verbo, complemento directo, complemento indirecto y
complementos circunstanciales. Basta, asimismo, poner un poco de
atención a las normas de concordancia básicas.

Nos expresamos de una manera extrañamente desordenada y


complicada. No es infrecuente que nos acusen de este defecto los forasteros
castellanohablantes. ¿Poseemos un espíritu con tendencia a lo barroco?
Nuestra tendencia al desorden se manifiesta también, por ejemplo, en el
caos reinante en los servicios públicos de movilidad en Lima; un caos, en

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POR UNA DEPURACIÓN DE EXPRESIONES ACTUALES

realidad, fácilmente corregible y extrañanamente todavía no corregido.


Los turistas lo acusan de inmediato. ¿Nos domina una especie de diablillo
libertino («criollo»...)?

Hemos escogido sesenta ejemplos; no tienen un orden establecido,


pues han sido recogidos de entre los diversos quehaceres de la vida
cotidiana, por tanto su ubicación no representa ninguna prioridad, y
algunos de ellos pueden ser discutidos pues sobrepasan el aspecto
normativo. Los dos últimos son errores de carácter tipográfico, pero que
están entrando con demasiada facilidad en la lengua escrita y es necesario
detener cuanto antes su veloz carrera.

Es una pequeña muestra que abre un camino para ser recorrido


por quienes tengan la voluntad de aprender, o enseñar a aprender, el útil
arte de hablar y escribir con propiedad la lengua materna.

ooooo

1. Habían cuatro personas. Han habido sólo cuatro.


Haber está aquí usado como impersonal, tanto como lo está en la forma
verbal del presente hay. No se nos ocurriría ponerle plural a esta forma,
aunque así lo hagan otras lenguas (la inglesa, por ejemplo, hace there were).
Hay ocasiones en que el verbo haber es conjugado y, entonces sí, concuerda
en número con el sujeto: Ellos han venido. No es aquí el caso.

Expresión correcta:
Había cuatro personas. Ha habido sólo cuatro.

2. Exactamente trescientos cincuenta y tres mil doscientas quince personas.


Si decimos espontáneamente doscientas, pues se trata de personas, ¿por
qué no ponemos atención y trastocamos el género diciendo trescientos?
Sin duda, por la lejanía existente entre ese adjetivo y el sustantivo que
modifica.

Expresión correcta:
Exactamente trescientas cincuenta y tres mil doscientas personas.

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ANA MARÍA GISPERT-SAUCH COLLS

3. Mayormente, eran empleadas domésticas.


¿Qué hemos querido decir con ese falso adverbio mayormente? Tal vez, «por
lo general, casi siempre, la mayoría de las veces». Digámoslo, pues, ya que el
sufijo -mente debe quedar reservado para acompañar adjetivos, muchos,
que lo acepten: suficiente, agradable, útil…

Expresión correcta:
Casi todas eran empleadas domésticas.

4. El 8% trabajaban en oficinas.
A pesar del contraste entre el singular del artículo el y el plural del verbo
trabajaban, tanto más notable cuanto ambas palabras se hallan tan
próximas, nos tentamos a pluralizarlo por un motivo evidente: la presencia
del número 8. Ahora bien, el sujeto no es el numeral cardinal 8, sino un
sustantivo singular, el 8%.

Expresión correcta:
El 8% trabajaba en oficinas.

5. Cada tarde un grupo de estudiantes se reunían.


De nuevo, una falta de concordancia en número entre un sujeto y su verbo.
Bastaría preguntarse cuál es, en esta oración, el sujeto del verbo reunirse.

Expresión correcta:
Cada tarde un grupo de estudiantes se reunía.

6. Allí viven multitud de personas ancianas, bien entrados en años.


La palabra entrados califica a personas. Otra cosa sería si se dijese «todas
ellas, varones bien entrados en años»; pues, entonces, «todas ellas»
funcionaría como aposición y habría un verbo «son» sobreentendido, tácito.

Expresión correcta:
Allí viven multitud de personas ancianas, bien entradas en años.

7. Se dejó establecidas las bases del proyecto.


El verbo dejar no está usado primordialmente como impersonal sino en

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POR UNA DEPURACIÓN DE EXPRESIONES ACTUALES

su forma pasiva (quedaron establecidas), por lo que debe tomar el plural


de bases. Lo mismo debe decirse de esos innumerables letreros que abundan
en nuestras ciudades: «se vende marcianos», «se alquila habitaciones» y
otros, donde hay una impersonalización por ahora no tan usual al oído:
más grato a éste resulta «se venden».

Expresión correcta:
Se dejaron establecidas las bases del proyecto.

8. ¿Te quiso pegar? Le voy a reñir.


Esta manera de expresarnos, tan común, encierra un error fácilmente
identificable. El pronombre personal te ha sido cambiado de lugar. El
pronombre no es, en efecto, complemento directo del verbo querer, sino
del verbo pegar. El mismo error se repite con el pronombre personal le,
complemento del verbo reñir, no del verbo ir. («Arroz con leche, me quiero
casar…» Contiene el mismo error…)

Expresión correcta:
¿Quiso pegarte? Voy a reñirle.

9. Es por esto que afirmamos el valor de la democracia.


Decir es por esto que es echar mano de un galicismo (c´est pour ça que).
Aprovechar un préstamo de otra lengua no presenta problema especial;
pero, en este caso, no hay motivo para hacerlo, pues podemos expresar lo
mismo en castellano, incluso de una forma más concisa.

Expresión correcta:
Por esto, afirmamos el valor de la democracia.

10. Lo haría si quisiere hacerlo.


Aunque cada vez sea más extraño, el uso del futuro de subjuntivo es correcto:
esa forma verbal existe para ser utilizada. Pero hay personas que recurren
al futuro de continuo en lugar de utilizar el presente o imperfecto de
subjuntivo, como es costumbre entre nosotros.

Expresión correcta:
Si quisiera hacerlo, lo haría.

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ANA MARÍA GISPERT-SAUCH COLLS

11. Más que nada, deseo fijarme ahora en el aspecto ético.


El sentido de esta introducción (más que nada) a lo que sigue en el discurso
parece ser «entre todos los aspectos, quiero resaltar el ético». Si es así, no
resulta congruente la expresión..

Expresión correcta:
De manera especial, deseo fijarme ahora en el aspecto ético.

12. Es así que, estando reunidos todos a la mesa, decidió confesarlo.


Es muy difícil precisar qué indica la expresión es así que: ¿una frase hecha?, ¿un
modismo vacío de contenido? Uno se siente tentado de decir que, en demasiadas
oportunidades, nada significa. Sin embargo, se encuentra una y otra vez en los
escritos producidos en nuestro medio. Vale la pena buscarle substituto.

Expresión correcta:
Por lo tanto, (vistas, pues, las circunstancias,) estando reunidos todos
a la mesa, decidió confesarlo.

13. Aquella noche servía para otro tipo de presencias.. Los testimonios
fueron entonces impresionantes... Cada cual habló a su manera…
Algunos se ven obligados a intervenir… Al final, el director decide
cerrar el acto con el himno, que todos cantaron con entusiasmo como
siempre han hecho.
Son a todas luces inadmisibles estos cambios de tiempos verbales en una
misma narración. Sencillamente, el narrador debe elegir, desde el inicio,
un tiempo —sea el presente histórico, el imperfecto, el pretérito perfecto o,
especialmente, el indefinido— y mantenerlo a lo largo del relato. Los
escritores caen fácilmente en este tipo de error cuando la narración es
prolongada. Se produce entonces un comprensible, pero intolerable, olvido
del tiempo en el que han comenzado a situar la acción.

Expresión correcta:
Aquella noche sirvió para otro tipo de presencias… Los testimonios
fueron entonces impresionantes… Cada cual habló a su manera…
Algunos se vieron obligados a intervenir… Al final, el director
decidió cerrar el acto con el himno, que todos cantaron con
entusiasmo como siempre lo habían hecho.

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POR UNA DEPURACIÓN DE EXPRESIONES ACTUALES

14. Le dijo a él todo lo que hasta entonces había silenciado.


Reiteración innecesaria del pronombre personal de tercera persona (le y él),
creando así una duplicación del mismo complemento indirecto. Con todo,
queda abierta como aceptable esa duplicación para el caso en que se desee
remarcar ese complemento por algún motivo. Incluso, cabe hacer uso de signos
gráficos, en ese caso, para producir ese efecto: «le dijo -¡a él!- todo lo que…»

Expresión correcta:
Le dijo todo lo que hasta entonces había silenciado.

15. Quisiera aprovechar esta ocasión.


Esta manera de hablar pretende ser humilde, guardar respetos. Pero el
hecho es que ya no produce el efecto deseado. El repetido uso meramente
formal del imperfecto de subjuntivo ha hecho que suene a formulismo.
Por añadidura, entra en contradicción con la actitud asertiva tan
recomendada en la actualidad.

Expresión correcta:
Quiero aprovechar la ocasión. Aprovecho la ocasión.

16. Si hubieran estudiado, hubieran aprobado.


Juntos los dos verbos, resalta la incorrección. Pero tomemos conciencia de
que, con frecuencia, se da la misma incorrección, aunque exista una
distancia entre los mismos. De hecho, aun escritores de fama caen en este
error. Cualquiera puede comprobar, tanto en el lenguaje escrito como en
el oral, cómo se substituye continuamente en nuestro medio el modo
potencial por el imperfecto de subjuntivo.

Expresión correcta:
Si hubieran estudiado, habrían aprobado.

17. Lo logró un promedio de 34 estudiantes.


La expresión es acertada, si se trata de proporcionar un dato estadístico.
La oración, en cambio, es confusa e inexacta cuando —por desgracia no
pocas veces sucede— lo que se pretende expresar con ella es indicar el
número de estudiantes que lograron el objetivo en referencia.

B. APL, 44(44), 2007 93


ANA MARÍA GISPERT-SAUCH COLLS

Expresión correcta:
Lo lograron 34 estudiantes.

18. A nivel de política. A nivel de nación.


He aquí un giro utilizado, estos últimos años, una y otra vez en reuniones
y discursos «cultos». En rigor, debe emplearse sólo en temas relacionados
con la altura. Por más que nadie pueda prohibir que el giro ingrese al
ámbito metafórico, su abuso debe invitarnos a restringirlo a la esfera
física…al menos por un tiempo.

Expresión correcta:
Respecto a la política. En el ámbito nacional.

19. Nos tomaría mucho tiempo hablar de todo lo que es el tema


empresarial.
La circunlocución todo lo que es reclama a todas luces un cambio. En
cuanto a tema, es un término últimamente demasiado empleado que no
siempre ocupa el lugar adecuado. Es hora de acordarse de sus sinónimos
(por ejemplo, «asunto», «cuestión», «materia», «problema»).

Expresión correcta:
Nos tomaría mucho tiempo hablar de los asuntos referentes al
empresariado.

20. Habiendo nacido en una aldea, llegó a ser presidente.


El gerundio tiene funciones de adverbio, especialmente modal. Es muy
común encontrarlo fuera del lugar que le corresponde, debido a intentos
inadmisibles de obligarlo a cumplir otras funciones: en el ejemplo, la
concesiva.

Expresión correcta:
Aunque había nacido en una aldea, llegó a ser presidente.

21. El programa está siendo ejecutado en la región.


No hay motivo especial para echar mano de esa paráfrasis, ya que se puede
decir lo mismo de manera más simplificada sin apelar al gerundio.

94 B. APL, 44(44), 2007


POR UNA DEPURACIÓN DE EXPRESIONES ACTUALES

Expresión correcta:
Se está ejecutando el programa en la región.

22. Te vi entrando al teatro.


El mal empleo del gerundio torna equívoca la proposición: ¿quién entraba
al teatro?

Expresión correcta:
Te vi mientras entrabas al teatro.

23. El ómnibus cayó al abismo, muriendo veinte pasajeros.


¿Acaso murieron mientras caía el vehículo? Peor aún: ¿fue ese el modo
como caía el ómnibus?

Expresión correcta:
El ómnibus cayó al abismo, a consecuencia de lo cual murieron
veinte pasajeros.

24. Me entregó un escrito conteniendo todo lo hablado.


En este caso, se ha intentado por la fuerza que el gerundio substituya una
oración de relativo, adjetiva.

Expresión correcta:
Me entregó un escrito que contenía todo lo hablado.

25. No había ninguno que ignorara la noticia.


Ejemplo de oración torturada, en la que se acumulan las negaciones: no,
ninguno; incluso el verbo elegido, ignorar, entraña otra negación, no saber.
La oración, además, acentúa el «defecto» de la lengua castellana, que permite
doblar una negación sin destruirla (ejemplo, «nadie dice nada»). La
acumulación torna confuso lo que se desea decir. ¿Por qué no convertir la
oración a su forma positiva?

Expresión correcta:
Todos sabían la noticia.

B. APL, 44(44), 2007 95


ANA MARÍA GISPERT-SAUCH COLLS

26. El ministro habría dicho que se construiría un puente.


Uno se siente tentado a decir que esta imprecisión, la cual afecta la
semántica, forma parte del genio nacional, reflejado en frases como «más
o menos», «regular». En definitiva, ¿cuál es la noticia?

Expresión correcta:
El ministro (o bien, NN afirmó que el ministro) dijo que construirían
un puente.

27. Que no sea la primera vez que nos visitan.


Esta evidente estupidez puede tomarse por su lado cómico. La registramos,
a beneficio de inventario, ya que hay personas poco instruidas que hablan
así.

Expresión correcta:
Que no sea la última vez que nos visitan.

28. La paz todos la buscan.


Hay una reiteración del objeto directo, como nombre (la paz) y como
pronombre (la). Se puede argüir que, mediante dicha reiteración, se
pretende resaltar ese objeto poniéndolo a la cabeza de la oración.
Personalmente no la encuentro justificada.

Expresión correcta:
Todos buscan la paz.

29. Hablemos de Einstein, que su fama llegó a todo el mundo.


Sorprenderá esta oración, pero no es raro encontrar construcciones
similares en el lenguaje hablado. El pronombre relativo cuyo ha caído en
desuso para el lenguaje coloquial, pues se considera preciosista. (El francés
mantiene vivo el uso del utilísimo dont; el inglés, whose, aunque reservado
para personas). Este hecho pone en aprietos que pueden derivar en
disparates lingüísticos. En el lenguaje coloquial es mejor no intentar una
oración compuesta; concretamente, es preferible renunciar a la oración
subordinada y armar otra principal a continuación.

96 B. APL, 44(44), 2007


POR UNA DEPURACIÓN DE EXPRESIONES ACTUALES

Expresión correcta:
Hablemos de Einstein, cuya fama llegó a todo el mundo.
(O bien) Hablemos de Einstein. Su fama llegó a todo el mundo.

30. En el evento, que hubo un homenaje a Colón, se recordó también a


Américo Vespucio.
Hay cierta semejanza con el caso anterior; pero, en éste, el pronombre
relativo que usurpa la función de sujeto cuando le corresponde la de un
complemento circunstancial.

Expresión correcta:
En el evento, en el cual hubo un homenaje a Colón, se recordó
también a Américo Vespucio.

