SÁBADO, 17 NOVIEMBRE 2007
LA CONTRA
Maya Picasso, heredera de los ojos, la nariz y la simpatía de su padre
Nací en la edad media en París, tengo 72 años. He vivido en Barcelona y en París. Me casé y
todavía lo tengo, con su barba y su pipa. Hemos hecho tres hijos, y ellos, un nieto. Certifico
obras de mi padre. No insistan, no vendo. Soy de izquierdas. Intento creer en Dios, pero...
“Si mamá le hubiera pedido la
luna, él se la habría dado”
C
ansada de llamarse Picasso?
De niña le decía a mi padre:
“Tú te llamas Picasso y yo Ma-
ya, y tú nunca podrás llamarte
Maya”. El apellido me pesaría
si fuera un chico, pero ni Palo-
ma ni yo tenemos que superar al padre.
Ser la hija de la amante, de Marie-Thérè-
se Walther, ¿no la estigmatizaba?
Olga volvió a Rusia en julio y yo nací en sep-
tiembre. Mi padre intentó divorciarse, pero
eran tiempos difíciles. En cuanto a mí, era
una niña con suerte: mi mamá era la más gua-
pa de todas las mamás del colegio y tenía el
padre más hábil para hacer todas las cosas
que quisiera, con un garbanzo me hacía la mu-
ñeca más pequeñita del mundo.
La adolescencia, con tantas mujeres Pi-
casso, no debió de ser fácil.
¿Cómo decirte?... Cuando hay dinero, la cosa
cambia. Mi padre nunca dejó de pasar una
pensión. Con mi madre siempre fue respetuo-
so; con la madre de mi madre, a la que le lleva-
ba diez años, hablaban del final del siglo XIX,
se reían y tarareaban canciones de la época, y
los domingos íbamos los cuatro a misa.
¿Cómo llevaba su madre el tema de las
amantes?
INMA SAINZ DE BARANDA
Como todos los hombres, mi padre lo escon-
día. Cuando mi madre oía algo y le pregunta-
ba: “¿Es verdad?”, él contestaba tan tranquilo:
“¡Mentira!”. Mi madre siempre ocupó un lu-
gar muy especial en la vida de mi padre.
¿Por qué?
Ella amaba al hombre y no al pintor. Cuando
mi padre estaba ya abiertamente con Dora
Maar, un día tuvo la cara dura de decirle a mi
madre delante de Dora: “Tú eres mi preferi-
da” y cuando estaba con Jacqueline y mi ma-
dre aparecía, él se dedicaba por entero a ella.
Aun así, ¿usted lo hubiera tolerado?
Yo no soy mi mamá. Más de una vez le dije a
mi padre que tenía una cara dura de aúpa…
Pero ellos tenían una relación muy especial.
Un día estábamos en el taller Jacqueline, Pa-
blo hijo, mi madre y yo. Sonó el teléfono y Pi-
casso dijo: “Marie-Thérèse, ha muerto Olga,
nos podemos casar”. “No –contestó mi ma-
dre–, es demasiado tarde”. ¿Sabes lo que pasa?
¿Qué?
Que los hombres parecen muy buenecitos, ñu-
ñuñuñú, y luego te ponen cada trampa...
Lo raro es que todas se lo permitieran.
Iban chaladas por él. Cuando yo tenía 10
años, a mi padre se le veía enamoradísimo de
mi madre y ya estaba por ahí Françoise. Pero
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET
no los vi discutir, y tengo un montón de cartas
de ambos que son un tratado de amor. Se
veían y se escribían a diario. Así pasaron 20
años y nunca se abandonaron el uno al otro.
¿Cuál es su recuerdo de Picasso?
Venía cada noche con su infusión de verbena
y me cantaba y me bailaba para que me la to-
mara. A mí no me gustaba comer y él me po-
nía azúcar en el puré, me pelaba las uvas y les
quitaba los huesecillos..., sigo tomándolas así.
Su madre se suicidó.
No me hables de eso. Eso es un hueco.
... Murió cantando.
Sí, estaba en su casa, que llenó de flores, y can-
tando se colgó, pero antes de hacerlo lo dejó
escrito en su cuaderno: no quería vivir sin él.
Sentido común ¿Qué tenía Picasso para que, tras su
muerte, dos de sus amantes se suicidaran?
Los mismos ojos y la mis- Yo podría tenerla a usted aquí embelesada
ma nariz. Me recibe can- hasta las diez de la noche, le contaría miles de
historias…, eso es lo que tenía mi padre.
tando y me trata como a Y nacieron Claude y Paloma...
una niña que no acaba Tenía 14 años, me gustó mucho. No he tenido
problemas ni con Françoise ni con Jacqueli-
de comprender a los ne. Yo no era la mujer, la madre ni la amante.
hombres. Está cansada Supongo que le sabría mal por su madre.
No es fácil de explicar, mi abuela le decía a mi
de que maltraten o divi- padre: “Si quisieras ser monaguillo, acabarías
siendo Papa; si quisieras ser soldado, serías ge-
nicen a su padre, de “pe- neral”. Mi padre se iba con facilidad a los ex-
lículas estúpidas y bió- tremos. Además, se las apañaba siempre para
que todo fuera bien, sin tensiones. Su compor-
grafos chupópteros”. tamiento era típicamente masculino.
Detrás de su apariencia Cuesta de entender.
Si mi madre le hubiera pedido la luna, él se la
traviesa y chiflada hay habría dado. Era un caso muy especial, ten-
puro sentido común. Su dría que haber visto cómo se abrazaban. Mi
mamá ha sido el hueco de mi papá y vicever-
mensaje: “Picasso para sa. A pesar de todo, ellos eran su molde de
mí fue un papá atento; amor. Nunca les oí criticarse el uno al otro y
no permitían que nadie lo hiciera.
un artista genial, pero Usted las conoció a todas.
un hombre al fin y al Sí, a Dora Maar la conocí mejor cuando mu-
rió y ordené sus cosas; había guardado todo lo
cabo y más bien tradicio- que tenía relación con mi padre. Si el dibuja-
nal”. No ha especulado ba en la pared unos mosquitos, ella les ponía
un círculo y jamás pintaba encima. Estaba hip-
con la obra de Picasso, notizada por Picasso. Con Françoise me lleva-
la colecciona, para ella ba bien, tenía la edad de mi hermano mayor.
¿Cuándo has empezado a llevar pantalones?
son fotos de familia. Jun- ¿...?
to con su hermanastro Antes las chicas no llevaban pantalones. Y la
mayoría de las que le rondaron estaban impre-
Claude certifica la auten- sionadas por la fama y el dinero. Ellas propo-
ticidad de la obra del nían y él aceptaba o no, porque ya tenía mu-
cha edad e iba corriendo detrás del tiempo.
artista. Ha venido a pre- Usted es la única mujer que ha abandona-
sentar las memorias de do a Picasso.
Tonterías que se dicen. La madre de Claude y
Jacint Raventós, presi- Paloma ya se había casado con otro y los ni-
ños venían a ver al papá. Pero mi padre no
dente de la Fundació podía aceptar ver a Françoise con otro.
Picasso-Raventós. ¿Ah, no?
No; es así, es así, es así y tú te callas. De mane-
ra que los niños venían solos. A la vez, mi pa-
dre ya estaba con Jacqueline y mi presencia
lo suavizaba todo. Pero, claro, yo tenía 20
45288
años, quise hacer mi vida y volé.
IMA SANCHÍS