31. Les aplican a las palabras significados que creen que las palabras
tienen.
La oración fue formulada, desde el estrado, en una reunión formal de
especialistas en lengua castellana.
Aplican tiene como sujeto tácito a ellos. El relativo que tiene como
antecedente significados y cumple al mismo tiempo la función de objeto
directo de tienen. Creen, cuyo sujeto tácito es también ellos, tiene como
objeto directo una oración subordinada substantiva. La confusión se origina
al utilizar como bisagra el relativo que entre dos oraciones que tienen el
mismo sujeto. Por añadidura, hay una duplicación del complemento
indirecto (les y estas palabras).

Expresión correcta:
Aplican a las palabras los significados que, según ellos, tienen.

32. No sólo rompieron los vasos sino también los platos.


Aparentemente no hay incorrección alguna en esta información, nadie
objetaría su estructura gramatical; pero, si se presta atención, las partes de
la oración contrapuestas no son las que aparecen precedidas de los adverbios
no sólo – sino también. No es correcto, en efecto, contraponer un verbo
(romper) a un nombre (platos).

B. APL, 44(44), 2007 97


ANA MARÍA GISPERT-SAUCH COLLS

Expresión correcta:
Rompieron no sólo los vasos sino también los platos.

33. No hay mayor satisfacción que el deber cumplido.


Tampoco en esta oración está bien expresada la contraposición, pues el
deber no es una satisfacción grande o pequeña. Si se desea construir una
proposición lógica, es inevitable alargarla o, mejor, reconstruirla.

Expresión correcta:
No hay mayor satisfacción que la que produce el deber cumplido.
Nada satisface más que el deber cumplido.

34. Se apersonaron muchos, especialmente las personas sin recursos.


Se trata de un ejemplo donde el verbo está mal escogido.

Expresión correcta:
Acudieron (vinieron, llegaron) muchos (muchas personas),
especialmente las personas sin (aquellas que carecían de) recursos.

35. Tuve la suerte de poder trabajar con él.


Si se analiza lógicamente, el objeto directo del verbo principal no es poder
sino trabajar. En efecto, la suerte no consiste en disfrutar de la posibilidad,
sino del hecho consumado.

Expresión correcta:
Tuve la suerte de trabajar con él.

36. Debe(n) haber 5 000 en total.


Con la proposición se desea manifestar, tal vez, un imperativo; tal vez,
una suposición. Si no se modifica, es ambigua.

Expresión correcta:
¡Que sean 5 000 en total! Deben ser 5 000 en total. Debe haber
5 000 en total. (IMPER.)
Debe de haber 5 000 en total. (SUPOSICIÓN)

98 B. APL, 44(44), 2007


POR UNA DEPURACIÓN DE EXPRESIONES ACTUALES

37. Se debe de haber caído.


Esta vez no hay duda: se trata de una suposición. El error consiste en la
función asignada al pronombre reflexivo se. En efecto, no modifica al
verbo deber sino al verbo caer.

Expresión correcta:
Debe de haberse caído.

38. Un tumulto es cuando un gentío se pone a gritar.


El predicado nominal que, con razón, esperamos encontrar tras el verbo
es quedó aquí frustrado al adoptar la forma de una oración circunstancial.
Se trata de un ejemplo típico de definición defectuosa, por desgracia todavía
muy usual entre nosotros.

Expresión correcta:
Un tumulto es aquel que se forma cuando un gentío se pone a
gritar.

39. En ese sentido, habría que decir lo siguiente.


Lamentablemente nos hemos acostumbrado a que la frase en ese sentido
no tenga un antecedente que la justifique. Si se apremiara a quien la formuló
preguntándole «¿en qué sentido?», quedaría sin respuesta posible y se
pondría de manifiesto el vacío de la misma.

Expresión correcta;
Así pues, habría que decir lo siguiente.

40. En ningún lugar del mundo, en ningún país, nunca se ha visto ese
fenómeno.
La lógica elemental enseña que una proposición universal negativa debe
ser empleada con la máxima cautela: bastaría encontrar un lugar del mundo,
un país, un momento de la historia en el que se haya visto el fenómeno
cuya existencia ha sido negada para demostrar que la proposición es falsa.

Expresión correcta:
Rara vez se ha visto ese fenómeno.

B. APL, 44(44), 2007 99


ANA MARÍA GISPERT-SAUCH COLLS

41. Vista la potencialidad de sus capacidades y fortalezas, se hace


viable el desenvolvimiento de fuerzas capaces de poner en
movimiento toda una serie de energías y dinamismos, cuya acción,
una vez desencadenada, puede dar lugar a cantidad de proyectos
y programas a favor del desarrollo de sociedades que viven en
necesidad.
La evidente verborrea desplegada en oraciones similares a ésta debe ser
desterrada para siempre de nuestro medio.

Expresión correcta:
Su comprobada capacidad puede traducirse en proyectos que
favorezcan el desarrollo de las sociedades que lo necesitan.

42. Digo, pienso, considero de que... Con tal de que no te eches atrás. Caer
en la cuenta que…
Mucho se ha criticado el «dequeísmo», pero persiste en varios de nuestros
países. Por el lado opuesto, hay que reclamar el debido empleo de la
preposición de con los verbos que lo requieren.

Expresión correcta:
Digo, pienso, considero que… Con tal que no te eches atrás. Caer
en la cuenta de que…

43. Volviste en sí.


La incorrecta afirmación tiene una causa: cuando utilizamos el verbo modal
volver en sí, normalmente limitamos su conjugación a la tercera persona.

Expresión correcta:
Volviste en ti.

44. Si llovería, nos (mojáramos) mojaríamos.


Por más que esta defectuosa construcción de la forma condicional no se
cometa en nuestro país tanto como en otros (Argentina, por ejemplo), no
deja de presentarse entre nosotros en forma recurrente.

Expresión correcta:
Si lloviera, nos mojaríamos.

100 B. APL, 44(44), 2007


POR UNA DEPURACIÓN DE EXPRESIONES ACTUALES

45. Está relacionado a los problemas ecológicos.


En ésta y las siguientes oraciones y frases, damos cuenta de usos incorrectos
de varias preposiciones. Con frecuencia, la clave se encuentra en la
preposición/prefijo del verbo en cuestión: esa misma será también la que
rige el verbo.

Expresión correcta:
Está relacionado con los problemas ecológicos.

46. Es un asunto a tratar.


Galicismo muy usado en nuestro medio.

Expresión correcta:
Es un asunto por tratar.

47. En memoria a mi madre.


Es común el uso de esta, o parecida, leyenda en muchos vehículos.

Expresión correcta:
En memoria (a la memoria) de mi madre.

48. Lo firmó de acuerdo a los herederos.


La expresión de acuerdo rige la preposición con

Expresión correcta:
Lo firmó de acuerdo con los herederos.

49. Solicitó comentarios a su ponencia.


No se piden comentarios a una ponencia, sino sobre la ponencia, o acerca
de ella.

Expresión correcta:
Solicitó comentarios sobre su ponencia.

50. Consultó a un perito.


El verbo consultar significa deliberar con alguien, y rige la preposición con

B. APL, 44(44), 2007 101


ANA MARÍA GISPERT-SAUCH COLLS

Expresión correcta:
Consultó con un perito.

51. Heredó a su padre.


La herencia no es el padre, el cual no es el objeto directo del verbo.

Expresión correcta:
Heredó de su padre.

52. Los dos ingresaron a la escuela.


El prefijo latino in- está indicando ya la preposición que debe ser utilizada.

Expresión correcta:
Los dos ingresaron en la escuela.

53. Eso sucedió bajo el gobierno de Odría.


La preposición bajo significa debajo de; por ello no es correcta en este
contexto.

Expresión correcta:
Esto sucedió (en) durante el gobierno de Odría.

54. Se mostraba halagada por las cartas recibidas.


En esta frase, «las cartas recibidas» no es el complemento agente pues no
se trata de un verbo en voz pasiva.

Expresión correcta:
Se mostraba halagada con las cartas recibidas.

55. Cuando perdió el puesto, fue abandonado de todos.


En este caso todos sí es el complemento agente y debe usar la preposición
«por».

Expresión correcta:
Cuando perdió el puesto, fue abandonado por todos.

102 B. APL, 44(44), 2007


POR UNA DEPURACIÓN DE EXPRESIONES ACTUALES

56. A la noche, toda la familia se sienta en la mesa.


Expresar así el hecho resulta claramente defectuoso, pues la familia no
utiliza la mesa para sentarse

Expresión correcta:
A la noche, toda la familia se sienta a la mesa.

57. ¿Qué es bueno para los zancudos?


La preposición para es indicativa de utilidad y finalidad, por lo que su
uso, en este caso, no es pertinente.

Expresión correcta:
¿Qué es bueno contra los zancudos?

58. Se aficionó por la Internet en exceso.


He aquí un último ejemplo en el que la preposición elegida (por) no está
en concordancia con el prefijo del verbo en cuestión (ad latino).

Expresión correcta:
Se aficionó a la Internet en exceso.

59. Eran 06 hermanos.


Sin duda, se trata de una fea intromisión en el lenguaje literario de los
estilos propios de los libros de contabilidad.

Expresión correcta:
Eran seis hermanos.

60. Los adultos(as). Los adult@s. Los adultos y las adultas.


La intención, inclusiva, es loable; pero su realización no logra tener éxito. En
realidad, la lengua castellana no cuenta, por ahora, con medios para hacer
justicia a la mujer de forma consecuente. Sería ridículo e insoportable escribir
—peor aún, leer— «los(as) niños(as) educados(as) son respetuosos(as)». De
momento al menos, no hay sino atenerse a las normas tradicionales establecidas.

Expresión correcta:
Los adultos (varones y mujeres).

B. APL, 44(44), 2007 103


ANA MARÍA GISPERT-SAUCH COLLS

BIBLIOGRAFÍA

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Esbozo de una nueva gramática de la lengua


española. Ed. Espasa-Calpe. Madrid 1986.

LÁZARO CARRETER, Fernando. El dardo en la palabra. Ed. Galaxia


Gutemberg – Círculo de Lectores. Madrid 1997.

HILDEBRANDT, Martha. El habla culta (o lo que debiera serlo). Ed. Peisa.


Lima 2000.

CISNEROS V., Luis Jaime. El funcionamiento del lenguaje.Fondo Editorial


PUCP. Lima 1995.

GATTI MURIEL, Carlos. / Huyese Rebagliati, Jorge Técnicas de Lectura y


redacción. Lenguaje científico y académico. Ed. Universidad del Pacífico.
Lima 1997.

MARINA, José Antonio. La selva del lenguaje. Introducción a un diccionario


de los sentimientos. Ed. Anagrama. Barcelona.2000.

LINARES, Mario. La redacción correcta. Ed. Paraninfo. Madrid. 1992.

104 B. APL, 44(44), 2007


LAS PALABRAS ENCANTADAS: REFLEXIONES SOBRE UN DICCIONARIO DE PERUANISMOS

INCORPORACIONES

B. APL, 44(44), 2007 105


JULIO CALVO PÉREZ

106 B. APL, 44(44), 2007


LAS PALABRAS ENCANTADAS: REFLEXIONES SOBRE UN DICCIONARIO DE PERUANISMOS

B. APL, 44. 2007 (107-125)

LAS PALABRAS ENCANTADAS: REFLEXIONES SOBRE UN


DICCIONARIO DE PERUANISMOS *

Julio Calvo Pérez

Es para mi un honor —lo que digo no es por más tópico menos


real— comparecer ante ustedes hoy, en este día que corta al año en dos
mitades para decirles, en primer lugar, que yo mismo soy de algún modo
como el día en que vivimos: un lingüista en dos partes iguales, la que se
orienta hacia mi tierra y mis investigaciones en el marco de la Universitat
de València (España) y la que se enraíza en esta vuestra tierra a la que llevo
entregados, con dedicación casi exclusiva, los cuatro últimos lustros de mi
vida. Aprendiz allí y aun más aprendiz acá, les doy sinceramente las gracias
por haberme otorgado su confianza, por haberme abierto de par en par las
puertas de su casa y haberme acogido en ella, por depositar en mí una parte
de responsabilidad en la conducción de la palabra peruana a buen puerto,
siendo, empero, que la riqueza del castellano hablado en el Perú no tiene
límites, siendo sus novelistas, poetas y ensayistas de tan altísimo nivel literario
en el conjunto del español, siendo su tradición tan rica y variada y siendo al
mismo tiempo en fin tan poca la capacidad de emulación y réplica que yo
pueda desarrollar ante tamaña valía. Esta misma casa, desde su fundación
por D. Ricardo Palma el 5 de mayo de 1887 hasta el día de la fecha, ha
contado con tan egregias figuras de las letras peruanas que me siento

* Discurso de su incorporación como académico correspondiente, en sesión pública


del 30 de junio de 2007.

B. APL, 44(44), 2007 107


JULIO CALVO PÉREZ

anonadado, verdaderamente liliputiense, ante su gigantesca presencia o su


imborrable recuerdo. Mas en lo que soy me ofrezco y con lo que puedo
coadyuvo. Estoy desde hace tiempo a entera disposición de ustedes.

Y paso al tema de mi reflexión.

¿Creen ustedes que el diccionario es, ilustres colegas, un cementerio


de las palabras, como aseguró mi preclaro tocayo argentino, Julio Cortázar?
Puede que lo sea: los términos que ganaron su puesto en él, las frases
hechas que acogió el libro de las palabras en su factura de mamotreto en el
pasado y que se hallan en él inmersas, adheridas como lapas, han podido
quedar obsoletas y están ahí todavía. Incluso esos refranes, que los
lexicólogos actuales rechazan del lexicón y que gustaban a nuestras abuelas...
siguen acudiendo pertinaces, erre que erre, a nuestra retina… Tal vez más
que ensambladas a la materia lingüística, las palabras terminen siendo pura
sustancia, algo así «como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la
roca», que dijo unos de mis poetas preferidos, Vicente Aleixandre, en su
poema En la plaza.

A las palabras —y los académicos de la lengua que velan por ellas lo


saben muy bien—, no podemos prohijarlas porque sí, a las primeras de
cambio, con el oportunismo del que introduce la mano en el agua turbia y
extrae cualquier pescado de ella. Las palabras que entran en el diccionario
tenemos que confirmar que estén «bien cocidas» como aconseja el lingüista
Guillermo Rojo, colega de la RAE, al igual que aquellos que con su pulso
y su ecuanimidad, con su experiencia y hondura, las proponen y renombran,
las delimitan y perfilan, las sitúan y acomodan en un conjunto orgánico
en el que como en una película, cada plano se limita con el otro plano y
cada secuencia con cada secuencia, hasta constituir un todo articulado.

Al mismo tiempo, al ser las cosas así como las describo, el que se
acerca a la obra magna que es, sin duda, cualquier calepino tiene que estar
hecho de una pasta especial para vencer el componente tedioso que cerca
su estructura, para superar el prejuicio de su inutilidad o vacuidad, para
vencer la suficiencia individual de hablantes competentes que reconocía
Pablo Neruda:

108 B. APL, 44(44), 2007


LAS PALABRAS ENCANTADAS: REFLEXIONES SOBRE UN DICCIONARIO DE PERUANISMOS

LOMO de buey, pesado


cargador, sistemático
libro espeso:
de joven
te ignoré, me vistió
la suficiencia
y me creí repleto,
y orondo como un
melancólico sapo...,

y caer, después, en aquella fascinación que cantó el renombrado


poeta chileno en su conocida Oda al diccionario, al principal repertorio de
palabras, recién referida. Sigue el autor:

El Diccionario,
viejo y pesado, con su chaquetón
de pellejo gastado,
se quedó silencioso
sin mostrar sus probetas.
Pero un día,
después de haberlo usado
y desusado,
después
de declararlo
inútil y anacrónico camello,
cuando por largos meses, sin protesta,
me sirvió de sillón
y de almohada,
se rebeló y plantándose
en mi puerta
creció, movió sus hojas
y sus nidos,
movió la elevación de su follaje...

No todo el que necesita bucear entre las cerezas enzarzadas de las


voces siente la magia austral del que había nacido poeta. Por eso el

B. APL, 44(44), 2007 109


JULIO CALVO PÉREZ

diccionario tiene tan pocos adictos, porque es extremadamente difícil rascar


su superficie para encontrar el brillo bajo sus óxidos, porque los vocablos
definidos, unos debajo de otros, les son supuestamente ajenos entre sí. Sí,
me dirán ustedes, casi nadie podrá leer a fondo a Don Ricardo Palma sin
1
un diccionario al lado: zalagardas, capigorrón, famulicio, chirinola… son
palabras al azar de su Tradiciones Peruanas (en «La Conspiración de saya y
manto / Una excomunión famosa»). Ni se podrá comprender a José María
Arguedas sin conocimientos de quechua: los k’oñanis, el layk’a, la wakawak’ra,
las k’eullas y los lek’les [que] «revoloteaban gritando en el cielo» (como dice
el autor en Yawar fiesta, 112-113)2. Por eso:

Diccionario, no eres
tumba, sepulcro, féretro,
túmulo, mausoleo,
sino preservación,
fuego escondido,
plantación de rubíes,
perpetuidad viviente
de la esencia,
granero del idioma.

He aquí, pues, la primera conclusión de esta laudatio al glosario de


nuestras penas y glorias, que crece en nuestra puerta, encarnado en mí en
aquel primer gran libro que tuve y que compré sin dinero: incluso con sus
defectos y sus posibles momias, nuestro diccionario, un diccionario de
peruanismos, es muy necesario. E inaplazable.

Pero, ahora de modo más circunspecto —quiero decir más


técnicamente— hemos de preguntarnos por el objeto de nuestro estudio:
¿qué es un peruanismo? Decir que un peruanismo es una palabra del Perú
es decir bien poca cosa. O tal vez sea decir demasiado. Las palabras del
Perú se expresan en siete docenas de lenguas diferentes: hay palabras

1 ‘Escaramuzas’, ‘ocioso, vagabundo’, ‘servidumbre de la casa’ y ‘reyerta, pendencia’.


2 Qhuñani ‘mocoso, laiqa ‘brujo’, waka waqra ‘trompeta {de cuerno}’, qillwa (= qiwlla)
‘gaviota’, liqlis ‘avefría’.

110 B. APL, 44(44), 2007


LAS PALABRAS ENCANTADAS: REFLEXIONES SOBRE UN DICCIONARIO DE PERUANISMOS

quechuas y aimaras, palabras shipibas y aguarunas, palabras asháninkas y


machiguengas y hasta palabras secoyas. Las palabras en Perú, parafraseando
a Miguel Hernández, el poeta alicantino, «cantan encima de los fusiles y en
medio de las batallas» como los ruiseñores del malhadado poeta, que así
declamando esperaba a la muerte, tal vez como esos mismos idiomas,
seguramente también como esas palabras desusadas que pueblan el
diccionario, pero que son la madre del vino joven, su solera. Una manera
más de que no mueran es inmortalizarlas en el diccionario. El español,
afortunadamente para nuestra Academia y para todas y cada una de las
veintidós academias y los cuatrocientos millones de hablantes a los que
estas representan, es una lengua fuerte, en expansión, una lengua
internacional con peso global y globalizante, a diferencia del quechua, por
ejemplo, que habiéndolo sido otrora es hoy una lengua internacional
lamentablemente fragmental y fragmentable. Aún así, la lengua de los valles
templados tiene mucho que ver con nuestros objetivos, mucho. Si —para
nosotros— peruanismo es cualquier palabra del español hablado en Perú
en el sentido más general y lato, peruanismo es sobre todo, en el más
estricto y particular, toda aquella palabra ya castellana que tiene que ver
directamente con la lengua del imperio inca, de donde proviene, que irradió
desde aquí como préstamo, desde aquellas míticas pacarinas, a media
América: carpa y chacra, pampa y polla (que por cierto viene de PUKLLAY
‘jugar’). Y se extendió al mundo: papa, inca , cóndor, llama.

Entre esos dos límites se mueve nuestro repertorio: El DP —diccionario


de peruanismos— que la APL, esta casa de Osambela, está dispuesta, con el
ánimo de todos, a elaborar, será el granero de nuestro idioma, la pirwa, la
qullqa y el taqi; es decir: despensa, almacén y silo. Constará de sepulcros
blanqueados y de vagidos de vida –vagido llamó Menéndez Pidal a la primera
palabra española nacida en los límites del latín en La Rioja, en San Millán
de Suso. Se servirá de palabras propias y menos propias, porque no es
posible trazar una isoglosa que coincida fielmente con una frontera política.
¿O acaso muchas palabras de Piura no se utilizan también al sur de Ecuador,
en Puerto Bolívar, Zamora o Loja? ¿Y las palabras de Puno no son a su vez
palabras vertebradas, goznes y charnelas de los dos horizontes
administrativos que articulan desde su atalaya? ¿Dónde está el límite, sino
en las limitaciones de nuestra labor?

B. APL, 44(44), 2007 111


JULIO CALVO PÉREZ

En el proyecto léxico que apenas he esbozado en un escrito y que está


ya en manos de nuestro Presidente, los peruanismos en sentido todavía estricto
se caracterizan así; cito:

«Las palabras del diccionario serán peruanismos reconocidos y por


tanto el DP no recogerá aquellas palabras de significado uniforme
en todo el ámbito hispánico; palabras como y, nada, ejemplo,
construcción, subir no tendrán cabida inicialmente en el diccionario
de peruanismos, por más que sean igualmente peruanas; podrían
tenerla solamente en aquellos casos en que el Perú presenta
acepciones propias para ellas; por ejemplo: damisela tendrá entrada
en la acepción «vulg.» de ‘mozo de maleta’, pero no necesariamente
en la de ‘moza {que presume de dama}’, que es panhispánica.

Una palabra que no sea panhispanismo puede ser panamericanismo.


Entonces cabe distinguir dos presupuestos: 1. que la palabra
provenga de otro lugar de este u otro continente y sea la misma que
en otros muchos lugares: caso de tomate o plata ‘dinero’ o 2. que se
haya extendido a otros lugares, pero parta de Perú: caso de chacra
‘parcela’. La decisión debe ir en la línea de que se introduzca
solamente en el segundo supuesto. Pasada la primera edición, se
podrá evaluar mejor qué hacer en los demás casos.

Una palabra puede ser panamericanismo, pero quedar reducida a


un ámbito peruano o próximo al del Perú: el caso de chicha ‘bebida
{alcohólica de maíz}’, palabra de procedencia chibcha que entró al
Perú en detrimento de azua (o asua). En estos casos se deberá decidir
qué hacer en coordinación con las Academias de los países vecinos,
sobre todo por lo que a las lenguas andinas se refiere: Colombia,
Ecuador, Chile, Argentina, Bolivia...»

Mi opinión es la de que estas palabras se incorporen.

¿Es suficiente? ¿O hemos de abrir un fructífero debate para centrar


más el problema? La experiencia demuestra —y yo ya llevo quince años
haciendo lexicografía— que las acotaciones previas orientan mucho, pero

112 B. APL, 44(44), 2007


LAS PALABRAS ENCANTADAS: REFLEXIONES SOBRE UN DICCIONARIO DE PERUANISMOS

son infructuosas para tratar los lexemas fronterizos, de modo que habrá
que proceder con cautela y debatir en cada caso. Yo diría, con un dicho
popular, de mi abuela, que «más vale que sobre que no que falte» y con
otro de mi madre que «por mucho pan nunca es mal año». Así que hay
que renunciar a un refrán opuesto —y cobarde—, aquel que invita a que
«por miedo a los gorriones no se siembren cañamones». O sea, y si lo
prefieren, señoras y señores: in dubio pro reo. Y aquí entran en liza todas las
palabras.

Hay otra cuestión relevante que no debe pasar desapercibida. El


trabajo que nos espera es arduo y difícil, pero la sociedad nos lo agradecerá
en su medida. Y cuesta: cuesta quebradura de cascos y necesita dinero:
¿Qué patrocinador, entonces? Cuantos más, mejor. Y la obra es delicada y
requiere el primor de los tórculos: ¿Qué editor, pues? Aquí en Lima tenemos
al mejor del mundo, al Rvdo. Padre Johan Leuridan.

Además, tenemos la compensación de que la nuestra es una hermosa


tarea. Sigue Neruda:

Y es hermoso
recoger en tus filas
la palabra
de estirpe,
la severa
y olvidada
sentencia,
hija de España,
endurecida
como reja de arado,
fija en su límite
de anticuada herramienta,
preservada
con su hermosura exacta
y su dureza de medalla.

B. APL, 44(44), 2007 113


JULIO CALVO PÉREZ

O la otra
palabra
que allí vimos perdida
entre renglones
y que de pronto
se hizo sabrosa y lisa en nuestra boca
como una almendra
o tierna como un higo.

Claro. Hay palabras de dos clases. De muchas clases, pero me


concentro en dos en este punto. La palabra antigua –no anticuada–, la
palabra aljofifada con el mejor paño, depurada cual metal precioso,
alquitarada en los mejores alambiques y acrisolada en el crisol inequívoco
del tiempo (en el CH’UYANCHAY quechua). Luego la palabra moderna,
saltarina, cambiante y tal vez efímera: estar misio y calato, estar arrancado,
pelado y quebrado, estar aguja y agujita —los ecuatorianos están chiros. Se trata
de la palabra joven, escurridiza como agua jabonosa, que nos viene al oído
de improviso y nos enajena, que aunque expertos, se nos resiste a la
definición a falta de contexto. A su grupo pertenecen jergas y argots —no
quiero decir slang impronunciable—: es la palabra de replana y, por supuesto,
esas acumulaciones léxicas que juzgamos tan innecesarias, pero al mismo
tiempo tan divertidas en todas las lenguas: azotea, calabaza, collota ¶, maceta,
mate ¶, perola, tutuma ¶ (metáforas de «cabeza», algunas españolas, otras
peruanas); o para «amigo» como causa (< q. KAWSAY ‘vivir’, que se cruza
con esp. CAUSAR), chochera (< CHOCHO), pata (como si fuera una pierna
inseparable respecto de la otra pierna), yunta (‘conjunto de dos animales
que aran la tierra juntos’), cuando no argolla, broder, cáusula, compadre,
copiloto, parner (otro anglicismo < ingl. PARTNER ‘compañero’), primo, etc.
Hemos de tener cuidado con ellas, hay que darles una oportunidad sin
dársela; tal vez haya que citarlas en algún lugar sin definirlas u otorgarles
un tono menor para no llamar a engaño a nadie mientras no estén
consolidadas.

Ya tenemos los cuatro suyos encarados: palabra vieja y palabra joven,


palabra inequívocamente peruana y palabra peruana en diverso grado
compartida. ¡Qué Dios nos coja confesados! Y, sin embargo, lo más grave

114 B. APL, 44(44), 2007


LAS PALABRAS ENCANTADAS: REFLEXIONES SOBRE UN DICCIONARIO DE PERUANISMOS

no es eso. Se nos aproximan tiempos de macroestructura y de


microestructura, de nomenclatura. Veamos un ejemplo, voluntariamente
controvertido:

SACALAGUA: Etimología: (q. SALLQA / SAKQHAY (esp. SACAR + /


LAWA / Esp. SACA EL AGUA) /Semántica: /Humano/. Dialectología:___
(señalando los lugares de uso) ___
1. m/f. («coloq.»). Persona {de raza negra, de piel clara y ojos
azules,3 por mezcla de razas}
Ej.: ... y por último, el pueblo burlón y alegre, la simiente
del futuro indoamericanismo, el inga y el mandinga, el
cholo y el zambo, el sacalagua y el saltatrás en su jolgorio
y su pobreza (Felipe Cossío del Pomar, Arte del Perú Colonial,
México, Fondo de Cultura Económica, 1958, pág. 209).

(«pey.»):
Guerrero afana buenas flacas pero al menos el sacalagua
tiene buen gusto <www.elbocon.com.pe/>.

2. adj. amb. De color negro {claro}.


Ej.: Somos un cholo, un chino y un zambito sacalagua
como yo <bp-noticias.blogspot.com>.

3. Gent.: («fig.») Natural {de Lima}.

Palabras afines:
1 / 2. Negro, zambo, mulato, moreno, trigueño,
cuarterón, quinterón, chino, prieto, afro, morocho.4

3 Dudamos si verdes o azules, que opiniones hay de todas. Por ejemplo: «El o la sacalagua
es blanco, rubio y de ojos azules; pero … viene el argos criollo y descubre que en lo
blanco hay algo de mestizo y como de sucio; en lo azul algo como de aguado, y en lo
rubio un algo y hasta tres muchos de pasudo, y dice sacalagua. Algunos pretenden
que, etimológicamente, quiere decir esto: Saca el agua del bautismo y se verá que no
eres sino mezclado», como sugestivamente lo recuerda el escritor Alberto Tauro del
Pino, citando al celebrado filólogo Pedro Paz-Soldán y Unanue.» <www.gratisweb.com/
drsalomonh/paginas /prologo.html >
4 Raúl Maseru (<www.torontohispano.com/>) señala un grupo mayor de términos en
este campo semántico:

B. APL, 44(44), 2007 115


JULIO CALVO PÉREZ

3. Limeño, mazamorrero.

Palabras derivadas: ____(si se forman)__________


Aspectos sintácticos: ___(si fuera preciso destacarlos)_________
Aspectos históricos o culturales: __(según lo etnófilos que seamos y
si conviene destacar su existencia) __________________
Documentación: Álvarez Vita, Calvo Pérez, Ugarte Chamorro... La
palabra se documenta por primera vez en el año _(si ayudan las fuentes) _

¿Podríamos establecer la planta del DP con este criterio? Ahí en las


palabras afines o en los aspectos históricos y culturales podríamos plasmar
esas palabras fugaces que nos desprestigiarían de introducirlas a las primeras
de cambio y que, sin embargo, son testigos de nuestra época. Estudiemos
esto, por favor, que es muy importante. Perú nos pide soluciones

- CHOLO: al hijo de blanco e india.


- MULATO: al hijo de blanco y negra.
- MORENO: al mulato con facciones y color tirando a negro.
- SACALAGUA: al mulato de piel clara, cabello castaño y ensortijado, ojos claros,
pero claras facciones de ascendencia negra.
- ZAMBO: al hijo de negro e india.
- ZAMBAIGO: al hijo de chino e india.
- TERCERON: al hijo de blanco y mulata.
- CUARTERON: al hijo de blanco y mestizo.
- QUINTERON: al hijo de blanco y cuarterón.
- REQUINTERON: al hijo de blanco y quinterón.
- OCHAVON: al hijo de blanca y cuarterón.
- RELLOLLO: a la segunda generación de negro nacido en América.
- MUCAMUCA: al hijo de chino y zamba.
- SALTAPATRAS: al hijo de tercerón y mulata.
- TORNATRAS: al hijo de mulato y mestiza.
- TENTENELAIRE: al hijo de cuarterón y mulata.
- NOTENTIENDO: al hijo de tentenelaire y mulata.
- LOBO: al hijo de indio y tornatrás.
- CALPAMULATO: al hijo de zambaigo y loba.
- CAMBUJA: al hijo de zambaigo e india.
- ALBARAZADO: hijo de cambuja y mulata.
- COYOTE: al hijo de cuarterón y mestiza.
- BARCINO: al hijo de albarazado y blanca.

116 B. APL, 44(44), 2007


LAS PALABRAS ENCANTADAS: REFLEXIONES SOBRE UN DICCIONARIO DE PERUANISMOS

idiosincrásicas, pero el trabajo lexicográfico conjunto de todas las Academias


nos pide actitud obediente y cordura, uniformidad en el trato. ¿O es que
alguna vez nosotros podríamos llevar la voz cantante en algo sobre la
cuestión léxica? Seamos prudentes, pero también eficaces en la actividad
que se nos presenta.

Yo pediría rotundidad en esto. No me gustan los juegos frescos de


palabras al estilo del colega Javier Marías, quien, al entrar en la encumbrada
casa de la Calle de Felipe IV, 4 de Madrid (EL PAÍS: domingo, 2 de julio,
2006 y en su blog personal), despotricaba contra esto y aquello diciendo:
«Veo un mal futuro para el español», lo que me inclina a pensar que debería
haber renunciado a su nombramiento o haberse puesto a trabajar desde el
primer momento para la institución. Y luego espeta algo que de repente
nos afecta:

«La creación de vocablos que no existen en el diccionario es


permanente. Hace un par de semanas utilicé alarmadizo en un
artículo. Es una palabra que se explica por sí sola (si alguien puede
ser asustadizo, también alarmadizo) y a mí me suena bien. Y
siguiendo con las expresiones absurdas [dice sin solución de
continuidad] hay una que estos días se oye mucho en el Mundial y
que es la pelota al piso, en lugar de al suelo. Es una expresión que no
se de dónde viene, pero que me pone de los nervios».

Justamente esto es lo que menos nos hace falta en este momento: el


diletantismo; no puedo decir la afición, porque afición es un término
positivo y mi juicio con el hijo del conocido filósofo postorteguiano no lo
está siendo. El diccionario no inventa, selecciona y ratifica; el diccionario
no pone de los nervios, pone las cosas en su sitio. Y el diccionario nos
devuelve el favor que le hacemos construyéndolo: nos prestigia individual
y socialmente.

¿Se imaginan, señoras y señores, la oportunidad —que no el


oportunismo; me decanto ahora por el lado positivo— de suscribir nuestra
firma en un tesoro peruano después de 400 años del Tesoro de la Lengua
castellana o española de Sebastián de Covarrubias, que de los dos modos la

B. APL, 44(44), 2007 117


JULIO CALVO PÉREZ

llamaba el canónigo toledano? Su magnífica obra, inspiradora del que fue


luego el primer diccionario académico, publicada en Madrid en 1611, se
escribió de cara al más bello paisaje que imaginarse pueda en España, al
borde mismo de la Hoz del Huécar, en la ciudad de Cuenca. No le podía
salir mal aquella precursora aventura, aunque era consciente de las
dificultades que entrañaba tamaña empresa, a base de notas en papel y de
fichas de morosa consulta y una redacción lineal, como si de una novela se
tratara. Dice Covarrubias:

«Yo haré lo que pudiere, siguiendo la orden que se ha tenido en las


demás lenguas, y por conformarme con los que han hecho
diccionarios copiosos y llamádolos Tesoros, me atrevo a usar desde
término por título de mi obra; pero los que andan a buscar tesoros
encantados suelen decir fabulosamente que hallada la entrada de
la cueva do sospechan estar, les salen al encuentro diversidad de
monstruos fantásticos, a fin de les poner miedo y espanto para
hacerlos volver atrás, amenazándolos un fiero jayán con una
desaforada maza, un dragón que echa llamas de fuego por ojos y
boca, un león rabioso que, con sus uñas y dientes, hace ademán de
despedazarlos; pero venciendo con su buen ánimo y con sus conjuros
todas estas fantasmas, llegan a la puerta del aposento, donde hallan
la mora encantada en su trono, sentada en su real silla y cercada de
grandes joyas y mucha riqueza, la cual, si tiene por bien de les dejar
sacar el tesoro, van con recelo y miedo de que en saliendo a fuera,
se les ha de convertir en carbones. Yo he buscado con toda diligencia
este tesoro de la lengua castellana y lidiado con diferentes fieras...»

Esta es una bella analogía de la que no me resistía a una cita extensa.


Y a algo más. Mientras que algunos críticos acusan, con más o menos
razón, al diccionario de cementerio de palabras anodinas, anacrónicas o
desusadas, algunos lexicógrafos, con la razón por montera, piensan que
están haciendo un trabajo épico, de alto riesgo y de incalculables
consecuencias. De situarnos en el punto medio, donde dicen hallarse la
virtud, comprobaremos que no todas las moras encantadas son huríes o
reinas de la belleza: algunas presentan arrugas en la cara, superficies
carcomidas por el uso y defectos físicos para dar y tomar, porque de todo

118 B. APL, 44(44), 2007


LAS PALABRAS ENCANTADAS: REFLEXIONES SOBRE UN DICCIONARIO DE PERUANISMOS

tiene la viña del Señor (fíjense en conciente o carapulcra). Y además son


intangibles: solo se pueden enajenar sus joyas semánticas, aun a riesgo de
que sean carbones, ganga y no mena mineral. Además, la palabra queda
intacta para que otros la exploren.

Hemos de superar varios prejuicios, queridos colegas. El lexicógrafo


es humano y por tanto yerra: El DRAE, en su edición vigésimo primera –la
Real Academia prefiere vigésima primera– aportaba aini de la siguiente
desgraciada manera:

Aine. (del aimara ayne). m. Bol. Préstamo en dinero o especie que,


entre las colectividades quechuas y aimaras, ha de ser devuelto
duplicado al año de recibido.

Esta definición no tenía nada acertado, salvo la m. de masculino.


Restringía demasiado la extensión geográfica del término, por cierto mal
nombrado; transcribía mal la palabra indígena ayni, consideraba
erróneamente que aini no fuera un quechuismo y, lo que es peor, definía
horrendamente el término.

En la definición, principalmente, es donde el lexicógrafo se la juega.

Abundando en el término anterior, que el DRAE en su edición


última, tras denuncia mía, retiró por escandaloso, castigando la palabra
cuando debió prestigiarla con unción y enmienda tras pedirle perdón, creo
que habría que analizarlo en sus antecedentes léxicos; ellos nos ponen en
guardia de un matiz semántico que ha pasado hasta ahora desapercibido.
Veamos las fuentes:

-DST (1560): aynini ‘vengarse’, aynisca ‘cosa vengada’, aynic o


aynicapuc ‘el que se venga’.
ANÓN. (1586): ayñiñi ‘reçongar’, ayñicuni ‘responder, vengarse,
remunerar’, ayñicapuni o ayñicupuni ‘vengarse’.
DGH (1608): aynicupuni o aynini ‘recompensar o pagar con la misma
moneda’, aynicupuni ‘vengarse, satisfaçerse, hazerle otro tanto’,
aynilla manta llamcapuni ‘trauajar otro tanto por otro como él

B. APL, 44(44), 2007 119


JULIO CALVO PÉREZ

por mí’...; ayñini ‘reçongar, repugnar a lo que le mandan’, o resistir


al superior’..., ayñicuy ‘repugnancia, resistencia’, ayñi capuni ‘tornar
a rezongar, y repugnar el que ya obedecía’.
BERT. (1612): aynitha ‘reçongar’, aynicatatha ‘ídem y defender’,
aynicatiri ‘defensor’, aynisitha ‘contradezir y debatir entre si’,
aynisitha [otra vez] ‘trabajar por uno para que después trabaje
por él’; ayni ‘el obligado a trauajar por otro que trabajó por él’,
ayni ahususkhata ‘cumplir con la obligación al modo dicho’.

Sin ser exhaustivos, se descubren varias pistas, las cuales conducen


a una evaluación más apropiada.

1. En primer lugar, que el término es quechumara, pues se da en


las dos lenguas andinas, quechua y aimara, con similar ponderación. Pero
puestos a elegir, la versión de DST es medio siglo anterior a la de Bertonio.
Sanción: ayni es un quechuismo.

2. DST o bien se equivoca al no ponderar suficientemente el valor


de ‘reciprocidad’ y al fijarse sólo en el aspecto negativo, o bien existía un
concepto negativo antiguo preponderante que va dándose la vuelta después,
con los años, para convertirse en positivo. Sanción: ambas cosas; DST no
anda muy fino en esta entrada, pero también es verdad que las circunstancias
no parecían acompañarle. Entre otros impedimentos, la raíz ayni- encerraba
un espín que nuestro autor no pudo ver, dados los exiguos avances de la
lexicología —que no de la lexicografía— en el momento de hacer su lexicón.

3. El Anónimo, orientado ya hacia el Altiplano (dialecto andino


del quechua) descubre después ambos valores, aunque sigue inclinándose
por el negativo: venganza vs. recompensa (generalmente negativa).

4. DGH, el gran gramático y lexicógrafo cacereño, propugna la


igualdad: ‘pagar con la misma moneda’ o sea, dar bueno por bueno y malo
por malo, como en el código de Hammurabi. Habría que ver qué dice el
derecho comparado de la Edad Antigua, antes de la extraordinaria herencia
latina de Cervidio Scévola, Papiniano, Modestino, Gayo, etc. Por otro lado,
como «trabajar» es un concepto considerado positivo, la presencia de llank’ay

120 B. APL, 44(44), 2007


LAS PALABRAS ENCANTADAS: REFLEXIONES SOBRE UN DICCIONARIO DE PERUANISMOS

en el diccionario nos lleva al resultado que todos conocemos: al de la


reciprocidad andina.

5. Bertonio, el otro gran gramático y lexicógrafo del siglo XVII,


introduce dos veces como lema la palabra aynisitha, para separar las dos
vertientes del espín: la del debate y la contradicción, por un lado, y la del
trabajo devuelto en justo pago no pecuniario, por otro. Esa sí que fue gran
intuición, aunque lexicográficamente mal resuelta, pues no era precisamente
un caso de homonimia.

Sin conocer estas fuentes ni descubrir estas reglas no se puede hacer


lexicografía con garantías en el ámbito peruano. De esto se derivan ahora
dos corolarios: el primero, que no hay que delegar en Madrid para que
haga nuestro diccionario (los 216 quechuismos de la edición veintiuna y
los 346 de la edición veintidós, con sus abundantes errores, no avalan
precisamente la dejación de funciones) y segundo, que el diccionario es
obra de todos, porque los obstáculos que señalaba Covarrubias para llegar
a buen puerto están ahí y no cabe minimizarlos. Todos los esfuerzos son
pocos.

Cerraré la parte técnica de mi exposición atendiendo a la


nomenclatura. Permítanme de nuevo que metaforice con metáforas ajenas.
Cantaba —más que rezaba— Aleixandre:

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y


profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

Y poco después:

Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha


de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los
hombres [palpita extendido.

B. APL, 44(44), 2007 121


JULIO CALVO PÉREZ

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,


y le he visto bajar por unas escaleras
y adentarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón
afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o
con fe, con [temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.

La palabra llega concreta al diccionario, pero se diluye en la masa y


se pierde entre el río de palabras en algún lugar de la a a la z. No obstante,
sigue existiendo por sí misma, procede de una vivienda determinada y ha
bajado por las escaleras comunes del edificio léxico que llevan a la calle del
texto. Y aún es reconocible su diminuto corazón. Pero, ¿qué hacer para no
confundirla con otras afines? ¿Cómo etiquetarla?

Les propondré un último ejercicio por el momento. Antes de definir


cada palabra de un conjunto, por ejemplo el de los objetos con los que nos
ayudamos para obrar en este mundo —aparato, artefacto, artilugio, herramienta,
instrumento, máquina, medio, útil, utensilio...—, hay que estudiar
semánticamente el campo; así tras el análisis, tendríamos el siguiente árbol
(es un ejercicio tentativo, como todos los semánticos):

122 B. APL, 44(44), 2007


LAS PALABRAS ENCANTADAS: REFLEXIONES SOBRE UN DICCIONARIO DE PERUANISMOS

Realizado este trabajo de encaje de bolillos, podemos definir las


acepciones de cada entrada en el grupo semántico correspondiente. Eso
mismo se concreta más abajo en letra de otro color o tono. El conjunto
queda —aportamos solo un fragmento, como muestra— del siguiente modo
intermedio:

MEDIO (sust.) [...] {[+instr.] [+compl.]}, modo {de transporte};


{[±instr.] [‡compl.]}, conducto {por donde discurre algo};
{[‡instr.] [líq.]}, líquido {que sirve de ayuda en un trabajo}.
INSTRUMENTO {[instr.] [±compl.]}, mecanismo {para hacer algo};
{[+act.] [-anim.]} [‡compl.], utensilio {hecho de piezas, para un
uso}; [part.] (herramienta {de trabajo}; [+compl.], máquina.
UTENSILIO {[instr.] [±ríg.]} [±f.], objeto {para uso manual};
[±compl.] (instrumento {de uso}
[...]

Son definiciones tentativas, intermediaciones mesoestructurales a


la espera de su última concreción. Después, mejoradas las definiciones,
cuando ya tengamos el estudio terminado, procederemos a distribuir
alfabéticamente el conjunto en la macroestructura del diccionario,
eliminando los elementos intermediadores:

[...]
INSTRUMENTO. m. 1. Objeto {que se utiliza para realizar una
acción}; 2. Utensilio {hecho de piezas, para un uso
determinado}; 3. Herramienta {de trabajo}; 4. Máquina {de
pequeño tamaño}.
[...]
MEDIO. m. 1. Modo {de transporte}; 2. Conducto {por el que
discurre algo}; 3. Líquido {utilizado para realizar un trabajo}.
[...]
UTENSILIO. m. 1. Objeto {para uso manual}; 2. Instrumento
{sencillo} / ÚTIL [...]
[...]

B. APL, 44(44), 2007 123


JULIO CALVO PÉREZ

Este es el modelo científico, la manera de tratar la sinonimia y polisemia


y separarla de la homonimia; así también se reconocen los espines —con, que
también significa contra / alquilar con su distribución complementaria de
agentes / monstruo con su valoración positiva, cuando conviene, por ejemplo,
también lo son—, para no dejar perderse a las palabras en el maremágnum de
las demás palabras, confundiéndose unas con otras. Luego, se aplican el
resto de las técnicas: metonimia y sinécdoque, holonimia y meronimia,
metáfora, sin perder de vista el conjunto ni la planta de diccionario.

El gran problema es que a nuestro DP le va a faltar continuidad...,


quiero decir continuidad topológica, solo encontrable en el diccionario
holístico de la lengua, por lo que habrá que hacer referencia a las palabras
de base, aunque no se definan, para darle adecuado cuerpo: mesero,
peruanismo, no puede definirse sin mesa, palabra panhispánica en principio
ajena a nuestro diccionario restringido.

Por eso, a la larga, habrá que pensar que un DP no es técnicamente


aconsejable como «Diccionario de Peruanismos», sino como «Diccionario
del Perú».

Acabo. La mora encantada sigue encantada y al mismo tiempo


hemos burlado a sus guardaespaldas. En 2011, al filo del centenario de
Covarrubias, puede que nos veamos de nuevo en esta casa emblemática,
cuyos balcones de madera recuerdan los balcones de Extremadura y de
Canarias, con el DP en la mano. Les emplazo a todos y me emplazo a mí
mismo para que así sea, aunque siempre con la limitación, la necesidad y
al tiempo el ensueño que señaló Roland Barthes, en sus tres sentencias, en
el prólogo al diccionario Hachette en 1980:

1. El diccionario lucha sin cesar contra el tiempo y el espacio (social,


regional, cultural), pero siempre es vencido; la vida siempre es
más amplia, más rápida.
2. Toda palabra apela a una cosa, o a una nebulosa de cosas, pero
de igual modo cada cosa no puede humanamente existir sin
que haya una palabra que de cuenta de ella, la consagre, la asuma.
3. Creemos que el diccionario es un indispensable útil del

124 B. APL, 44(44), 2007


LAS PALABRAS ENCANTADAS: REFLEXIONES SOBRE UN DICCIONARIO DE PERUANISMOS

conocimiento, y es verdad; pero es también una máquina de soñar;


al engendrarse a sí mismo, por así decirlo, de palabra en palabra,
termina por confundirse con la potencia de la imaginación.

Y es que como dice Barthes «el lenguaje no es solamente el privilegio


del hombre, es también su prisión».

B. APL, 44(44), 2007 125


JULIO CALVO PÉREZ

126 B. APL, 44(44), 2007


AIMARA

ONOMÁSTICA ANDINA

B. APL, 44(44), 2007 129


RODOLFO CERRÓN-PALOMINO

130 B. APL, 44(44), 2007


AIMARA

B. APL, 44. 2007 (131–152)

AIMARA

Rodolfo Cerrón–Palomino
Academia Peruana de la Lengua

«La lengua Aymará es la más general de todas, y corre desde


Guamanga, principio del obispado del Cuzco, hasta casi Chile ó
Tucumán; es bien diferente de las otras lenguas, aunque toma
algunos vocablos de la quichua, variando la declinación y
formación pero no la significación».
Ramírez ([1597] 1906: 297)

0. La voz aimara alude actualmente a la segunda lengua ancestral


más importante del área andina, y, por extensión, al conjunto de los pueblos
de los Andes sureños que, distribuidos entre los países del Perú, Bolivia y
Chile, se sirven de ella como idioma materno, con una demografía
significativa de algo más de dos millones de hablantes. Es más,
modernamente, en el imaginario político de los países involucrados, en
especial en su región altiplánica compartida, se habla también de una
«nación aimara», por encima de sus fronteras territoriales, y cuya unidad
reposaría precisamente en el uso de la lengua común así llamada.

Originariamente, sin embargo, la palabra no hacía referencia a la


lengua ni menos a los pueblos que se valían de ella, y a lo sumo aludía,
como lo hemos reseñado ampliamente en otro lugar (cf. Cerrón–Palomino
2000: cap. I), a un grupo étnico de la región sureña del actual territorio

B. APL, 44(44), 2007 131


RODOLFO CERRÓN-PALOMINO

peruano. En la nota que sigue, tras un excurso sobre el tema, nos ocuparemos
de la etimología formal y semántica del nombre, cuya dilucidación había
quedado pendiente, reclamando un mejor escrutinio de los datos. Creemos
estar ahora en condiciones de ofrecer los elementos de juicio que permiten
resolver, al menos en calidad de hipótesis, los arcanos que encerraba la voz
que nos ocupa.

1. La voz aimara como glotónimo. El nombre con el que se designa


desde tiempos coloniales a una de las tres «lenguas mayores» del antiguo
Perú es el de aimara, escrito entonces como <aymara>, alternando con
<aymará>. La primera documentación de su uso como tal remonta a 1559,
bajo la pluma del Lic. Polo de Ondegardo, en su conocido tratado sobre
las creencias de los antiguos peruanos, donde cita algunos términos
atribuidos a la lengua «Aymarà de los Collas» (cf. Polo de Ondegardo [1559]
1985: 270). Conocida previamente como «lengua de los Collas», o
simplemente «lengua colla» (cf. Díez de San Miguel [1567] 1964: 194, 227),
es posible que la designación de <aymará>, primero como simple alternativa
y luego como sustituto de la frase alusiva al supuesto gentilicio, antedate a
la fecha mencionada, de manera que, con el tiempo, ya no sería necesaria
la especificación referida a los collas1, como se desprende de otro pasaje
del propio Polo de Ondegardo (op. cit., 271), en el que hace mención a la
lengua «Aymarà» a secas. ¿Significa esto, entonces, que la lengua no tenía
nombre propio, ya que para aludir a ella había que especificar el gentilicio
con el que se le asociaba? La respuesta no se deja esperar: como se sabe, los
glotónimos, aquí y en todas partes, derivan de los gentilicios, y se forjan en
la necesidad de los pueblos de identificarse o de ser identificados frente a
los otros. No debe extrañar entonces que la entidad que conocemos ahora
como aimara careciera de nombre propio, al igual que ocurría con su vecina
quechua, como tendremos ocasión de ver en otro lugar.

1 La expresión «lengua de los collas» requiere también de una explicación, pues adolece
de una asociación equívoca. En efecto, como lo vienen demostrando los estudios
lingüísticos y etnohistóricos (cf. Torero 1987: 343-351, Bouysse–Cassagne 1988:
1, § III), la lengua de los collas originarios, habitantes de la región noroeste del
lago Titicaca, habría sido la puquina, antes de su aimarización lingüística previa
a su quechuización ulterior.

132 B. APL, 44(44), 2007


AIMARA

En efecto, en cuanto al nombre aimara, éste es el resultado de una


forma regresiva a partir de <aymaray>, con acentuación llana (es decir
[aymáray]), que es como la registra el cronista indio Guaman Poma ([1615]
1936: 74, 269, 329, 433, 521 y passim), cuando no la castellaniza expresamente
como <Aymara> (op. cit., 100, 101, 128, 153 y passim). Dicho nombre hacía
alusión a un grupo étnico particular, referido precisamente como <Aymaraes>
por cronistas como Betanzos ([1551] 2004: I, XVIII, 129) y Sarmiento de
Gamboa ([1570] 1965: [35], 240). La etnia en referencia, cuyo territorio pasó
a llamarse «provincia de Aymaraes», según usanza de la época, ocupaba el
curso alto del río Pachachaca, que en su trayectoria recibe también el nombre
de Abancay, y fue conquistada por Capac Yupanqui, hermano del inca
Pachacutiy (cf. Garcilaso [1609] 1943: II, X, 148). La designación, adaptada
al castellano a partir de <aymarays>, tal como la registra Guaman Poma,
con la añadidura del plural gentilicio –s (como en «los chancas», «los
charcas», «los lipes» o «los camanchacas», etc.), ha quedado perennizada
como el nombre de una de las siete provincias del actual departamento
peruano de Apurímac. En dicho proceso de adaptación, quitado el plural
gentilicio, la –y final fue vocalizada como [e], deviniendo en <aymarae>,
base sobre la cual podía agregarse cómodamente la marca gentilicia,
obteniéndose <aimaraes>, pero induciendo, de refilón, un falso análisis
en la forma de aymara–es, donde –es aparece ahora como mero alomorfo de
la desinencia plural castellana. De aquí se estaba a un paso de la adaptación
final: quitada dicha terminación, quedaban expeditas <aymará>, con
acentuación aguda, o su variante llana <aymara>, convertidas en la forma
básica del nombre. La primera opción, todavía en boga hasta mediados del
siglo XX, como lo explica nuestro colega y amigo Enrique Carrión (1983:
187), surge de la atracción acentual que ejerce el segundo diptongo [ay] de
<aymáray> para devenir en <aymaráy>, con pérdida posterior de la
semiconsonante final2; la segunda variante, a su turno, con modernización
ortográfica en la forma de <aimara>3, es la que se ha impuesto finalmente.

2 Fenómeno nada infrecuente en la adaptación castellana de los nombres de origen


quechua y aimara, como lo prueba, por ejemplo, el topónimo de la costa central peruana
Lunahuaná, a partir de una fase intermedia como *runa wana–y ‘(lugar) donde escasea
la gente’. Para ejemplos similares, ver Cerrón–Palomino (2004b: § 4.3.4).
3 En efecto, ésta es la forma, ortográficamente correcta, que se ha impuesto por lo
menos en el Perú, salvo prácticas aisladas y esporádicas que, descaminadas en el

B. APL, 44(44), 2007 133


RODOLFO CERRÓN-PALOMINO

Ahora bien, hasta aquí nos hemos referido solo a la asimilación del
nombre dentro del castellano, el mismo que, según se vio, de etnónimo
devino en glotónimo. Sin embargo, queda la pregunta con respecto a la
motivación que dio origen a la transposición semántica del término. En
efecto, ¿por qué razón el gentilicio prehispánico de los <aymaray> fue
tomado por los españoles como base del nombre de la lengua que
conocemos como aimara? La misma interrogante se formularon en su
momento estudiosos como Markham ([1871] 1923: Apéndice) y Tschudi
([1891] 1918: 146–167). La tesis que el historiador británico ofrece en
respuesta a dicha pregunta, y que luego será suscrita por el viajero suizo, es
que la designación de aimara para referir a la lengua le fue impuesta a ésta
por los misioneros aimaristas de Juli (Puno), en forma arbitraria, desde el
momento en que habrían tomado el nombre de uno de los grupos de
colonos prehispánicos procedentes de la «provincia» de Aimaraes,
transportados allí por los incas en calidad de mitmas, y de quienes se habrían
servido aquéllos en su aprendizaje del idioma. Observa el mismo autor,
sin embargo, que tales colonos y sus descendientes, originariamente vecinos
y aliados de los quechuas de la región de Apurímac, apenas habrían
cambiado su lengua quechua materna por la del aimara de su nueva
residencia. De esta manera, concluye Markham, se designaba un idioma
con un nombre desprovisto de toda motivación histórica y lingüística.

Pues bien, ¿hasta qué punto es válida la tesis del ilustre historiador
sajón? En verdad, estudios posteriores se encargarán de desecharla, por
carecer de sustento. Así, Middendorf ([1891] 1959: II), sobre la base
documental proporcionada por las «Relaciones Geográficas» (cf. Jiménez
de la Espada [1881–1897] 1965), demuestra que en verdad el antiguo
territorio ocupado por los aimaraes era de habla aimara, por lo menos
antes de su quechuización, como lo estaría probando la toponimia de la
región4. Por su parte, José María Camacho, el estudioso boliviano que

tiempo, persisten en el empleo de la otra variante (¿y por qué no entonces seguir
escribiendo <quichua> y no <quechua>?). No así en el país boliviano donde,
sobre todo entre los aimaristas, escribir <aymara>, con <y> y no con <i>, parece
haberse convertido en símbolo de reivindicación idiomática.
4 Así, por ejemplo, al hablar del nombre de la provincia de Cotabambas, que
limita con la de Aimaraes, comenta, y con razón: «También este nombre pertenece

134 B. APL, 44(44), 2007


AIMARA

anota la versión castellana del libro de Markham, en particular el «Apéndice»


en el que desarrolla su tesis, llama la atención sobre dos cosas puntuales e
importantes: (a) que en verdad los jesuitas se asentaron en Juli solo en
1577; y (b) que quince años antes ya se designaba a la lengua como aimara,
por lo que los jesuitas no serían responsables de la festinación del nombre,
sin descartar que luego se habrían encargado de afianzarlo (cf. op. cit., nota
1, 142). Sobra decir que las investigaciones contemporáneas en materia de
aimarística se encargarán de confirmar las observaciones adelantadas por
tales estudiosos.

En efecto, si bien el glotónimo se documenta desde 1559, según se


vio, su empleo como tal, aparece ya bastante generalizado al finalizar el
siglo XVI, para afianzarse plenamente en el XVII. Paralelamente, el término
irá adquiriendo otro valor, esta vez de la lengua al grupo social, pues se
comenzará a hablar de las «naciones aimaraes», englobando dentro de ellas
todavía a los «aimaraes» originarios. Tal es lo que advertimos, por ejemplo,
en las «Annotaciones» a las traducciones aimaras del Sínodo convocado
por el arzobispo Toribio de Mogrovejo, donde aparecen listadas las
siguientes «naciones»: aimaraes, canchis, canas, contes, collas, lupacas,
pacajes, charcas, carangas, quillacas, y otras cuyos nombres étnicos no se
mencionan (cf. Tercer Concilio [1584] 1985: 78). Años más tarde, el primer
gramático de la lengua hará referencia, de manera cómoda, a la «nación
Aymara», como una unidad supraétnica, «aunq[ue] estendida en varias, y
diuersas prouincias» (cf. Bertonio [1612] 1984: «Al lector»)5. Notemos de
paso, en el pasaje citado del Tercer Concilio, cómo «aimaraes» y «contes»
figuran como «naciones» de habla aimara, demostrando así la tesis
equivocada de Markham: la designación de <aymara> de la lengua que hoy

al aymará, pues kota es lago o laguna, mientras el mismo significado en quechua


es «kocha», ya que el sonido ch del quechua, pasado al aymará, en diversas
palabras, se convierte en un sonido simple de t» (cf. Middendorf, op, cit., II, 71).
Aclaremos de paso, sin embargo, que la voz aludida remonta a *quca, de la cual
derivan ambas versiones mediante reglas fonéticas precisas (cf., para el aimara,
Cerrón-Palomino 2000: cap. V, § 1.2.1).
5 Que el proceso fue gradual nos lo ilustra el documento oficial de la tasa de la visita
del virrey Toledo ([1582] 1975): en dicho registro fiscal, al mismo tiempo que los
antiguos lupacas y pacases son censados como «aimaras», los carangas, charcas y quillacas
aún siguen siendo consignados con su nombre étnico respectivo.

B. APL, 44(44), 2007 135


RODOLFO CERRÓN-PALOMINO

conocemos como tal, lejos de haber sido inmotivada, le venía más bien de
modo natural.

Pues bien, las referencias hechas en el párrafo precedente demuestran


que la visión tradicional que se tiene actualmente del aimara como lengua
originariamente altiplánica no tiene sustento. Ahora sabemos que las
antiguas «provincias» de los «aimaraes», «contes», «canchis», «canas» y «collas»
se quechuizaron definitivamente durante los siglos XVI y XVII. Es más,
gracias a la evidencia aportada por otros documentos, así como por la
toponimia debidamente analizada, hoy podemos sostener no solo la
presencia de la lengua en la región del Cuzco, erigida como idioma oficial
por los incas antes de su quechuización posterior (cf. Cerrón–Palomino
1998, 1999, 2004a), sino en toda la región de los Andes Centrales, como
lo señalaba el clérigo Balthazar Ramírez (ver epígrafe) y lo advertía después
Middendorf (op. cit., II). De hecho, la presencia del jacaru–cauqui en plena
serranía limeña (Yauyos) es el mejor testimonio de la antigua raigambre
centro–andina de la lengua, antes de su fragmentación posterior debido a la
incursión del quechua.

Nótese ahora que, como resultado de los acontecimientos referidos,


por aimara se comprende exclusivamente, en los medios ajenos a los de la
especialidad, la variedad altiplánica por excelencia. Con el avance de los
estudios en materia de lingüística andina, que demostró de manera terminante
que el jacaru–cauqui, lejos de ser un resto de habla de mitmas transplantados
del altiplano, como se pensaba, constituía más bien la prueba palpable de la
preexistencia del aimara en la zona, surgió, entre los especialistas, un falso
problema de carácter designativo: ¿cómo debía nombrarse el conjunto jacaru–
cauqui/aimara (altiplánico), siendo ambas ramas miembros de una misma
entidad (familia) idiomática? La pregunta tuvo dos propuestas como respuesta:
por un lado, Martha Hardman ([1966] 1975, 1978) acuñó el término jaqi (y
así ella habla de las «lenguas jaqi»); y, por el otro, Torero ([1970] 1972) postuló
aru (de allí el uso de «lenguas aru»); en ambos casos se echaba mano de una
palabra aimara significando ‘gente’ y ‘palabra’, respectivamente. En otro lugar
(cf. Cerrón–Palomino 1993) hemos discutido ampliamente lo inadecuado e
innecesario de ambas designaciones, por lo que no volveremos a tratar de
ello aquí. Baste con señalar que nuestra posición es a favor del uso del mismo

136 B. APL, 44(44), 2007


AIMARA

nombre de aimara (y entonces hablamos de «lenguas aimaras» o «aimaraicas»)


para designar a toda la familia, así como había ocurrido previamente con el
de quechua a la hora de intentar agrupar todos los miembros de la familia
bajo un mismo rótulo6.

2. Etimología. Luego de haber trazado la historia de la evolución


del nombre señalando su motivación inicial, su ampliación semántica como
glotónimo y como sello de nacionalidad, así como también su adaptación
formal dentro de la fonética castellana, resta ahora abordar el tema central
de la presente nota: la etimología primordial del término, en este caso su
prehistoria. Pues bien, como mencionáramos al inicio, al ocuparnos de la
«historia del nombre» en nuestro estudio de conjunto sobre la familia
idiomática (cf. op. cit., cap. I, 27–41), dejábamos en suspenso el problema
planteado. En lo que sigue quisiéramos retomar la pesquisa pendiente,
ofreciendo esta vez, previo análisis fonológico, gramatical y semántico, el
étimo prístino aproximado del término. En primer lugar, siguiendo
procedimientos anteriores, evaluaremos las etimologías previamente
propuestas y luego pasaremos a formular la nuestra.

2.1. La «lengua de Adán». Para los aimaristas tradicionales el nombre


de la lengua provendría de la frase *jaya mara aru, que literalmente
significaría «la voz o palabra de lejano tiempo»: tal es lo que nos dice, por
ejemplo, Tarifa Ascarrunz (1969:14), en el lado boliviano, y que suscribe
Deza Galindo (1989, 1992), en el lado peruano. La expresión, sin embargo,
es a todas luces la traducción antojadiza de una vieja creencia, según la
cual el aimara sería, en efecto, la lengua primordial de la humanidad. Siendo
de suyo absurda e insostenible, cabe preguntarse cómo y cuándo se forja
esta opinión en el imaginario de tales aimaristas. La respuesta no se deja
esperar: es, por así decirlo, el respaldo «lingüístico» de las ideas de Emeterio
Villamil de Rada, minero aventurero y diplomático boliviano nacido en
Lima, que en el último tercio del siglo XIX publica un libro con el título

6 A nadie se le ocurrió entonces, comenzando por el propio Torero, acuñar otro rótulo,
que siguiendo igual lógica habría sido simi, pues se prefirió seguir empleando el mismo
nombre tradicional, aun cuando muchos dialectos quechuas ostentan una designación
particular.

B. APL, 44(44), 2007 137


RODOLFO CERRÓN-PALOMINO

elocuente de La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco (Villamil de Rada


1888)7. En dicha obra (reeditada en 1939), sostiene el autor que el aimara
era nada menos que la «lengua primitiva que hablaba Adán» (cf. Rivet y
Créqui–Montfort 1951: II, 141–142) Llegaba a tal conclusión luego de
«demostrar» que las lenguas indoeuropeas derivaban del aimara (y del quechua,
que a su vez provendría de éste), y cuyo pasaje al viejo mundo se habría hecho
a través de la perdida Atlántida8.

Pues bien, no hace falta detenernos en la discusión de una idea tan


peregrina como la propuesta, pues basta recordar que, en este caso, el
mencionado escritor, hombre de su tiempo, solo recogía una idea que
flotaba en el ambiente de los círculos académicos de la época. Como él,
entre otros, el uruguayo Vicente Fidel López (1871) y el peruano Pablo
Patrón (1900), si bien no llegaban a tanto, sostenían que nuestras lenguas
mayores estaban emparentadas con las lenguas del viejo mundo. Por lo
demás, el trabajo «probatorio» de los parentescos supuestos ofrecidos por
tales autores constituye un buen ejemplo de lo que podríamos llamar una
verdadera paleontología lingüística.

Una vez explicado el entuerto, ocioso será también invalidar la


etimología formal de *jaya mara aru, expresión artificial desprovista de todo
respaldo documental, y que no resiste el menor análisis de forma y
significado, cosa que naturalmente eluden sus proponentes. Quien sin
embargo trató de hacerlo, sin éxito anunciado, fue el etimologista peruano
Durand, afincado en La Paz. En efecto, este autor, haciéndose eco de las

7 Señalemos, de paso, que la atribución del aimara a los fundadores de Tiahuanaco es


otra de las tantas falacias que todavía embelesan a etnohistoriadores y arqueólogos,
sobre todo del lado boliviano, pasando por alto la presencia innegable de la tercera
lengua más importante de la región: la puquina (cf., para una amplia discusión sobre
el tema, Cerrón–Palomino 2000: cap. VII).
8 Una perla que ilustra la «prueba» aportada es el siguiente pasaje: «Dichas dos lenguas
—el griego y el latín—, de universal vida y accion histórica e intelectual, aún funcionante
en la frase forense y tecnológica y en toda fórmula del arte y la ciencia, de la historia y
de la filosofía y sus respectivos lenguajes, del relativo interrogante khitis del Aymará, se
partieron por mitad sus propios relativos. Tomó para sí Quis y el qui el Latín, y Tis el
Griego para interrogar ¿quién es? —En su mismo Aymará preguntada ella – ¡Qui
Tis? Responde: La lengua de Adán» (op. cit., 247).

138 B. APL, 44(44), 2007


AIMARA

ideas de Villamil de Rada, postula *aya–mara como el étimo del nombre,


con el significado de «los de tiempo inmemorial» (cf. Durand 1921: cap. I, 7),
que obviamente serían los aimaras y su lengua. Proponiendo asociaciones
léxicas arbitrarias e invocando «ecuaciones» caprichosas, con estrujamientos
de forma y significado, que se atribuyen indistintamente a favor del quechua
y del aimara, identifica el primer elemento del compuesto, es decir aya, como
‘muerto’ o haya como ‘quinua silvestre’; y el segundo componente, o sea
mara, como ‘estrella, año, tiempo’, en aimara, que vendría a corresponderse
con wata ‘año’, en quechua. No contento con ello, trae a colación a Bertonio,
en nota a pie de página, a propósito del verbo <ayma–> (cf. Bertonio [1612]
1984: II, 28), para interpretarlo a su albedrío, agregando que aimara podría
significar también el «bayle y la canción del me voy o del adiós» (nota 4, 7). Es
decir, la vieja práctica de los etimologistas aficionados: aportar cuanta
etimología se les ocurra, sin evaluarlas previamente, no importando cuán
fantasiosas pudieran ser.

Tales han sido, en suma, los únicos intentos por etimologizar el


nombre en estudio. Como se dijo, la idea de la «lengua de Adán» sigue
teniendo vigencia entre los aimaristas a un lado y otro del Titicaca9. Ello
explica también su proclividad a querer interpretar los topónimos, no solo
ya de toda la América del Sur, sino también las del Norte, a partir del
aimara10. Mientras tanto, en las esferas de mayor nivel académico, nadie
más se aventuró a indagar sobre el origen del nombre, con la excepción de

9 Pero no solamente entre los gramáticos tradicionales, pues lo mismo podemos decir
del «proyecto Atamiri», del experto boliviano en informática, Iván Guzmán de Rojas,
para quien el aimara sería la única lengua del mundo dotada de una sintaxis
«algorítmica» de base lógica trivalente (cf. www.atamiri.cc). Lo que no advierte el
mencionado experto es que, siguiendo su razonamiento, y sin ir muy lejos, el quechua
también tendría la misma propiedad que se le atribuye al aimara. Ocurre que en
ambos casos, aparte de las proposiciones afirmativas y negativas, cabe otra «valencia»:
la de los juicios probables; pero ello también se da en toda lengua, con la única
diferencia que en los idiomas andinos su gramaticalización se hace a través de morfemas
especiales.
10 Para muestra, un botón: el topónimo Ottawa (Canadá) es explicado, en tales predios,
como proviniendo del aimara *uta–wa ‘(es una) casa’; asimismo Alaska (Estados
Unidos) se interpreta a partir de *ala–ska- ‘estar comprando’. Para más ejemplos
con lindezas semejantes, ver Deza Galindo (1992: Apéndice).

B. APL, 44(44), 2007 139


RODOLFO CERRÓN-PALOMINO

Markham, según se vio, secundado por Tschudi. En efecto, ni Middendorf,


reivindicador de la toponimia aimara en la sierra centro–andina, ni Uhle
([1910] 1969), su seguidor más entusiasta, ensayan hipótesis al respecto, y a
lo más parecen dar por sentado el origen aimara del nombre. No extraña
este silencio, desde el momento en que, como se verá, su desentrañamiento
reclamaba el conocimiento de la historia evolutiva de la lengua, para lo
cual había que esperar aún hasta fines del siglo pasado.

2.2. Resolviendo el enigma. Nuestro cometido en esta sección es


indagar sobre la etimología prehistórica de la palabra, más allá de la
averiguación hecha hasta aquí sobre la base de su documentación inicial,
primeramente como puro y simple etnónimo, es decir <aymaray>, y luego
como portador de los valores ulteriores de idioma y de «nación». En nuestro
intento previo por adelantar en dicha dirección (cf. Cerrón–Palomino 2000:
cap. I, § 1.4, nota 11), como dijimos, no habíamos podido ir más allá de la
identificación parcial de su estructura interna.

En efecto, en dicha oportunidad dejábamos sentado que la palabra


debía analizarse como *ayma–ra–y, donde los sufijos –ra y –y, de cuño
auténticamente aimara, podían reconocerse como el ‘multiplicador’ y el
‘localizador’, respectivamente. Advirtamos, sin embargo, que tales morfemas
no son fácilmente identificables en la lengua actual, pues, por un lado, el
primero ha dejado de ser productivo, y solo se lo encuentra mayormente
en los topónimos; por otro lado, el segundo, de ocurrencia igualmente
exclusiva en los topónimos, burla fácilmente la atención del estudioso, al
mostrarse en forma no tan evidente como lo hace. Por nuestra parte,
creemos haberlos identificado plenamente gracias a nuestras indagaciones
toponímicas, por lo que nos relevamos aquí la tarea de volver sobre ellos,
remitiendo al lector, entre otros, al trabajo en el que nos ocupamos sobre
la materia (cf. Cerrón–Palomino 2002a). No estará de más recordar, sin
embargo, que el sufijo –y ‘localizador’ es la forma evolucionada de *–wi,
sufijo propio del proto–aimara, productivo aún en la lengua altiplánica,
como resultado de dos cambios sucesivos: (a) síncopa vocálica y (b)
disimilación semiconsonántica. Quiere ello decir que, partiendo de *ayma–
ra–wi, que es la forma que reconstruimos, se produjeron los pasos siguientes:
(a) ayma–raw y (b) ayma–ra–y, respectivamente (compárense, por ejemplo,

140 B. APL, 44(44), 2007


AIMARA

las variantes <Marca–o> ~ <Marca–y> en Vilque, Puno). Pues bien, el cambio


(a), imposible en aimara (ya que esta lengua no tolera nombres que acaben
en consonante), es producto de una quechuización11; el segundo, es decir
(b), también es efecto de una pronunciación quechua con influencia aimara
(en virtud de la cual el «diptongo» aw deviene ay)12. De esta manera, la
forma <aymaray>, si bien nativa a la lengua, es una remodelación en boca
de hablantes quechuas.

Ahora bien, reconocidos los sufijos mencionados, quedaba el


problema de la identificación de la raíz, es decir el elemento irreductible
de la palabra y portador de su significado básico: ayma. ¿Qué podía significar
este radical? Descartado el quechua como posible fuente, su búsqueda en
los vocabularios aimaras tanto coloniales como contemporáneos no podía
ser menos frustrante. En efecto, lo más próximo que encontramos, por lo
menos en una primera inspección del vocabulario aimara más antiguo, es
el verbo <ayma–> «baylar al modo antiguo, especialmente cuando van a las
chacaras de sus principales» (cf. Bertonio, op. cit., II, 28). Recordemos que
Durand sugería justamente, como alternativa etimológica de <aymara>, dicho
registro, si bien glosándolo de manera antojadiza. Fuera de los repositorios
léxicos, encontramos también la forma <ayma>, esta vez como sustantivo, en
la documentación colonial: así, Polo de Ondegardo (op. cit., 273) nos habla
de una «fiesta que llaman Ayma, con vestiduras que tienen depositadas para
ello»; Santa Cruz Pachacutiy, a su turno, también hace referencia a un himno
o cantar llamado <ayma> (cf. Santa Cruz [1613] 1993: fols. 13r, 16v). Todo
indica entonces que entre el verbo y el nombre existe una conexión obvia,
formal y semántica: podía tratarse de una raíz ambivalente, nominal y verbal
a la vez, nada infrecuente en las lenguas andinas. El hecho es, sin embargo,
que la palabra, por lo menos bajo dicha apariencia formal devino obsoleta,
al desaparecer el tipo de tenencia y estructura agraria que le daba sentido.
Modernamente, a lo sumo, la forma subsiste como apellido de indudable

11 Por ejemplo, un mismo topónimo es tratado de manera distinta, en un caso en el área


quechua, y en el otro, en la zona aimara: <Oyó–n> (Lima) versus <Uyu-ni> (Potosí), en
ambos casos significando ‘(lugar) con corralones’, con síncopa vocálica en el primer caso.
12 El mismo fenómeno es responsable de las alternancias quechuas actuales entre
p’unchaw ~ p’unchay ‘día’, wawqi ~ wayqi ‘hermano de varón’, ñawpa ~ ñaypa
‘antes’, llawt’u ~ llayt’u ‘diadema imperial’, etc.

B. APL, 44(44), 2007 141


RODOLFO CERRÓN-PALOMINO

origen aimara, frecuente tanto en el país como en Bolivia: <Ayma>. Pero, a


falta de mayores fuentes, la investigación aconseja en estos casos recurrir a la
toponimia, y para ello qué mejor que consultar los diccionarios geográficos
tanto peruanos como bolivianos.

Pues bien, nombres que contienen el radical <ayma> se registran


tanto en Paz Soldán (1887) como en Stiglich (1922), sumando en total
algo más de una quincena. Importa advertir que tales topónimos se
distribuyen, en el Perú, a partir de la sierra central, en dirección del sureste,
incrementando cada vez más su recurrencia. No ocurre lo propio en Bolivia,
donde apenas encontramos dos localidades con dicho nombre: uno,
<Ayma>, en el cantón paceño de Sicasica (cf Ballivián 1890); y otro, <Aima–
ra–ni>, una estancia en Totora, Carangas (cf. Blanco 1904). Como se puede
apreciar, tenemos aquí, por un lado, una forma absoluta, es decir libre de
sufijos, y otra derivada, que podría glosarse como ‘(lugar) con aymas’. El
hecho es que, con estos datos, no se puede ir más lejos, puesto que no
sabemos qué puede significar ayma en dicho contexto. Obviamente, si la
interpretamos como ‘lugar con varios himnos’ (recuérdese el valor del
multiplicador –ra), el significado, como designación de un sitio, constituye
una abierta violación de la plausibilidad semántica reclamada por la
disciplina etimológica. En tal sentido, lo más probable es que aquí estemos
ante una forma tardía <aymara–ni>, cuya base, reanalizada ya con absorción
del antiguo sufijo multiplicador, puede glosarse como ‘(lugar) con aimaras’,
es decir con gente de habla aimara, distinta seguramente de poblaciones
de lengua quechua o uruquilla. Afortunadamente el registro toponímico
que conlleva el nombre es más abundante en la sierra centro–sur peruana.

En efecto, los topónimos en referencia son de dos tipos: (a) los que
presentan una estructura derivada (radical más sufijos); y (b) los que
constituyen formas compuestas, que a su vez se subdividen en: (b’)
compuestos formados por raíz simple más un nombre; y (b’’) compuestos
integrados por raíz derivada más nombre. Seguidamente ilustramos los
tipos caracterizados13:

13 No consideramos aquí dos topónimos: <Aimaraes>, cuya forma, según dijimos,


remonta a *<ayma–ra–y>, y que ya nos es familiar; tampoco tomamos en cuenta

142 B. APL, 44(44), 2007


AIMARA

(a) Topónimos con estructura derivada:

<Ayma–s> (1 caso)
<Ayma–ra> (6 casos)
<Ayma–ña> (1 caso)
<Ayma–y(a)> (2 casos)

(b) Topónimos compuestos (simple raíz + N)

<Ayma–pata> (1 caso)
<Ayma–putunco> (1 caso)

(c) Raíz derivada + N

<Ayma–ra–pata> (1 caso)
<Ayma–ra–bamba> (1 caso)

Pues bien, los sufijos contenidos en (a) son *–º ‘caracterizador’, *–ra
‘multiplicador’, –ña ‘concretador’ y –y(a) ‘localizador’. Con excepción del
primero, vigente sólo en el quechua central (cf. Cerrón–Palomino 2002b), y
que no debe ser interpretado como el plural castellano, todos ellos son de
cuño aimara, si bien, conforme vimos, el último acusa remodelación en la
otra lengua. Conociendo el valor de tales sufijos, podemos intentar traducir
los topónimos listados, en una primera aproximación, como ‘(lugar)
caracterizado por ayma’, ‘(lugar) donde abunda ayma’, ‘(lugar) donde se
ayma’ y ‘(lugar) donde hay ayma’, respectivamente. Sobra decir que en todos
estos casos falta la información básica: el significado de ayma. Con todo, se
va insinuando el carácter más bien concreto del referente, puesto que en
todos ellos se hace alusión, descriptivamente, a un contexto físico. Los
ejemplos de (b) confirmarán esta sospecha. En efecto, <Ayma–pata> vale
como ‘andén de ayma’ y <Ayma–putunco> se glosa como ‘brotar o germinar

<Aymarilla> (Chumbivilcas, Cuzco), forma que conlleva el sufijo diminutivo


arcaico –illa del castellano yuxtapuesto a la base derivada <ayma–ra>. En otra
nota nos ocuparemos ampliamente de los topónimos que registran el diminutivo
castellano mencionado.

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RODOLFO CERRÓN-PALOMINO

el ayma’14; en ambos casos, según puede apreciarse, el significado parece estar


entre manos, pues su mensaje agrario es bastante elocuente. Lo que, a su vez,
acaba por confirmarse en los ejemplos de (c): <Ayma–ra–pata>, a diferencia
de <Ayma–pata>, nos indica que estamos ante un andén que contiene varios
aymas; del mismo modo, <Ayma–ra–bamba> nos anuncia que la planicie lo
es de una serie de aymas. En verdad, hasta aquí había llegado nuestra
averiguación previa sobre el nombre, dejando aún en la penumbra el
significado inicial de ayma.

Como se recordará, en efecto, el significado hasta entonces encontrado


para dicha voz fue el de ‘cantar’ o ‘himno’ que solía ejecutarse en la faena
agrícola de los terrenos de las autoridades prehispánicas importantes, pero
también de la comuna. Aunque vagamente ya, así parecen consignarlo
Büttner y Condori (1984), al proporcionar la glosa de la entrada respectiva
como ‘esp[ecie] de rito religioso’. Sin embargo, lo interesante es que allí
mismo se remite a <jayma>, que a su turno se define como «terreno de una
institución, terreno público (proveniente de una nación)».

Pues bien, ocurre que <jayma> sí está presente en los vocabularios


antiguos y modernos, comenzando por el del propio Bertonio. En efecto,
el jesuita anconense recoge, por ejemplo, el compuesto <hayma apu> [sic]
con el significado de «chacara assi de comunidad» (cf. Bertonio, op. cit., II,
127, donde <apu> debe leerse <yapu>). Y, lo que es más contundente,
recoge —ahora lo sabemos— la variante fonética del verbo <ayma–> (op. cit.,
II, 28), ya citado, en la forma de <hayma–> «ir a trabajar en las chacaras que
se hazen de comunidad, como son las del Cacique, Fiscal, o de los pobres.
&» (ibidem; cf. también: «ir muchos a trabajar a las chacaras de los principales:
Hayma–tha», I, 284, donde <–tha> es la marca de primera persona). No hay
duda entonces que estamos ante una misma raíz, de naturaleza ambivalente
(verbo y nombre a la vez), <hayma> ~ <ayma>, cuya pronunciación fluctuaba

14 Esto, de aceptarse el étimo quechua de <putunco>, cuya raíz es el verbo p’utu– ‘brotar,
germinar los sembríos’ (cf. Gonçález Holguín [1608] 1952: I, 298), seguido de un
nominalizador –nku, hoy fosilizado. Cabe también analizarlo como aimara, que
registra <phutu–> ‘echar vaho’ (cf. Bertonio, op. cit., II, 282), en cuyo caso el significado
del topónimo sería ‘el vaho de las aymas’. Ante esta alternativa, nos inclinamos por la
primera, y, en tal sentido, el nombre habría sido ideado en quechua.

144 B. APL, 44(44), 2007


AIMARA

entre una forma con aspiración y otra sin ella. Para dar con dicha variación
había, pues, que recordar la advertencia formulada, en el vocabulario citado,
sobre las palabras que empezaban con <h> o sin ella. Decía, en efecto, el ilustre
aimarista, en el encabezamiento de la primera parte de su obra: «[…] miren con
cuydado la primera letra con que se escribe el vocablo que quieren buscar: por
que podria ser que buscassen al que comiença por HA: entre los que comiençan
por A sin aspiracion, y al reues […]» (p. 1). Nótese, sin embargo, que la variación
fonética del vocablo dio lugar, posteriormente, a un doblete: (a) <ayma>, con
el significado de ‘canto o baile que se ejecutaba al ir a trabajar en las sementeras
de los principales’, y (b) <jayma>, como equivalente de ‘chacra de principal o
de la comunidad’. Ambas formas remontan entonces, sin duda alguna, a
*hayma: en términos de fonética articulatoria, es más natural esperar que la
aspiración desaparezca antes que surja de la nada15.

Una vez explicadas las formas <hayma> y <ayma> como provenientes


de una misma base, creemos estar en condiciones de postular el significado
de <ayma–ra–y>, que hasta ahora se mostraba huidizo. En efecto, de acuerdo
con lo que acabamos de ver, todos los topónimos analizados previamente,
con excepción de <Ayma–ña> y <Ayma–y(a)>, tienen como núcleo la raíz
<ayma> con el significado de ‘sementera de autoridad o chacra comunitaria’,
es decir, como sustantivo; los casos excepcionales citados, a su turno,
conllevan la misma raíz, pero esta vez como verbo: de allí la necesidad de
nominalizarlo, como es usual, para servir como topónimo. De este modo,
<Ayma–ña> vale como ‘(lugar) donde se baila y canta en las faenas de las
sementeras (de los principales o de la comunidad)’; de igual manera, <Ayma–
y(a)>, forma quechuizada que remonta a *ayma–wi, se glosa como ‘lugar de
canto y baile’ en faenas como las mencionadas. De aquí estamos a un paso
de ofrecer el significado primordial de <ayma–ra–y> (cuya forma prístina
habría sido *hayma–ra–wi), que sería ‘lugar con muchas sementeras (como las

15 A menos que haya un factor condicionante, como ocurre en aimara y en quechua:


cuando una raíz que empieza por vocal contiene al mismo tiempo una consonante
glotalizada, desarrolla al inicio una aspiración (= regla de prótesis de [h]: así, hamp’atu
‘sapo’, en ambas lenguas, mientras que en otros dialectos quechuas, que no conocen
consonantes glotalizadas, se tiene ampatu). De paso, al igual que <hayma>, también la
palabra quechua *hanan ‘arriba, encima’ alterna, en los documentos y en algunos
dialectos quechuas actuales, con su variante anan, desprovista de aspiración.

B. APL, 44(44), 2007 145


RODOLFO CERRÓN-PALOMINO

caracterizadas)’. Se trata, pues, como se ve, de una expresión de origen


eminentemente aimara, aun cuando haya llegado a nosotros previa quechuización.

Antes de concluir con esta sección, resta que digamos unas palabras en
relación con la motivación semántica original del término. En efecto, si
asumimos que la práctica del <(h)ayma> era propia del sistema agrario
preincaico y no una actividad particular del grupo étnico que luego se
denominaría <Aymaray>, ¿por qué razón el pueblo así llamado tomó (si es que
no se le dio) dicha designación? Porque seguramente <(h)aymas> los hubo en
todas partes, y la tonada especial que se cantaba y bailaba en ocasión de sus
faenas era una práctica común, tanto que no escapó a los ojos y oídos del Lic.
Polo de Ondegardo, quien la consigna como un ejercicio idolátrico, según se
vio. Al respecto, diremos que, como ocurre en casos semejantes, la motivación
inicial del nombre es algo que escapa a la pesquisa etimológica. A lo sumo,
podría conjeturarse que quizás el lugar de origen de los antiguos <aymaray> se
caracterizaba, a diferencia de otras comarcas, por tener mayor cantidad y
calidad de terrenos considerados como <(h)ayma>.

3. A manera de resumen. En las secciones precedentes nos hemos


ocupado de la evolución formal y semántica del nombre de una de las
lenguas mayores del antiguo Perú: la aimara. Originariamente, apelativo
de uno de los centenares de grupos étnicos conquistados por los incas
(los aymaray), y que sobrevive, castellanizado como Aimaraes, designando
una de las provincias del departamento de Apurímac, hoy inmerso en
territorio de habla quechua, pasó a referir por extensión, luego de la
conquista española, a la lengua de sus descendientes asentados a orillas
del lago Titicaca (cf. Ramos Gavilán [1621] 1988: I, XII, 84–85), parte de
los cuales habrían sido reubicados posteriormente en la reducción de
Juli, concretamente en la parroquia de San Juan Bautista (Tschudi, op.
cit., 151–152). Las conquistas incaicas primeramente y las reducciones
españolas después habían fomentado, sin proponérselo, el reencuentro
de poblaciones de habla aimara, divididas ya por el quechua, en torno al
«mar interior», crisol en el que se refundirían no solo collas y puquinas,
en vías de aimarización completa, sino también lupacas y pacases, con
particularismos idiomáticos todavía identificables (cf. Bertonio, op. cit.:
«Anotacion. I»).

146 B. APL, 44(44), 2007


AIMARA

Ahora bien, la similitud lingüística advertida por los españoles entre


tales grupos étnicos (= «naciones») bastó para que su lengua común fuera
designada como aimara, pudiendo haber recibido igualmente otro nombre,
como en efecto ocurrió, aunque sin mayor fortuna: el membrete de «lengua
colla» cedió, desde mediados del siglo XVI, ante el uso cada vez más
generalizado de aimara. Pronto su empleo fue extendiéndose para designar
el habla de los demás grupos étnicos, ya que, después de todo, entonces
como hoy, se trataba de la misma lengua. De esta manera, el nombre pasó
a designar no solo el idioma de los antiguos carangas, quillacas y charcas,
sino también, con el tiempo, a sus hablantes. Poco a poco, tales
designaciones étnicas fueron desapareciendo ante una sola, más incluyente,
teniendo como denominador común el uso de una misma lengua. De
aquí se estaba a un paso, conforme vimos, de la extensión semántica del
término, que finalmente devino en voz que invoca la nacionalidad de sus
hablantes: la «nación aimara». La reducción de pueblos, la selección de la
lengua como medio de evangelización y la normalización de ésta por parte
de los gramáticos y lexicógrafos españoles contribuyeron, sin duda alguna,
a la resemantización definitiva de la palabra16.

Por lo demás, la evolución semántica del nombre parece recapitular


en cierta medida la historia de la lengua misma: de su procedencia centro–
andina, de su expansión en dirección sureste, de su receso posterior frente al
quechua, para finalmente reconstituirse en el altiplano, ante el empuje
avasallador de la nueva lengua adoptada por los incas en reemplazo de su
aimara ancestral. La sola presencia numerosa de topónimos que portan el
nombre en la sierra centro–andina peruana, en comparación con su magra
ocurrencia en el altiplano boliviano, es muy elocuente al respecto. En tal
sentido, la versión tradicional del origen sureño de la lengua, vigente aún no

16 Tampoco debe olvidarse, en este punto, los efectos de la presión fiscal ejercida por la
corona española sobre los uros, quienes, considerados como «medio–hombres», por
el hecho de pagar la mital de la tasa que aportaban los demás grupos étnicos, una vez
sedentarizados a orillas del lago, procedieron a ofrecerse voluntariamente como
contribuyentes «normales», es decir pagando una cantidad semejante a la que daban
sus vecinos. De esta manera, al ser censados como «aimaras», se buscaba borrar el
estigma de ser «medio-hombres» con el que se les marcaba. Para la «adquisición» de la
ciudadanía aimara por parte de los uros, ver Wachtel (1978).

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RODOLFO CERRÓN-PALOMINO

solo en el imaginario colectivo de los pueblos de la región, sino también en


algunos predios académicos de la etnohistoria y la arqueología andinas, no
tiene ningún asidero empírico, aunque constituya uno de los pilares en los
que se sustenta la idea de una «nación aimara» anhelada, ya no sólo
«originaria»17 sino también inventada por los sectores criollos del país vecino.

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17 No olvidemos, sin embargo, que quienes se reclaman hoy como «aimaras» son en
verdad descendientes de uros y puquinas, residentes primordiales de la cuenca del
Titicaca, cuando no de los diferentes grupos de mitmas trasladados al altiplano por
los incas (Ramos Gavilán observa que fueron 42 en Copacabana; cf. op. cit., I, XII, 84-
85; y Tschudi señala que en pleno siglo XVIII todavía podían distinguirse 6 en el
pueblo de Juli; cf. op. cit., 151-152).

148 B. APL, 44(44), 2007


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RESEÑA

RESEÑA

B. APL, 44(44), 2007 151


RESEÑA

152 B. APL, 44(44), 2007


RESEÑA

B. APL, 44. 2007 (153-155)

Óscar Coello, Manual de semiótica clásica. Lima, Universidad de San Martín


de Porres-Fondo Editorial, 2007, 174 pp.

Después de cinco años de haberse publicado Los inicios de la poesía


castellana en el Perú; y, dentro de sus ya reconocidos opúsculos universitarios
como son El Perú en su literatura, Arte y gramática de nuestro castellano y Nuestro
castellano, entre otros, el investigador nos entrega, en esta ocasión, bajo el
sello del Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porres el
presente libro de 174 páginas, con el cual amplía esa tarea universitaria tan
importante como es la divulgación, una forma de la proyección social de la
comunidad académica. En este caso se trata de un manual que expone de
manera didáctica las nociones básicas de la semiótica greimasiana, una
teoría consagrada, siguiendo el método de análisis, ya clásico, propuesto
por Joseph Courtés en su libro Análisis semiótico del discurso, del enunciado a
la enunciación. Respecto de la teoría elegida, Jacques Fontanille en los
preliminares de su libro La semiótica del discurso reconoce que gracias al
período estructuralista por el que ha atravesado la semiótica, esta «ha salido
dotada de una teoría fuerte, de un método coherente». Fontanille agrega
que «… la prudencia exigiría, pues, que nos guardemos cuidadosamente de
decretar rupturas epistemológicas y cambios de paradigmas». Sentenciando
que «renovación no es, pues, negación». Y por nuestra parte sabemos, sin
duda, que quien se excuse con la semiótica estructural no tendrá un andar
ligero con la semiótica tensiva.

El Manual de semiótica clásica consta de dos partes. La primera,


desarrolla en cinco capítulos los puntos clave de la densa semiótica clásica,
que en realidad, es un esquema generativo que procede por articulación
de niveles, partiendo de los más abstractos hasta llegar a los más concretos,
de los más profundos hasta los más superficiales, pero que con afán didáctico

B. APL, 44(44), 2007 153


RESEÑA

se enseña siguiendo un momentáneo camino inverso, así tenemos la siguiente


articulación tripartita: 1.º La sintaxis narrativa («Formas narrativas»); 2.º La
semántica («Formas narrativas y semánticas»); y, 3.º La enunciación («Formas
enunciativas y formas enuncivas»). Sobre el primer aspecto, la sintaxis
narrativa, debemos tener en cuenta que Courtés aborda la narratividad
desde el punto de vista antropológico; por ello, propone una oposición
corriente: permanencia vs. cambio (identidad vs. alteridad). Y dice que, gracias
a esta distinción fundamental, damos sentido a todo lo que constituye nuestro
universo semántico, a lo que se denomina, el plano del contenido; y, a partir
de aquí, el manual explica detalladamente los distintos programas narrativos
(pérdida, hallazgo, angustia, etc.), el esquema narrativo canónico (sus
elementos: sujeto, antisujeto, objeto, destinador, destinatario); y, las
modalizaciones del esquema narrativo (acción, manipulación y sanción). En
la parte que se refiere a la semántica, el segundo momento, se verá cómo aquí
ya estamos en otro nivel de representación, otro plano en el cual se hallan
articulaciones poco numerosas, más simples y más globalizantes. En este plano
son aprehendidas las primeras oposiciones que subtienden todo el relato
dado. Estas estructuras, a diferencia de las superficiales, que pueden incorporar
datos textuales, están mucho más alejadas de los objetos descritos, son mucho
más generales. Además, mientras que, en el plano de superficie, la sintaxis y la
semántica se hallan separadas, en el nivel de las estructuras profundas, sintaxis
y semántica son concomitantes. En este punto podemos encontrar una
explicación muy didáctica sobre el cuadro semiótico. Finalmente, en la
enunciación nos encontramos frente a los principales aspectos del acto de la
enunciación, ya sean sus actantes, así como sus componentes: la
temporalización, la espacialización y la actorialización.

En la segunda parte del manual, el autor pone a prueba el método


de análisis semiótico sintetizado, magistralmente, en la primera parte del
libro, y muestra su funcionalidad en dos discursos literarios: el poético y el
narrativo. El texto poético es el primer poema castellano (1534), y con
autor de nombre conocido en la literatura peruana, el cual viene al final
de la crónica escrita por Francisco de Xerez (secretario del marqués Francisco
Pizarro). El exégeta tras evidenciar la condición narrativa del poema empieza
de forma esquemática a aplicar el método de análisis, paso a paso: primero,
define el programa narrativo principal que articula el texto versal; en

154 B. APL, 44(44), 2007


RESEÑA

segundo lugar, vemos las formas narrativas que posee el texto; y, finalmente
—diría lo más importante—, las formas enuncivas y enunciativas latentes
en el poema. El siguiente texto que examina el autor es un cuento de Julio
Ramón Ribeyro, que viene en el tercer tomo de La Palabra del mudo, bajo el
título de «El marqués y los gavilanes». Aquí se devela al enunciador, aquel
que deja en el texto las muestras de su enfoque, su modo de hacernos ver,
de hacernos saber o, mejor, de hacernos creer las cosas que dice; de este
modo, la enunciación en sí no es sino un programa narrativo donde el
enunciador hace que el enunciatario se conjunte con un enunciado, y esto
es lo que se interpreta en el cuento citado.

En resumen, este breve manual cumple satisfactoriamente su


objetivo explícito de hacer llegar una síntesis de los conceptos fundamentales
de la semiótica de Greimas y Courtés a todos los estudiantes y docentes
universitarios no especializados, pero interesados en iniciarse en esta vasta
área de los estudios semióticos.
(Fátima Salvatierra)

B. APL, 44(44), 2007 155


RESEÑA

156 B. APL, 44(44), 2007


RESEÑA

B. APL, 44. 2007 (159)

REGISTRO

– Elección de Livio Gómez Flores y José Ruiz Rosas como Académicos


Correspondientes de la Academia Peruana de la Lengua, en sesión
de Asamblea General realizada el 28 de agosto de 2007.

– Incorporación de Livio Gómez Flores como Académico


Correspondiente de la Academia Peruana de la Lengua, ceremonia
realizada el 10 de noviembre de 2007 en la Biblioteca del Instituto
Nacional de Cultura de Tacna.

– Incorporación de Luis Alberto Ratto Chueca como Académico de


Número de la Academia Peruana de la Lengua, ceremonia realizada
el 6 de diciembre de 2007 en la Casa Museo Ricardo Palma. El
discurso de recepción estuvo a cargo del académico Carlos Germán
Belli.

B. APL, 44(44), 2007 159


DATOS DE LOS AUTORES

B. APL, 44. 2007 (161-163)

DATOS DE LOS AUTORES

Luis Jaime Cisneros


Filólogo y doctor en Letras. Actualmente es profesor de la Pontificia
Universidad Católica del Perú. Miembro de la Academia Peruana de la Lengua
desde 1965 y Presidente de la Institución durante el periodo 1991-2005. Es
miembro del Comité Editor del Boletín de la Academia Peruana de la Lengua
y Miembro de la Comisión de Gramática de la Institución. Entre sus
publicaciones figuran: Estudio y edición de la «Defensa de Damas» (1955), Formas
de relieve en el español moderno (1955), El estilo y sus límites (1958), Lengua y
estilo (1959) y El Funcionamiento del lenguaje (1991 y 1995).

Rodolfo Cerrón-Palomino
Magíster en Lingüística por la Universidad de Cornell (USA). Doctor en
Letras y Ciencias Humanas por la UNMSM. Ph D. en Lingüística por la
Universidad de Illinois (USA). Profesor emérito de la UNMSM. Profesor en
ejercicio de la PUCP. Especialista en lenguas andinas, con numerosas
publicaciones (artículos y libros) en el país y en el extranjero. Vicepresidente
de la Academia Peruana de la Lengua y Miembro de Número de la Academia
Nacional de la Historia.

Marco Martos Carrera


Presidente de la Academia Peruana de la Lengua, Director de la Escuela de
Postgrado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Director de la
Unidad de Postgrado de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas. Ha
publicado entre otros los siguientes libros: El mar de las tinieblas (1999),
Sílabas de la música (2002), Jaque perpetuo (2003), Dondoneo (2004) y Aunque
es de noche (2006). También ha incursionado en el cuento con El monje de
Praga (2003).

B. APL, 44(44), 2007 161


DATOS DE LOS AUTORES

Óscar Coello
Doctor en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. Magíster en Literaturas Hispánicas por la Pontificia
Universidad Católica del Perú. Licenciado en Literaturas Hispánicas por la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. También posee el título de
Profesor de Lengua y Literatura. Docente nombrado de las Universidades de
San Marcos y de San Martín. Ha publicado en poesía: De dunas, ostras y
timbres (1979), con prólogo de Washington Delgado, y Cielo de este mundo
(1980), con un estudio preliminar de Manuel Pantigoso. En el campo de los
estudios literarios ha publicado El Perú en su literatura (1983), Los inicios de la
poesía castellana en el Perú (2.ª ed. 2001); y tiene por publicar La poesía de los
conquistadores y La poesía del Descubrimiento del Perú, Estudio crítico de semiótica
clásica. Es autor de numerosos opúsculos universitarios, entre ellos, Nuestro
castellano (2.ª ed. 2004) y Arte y gramática de nuestro castellano (2.ª ed. 2007)
y Manual de semiótica clásica (2007).

Gertrud Schumacher de Peña


Doctora en Lingüística Hispánica. Se desempeñó como Profesora de la
Pontificia Universidad Católica del Perú en Lingüística Hispánica, en
Lingüística Románica (Postgrado). Profesora de Lingüística en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Actualmente es profesora
Emérita. Realizó trabajos de Investigación en el CILA y actualmente en el
INVEL. Cuatro veces Profesora Visitante en diferentes Universidades
alemanas.

Ana María Gispert-Sauch Colls


Licenciada en Filología Clásica por la Universidad de Barcelona (España).
Docente nombrada, de latín y griego, en la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos. Docente también de Griego en la Universidad Antonio
Ruiz de Montoya y la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha escrito
numerosos artículos sobre temas de etimología y semántica en revistas
culturales y académicas, así como traducciones de textos clásicos latinos y
griegos. Destacamos: Un estudio sobre etimologías greco-latinas y su repercusión
en vocablos de la lengua castellana (noviembre 2001); Categorías
morfosintácticas comunes al castellano, latín y griego, para un estudio funcional
de las lenguas clásicas (noviembre 2005); Aspectos lingüísticos y semánticos del

162 B. APL, 44(44), 2007


DATOS DE LOS AUTORES

imaginario colectivo limeño (noviembre 2005); «Beatus ille» de Horacio –


Traducción (2002); Epigramas de Marcial – Traducción (2001); «Proemio»
de Parménides – Traducción (2004).

B. APL, 44(44), 2007 163


DATOS DE LOS AUTORES

164 B. APL, 44(44), 2007


DATOS DE LOS AUTORES

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1. El Boletín de la Academia Peruana de la Lengua, como revista de investigaciones, está abierta a las
colaboraciones de todos los académicos de nuestra corporación, así como a los trabajos de
intelectuales nacionales y extranjeros en las áreas de lingüística, filología, literatura, filosofía e
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Científico como evaluador externo y por el Comité Editor. El Comité Editor se reserva el derecho
de publicación de los artículos alcanzados a la redacción. Está dirigida a los académicos de la
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2. Los Artículos deberán tener una extensión mínima de 15 páginas y máxima de 25. Cada página
deberá contener un máximo de 1 700 caracteres incluyendo las notas a pie de página. Deberá
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9. Para el caso de las Notas a pie de página que incluyan datos bibliográficos, se deberá citar el autor
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Ejemplo: César Vallejo. Obra poética completa, págs. 30-37. Se entiende que en la bibliografía se
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palabra y los nombres propios.
11. En el caso de citarse lugares electrónicos o páginas electrónicas, se deberá indicar la dirección
electrónica completa, seguida de la fecha y hora de la consulta.
12. La Bibliografía —en tipo igual a las citas (10 ptos.)— deberá presentarse según el siguiente modelo:
a) Para el caso de artículos.
VELÁSQUEZ, Lorena. «El concepto, como signo natural. Una polémica acerca de Ockham»,
en Antología Filosófica. Revista de Filosofía. Investigación y Difusión. Año VII. Julio-diciembre.
N.° 2. México D.F., 1993.
b) Para el caso de libros.
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c) Para el caso de documentos.
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN (AGN), Cristóbal de Arauz, 1611 (122), fol. 925.
d) Para el caso de direcciones electrónicas.
Huamán, Miguel Angel. «La poesía de Santiago López Maguiña». En More Ferarum. José Ignacio
Padilla/ Carlos Estela, 2001, N.° 7: http:www.moreferarum.perucultural.org.pe/index1.htm.
Martes, 12 de enero de 2002, 3:45 horas.

B. APL, 44(44), 2007 165

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